Ley 3/2007, de 15 de marzo, reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas



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El cambio de género es un proceso largo y complejo que debe ser controlado por profesionales para evitar riesgos físicos y psicológicos

 

 

Cerca de sesenta personas demandan cada año en España un cambio de sexo, según un estudio realizado por la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Pero se estima que puede ser mucho mayor la cifra de quienes encierran un alma femenina en el cuerpo de un hombre, o viceversa, una de las mayores fuentes de sufrimiento. El desajuste entre el sexo anatómico y la conciencia del sujeto de ser hombre o mujer es una alteración de la identidad sexual que, en función de los datos de un estudio realizado por la cátedra de Transexualidad de Holanda, se cree que afecta a uno de cada 30.000 hombres y una de cada 100.000 mujeres; un desajuste que requiere un laborioso tratamiento, tenga o no como meta una intervención quirúrgica para cambiar de género. En el proceso, más llevadero desde que el pasado 30 de junio el Consejo de Ministros aprobó el proyecto de Ley de Identidad de Género, deben intervenir profesionales de diversos campos de la Medicina (endocrinólogos, psiquiatras y cirujanos plásticos) que asesoren al transexual.

 

BLANCA ÁLVAREZ

 

 

Origen multifactorial 

 

 

Hasta hace pocas décadas la sociedad no empezó a ver con normalidad la existencia de transexuales. Sin embargo, la transexualidad no es un fenómeno actual sino que existe desde la antigüedad, y en diferentes culturas. Según la Organización Mundial de la Salud el transexualismo -denominación utilizada desde 1940- es el deseo de vivir y ser aceptado como un miembro del género opuesto, por lo general acompañado por el deseo de modificar mediante métodos hormonales o quirúrgicos el propio cuerpo para hacerlo lo más congruente posible con el género preferido. Así lo indica también Marifé Bravo, responsable del servicio de Psiquiatría del hospital universitario La Paz, de Madrid, quien asegura que es una alteración de la identidad sexual en la que no existe coincidencia entre el sexo anatómico y el sexo al que un individuo se siente pertenecer. Aunque en Medicina se incluye como trastorno, Bravo aclara que no se trata de un trastorno mental en sí mismo, sino que es tratado como tal debido a las complicaciones psicológicas que presentan estos pacientes, especialmente antes de comenzar el proceso de reasignación. El origen de la transexualidad puede ser biológico, ya que se ha demostrado la existencia de diferencias en ciertas estructuras cerebrales entre personas de diferente orientación sexual. Un estudio reciente en el hipotálamo de seis transexuales de hombre a mujer ha demostrado que el núcleo basal de la estría terminal es más pequeño en los transexuales que en los hombres heterosexuales y homosexuales. La transexualidad, como señala Bravo, podría originarse también durante la etapa fetal, en la que una alteración da lugar a que el cerebro se impregne hormonalmente con una sexualidad distinta a la genital. Pero la psiquiatra insiste en que, además, la educación e influencia ambiental en la infancia o la pubertad pueden determinar la conducta y la orientación sexual del adulto.

 

 

APOYO LEGAL

 

 

Los avances de la medicina puestos al servicio de las necesidades de los transexuales no bastan. Hace unos días se produjo el primer enlace entre transexuales. En este caso, entre dos transexuales y dos compañeros de prisión. Este acontecimiento ha sido posible gracias a los cambios producidos en la ley, que permite la unión entre personas del mismo sexo. Pero asociaciones de transexuales como Colega esperan la llegada de la ley de Identidad de Género, que permitirá a los transexuales ser hombres o mujeres en función de su sentimiento y cuyo proyecto fue aprobado en el Consejo de Ministros del pasado 30 de junio. Porque, además de contar con soluciones médicas, tener la ley de su parte es fundamental para la normalización de los transexuales, según indican desde Colega. La Ley de Identidad de Género, que hará posible que la documentación refleje la verdadera identidad de los transexuales diagnosticados aun sin pasar por el quirófano, resolverá numerosas situaciones de discriminación y marginalidad, como la discriminación laboral, la transfobia, el acceso con naturalidad a los servicios públicos, los impedimentos legales, e incluso el rechazo familiar, al constatar que se trata de un fenómeno normal. Se trata de un aspecto que llega con retraso respecto a otros países de la Unión Europea (Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y Holanda), pero que permitirá la seguridad jurídica para cientos de personas hasta ahora sin amparo, los transexuales diagnosticados.

 

 

El proceso de cambio 

 

 

Quienes padecen el llamado Trastorno de Identidad de Género son conscientes de la disociación entre su cuerpo y sus sentimientos desde la infancia, alrededor de los cinco años, según explica la psiquiatra Bravo. Desde entonces, se suceden los problemas de adaptación, la sensación de rechazo y, sobre todo, acumulan grandes dosis de sufrimiento, como señalan desde la Unidad de Trastornos de Identidad de Género de Asturias. Todo ello puede llegar a su fin cuando consiguen aunar cuerpo y alma, su aspecto físico con su verdadera identidad sexual, lo que consiguen en última instancia gracias a las intervenciones de cambio de sexo, que en España se realizan gratuitamente desde marzo de 2000 en el hospital Carlos Haya de Málaga. El centro tiene previsto duplicar los quirófanos que destina mensualmente a operar a pacientes transexuales en 2007, pasando de cuatro a ocho, debido al elevado número de pacientes. Una de las razones para este incremento es que, aunque existen unidades de Trastorno de Identidad de Género en comunidades autónomas como Extremadura o Asturias (que financian la intervención), sólo se opera en el centro malagueño, una intervención que ronda los 18.000 euros en los centros privados. Las estimaciones de prevalencia de Trastorno de Identidad de Género en España, representan un total de 2.087 transexuales (1.480 de hombre a mujer y 607 de mujer a hombre), cifra obtenida tras la extrapolación de los datos del estudio realizado por Bakker, Van Kesteren, Gooren y Bezemer en Holanda y considerando sólo a la población mayor de 15 años. Los expertos aseguran que de este número, y tras el adecuado proceso diagnóstico, serían candidatos a cirugía un máximo de 400 personas. Antes de llegar a dar este paso, sin embargo, es preciso pasar por un largo proceso, en el que se debe acudir a profesionales, ya que la automedicación con esteroides sexuales incrementa el riesgo de efectos adversos. Para llegar a la cirugía hay que seguir un protocolo establecido, un proceso que suele durar dos años, pues el autodiagnóstico y el deseo para una reasignación de sexo no pueden tomarse como verdaderos indicadores de transexualidad y, teniendo en cuenta que las terapias hormonales y las intervenciones quirúrgicas suelen ser irreversibles, es necesario realizar un cuidadoso diagnóstico. En primer lugar se desarrolla un proceso de valoración en el que la función del psiquiatra es fundamental. Tras la consulta psiquiátrica entra en juego el endocrinólogo, responsable de producir los cambios de atributos sexuales en los pacientes mediante la hormonación, la prescripción de hormonas capaces de inhibir el vello en los hombres o incrementar el tamaño de sus mamas. La psicoterapia acompaña todo el proceso para ayudar a la persona transexual a ir asumiendo su nuevo rol y su nueva identidad sexual, «una realidad que supone una liberación para ellos», señala Bravo. Por último, se realiza la intervención quirúrgica de cambio de sexo, al que opta cerca de un 50% de transexuales según estima la psiquiatra de La Paz, ya que muchos temen perder sensibilidad a la hora de mantener relaciones sexuales, y la cirugía no puede asegurarla al 100%. Tras el cambio de sexo, lejos de lo que pudiera parecer, los pacientes dejan de necesitar apoyo psicológico ya que según comenta Bravo, «al fin tienen lo que deseaban y ya no existen desajustes».

 

 

La intervención 

 

 

La cirugía de reasignación de sexo es el proceso quirúrgico al que recurren los transexuales para armonizar su sexo anatómico con su identidad sexual. Habitualmente se centra en los genitales (cirugía de reconstrucción genital), en la que se realizan operaciones como la vaginoplastia o la faloplastia. Pero también existen operaciones no genitales, como cirugía facial o la mastectomía. La intervención para reasignación de sexo, que forma parte de un tratamiento multidisciplinar, no puede realizarse sin antes ser diagnosticado, para lo que se evalúa que el paciente muestre disconformidad y repugnancia a su sexo anatómico junto a un sentimiento de larga duración de pertenecer al sexo opuesto durante al menos dos años, y un deseo de cambio de sexo para poder vivir en un rol del sexo opuesto. Además, debe haber ausencia de comportamientos homosexuales, de anormalidades físicas y de etiología esquizofrénica. En el caso de que un paciente se someta a una intervención quirúrgica, cirugía que está valorada en cerca de 18.000 euros, debe ser ingresado el día anterior a la cirugía, cuando se le administrará una preparación intestinal y profilaxis antibiótica. Para poseer el aspecto de mujer, la operación más frecuente a que se somete un varón es la vaginoplastia, que consiste en realizar injertos cutáneos en los que se coloca la piel invertida sobre un molde ligero que se introduce en una neovagina disecada. En el caso de que una mujer desee ser transformada en hombre, se suele realizar la faloplastia, que consiste en la construcción de un pene, y se realizó por primera vez en 1936. La microcirugía ha permitido que se usen tejidos bien vascularizados, y en 1984 Chang y Hwang lograron darle una función semieréctil. En la actualidad se ha conseguido incluso aportar sensibilidad erógena al neofalo. Como toda operación, que en este caso además es delicada y compleja, la cirugía de reasignación de sexo tiene sus riesgos. Las complicaciones que se producen más frecuentemente en la vaginoplastia son la retracción y la estenosis (estrechamiento de un conducto), más importante en los injertos parciales y, en ocasiones, la aparición de úlceras. En la cirugía que transforma físicamente a una mujer en hombre, los principales problemas son los relacionados con el tracto urinario y con las prótesis de pene.

 

 

LAS MUJERES SE ADAPTAN MEJOR  

 

 

Son menos, pero más convencidas. O, al menos, tienen más facilidad para adaptarse a su nueva identidad sexual tras pasar por el quirófano. La responsable del servicio de Psiquiatría del hospital universitario La Paz, de Madrid, así lo asegura e indica la diferencia de cifras: uno de cada 30.000 hombres se siente mujer mientras que es una de cada 100.000 mujeres la que se reconoce como hombre. Estas cifras serían mucho mayores a tenor de un estudio realizado por el Instituto Clínico de Psiquiatría y Psicología Clínica del hospital Clínico de Barcelona, que estiman que la incidencia es de entre 0,14 y 0,17 por cada 100.000 habitantes; uno de cada 11.000 varones se siente mujer, y una de cada 30.000 mujeres querría vivir como hombre. Aunque no existen estudios que puedan explicar el porqué de la mejor adaptación de las mujeres a su nueva condición de hombres tras la operación de reasignación de sexo, la psiquiatra aventura que podría tratarse del tipo de vida que unos y otras llevan tras la intervención quirúrgica. Mientras las mujeres que pasan a ser hombres suelen llevar una vida discreta, una gran parte de los hombres que se sienten mujer forman parte del mundo del espectáculo, que genera más estrés y ansiedad.

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