Tami Hoag
Serie Doucette, 03
FALSA ALARMA
ÍNDICE
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FALSA ALARMA:
Prólogo Error: Reference source not found
Capítulo 1 Error: Reference source not found
Capítulo 2 Error: Reference source not found
Capítulo 3 Error: Reference source not found
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Epílogo Error: Reference source not found
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RESEÑA BIBLIOGRÁFICA Error: Reference source not found
Nota de la autora
Las personas familiarizadas con mi obra saben que profeso especial afecto a esa parte de Luisiana denominada Acadiana. Mi interés arraiga en mi propia historia familiar, pese a que la música fue lo primero que atrajo mi atención, y este interés se ramifica hacia la historia, la lingüística y el amor por los ambientes originales y frágiles. En Falsa Alarma, como en mis obras anteriores ambientadas en la Luisiana meridional, he hecho todo lo posible para llevar al lector la sensación y el aroma de la región bayou. He realizado un esfuerzo especial para describir parte de la diversidad cultural de la región mediante el empleo de los dialectos locales —sobre todo, por medio del uso de una serie de palabras y frases del francés cajun. Al final del libro puede hallarse un glosario de estas palabras y frases.
El francés cajun es un lenguaje diferenciado, que nació en Francia y se desarrolló en Luisiana. Alrededor del sesenta por ciento de las palabras del vocabulario cajun están en un diccionario francés estándar. El resto corresponde al patois, palabras y frases que se originaron en la necesidad, y que están adaptadas al ambiente y al pueblo que vive en él. Mis fuentes del francés cajun, utilizadas en Falsa Alarma, incluyen Conversational Cajun French, por Harry Jannise y Randall P. Whatley, y A Dictionary of the Cajun Language, por el reverendo monseñor Jules O. Daigle, M.A., S.T.L., una fuente completa y sobre todo una defensa maravillosa de un lenguaje que merece vivir y florecer.
En un mundo en que soportamos presiones cada vez más intensas en favor del conformismo y la homogeneidad, la diversidad étnica es un don precioso. Mi sincero agradecimiento a las personas que tratan de preservar y alimentar especies amenazadas, como la lengua cajun.
Merci boucoup.
TAMI HOAG
Se nos arrebatan todas las cosas, y se convierten
en pedazos y partes del espantoso Pasado.
Alfred Tennyson, The Lotus-Eaters
Prólogo
La embarcación se desliza sobre las aguas quietas del bayou. Aguas quietas y oscuras, tan oscuras como el cielo de la noche. Tan oscuras como el corazón de un asesino. En el agua se alza el ciprés, una fila tras otra, altos centinelas inmóviles y silenciosos como la muerte. Detrás de los cipreses, en las orillas, los sauces llorones, las ramas inclinadas como soportando el dolor, y el roble vivo con las ramas y los troncos retorcidos, que parecen cosas encantadas congeladas eternamente en un momento de agonía. Y de las ramas contorsionadas pende el musgo, gris y polvoriento y salpicado, como antiguas boas emplumadas que quedaron para pudrirse en el desván de una mansión olvidada y arruinada hace mucho tiempo.
Todo es gris y negro en la noche del pantano. La ausencia de luz, el reflejo de la luz. Un gajo de luna metido entre altas nubes, que después desaparece. La quietud desciende alrededor cuando pasa la embarcación. Los ojos espían desde los juncos, desde los árboles, desde la superficie del agua. La noche es la hora del cazador y el cazado. Pero todas las criaturas esperan mientras la embarcación se desliza entre ellas, y su motor ronronea, bajo y grave, como el gruñido de una pantera. El aire de expectación se hace mas denso, como la bruma que flota entre los troncos del túpelo y los arboles del caucho
Esta noche ha atacado un depredador, astuto y perverso, sin otra motivación que la emoción de apoderarse de la vida de otro ser, y saborear el poder que le permite destruirla. Las criaturas del pantano observan mientras el depredador pasa, y el olor de la sangre fresca se mezcla con el aroma rancio y metálico del bayou y el dulce perfume de la miel silvestre, el jazmín y la verbena
El motor se apaga. El bote mueve un conjunto de jacintos acuáticos, enfila entre los nenúfares y las espadañas y se acerca a la orilla lodosa, donde los helechos y las enredaderas crecen y forman una masa enmarañada. A lo lejos, un grito desgarra la trama de la noche. Como un eco. Como un recuerdo. El depredador sonríe, satisfecho y astuto, pensando, no en la nutria que emitió el grito, sino en la mujer que yace muerta sobre el fondo del bote.
Otra muerte. Otro ataque. Otro sentimiento embriagador. El poder, más seductor que el sexo, más vicioso que la cocaína. La sangre, tibia y sedosa, dulce como el vino. El pulso de la vida impregnado de miedo, latiendo frenético avanzando y apagándose
El cuerpo va a parar a la orilla, y queda cerca del final de un sendero cubierto de conchas aplastadas que reluce polvoriento, blanco cuando la luna de nuevo proyecta su luz —aparece y se esfuma, aparece y se esfuma.
El haz de luz ilumina una mata oscura de cabellos, húmedos y desgreñados, sin rastros del estilo que había sido recreado y asegurado tan dificultosamente pocas horas antes; una cara, pálida como un fantasma, las mejillas pintadas de rojo como las de un payaso, el lápiz de labios formando manchas, la boca torcida, los ojos abiertos mirando sin ver el cielo. Pidiendo compasión, buscando la libertad Demasiado tarde para cualquiera de ambas cosas.
La descubrirán. Un día, quizá dos después. Los pescadores acudirán buscando lugares propicios. La encontrarán. Pero nadie descubrirá a su asesino
Demasiado astuto, demasiado inteligente, inmune a las leyes humanas, al margen del ámbito de la sospecha, el depredador camina.
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