» The Concept of Mind, págs. 16 y sig. El ejemplo de las Faculudes y la Universidad
es análogo: ei extranjero que quiere ver la Universidad pregunta, por supuesto,
por un edificio de la Universidad (un edificio, quizás, como la Casa del Senado
de Londres) y ese edificio sería de la misma categoría que los edificios de las Facultades.
¿No es un error de categoría, por ende, sugerir que la persona en cuestión
ha cometido un error de categoría?
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14
AUTORREFERENCIA Y SIGNIFICADO
EN EL LENGUAJE COMÚN
Teeteio. .\hora escúchame atentamente, Sckrates, pues lo que te diré
no es cosa de poca monta.
Sckrates. Te prometo hacer todo lo tpie pueda, Teeteto, .siempre que
me ahorres los detalles de tus logros en la teoría de números y hables
en im lenguaje que yo pueda comj^render. ya c|ue soy un hombre común.
Tf. La pregunta que te haré es extraordinaria, aunque estará expresada
en un lenguaje totalmente común.
S. No es necesario alertarme: soy todo oídos.
Te. ¿Qué es lo que dije entre tus dos últimas interrupciones, Sócrates?
S. Dijiste: "La pregunta que te haré es extraordinaria, aunque estará
expresada en un lenguaje totalmente común."
Te. ¿Y comprendiste lo que dije?
S. Sí, por supuesto. Tu advertencia se refería a una pregunta que
ibas a formularme.
Te. ¿Y cuál era esa pregunta mía a la que se refería mi advertencia?
¿Puedes repetirla?
S. ¿Tú pregunta? Veamos... ah, sí, tu pregunta era: "¿Qué es lo
que dije entre tus dos últimas interrupciones, Sócrates?"
Te. Veo que has cumplido tu promesa, Sócrates: atendiste a lo que
yo decía. Pero, ¿comprendiste esta pregunta mía que acabas de citar?
S. Creo que puedo probar inmediatamente que comprendí tu pregunta.
Pues, ¿no la respondí correctamente cuando me la hiciste poi
vez primera?
Te. Así es. ¿Pero estás de acuerdo en que era una pregunta extraordinaria?
S. No. Admito que no estuvo formulada muy cortésmente, Teeteto,
pero me temo que esto no tiene nada de extraordinario. No, no puedo
ver nada de extraordinario en ella.
Te. Lamerito haber sido descortés, Sócrates; créeme que sólo quería
Publicado por primera vez en Mind, N. S. 63, 1954.
367
ser breve, lo cual era de alguna importancia en esa etapa de nuestra
discusión. Pero me parece interesante que tú pienses que mi pregunta
era común (aparte de su falta de cortesía), pues algunos filósofos dirían
que se trata de una pregunta imposible o, al menos, imposible de entender
adecuadamente, puesto que no puede tener ningún significado.
S. ¿Por que no ha de tener significado tu pregunta?
Te. Por(}ue indirectamente se refiere a sí misma.
S. No veo que sea así. Hasta donde yo lo veo, tu preguni.i M)1O
se refería a la advertencia que me hiciste, un momento antes de formularla.
Te. ¿Y a qué se refería mi advertencia?
S. Ahora veo lo que quieres decir. Tu advertencia se referia a tu
pregunta, y tu pregunta a tu advertencia.
Te. Pero tú dices que comprendiste ambas, mi advertencia y mi pregunta.
S. No tuve inconveniente alguno en comprender lo que dijiste.
Te. Esto parece probar que dos cosas dichas jxir una persona pueden
tener pleno significado a pesar de que, indirectamente, se refieran a si
mismas, de que la primera se refiera a la segunda y la segunda a la
primera.
S. Parece probarlo.
Te. ¿Y no crees que esto es extraordinario?
S. A mí no me parece extraordinario. Me parece obvio. No veo por
qué te molestas en llamarme la atención sobre una pyerogrullada semejante.
Te. Porque ha sido negada, al menos implícitamente, por muchos
filósofos.
5. ¿Sí? Me sorprende.
Te. Me refiero a los filósofos para quienes una paradoja como la
del mentiroso (la versión megárica de la paradoja de Epiménides) no
puede plantearse porque un enunciado significativo y construido adecuadamente
no puede referirse a sí mismo.
S. Conozco la paradoja de Epiménides y la del mentiroso que dice:
•'Lo que estoy diciendo ahora es falso-" (y nada más) ; y encuentro atrayente
la solución que acabas de mencionar.
Te. Pero no resuelve la paradoja si admites, como lo has hecho, que
la autorreferencia indirecta es admisible. Pues, como han mostrado
Langford y Jourdain (y Buridan antes que ellos), las paradojas del
mentiroso y de Epiménides pueden ser formuladas usando la autorreferencia
indirecta, en lugar de la autorreferencia directa.
S. Por favor, dime cuál es esa formulación.
Te. La siguiente afirmación que voy a hacer es verdadera.
S. ¿No dices siempre la verdad?
Te. La última atirmación que hice era falsa.
S. ¿De modo que quieres retirarla? Muy bien, puedes comenzar nuevamente.
368
Te. No pareces comprender a qué equivalen mis dos afirmaciones
juntas.
i'. Ah, ahora veo las implicaciones de lo que decías. Tienes razón.
Es otra vez la vieja paradoja de Epiménides.
Te. He usado ía autorreferencia indirecta en lugar de la autorreferencia
directa; esta es la única referencia. Y este ejemplo muestra, yo
creo, que paradojas como las de Epiménides no pueden ser resueltas
alegando la imposibilidad de la autorreferencia. Pues aun cuando la
autorreferencia directa sea imposible o carente de significado, la autorreferencia
indirecta es, ciertamente, algo muy común. Por ejemplo,
puedo hacer el siguiente comentario: Espero confiadamente de ti, Sócrates,
una observación inteligente y oportuna.
S. Esta expresión de confianza, Teeteto, es muy lisonjera.
Te. Esto muestra cuan fácilmente puede suceder que un comentario
sea un comentario sobre otro, el cual a su vez sea un comentario sobre
el primero. Pero una vez que comprendemos la imposibilidad de resolver
las paradojas de esta manera, también comprendemos que aun
la autorreferencia directa puede ser totalmente correcta. En realidad,
hace tiempo que se conocen ejemplos de afirmaciones de autorreferencia
directa que no son paradójicas; y tanto enunciados autorreferidos
de un carácter más o menos empírico como enunciados autorreferidos
cuya verdad o falsedad puede ser demostrada por razonamiento lógico.
S. ¿Puedes darme un ejemplo de una afirmación autorreferida que
sea empíricamente verdadera?
Te. ...
S. No pude oír lo que dijiste, Teeteto. Pof favor, repítemelo un
poco más fuerte. Mi oído ya no es el de antes.
Te. Dije: "Ahora estoy hablando en voz tan baja que Sócrates no
puede oír lo que estoy diciendo."
S. Me gusta el ejemplo; y no puedo negar que mientras • hablabas
en voz tan baja, estabas diciendo la verdad. Tampoco puedo negar
el carácter empírico de esta verdad; pues si mis oídos hubieran sido
más jóvenes, habría resultado una falsedad.
Te. La verdad de mi próxima afirmación es demostrable hasta lógicamente,
por ejemplo, por una reducción al absurdo, método muy caro
a Euclides el Geómetra.
S. No lo conozco. Supongo que no te referirás al hombre de Megara.
Pero creo saber lo que significa una reducción al absurdo. ¿Me
dirás ahora tu teorema?
Te. Lo que estoy diciendo ahora tiene significado.
S. Si me lo permites, trataré de probar tu teorema yo mismo. Para
efectuar una reducción al absurdo, comenzaré con la suposición de que
lo último que dijiste carece de significado. Esto, sin embargo, contradice
tu afirmación y, por ende, implica la falsedad de la misma. Pero
si una expresión es falsa, entonces debe tener significado, obviamente.
Por consiguiente, mi suposición es absurda, lo cual prueba tu teorema.
369
Te. Has ciuciidido, Sócrates. Has probado mi teorema, tomo insis
íes en llamarlo. Pero algunos filósofos quizás no te crean. Dirán qu<
ini afirmación (o la que tú refiuaste, es decir, "lo (jue estoy diciendo
aliora carece de significado") es paradójica, jior lo cual puedes 'probar"
lo que te plazca de ella: su verdad tanto como su falsedad.
S. He demostrado que su[X)ner la verdad de la afirmación "Lo que
estoy diciendo ahora carece de significado" conduce a un absurdo. Ellos
deben demostrar, con un argumento similar, que suponer su falsedad
(o la verdad de tu teorema) también conduce a un absurdo. Si logran
clemostrar esto, entonces pueden justificar .su afirmación de que tiene
un carácter paradójico o, si te place, su carencia de significado y también
la carencia de significado de tu teorema.
Te. Estoy de acuerdo, Sócrates. Además, estoy totalmente convencido
de que no lo lograrán; al menos, mientras entiendan por "una expresión
sin significado'' algo semejante a una expresión formulada de tal
manera que viole las reglas de la gramática o, en otras palabras, una
exj>resión mal construida.
S. Me alegro de que estés tan seguro, Teeteto. ¿Pero no estás, quizás,
demasiado seguro de tu causa?
Te. Si me lo permites, pospondré la respuesta a esa pregunta por
uno o dos minutos. La razón de ello es que quisiera, primero, llamar
tu atención hacia el hecho de que, aun cuando alguien mostrara que
mi teorema o su negación son paradójicos, con ello no habría demostrado
que son "carentes de significado", en el mejor y más adecuado
sentido de la expresión. Pues para eso tendría que demostrar que si
suponemos la verdad de mi teorema (o la falsedad de su negación, "Lo
que estoy diciendo ahora carece de significado"), se llega a un absurdo
Pero sostengo que nadie que no comprenda el significado de mi teo^
rema (o de su negación) podría intentar tal deducción. Y también
sostengo que si se puede comprender el significado de una expresión,
entonces dicha expresión tiene significado; y, nuevamente, que si tiene
implicaciones (es decir, si algo se desprende de ella), también debe te
ner un significado. Esta opinión, al menos, parece hallarse de acuerdo
con el uso comiín, ¿no crees?
S. Sí.
Te. Por supuesto, no quiero decir que no haya otras maneras de
usar la palabra "significativo"; por ejemplo, uno de mis colegas matemáticos
ha sugerido que llamemos "significativa" a una afirmación sólo
si poseemos una prueba válida de ella. Pero esto tendría la consecuencia
de que no podríamos saber de una conjetura como la de Goldbach
—"todo número par (excepto 2) es la suma de dos números primos"—
si es o no significativa antes de haber hallado una prueba válida de
ella; además, (jue aun el descubrimiento de un contraejemplo no refutaría
la conjetura, sino que sólo confirmaría su falta de significado.
5. Creo (|ue sería una manera extraña y embarazosa de usar la
palabra "significativo". :
Te. Otras personas han sido un poco más liberales. Sugieren que
370
llarrtemos "significativa" a una aserción si, y sólo, si, hay un método
que pueda probarla o refutarla. Esto haría significativa a una conjetura
romo la de Goldbach en el momento en que hallemos un contraejemplo
(o un método para construir uno). Pero en tanto no encontremos
un métotio para probarla o refutarla, no podemos saber si es o no
s¡gnif¡cnii\a.
S. No me parece correcto considerar "carentes de significado" o "sin
sentido" todas las conjeturas o hipótesis simplemente porque no sepamos
todavía cómo probarlas o cómo refutarlas.
Te. Otros han sugerido llamar "significativa" a una aserción sólo si
sabemos cómo determinar si es verdadera o falsa; sugerencia que equivale
más o menos a lo mismo que la anterior.
S. Me parece muy similar a tu sugerencia anterior.
Te. Pero si entendemos por "una aserción o una pregunta significativas"
algo semejante a una expresión comprensible para cualquiera
que conozca el lenguaje, porque está formada de acuerdo con las reglas
gramaticales para la formación de enunciados o preguntas en ese lenguaje,
entonces yo creo que podemos dar una respuesta correcta a mi
próxima pregunta que será, nuevamente, autorreferida.
S. Veamos si puedo responderla.
Te. ¿La pregunta que te estoy formulando es significativa o carece
4e significado?
S. Es significativa, y puede demostrarse que es así. Pues supongamos
que mi respuesta sea falsa y que la respuesta "carece de significado"
sea verdadera. En tal caso, puede darse una respuesta verdadera a tu
pregunta. Pero una pregunta a la cual puede darse una uspuesta (y
una respuesta verdadera, en este caso) debe ser significativa. Por lo
tanto, tu pregunta era significativa, quod erat demonslratidum.
Te. Me pregunto de dónde has sacado todo ese latín, Sócrates. No
puedo hallar ninguna falla en tu demostración; a fin de cuentas, sólo
es una variante de tu prueba de lo que llamas mi "teorema".
S. Creo que has rebatido la afirmación de que las expresiones autorreferidas
carecen siempre de significado. Pero me entristece tener que
admitir esto, pues parecía una manera directa de eliminar las paradojas.
Te. No debes entristecerte: simplemente no hay salida en esa dirección.
S. ¿Por qué no?
Te. Algunas personas creen que una manera de resolver las paradojas
es dividir nuestras expresiones en enunciados significativos, los
cuales a su vez pueden ser verdaderos o falsos, y expresiones carentes
de significado, o sin sentido o no construidas correctamente (o "seudo
enunciados", o "proposiciones indefinidas", como prefieren llamarlas
algunos filósofos). Y que no pueden ser verdaderas ni falsas. Si pudieran
demostrar que una expresión paradójica cae en la tercera de estas
tres clases excluyentes y exhaustivas —verdaderas, falsas y carentes de
significado—, entonces, según creen ellos, se resolvería la paradoja en
cuestión.
371
S. Precisamente. Esa era la solución que me rondaba en la mente,
aunque no la tenía clara. La encuentro atrayente.
Te. Pero esas personas no se preguntan si es siquiera posible resolver
una paradoja como la del mentiroso sobre la base de una clasificación
en esas tres clases, aunque podamos probar que pertenece a la tercera
clase, la de las expresiones sin significado.
S. No te entiendo. Supongamos que logran hallar una prueba por
la que se demuestra que una expresión de la forma "U es falsa" carece
de significado, donde "U" es un nombre de esta misma expresión "V
es falsa". ¿Por qué no resuelve esto la paradoja?
Te. No la resuelve. Sólo la desplaza. Pues, bajo la suposición de
que 17 es la expresión "U es falsa", puedo refutar la hipótesis de que
U carece de significado precisamente con ayuda de esa triple clasificación
de las expresiones.
5. Si tú tienes razón, entonces una prueba de la hipótesis de que U
carece de significado sólo demostraría, en verdad, un nuevo enunciado
que puede ser probado o refutado, lo cual daría origen a una nueva
paradoja. ¿Pero cómo puedes refutar la hipótesis de que V carece de
significado?
Te. Por una reducción al absurdo, nuevamente. En general, podemos
derivar de nuestra clasificación dos reglas. (I) De la verdad de "X
carece de significado" podemos deducir la falsedad de "X es verdadera"
y también (que es lo que aquí nos interesa) la falsedad de "X es
falsa". (II) De la falsedad de cualquier expresión Y podemos concluir
que Y es significativa. De acuerdo con estas reglas, hallamos que de
la verdad de nuestra hipótesis, "U carece de significado", podemos
deducir por (I), la falsedad de "U es falsa"; y concluimos por (II)
que "U es falsa" tiene significado. Pero puesto que "U es falsa" no
es sino la misma V, hemos demostrado —por (II) nuevamente— que
IJ tiene significado; lo cual concluye la reducción al absurdo. (Digamos
de paso que, puesto que la verdad de nuestra hipótesis implica la
falsedad de "17 es falsa", también implica nuestra paradoja original.)
S. Es un resultado sorprendente: un mentiroso que vuelve por la
ventana después de habérselo echado por la puerta. ¿No hay ninguna
manera de eliminar estas paradojas?
Te. Hay una manera muy simple, Sócrates.
S. ¿Cuál es?
Te. Evitarlas, como hace casi todo el mundo, y no preocuparse por
ellas.
S. ¿Pero es suficiente eso? ¿Es seguro?
Te. Para el lenguaje común y para los propósitos comunes parece
suficiente y totalmente seguro. En todo caso, en el lenguaje común no
se puede hacer otra cosa, ya que en él es posible construir paradojas
que son comprensibles, como hemos visto.
S. ¿Pero no se podría legislar, por decir así, que se evite toda especie
de autorreferencia, directa o indirecta, y purificar así nuestro lenguaje
de las paradojas?
372
Te. Podríamos tratar de hacerlo (aunque esto puede llevarnos a
nuevas dificultades). Pero un lenguaje sobre el cual legislamos de este
modo ya no es nuestro lenguaje común; reglas artificiales crean un
lenguaje artifióial. ¿No ha mostrado nuestra discusión que la autorreíerencia,
al menos indirecta, es algo muy común?
S. Pero para la matemática, por ejemplo, sería conveniente un lenguaje
artificial. (No es así?
Te. Lo sería, y para la construcción de un lenguaje con reglas artificíales
—el cual, si se lo construye adecuadamente, podría recibir el
nombre de "lenguaje formalizado"— tendremos en cuenta el hecho de
que las paradojas (que deseamos evitar) aparecen en el lenguaje
común.
S. Y supongo que en tu lenguaje formalizado legislarás la exclusión
estricta de toda autorreferencia, ¿no es así?
Te. No. Podemos evitar las paradojas sin recurrir a medidas tan
drásticas.
5. ¿Las llamas drásticas?
Te. Son drásticas porque excluirían algunos usos muy interesantes
de la autorreferencia, especialmente el método de Gódel de construir
enunciados autorreferidos, método que ha ten'ido aplicaciones de la
mayor importancia en mi propio campo de investigación, la teoría de
números. Son drásticas, además, porque hemos aprendido de Tarski
que en ningún lenguaje consistente —llamémoslo "L"— pueden aparecer
los predicados "verdadero en L" y "falso en L" (a diferencia de "significativo
en L" y "sin significado en L", que pueden aparecer), y que
sin predicados como estos no es posible formular paradojas como la
de Epiménides o como la de Grelling sobre los adjetivos heterológicos.
Esto parece suficiente para construir lenguajes formalizados que eviten
estas paradojas.
S. ¿Quiénes son todos esos matemáticos? Teodoro nunca menciona
sus nombres.
Te. Bárbaros, Sócrates. Pero muy competentes. El "método de aritmetizadión"
—como se lo llama— de Godel es especialmente interesante
en el contexto de nuestra actual discusión.
S. Otra autorreferencia, y una totalmente común. Me estoy poniendo
un poco hipersensible a estas cosas.
Te. Podría decirse que el método de Gódel consiste en traducir ciertas
aserciones no aritméticas a otras aritméticas. Se las convierte en
un código aritméeico, por así decirlo; y entre las aserciones que es
posible codificar de este modo se encuentra también la que llamaste en
broma mi teorema. Para ser un poco más exactos, la aserción que
puede ser expresada en el código aritmético de Godel es el enunciado
autorreferido: "Esta expresión es una fórmula bien formada". En este
caso, claro está, "fórmula bien formada" reemplaza a la palabra "significaOiva".
Como recordarás, me sentía demasiado seguro, para tu
gusto, de que mi teorema no podía ser refutado. La razón de ello era,
simplemente, que al traducirlo al código gódeliano mi teorema se
373
convierte en un teorema de la aritmética. Es demostrable, y su negación
es refutable. Si alguien lograra mediante un argumento válido (quizás
similar a tu propria prueba) refutar mi.teorema —por ejemplo, deduciendo
un absurdo de la suposición de que la negación de mi teorema
es falsa—, entonces podría usarse ese argumento para demostrar lo
mismo del correspondiente teorema aritmético. Y como esto nos brindaría
inmediatamente un método para probar "O = I", yo tenía buenas
razones jiara creer que no era posible refutar mi teorema.
S. ¿Podrías explicarme el método de codificación de Gódel sin enirat
en tecnicismos?
Te. No necesito hacerlo, pues ya se ha hecho antes; no quiero decii
ames de ahora, la presunta fecha de este pequeño diálogo nuestro
(alrededor del 400 a. de C.), sino antes de (juc nuestro diálogo sea
concebido por su autor, lo cual no sucederá antes de que hayan transctirrido
otros 2.5550 años.
S. Me chocan estas últimas autorreíerencias tuyas, Teeteto. Hablas
como si fuéramos actores que recitan los versos cíe una obra. Es una
estratagema que algunos autores, me temo, consitleran ingeiViosa, pero
no asi sus víctimas. De todos modcw, vo no la considero así. Pero
aiJn peor que cualquier broma de autt rreferencia es esa absurda
—más aiin carente de sentido— cronología tuya. Seriamente, debemos
trazar una línea en alguna parte, Teeteto, y yo la trazo aquí.
Te. Vamos, Sócrates, ¿quién .se preocupa por la cronología? Las
ideas son intemporales.
5. ¡Cuídate de la metafísica, Teeteto!
374
15
¿QUE ES LA DIALÉCTICA?
No hay nada tan absurdo o increíble que no haya
sido afirmado por algún fílótofo.
DESCAKTZS
1. EXPLICACIÓN DE LA DIALÉCTICA
SE PODRÍA generalizar el lema anterior. No sólo se aplica a los fíl<^
sofos y a la filosofía, sino a todo el ámbito del pensamiento y la empresa
humanos, a la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la política. En
realidad la tendencia a ensayarlo todo una vez sugerida por el lema
puede observarse en un ámbito aún más amplio: en la magnífica
variedad de formas y aspectos que produce la vida en nuestro planeta.
Así, si queremos explicar por qué el pensamiento humano tiende
a ensayar toda solución concebible para un problema con el cual se
enfrenta, podemos apelar a un tipo de regularidad muy general. El
método por el cual se busca una solución es habitualmente el mismo;
es el método de ensayo y error. Es también, fundamentalmente, el
método utilizado por los organismos vivientes en el proceso de adaptación.
Es evidente que el éxito de este método depende en gran medida
del número y variedad de los ensayos: cuanto más ensayamos, tanto más
probable es que nuestros intentos tengan éxito.
Podemos describir el método empleado en el desarrollo del pensamiento
humano, especialmente de la filosofía, como una variante particular
del método de ensayo y error. Los hombres parecen inclinarse
a reaccionar ante un problema o bien creando alguna teoría y aferrándose
a ella mientras pueden (si es errónea, hasta pueden perecer con
ella antes que abandonarla ^), o bien luchando contra tal teoría, una
1 La actitud dogmática de aferrarse a una teoría todo lo posible tiene considerable
importancia. Sin ella nunca sabríamos todo lo que hay en una teoría, la abandonaríamos
antes de tener una verdadera oportunidad de descubrir su fuerza. En consecuencia,
ninguna teoría podría desempeñar su papel de poner orden en el mundo.
Disertación leída en un seminario filosófico realizado en el Canterbury University
College, Christchurch, Nueva Zelanda, en 1937. Publicado por primera vez en
Mind, N. S., 49, 1940.
375
vez que han descubierto sus debilidades. Esta lucha de ideologías, obviamente
explicable en términos del método de ensayo y error, parece
ser característica de todo lo que pueda recibir el nombre de desarrollo
del pensamiento humano. Los casos en los que no se produce son,
principalmente, aquellos en los que una cierta teoría o sistema es
mantenida dogmáticamente durante un largo período. Pero hay pocos
ejemplos, si es que hay alguno, de un desarrollo del pensamiento que
sea lento, constante, continuo y avance por grados sucesivos de mejoramiento,
y no por ensayo y error y por Ipcha de ideologías.
Si se desarrolla de manera cada vez más consciente el método de
ensayo y error éste comienza a tomar las características del "método
científico". Se puede describir este "método" * brevemente, de la siguiente
manera. Enfrentado con cierto problema, el científico ofrece,
tentativamente, algún género de solución: una teoría. La ciencia sólo
provisionalmente acepta esta teoría si la acepta y es muy característico
del método científico el hecho de que los científicos no ahorren esfuerzos
por criticar y someter a pruebaí la teorta en cuestión. Criticar y
swneter a prueba van a la par. La teoría es criticada desde mtiy diversos
ángulos para poner de manifiesto los puntos vulnerables que
pueda tener. Y la testación de la teoría consiste en exponer esos puntos
vulnerables al examen más severo posible. Todo esto, por supuesto, es
también una variante del método de ensayo y error. Se elaboran teorías
tentativamente y' se las ensaya. Si el resultado de un test muestra que
la teoría es errónea, se la elimina; el método de ensayo y error es,
esencialmente, un método de eliminación. Su éxito depende principalmente
de tres condiciones, a saber: que se presente un número
suficiente de teorías (y de teorías ingeniosas), que las teorías presentadas
sean suficientemente variadas y que se realicen tests suficientemente
severos. De esta manera, si tenemos suerte, podemos asegurar
la supervivencia de la teoría más apta por la eliiftinación de las que
son menos aptas.
Si se acepta y se considera más o menos correcta esta descripción ^
del desarrollo del pensamiento humano en general y del pensamiento
científico en particular, ella puedfe ayudamos a comprender qué quieren
decir aquellos que afirman que el' desarrollo del pensamiento humano
procede según lincamientos "dialécticos".
La dialéctica (en el sentido moderno *, especialmente en el sentido
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