Pregunta: ¿Podéis decirnos si nuestra humanidad se encuentra muy lejos de ver extinguido por completo el cáncer?
Ramatís: La inquietud mental, la insatisfacción, la angustia y la excitación emotiva que acometen vuestra humanidad en el siglo actual, se transforman en pésimos multiplicadores morbosos del psiquismo falto de vigilancia. Por tanto, aceleran fácilmente la frecuencia del cáncer, pues si es enfermedad que lleva la anarquía al crecimiento y a la cohesión de las células, es sumamente influenciada por las perturbaciones contradictorias mentales y emotivas. Al haber alcanzado la humanidad la época profética del "juicio final" o de la gran selección espiritual de la derecha y de la izquierda del Cristo, necesita librarse lo más rápidamente posible de todos los tóxicos milenarios que todavía se adhieren a la contextura evolucionada del periespíritu. La purgación incesante, que aumenta de día en día, apresura, también, el curso de las enfermedades insidiosas, produciendo el clima adecuado para el recrudecimiento del cáncer.
A pesar de las apelaciones médicas y de la profilaxis preventiva de las campañas y de las cruzadas contra el cáncer, su reducción depende, fundamentalmente, de la cristificación consciente y desinteresada de los hombres, constituida en una renuncia deliberada contra los vicios y las pasiones que violentan el electronismo básico de la organización física. Pero no es suficiente la simple adhesión a cualquier secta religiosa o a cualquier filosofía admirablemente superior, para obtener la deseada solución terapéutica, pues si eso bastara, no sucumbirían por el cáncer, los sacerdotes, los obispos, los cardenales, las monjas, los pastores protestantes, los sentenciosos jefes o líderes entusiastas de los modernos movimientos espirituales eclécticos.
¡Ninguna droga farmacéutica, ningún proceso quirúrgico, ninguna aplicación radioterápica, podrán extinguir prematuramente el morbo canceroso, cuyas raíces enfermizas se profundizan en el terreno cultivado por los desatinos del alma, la gran olvidada de todos los tiempos!
Mientras la droga química puede curar el cuerpo, que no es otra cosa que el organismo transitorio actuando en el escenario de la materia, sólo el medicamento evangélico será capaz de curar el espíritu, que es la entidad inmortal del Universo.
Pregunta: Sin querer ser indiscretos, nos gustaría que pudieseis decirnos cuál sería la terapéutica más indicada, en el momento, para la mejor solución del caso del cáncer, independientemente de la urgente modificación espiritual del enfermo. ¿Podréis hacerlo?
Ramatís: Sin duda, es la bioquimioterapia la más indicada para el tratamiento del cáncer en la actualidad, así como ciertos recursos que la Medicina puede encontrar en la fitoterapia. Además, es la propia Medicina la que considera el cáncer como una enfermedad eminentemente clínica, por cuyo motivo debería ser tratada especialmente por tales medios. La cirugía, aunque preste socorro avanzado en ciertos casos, apenas mutila, sacrificando parte del tejido normal, para evitar la recidiva; recurso, además, inútil, por cuanto el morbo continúa fluctuando en el periespíritu del enfermo, en espera de una nueva oportunidad patogénica. En cuanto a los otros métodos, algunos ya experimentados y puestos de lado, entre los cuajes podemos citar el termocauterio, la fulguración eléctrica o el bisturí eléctrico, las radiaciones por los rayos X, el radium o la bomba de cobalto-60, sólo pueden combatir el síntoma objetivo, que es una ocurrencia local, pero no pueden alcanzar la estructura morbosa que afecta el todo-individuo.
Por tanto, el médico tendrá siempre mejores oportunidades de curar, obrando a través de la quimioterapia y de la botánica, por cuanto se dirige al todo metabólico, mientras la cirugía solamente extrae piezas vivas dañadas por el cáncer, y la radioterapia procura extinguir el foco canceroso en la periferia de la materia, esto es, en su vertencia mórbida, en su efecto, pero no en su causa. El científico terrestre podrá tener algún éxito compensador, en el caso de que se interese en el uso de las sustancias absorbentes, radiactivas o superactivas en el tratamiento canceroso, que posean los elementos esenciales para las estasis de la proliferación anómala, en virtud de poder actuar en el metabolismo de las células por una acción magnética y de influencia electrónica, obligando al morbo a converger más intensamente en la carne y, al mismo tiempo, neutralizarlo. En ese caso, la liquidación de los neoplasmas malignos, en el momento, sería más sensata por ese proceso, sin lesionar los tejidos circunvecinos, hasta que el ciudadano terrestre se sensibilice más y presente la necesaria electividad psíquica que le permita obtener mayor curación a través de la magnetoterapia y de la homeopatía bajo alta dinamización.
Como el virus astral que provoca el cáncer no puede ser visto ni aniquilado por los recursos de la terapia física, la química y la botánica ofrecen mejores perspectivas de éxito, porque el empleo de sustancias absorbentes y radiactivas, no sólo convoca a la frecuencia más periférica, sino que presenta mejores oportunidades para lograr extinguirlo bajo el bombardeo magnético de los electrones de incidencia profunda. Eso se podría efectuar con ciertos productos carboníferos derivados de la hulla, que hayan permanecido en terrenos ricos en magnetismo y en radiactividad y, posiblemente, constituidos por fuerte combustión prehistórica. El carbón mineral, posee una exótica facultad en el tratamiento del cáncer; ayuda a invertir los polos del elemento creador que fue subvertido por el conflicto energético o por la intervención desatinada de la mente y de la emotividad humana. Predispone, así, a un nuevo encadenamiento celular dentro del plano de la creación.
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