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Primera Parte

LA GEOPOLlTICA Y EL PROCESO
POLITICO MUNDIAL


No hay proyección sin poder; no hay
poder sin concitación popular; no hay


concitación popular sin respuesta a las

exigencias históricas.
La política y la geopolítica
El Ordenamiento Jurídico
En el tema que tratamos, se hace necesario examinar el ordenamiento jurídico, como factor "condicionante relativo" de la comunidad interna­cional, sobre la base de la realidad política que la asiste. Este orden jurídico juega un rol importante, pero de ninguna manera absoluto en las relaciones de los Estados, por lo tanto, si bien no debe ser despreciado ni minimizado, tampoco debe considerárselo como el reaseguro de los derechos e integridades nacionales.

El mundo actual se nos presenta como un conglomerado de Estados de distinta magnitud y diverso grado de independencia, amparados en una pre­sunta situación de igualdad jurídica, pero inmersos en una realidad política. y económica que indica que los países fuertes dominan y pretenden servirse de los débiles.

En la lid que se entabla en el marco internacional casi nunca existen ga­nadores sino que normalmente se comparten situaciones donde cada con­tendiente pretende evitar el mayor porcentaje de derrota y de pérdida. Los problemas resultan así, administrados, dilatados, transformados, pero no resueltos.

Por otra parte, la seguridad de los Estados se encuentra ubicada siempre por encima de leyes y convenios, de obligaciones y principios. La le­galidad internacional no cuenta para la supervivencia de la: naciones. Por sobre los pueblos, no tiene vigencia ninguna ley que menoscabe su propia seguridad.

El concepto de Estado implica la organización jurídico-política de una población en un territorio. Dentro de los límites territoriales de cada Esta­do, en función de las condiciones espirituales, culturales y socio-económicas de su población, surgen pautas de poder político que determinan una cons­tante lucha.

Esta lucha resulta de las contradicciones naturales que se generan en las estructuras y sistemas vigentes, las que producen una constante mutación en el proceso de los pueblos. En cada Estado, existe el liderazgo de determina­do grupo dirigente, quien representa, orienta y conduce la política interior y las relaciones exteriores. Ante un cambio de la relación de fuerzas internas. se produce, invariablemente, una novedad en el enfoque de la política exterior, en función del relevo de los grupos dirigentes.

Sin embargo, ésta no es una regla invariable. La historia demuestra que en algunos casos, a pesar de drásticas mudanzas en el campo interior, las pautas exteriores han permanecido inmutables, sin omitir -en algunas excepciones- la intensificación ofensiva en el logro de tradicionales objetivos.

Se hace necesario, entonces, definir correctamente los elementos funda­mentales que participan en la vida de los Estados, para poder partir de prepuestos coherentes en la interpretación del proceso mundial y nacional.



El primer elemento a considerar es la política, relacionada directamen­te con el poder y, por ende, la capacidad para imponer, utilizando variados métodos una voluntad sobre otras voluntades.

Política es todo aquello que se relaciona con el poder. También es política todo lo referido a conseguir, mantener, defender o acrecentar ese "poder" según ordenamientos jurídicos. Por lo tanto, política es el arte y la ciencia que emplean los grupos o clases dirigentes de un Estado, para conse­guir el dominio o la participación en el poder. La lucha por el poder tiene sus orígenes en causas culturales, socioeconómicas, raciales, etc., dentro de una determinada comunidad.

Este proceso que se desarrolla internamente en cada Estado, se produce simultáneamente e interdependientemente en el campo internacional. En es­te sentido los Estados fuertes pretenden la expansión de su poder, mientras los débiles luchan por impedir ser avasallados. Esto genera una compleja, difícil y oscilante lucha entre Estados de diferentes potencialidades y niveles. En este intricado tablero, los Estados adquieren la dimensión de las piezas de ajedrez. Por ello también, las causas de los enfrentamientos entre países de segundo o tercer orden, además de los problemas locales o regionales que los producen, debemos buscarlas en las posiciones antagónicas de los de primer orden.

Cada vez más, la política exterior de los Estados poderosos, influye en la política interna de los más débiles, condicionándola según los intereses I particulares de cada uno de ellos. La política debe ser considerada en forma global, totalizadora, dentro de un campo unificado de acción. De ahí, entonces, que el derecho internacional público sea también comprendido y afectado en su forma y fondo, por los objetivos políticos de los que tienen mayor poder relativo.

Sin embargo, las mismas leyes políticas se encargan de interrelacionar todos los factores, de suerte que los condicionamientos de los poderosos re­percuten en el tablero mundial, pero éste a su vez, a través de los países más débiles en su transformación constante, afecta los intereses y los valores de los más poderosos.

De esta manera, la política, es la actividad permanente, que rige la vida de los pueblos y los conduce a la satisfacción de sus necesidades y proyectos, a los triunfos y derrotas, a la libertad o al sojuzgamiento.


El segundo elemento a considerar es la población, representada en distintas estructuras, modalidades y sistemas según cada Estado, creadora y receptora,

por lo demás teóricamente, del poder político interno.

La población, presupone un determinado número de personas, que son receptoras y ejecutoras de las normas jurídicas que emanan del poder esta­tal. Esta población está formada por grupos sociales, homogéneos o disími­les, que engendran un constante y dinámico juego de contradicciones, y que pueden recorrer el espectro que va desde la unidad a la desintegración so­cial. En esta lucha entran en juego los intereses particulares de los estratos sociales y se conjugan según el modelo que el grupo dirigente es capaz de ofrecer, de acuerdo a la potencialidad y vigencia de los distintos estadios. Como consecuencia de las contradicciones, se produce la sustitución de los grupos en el poder y, por consiguiente, el cambio o no de óptica en el campo exterior. De hecho, en la población de un Estado existen clases o sectores sociales distintos, con intereses diferentes, que traducen su potencialidad en una controversia variada en sus formas y resultados, por lograr el poder político e influir en consecuencia en el ordenamiento jurídico.

La población ocupa el territorio, concentrada en centros urbanos y di­seminada en zonas rurales, de acuerdo con las características que presenta el ambiente geográfico y la orientación política del poder existente.

El hombre, a través de sus obras, ha llegado a radicar población en va­rios espacios. La integración "espacio-hombre", "habitante-territorio", auxiliada por la ciencia y la tecnología, ha modificado el ambiente y ha logrado incorporar zonas estériles o improductivas al aparato productivo. Por ello, no puede considerarse una población divorciada de su "hábitat", o bien el estudio de un territorio sin tener en cuenta su población. La ecuación "hombre-territorio", es la concepción correcta en el enfoque político, cultu­ral, económico, social y militar. De ahí que la Nación sea hechura de un pueblo, una comunidad de intereses especiales (culturales, materiales, etc.), una realización común, un destino compartido.

De esta manera, la población asentada en un territorio y comprendida en un Estado, genera un continuo movimiento interno en procura del poder estatal. Este poder, buscado naturalmente por la población "para fortalecer una voluntad común", impone la normatividad jurídico-política en el cam­po interno y representa al Estado ante la comunidad internacional.



El tercer elemento a considerar es el territorio. Territorio es la exten­sión de tierra, agua y aire donde la población que lo habita, organizada en Estado, ejerce poder político y jurídico. Comparándolo con los otros elementos, sin duda éste es el menos dinámico, ya que su continuidad, expan­sión o desintegración dependen directamente de la orientación política y de la calidad de la población que lo posee. El hombre a través de su cultura, modifica la naturaleza.

No obstante, el dinamismo del territorio radica en su capacidad para condicionar la actividad del hombre y provocar en éste reacciones de índole diversa que establecen una serie de relaciones habitante-espacio. El territorio ofrece posibilidades según sus relieves, tipos climáticos, recursos naturales,

posición absoluta y relativa, y los pueblos, según sus calidades apro­vechan estas posibilidades y las pueden incrementar cuando, haciendo uso de la política, proceden, a organizar sus espacios.

El territorio estatal reviste una importancia fundamental para la pobla­ción que lo habita. La posesión de tierras fértiles dotadas de climas benig­nos, la cercanía de rutas marítimas, las riquezas mineras, el recurso hídrico, las potencialidades energéticas, una extensión acorde con el número de ha­bitantes, serán factores altamente beneficiosos.

La inserción de una población laboriosa y pujante, en un territorio rico y extenso, proporcionará un nivel de desarrollo económico-social creciente y un poder político consecuente. En cambio, una población asentada irra­cionalmente en un territorio extenso, dejando espacios vacíos y concentrada en forma desproporcionada; un número de pobladores excesivo con rela­ción al territorio; la carencia de medios de comunicación la ausencia de acceso al mar, son factores que pesarán negativamente en el desarrollo del Es­tado y consiguientemente en su poder político.

La ciencia y la tecnología al servicio de la comunidad nacional permiten la modificación de zonas o áreas de características negativas. El ingenio y el trabajo tesonero, pueden modificar la naturaleza y transformar la vida en beneficio de la población.

El proceso civilizador muestra cómo los hombres han ido incorporan­do tierras vírgenes, incrementando el patrimonio y extrayendo en forma cre­ciente sus frutos y productos. Simultáneamente, apoyándose en la técnica e imaginación, aprovecharon los accidentes naturales y las .facilidades de la naturaleza aumentando el proceso productivo. De esta manera las grandes extensiones fueron colonizadas, siendo transformados los bienes de la natu­raleza en beneficio de una mayor y mejor producción. Desde hace cinco siglos, aproximadamente, el hombre ha ido incorporando incesantemente la casi totalidad de las tierras susceptibles de explotación del planeta.

El mar; hasta el momento inhabitable en forma permanente, contiene una apreciable cantidad de riquezas alimenticias y minerales que comienzan a ser explotadas integralmente. Por otra parte, posibilita la comunicación y el transporte de bienes, dinamizando el comercio entre los distintos Estados.

El espacio aéreo, se ha transformado en un vital elemento, permitiendo la relación rápida y fluida entre los puntos más distantes del globo, y dentro de un mismo Estado.

La relación entre territorio y población es fundamental para obtener un Estado más armónico, equilibrado, proyectivo. En esta ecuación, el elemento dinámico y trascendente es la población, que usufructuará y dimensionará el espacio. Por su parte, el territorio condicionará en forma relativa a la pobla­ción. Pero es ésta, basada en su solidez social y cultural, su poder político logrado a través del Estado y auxiliada por la ciencia y la tecnología, la que determinará el grado de desarrollo de la comunidad. La población es el ele­mento vivo, operativo, en permanente acción transformadora; el territorio es

el factor logístico indispensable y condicionante de la actividad humana.

La ciencia geográfica describe y explica los espacios, considerados en forma general o regional. Posee diversas ramas que estudian los dominios físicos (geomorfología, hidrografía, climatología), los ambientes naturales (biogeografía) y los espacios humanizados o en vías de serlo (geografía agraria, rural, urbana, de la población, regional, etc.).

La, síntesis geográfica pone al descubierto el elemento existente en un espacio determinado, su conformidad física, la actividad humana que en él se desarrolla y las formas de organización que ha experimentado a través del tiempo hasta el presente. La Geografía presenta, a través de sus conclusiones, una situación estática, que debe ser dinamizada por la acción políti­ca, aprovechando la base científica que ofrece el estudio geográfico.

Ese dinamismo, que ejecute cambios e impulse determinadas líneas de fuerza hacia objetivos de organización espacial le corresponde a la geopolíti­ca. Esta joven disciplina, tiene por función primordial relacionar íntima y permanentemente la política con la geografía, otorgándole a la primera una necesaria base científica que le dé continuidad a su acción e impida improvi­saciones.

De lo expuesto, se ha establecido la relación entre poder político - de­recho - población - territorio. Si los espacios y la política se interrelacionan un Estado que no considere como elemento básico el conocimiento integral de su geografía, cumplirá incorrectamente su función, practicando políticas irreales y desfavorables para su comunidad.

La geopolítica aparece así como una disciplina analítica, que se ocupa de la valoración de los factores geográficos para extraer de ellos pautas de acción política. Es la dinámica interrelación entre lo geográfico y lo político, para la consecución del poder creciente.

Por ello la geopolítica, como una disciplina que relaciona dos ciencias la política y la geografía, adquiere las características y peculiaridades de la primera, valorizando a la segunda, porque en definitiva su actividad y su función son esencialmente políticas. La geopolítica se presenta así como un factor ponderable en la relación del Estado y los factores geográficos.

Para determinar la acción el político debe analizar las realidades política propiamente dicha, social, económica, cultural, que tienen un contexto histórico, todo ello englobado en un cuadro geográfico determinado.

La geopolítica auxilia en el análisis, accionar y proyección política, teniendo en cuenta las partes influyentes del medio geográfico al cual se apli­cara la acción política. En este. sentido el auxiliar (geopolítica), reviste las características de acción, dinamismo y fuerza para transformar la realidad y adquiere la voluntad que posee la política. Esto es así, porque la geopolítica es política.



De acuerdo con este enunciado, habrá geopolíticos en la medida en que haya políticos que analicen una realidad política, considerando de manera muy significativa los condicionantes geográficos. Geopolíticos serán pues,

entonces, los políticos que sepan interpretar la geografía y servirse de ella.

Los llamados "influjos geopolíticos" son los elementos geográficos considerados como "determinantes políticos", por algunos autores y que, en consecuencia, poseen significado prioritario y trascendente. Esto se da tanto para la consideración del campo interno, como para el estudio del problema exterior. En este sentido la geopolítica es tan necesaria en lo inte­rior como para el análisis de la política exterior.

La geopolítica debe comprender el análisis de la problemática nacional desde el punto de vista de su integridad y desarrollo, como el estudio del ac­cionar político en el campo internacional. Una política nacional que olvide o minimice los "influjos geopolíticos" interiores de su territorio, será in­completa, incorrecta y sumamente riesgosa para los intereses del Estado. Una política internacional que no se inserte en el campo geopolítico mun­dial estará viciada de insensatez.

La geopolítica se presenta así en el mundo moderno, como la disciplina necesaria y conveniente para la consideración profunda y trascendente de los problemas que influyen sobre los Estados y sus soluciones.


El espacio y el poder político

Hemos expresado que el territorio de un Estado es el espacio (tierra - mar - aire) sobre el cual ejercita el poder una comunidad políticamente or­ganizada.

Las influencias de ese espacio han ocasionado políticas concretas. Ge­ografía y población han producido la política orientadora y consecutora de objetivos determinados. Ante esta realidad no puede realizarse un análisis político correcto, sin tener en cuenta las influencias interrelacionadas del elemento humano y el espacial. Todo proceso mental, inductivo, deductivo y dialéctico, requiere la conjugación de los componentes citados.

Los "influjos geopolíticos" le permiten al político analizar los condi­cionamientos y realidades, para adoptar una determinada alternativa. El es­pacio juega así un importante papel en el destino político de los Estados.

Grandes espacios vacíos de antaño, han sido incorporados y habitados por el hombre, de tal suerte que la actualidad presenta un panorama de sa­turación de grandes regiones, quedando deshabitados sólo aquellos donde la actividad humana se hace sumamente difícil. Esto ha llevado al hombre a encontrar serias dificultades para incorporar más espacio en el aspecto cuantitativo, por lo que debe implementar cursos de acción, que modifi­quen cualitativamente a este componente, para adaptarlo a sus requerimien­tos.

A una población que se acrecienta en progresión crítica, le queda un es­pacio útil limitado.

Lo que ocurre con el espacio mundial, también sucede en forma relati­va en los Estados, en particular en aquellos en los cuales se ha producido un

crecimiento demográfico que torna difícil su relación con el territorio. La política debe encontrar soluciones al poblamiento, a la expansión demográ­fica y a las capacidades del territorio para servir a sus habitantes.

La necesidad de resolver este tipo de problemas, Que en ciertas regiones se presentan con características alarmantes, ha influido en la adopción de las políticas de los Estados a fin de lograr mantener o mejorar en lo posible la calidad de vida de una población creciente. Auxiliado por la ciencia y la tecnología, el hombre ha empleado variadas formas de explotación del es­pacio, tornándolo más apto a fin de abastecer sus necesidades y eventual­mente comerciar los excedentes.

Las nuevas formas de explotación y producción han llevado a los pueblos a establecer nuevas orientaciones para evitar el deterioro de su siste­ma productivo, y competir airosamente con otros Estados o permitir, en úl­timo caso, la subsistencia primaria dentro de sus límites.

La política de ciertos Estados indica una tendencia a integrarse. De esta manera, el espacio que fue siempre motivo de enfrentamientos, conquistas y causales de guerra, es utilizado para el logro de comunidad de intereses.

No obstante, las formas que adopta la integración, revisten modalida­des sutiles y peligrosas para la soberanía de los Estados. La tendencia de los Estados poderosos y de las empresas multinacionales, indica la intención de conformar corporaciones, asociaciones y entes supranacionales que atentan contra la soberanía de los pueblos. A esta acción se le contrapone la integra­ción comunitaria e igualitaria de los Estados más débiles, normalmente difícil de instrumentar por las contradicciones existentes, muchas veces pre­fabricadas por los intereses ajenos al área.

Un gran espacio vacío, sin las capacidades mínimas para atender las ne­cesidades de una población, es un espacio imperfecto, que no redundará en provecho del Estado que lo posea.

Un gran espacio, rico potencialmente, pero carente de la infraestructu­ra necesaria para su explotación, despoblado, significará un territorio codi­ciado y con destino político incierto.

En un Estado reducido, la expansión territorial sólo será posible en desmedro del espacio de otros Estados. En cambio, en un territorio limita­do, pero bien conducido por el Estado, el desarrollo cualitativo siempre abrirá nuevas posibilidades a las exigencias de la población, motivándola asimismo con la creación de expectativas favorables de desarrollo personal y comunitario.

Históricamente, los Estados. más poderosos han integrado su espacio en forma más completa que los débiles. De hecho, un gran espacio asistido por una política correcta, facilita la integración territorial y la unidad na­cional. En cambio, si ese gran espacio no cuenta con una política adecuada, la disociación de sus partes se produce tarde o temprano. Lo que no de­sarrolla el Estado en provecho propio y en ejercicio de su soberanía, lo hará otro Estado más poderoso, integrándolo a su sistema de poder.

De esta misma manera, los poderosos han repartido los espacios y asig­nado funciones a los Estados menores, estableciendo zonas de influencia que atiendan sus intereses en forma prioritaria.

Existen dos tipos de integración desde el punto de vista geopolítico: a) integración a la luz de los propios intereses, ó b) integración regida por inte­reses foráneos. En otras palabras, la integración realizada con las propias capacidades o la integración impuesta por intereses extranacionales.

Un caso claro es la integración según los intereses de la división interna­cional del trabajo accionada por las multinacionales o por superpotencias.

Ante esta situación, las respuestas válidas de los países en vías de de­sarrollo ante un mundo de creciente dominación por los intereses extrana­cionales les queda como alternativa válida la integración comunitaria, re­gional y continental.

La integración comunitaria es aquella realizada entre socios mayores y menores en defensa de intereses comunes, nacionales, regionales y continen­tales. Regida por una conducta política superior, donde el concepto colo­nialista está ausente y carece de interés real.

Dos propuestas de integración, ejemplifican sobre lo expuesto y nos eximen de mayores comentarios:

"Únicamente la conquista del hemisferio (América) por EE.UU. y la implacable destrucción de las economías regionales ahora existentes, podría realizar la integración necesaria". (Nicholas Spykman, "EE.UU. frente al mundo", 1942 - Paréntesis y subrayado nuestro).

"O la América es libre a costa de sus propios esfuerzos, o desciende en­corvada al cadalso que le preparan los tiranos" (7/11/1817 - General San Martín).

"La unión de los tres Estados (Argentina, Chile y Perú) independientes acabará de inspirar a España el sentimiento de su impotencia, y a los demás poderes el de la estimación y del respeto. Afianzados los primeros pasos de vuestras existencias políticas, un congreso central compuesto de los repre­sentantes de los tres Estados dará a su respectiva organización una nueva es­tabilidad; y la constitución de cada uno, así como su alianza y federación perpetua, se establecerá en medio de las luces, de la concordia y de la espe­ranza universal" (13/11/1818 General D. José de San Martín, citado por A. J. Pérez Amuchástegui en Ideología y Acción de San Martín, Bs. As., 1979)

Por otra parte, el espacio está íntimamente relacionado con el proble­ma de la defensa nacional. A un mayor espacio siempre las capacidades de defensa serán mayores que las que ofrecerá un espacio limitado. Esto es vá­lido para cualquier tipo de hipótesis de guerra. Para la defensa de un Esta­do, un gran espacio no solamente ofrece su potencialidad de recursos, sino que brinda las mejores oportunidades para el planeamiento y ejecución de maniobras estratégicas.

Los Estados con intenciones hegemónicas, acrecentaron sus espacios aún antes de lograr la integración del primigenio. Siempre la ampliación del

espacio fue hecha en detrimento del derecho de otros Estados.

Los Estados poseedores de un espacio reducido, encuentran su futuro en la integración con otros Estados que posean intereses comunes. Esta integración, como se ha explicado, puede ser impuesta o bien comunitaria. Si se encuentra en el primer caso, el Estado será sometido y cumplirá siempre un rol de servicio a la potencia hegemónica. En el segundo, podrá compartir roles complementarios y solidarios.


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