La Vida Más Allá de la Sepultura


AVES Y ANIMALES DEL ASTRAL INFERIOR



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AVES Y ANIMALES DEL ASTRAL INFERIOR
Pregunta: Cuando describisteis el panorama del astral infe­rior hicisteis una ligera referencia sobre la vida de aves y anima­les. Tratándose de un asunto que nos parece sumamente impor­tante, gustaríamos que nos explicaseis la forma que poseen esas aves y animales. ¿Podréis hacerlo?

Atanagildo: Conforme os dije, debido a la necesidad de man­tener y defender esas regiones tan aterradoras predominan ciertos tipos de aves y animales de gran porte, muchos de los cuales nos hacen recordar las formas grotescas y brutales de los animales prehistóricos, cuyas características vosotros conocéis.

Uno de los tipos de aves que más me impresionó en el astral inhóspito es muy parecido al cuervo europeo, de plumas negras y de una tonalidad parecida a la tierra negra y húmeda; difiere de la especie de urubú que conocí en Brasil, porque es un tipo de ave que emite gritos tan estridentes que parece un enorme gigante que levanta una enorme maza de hierro para dejarla caer sobre enormes trozos de acero suspendidos sobre la región sombría. Son gritos salvajes y penetrantes, y se tendría una pálida idea si se pudiese centuplicar el grito de la araponga (Ave brasileña de la familia de los cotingídeos (Chasmarhyncus nudicollis), cuyo canto, metálico, imita los sonidos de la maza en la bigor­nia. Es decir, de un gritar muy estridente), muy conocida en la floresta brasileña por su original canto metálico. Ciertas veces se parece al graznido del cuervo, que elevado en potencial es de tan chocante disonancia que es capaz de herir los oídos menos sensibles. Además de esa ave de aspecto tene­broso que descubrí en grandes bandadas en la región astral infe­rior, adyacente al Brasil, observé otro tipo de ave milenaria que conocí en otras vidas pasadas en Alejandría y Menfis.

Se trata de una especie alada que era muy reverenciada como ave sagrada, comúnmente momificada y conservada en vasos riquí­simos sobre las tumbas de los sacerdotes y faraones egipcios. Es un ave de extremidades largas, como la cigüeña, de pico largo y curvo, que se encuentra clasificada por los especializados te­rrestres como "ibis aethiopica".

La diferencia principal entre la "ibis" sagrada de los egipcios y el tipo que generalmente encuentro en las regiones sombrías del astral brasileño, es que el ave habitante de las márgenes del Nilo, en el tiempo que yo la conocí, era blanca de plumaje y tenía las patas y las puntas de las alas negras, mientras que la especie astralina es de forma gigantesca, brutal y completamente negra, con el pico de color brillante, que despierta una temerosa impre­sión al volar, y al planear se parece al vampiro sangri-sediento, relatado en las leyendas infernales. Cuando esas aves hienden el cielo se oye un murmullo agudo y tétrico en los gajos secos de los árboles y en los follajes empobrecidos, mientras que los insectos y animales pequeños se mueven apresuradamente para ocultarse en los accidentes del terreno.



Pregunta: Existen otras especies de aves además de los tipos que mencionasteis?

Atanagildo: Según he verificado en las instituciones astrográficas de nuestra metrópoli, en donde se estudia la fauna y la flora del astral inferior, existen otros innumerables tipos de aves que están siendo clasificados por los estudiosos y que mejor se aprecian por medio de un televisor de control remoto, es decir, por medio de un aparato electromagnético dotado de esferas de dos o tres pulgadas de diámetro, controladas a la distancia, que se mueven en medio de los reinos inferiores, transmitiendo los detalles más íntimos del paisaje a través del "écran" (especie de pantalla esférica) y de sustancia lechosa que hay en nuestra me­trópoli.

Los mentores de nuestra metrópoli pretenden transmitir en el futuro hacia la Tierra algo de los estudios astrográficos que están siendo preparados por diversos técnicos, con el fin de pre­parar mejor a los encarnados en el conocimiento de las formas exactas del mundo astral, aunque se encuentren en el mundo material. Aunque sean paisajes inhóspitos y que infunden temor, es necesario que el hombre encarnado conozca ese mundo astral en vez de acondicionarse exclusivamente a la lectura fantasiosa de los escritores de ficción, que aunque se aproximen a la realidad impresionante no saben trazar caminos benéficos ni sembrar espe­ranzas para las almas desesperadas.



Pregunta: ¿Cuál es el tipo más común que habéis encontrado en esas regiones inferiores?

Atanagildo: En muchas excursiones que he realizado a las regiones subterráqueas, no sólo del Brasil sino en Asia y parte del África, el tipo de animal que más me llamó la atención fue una especie de caprino gigante —un tipo de cabra montesa muy común en los Alpes suizos y muy conocida en las montañas asiá­ticas y africanas—, cuyas extremidades delanteras son más cortas que las traseras, los cuernos son largos y acentuadamente curva­dos hacia atrás.

Vi a esos animales en pequeños grupos, con aspecto terrible­mente amenazador y que tenía en sus ojos oscuros un mirar siniestro y hasta diabólico. Eran monstruos peludos, de color sepia y tenían largas barbas hasta las quijadas, como un gran montón de estopa deshilachada de color de barro. Agitan el aire a su alrededor cuando se mueven a saltos bruscos, dejando una sensación de temor a las restantes especies de los alrededores. Exhalan un olor sofocante que repugna y da náuseas, exigiendo hercúleos esfuerzos para que cualquier criatura pueda mante­nerse por algún tiempo aproximado a tales animales de aura tan repulsiva. No pude comprobar el motivo por el cual delante de esos caprinos horribles sentí en mi organismo la impresión de un brutal cinismo y relajamiento.

Para los desencarnados que aún desconocen la composición y la plasticidad de la sustancia astral inferior, es muy fácil con­fundir a esos caprinos con cierta falange de espíritus malhecho­res y degradados de las sombras, que se aprovechan de la debi­lidad ideoplástica de los religiosos "fallecidos" que temen al Infierno y a Satanás, para crear escenas de tanta angustia, que no me es permitido revelar, por orden superior, en estas comu­nicaciones.

Además, nos informaron los mentores de nuestra metrópoli que la degradación máxima del sexo siempre favorece la confor­mación en las criaturas de estigmas muy semejantes a las de esos caprinos, cuyos movimientos crean mórbidas y detestables expresiones obscenas.

Finalmente, pude comprobar que las leyendas o fantasías más absurdas creadas en el mundo físico se fundamentan en esas figuras horrendas, que después de desencarnadas encontramos palpitantes de vida en las regiones del astral inferior. Tal vez dominado por tales impresiones dantescas es que el hombre terreno acostumbra a pintar al diablo con pies de cabra y cuernos de carnero.

Pregunta: ¿Se justifica la existencia de esas especies siniestras en el astral inferior?

Atanagildo: Sería necesario indagar, también, por qué motivo existieron las especies antediluvianas o los monstruosos dragones, de los cuales el cocodrilo es apagada reminiscencia, o por qué existen las moscas, los mosquitos o los microbios. Para mí, que no tengo la preocupación de resolver los problemas creados por Dios y que escapan a mi visión común, las formas exteriores son de poca importancia, pues lo que nos debe interesar más son los objetivos a que nos conduce la inteligencia espiritual que nos impulsa desde el interior.

Sólo en el mundo espiritual es donde logramos entender el esfuerzo técnico de la espiritualidad cuando efectúa incesantes ensayos, algunos hasta como en el caso de los animales prehis­tóricos, cuya finalidad es el origen de especies menores cada vez más progresistas. En el Más Allá existen formas excéntricas que aún esperan la época apropiada para materializarse en la corteza terrestre o en otros orbes más primitivos, como también hay otros tipos raros que los entendidos consideran extinguidos en la Tierra.

Si intentáis examinar todas las especies animales de la Tierra y quisierais justificar su existencia, tendríais que preguntar con qué objeto existen el yacaré, el rinoceronte, el hipopótamo o la víbora. Aparentemente, no se justifica la existencia de esos ani­males porque el hombre sólo considera útil aquel que le brinda un buen bife, un churrasco al asador o el cuero para las carteras, zapatos u otros objetos de uso personal.

La tortuga no parecía tener ninguna utilidad para la humani­dad terrena, pero el hombre descubrió que tenía óptimas cuali­dades, que más tarde terminaron elevándola a la categoría de cosas excelentes creadas por Dios, dado que provee los huevos y también una apreciada sopa en los restaurantes más elegantes de la ciudad. El cocodrilo, que hasta el siglo pasado no pasaba de ser un feroz saurio, se rehabilitó últimamente cuando se com­probó la importancia que tenía su cuero para la feliz combina­ción de la cartera con el zapato y otras exigencias de epicúreo capricho femenino.

Aún existen muchos animales que son tenidos por inútiles y feroces, tales como el tigre, el león o el lobo, que el hombre des­truye a hierro y fuego porque no poseen carne apropiada para el delicado paladar humano. Las aves del mundo astral, que también parecen inútiles e innobles para vuestra comprensión humana, obviamente atienden a los saludables objetivos dictados por Dios y que nosotros ignoramos.

Pregunta: ¿Entonces se les podrá atribuir alguna función útil a esas aves monstruosas del astral inferior?

Atanagildo: Aquí la Ley es la misma que rige los fenómenos del "descenso" de la energía y su consecuente materialización en vuestro mundo físico. Aunque varíen los planos vibratorios, la Ley permanece inmutable y original en su determinismo crea­dor. Las cosas se transforman, perfeccionan y evolucionan o se petrifican y estacionan a través del tiempo. El astral inferior es inmensurable crisol de fuerzas y formas agresivas en continua evolución renovadora, y se asemeja a un rústico y vigoroso labo­ratorio situado exactamente en el límite de la vida física y de la existencia angélica.

Ese mundo salvaje y saturado de fuerzas prepara los elemen­tos y las formas originales que descendieron a la cuna primaria de la vida terrena, así después drena y purifica los tóxicos men­tales y psíquicos de los desencarnados enfermos, ayudándolos a elevarse hacia las esferas más hermosas. Es también el taller que construye las formas carnales para los espíritus que descienden a la materia, y en su retorno desencarnatorio funciona como un tanque que lava y recibe sus trajes sucios. Algunas situaciones demasiado pavorosas, de rectificaciones espirituales, nos recuer­dan el mismo efecto que hace el nitrato de plata cuando se usa para cauterizar las llagas físicas.

Esas especies gigantescas que merodean siniestramente entre la vegetación sombría del astral inferior cumplen con la tétrica tarea de ser "transformadores vivos" de las energías deletéreas de ese medio tan nocivo.

Aquello que los espíritus del Señor tendrían que ejecutar bajo el más lúgubre y heroico sacrificio, esas monstruosas aves y otros tipos de animales extravagantes realizan a gusto, deglu­tiendo todas las formas de elementales peligrosos y dañinos que producen las mentes enfermas y diabólicas.

En el mundo físico, la lombriz, el sapo, la lagartija y princi­palmente el urubú, son valiosos cooperadores del campesino, propagando la simiente y destruyendo las sustancias corrompidas, y sanean el ambiente de la vida humana.

El astral inferior que rodea la atmósfera terráquea, como ya os recordé, es un vasto depósito de desechos mentales creados por el descuido de la humanidad encarnada, en peligrosa simbiosis con los genios de las tinieblas. Gracias a las aves y a los mons­truos que viven en esa tormentosa morada, esas creaciones men­tales nocivas son incesantemente devoradas, pudiendo mantener el equilibrio necesario para proseguir la vida astralina y manu­tención vital e instintiva de la vida física.



Pregunta: Cuando penetrasteis en el astral inferior, ¿ya sa­bíais cuáles eran las funciones de esas aves tenebrosas? ¿Podría­mos conocer cuáles fueron vuestras primeras impresiones delante de ese acontecimiento?

Atanagildo: Al principio, me estremecí sorprendido delante de esos monstruos cuyo vuelo vampiresco es capaz de aterrar al hombre más valeroso y desafiaría a la más dura visión humana. Indagué por mis propios medios los motivos de la existencia de esas aves y la razón de sus horribles formas, que bien podían imitar a todos los cuadros más terribles de la Tierra. Yo no tenía dudas que eran aves destinadas a un ambiente infernal, cuya espantosa voracidad hacía desaparecer instantáneamente todo lo que caía cerca. Pero aún ignoraba su benéfica función de gigan­tescos transformadores de vida nociva inferior, cuando devoran las creaciones delictuosas que provienen del caos de las pasiones desenfrenadas de la mayor parte de la humanidad terrena.

Esas aves devoran y transforman en los hornos crematorios de sus abultados estómagos, las larvas, los elementales, los duen­des peligrosos, los desperdicios y los combustibles repelantes que se producen, se agregan e incorporan por efecto de la proyección degradada de la mente humana en la sustancia astral.



Pregunta: ¿Existe alguna función especializada para cada tipo o variedad de aves o animales del astral inferior, para la desintegración de las fuerzas y sustancias peligrosas producidas por la mente de los hombres?

Atanagildo: El espíritu observador no tarda en identificar la sabiduría y la armonía del Creador, que mantiene el equilibrio de la vida por medio de las formas y energías opuestas.

La poesía y la utilidad caminan juntas al servicio benefactor de la creación; mientras el picaflor chupa el néctar de las flores, que es su manjar predilecto, el urubú hambriento se sirve de la carne putrefacta y se vuelve eficiente higienizador del ambiente apestado. Por eso, los seres dantescos del mundo mórbido del as­tral también varían su preferencia nutritiva por las formas dele­téreas que se producen por causa de pensamientos y pasiones de­gradadas del hombre. El apetito de ciertas aves del astral se satisface con sustancias de un tono pardo terroso y de viscosidad violácea, producidas por la codicia, celos o ambición; otras, pre­fieren alimentarse con porciones repugnantes de formas negras y entremezcladas con fulgores chispeantes, que se crean por las expresiones violentas del odio, de la cólera y de la irascibilidad de los encarnados.

También noté un tipo alado muy parecido al urubú terrestre, de cabeza pelada y de aspecto chocante a primera vista, que ade­más de su mórbida alimentación se entregaba a un mover febril de alas, quedando luego en una actitud de ave enferma. Cuando estudiaba las aves del astral inferior, los preceptores me infor­maron que aquel tipo de ave lenta, de mirar fijo y enfermo, sólo devoraba las configuraciones mentales producidas por las almas encarnadas o desencarnadas que son enfermas, melancólicas y sin esperanzas, que especialmente mantienen la idea fija del suicidio.

En aquellas cuevas y grutas aterradoras del astral inferior, delante de las expresiones más horrendas que la imaginación humana pueda crear, la madre Tierra actúa en favor de sus hijos para que lleguen lo más rápido posible a la perfección. Sirviéndo­se de aquellos repulsivos "transformadores vivos", los hace tra­bajar bajo el control de la ley benefactora para higienizar el me­dio e impedir el desarrollo de las formas perniciosas y ofensivas de sus propios creadores humanos.



Pregunta: ¿Hay zonas preferidas por los animales o aves del astral inferior, como sucede con las especies de la Tierra; por ejemplo, el oso blanco que gusta del polo, el león, que ama la selva o el buitre que vive entre los picos más altos de la cor­dillera?

Atanagildo: Las especies de la fauna astral inferior en obe­diencia a la ley específica del magnetismo afín a sus tipos se conservan en las regiones o zonas en que se depositan sustancias mentales perniciosas de su preferencia nutritiva. Hay tantas va­riedades y animales, reptiles y aves astralinas, acordes a la pro­ducción de los más variados tipos de sustancias degradadas provenientes de las mentes humanas. De acuerdo a la psicología de los pueblos terrenos, cada raza presenta en particular una ten­dencia colectiva más elevada o más nociva, todo depende de la pasión o de la virtud predominante en su seno. Hay pueblos cuya índole fundamental es la ociosidad, en otros, la furia belicosa, y existen aquellos en que predomina la sensualidad, la hipocresía, la inescrupulosidad, la ambición o la venganza, como si fuesen criaturas dominadas por una sola pasión.

Pregunta: ¿Cuáles son las formas elementales repulsivas pre­feridas por aquellos caprinos que mencionasteis hace poco?

Atanagildo: Cierta vez me fue dado encontrar a esos repe­lentes caprinos aglomerados exactamente en lugares o zonas astra­les de vuestro país (Brasil) en donde más se practicaban orgías lúbricas, festividades licenciosas y se promovían los vicios que más deprimen la conducta sexual humana. Esos animales devo­raban dantescamente ciertas emanaciones larvales de unos fuertes colores rosa-oscuro, bastante salpicados de tonos rojizos, que forma­ban manchas violáceas sobre un fondo de sangre impura. Eran formas exóticas que fluían incesantemente, parecidas a pesados nubarrones de humo, que asumían formas arácnidas, que se mo­vían de modo grotesco y fragmentándose continuamente, curván­dose en la periferia como si fueran ganchos amenazadores y retorcidos. Algunas veces me parecía que eran gigantescas ame­bas munidas de pies que se retorcían en movimientos espasmódicos, enroscándose sobre sí mismas para después estirarse bajo invisible comando de perversa sensualidad que fluía de las mentes humanas hacia la intimidad del mundo astral. Bajo el dinamismo activado por las ondas del pensamiento y deseos torpes de los desencarnados, surgían otras formas gelatinosas que se volvían excelente alimento para esos caprinos astrales, pues su alimenta­ción preferida se basaba en las emanaciones psíquicas mentales de lujuria y perversión de las funciones creadoras de la humanidad.

ACLARACIONES DE RAMATÍS
LA OBSESIÓN - SUS CAUSAS Y EFECTOS
Pregunta: ¿Sería exagerado afirmar que los alienados men­tales son criaturas obsesionadas por espíritus malignos?

Ramatís: Una de las cuestiones más dolorosas y de difícil solución para los espíritus benefactores es la referente a la obsesión, pues no hay una cantidad suficiente de espíritus adies­trados para solucionar a gusto ese problema tan complejo. La humanidad terrena, a su vez, aumenta pavorosamente sus oportu­nidades delictuosas, que superan la execrable actividad obsesora de las entidades tenebrosas sobre la Tierra.

No se exagera cuando se afirma que el mayor porcentaje de alienaciones en el mundo terreno es el fruto de las fuerzas des­tructivas y obsesoras, muy favorecidas por el descuido evangélico del mismo hombre. Fuera de los casos naturales por lesiones cere­brales, todas las alienaciones de orden mental se originan direc­tamente por el desequilibrio del alma. Toda alma desequilibrada se vuelve un blanco fácil para los desencarnados viciosos y ven­gativos que actúan astutamente desde el astral inferior.

Los obsesores tanto actúan por cuenta propia ejerciendo sus venganzas y explotando a los incautos terrenos, como desempeñan encargos y "misiones" vengativas para el servicio ajeno, acep­tando la función nefasta de ser instrumentos y verdugos de otros. Esos espíritus malhechores se ayudan entre sí en sus crueldades y venganza en forma organizada e incesante que ejercen desde el Más Allá sobre los encarnados, contra los cuales traman las más hábiles artimañas diabólicas a través de la orientación téc­nica y experiencia de los veteranos.

Pregunta: ¿Por qué causa escasean los espíritus capacitados para atender a las obsesiones? Sería muy lógico y necesario que en el astral existiera algún curso especializado o preparación técnica para obtener mayor éxito en las obsesiones.

Ramatís: Si las propias organizaciones diabólicas del astral inferior disciplinan su acción nefasta y poseen cursos que sumi­nistran enseñanzas astutas, en donde preparan a los espíritus saga­ces con el fin de dominar y explotar a las criaturas débiles de voluntad y esclavas de pasiones animales, ¿entonces por qué el servicio del Bien, que es más completo y dedicado, no posee insti­tuciones adecuadas para obtener un mejor éxito en su acción?

Pregunta: ¿Esos cursos supervisados por espíritus benefacto­res son parecidos a los usados en las escuelas terrestres? ¿Podéis darnos algún conocimiento al respecto?

Ramatís: Son cursos de estudios inteligentísimos y en constan­te progreso, basados en los conocimientos avanzados de anatomía, fisiología del cuerpo humano y en base a las más sutiles mani­festaciones del sistema nervioso y endocrino, con el fin de cono­cer todas las vulnerabilidades y efectos orgánicos que resulten de las víctimas de los obsesores. Los espíritus que se dedican a la cura de los obsesos necesitan conocer la naturaleza de las emi­siones magnéticas que puedan beneficiar a las víctimas de la obsesión y también las energías venenosas producidas por ese pro­ceso vil que surge durante el mórbido entrelazamiento del cerebro periespiritual y el cerebro físico.

Esos cursos, esquematizados por geniales científicos siderales, requieren almas valerosas y de voluntad bastante desenvuelta que alíen a estas cualidades excepcionales los más elevados sen­timientos de bondad, tolerancia y pureza de intenciones. En base a esas exigencias fundamentales se hace dificilísimo conseguir un número suficiente de equipos especializados para neutralizar defi­nitivamente la nefasta acción de los Espíritus vengativos sobre los encarnados. En un servicio de envergadura que desanima a las criaturas que no poseen heroísmo y la perseverancia de las almas benefactoras de las comunidades superiores. Casi nada se puede hacer cuando los encarnados o los desencarnados se enredan peligrosamente en las mallas de las pasiones degradantes, pade­ciendo durante siglos en la venganza mutua, maniatados entre sí por la expiación obsesiva, atravesando existencia tras existencia en dolorosa y execrable flagelación. Y así el detestable círculo vicioso prosigue a gusto de sus interesados. Los que asumen la figura de verdugos y vengadores explotan a sus víctimas, seguros de sus desquites, creyendo compensarse cuando sustraen hasta la última gota de fuerza vital y psíquica de sus desafectos del pasado.



Pregunta: Si hubiese un número suficiente de técnicos o de servidores para atender los casos de obsesiones, ¿se solucionaría inmediatamente ese problema tan doloroso en el Más Allá?

Ramatís: La solución no sería tan rápida, porque muchas de las víctimas y de los verdugos que se encuentran mutua y obse­sivamente enredados por lazos de odio y de venganza requieren todavía algunos lustros para que se efectúe su liberación espi­ritual. Aunque la Ley Kármica disciplina todas las acciones de causas y efectos para la Ventura Espiritual y posea una técnica y un proceso inflexible para su ejecución, son las almas culpables las que marcan realmente su tiempo para la debida rectificación psíquica. La Ley Sideral enseña que aquello que fue atado en la Tierra, también en ella deberá desatarse.

Los mentores y técnicos espirituales no podrán intervenir o violentar drásticamente ese círculo vicioso de mutua obsesión entre los terráqueos que aún son incapaces de cultivar la humil­dad y el perdón, que además refuerzan con la vanidad, el orgullo, el odio, la crueldad y la venganza, distanciados como están de la terapéutica evangélica creada por Jesús. Considerando que el obsesor y el obseso son dos enfermos que se debaten mutuamente en terribles crisis de amargura, generada por el odio o la ven­ganza, es obvio que el tratamiento más eficaz es drenar los tóxicos que corroen la intimidad psíquica para que más tarde se puedan sustituir por el bálsamo bendecido que proviene del amor y el perdón.



Pregunta: Hemos comprobado algunas curas de obsesiones gracias a los trabajos realizados por grupos de salvajes africanos que emplean un sistema algo fuerte y decididamente correctivo. En algunos casos, con la aplicación de dos o tres de esos trata­mientos fueron apartados los obsesores obstinados que hacía años desafiaban los recursos comunes de los adoctrinadores. ¿La apli­cación de esa especie de "tropa de choque" en el Más Allá no podría resolver la mayor parte de los casos de obsesiones, redu­ciendo la cantidad de tan angustiosos y complejos problemas?

Ramatís: Es prematura cualquier intervención compulsoria en el mecanismo de la obsesión sin que antes no se haya iniciado la reforma íntima del espíritu, ya sea del obsesor o del obseso, pues sería lo mismo que intentar apartar las moscas de un plato de miel. El retiro obligatorio del espíritu obsesor de la víctima no resuelve los problemas oscuros, cuyas raíces pueden provenir de hace muchos siglos, de un pasado lleno de tropelías y cruel­dades recíprocas. Ese proceso se asemeja al efecto que produ­ce la inyección calmante en el cuerpo físico, que puede atenuar el dolor pero no soluciona la causa oculta de la enfermedad. ¡En todas las comunidades del Más Allá que se dedican a las tareas benefactoras de cura y tratamientos antiobsesivos sólo se emplea una "técnica espiritual" que es el de despertar incondicional del amor!

Siguiendo los pasos v el ejemplo de Jesús que se entregó en holocausto en la cruz torturante, también cuidamos de curar todos los sufrimientos cruciales de las almas embrutecidas aplicándoles la misma terapéutica del amor incondicional, que es capaz de conquistar los corazones más empedernidos. El amor no se impone por el palabrerío rebuscado, ni por el gesto compungido; para ser profundo ha de sentirse v ofrecerse vivamente por la angustia de servir, de no ser así se desintegra contra la caparazón de los corazones duros.



Pregunta: Bajo vuestra opinión personal, ¿cuál sería el pro­ceso más eficiente para tratar los casos de obsesión?

Ramatís: Los mentores espirituales de alta experimentación sideral encuentran que existe una sola, lógica y sensata solución para esa angustia; convertir simultáneamente al obsesor y al obseso a los postulados amorosos de Cristo. Como manifesté ante­riormente, poco se adelanta apartando a los espíritus perseguido­res e impedirles que se aproximen a sus víctimas, pues ese pro­ceso violento no soluciona la ejecución de la lev de "causa y efecto"; la solución del problema queda suspendida y sin ella la "enfermedad" espiritual volverá nuevamente a su curso, como vuelven las moscas a las heridas cuando se descubren. Al poco tiempo, el obseso y el obsesor volverán a unirse por los viejos lazos del odio insatisfecho y superexcitado por el desencarnado, mientras que el perseguido también vibrará contra su verdugo de la sombra. La cura requiere que sean desligadas espontánea­mente las cadenas que los atan hace tanto tiempo, y eso sólo será posible por la fuerza del perdón y de la humildad.

Pregunta: ¿Cuáles son los tipos de instituciones que conocéis en el Espacio como responsables por el aprendizaje y preparación de los espíritus destinados para atender los casos de obsesiones?

Ramatís: Los cursos especializados para atender los casos graves de obsesión y fascinación de los encarnados funcionan casi siempre en los departamentos de auxilio espiritual, localizados en el seno de instituciones reencarnatorias. En el futuro, los psi­quíatras de la Tierra podrán aplicar gran parte de los tratamien­tos espirituales administrados en el Espacio, cuando se convenzan que los principales fundamentos de la cura psíquica son las ense­ñanzas evangélicas de Jesús que, en realidad, es el verdadero Médico del Alma.

Los establecimientos de tratamiento psicopático situados en la Tierra fallan considerablemente en sus comprobaciones clási­cas porque pretenden solucionar problemas emotivos —que se enraízan en lo profundo del corazón y se encadenan a las fuerzas del espíritu— usando los recursos violentos de la terapéutica a base de electricidad o de hormonas. Es cierto que los choques eléctricos o las intervenciones medicamentosas violentas consi­guen a veces variar la marcha de la locura o mantener algo des­pierto al enfermo, pues este procedimiento superactiva tempora­riamente las células cansadas. Pero el problema secular o mile­nario de la enfermedad espiritual ha de continuar desafiando esos recursos, pues sólo se contemporiza y no se soluciona la situación. La aplicación de los choques consigue proporcionar algunos mo­mentos de razón al obseso o prorrogar la crisis fatal debido al despertar súbito de las células cerebrales y a la trepidación del sistema nervioso, que se libera brevemente de la acción obsesiva del perseguidor oculto en las sombras del Más Allá. Pero eso no conseguirá impedir más tarde o en la próxima encarnación que el espíritu enfermo pase a manifestar los mismos síntomas o efec­tos mórbidos. El asilo de locos en la Tierra aún desconoce que por encima de la terapéutica química o técnica del mundo mate­rial hay un tratamiento más eficiente y milagroso, que es la transfusión del amor.

Por eso en los cursos de cura para obsesiones que funcionan en las comunidades astrales, aunque los alumnos se dediquen al avanzado conocimiento psicológico espiritual y científicamente trascendental, primero cuidan de todos los anhelos superiores y sentimientos del espíritu inmortal para que el éxito de la cura sobre las enfermedades psíquicas se alcance por la terapia eleva­da del Amor.

Pregunta: Es evidente que el más obstinado en mantener ese círculo vicioso es el obsesor liberado en el astral. ¿No es verdad? ¿No le tocaría ceder primero, una vez que es consciente de la inmortalidad del alma y de las futuras consecuencias de sus actos?

Ramatís: No todos los obsesores tienen conciencia de sus actos nefastos o venganzas crueles; muchos de ellos no pasan de ser locos o desesperados que se aferran poderosamente a víctimas indefensas, como se adhiere el parásito al tallo de la planta en crecimiento, atendiendo al sagrado derecho de vivir. A esos espí­ritus es mejor darles el tratamiento del amor y ternura espiri­tual, aliviando sus dolores acerbos y las torturas psíquicas mucho antes de pretender alejarlos de sus víctimas encarnadas que los atraen continuamente con sus propios vicios y ociosidad espiri­tual. Verdugo y víctima, ambos enfermos, piden la misma medi­cina que el Sublime Jesús recetó sin rodeos: "Haced a los otros lo que queréis que os hagan".

Pregunta: Deseamos tener un mayor conocimiento sobre esas escuelas de estudios, establecidas por los científicos siderales en el Más Allá, con el objeto de curar los casos de obsesiones en nuestro medio.

Ramatís: Sus cuadros didácticos, con sus complejas experimen­taciones, escapan aún a lecturas comunes y exigirían un agotador compendio para vuestro conocimiento y que, por otra parte, ultra­pasaría el objetivo y el tiempo de estas simples comunicaciones. En la Tierra hay literatura mediúmnica que ofrece aclaraciones al respecto e indica las medidas preliminares a tomar, y que también son bastante eficientes para solucionar esos problemas. Por eso no deseamos parafrasear o repetir aquello que ya fue dictado mediúmnicamente con más eficiencia y claridad en la exposición.

Los espiritualistas encarnados que pretenden alcanzar éxitos en las soluciones de los casos de obsesión, precisan conocer mejor los principales sistemas orgánicos que constituyen el cuerpo físico y especializarse en el conocimiento de la compleja fisiología del periespíritu. Es necesario que se investiguen con atención todos los fenómenos que durante las obsesiones provocan la desarmonía entre el vehículo físico y el periespíritu. Es una posesión completa, en donde el verdugo y la víctima se entrelazan a través de la insoluble red fluídica que constituye el puente o eslabón responsable por el cambio recíproco de sentimientos, emociones, pensamientos e impulsos psicológicos; no basta localizar el acon­tecimiento en el cuadro patológico de la obsesión ya conocida, es preciso que se identifiquen perfectamente las innumerables suti­lezas y diferencias psíquicas personales que varían de un caso a otro, aunque aparentemente se asemejen entre sí.

Cada proceso de obsesión presenta un conjunto de manifesta­ciones individuales distintas, porque cada alma es un mundo aparte que ofrece reacciones diferentes entre todos los espíritus. De ahí, pues, la necesidad de unificar el sentimiento amoroso que es fundamental, y el conocimiento científico, aunque en la cura espiritual el "saber" o la "técnica en el actuar" son fac­tores secundarios al "sentir" que en realidad encierra la técnica del amar y servir.

Pregunta: Con el fin de comprobar lo que encierran algunas lecturas mediúmnicas y valiéndonos de los estudios que hemos realizado sobre este asunto, gustaríamos saber si el estudio cien­tífico de la obsesión en el mundo astral presenta mejor resultado cuando es ejecutado por espíritus que fueron médicos sobre la Tierra.

Ramatís: Evidentemente, los mejores trabajadores que en el mundo astral se dedican al tratamiento de la obsesión son aque­llos que aun consiguen unir a sus elevados sentimientos el cono­cimiento médico sensato que cultivaron cuando eran encarnados. En base a sus conocimientos avanzados de anatomía y fisiología carnal encuentran mayor facilidad para estudiar las "contrapar­tes" etéricas del periespíritu y de las matrices astrales del cuer­po humano. El cerebro de carne, que dirige las funciones del organismo físico, no deja de ser una copia bastante empobrecida del cerebro del periespíritu, que es el verdadero responsable del admirable mecanismo de las operaciones mentales.

Aunque el "doble", o sea, el duplicado periespiritual del ce­rebro físico funciona en un campo vibratorio más sutilísimo del mundo astral de los desencarnados, posee contornos y detalles aún más perfectos y precisos que los del cerebro del hombre encar­nado. Por eso el médico o el hombre que conoce satisfactoria­mente la anatomía y fisiología del cuerpo humano se integra con más facilidad en los cursos de anatomía periespiritual, haciéndose más competente para trabajar y servir en el campo de las obse­siones.

El cerebro del periespíritu estructurado con sustancias sutiles, también se presenta en forma de dos hemisferios característicos, surcados por las circunvoluciones tradicionales, configurado por los lóbulos, convenientemente separados por las aberturas de la masa encefálica. También su mecanismo orgánico en el plano "etéreo astral", guarda una gran relación con la función de los centros motores, descripta en los tratados humanos en lo tocante al cerebro físico. La supremacía excepcional del cerebro del peri­espíritu consiste en que semeja un complejo aparato eléctrico, jamás conocido por los ojos humanos que se transforma en una verdadera usina de fuerza radiante, que controla las más com­plejas operaciones ejercidas por el espíritu y emite señales lumi­nosas que varían de una zona hacia otra, es decir, de un lóbulo hacia otro.

Son muy grandes las diferencias de potencial radiante en las criaturas humanas; pues, mientras las almas mentalmente evolu­cionadas emiten fulgores luminosos en los lóbulos frontales, las desprovistas de conocimientos espirituales se tiñen de sombras alrededor de su región frontal. A través de su cerebro maravi­lloso estructurado en la sustancia astral y mucho más compleja y eficiente que el de su forma física, el espíritu dirige y controla a su periespíritu, armonizando su funcionamiento de acuerdo a la calidad de sus pensamientos. Cuando éstos son elevados reavi­van la luminosidad de los centros creadores mentales, pero, cuan­do se degradan o irritan, sumergen la frente diáfana en la niebla sombría de las energías animalizadas. El cerebro del periespí­ritu nos recuerda también, el automatismo que posee el cerebro físico al dirigir todas las operaciones instintivas que se subor­dinan a las actividades del subconsciente y son productos del esfuerzo milenario de la evolución del hombre.

En base a su complejidad y por el hecho de sobrevivir a la disolución del cerebro de carne, resulta siempre, el instrumento más lesionado por cualquier acontecimiento psíquico dañino, por cuyo motivo exige que se le estudie en cursos disciplinados en el mundo astral, para poder dar soluciones inteligentes y defini­tivas al proceso obsesivo que sufren las víctimas. Esos cursos se asemejan un poco a los exigidos a los especialistas en las institu­ciones médicas de la Tierra, que solo aceptan a los miembros acreditados en cursos especiales, variando solamente, en la exi­gencia de los más elevados sentimientos evangélicos como base de la terapéutica principal para la cura de los obsesos y la con­versión de los obsesores.

Pregunta: Nos gustaría recibir algunas explicaciones más sobre la verdadera naturaleza del cerebro periespiritual, pues estamos habituados a la idea, que es suficiente tener un cerebro bastante sano para poder gozar de las facultades mentales perfec­tas. ¿Estamos equivocados?

Ramatís: Es evidente que ya debíais haber comprendido a través de los estudios espiritas, que el cuerpo físico es el "efecto" y no la "causa" de la vida psíquica; tomad este ejemplo: com­paradlo a un "secante", que es capaz de absorber todas las sus­tancias exhaladas por el psiquismo del espíritu encarnado. Del mismo modo, la naturaleza de las manifestaciones del cuerpo carnal depende fundamentalmente de las funciones del peries­píritu, pues es el verdadero molde, el que plasma la configuración del organismo físico.

En verdad, el periespíritu soporta simultáneamente la carga de la vida humana en los dos planos diferentes; el físico y el astral, aunque ambos se encuentren profundamente interpenetrados, tanto en su origen como en la manifestación de sus fenó­menos. Es el vehículo preexistente al nacimiento y que por el hecho de sobrevivir a la muerte del cuerpo físico, está dotado de una energía y vitalidad mucho más intensa, que se disciplina bajo su inteligente automatismo milenario. Es el equipo más completo y valioso del ser humano, que simboliza su vestido indestructible y su archivo inalterable en donde se conserva toda la memoria del alma acumulada en el pretérito.

Las células nerviosas del cuerpo físico además de sus pro­piedades y manifestaciones objetivas, son núcleos sobrecargados de electricidad inteligentemente almacenada por el periespíritu. Las neuronas no sirven únicamente para atender el curso de sensaciones exteriores, pues son también responsables por los mensajes que las neuronas espirituales les transmiten como fruto de las impresiones internas, enviadas por la conciencia del espí­ritu. Si los elementos físicos clasificados por la ciencia son complejos, en donde el cerebro carnal funciona a semejanza de inte­rruptores, fusibles, conductores, condensadores u osciladores, cons­tituidos por los "plexos", agrupaciones de ganglios nerviosos y filamentos neurocerebrales en el área del sistema nervioso; mu­cho más importantes y complejos son aquéllos que se refieren al cerebro del periespíritu. Simboliza una admirable estación radio­fónica sometida al servicio de la mente y activada por un indes­tructible potencial de energías, ondas y emisiones de la más alta frecuencia vibratoria, que en el presente, aún es inaccesible para la más avanzada instrumentación científica.

Es una central eléctrica que funciona entre el plano invisible y el material, atendiendo todos los mensajes que son captados en el campo de la vida física y expidiendo las sugestiones pro­venientes del mundo interno del espíritu. De ahí los múltiples, dolorosos y complejos problemas que ofrecen los interminables casos de obsesiones y fascinación, pues durante la nefasta fun­ción obsesiva y en el intercambio de las poderosas energías mag­néticas subversivas, queda lesionado el maravilloso patrimonio del cerebro periespiritual volviéndose un degradante depósito de venenos, producidos por la mente satanizada y por el odioso deseo de venganza.

Esa es la causa del porqué en las instituciones astrales dedi­cadas al servicio de curar la obsesión, se estudia el asunto desde la más diminuta interferencia mental, que varía potencialmente en cada obsesor cuando actúa sobre la región cerebro-nerviosa de sus víctimas. En realidad, el cerebro del obsesor se une al cerebro de la víctima bajo el efecto degradante de la simbiosis, y por eso, el tiempo de cura varía para cada caso en particular conforme a la intensidad vibratoria de la influencia maligna producida por el entrelazamiento obsesivo de los periespíritus del verdugo y del obseso.

Pregunta: Como nos habéis informado que los espíritus dedicados a las tareas de tratar la obsesión, deben conocer satis­factoriamente los secretos de la psicología humana, preguntamos: ¿No basta poseer el conocimiento técnico del periespíritu, para dispensar de los conocimientos psicológicos?

Ramatís: Si hasta los espíritus malhechores del astral infe­rior forman cursos de psicología humana, para lograr eximios identificadores con respecto a las vulnerabilidades de los encarnados, sería bastante incoherente que los benefactores espirituales despreciaran tal recurso, optando solo por la técnica y el cientifi­cismo de las relaciones periespirituales con el cuerpo físico. Se trata de un valioso y elevado estudio, imprescindible para el trabajo desobsesivo, para apresurar los síntomas psicológicos negativos afines a las manifestaciones de la ociosidad, ambición, vanidad, orgullo, avaricia, lujuria, celos, crueldad o hipocresía que aún se conjugan peligrosamente al caudal del vicio, que com­pleta la esclavitud del ser humano atado al carro de su propia desgracia.

Sirviéndose de ese potencial de fuerza magnética del hom­bre encarnado, los perseguidores de las sombras trabajan con éxito y forman los eslabones favorables que servirán para formar las cadenas desde el mundo invisible sobre el carnal. Normal­mente, el hombre obseso es la criatura que amplia sus defectos o vicios, que dormían potencialmente en su intimidad psíquica y que emanan voluptuosamente bajo la invitación de los deseos degradados del comando mefistofélico de los espíritus obsesores.

El vocablo "obseso" encierra una definición de sentido más amplio, pues también abarca a todos aquéllos que se encuentran dominados por un deseo fuerte, una idea fija o son víctimas de impulsos violentos y descontrolados. El estado obsesivo puede provenir de la angustia implacable del hombre para obtener a toda costa un cargo público, un puesto de figuración en las esfe­ras sociales o artísticas, de la ambición insufrible por el prestigio político, la ceguera por la fortuna fácil o el ser esclavo de una determinada pasión. El descontrol psíquico, la obstinación ince­sante para lograr algo a cualquier precio, también crea los esta­dos de obsesión, difiriendo apenas de la obsesión espiritual, por mundanas o desagradables que se toman por entidades obsesoras, mundanas o desagradables se toman como entidades obsesoras, hasta que por fin se forma el basamento tan deseado para la efi­ciente y esperada embestida de los perseguidores y gozadores de las sombras.

Pregunta: ¿Podréis darnos algunas aclaraciones más objetivas sobre este asunto?

Ramatís: ¿El fumador veterano, no es obsesado por el humo; el alcoholista por el alcohol y el desequilibrado por los estupe­facientes? Hay mujeres que agotan las rentas copiosas de sus esposos para el culto exagerado y obsesivo del lujo y la vanidad personal; ciertos hombres terminan sus fortunas obsesados por el amor propio o por el deseo de ganar alguna acción judicial impe­trada por cualquier circunstancia ofensiva a sus convicciones de honradez y tradición para la familia. Criaturas fuertes, sanas y liberadas de preocupaciones, aceptan el juego obsesivo de la ociosidad, olvidando emprender los movimientos que dinamizan el alma, sin acercar la ayuda a los más desdichados; hombres sensuales se rodean de bienes y colocan su fortuna a disposición del placer genésico, olvidando, que si solo atienden las exigen­cias del cuerpo, atrofian la vitalidad psíquica.

Qué es todo eso, sino las más variadas formas de auto-obse­sión, que ofrecen óptimos caminos para que los malhechores de las tinieblas trabajen con éxito sobre los infelices que ya perdie­ron su libertad y pasan a encadenarse en sus propias creaciones mentales fascinantes.



Pregunta: ¿No podría dispensarse en los cursos de aura obse­siva mantenidos en el Espacio, de ese estudio psicológico que decís y que es tan necesario para los espíritus que se dedican, considerando, que todo deben ser capaces de leer los pensamien­tos de los obsesos y de los obsesores, conforme lo dicen ciertas obras mediúmnicas que son de excelente origen?

Ramatís: Si realmente fuese así, no habría necesidad de que los espíritus diabólicos de las sombras cursaran estudios de psico­logía humana con el fin de descubrir las válvulas de las debilida­des espirituales de las futuras víctimas, para lograr imponer sus torpezas y vampirismos. Innumerables contradicciones y sutili­dades psíquicas que escapan a la percepción del espíritu encar­nado, son explotadas solapadamente, por los astutos de las tinie­blas que después de desencarnados consiguen valorar ese trabajo con indecible espanto. Son estados íntimos, tan disimulados en el receso del psiquismo humano, que no los ignora el hombre dotado de un profundo sentido de autocrítica muy avanzada.

El hombre terráqueo, debido a su gran ignorancia espiritual es muy influenciado por el medio en que habita y al que se apega con excesivo perjuicio, retardando más tiempo su futura liberación. Vive en el escenario de la Tierra algo hipnotizado por sus intereses egocéntricos y pasiones violentas, se encarcela entre las rejas de las prisiones económicas para rodearse de los bienes que tendrá que abandonar a la puerta de la tumba, y al mismo tiempo se encadena al sentimentalismo egoísta de los pa­rientes consanguíneos. Son raras las criaturas que se deciden por el reino del Cristo, intentando liberarse de las formas del mundo material y que reconozcan, por la verdadera familia está formada por la humanidad entera.

Y, como el hombre terráqueo posee en su estructura psíquica fragmentos de todos los vicios y vulnerabilidades peligrosas, pro­venientes de su herencia animal, frágilmente reprimida por las leyes sociales, se vuelve un débil instrumento, que hábilmente explotado puede materializar en la tierra, la voluntad pervertida de los espíritus inferiores.

Pregunta: ¿Cuál sería la idea aproximada que podríamos te­ner de esos "cursos" de psicología humana, frecuentados por los espíritus inferiores de las sombras?

Ramatís: Los comandos de las tinieblas realizan estudios minuciosos sobre todas las tendencias perjudiciales humanas, in­vestigando las voluntades débiles y procurando alcanzar a los esclavos de los preconceptos y convenciones humanas, para des­pués vampirizarlos en su vitalidad psíquica. Muchas veces, orga­nizan cuidadosos relatos sobre las probables víctimas que han de ser obsesadas, examinan todas sus reacciones en los campos de su manifestación física y la naturaleza moral de sus reflexiones interiores. Por lo tanto, no les cuesta mucho descubrir un deseo fuerte o imprudente, que les pueda servir como un "detonador psíquico" procurando alcanzar sus objetivos sombríos. Ese deseo, muchas veces palpita como un ideal oculto en lo íntimo de la futura víctima, pudiendo ser una ansiedad constante con algún objetivo de auto-exaltación peligrosa en la esfera social, política o en la dirección de su vida, disfrazando tal vez, una vanidad acentuada o un orgullo implacable.

Es algo persistente que domina poco a poco la criatura y supera a todos los deseos y objetivos accidentales, se desarrolla cautelosamente, rebelándose a su propio portador. Cuántos tira­nos, caudillos, magnates deshonestos y demás desequilibrados de la historia, se vieron rápidamente elevados a posiciones más peli­grosas o prestigiosas del mundo, porque descubrieron su fuerza y deseo poderoso, oculto en el subjetivismo del alma y los esti­mularon a medida que se formaba el clima favorable para su eclosión definitiva.



Pregunta: ¿De qué modo actúan los obsesores, para que el individuo alcance ese deseo fundamental que ha de nacerlo víc­tima de su atención malévola?

Ramatís: Los magos de las sombras procuran conocer el tipo predominante del deseo de cada criatura y la probabilidad de servirles como un punto de apoyo para sus maquinaciones diabó­licas o desquites crueles; examinan y distinguen, poco a poco, todos los pensamientos que inconscientemente pueden reprodu­cirse por ese deseo oculto y aún ignorado por la víctima. Las auscultan a través de todas las empresas y relaciones, como tam­bién les proporcionan toda suerte de oportunidades y contactos con otras criaturas que puedan actuar en su faja vibratoria y superexcitar aquel deseo oculto, hasta conseguir su eclosión en el mundo exterior.

La víctima va despertando lentamente al tomar conocimiento objetivo de su excitación íntima, que aun siendo algo vaga, es una fuerza conductora que intenta orientar sus pasos hacia algún ideal, realización o programa absolutamente afín a su índole. Muchas veces, el pasado influye poderosamente en la fijación del "deseo central", pues vive en su intimidad el eco de las glorias pasadas, la fuerza ardiente de las pasiones calurosas o entonces, un cierto goce, que es una prolongación de la prepotencia y dirección tiránica de otrora sobre los hombres. Cuando el espí­ritu posee mejores propósitos en la actual existencia, aún es blanco de los intereses de las sombras para que no repudie con vehemencia a su "deseo central", que puede chocar con la moral acondicionada a sus proyectos, entonces los obesores buscan debi­litar sus defensas, creando caminos de goces y felicidades, que al comienzo no dejan de ser atracciones algo inofensivas y cuando mucho, son pequeños pecaditos, muy comunes a la humanidad...

Así forman una peligrosa tentación para su sentido psicoló­gico común, abriéndole brechas cada vez mayores y que la cria­tura subestima, porque la sutileza y la capacidad del invisible no le deja aquilatar la proporción del perjuicio ético y la degrada­ción moral que pesa sobre sus actos hipnotizados. Es el caso de ciertas criaturas que comienzan con inocentes juegos en el hogar, sin intereses utilitaristas o intención subversiva, pero que gradual­mente se van condicionando al vicio sin apercibirse. De una sim­ple "pasatiempo" inofensivo y encuadrado en la moral de las criaturas, nace la pasión viciosa por la ilusión de las cartas, que poco a poco les roba el sentido de la dirección consciente y pro­duce la superexcitación de la fiebre por el juego, capaz de llevarlo a los peores desatinos. Pero, la caída debe ser de un modo mili­métrico y desapercibida, para que las víctimas de la pasión por el juego no pesen el metraje que ayer recorrieron hacia el abismo que los separa de la ética moral, que les servía de garantía espi­ritual y sensata para el mundo. Muchos aún se molestan, si al­guien les advierte del extremismo peligroso en que se encuentran, corroborando el viejo dictado de que "no hay peor ciego, que el que no quiere ver".

Igual proceso se efectúa bajo la dirección de los espíritus malhechores, sobre aquéllos que pretenden fascinar, para alcanzar sus realizaciones diabólicas; les activan el "deseo central" que latía en lo íntimo del encarnado, dándole fuerza y excitándole la imaginación, en un proceso gradual e incesante, que mucho nos recuerda a la marcha progresiva de la hipnosis. Entonces, ese "deseo central" va aflorando a la conciencia despierta de la víctima, pintándole cuadros de realizaciones agradables y posibi­lidades grandiosas y que a su vez, le aviva el campo emotivo bajo un peligroso narcisismo, hasta que el trabajo de las tinieblas consigue alimentar en el terreno del alma, la gran pasión oculta, que será devorante por el motivo de esa fanática seducción. Esa pasión será el "centro hipnótico" o el "punto hipnótico" maligno que absorberá toda la atención del obseso y cuando los obeso-res se apoderen de su sistema nervioso y coordinen su campo intuitivo, les servirá de instrumento vivo para sus maquinaciones peligrosas. En verdad, los tenebrosos, no hacían más que explo­tar cualquier pasión, vicio o capciosidad oculta de la criatura, que en forma de un "deseo central" predominante, era lo más indicado para el cultivo en la forma de pasión incontrolable.



Pregunta: En base a la complejidad del asunto, rogamos una vez más, algunas aclaraciones sobre la naturaleza de ese "deseo central", que sirve de base tan sólida para el éxito de las obse­siones.

Ramatís: Ese deseo corresponde a una fuerza pasional oculta, de fuerte exaltación psíquica, resultante de todas las energías consecuentes de la experimentación milenaria de la conciencia. Es una conquista que funde en un solo campo de fuerzas, todo lo que el alma experimentó y absorbió con el contacto energé­tico del mundo exterior. Figura en lo íntimo de la conciencia como su finalidad más importante, que supera todos los restantes deseos y acciones que no vibran con ese "deseo central". Puede ser el fruto de malas raíces que la conciencia espiritual lanzó hacia el fondo de su psiquismo, como puede ser también, un océano de energías contenidas, que al romper sus compuertas, puede ascender a las más sublimes luces mesiánicas en favor de la hu­manidad.

En el subjetivismo del ser, ese deseo va haciendo sus embesti­das lentas, pero tenaces, porque no es fuerza estable, pero sí, una fuerza inquieta en procura de expansión y dominio. En algunos seres, su eclosión puede terminar cuando alcanzó el má­ximo de vanidad personal a consecuencia de las posesiones econó­micas o sociales comunes a la vida epicúrea, quizás en el orgu­llo personal de los cargos y glorias políticas, aunque sin grandes expansiones notorias. En otros es fuerza peligrosa, que al explo­tar, transforma a las instituciones clásicas del mundo y subvierte las leyes tradicionales, imponiendo programas tiránicos o fastuo­sos, o el rapiñaje que sacrifica al género humano.

En el alma superior, el "deseo central", aunque se encuentre indefinido, se expande como un potencial de reservas bendecidas y produce las grandes renuncias por parte de los iluminados guías de la humanidad. San Francisco de Asís cuando sintió aflorar la fuerza íntima de su "deseo central", se consumió en el desempeño del servicio amoroso a los infelices; Jesús, dominado por el mismo impulso oculto, se transformó en un vibrante ins­trumento vivo del heroísmo y amor, cuyo potencial energético exudó alrededor de la cruz del martirio a favor de la felicidad del hombre. El "deseo central" de esos sublimes seres recibió el aliento de las jerarquías angélicas, mientras que los grandes tira­nos o flageladores de la humanidad, recibieron el aliento del poder de las tinieblas.

Pregunta: ¿Sería posible darnos algunos ejemplos objetivos sobre lo que decís?

Ramatís: ¿Cuáles serían los "deseos centrales" que palpita­ban en lo íntimo del modesto obrero llamado Benito Mussolini y del pobre ayudante de cocina denominado Adolfo Hitler, cuando no pasaban de ser criaturas desconocidas del mundo? Aunque ignorasen, en el subjetivismo, la existencia de su "deseo central" predominante sobre los demás deseos y manifestaciones menores del alma, indiscutiblemente, que era el de conquistar y dominar al mundo, que los obsesionó definitivamente. Los espíritus diabó­licos que procuraban almas simpáticas a fin de llevar la guerra al mundo terreno y mantenerlo sumiso a sus influencias, creando un campo subversivo para el alimento degradado, fijaron, pro­tegieron y estimularon el peligroso "deseo central" de Hitler, Mussolini y otros, consiguiendo transformar a esas criaturas en turbulentos instrumentos de la última hecatombe mundial-

Es probable, que durante su juventud, los planes de prepo­tencia de esos hombres no fuese más allá de invadir la propiedad de sus vecinos, cosa que ya identificaba su "deseo central", pero los genios de las sombras pudieron ampliar el área de acción de esos súbditos simpáticos, consiguiendo lanzarlos a la estrategia y al rapiñaje sobre las tierras de los países vecinos. A medida que los espíritus malhechores creaban en ellos el clima favorable para la preponderancia de su "deseo central", también disimulaban su resistencia moral condicionada en el mundo, hasta cegarlos por su pasión de conquista, haciéndolos émulos de los grandes asaltantes de la historia. Conseguido eso, les fue fácil terminar con sus últimos escrúpulos, pues al poco tiempo, invertían los conceptos del Derecho humano y de las leyes pacíficas, sustitu­yéndolas por una legislación a base de cañones y bombas ho­micidas.

Y, cuando la fuerza oculta que modelaba todos sus gestos y planes, se sintonizó a gusto, rompiendo todas las barreras de la ética y de la bondad, el modesto cabo del ejército alemán se trans­formó en "Führer" y el inquieto trabajador se convirtió en "Duce". En realidad, era el "deseo central" que adquiría per­sonalidad y se materializaba a la luz del ambiente material. Los comandos de las sombras pudieron regocijarse de la astuta reali­zación y por el éxito alcanzado, exhumando el "deseo central" subversivo de aquellas marionetas vivas, que ofrecieron la brecha principal y dieron cabida a la lucha sangrienta, que también pasó a ser explotadas por otras almas que vibraban en simpatía con las tinieblas. Alcanzados los fines de muerte, desesperación, miseria y luto, los "jefes negros" del Más Allá" abandonaron a sus tontos y belicosos "médiums" a merced de la justicia de la Ley del Karma, retirándoles todo el apoyo y dejándolos morir estúpida­mente y sin ninguna gloria, cosechando los resultados de su "deseo central" pervertido.

Hace mucho tiempo, el "deseo central" despertado violenta­mente en un joven militar de Macedonia, lo transformó en Ale­jandro Magno; posteriormente, retornó el mismo espíritu a la materia y el "deseo central" lo condujo a la figura de César, otro general; por última vez, se manifestó como Napoleón Bonaparte, para que se pudiese levantar sobre la Tierra un imperio de vanidad humana. Sin embargo, ese mismo "deseo central" operando de manera inversa, primero plasmó a Samuel, el pro­feta puro, retornó el mismo espíritu a la Tierra y se materia­lizó en Juan Evangelista, que una vez más, volvió a iluminar la superficie del globo terráqueo como Francisco de Asís, que inva­diendo los corazones humanos, también levantó un imperio, pero de amor y glorias espirituales.

Pregunta: ¿Podéis explicarnos con mayor propiedad, que debe interpretarse por un "centro hipnótico", al que habéis alu­dido como base principal de éxito de los obsesores sobre los obsesos?

Ramatís: Debéis tener presente, que os equivocáis cuando hacéis la pregunta, pues no es el "centro hipnótico" el que sirve fundamentalmente a los obsesores para dirigir a sus víctimas. Los obsesores aprovechan la ocasión cuando sus víctimas crean ese "centro hipnótico", que ofrece la vanidad, un vicio peligroso, una tentación o pecado, dejando un campo abierto para ser obse­sionados fácilmente y poder actuar, no en el "centro hipnótico" que ellos crearon, sino en el periespíritu de la víctima escogida.

Es como si una mujer se demorase en la puerta de su casa, entretenida en una conversación con alguien, sobre asuntos tri­viales, y los gatos penetraran por la ventana, robándole los peces que iba a cocinar para el almuerzo...

En la hipnosis común, el hipnotizador procura conducir al "sujeto" para que fije toda su atención en un determinado objeto, en un punto, o en una evocación subjetiva, procurando dis­traerlo al máximo con el fin de crearle el "manto hipnótico" o lo que es igual, el "centro hipnótico", que debe ser el tema con­vergente en la mente del hipnotizado. Poco a poco, el paciente se entrega al sueño hipnótico influenciado por la incesante sugestión de su hipnotizador o bien, por cualquier olor característico, ruido monótono, música adormecedora o sometimiento volunta­rio a su acción y voluntad.

El hipnotizador encadena la conciencia objetiva y la coloca en la cárcel construida por la incisiva sugestión mental, pero deja en libertad la dirección motora y psíquica de las actividades sub­conscientes del cuerpo, que reside en la zona instintiva, situada en la región cerebral. Entonces se posesiona de la región provi­soriamente deshabitada del "sujeto", al cual Freud clasificó há­bilmente como una parte de la individualidad". A través de esa región sumisa actúa la voluntad del hipnotizador que desliga el mecanismo "psico-físico", produciéndose los fenómenos térmicos, las reacciones instintivas, los lloros y las risas, al simple cambio de las sugestiones mentales, escenas éstas, que comúnmente se ven en los teatros terrenales y que sirven para alegría de un público ignorante de la verdad espiritual. Debido a que todos los acontecimientos sucedidos en el pasado se encuentran nor­malmente registrados en su "memoria etérica", que es su bagaje de experiencias del pasado, los hipnotizadores consiguen que se reproduzcan las risas, los placeres, actitudes y reacciones emo­tivas que sus pacientes tuvieron en su infancia lejana, y que reproducidas a través de un cuerpo adulto, se vuelven caricaturas ridículas que divierten al público festivo.

Ni bien el paciente despierta y su espíritu retoma nuevamente la región del "corte cerebral" motor, en la zona intermedia del cerebro, se ajusta al comando de sus centros sensoriales y se coloca otra vez en la figura habitual, común al medio presente, en verdad, su espíritu no se apartó de la dirección cerebral, sola­mente se "distrajo" atraído por el "centro hipnótico", tal como sucede con la mujer de nuestro ejemplo, que por distraerse en la puerta de la casa, no se dio cuenta del robo en la cocina... He ahí la función importante del "centro hipnótico" o "punto hip­nótico" que sirve para distraer y desviar la atención del dueño del cuerpo físico, mientras el hipnotizador se sirve a voluntad del equipo neuro-cerebral con su cortejo del pasado y los auto­matismos instintivos.

Pregunta: ¿Ahora, podríais explicarnos como se crea ese "centro hipnótico" por los hipnotizadores de la Tierra, para lo­grar dominar al "sujeto" en las experiencias de hipnotismo?

Ramatís: No olvidéis, que a semejanza de un médico especia­lista, estamos dando algunos ejemplos, como el caso de espíri­tus obsesores, que además de dirigir la operación obsesora, explo­tan a los pacientes a través de sus conocimientos psicológicos.

Sin embargo, para satisfacer vuestros deseos, os recordamos, que algunos hipnotizadores investigan cierta intimidad de sus pacientes y procuran crearles el "punto hipnótico", para des­pués hacerlos dormir rápidamente, incentivándolos a través de cualquier punto vulnerable de agrado o de ciertas preferencias. Mientras que algunos pacientes se adormecen fácilmente bajo la ejecución de su melodía predilecta, otros entontecen por la des­cripción de escenas agradables, como ser, la fijación mental de una estrella, de una rosa o de un punto brillante en el recinto. Durante el sueño hipnótico, algunos pacientes son convencidos por sus hipnotizadores, que al estar en vigía y escuchar la voz que los dirige, deben caer inmediatamente en trance o adorme­cer. Entre los Hipnólogos, esa técnica se conoce como "llave hipnótica" o creación de un clisé mental que cierra las puertas del consciente del paciente, cayendo en hipnosis en cualquier lugar y momento que se pronuncie las palabras combinadas y dentro de un plazo determinado.

Los odontólogos que se dedican a la hipnodontología acos­tumbran a combinar esas llaves con sus pacientes más sensibles, y las renuevan intermitentemente con el fin de evitar gastos de tiempo y energía psíquica, que sería preciso para recomenzar la hipnosis destinada para el tratamiento dentario. Basta esa forma de actuar, para que adormezcan instantáneamente cuando se encuentran bajo el tratamiento combinado.

Por lo expuesto, no os será difícil percibir cual es el proceso de obsesión empleado por los espíritus maquiavélicos del Más Allá, y podría decirse hipotéticamente, que un hipnotizador te­rreno es como una especie de obsesor, interesado en fascinar a un cliente a través de un "punto hipnótico" previamente auscul­tado.



Pregunta: ¿Cuáles son los factores más comunes que los obsesores descubren para producir ese punto "hipnótico", que tanto asegura las obsesiones?

Ramatís: Debido a sus profundos conocimientos de los de­fectos humanos, los espíritus obsesores cuando son conscientes, logran fijar el "deseo central" oculto en el alma de la víctima, que ya expusimos con ciertos detalles. Ciertas veces, ese "deseo central" puede originarse en un reflejo suicida de una vida pasa­da, como en una base emotiva de desesperación, que casi siempre no se vislumbra el tono ni el hecho, ni aun el motivo del gesto cometido en el pasado que pudo haber sido el orgullo realzado, el amor propio, la excesiva avaricia, la lujuria, la codicia o el remordimiento. También, puede llegar por una fuerte disposi­ción hacia el vicio o un estímulo psíquico degradado que se man­tenía oculto a toda costa bajo la censura de la conciencia; todo eso, sirve de pretexto fundamental para que los obsesores inicien la oportunidad favorable para crear un "punto hipnótico" en el individuo.

En el psiquismo del ser humano, casi siempre hay un "tema fundamental" predominante y que siendo vulnerable a las suges­tiones mefistofélicas del Más Allá, puede servir de motivo básico para formar ese "centro" o "punto hipnótico" necesario para el éxito de la obsesión. Es por eso, que comúnmente se dice que nuestros mayores adversarios están en el seno de nuestra alma y deben combatirse en nuestra propia intimidad, pues en verdad, nuestros defectos y vicios son los basamentos peligrosos en donde los malhechores desencarnados se afirman para imponernos su comando obsesivo. Desde hace muchísimos años la voz amiga del Más Allá advierte al hombre, que el secreto de su seguridad espiritual proviene del "conócete a ti mismo".

Los obsesores se dedican maquiavélicamente a explotar ese "deseo central" predominante, casi siempre ignorado por su por­tador, y si la víctima no tuviera conciencia exacta de su situación, o despreciara la fiel observación que le brinda el Evangelio del Cristo, es casi seguro, que no tardará en someterse al comando y a los deseos torpes del astral inferior. Así como el hipnotizador encarnado consigue crear el deseado "punto hipnótico" en su paciente, el obsesor procura transportar hacia la conciencia en vigilia del encarnado, su "deseo fundamental", que tanto puede ser una vanidad reprimida, un gran orgullo, un deseo cruel, como también, una mal disimulada lujuria, sensualismo o la propen­sión hacia estupefacientes o alcoholes.

El obsesado, ignorante de los verdaderos objetivos del obse­sor, pero responsable por el descontrol de emociones y pensamientos, es conducido dócilmente para crearle un "centro hipnó­tico" o de fascinación, que poco a poco constituye su atracción psíquica, volviéndose un "clisé mental" o "idea fija". Todo eso se transforma en una poderosa fuerza que le dirige la zona cere­bral, en donde se localiza su bagaje subconsciente y el control de los instintos animales del pretérito; solapadamente los genios de las tinieblas se imponen a través de aquella "distracción" fija, pasando a dirigir el sistema nervioso y excitando cada vez más las emociones y deseos de sus víctimas.

La criatura es obsesionada porque se distrajo con la seduc­ción de su "punto hipnótico"; se debilita la vigilancia alrededor de su habitación carnal, porque está orientada exclusivamente hacia un objetivo que le domina irremediablemente. Una vez alcanzado esto, los espíritus dañinos procuran favorecer los deseos y realizaciones peligrosas de la criatura, prolongando el trance seductor y afirmando cada vez más el "punto hipnótico" que les permitirá mayor acceso hacia el equipo físico de la víctima.

Pregunta: ¿Podéis darnos algunos ejemplos de otro tipo de hipnosis que pueda ser útil para los obsesores?

Ramatís: Muchos artistas, escritores, líderes, deportistas, tau­maturgos o criaturas prodigiosas que consiguieron una visible posición en el mundo material, se dejan fascinar a veces, tan peli­grosamente por su condición o por sus glorias recién alcanzadas, que caen de sus pedestales de barro víctimas de su propia vani­dad, que es hábilmente explotada por los espíritus del astral inferior.

Algunos pregonadores religiosos aeuroleados de misioneros o salvadores de la humanidad, adoctrinadores entusiastas, críticos inteligentes de su trabajo hacia el prójimo y médiums de brillan­te fenomenología, se pierden porque los domina la vanidad o el orgullo, y les falta el bendecido sentido crítico del "conócete a ti mismo". Cierran los oídos a las más sensatas advertencias que reciben y cometen las mayores tonterías, como si fuesen mani­festaciones de genial espiritualidad. Entonces se encierran en su vanidad y auto fascinación convencidos de su paradójica modes­tia, ignorando que el viejo y delictuoso "deseo central" del pa­sado, puede estar surgiendo lentamente explotado por la astucia y la capacidad de los entes de las tinieblas. Llega el momento en que no tardan en caer, desmoronados por fuerzas destructoras que se alimentaron de ellos, quedando relegados a la oscuridad y al anonimato sin gloria, cuando no, una suerte peor los lanza al desvarío o a la alienación mental.

En verdad, esas criaturas se dejan ilusionar por la presun­ción de ser almas de alta estirpe espiritual, incapaces de equivo­carse y que permanentemente actúan bajo la dirección de jerar­quía superiores; al poco tiempo se vuelve un excelente factor para aflorar su vanidad y potencial de orgullo adormecido en lo recóndito de su ser, con la inevitable convergencia para crearle un "centro de fascinación" que es ideal para la operación per­versa de las entidades de las sombras. Muchas veces, la vanidad le grita tan alto a esas criaturas, que toman el maquiavelismo de sus obsesores como grandes casos de revelación espiritual. En­tonces, no tardan en pregonar el ridículo a cuenta de la sabidu­ría, los dichos comunes como preceptos doctrinarios y transfor­man la irascibilidad o los envanecimientos íntimos en posturas mesiánicas; "se distraen" a través de sus propias fascinaciones, mientras que desde lo invisible les guían los pensamientos y las emociones. Mientras cultivan fanáticamente su "deseo central" y se desorientan satisfactoriamente en el trono de su vanidad pre­suntuosa, resultan fortalezas inexpugnables y hostiles a cualquier advertencia benefactora; la ceguera hipnótica los lleva gradual­mente al ridículo, a la decepción y al equívoco, maquiavélica­mente planeado por los seres de las tinieblas.

Pregunta: Creemos que no debe ser tan fácil la intervención de los obsesores sobre los encarnados, en base a las grandes dife­rencias vibratorias que existen entre el plano material y el astral; ¿no es verdad?

Ramatís: Evidentemente, hay gran dificultad para que los desencarnados ejerzan su comando sobre los encarnados, pero no cuando éstos son los que dan lugar y ayudan muchísimo el tra­bajo de los obsesores y, paradójicamente desfavorecen la protec­ción y la asistencia de los espíritus benefactores, porque se rodean de fluidos perniciosos que atraen por su proverbial indiferencia hacia las enseñanzas evangélicas. En consecuencia, dificultan grandemente el servicio de socorro y orientación superior, que es posible gracias al heroísmo y al sacrificio de los abnegados "guías" y tradicionales "ángeles de la guarda".

A medida que los encarnados se rebajan por sus desatinos emotivos y desajustes mentales, poniéndose en contacto más ínti­mo y peligroso con las fajas vibratorias del astral inferior, es obvio que también aumenta el imperio de las sombras sobre la Tierra. Impidiendo la sanidad psíquica, que limpia el aura hu­mana y capta las vibraciones de alta frecuencia y las inspira­ciones más elevadas: la degradación humana se transforma en un alimento que consolida el repugnante "puente vital" y permite a los malhechores desencarnados actuar en las márgenes de la vida física y estimula toda suerte de vilezas y preliminares del trabajo obsesivo.



Pregunta: ¿Esa hipnosis y persecución sistemática que los espíritus malhechores ejercen sobre los encarnados, se circuns­criben únicamente a los desquites o venganzas contra los adver­sarios del pasado, o tienen otros objetivos subversivos?

Ramatís: Las almas tenebrosas, además de crueles y venga­tivas, viven llenas de deseos carnales inferiores que no pudieron satisfacer por causa de su muerte corporal. Eso se acrecienta más, debido a las condiciones vibratorias sutilísimas del mundo astral que acentúa las sensaciones del periespíritu, que es la sede de los deseos del alma; esos deseos recrudecen y se vuelven más violentos al no poder saciarse por intermedio del cuerpo físico destruido, al cual estaban condicionados. El alcoholista, por ejemplo, tiene la mente conturbada por el deseo irrefrenable que vibra en su periespíritu, cuando posee el cuerpo carnal se sacia en parte debido a las reacciones físicas producidas por el corro­sivo y que más tarde repercuten en el mundo astral de los deseos. Sin embargo, cuando pierde el cuerpo carnal, en verdad des­mantela su alambique vivo, pues una vez desencarnado se ve obligado a servirse de otro cuerpo vivo para poder absorber la mayor cantidad posible de alcohol que le garantice la satis­facción mórbida de poder aspirar la sustancia astral volatizada por el corrosivo y vertida por el aura.

Este es uno de los motivos por los cuales los espíritus degra­dados realizan tenaces esfuerzos para conseguir los necesarios "muñecos vivos" que en la Tierra les puedan transferir y vola­tilizar la mayor cantidad posible de bebidas alcohólicas, destina­das a calmarle la insaciabilidad viciosa y súper excitada en el mundo astral. He ahí por qué los desencarnados del astral infe­rior no se conforman exclusivamente con el desquite contra sus adversarios encarnados, pues, además de vengarse, realizan todos los esfuerzos para conducir a sus víctimas, hasta hacerlas inter­mediarias de sus vicios y deseos torpes que traen desde la vida material. Esos espíritus infelices forman verdaderas agremiacio­nes delictuosas, se ayudan mutuamente en sus empresas venga­tivas, trabajando en equipos que actúan astutamente sobre los encarnados a fin de transformarlos en "alimentos vivos" de sus insaciabilidades viciosas.

Se ponen furiosos y aumentan su odio contra las huestes angélicas, cuando perciben, que por liquidación kármica o pro­tección superior, sus víctimas son amparadas en el campo vibra­torio del periespíritu e inmunizadas contra la acción deletérea del mundo astral inferior. Les irrita saber que más de un "plato vivo" les huya vibratoriamente de su acción indigna, después de haberles costado inmenso trabajo para adecuarlo a gusto de su voracidad satánica. He ahí porqué, prefieren desarrollar sus operaciones obsesivas sobre los desencarnados, los deseos y vicios latentes del pasado, para fascinarlos con más facilidad. La ven­ganza, casi siempre, es el pretexto con que intentan justificar sus acciones sombrías del mundo tenebroso, pero en verdad, lo que más les interesa es el culto de los objetivos torpes y la bús­queda de las satisfacciones viciosas que los acicatea como el fuego ardiente e inconsumible.

Pregunta: Siempre creíamos que el cuerpo físico era una pro­tección contra las embestidas de las tinieblas. Reconocemos que los obsesores operan por vía interna de nuestro espíritu, pero también es lógico que nosotros podamos dominar con facilidad a nuestro cuerpo físico, en vez de atender a las astutas infiltra­ciones que puedan conducirnos a la obsesión. ¿Cuál es el motivo de esa gran facilidad con que los malhechores desencarnados dominan gran parte de los encarnados?

Ramatís: Es preciso no olvidar, que entre vuestro espíritu y el cuerpo físico se interpone el periespíritu, que es el verdadero vehículo o eslabón de las relaciones buenas o malas a que os entregáis con el mundo invisible. El dominio del cuerpo físico no ejerce por una acción energética que es un producto exclu­sivo de la materia, ni es una entidad extraña controlada por un proceso especial y aislado de vuestro pensamiento; la carne mate­rializa en su configuración todos los atributos y conquistas milenarias del periespíritu, que es el sobreviviente absoluto de todas las transformaciones físicas.

El periespíritu es un conjunto de naturaleza vital poderosí­sima y de intensa actividad en su plano electivo del astral, es una organización livianísima y de tan asombrosa plasticidad, que reacciona inmediatamente a la más sutil indicación mental del espíritu, por cuyo motivo, es extraordinariamente influenciable por la naturaleza de los pensamientos buenos o malos de las en­tidades desencarnadas. Durante la encarnación, el periespíritu "desciende" vibratoriamente a fin de aglutinar la materia car­nal del mundo físico, pero siempre lo hace con su poderosa in­fluencia magnética y con su psiquismo elaborado por milenios pasados; entonces, se somete a las leyes de la vida física y sufre la acción de tendencias hereditarias del cuerpo material en con­tra de sus principios milenarios. El organismo físico, a pesar de sus ascendentes biológicos que parecen darle una autonomía es­pecial y un valor exclusivo de su linaje hereditario carnal, ape­nas es el revelador objetivo del alma a la luz del ambiente del mundo material.

En el período de gestación del cuerpo carnal, el periespíritu recapitula rápidamente todas las lecciones vividas en la escala animal que le fueron proporcionadas en los variados contactos anteriores con el mundo material, para después servirse de una nueva oportunidad de vida física, y poder ampliar y consolidar sus propias realizaciones anteriores.

Aunque creáis que el "biombo de carne" deba volverse un protector poderoso contra las tentativas obsesivas de los mal­hechores desencarnados, conviene reflexionar que el comando de vuestro espíritu sobre la carne no se hace directamente por el cerebro físico, sino, a través del cerebro del periespíritu, que es su matriz etéreo-astral, o sea, el maravilloso aparato que se­meja a la poderosa y divina usina al servicio de la vida superior.

El cerebro periespiritual es el valioso órgano responsable por el pensamiento humano, desempeñando las admirables funciones de transmisor de la voluntad y de la inteligencia del alma, como un productor de ondas, luces y energías de todos los matices, haciendo centellear sus altísimas emisiones desde el encéfalo hasta las fuerzas y los elementos que se agrupan en la región de los lóbulos frontales, que será el campo avanzado de las actividades del hombre del futuro. El cuerpo físico aunque sirva, como decís, de escafandra o de muralla de carne protectora para el espíritu, en el mundo exterior es el agente responsable por los fenómenos que provienen de las relaciones del espíritu con el medio ambiente. Su verdadero dominio se produce en su mundo interno y a través del control delicadísimo del periespíritu.

El verdadero control del organismo carnal se realiza por vía interna, a través del periespíritu, es decir, exactamente donde tanto pueden actuar los espíritus benefactores como los malhecho­res, eso depende sin duda, de la naturaleza elevada o inferior de vuestras simpatías psíquicas.



Pregunta: ¿Aunque nos habéis atendido, dándonos algunas nociones sobre el periespíritu y su estructura, podríais darnos alguna aclaración más sobre el mismo asunto?

Ramatís: A semejanza de lo que sucede con los transmisores y receptores de ondas de vuestro mundo, sólo es posible la sin­tonía superior entre el cerebro material y el periespiritual cuando ambos funcionan bajo la misma frecuencia de ondas y se encua­dran fielmente en la misma faja de alta vibración espiritual. Cuando las corrientes espirituales fluyen libremente por la re­cíproca realización del servicio del bien entre encarnados y des­encarnados, sois inmensamente favorecidos, debido a ese benéfico intercambio espiritual, y tanto se eleva vuestro potencial creador, bajo la dirección de las jerarquías angélicas, que éstas no per­miten que se lesione el admirable patrimonio del periespíritu.

Mientras tanto, si os entregáis a las funciones degradantes de la vida animal inferior, vuestro cerebro periespiritual se pare­cerá a un puente que une las dos márgenes lodosas, el de la vida física y la del astral inferior. Sobreviene entonces, el cambio de energías deletéreas y lesivas para ambos patrimonios, el psíquico y el físico.

El cuerpo físico, que en la materia significa la prolongación viva del periespíritu, es accionado a través de la sensibilidad de su sistema nervioso, reaccionando inmediatamente bajo cualquier acción emotiva violenta, o bajo el producto de las sustancias men­tales benéficas o nocivas, por cuyo motivo, el mal uso que el alma hiciera del cerebro periespiritual, también lo amoldará a las ener­gías opresivas del astral inferior. De ese modo, los obsesores en­cuentran su campo propicio y favorable para intervenir en el delicado equipo periespiritual humano, avivando las pasiones y los desajustes mentales que producen las sombras favorables para las operaciones obsesivas. Mientras tanto, los propósitos diabóli­cos se anulan, cuando se enfrentan con un periespíritu estimu­lado por las energías de alto potencial angélico, pues astas, en forma de luces brillantes disuelven todas las sombras y produc­tos repulsivos adheridos a su delicado tejido inmortal.

El periespíritu es patrimonio admirable y producto de indis­cutibles trabajos y adaptaciones efectuadas a través del tiempo, que el ritmo divino y creador desarrolló desde el reino mineral hasta la forma erecta del hombre, por cuyo motivo guarda en su intimidad gloriosa, la síntesis de todos los eventos de la pro­pia evolución de la naturaleza. Sirviéndose de la sustancia ener­gética y vital del magnetismo de la Tierra, poco a poco, la Sa­biduría Divina lo orientó hacia un inteligente automatismo, para que pudiese organizarse desde las escalas primitivas y transito­rias, consolidándose desde el impulso e irritabilidad, sensación e instinto, hasta la conquista de la razón humana, camino de la conciencia angélica. En consecuencia, es el más valioso vehículo que el hombre puede usar para el bien como para el mal, mien­tras que el cuerpo físico, es el agente que lo representa en la carga y acción en el medio ambiente material, como un reflejo carnal provisorio, y no como una defensa absoluta, como vosotros suponéis.




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