Rosa Luxemburg Índice Prólogo 4 primera parte: El problema de la reproducción 5


CAPITULO III Crítica del análisis de Smith



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CAPITULO III Crítica del análisis de Smith

Los resultados a que había llegado el análisis de Smith pueden expresarse resumidos, en los siguientes puntos:


1.- Hay un capital fijo de la sociedad, ninguna de cuyas partes entra en la renta neta de la misma. Este capital fijo lo forman “las materias primas con que han de mantenerse en uso las máquinas, los útiles e instrumentos industriales”, y “el producto del trabajo requerido para transformar estas materias primas en la forma de­mandada”. Desde el momento en que Smith opone este capital fijo a aquél destinado a la producción de medios directos de subsistencia, transforma de hecho el capital fijo en lo que Marx ha llamado cons­tante, es decir, aquella parte del capital que consiste en todos los medios de producción materiales en contraposición al trabajo.
2.- Hay un capital circulante de la sociedad. Pero después de haber separado la parte de capital “fijo” (es decir, constante), sólo queda la categoría de los medios de subsistencia, los cuales no constituyen para la so­ciedad capital alguno, sino renta neta, fondo de consumo.
3.- El capital y la renta neta de los individuos no coinciden con el capital y la renta neta de la sociedad. Lo que para la sociedad sólo es capital fijo (entendiéndose constante), para los individuos no puede ser capital, sino renta, fondo de consumo, que se mani­fiesta en las partes de valor del capital fijo, salarios para los obre­ros y beneficios para los capitalistas. A la inversa, el capital circu­lante de los individuos puede no ser para la sociedad capital, sino renta, en cuanto representa medios de subsistencia.
4.- El producto total social anualmente elaborado no contiene en su valor ni un átomo de capital, sino que se resuelve en tres clases de renta: salarios de trabajo, beneficios del capital y renta de la tierra.
El que quisiera representarse, partiendo de los fragmentos de ideas aquí mencionados, el cuadro de la reproducción anual del ca­pital total social y su mecanismo, desesperaría pronto. Como, no obs­tante todo ello, el capital social se renueva constantemente todos los años, el consumo de todos es asegurado por la renta y, al mismo tiempo, surgen puntos de vista con respecto al capital y la renta, es posible, mediante el análisis llegar a una solución. Pero es preciso representarse toda la confusión de ideas y la variedad de puntos de vista para darse cuenta de la enorme importancia del aporte de Marx a la solución del problema.
Comencemos con el último dogma de Smith, que bastaba por sí solo para hacer que fracasase la economía política clásica en el es­tudio del problema de la reproducción. La raíz de la bizarra repre­sentación de Smith, según la cual el valor del producto total de la sociedad tenía que agotarse plenamente en salarios, beneficios y ren­tas de la tierra, se encuentra justamente en su concepción científica de la teoría del valor. El trabajo es la fuente de todo valor. Conside­rada como valor toda mercancía es producto del trabajo y nada más. Pero todo trabajo realizado como trabajo asalariado (esta identifi­cación del trabajo humano con el trabajo asalariado capitalista es justamente lo clásico en Smith) es al mismo tiempo sustitución de los salarios pagados y sobrantes de trabajo no pagado, lo que consti­tuye un beneficio para los capitalistas y una renta para los propietarios. Lo que es cierto con referencia a cada mercancía ha de serlo también para la totalidad de ellas. La provisión total de mercancías anualmente producidas por la sociedad, no es como valor más que el producto del trabajo tanto pagado como no pagado, y por tanto se di­vide en salarios, beneficios y rentas. Cierto que en cada trabajo son además necesarias materias primas, instrumentos, etc. Pero estas ma­terias primas e instrumentos no son tampoco más que productos de trabajo, en parte pagado, en parte no pagado. Por mucho que retro­cedamos, por muchas vueltas que demos, en el valor o precio de todas las mercancías no hallaremos nada que no sea puro trabajo humano. Pero todo trabajo se divide en una parte que reemplaza los salarios y otra que va a parar a los capitalistas y propietarios terri­toriales. No hay más que salarios y beneficios; pero hay no obstante capital, capital de los individuos y capital de la sociedad. ¿Cómo sa­lir de esta notoria contradicción? Que se plantea aquí un problema teórico extremadamente difícil, lo prueba el rigor con que el propio Marx tuvo que ahondar en la materia sin avanzar de momento ni hallar una salida, como es fácil advertir en sus Teorías sobre la plusvalía, I, páginas 179, 252. Sin embargo, logró hallar brillante­mente la solución y ello sobre la base de su teoría del valor. Smith tenía plena razón: el valor de todas las mercancías en particular, y de todas ellas reunidas, no representa más que trabajo. Tenía tam­bién razón al decir: todo trabajo (desde un punto de vista capita­lista) se divide en pagado (que reemplaza los salarios) y no pagado (que va a parar como plusvalía a las diversas clases propietarias de los medios de producción). Pero olvidaba, o más bien pasaba por alto, el hecho de que el trabajo con la propiedad de crear valor nuevo, posee también la de trasladar el antiguo valor objetivado en los medios de producción, a las nuevas mercancías elaboradas con ayuda de los mismos. Una jornada de trabajo de 10 horas no puede crear un valor superior a 10 horas, y estas 10 horas desde el punto de vista capitalista se dividen en pagadas y no pagadas, en v + p. Pero la mercancía elaborada en estas 10 horas representará un valor mayor que el de la jornada de 10 horas. Contendrá además el va­lor de la harina, del desgaste del horno, de los locales de trabajo, combustibles, etc., en suma, todos los medios de producción nece­sarios para la panadería. El valor de la mercancía sólo quedaría expresado plenamente en v + p si el hombre trabajase en el aire, sin materias primas, sin instrumentos de trabajo, sin talleres. Pero como todo trabajo material presupone algún medio de producción que es a su vez producto de un trabajo anterior, tiene que transferir también al nuevo producto este trabajo anterior.
No se trata aquí de un proceso que sólo ocurra en la producción capitalista, sino de los principios básicos en que se asienta el trabajo humano, con absoluta independencia de la forma histórica de la so­ciedad. Operar con instrumentos de trabajo elaborados por ella misma es el rasgo característico y fundamental de la sociedad hu­mana civilizada. El concepto de trabajo anterior que precede a otro nuevo y le sirve de base de operación, expresa el enlace progresivo entre el hombre y la naturaleza, la cadena perdurable de los esfuer­zos sociales, cuyo comienzo se pierde en la aurora de los orígenes del hombre y cuyo término sólo puede llegar con el aniquilamiento de toda la humanidad civilizada. Por tanto, hemos de representarnos todo trabajo humano como realizándose con medios de trabajo que son a su vez producto de un trabajo anterior. Por consiguiente, en todo producto se encuentra no sólo el trabajo vivo, presente, que le presta su figura última, sino también el anterior incorporado a la ma­teria, y que el trabajo nuevo le transfiere a aquél. En la producción de valor, esto es, en la producción de mercancías, a la que pertenece también la capitalista, este fenómeno no desaparece, sino que recibe una expresión específica. Se manifiesta en el doble carácter del tra­bajo productor de mercancías, que de una parte como trabajo útil, concreto, de cierto género, crea el objeto útil, el valor de uso; de otra parte como trabajo abstracto, general, socialmente necesario, crea valor. En su primera condición hace lo que el trabajo humano ha hecho siempre: incorporar al nuevo producto el trabajo anterior que se encuentra en los medios de producción utilizados, sólo que este trabajo anterior aparece ahora como valor, como valor antiguo. En su segunda condición crea valor nuevo, que en el sistema capitalista se divide en trabajo pagado y no pagado, v + p. Así, pues, el valor de toda mercancía debe contener tanto valor antiguo (que el trabajo en su condición de trabajo, útil, concreto, traslada de los medios de producción a la mercancía) como valor nuevo que el mismo trabajo en su condición de socialmente necesario crea al con­sumirse, objetivándose en el producto.
Smith no podía hacer esta distinción, porque no distinguía este doble carácter del trabajo en su función creadora de valor; Marx, en un pasaje, cree incluso que en este error fundamental de la teo­ría smithiana del valor se encuentra el origen de su extraño dogma, según el cual todo valor se agota en v + p.15 La no distinción entre ambos aspectos del trabajo productor de mercancías, el concreto, útil y el abstracto, socialmente necesario, constituye en efecto una de las notas más relevantes, no sólo de la teoría del valor de Smith, sino de toda la escuela clásica.
Sin preocuparse de las consecuencias sociales que pudieran resul­tar, la economía clásica ha reconocido que el trabajo humano era el único agente creador de valor, y ha elaborado esa teoría hasta el grado de claridad con que se nos presenta en Ricardo. Pero la dife­rencia esencial entre la teoría del valor de Ricardo y la de Marx (una diferencia que no sólo no han advertido los economistas bur­gueses, sino que también la mayoría de los popularizadores de la doctrina de Marx pasan por alto) está en que Ricardo, de acuerdo con su concepción general de la economía a la manera del derecho natural, creía que la creación de valor era también una cualidad natural del trabajo humano, del trabajo individual, concreto del individuo.
Esta concepción se manifiesta más patente aún en Smith, quien, por ejemplo, establece que “el instinto de cambio” es una particu­laridad de la naturaleza humana, después de haberlo indagado en vano entre los animales, entre los perros, etc.
Por lo demás, Smith, aunque dude de la existencia del “instinto de cambio” en los animales, reconoce al trabajo animal la propie­dad de crear valor como el humano, particularmente allí donde oca­sionalmente reincide en la concepción fisiocrática.
“Ningún otro capital de la misma magnitud pone en movimiento una cantidad mayor de trabajo productivo que el del labrador. No sólo sus obreros, sino también su ganado de labor, son trabajadores productivos. Según esto, los hombres y animales empleados en el trabajo agrícola, no sólo reproducen, como los obreros de fábrica, un valor igual a su propio consumo o al de los capitales empleados, junto con la ganancia del capitalista, sino uno mucho mayor. Ade­más del capital del colono y su ganancia, reproducen también, regu­larmente, la renta de la tierra.”16
Aquí se pone de manifiesto de un modo patente que Smith con­sideraba que la creación de valor era una cualidad fisiológica del trabajo, una expresión del organismo animal del hombre. Así como la araña saca de su cuerpo la tela, así el hombre trabajador crea valor. El hombre trabajador crea objetos útiles, es, por naturaleza, productor de mercancías; del mismo modo la sociedad humana des­cansa por naturaleza en el cambio, siendo la producción de mercan­cías la forma económica normal del hombre.
Sólo Marx reconoció en el valor una relación social particular, producida bajo determinadas condiciones históricas, llegando así a distinguir los dos aspectos del trabajo productor de mercancías: el concreto, individual, y el trabajo social indiferenciado, con cuya dis­tinción la clave del enigma aparece con claridad deslumbradora.
Para distinguir estáticamente en el seno de la economía burguesa el doble carácter del trabajo, el hombre trabajador y el productor de mercancías creador de valor, necesitaba Marx, antes, distinguir di­námicamente en la sucesión histórica al productor de mercancías del hombre de trabajo en general, es decir, reconocer la producción de mercancías simplemente como una forma histórica determinada de la producción social. En una palabra, para descifrar el jeroglífico de la economía capitalista, Marx tuvo que abordar la investigación en dirección opuesta a la seguida por los clásicos, partiendo no de la creencia de que la forma de producción burguesa era lo normal, lo normal humano, sino del convencimiento de que se trataba de algo históricamente perecedero; tuvo que transformar la indagación metafísica de los clásicos en su contrario: la dialéctica.17
Con esto se comprende que para Smith era imposible distinguir claramente los dos aspectos del trabajo creador de valor, que de una parte traslada al producto nuevo el valor objetivado en los medios de producción, y de otra parte crea al propio tiempo un valor nuevo. Nos parece, no obstante, que su dogma, según el cual el valor total se agota en la fórmula v + p procede además de otra fuente. No puede suponerse que Smith haya perdido de vista el hecho de que toda mercancía elaborada contiene no sólo el valor creado en su producción inmediata, sino también el valor de todos los medios de producción empleados en fabricarla. Precisamente al enviamos con su reducción del valor total a v + p de un estadio de producción a otro anterior, de Herodes a Pilatos, como dice Marx, demuestra que tiene conciencia plena del hecho. Lo asombroso en ello es única­mente que resuelve constantemente el antiguo valor de los medios de producción en v + p, haciendo que finalmente se agote en la fórmula todo el valor contenido en la mercancía.
Así en el pasaje ya citado acerca del precio de los cereales: “En el precio de los cereales, por ejemplo, una parte paga la renta de la tierra para el propietario, otra los salarios o el sustento de los obreros y el ganado de labor, y la tercera la ganancia del colono. Las tres partes parecen agotar inmediatamente o en último término el precio entero del cereal. Podría quizá considerarse necesaria una cuarta parte para compensar el desgaste del ganado y de los uten­silios económicos. Pero hay que tener en cuenta que el precio de todos estos utensilios económicos está integrado a su vez por las mismas tres partes: 1ª) la renta del terreno en que ha brotado; 2ª) el trabajo empleado en él, y 3ª) la ganancia del colono que ha adelantado, tanto la renta de la tierra como los salarios. Si el pre­cio del cereal contiene tanto el precio del caballo como el de su sustento, se resolverá mediata o inmediatamente en los tres elemen­tos mencionados: renta de la tierra, trabajo y ganancia del capital.” Lo que confundía a Smith era, a nuestro entender, lo siguiente:
1.- Todo trabajo se realiza con determinados medios de produc­ción. Pero lo que en un trabajo dado es medio de producción (materia prima, instrumento, etc.), es a su vez producto de un trabajo anterior. Para el panadero la harina es un medio de producción al que añade nuevo trabajo. Pero la harina misma ha salido del tra­bajo del molinero, en el cual no era medio de producción, sino exacta­mente lo mismo que ahora el pan elaborado, producto. En este pro­ducto se presuponía el trigo como medio de producción, pero si retrocedemos un grado más hallaremos que para el labrador el trigo no era medio de producción, sino producto. No puede hallarse nin­gún medio de producción que contenga valor que no sea producto de un trabajo anterior.
2.- En el modo de producción que estudiamos, todo capital em­pleado desde el principio hasta el fin en la elaboración de cualquier mercancía, puede resolverse en último término en una cierta canti­dad de trabajo objetivado.
3.- Así, pues, el valor total de las mercancías, comprendiendo to­dos los gastos de capital, se resuelve sencillamente en una cierta can­tidad de trabajo. Y lo que rige para cada mercancía debe de regir también para la totalidad de la masa de mercancías elaborada anual­mente por la sociedad: también su valor total se resuelve en una cantidad de trabajo realizado.
4.- Todo trabajo realizado en forma capitalista se descompone en dos partes: trabajo pagado, que reemplaza los salarios, y no pagado, que crea beneficios y rentas, esto es, p1usvalía. Todo trabajo reali­zado en forma capitalista corresponde a la fórmula v + p.18
Todas las tesis anteriores son perfectamente exactas e irrefuta­bles. El que Smith las haya comprendido prueba el rigor y decisión de su análisis científico, y su progreso con respecto a los fisiócratas en la manera de concebir el valor y la plusvalía. Sólo que al llegar a la tesis tercera cometía a veces en la conclusión el grosero error de sostener que el valor total de la masa de mercancías elaborada anualmente, se resolvía en la cantidad del trabajo realizado en el año, mientras en otros pasajes pone de manifiesto que sabe perfec­tamente que el valor de las mercancías elaboradas por la nación en un año encierra necesariamente también el trabajo de años anterio­res, esto es, el trabajo objetivado en los medios de producción consumidos productivamente.
Y, sin embargo, la conclusión sacada por Smith de las cuatro tesis perfectamente exactas arriba enunciadas, según la cual el valor total de cada mercancía, como el de la masa anual de mercancías de la sociedad, se agota en la fórmula v + p, tenía que ser com­pletamente falsa. Smith identifica la tesis verdadera: todo el valor de las mercancías no expresa más que trabajo social, con la falsa: todo valor no expresa más que v + p. La fórmula v + p expresa la misión del trabajo bajo condiciones económicas capitalistas, su doble función de reemplazar, por una parte, el capital variable (los salarios) y crear, por otra, plusvalía para los capitalistas. El trabajo asalariado realiza esta función durante su empleo por los capitalistas, y al realizar en dinero el valor de la mercancía, el capitalista, al mismo tiempo que recoge el capital variable adelantado para los sa­larios, se guarda en el bolsillo la plusvalía. Así, pues, v + p expresa la relación entre obrero asalariado y capitalista, una relación que termina con la elaboración de la mercancía. Una vez vendida la mercancía y transformada en dinero por los capitalistas, la relación v + p se ha extinguido sin dejar huella en la mercancía. A la mer­cancía y a su valor no se les nota en qué proporción su valor está creado por trabajo pagado o no pagado, el único hecho indiscutible es la circunstancia de que la mercancía contiene una cierta cantidad de trabajo socialmente necesario, lo que se pone de manifiesto en el cambio. Así, pues, para el cambio, como para el consumo de la mercancía, es completamente indiferente que el trabajo que representa se descomponga en v + p o no. Sólo su cantidad de valor juega un papel en el cambio y sólo su estructura concreta juega un papel en el consumo. La fórmula v + p no hace, pues, más que expresar, por decirlo así, la relación íntima entre capital y trabajo. Las cosas ocu­rren de otro modo con respecto a la parte del capital empleada en medios de producción, al capital constante. El capitalista, además de trabajo asalariado, tiene que adquirir medios de producción, porque todo trabajo para ponerse en actividad necesita ciertas materias pri­mas, instrumentos, edificios. El carácter capitalista, que tiene tam­bién esta condición del proceso productivo, se manifiesta en que estos medios de producción aparecen como c, como capital, es decir: 1º) como propiedad de una persona distinta que el trabajador, separada de la capacidad de trabajo, como propiedad de los que no trabajan; 2º) como mero adelanto, inversión de capital para crear plusvalía. El capital constante c, sólo aparece aquí como base de v + p. Pero el capital constante expresa todavía algo más, la función de los medios de producción en el proceso de trabajo humano con independencia de toda forma histórico-social. Materias primas e instrumentos para el trabajo las necesita en la misma medida el habitante de la Tierra del Fuego para fabricar su canoa familiar, que la comunidad cam­pesina de la India para labrar sus tierras; el fellah egipcio para cul­tivar las suyas, como los constructores de las Pirámides de Egipto; el esclavo griego en la pequeña manufactura ateniense, tanto como el siervo de la gleba feudal y el moderno trabajador asalariado. Los medios de producción creados ya por el trabajo humano son la ex­presión del contacto del mismo con la naturaleza y constituyen, por tanto, una condición previa general eterna, del proceso productivo. Así, pues, la magnitud en la fórmula c + v + p expresa un determinado papel de los medios de producción, que no cesa al terminar el trabajo. Al paso que, tanto para el cambio como para el consumo de las mercancías, es totalmente indiferente que sean fruto de tra­bajo pagado o no pagado, de trabajo asalariado, de esclavos, de sier­vos o de cualquier otro trabajo, para el consumo de las mercancías es de importancia decisiva el que sean medios de producción o artículos necesarios para la vida. El hecho de que para la elabora­ción de una máquina se emplee trabajo pagado y no pagado, sólo tiene importancia para el fabricante de la máquina y sus obreros; para la sociedad que adquiera la máquina a través del cambio, sólo tiene importancia su calidad de medio de producción, su función en el proceso productivo. Ninguna sociedad ha podido olvidar el impor­tante papel de los medios de producción, como tampoco la necesidad de elaborar los medios de producción necesarios para el período si­guiente. Y sólo de este modo la sociedad capitalista puede adueñarse todos los años de su producción de valor según la fórmula v + p; es decir, que sólo puede realizar la explotación del trabajo asalariado cuando existe la cantidad de medios de producción necesarios para formar el capital constante, como fruto del período de producción an­terior. Esta relación específica de cada uno de los períodos de pro­ducción con el siguiente que constituye el elemento básico y funda­mental del proceso de reproducción en la sociedad, y que consiste en que una parte de los productos de cada período está destinada a crear medios de producción para el siguiente, fue ignorada por Smith. En los medios de producción no le interesaba su papel específico den­tro del proceso productivo, cómo se utilizaban, sino tan sólo el hecho de que eran un producto del trabajo asalariado capitalista, como cualquier otra mercancía. El papel capitalista específico del tra­bajo asalariado en el proceso de producción de la plusvalía le ocul­taba totalmente el papel básico fundamental de los medios de produc­ción en el proceso de trabajo. Su mirada, empañada por prejuicios burgueses, no penetraba tras la relación social particular entre tra­bajo asalariado y capital, y la relación general entre hombre y natu­raleza. Aquí parece hallarse el verdadero origen del dogma de Adam Smith, según el cual el valor de la producción social anual en su to­talidad se resuelve en la fórmula v + p. Smith olvidaba que c, como miembro de la fórmula c + v + p, es la expresión necesaria de un hecho social básico: la explotación capitalista de trabajo asalariado.
Así, pues, el valor de toda mercancía ha de expresarse en la fórmula
c + v+ p
Ahora, se pregunta en qué sentido puede aplicarse esto a la totali­dad de las mercancías de una sociedad. Examinemos las dudas de Smith, particularmente en lo referente a que el capital fijo y circu­lante, así como la renta del individuo, no coinciden con las mismas categorías desde el punto de vista social; lo que para unos es capi­tal circulante no es para otros capital, sino renta, por ejemplo, los adelantos para salarios. Esta afirmación descansa en un error. Cuando el capitalista paga salarios a los trabajadores, no entrega capital va­riable, que pasa a manos del obrero para transformarse en renta, sino que entrega la forma de valor de su capital variable contra su forma natural, la fuerza-trabajo. El capital variable está siempre en poder del capitalista: primero en forma de dinero, luego en forma del tra­bajo que ha comprado, más tarde en figura de una parte de valor de las mercancías elaboradas, para volver finalmente a él después de la transformación de las mercancías en forma de dinero, más el in­cremento. Por otra parte, el obrero no llega a poseer nunca el capi­tal variable. Para él la fuerza-trabajo no es nunca capital, sino pa­trimonio (patrimonio para trabajar, el único que posee). Cuando la ha enajenado percibiendo dinero en calidad de salario, este dinero no es tampoco para él capital, sino el precio de la mercancía que ha vendido. Finalmente, el hecho de que el obrero compre artículos alimenticios con los salarios percibidos tiene tan poco que ver con la función que este dinero ha desempeñado como capital variable en manos del capitalista, como el uso privado que hace cada vendedor de una mercancía con el dinero por ella recibido. Por consiguiente, no es el capital variable del capitalista el que se convierte en renta del trabajador, sino el precio de la mercancía vendida por el obrero, su fuerza-trabajo, mientras el capital variable continúa antes y des­pués en poder del capitalista y como tal funciona.
Tan falsa como ésta es la idea de que la renta (plusvalía) del capitalista, que, por ejemplo, reside en máquinas aún no vendidas, como sucede a menudo a los fabricantes de las mismas, es capital fijo para otro, para el comprador de las máquinas. Lo que consti­tuye la renta del fabricante de máquinas no son las máquinas o una parte de ellas, sino la plusvalía en ellas encerrada, esto es, el tra­bajo no pagado de sus trabajadores asalariados. Después de la venta de la máquina esta renta continúa, como antes, en poder del fabri­cante de máquinas; no ha hecho más que cambiar su apariencia transformándose de máquina en dinero. A la inversa, el comprador de la máquina no adquiere por la compra la propiedad de su capital fijo, pues éste ya lo tenía en su poder en figura de un cierto capital monetario. Al comprar la máquina no ha hecho más que dar a su capital la figura material que necesitaba para hacerla funcionar pro­ductivamente. Antes de la venta de la máquina, como después de ella, la renta (la plusvalía) sigue en poder del fabricante de máqui­nas, y el capital fijo en poder del otro, del comprador capitalista de la máquina. Exactamente igual que en el primer ejemplo, el capital variable está siempre en poder del capitalista y la renta en poder del obrero.
Lo que ha ocasionado la confusión de Smith y todos sus sucesores es haber mezclado en el cambio capitalista de mercancías la forma de uso de las mercancías con sus relaciones de valor, y, además, el no haber separado las diversas circulaciones de capital y mercancías que se entrecruzan constantemente. El mismo acto de cambio de mercan­cías puede ser visto en un aspecto como circulación de capital, y en otro como simple cambio de mercancías para la satisfacción de las necesidades de consumo. El aserto falso, lo que para uno es capital es, para el otro, renta y a la inversa, se reduce pues a la afirmación exacta: lo que para uno es circulación de capital para el otro es simple cambio de mercancías y a la inversa. Con esto no se hace más que poner de manifiesto la capacidad de transformación del capital en su curso y el entrecruzamiento de diversas esferas de interés en el proceso de cambio social, pero no queda abolida por ello la exis­tencia bien delimitada del capital, tanto en su figura constante como en la variable, en contraposición a la renta.
Y, no obstante, Smith con sus afirmaciones de que el capital y la renta del individuo no coinciden plenamente con estas categorías de la sociedad se aproxima mucho a la verdad; pero para descubrir claramente el nexo hubiera necesitado algunos eslabones interme­dios más.


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