EL VICIO DE FUMAR Y SUS CONSECUENCIAS FUTURAS
Pregunta: El vicio de fumar, ¿es considerado un acto que ofende la dignidad de Dios?
Ramatís: El vicio de fumar no significa ofensa alguna a la magnanimidad de Dios, pues el Creador no puede ser alcanzado por las estulticias e ignorancias humanas. Los resultados malos del vicio del tabaco, no son consecuencia de sanciones divinas ni de penalidades correctivas aparte, y sí de la exclusiva responsabilidad del hombre vicioso. Sin duda, el vicio de fumar es un delito que la criatura practica para consigo misma, por cuyo motivo debe sufrir sus consecuencias nefastas, tanto en la salud física como en el periespíritu, debido al quebrantamiento de las leyes naturales del mundo terrestre, como las que rigen en el mundo astral, cuyos efectos tendrá que sentir después de desencarnar.
Pregunta: ¿Cómo podríamos comprender todo eso, respecto al fumador inveterado, y que no puede abandonar el vicio de fumar?
Ramatís: Naturalmente, se considera una víctima de su propia negligencia espiritual, pues se trata de una criatura que actúa voluntariamente contra sí misma en su integridad física, creando además una situación gravosa para la vida que lo aguarda más allá de la tumba terrestre. El fumador inveterado, es un infeliz esclavo que abdica de su propia voluntad, cediendo su comando instintivo a un cerbero implacable y exigente, como lo es el tabaco.
Pregunta: ¿Cuál es la opinión de los maestros espirituales sobre vuestra explicación?
Ramatís: El tabaquismo es una enfermedad que padece gran parte de la humanidad, debido a su proverbial displicencia dejándose esclavizar por el culto insano al "señor" tabaco, que lo subyuga tanto en la esfera de los pensamientos, en las relaciones sociales y en las aptitudes psíquicas, como interfiere también en el campo de las inspiraciones superiores. Todo aquél a quien domina ese vicio, intenta presentar sus razones personales para justificar su esclavitud a la tiranía del tabaco, que por haber desarrollado fuertes raíces, dirige su propio psiquismo. Unos, alegan que fuman para "matar el tiempo" o porque necesitan de recursos hipnóticos para calmar sus nervios; otros, atribuyen al humo lento del cigarro o de la cachimba, el poder de inspiración que necesitan para obtener éxito en los buenos negocios, o como incentivo en la producción literaria.
Actualmente ¡fuman profesores, médicos, militares, abogados, ingenieros, poetas, filósofos o científicos; fuman sacerdotes y malhechores; operarios y patrones! El vicio varía en cuanto a la técnica y al modo de quemar la hierba esclavizadora, que se ajusta conforme a la clase, fortuna, jerarquía o distinción social. Los de tierra adentro y aldeanos, fuman el maloliente cigarro de paja, o usan sarrosos pitos de barro; los hombres de clase media, fuman cigarros de papel, mientras que los más afortunados, se distinguen por el uso de vistosas pitilleras de aros de oro; chupan abultados cigarros-puros, o utilizan finísimas pipas que penden de sus labios ensalivados. ¡Pero es claro que esa ostensiva y pintoresca diferencia en el modo de quemar el tabaco, conforme a las aptitudes del individuo, no tiene valor alguno; pues el vicio acarrea a todos las mismas consecuencias nocivas y esclavitud mental execrable!
Notad que el fumador inveterado vive inconsciente de su propia esclavitud, pues mete la mano en el bolsillo, toma un cigarro, se lo pone en los labios y lo enciende, ajeno a todos esos movimientos que el vicio guía instintivamente. Es un autómata vivo y tan condicionado al vicio de fumar, que en general, desde el momento que retira la cigarrera del bolsillo hasta que enciende el cigarro, cumple exclusivamente una voluntad oculta, nociva e indomable.
En consecuencia, el fumador inveterado ya no fuma; estúpidamente es fumado: ya no comanda su voluntad, es dirigido servilmente por el tabaco. El comando subvertido en su psiquismo, como si se tratara de una entidad extraña, controla todos sus movimientos y se enseñorea de su automatismo biológico, para intervenir, a su bello placer en el espíritu del fumador, aunque éste atienda otras preocupaciones. Es una pérdida completa de la voluntad y del dominio de la criatura, pues su cuerpo físico se transforma en un vivo e inconsciente incinerador de tabaco.
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