Rosa Luxemburg Índice Prólogo 4 primera parte: El problema de la reproducción 5


CAPITULO V La circulación del dinero



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CAPITULO V La circulación del dinero

Hasta ahora, al considerar el proceso de reproducción hemos pres­cindido totalmente de la circulación del dinero. No hemos prescindido del dinero como expresión y medida de valor; antes al contrario, to­das las relaciones del trabajo social se tomaban y medían como ex­presadas en dinero. Ahora, es también necesario examinar el esque­ma de la reproducción simple desde el punto de vista del dinero como medio de cambio.


Como ya creía el viejo Quesnay, para comprender el proceso de la producción de la propiedad social, además de ciertos medios de pro­ducción y consumo, es menester presuponer una cierta suma de dine­ro.24 Ahora bien, con referencia a dicho postulado, cabe preguntar dos cosas: ¿en qué manos ha de hallarse esta suma y cuál ha de ser su cuantía? Lo primero que no ofrece duda es el hecho que los obre­ros asalariados perciben su salario en dinero para adquirir con él medios de subsistencia. Socialmente en el proceso de reproducción esto significa que los obreros perciben meros libramientos sobre un fondo de medios de subsistencia, que les son atribuidos en toda so­ciedad, cualquiera que sea su forma de producción histórica. Pero la circunstancia de que los trabajadores no reciben en este caso direc­tamente sus medios de subsistencia, sino por cambio de mercancías, es tan esencial para la forma capitalista de producción, como el que no se pongan directamente bajo el mando de los poseedores de los medios de producción sobre la base de una relación personal de dependencia de trabajo, sino por medio del cambio de mercancías, vendiendo su trabajo. La venta del trabajo y la compra libre de los medios de subsistencia por los trabajadores son los elementos esen­ciales de la producción capitalista. Ambas cosas se expresan e inter­median por la forma monetaria del capital variable v.
El dinero, por tanto, entra ante todo en la circulación merced al pago de los salarios. Por consiguiente, los capitalistas de ambas sec­ciones, todos los capitalistas, tienen que arrojar ante todo a la cir­culación dinero, cada cual según el monto de los salarios por él paga­dos. Los capitalistas de la sección I deben hallarse en posesión de 1.000 en dinero; los capitalistas de la sección II, de 500, para pagar a sus obreros. De este modo en nuestro esquema entran en la circu­lación dos cantidades de dinero: (I) 1.000 v y (II) 500 v. Ambas se invierten por los obreros en medios de subsistencia, esto es, en pro­ductos de la sección II. Así se mantiene el trabajo, es decir, se reproduce el capital variable de la sociedad en su forma natural, y este capital es la base del resto de la reproducción del capital. Al mismo tiempo, de este modo los capitalistas II, colocan 1.500 de su producto total, 500 a los propios obreros, 1.000 a los de la otra sección. Los capitalistas II adquieren por virtud de este cambio 1.500 en dinero, de los cuales 500 han vuelto a ellos como propio capital variable, que podrá volver a circular como tal, es decir, que habrá cerrado por de pronto su ciclo. Pero 1.000 representan una nueva adquisición, sacada de la realización de una tercera parte del propio producto. Con estos 1.000 en dinero los capitalistas II adquieren de los capita­listas I medios de producción para renovar el capital constante des­gastado. Por esta adquisición la sección II ha renovado la mitad del capital constante necesario (II c) en forma natural, y a cambio de ello la suma de dinero 1.000 ha pasado a los capitalistas I. Para éstos no es más que su propio dinero pagado como salario a sus obreros lo que vuelve a ellos después de dos actos de cambio, para poder fun­cionar luego como capital variable, con lo cual queda agotado por de pronto el movimiento de esta suma de dinero. Sin embargo, la circulación social no ha llegado a su término. Los capitalistas I no han realizado todavía su plusvalía, que ostenta la forma de medios de producción, para comprar medios de subsistencia para sí, y los capitalistas II no han renovado todavía la otra mitad de su capital constante. Estos dos actos de cambio coinciden tanto en su cuantía de valor como materialmente, pues los capitalistas I obtienen los medios de subsistencia de la sección II para la realización de su plusvalía, I 1.000 p, suministrando por su parte en cambio a los capitalistas II los medios de producción, II 1.000 c, que les faltan. Pero para que se verifique este cambio se requiere una nueva suma de I dinero. Cierto que podemos arrojar a la circulación algunas veces más las sumas de dinero anteriormente puestas en movimiento, a lo que nada habría que objetar teóricamente. Pero en la práctica no es posible, porque las necesidades de consumo de los capitalistas han de satisfacerse con tanta continuidad como las de los obreros; ambas corren, por tanto, paralelas con el proceso de reproducción y necesitan sumas particulares de dinero para cambiarse. Por todo lo cual los capitalistas de ambas secciones, todos los capitalistas, además de una cantidad de dinero para el capital variable necesitan disponer de dinero para realizar la plusvalía en objetos de consumo. Por otra parte, en la producción y antes de la realización del producto total, es necesario también la adquisición continuada de ciertas partes del capital constante, su parte circulante (materias primas y auxiliares, alumbrado, etc.). Resulta de aquí que así como los capitalistas I han ce disponer de ciertas cantidades de dinero para cubrir su propio consumo, los capitalistas II han de tenerlas también a su disposi­ción para satisfacer sus necesidades de capital constante. Por tanto, el cambio de (I) 1.000 p en medios de producción contra (II) 1.000 c en medios de subsistencia, adopta forma de dinero, adelantado en parte por los capitalistas I para sus necesidades de consumo y en par­te por los capitalistas II para sus necesidades de producción.25 De la suma de dinero 1.000 necesaria para este cambio, puede adelantar 500 cada una de las secciones capitalistas, o pueden dividírsela en otra proporción, en todo caso hay dos cosas seguras: 1º, la suma total común de que dispongan ha de ser suficiente para realizar el cambio entre I 1.000 p y II 1.000 c; 2º, sea cual fuere el modo como se halla distribuída la suma de dinero, tras el cambio total social realizado cada uno de los grupos capitalistas vuelve a tener en sus manos la misma suma de dinero que ha arrojado en la circulación. Esto puede aplicarse en general a la circulación social total. Una vez realizada la circulación, el dinero vuelve siempre a su punto de par­tida, de modo que verificados todos los cambios los capitalistas han conseguido dos cosas: en primer lugar han cambiado sus productos, cuya forma natural les era indiferente, por otros, cuya forma natu­ral necesitan, bien como medio de producción, bien como medio de propio consumo, y en segundo lugar ha vuelto a sus manos el dinero lanzado por ellos a la circulación para verificar estos cambios.
Desde el punto de vista de la circulación simple de mercancías es éste un fenómeno incomprensible. En ella, por el contrario, mer­cancía y dinero cambian constantemente de lugar, la posesión de la mercancía excluye la posesión del dinero, el dinero ocupa constan­temente el puesto que la mercancía deja vacante y a la inversa. Esto es perfectamente aplicable a todo acto individual del cambio de mer­cancías, bajo cuya forma se realiza la circulación social. Pero ésta es algo más que un cambio de mercancías, es circulación de ca­pital y es característico y esencial de ésta que no sólo vuelve a manos de los capitalistas el capital como magnitud de valor con su incremento, la plusvalía, sino que al mismo tiempo sirve a la repro­ducción social; esto es, asegura la forma natural del capital produc­tivo (medios de producción y trabajo) y el sostenimiento de los no trabajadores. Como todo el proceso social de la circulación parte de los capitalistas, que se hallan tanto en posesión de los medios de pro­ducción, como del dinero necesario para la circulación, al final de cada ciclo el capital social ha de volver a hallarse todo en sus manos, distribuido entre cada grupo y cada capitalista individual en la me­dida de sus inversiones. En manos de los trabajadores el dinero sólo se encuentra pasajeramente, para facilitar el cambio entre la forma monetaria y la forma natural del capital variable; en manos de los capitalistas es la forma en que se manifiesta una parte de su capital, y, por tanto, ha de volver a ellos constantemente. Hasta ahora sólo hemos considerado la circulación en cuanto se verifica entre las dos grandes secciones de la producción. Pero queda todavía sobrante: del producto de la primera sección, 4.000 en forma de medios de pro­ducción, que permanecen en ella para renovar su propio capital cons­tante, 4.000 c; en la segunda sección 500 en medios de subsistencias, que permanecen igualmente en la misma sección, como medios de consumo de la propia clase capitalista, por valor de su plusvalía II 500 p. Y como la producción es capitalista en ambas secciones, es decir, producción privada no regulada, la distribución del propio pro­ducto de cada sección entre sus capitalistas individuales (de los medios de producción de la sección I o de los medios de consumo de la sección II) sólo puede realizarse a través del cambio de mercan­cías, esto es, por un gran número de actos de compraventa entre capitalistas de la misma sección. Por tanto, este cambio requiere igualmente la existencia de ciertas cantidades de dinero en poder de los capitalistas de ambas secciones, tanto para el reemplazo de los medios de producción en I 4.000 c, como para la de los medios de consumo de la clase capitalista en II 500 p. Esta parte de la circu­lación no ofrece en sí ningún interés particular, pues ostenta el carácter de circulación simple de mercancías, ya que en ella tanto compradores como vendedores pertenecen a una misma categoría de agentes de producción, y sólo determinan el desplazamiento de dine­ro y mercancías dentro de la misma clase y sección. Análogamente, el dinero necesario para esta circulación ha de hallarse de antemano en manos de la clase capitalista, y constituye una parte de su capital.
Hasta ahora la circulación del capital total social, aun teniendo en cuenta la circulación del dinero, no ofrecía en sí nada extraordi­nario. Que para esta circulación es necesario que se halle en poder de la sociedad una cierta suma de dinero, ha de aparecer evidente de antemano por dos razones. En primer lugar, la forma general de pro­ducción capitalista es la producción de mercancías, lo que lleva con­sigo la circulación de dinero, y en segundo lugar, la circulación del capital se basa en la transformación constante de sus tres formas: ca­pital dinero, capital productivo y capital mercancía. Para que sean posibles estas transformaciones, es menester que exista dinero que pueda representar el papel de capital monetario. Y finalmente, como este dinero actúa como capital (en nuestro esquema sólo analizamos la producción capitalista), en cualquier forma ha de hallarse en po­sesión de la clase capitalista, que lo arroja a la circulación, para re­cibirlo nuevamente de la misma.
Sólo un detalle puede extrañar a primera vista. Si todo el dinero que circula en la sociedad es puesto por los capitalistas, se deduce que los capitalistas tienen que adelantar el dinero para la realización de su propia plusvalía. La cosa se presenta como si los capitalistas como clase tuvieran que pagar su propia plusvalía con su propio dinero, y como éste tiene que hallarse en posesión de la clase capitalista antes de la realización del producto de cada período de producción, puede parecer a primera vista que la apropiación de plusvalía no descansa, como ocurre de hecho, sobre el trabajo no pagado de los obreros asalariados, sino que es un resultado del simple cambio de mercan­cías, para el cual la clase capitalista misma suministra el dinero en igual cantidad. Una breve reflexión disipa la falsa apariencia. Según el curso general de la circulación la clase capitalista se encuentra antes y después en posesión de su dinero, que vuelve a ella o per­manece en sus manos, mientras por otra parte ha adquirido y consu­mido medios de subsistencia por el mismo importe. Téngase en cuenta que nos mantenemos siempre fieles al supuesto fundamental del es­quema de la reproducción: reproducción simple, esto es, renovación de la producción en la antigua escala, y empleo de toda la plusvalía producida en artículos de consumo para la clase capitalista.
Por lo demás, la falsa apariencia desaparece completamente si en vez de estacionarnos en un período de reproducción, considera­mos varios períodos en su sucesión y encadenamiento. Lo que los capitalistas ponen hoy en circulación como dinero para realizar su propia plusvalía, no es otra cosa sino la figura en dinero de la plus­valía procedente del período de producción anterior. Si bien el capi­talista ha de adelantar dinero de su propio bolsillo para comprar sus medios de subsistencia (mientras la nueva plusvalía producida se encuentra en forma natural inaprovechable, o su forma natural apro­vechable en manos extrañas), el dinero que ahora se adelanta a sí mismo vino a su bolsillo como resultado de la realización de su plus­valía obtenida en el período anterior. Y este dinero volverá a él cuando haya realizado la nueva plusvalía que ahora aparece en for­ma de mercancía. Por consiguiente, en el transcurso de varios perío­dos resulta que la clase capitalista saca regularmente de la circula­ción, además de todas las formas naturales de su capital, sus propios medios de consumo, permaneciendo al mismo tiempo en su poder, sin merma, su cantidad de dinero originaria.
Para el capitalista resulta, del carácter de la circulación del di­nero, que no puede nunca transformar íntegramente su capital mo­netario en medios de producción, sino que tiene que dejar siempre aparte una cantidad de capital en forma de dinero para capital va­riable, y además para la adquisición continuada de medios de pro­ducción en el transcurso del período productivo. Sin olvidar el di­nero suficiente para su consumo personal.
De aquí resulta para el proceso de reproducción del capital social total la necesidad de la producción y reproducción del material mo­netario. A las dos grandes secciones de la producción social, la pro­ducción de medios de producción y la producción de medios de consumo, debiera añadirse como sección tercera la producción de medios de cambio, de los que es característico que no sirven ni para la pro­ducción ni para el consumo, sino que manifiestan el trabajo social en mercancías que no son susceptibles de uso. Es verdad que el dinero y la producción de dinero, así como el cambio y la producción de mercancías, son mucho más antiguos que la forma de producción capitalista. Pero sólo en esta última la circulación del dinero se ha convertido en forma general de la circulación social, y con ello en elemento básico del proceso reproductivo social. La exposición de la producción y reproducción del dinero en su enlace orgánico con las otras dos secciones de la producción social, suministraría los linea­mientos del proceso total capitalista en sus aspectos esenciales.
Es cierto que aquí nos separamos de Marx. Marx coloca la pro­ducción de oro (para simplificar se reduce a la obtención del oro la producción total de dinero) en la primera sección de la producción social. “La producción de oro figura, como la de metales preciosos en general, en el sector I, es decir, en la categoría que engloba la producción de medios de producción.”26 Esto sólo es cierto en cuanto que se trate de producción de oro en el sentido de producción de metal, es decir, de metal para fines industriales (alhajas, dientes de oro, etc.). Pero como dinero el oro no es metal, sino encarnación del trabajo abstracto social, y, como tal, ni es medio de producción ni de consumo. Por lo demás, una ojeada al esquema de la reproduc­ción muestra a qué errores tenía que conducir la confusión de los medios de cambio con medios de producción. Si junto a las dos sec­ciones de la producción social ponemos la representación esquemá­tica de la producción anual de oro (en el sentido de material dine­rario), obtenemos las tres series siguientes:
4.000 c + 1.000 v + 1.000 p = 6.000 medios de producción

2.000 c + 500 v + 500 p = 3.000 medios de consumo



20 c + 5 v + 5 p = 30 material-dinero (o)
La cuantía de valor elegida por Marx como ejemplo, no corres­ponde en manera alguna a la cantidad de dinero que circula anual­mente en la sociedad, sino tan sólo a la parte anualmente reprodu­cida, esto es, al desgaste anual de material monetario, que es una magnitud constante, siempre que no varíe la escala de la reproduc­ción social, la duración de la rotación del capital, o la rapidez de la circulación de mercancías. Si, como Marx quiere, consideramos la tercera serie como parte integrante de la primera, resulta la siguien­te dificultad. El capital constante de la tercera sección, 20 c, consiste en medios de producción reales concretos, como en las otras dos (edificios, instrumentos, materias auxiliares, vasijas, etc.); pero el producto de esta sección, 30 material-dinero, que representa dinero, no puede actuar en ningún proceso de producción en su forma natural como capital constante. Si, pues, añadimos este producto 30 material-dinero como parte integrante al producto de la primera sección 6.000 medios de producción, tendremos un déficit social de medios de producción del mismo valor, que hará imposible la reproducción en la misma escala en la sección primera o en la sección segunda. Según lo supuesto hasta aquí (que cons­tituye la base de todo el esquema marxista) el producto de cada una de las dos secciones en su forma material destinado al uso es el punto de partida de la reproducción en conjunto, las proporcio­nes del esquema se basan en este supuesto sin el cual se disuelven en el caos. Así, el primer nexo de valor fundamental descansaba en la ecuación: I 6.000 medios de circulación = I 4.000 c + II 2.000 c. Esto no puede regir para el producto III 30 material-dinero, pues el dinero no puede ser empleado (en la proporción I 20 c + II 10 c) por las dos secciones como medio de producción. El segundo nexo fundamental derivado del primero des­cansaba en la ecuación I 1.000 v + 1.000 p = II 2.000 c. Para la producción de oro esto significaría que saca tantos medios de pro­ducción de la sección II como medios de producción le suministra. Pero esto tampoco es exacto. Cierto que la producción de oro saca del producto social total tanto medios de producción concretos que utiliza como capital constante, como medios concretos de consumo para sus obreros y capitalistas, y ello por el importe de su capital variable y su plusvalía. Pero su propio producto no puede actuar como medio de producción en ninguna producción, como no puede entrar como medio de subsistencia en el consumo humano. Por consiguiente, colocar la producción de dinero en la sección I vulneraría todas las proporciones de valor y materiales del esquema de Marx.
El intento de Marx de introducir la producción de oro como parte de la sección I (medios de producción) le lleva a resultados peligro­sos. El primer acto de circulación entre esta nueva subsección, a la que Marx llama I oro [Io]27, y la sección II (medios de consumo) consiste, como de ordinario, en que los obreros de la sección Io, con el dinero obtenido por sus salarios de los capitalistas (5 v) compran medios de consumo de la sección II. El dinero así utilizado no es todavía producto de la nueva producción, sino dinero acumulado de los capitalistas Io procedente de la masa de dinero que se hallaba an­teriormente en el país, lo que es correcto. Pero ahora Marx hace que los capitalistas II, con los 5 percibidos en dinero compren a Io 2 de oro “como material de mercancía”, saltando así la producción de dinero a la producción industrial de oro, lo que tiene tan poco que ver con el problema de la producción de dinero como la producción de cepillos para los zapatos. Pero como de los supuestos Io, 5 v queda un resto de 3, con el que los capitalistas II no saben qué hacer, pues no pueden utilizarlo como capital constante, Marx hace que esta cantidad de dinero se atesore. Pero para que no se pro­duzca con ello ningún déficit en el capital constante de II, que ha de ser cambiado totalmente contra medios de producción I (v + p), Marx halla el siguiente subterfugio: “este dinero debe transferirse íntegramente de IIc a IIp, ya exista éste en medios de subsistencia o en artículos de lujo, trasfiriéndose a cambio de ello el correspondiente valor-mercancías de IIp a IIc. Resultado: que una parte de la plusvalía se acumulará como tesoro en dinero.”28 Todo lo cual es bastante extraño. No había­mos tenido en cuenta al comienzo más que la reproducción del desgaste anual del material monetario, y aparece de pronto, sin em­bargo, un atesoramiento de dinero, esto es, un sobrante de dicho material. Este sobrante surge (no se sabe por qué) a costa de los capitalistas de la sección productora de medios de subsistencia, que han de privarse (no para ampliar su propia producción de plusva­lía, sino para que haya medios de subsistencia bastantes para los trabajadores) de la producción de oro.
Pero esta virtud cristiana se les recompensa bastante mal a los capitalistas de la sección II. No sólo a pesar de su “abstinencia” no pueden ampliar su producción, sino que ni siquiera están en con­diciones de emprender su producción en la anterior escala. Pues, aunque el “valor y mercancías” correspondientes sea transportado de II p a II c, no importa sólo el valor, sino la forma material concreta de este valor, y como ahora una parte del producto de I consiste en dinero que no puede ser utilizado como medio de pro­ducción, la sección II, a pesar de la abstinencia, no puede renovar completamente su capital constante. De esta manera resultaría vul­nerado el supuesto del esquema, la reproducción simple, en dos di­recciones: atesoramiento de la plusvalía y déficit del capital cons­tante. Estos resultados logrados por Marx prueban que es imposible que la producción de oro sea incluida en una de las dos secciones de su esquema sin destruir ni vulnerar su esencia. Esto acontece ya por virtud del primer cambio entre las secciones I y II. La investi­gación acerca del cambio de oro nuevo producido dentro del capital constante de la sección I, que se había propuesto Marx, no se en­contraba en el manuscrito, como hace resaltar Engels. Hubiera au­mentado aún más las incompatibilidades. Por lo demás, Marx mismo confirma nuestra concepción y agota la cuestión con dos palabras al decir tan sobria como certeramente: “el dinero en sí mismo no es un elemento de la reproducción efectiva”29
Hay además una razón de peso para presentar la producción del dinero como una sección III particular de la producción total social. El esquema marxista de la reproducción simple rige como base y punto de partida del proceso de reproducción, no sólo para la eco­nomía capitalista, sino también (mutatis mutandis) para todo or­den económico planificado, por ejemplo, el socialista. Por el contra­rio, la producción de dinero desaparece con la forma de mercancía de los productos, es decir, con la propiedad privada de los medios de producción. Constituye los “falsos costos” de la economía anárquica del capitalismo, un peso específico de la sociedad a base de econo­mía privada, que se pone de manifiesto en el gasto anual de una cantidad considerable de trabajo para la elaboración de productos que no sirven ni para la producción ni para el consumo. Este gasto de trabajo de la sociedad que se produce en la forma capitalista, y que desaparece en una economía socialmente regulada, halla una expresión más exacta considerado como sección independiente en el proceso general de la reproducción del capital total. Y es indiferente en este sentido que nos representemos un país que produce oro por sí mismo o que lo obtiene del extranjero. En el último caso, lo único que ocurre es que se cambia por oro una cantidad de trabajo objetivado igual a la necesaria directamente para su producción.
Se ve por lo dicho que el problema de la reproducción del capital total no es tan simple como resulta a menudo considerado desde el punto de vista de las crisis, en cuyo caso la cuestión se plantea aproximadamente en estos términos: ¿cómo es posible que en una economía de incontables capitales individuales sin plan concertado se cubran por la producción total de la sociedad sus necesidades to­tales? Suponiendo luego que la contestación ha de ser dada por las oscilaciones permanentes de la producción en torno a la demanda, esto es, en las alternativas periódicas de prosperidad y crisis. En esta concepción que trata el producto social total como una masa indiferenciada de mercancías y la necesidad social de una manera abstrusa, se olvida lo más importante, la característica específica de la forma capitalista de producción. Como hemos visto, el problema de la reproducción capitalista encierra un buen número de propor­ciones exactas, que se refieren tanto a las categorías capitalistas específicas como (mutatis mutandis) a las categorías generales de trabajo humano y cuya combinación, tanto en su contradicción como en su coincidencia, constituye el verdadero problema. El esquema de Marx es la solución científica del mismo.
Tenemos ahora que preguntarnos qué significación real tiene el esquema del proceso de reproducción analizado. Según este esque­ma, el producto total social entra por entero en la circulación, se satisfacen todas las necesidades de consumo, la reproducción se rea­liza sin obstáculos, la circulación del dinero sigue a la circulación de mercancías, el ciclo del capital social se cierra exactamente. ¿Qué ocurre en realidad? Las proporciones del esquema dan una base exacta de la división del trabajo social dentro de una producción dirigida con arreglo a un plan y considerada desde el punto de vista de la reproducción simple, es decir, de una producción cuya mag­nitud es constante. En la economía capitalista falta toda organiza­ción planificada del proceso total. Por eso nada transcurre en él exactamente conforme a la fórmula matemática, como ocurre en el esquema. Antes bien, el ciclo de la producción se realiza en medio de constantes desviaciones de las proporciones del esquema, lo que se pone de manifiesto:
* en la oscilación diaria de los precios;

* en las constantes alzas y bajas de los beneficios;

* en las incesantes fluctuaciones del capital de una rama de pro­ducción a otra;

* en un movimiento pendular, periódico, cíclico de la reproduc­ción entre superproducción y crisis.


Pero no obstante todas estas desviaciones, el esquema representa la media social necesaria en torno a la cual se realizan aquellos movimientos, y a la que tienden constantemente después de haberse alejado de ella. Esta media hace que los movimientos vacilantes de los capitalistas individuales no degeneren en un caos, sino que sean referidos a una norma determinada que asegura la existencia de la sociedad, no obstante la carencia de un plan concertado.
Si se compara el esquema marxista de la reproducción con el Tableau économique de Quesnay, salta en seguida a la vista, tanto los puntos de contacto que los acercan como el abismo que los se­para. Estos dos esquemas señalan el principio y el fin de la econo­mía política clásica y son los dos únicos intentos para expresar exactamente el movimiento general del consumo y la producción capitalista en su enlace mutuo y en sus relaciones con los incon­tables productores y consumidores privados. Ambos reducen la abi­garrada confusión, obra del movimiento de los capitales individuales, a aquellos lineamientos básicos en que está anclada la posibilidad de la existencia y desarrollo de la sociedad capitalista a pesar de su funcionamiento anárquico sin sujeción a regla. Ambas reúnen el doble punto de vista que se halla en el fondo del movimiento total del capital social: el ser al mismo tiempo como movimiento de ca­pital, producción y apropiación de plusvalía, y como movimiento social, producción y consumo de necesidades materiales de la exis­tencia cultural humana. En ambas, la circulación de los productos como circulación de mercancías caracteriza el proceso total, y en ambas el movimiento del dinero no hace más que manifestarse como expresión externa, aparente, de la circulación de mercancías.
Pero en la exposición de estos lineamientos fundamentales hay una profunda diferencia. El Tableau de Quesnay convierte, sin duda, en punto cardinal de la producción total la producción de plusvalía, pero concibe todavía la plusvalía bajo la forma ingenua feudal de la renta de la tierra y es, por tanto, parcial en el análisis de con­junto.
Igualmente hace de una distinción material en la masa del producto total otro punto básico de la reproducción social, pero la concibe dentro de la ingenua oposición entre productos agrícolas y manu­facturados, tomando así diferencias exteriores, en las materias con que tiene que habérselas el hombre trabajador, por categorías fun­damentales del proceso de trabajo humano en general.
Así, pues, en Marx la producción de plusvalía es captada en su forma pura, general y absoluta. Al mismo tiempo las condiciones materiales externas de la producción son tenidas en cuenta con la distinción fundamental entre medios de producción y medios de consumo, y la proporción entre ambos es reducida a una propor­ción exacta de valor.
Si se pregunta por qué la solución del problema, tan felizmente iniciada por Quesnay, fracasó en los economistas burgueses poste­riores, y qué es lo que era necesario para llegar al enorme progreso que significa el análisis marxista, hallamos dos razones substanciales y previas. Ante todo, el esquema marxista de la reproducción des­cansa en la distinción clara y precisa de ambos aspectos del trabajo en la producción de mercancías: el trabajo concreto útil que crea determinados valores de uso y el trabajo abstracto general huma­no que crea valores sociales necesarios. Este pensamiento genial de la teoría del valor de Marx, que entre otras cosas ha hecho posi­ble la solución del problema del dinero, le condujo también a la separación y unión de los dos puntos de vista dentro del proceso total de la producción: el punto de vista del valor y el de las re­laciones materiales. En segundo lugar, el esquema tiene como base la distinción precisa entre capital constante y variable, que es la que permite descubrir el mecanismo interior de la producción de plusvalía y establecer una proporción de valor exacta entre ella y las otras dos categorías de la producción: medios de producción y medios de consumo.
A todos estos puntos de vista se aproximó la economía clásica posterior a Quesnay y particularmente en Smith y Ricardo. En Ricardo la teoría del valor recibió aquella forma rigurosa que hace que frecuentemente se la confunda incluso con la marxista. Desde el punto de vista de su teoría del valor, Ricardo ha visto también que era falsa la resolución del precio de todas las mercancías en v + p hecha por Smith, y que ha producido tantos daños en el análisis de la reproducción, pero no se preocupó más de esto, como en general no dio gran importancia al problema de la repro­ducción total en general. E incluso el análisis ricardiano significó en cierto sentido un retroceso con respecto a Smith, del mismo modo que éste, en parte, había significado un retroceso con res­pecto a los fisiócratas. Si Ricardo ha elaborado con más precisión y unidad las categorías fundamentales de la economía burguesa: valor, salario, plusvalía, capital, que sus predecesores, las ha traza­do, en cambio, de un modo más rígido. Smith tenía mucha más comprensión para los nexos vitales, para el gran movimiento del todo. Si no le importaba en ocasiones dar para el mismo problema dos soluciones, o incluso tres o cuatro, como ocurre con el proble­ma del valor, y contradecirse tranquilamente en las diversas fases del análisis, justamente sus contradicciones le llevaban a considerar el todo desde puntos de vista diversos y a comprenderlos en su diná­mica. La barrera con que tenían que chocar ambos (Smith y Ri­cardo) era su horizonte burgués limitado. Para comprender las categorías fundamentales de la producción capitalista, valor y plus­valía, en su movimiento vivo como un proceso social de reproducción, se debía tomar este movimiento históricamente y considerar a las categorías mismas como formas históricamente condicionadas de relaciones generales de trabajo. Con esto queda dicho que el problema de la reproducción del capital total sólo podía ser re­suelto por un socialista. Entre el Tableau économique y el esque­ma de la reproducción del segundo tomo de El Capital se encuentra no sólo en el tiempo, sino también en el contenido, la grandeza y decadencia de la economía burguesa.

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