Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Qué ejemplos podéis ofrecernos, que nos puedan hacer comprender esa "inconsciencia imaginativa" ante la carne?

Ramatís: Es que hay más falta de vigilancia mental que condicionamiento biológico, de vuestra parte, en lo tocante a la alimentación carnívora; y eso lo podéis verificar por la con­tradicción de vuestro gusto y de vuestro paladar, que se per­vierten bajo la falsa imaginación. ¡Cuántas veces, delante de cadáveres víctimas de un incendio o de una explosión, acostum­bráis a sentir náuseas y repugnancia, por el hecho de que las vísceras carbonizadas exhalan olor fétido de carne quemada!

Mientras tanto, momentos después, atraídos por el aspecto del churrasco pintoresco, os excitáis dominados por el mórbido ape­tito, olvidándoos que el churrasco es también carne de animal quemada a fuego lento, diferenciándose apenas por la naturaleza de los mojos que se le agregan. La contradicción es flagrante: allí, la repugnancia os domina ante el cadáver asado por la explosión; allá, el condicionamiento biológico o la negligencia del raciocinio, produce jugos y hormonas que activan el apetito degenerado. Todo eso ocurre, no obstante, porque todavía ali­mentáis la ilusión de un placer nutritivo que es sugerido por igual resto mortal, pero diferenciado por el mojo excitante.

La humareda repulsiva que sale del cadáver de un buey carbonizado en un incendio, es la misma que ondula sobre las parrillas engrasadas de la churrasquería, en las que las vísceras del animal vierten albúmina rociada con el vinagre y el jugo de la cebolla. El pedazo de carne recortado de los despojos cadavéricos asado al fuego de la caballeriza, puede ser tan "suave y agradable" como el "filet mignon" que el "garcon" vestido con camisa engomada, os ofrece sobre el plato de porcelana. ¡La lengua arrancada del bovino achicharrado por la pólvora de la explosión inesperada, puede ser tan "apetitosa" como la ofre­cida en un lujoso restaurante bajo las ondulaciones melodiosas de la festiva orquesta!

Mientras os dejéis comandar discriminadamente por esa vo­luntad débil y por la imaginación deformada, o por la incons­ciencia imaginativa, seréis siempre las víctimas de los vicios tontos del mundo y de la alimentación perniciosa de la carne. Es evidente que no hay condicionamiento de especie alguna, cuando se trata de esa disposición infantil con la que vuestra imaginación es ahora lúcida, recordando la realidad de la carne quemada y luego se olvida por completo viendo un suculento bocado en aquello que antes era una realidad repugnante.



Pregunta: Además de la enfermedad que puede ser trasmi­tida por el animal hipertrofiado por la gordura, y de la culpa que alcance al hombre a su muerte, ¿la ingestión de la carne causa también perjuicios directos al alma?

Ramatís: El animal posee el "doble-astral", que está revesti­do de magnetismo astral. Ese vehículo etéreo-astral, sobrevive a la disolución del cuerpo físico y sirve de "matriz" para que en el futuro, el animal se integre nuevamente en su especie particular. Aunque ese doble-astral esté todavía inhibido de sus­tancia mental que pudiera permitirle algunos reflejos de razón, es poderosamente receptivo a las energías existentes en el medio en que vive el animal. De acuerdo con la vida de este último, su envoltura sobreviviente revela también la naturaleza mejor o peor de la especie a la que el animal pertenece. En conse­cuencia, el aura del puerco, por ejemplo, es sumamente grosera, instintiva y letárgica en comparación con el aura del perro, del gato o del carnero, los cuales se sitúan en un plano más efectivo y revelan algunos destellos de entendimiento racional.

El chiquero, es un clima repulsivo y repleto de energías deletéreas, que actúan tanto en el campo físico como en la esfera astral. Cuando el cerdo es sacrificado, refluye bajo el impacto violento, febricitante y doloroso de la muerte. El choque que extingue su existencia aun plena de vitalidad física, exacerba su doble-etéreo astral que está bajo el comando general del espíritu-grupo. Esa matanza prematura que interrumpe de sú­bito la corriente vital energética, irrita furiosamente las fuerzas de todos los planos interpenetrantes del animal. Los demás vehículos se contraen y se constriñen, al mismo tiempo, friccio­nándose en un torbellino de energías contradictorias y violentas y se liberan como verdaderos explosivos etéreos. Se produce una completa "coagulación físico-astral". La sangre, que es la linfa de la vida y portadora de los elementos más poderosos del mun­do invisible, aprisiona en su seno el "quantum" de energía infe­rior del mundo astral que el propio puerco lleva en su cuerpo físico.

En el instante de la muerte, las energías deletéreas que fluctúan en el aura del cerdo y que intercambian el fenómeno de la vida inferior, se coagulan en la carne sacrificada combinán­dose con el "tonus vital" degradado que proviene de la ceba y del sufrimiento del animal en el charco de albúmina y de urea. La carne del puerco, queda verdaderamente gomosa, por la sustancia astral que se coagula a su alrededor y se fija viscosamente en las fibras cadavéricas.

Los espiritistas y demás estudiosos del alma, saben que todas las cosas y los seres, son portadores de un vehículo etéreo-astral que absorbe las energías ambientales y expele las que son gastadas en los cambios afines a sus tipos físicos o psíquicos.

Cuando ingerís trozos de carne de puerco, absorbéis también su parte astral inferior, que se adhiere a la coagulación de la sangre. Esa energía astral desordenada y pegajosa, es agre­siva y nauseabunda en los planos etéreos. Cuando los jugos gástricos descomponen la carne física en el estómago humano, se libera entonces esa viscosidad astral repelente y perniciosa. Bajo la ley de atracción y correspondencia vibratoria en los mismos planos, la sustancia gomosa que es exudada por la carne dige­rida en el estómago, se incorpora al cuerpo etéreo-astral del hom­bre rebajando las vibraciones de su aura, colándose en la deli­cada fisiología etérea invisible, a semejanza de pesada cerrazón oleaginosa y astringente. El astral albuminoso del puerco, cuando es ingerido el "delicioso bocado" asado, se transforma en densa cortina fluídica en el campo áurico del hombre excesivamente carnívoro. De ese modo, se dificulta el proceso normal de la asistencia espiritual desde este plano, pues los Espíritus-Guías no logran atravesar la barrera viscosa de bajo magnetismo, con el fin de formular la intuición orientadora a sus pupilos carní­voros. El aura presenta el aspecto de suciedad causada por las emanaciones del astral inferior ofuscante que exuda la carne del cerdo.

Las personas glotonas y excesivamente aficionadas a la carne de puerco, se creen seguras de envidiable vigor sexual, mientras que las criaturas vegetarianas exclusivamente, tienen un aspecto pálido, son letárgicas y distanciadas de la virilidad propia del mundo de las pasiones humanas. Este hecho, com­prueba que el aumento de nutrición carnívora, lleva aparejado un aumento en la sensación de orden primitivo. Pero, en sentido opuesto, la preferencia por la alimentación vegetariana es un poderoso auxiliar para que el espíritu se libere del yugo material.

Los antiguos banquetes pantagruélicos de los romanos y babilonios, en cuyas mesas suntuosas se amontonaban asados y cocidos cadavéricos, terminaban siempre en lúbricas orgías, ex­citadas aun más por la influencia del astral inferior de los ani­males devorados. Aun hoy, el exceso de la alimentación carní­vora, que es preferida por los aldeanos, estigmatiza a muchos de ellos con las "facies de cerdo" o con el "estigma bovino", que les da un aire pesado y letárgico, caracterizando fisonomías que recuerdan vagamente el temperamento de los animales devora­dos. Es la excesiva carga astral que interpenetra su periespíritu y transforma su configuración humana, haciendo transparentar los contornos del tipo animal inferior.

En los planos erráticos del Más Allá, es muy común en­contrar espíritus que se aficionaron tan fanáticamente a ingerir despojos de animales, que revelan ciertas caricaturas circenses, con visibles aspectos animalescos caldeados por el astral inferior.




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