Pregunta: ¿Cómo podríamos comprender mejor esa manifestación mórbida del cáncer, "desde el campo original del espíritu"?
Ramatís: El espíritu es el comandante único y el responsable exclusivo de la armonía y del funcionamiento de todo el cosmos de células que constituyen su cuerpo carnal, el cual no tiene vida aparte o independiente de la voluntad de su dueño. Ni aun el sentido instintivo que regula las diversas actividades orgánicas del cuerpo físico y que se presume funcionen sin el conocimiento directo del alma, tal como el fenómeno de la nutrición, el de andar y el de respirar, es un acontecimiento automático, pues su armonía y éxito de acción controladora, dependen siempre del mejor contacto del espíritu con el cuerpo carnal. El sistema respiratorio, el estómago, el intestino o el corazón, pueden sufrir alteración, también, como consecuencia de la menor emoción o cambio del pensamiento, pues aunque sean órganos que se hallen fuera del alcance de la voluntad, son perturbados en su automatismo cuando se hallan sometidos a gran insistencia por nuestro temor, angustia, irascibilidad o melancolía.
Es de conocimiento popular, que la alegría aumenta el flujo de la bilis en el hígado, que la cólera lo paraliza y que la tristeza lo reduce. Los médicos afirman que se producen innumerables modificaciones y reacciones en la vesícula biliar, ante simples variaciones de nuestro pensamiento y de nuestro sentimiento. Esas alteraciones, como lo hemos recordado anteriormente, ocurren más comúnmente en la región hepática, porque el cuerpo astral, que es el responsable de la manifestación de las emociones del espíritu, se halla ligado al de la carne justamente en el plexo solar, más conocido por plexo abdominal en la terminología médica, el cual es el principal contralor de los fenómenos digestivos. También se unen allí los nervios simpáticos y parasimpáticos, con importantes funciones en esa zona. El primero, tiene por función acelerar el trabajo de los órganos digestivos y regular la entrada de la bilis en la vesícula; mientras el segundo retarda todos sus movimientos fisiológicos.
Gran número de los fenómenos que ocurren en el cuerpo físico, comprueban la intervención del pensamiento producido por la mente humana, que actúa a través del sistema nervioso y repercute por el sistema glandular, fácilmente afectable por nuestras emociones. El miedo, la vergüenza, la rabia o la timidez, causan modificaciones en la circulación cutánea y producen la palidez o el enrojecimiento del rostro. Bajo las descargas de adrenalina y demás alteraciones de las hormonas, de los jugos gástricos y de los cambios en los centros térmicos, las pupilas se contraen y se dilatan, como también los vasos capilares. Muchas enfermedades propias de la región abdominal, como las del estómago, las del intestino o las del páncreas, se originan exactamente en las perturbaciones nerviosas ocasionadas por el descontrol mental y emotivo.
Siendo el cuerpo físico constituido por células que se hallan en incesante asociación con las más variadas e innumerables colectividades microbianas, que viven sumergidas en los líquidos hormonales, en los jugos, en los fluidos y en otras sustancias químicas producidas por los órganos más evolucionados, es evidente que la cohesión, la armonía y la afinidad de trabajo entre esas asombrosas fuerzas vivas del mundo microscópico, dependen también fundamentalmente del estado mental y de la emotividad del espíritu. Este es el verdadero responsable del equilibrio electrónico de la red atómica y de las relaciones del mundo oculto con el mundo exterior de la materia. La salud, pues, así como la enfermedad, viene de "adentro hacia afuera" y de "arriba hacia abajo", tal como ya lo han definido con mucha inteligencia, los homeópatas; pues la armonía de la carne depende siempre del estado de equilibrio y de la armonía del propio espíritu encarnado.
Ya hemos explicado que la fuerza mental comanda la fuerza nerviosa y que ésta repercute en el organismo muscular, para efectuar luego las modificaciones favorables o intervenir desordenadamente, lesionando la estructura de los órganos o del sistema orgánico. La enfermedad, pues, en vez de ser una desarmonía específica de determinado órgano o sistema de órganos, es el producto de un desorden funcional que afecta toda la estructura orgánica. Es un estado mórbido que el propio espíritu hace reflejar perturbadoramente en todos sus campos de fuerzas físicas y planos de manifestación. Ya hemos dicho que la irregularidad en el campo mental, produce también sus toxinas específicas mentales, que repercuten en el cuerpo astral y carbonizan las fuerzas astralinas inferiores. Entonces, se produce el gradual rebajamiento vibratorio del contenido tóxico psíquico que se espesa y densifica, fluyendo hacia la carne y constituyendo el morbo que se sitúa luego en cualquier órgano o sistema del cuerpo físico, produciendo la indeseable condición enfermiza.
Es así como la manifestación mórbida que provoca la enfermedad en el organismo humano, comienza por la perturbación del espíritu "desde su campo originar de acción espiritual, y, después "baja" gradualmente a través de los distintos planos intermediarios del mundo oculto.
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