Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Creéis, por ventura, que la alimentación carní­vora pueda acarrear perjuicios físicos, hallándose la criatura humana condicionada desde hace muchos milenios a esa forma nutritiva? ¿Cuál es la culpa del hombre al ser carnívoro, si desde su infancia espiritual fue condicionado para poder sobre­vivir en el mundo físico?

Ramatís: Os repetimos: no todas las cosas que sirvieron para sustentar al hombre en los primeros tiempos de su vida en el plano físico, pueden ser convenientes para el futuro, al surgir nuevas condiciones morales o psicológicas, que llevan a la cria­tura humana a cultivar concepciones más avanzadas. Antigua­mente, a los ladrones se les amputaban las manos; y a los perjuros se les arrancaba la lengua. Si os apegáis tanto al tra­dicionalismo del pasado, ¿por qué a los maldicientes modernos no les aplicáis esas disposiciones punitivas, brutales e impiado­sas? Los trogloditas comían sin escrúpulos los fragmentos de la carne, impregnados del detritus del suelo; hoy, no obs­tante, usáis platos, salas para comer y laváis el alimento. Cier­tamente, alegaréis que ahora existe un sentido estético progresista y que tenéis comprensión de la higiene humana; ¡pero no con­cordáis, ahora, que ese mismo sentido estético debe pedir ya la eliminación de la carne, de vuestras mesas originarias de enfermedades!

Cuando el hombre se valía de la ingestión de las vísceras de los animales para poder sobrevivir en el medio rudo y agresivo de la materia, su alma era compatible con la rudeza del am­biente inhóspito, pero actualmente, el espíritu humano alcanzó nociones morales tan elevadas, que deben armonizarse con una nutrición más estética. ¡No se justifica que después de su verticalización de la forma hirsuta de la edad de piedra, prosiga nutriéndose tan sanguinariamente como la hiena, el lobo, la zorra o las aves de rapiña! Además de brutal y detestable para aquellos que desean libertarse de los planos inferiores, la carne es un continuo foco de infección para la contextura magnética delicada del cuerpo etéreo-astral del hombre.



Pregunta: ¿Qué opináis, entonces, de aquellos que son opues­tos a la ingestión de la carne de puerco y que la consideran realmente enfermiza y repugnante, debido a la forma nausea­bunda en que son engordados en los chiqueros?

Ramatís: Aunque esa aversión particular por la carne de puerco sea un paso a favor de la salud astrofísica, no por ello desaparecen otros nefastos procesos nutritivos que prefieren, que contrarrestan su primera disposición. Los mórbidos cuidados técnicos y las exigencias científicas, continúan en otros sectores donde se procura el bien exclusivo del hombre y el máximo sacrificio para el animal. Aquí, mórbidos industriales crían mi­llones de gansos bajo régimen específico, desarrollándoles el hígado de tal modo que las aves se arrastran por el suelo en macabros movimientos claudicantes, con el fin de que la in­dustria del "paté foie-gras" obtenga más rica sustancia para el enlatado moderno; allí, humildes peritos baten apresuradamente la sangre del buey, para transformarla en tétricos chorizos de sustancia animal coagulada; allá, se aprovechan los órganos se­cretores del animal, aunque los reconozcáis como depósito de venenosos detritos repugnantes: raspados y sometidos al agua hirviente, los transformáis en manjar exquisito para la mesa festiva. ¡La cazuela terrestre admite, desde la médula del ani­mal, hasta los surcos carcomidos de sus cansadas patas!

¡Y, no satisfechas con la mórbida nutrición de la semana, algunas criaturas escogen el más bello domingo de cielo azul y sol puro, para practicar la caza destructora de aves inofen­sivas, completando cruelmente la carnicería de la semana! Mul­titud de aves, de plumas ensangrentadas, vienen a los hogares, en donde son transformadas en nuevos menús epicurísticos, con el fin que el cazador de aves obtenga algunos momentos lúbricos mientras tritura la carne tierna de los pájaros inofensivos. ¡Cuán­tas veces la propia Naturaleza se venga de la ignominia humana contra sus piezas vivas! ¡Súbitamente, el cazador cae agonizante junto al cañón asesino de su propia arma, en el accidente im­previsto o con el disparo imprudente del compañero descuidado! ¡Otras veces, la serpiente, la bacteria infecciosa o el insecto venenoso, terminan tomando venganza contra la matanza sin gloria!

¡Qué importa, pues, que algunos sean opuestos a la inges­tión de la carne de buey o de puerco, si continúan deleitándose con otros alimentos carnívoros igualmente incoherentes con el sentimiento espiritual que ya debía predominar en el hombre!


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