Magia, ciencia y religióN


El interés selectivo del hombre por la naturaleza



Yüklə 0,99 Mb.
səhifə7/34
tarix04.01.2022
ölçüsü0,99 Mb.
#60878
1   2   3   4   5   6   7   8   9   10   ...   34

3. El interés selectivo del hombre por la naturaleza

Esto nos lleva al tema del totemismo, que hemos definido brevemente en la primera sección. Como hemos visto, en relación con el totemismo hemos de preguntarnos lo siguiente: en primer lugar, ¿por que una tribu salvaje selecciona para ser tótems suyos un número limitado de especies, primor­dialmente animales y plantas, y en qué principios se basa tal selección? En segundo lugar, ¿por qué tal actitud selectiva se expresa en creencias de afi­nidad, en cultos de multiplicación, especialmente en las prohibiciones de los tabúes totémicos y tam­bién en los mandatos de comida ritual, cual en el «sacramento totémico» de los australianos? Final­mente y en tercer lugar, ¿por qué, paralela a la sub­división de la naturaleza en un número limitado de especies seleccionadas, existe una subdivisión tribal en forma de clanes correlatados con tales especies?

La psicología perfilada arriba sobre la actitud del primitivo para con el alimento y su abundancia, y, nuestro principio de la perspectiva mental de ca­rácter práctico y pragmático que es propia del hom­bre, nos proporcionan, directamente, una respuesta. Hemos visto que el alimento es el nexo primero entre el primitivo y la providencia. Y la necesidad de la comida y el deseo de su abundancia han lleva­do al hombre a afanes económicos, cual la recolec­ción, la caza y la pesca, a la vez que esos mismos afanes iban englobando emociones intensas y varia­das. Cierto número de especies vegetales y anima­les, las que constituyen el alimento base de la tribu, dominan el interés de sus miembros. Para el hombre primitivo, la naturaleza es una despensa viva a la que, primordialmente en los estadios infe­riores de la cultura, le es menester recurrir para re­coger alimentos, cocinar y comer cuando le acosa el hambre. La ruta desde la naturaleza hasta el estómago del salvaje es muy corta y, en consecuencia, también lo es hasta su mente, y el mundo, para él, es un fundo indiscriminado del que sobresalen las especies de plantas y animales que son útiles, y pri­mordialmente las comestibles. Los que han vivido en la jungla en medio de los salvajes y han toma­do parte en expediciones de depredación o caza, o han navegado con ellos por las lagunas, o han pasado noches enteras a la luz de la luna en los arenales marinos, acechando los bancos de peces o la apa­rición de la tortuga, saben hasta qué punto el inte­rés del primitivo es selectivo y afinado y cuán ce­losamente sigue las indicaciones, pistas y costum­bres de su presa mientras que resulta indiferente a cualquier otro estímulo. Toda especie que sea habi­tualmente perseguida constituye un núcleo en torno al cual giran todos los intereses, impulsos y emocio­nes que una tribu tiende a cristalizar. Un sentimien­to de naturaleza social viene construido alrededor de cada especie, sentimiento que, naturalmente, halla expresión en el folklore, el credo y el rito.

Es menester recordar aquí que el mismo tipo de impulso que hace deleitarse a los niños pequeños con los pájaros y tomar agudo interés por las ali­mañas y tener miedo de los reptiles, coloca a los animales en el más importante puesto de la natu­raleza para el hombre primitivo. En atención a su afinidad general con el hombre ―se mueven, emiten sonidos, manifiestan emociones, tienen cuerpos y caras como él mismo― y a sus superiores poderes ―los pájaros vuelan en lo abierto, los peces nadan bajo las aguas, los reptiles renuevan su piel y su vida y pueden desaparecer en la tierra― por todo esto el animal, el nexo intermedio entre naturaleza y hombre, a menudo su aventajado en fuerza, agili­dad y destreza y usualmente su indispensable pre­sa en la caza, ocupa un lugar de excepción en la visión que del mundo tiene el primitivo.

El salvaje se interesa profundamente por la apa­riencia y propiedades de los animales; desea ser su dueño y, en consecuencia, controlarlos como cosas útiles y comestibles. Todos estos intereses se com­paginan y, al hacerse más fuertes en su fusión, producen el mismo efecto: la selección, entre las principales preocupaciones del hombre, de un determinado número de especies, primero animales y vegetales después, mientras que las cosas inanimadas o productos de su industria no constituyen in­cuestionablemente sino un orden secundario, una introducción por analogía de objetos que no guar­dan relación alguna con lo que es la substancia del totemismo.

Es claro que la naturaleza del interés que el hom­bre pone en las especies totémicas indica también el tipo de credo o culto que habrá de esperarse. Pues­to que su deseo es el de dominar la especie, por pe­ligrosa, útil o comestible, tal deseo ha de conducir a una creencia ya sea en un poder especial sobre esa especie, ya en una afinidad con ella o en una esen­cia común entre el hombre y el animal o la planta. Tal creencia implica, por un lado, ciertas considera­ciones y restricciones ―la más evidente será la pro­hibición de matar y comer―; por otro lado concede al hombre una facultad sobrenatural de contribuir ritualmente a la abundancia de la especie, a su propagación y a su vitalidad.

Este ritual conduce a actos de naturaleza mágica mediante los cuales se consigue la prosperidad. La magia, como veremos en breve, tiende, en todas sus manifestaciones, a especializarse, a volverse exclu­siva, dividida en compartimentos, y a ser heredita­ria en el ámbito de un clan o familia. En el tote­mismo la multiplicación mágica de cada especie se convertirá de modo natural en el deber y privilegio de un especialista al que su familia asiste. En el curso del tiempo las familias se convierten en cla­nes, contando cada uno con un jefe en cuanto caudi­llo mágico de su tótem. En sus formas más elemen­tales el totemismo, tal como se encuentra en Austra­lia central, es un sistema de cooperación mágica más cierto número de cultos místicos, cada uno de los cuales cuenta con su propia base social pero teniendo un único fin común, a saber, proporcionar abundan­cia a la tribu. Así el totemismo, en su aspecto so­ciológico, puede explicarse según los principios de la primitiva sociología mágica en general. La exis­tencia de clanes totémicos y su correlación con el credo y el culto no es sino un ejemplo de la magia dividida en ramas y de la tendencia a que el ritual mágico sea heredado por una familia. Esta explica­ción, hasta cierto punto condensada como la expre­samos aquí, trata de mostrarnos cómo, en su orga­nización social, esto es, en el credo y el culto, el totemismo no es una extravagante consecuencia, ni un resultado fortuito de algún accidente o conste­lación especial, sino que es el producto natural de unas condiciones naturales.

De esta suerte ya hemos respondido a nuestras preguntas: el interés selectivo que el hombre tiene por un número limitado de animales y plantas, y el modo en el que tal interés se expresa en lo ritual y se condiciona en lo social, parece ser el resultado natural de las condiciones de existencia del primitivo, de las actitudes espontáneas del salvaje hacia los ob­jetos naturales y de sus ocupaciones. Desde el punto de vista de la supervivencia, resulta vital que el inte­rés que el hombre siente por unas especies en la prác­tica indispensables no se amengüe nunca y que la creencia en su capacidad para controlarlas le propor­cione energía y resistencia en sus empeños, y estimu­le su observación y conocimiento de hábitos y natura­leza de animales y plantas. Así el totemismo parece una bendición que la religión concede a los esfuer­zos del hombre primitivo por habérselas con su en­torno útil, en su «lucha por la existencia». Al mismo tiempo desarrolla su reverencia hacia aquellos ani­males y plantas de los que depende, hacia los que en un sentido se siente agradecido y cuya muerte le es, sin embargo, precisa. Y todo ello brota de la creencia en la afinidad del hombre con aquellas fuerzas de la naturaleza de las que principalmente depende. Halla­mos de ese modo un valor moral y un significado biológico en el totemismo, o sea en un sistema de creencias, prácticas y convenciones sociales que a pri­mera vista no parecen ser sino una infantil, degra­dante y baladí fantasía del primitivo.




Yüklə 0,99 Mb.

Dostları ilə paylaş:
1   2   3   4   5   6   7   8   9   10   ...   34




Verilənlər bazası müəlliflik hüququ ilə müdafiə olunur ©muhaz.org 2024
rəhbərliyinə müraciət

gir | qeydiyyatdan keç
    Ana səhifə


yükləyin