personas con síndrome de Down, comparadas con personas con
discapacidad intelectual de otra etiología a
LOS CUIDADOS EN EL ANCIANO CON DISCAPACIDAD
INTELECTUAL Y ENFERMEDAD DE ALZHEIMER
Empezaré por recordar que la calidad del envejecimiento de una per-
sona en general, y de una persona con discapacidad intelectual en parti-
cular, depende en buena parte de la calidad que haya tenido a lo largo de
su vida, del grado en que su vida haya tenido un proyecto y éste haya sido
seguido con constancia. Cuanto más se haya poseído, más retendrá o más
se tardará en perderlo. Recomiendo, para confirmarse en este concepto,
que se consulte el «Resumen del mes» (Temple et al., 2001) correspon-
diente a mayo de 2001 de la Revista Canal Down21 que aparece en la
página Web http://www.down21.org. Cuidar adecuadamente a un paciente
con enfermedad de Alzheimer es todo un reto; hacerlo a uno que, además,
tiene discapacidad intelectual no es necesariamente más difícil, pero es
posible que el declive (al menos si tiene síndrome de Down) sea más
rápido y alarme al cuidador.
EL ENVEJECIMIENTO DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD... 431
VanDyke et al.. (1998) ofrecen un conjunto apretado de sugerencias para
atender a esa persona, que no renuncio a transcribir por su alto contenido
humano y que coinciden básicamente con las útiles recomendaciones que
ofrece Kerr (1999).
-
Esforzarse en conservar sus habilidades, sobre todo las que afectan a
su propia dignidad (comida, aseo personal), más que enseñarle cosas
nuevas.
-
Reducir al mínimo los cambios en el ambiente y en las rutinas diarias.
-
Simplificar las rutinas y reducir las posibilidades de elección para
minimizar la ansiedad y la frustración.
-
Tener paciencia, volver a dirigir y que las órdenes verbales sean sen-
cillas, que se note que toda la atención va dirigida a apoyar.
-
Mantener su conciencia en lo posible, trayéndole recuerdos y conver-
sando sobre experiencias pasadas.
-
Ayudarle a que mantenga su orientación a base de anunciarle los
sucesos que van a ocurrir en el día, recordándole la fecha en que vive,
los lugares, nombrando las personas que le rodean. No forzarle a estar
en la realidad, pero tampoco seguirle en su pensamiento delirante.
-
Darle seguridad cada día, aun cuando no nos responda.
-
Intentar comprender las palabras y símbolos que emplee para la co-
municación. Ser pacientes y no tratar de que él venga a nuestro terreno
sino al contrario: ir nosotros al suyo.
-
Darle los alimentos y líquidos necesarios para su nutrición e hidra-
tad ón.
-
Consultar al médico cuando se vea que una medicación deja de ser
útil; pero asumir la responsabilidad cuando se vea necesario darle
alguna medicación.
-
Reducir los riesgos de accidentes que puedan surgir durante el aseo
personal (suelo de duchas y bañeras, afeitado), previéndolos y estable-
ciendo las pertinentes rutinas.
-
Darle afecto y protección con voz tranquila, realizar contactos físicos
para darle seguridad, o para alabarle.
-
Proporcionar un ambiente familiar y seguro, con una supervisión es-
trecha para reducir la confusión y la inseguridad.
432 JESÚS FLÓREZ BELEDO
-
Mantener el nivel actual de independencia a base de incrementar la
supervisión por parte del personal y de su pronta y eficaz respuesta ante las
necesidades.
-
Modificar el programa del individuo, o hacer planes de anticipación
de las actividades de la vida diaria y de las necesidades de supervisión,
cuando sea necesario.
-
Seguir y anotar los aumentos que haya en los episodios de confusión,
desorientación, lapsus de memoria, para estar mejor preparados si se repiten.
Seguir evaluando su movilidad, seguridad y necesidades de la vida diaria.
-
Informar al personal, familiares y cuidadores sobre los cambios y
estrategias previstos en los planes de atención.
-
Tratar de identificar los factores que ocasionan una conducta inapro-
piada o peligrosa, e intentar disminuir la probabilidad de que vuelvan a
ocurrir en el futuro.
LA MEDICACIÓN EN EL ANCIANO CON DISCAPACIDAD
INTELECTUAL
La población anciana con discapacidad intelectual es el grupo más tra-
tado farmacológicamente que existe, especialmente si presenta demás sinto-
matología de carácter neurológico o psiquiátrico (Stupalski y Russell, 1999).
Es altamente recomendable que la prescripción de fármacos y el seguimien-
to de sus efectos no sea responsabilidad de una sola persona, sino de un
equipo multiprofesional constituido por el médico, el psicólogo y el cuida-
dor (profesional o familiar). Sólo así se puede realizar una correcta evalua-
ción de los efectos que los fármacos producen, tanto los terapéuticos como
los perjudiciales.
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