Rosa Luxemburg Índice Prólogo 4 primera parte: El problema de la reproducción 5



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Prácticamente, el militarismo, sobre la base de los impuestos indirectos, actúa en ambos sentidos: asegura, a costa de las condi­ciones normales de vida de la clase trabajadora, tanto el sosteni­miento del órgano de la dominación capitalista (el ejército perma­nente) como la creación de un magnífico campo de acumulación para el capital.262
Pasemos ahora a la segunda fuente del poder de compra del Es­tado, constituida, en nuestro ejemplo, por los 150, que dentro del total de 250, se destinan a ingenios de guerra. Los 150 se diferen­cian esencialmente de la suma 100 hasta ahora considerada. No proceden ya de los obreros, sino de la pequeña burguesía (artesa­nos y campesinos). (Prescindimos aquí de la pequeña participación relativa a la clase capitalista misma en los impuestos).
La suma de dinero proveniente de la masa campesina (a la que tomaremos aquí como representante de la masa de consumido­res no proletarios) en forma de impuestos al Estado, no ha sido adelantada originariamente por el capital, ni se ha separado de la circulación del mismo. En manos de la masa campesina, es el equi­valente de mercancías realizada, el valor obtenido merced a la producción simple de mercancías. Lo que en este caso se traspasa al Estado es una parte del poder de compra de consumidores no capitalistas; un poder de compra, que sirve, por tanto, de antema­no al capital, para realizar la plusvalía con fines de acumulación. Se pregunta si el traslado del poder de compra de estas capas al Estado, para fines militares, es causa de alteraciones económicas que afecten al capital, y de qué naturaleza son éstas. Se ve, a pri­mera vista, que también aquí se trata de modificaciones en la for­ma material y en la reproducción. En vez de una masa de medios de producción y de consumo para los consumidores campesinos, el capital producirá valor material de guerra para el Estado. De hecho, el desplazamiento es profundo. Ante todo, el poder de com­pra de los consumidores no capitalistas que el Estado lanza a la circulación, gracias al mecanismo del impuesto, será cuantitativa­mente mucho mayor que el que tendría para su propio consumo.
El moderno sistema de impuestos es, en gran medida, lo que ha obligado a los campesinos a producir mercancías. La presión del impuesto obliga al campesino a transformar en mercancías una parte cada vez mayor de su producto, pero al mismo tiempo le convierte, cada vez más, en comprador; lanza a la circulación el producto de la economía campesina y transforma al campesino en comprador forzado de productos capitalistas. Por otra parte, incluso bajo el supuesto de una producción agrícola de mercancías, el sis­tema tributario hace que la economía campesina despliegue un mayor poder de compra del que desplegaría en otro caso.
Lo que de otro modo se acumularía, como ahorro de los campe­sinos y de la clase media modesta, para aumentar en cajas de aho­rros y bancos el capital disponible, se encuentra ahora, por obra del impuesto, en poder del Estado como una demanda y una posi­bilidad de inversión para el capital. Además, en vez de un gran número de pedidos de mercancías diseminadas y separadas en el tiempo, que en buena parte serían satisfechos por la simple pro­ducción de mercancías y, por tanto, no influirían en la acumu­lación del capital, surge aquí un solo y voluminoso pedido del Esta­do. Pero la satisfacción de este pedido supone, de antemano, la existencia de una industria en gran escala y, por tanto, condicio­nes favorables para la producción de plusvalía y de acumulación. Por otra parte, en forma de pedidos militares del Estado, el poder de compra concentrado en una enorme cuantía de las masas con­sumidoras, se salva de la arbitrariedad de las oscilaciones subjetivas del consumo personal, y está dotado de una regularidad casi automática, de un crecimiento rítmico. Finalmente, la palanca de este movimiento automático y rítmico de la producción capitalista para el militarismo, se encuentra en manos del capital mismo, mer­ced al aparato de la legislación parlamentaria y de la organización de la prensa destinada a crear la llamada opinión pública. Merced a ello, este campo específico de la acumulación del capital parece tener, al principio, una capacidad ilimitada de extensión. Mientras cualquiera otra ampliación del mercado y de la base de operación del capital depende, en gran parte, de elementos históricos, socia­les, políticos, que se hallan fuera de la influencia del capital, la pro­ducción para el militarismo constituye una esfera cuya ampliación sucesiva parece hallarse ligada a la producción del capital.
Las necesidades históricas que conlleva la competencia mundial intensificada para la conquista de condiciones de acumu­lación, se transforman así, para el capital mismo, en un magnífico campo de acumulación. Cuanto más enérgicamente emplee el ca­pital al militarismo para asimilarse los medios de producción y trabajadores de países y sociedades no capitalistas, por la política internacional y colonial, tanto más enérgicamente trabajará el militarismo en el interior de los países capitalistas para ir privando, sucesivamente, de su poder de compra a las clases no capitalistas de estos países, es decir, a los sostenedores de la producción sim­ple de mercancías, así como a la clase obrera, para rebajar el ni­vel de vida de la última y aumentar en grandes proporciones, a costa de ambos, la acumulación del capital. Sólo que, en ambos aspectos, al llegar a una cierta altura, las condiciones de la acumu­lación se transforman para el capital en condiciones de su ruina.
Cuanto más violentamente lleve a cabo el militarismo, tanto en el exterior como en el interior, el exterminio de capas no capita­listas, y cuanto más empeore las condiciones de vida de las capas trabajadoras, la historia diaria de la acumulación del capital en el escenario del mundo se irá transformando más y más en una ca­dena continuada de catástrofes y convulsiones políticas y sociales que, junto con las catástrofes económicas periódicas en forma de crisis, harán necesaria la rebelión de la clase obrera internacional contra la dominación capitalista, incluso antes de que haya tropeza­do económicamente con la barrera natural que se ha puesto ella misma.
El capitalismo es la primera forma económica con capacidad de desarrollo mundial. Una forma que tiende a extenderse por todo el ámbito de la Tierra y a eliminar a todas las otras formas económicas; que no tolera la coexistencia de ninguna otra. Pero es también la primera que no puede existir sola, sin otras formas económicas de qué alimentarse, y que al mismo tiempo que tiene la tendencia a convertirse en forma única, fracasa por la incapa­cidad interna de su desarrollo. Es una contradicción histórica viva en sí misma. Su movimiento de acumulación es la expresión, la solución constante y, al mismo tiempo, la graduación de la contra­dicción. A una cierta altura de la evolución, esta contradicción sólo podrá resolverse por la aplicación de los principios del socialismo; de aquella forma económica que es, al mismo tiempo, por naturaleza, una forma mundial y un sistema armónico, porque no se encaminará a la acumulación, sino a la satisfacción de las nece­sidades vitales de la humanidad trabajadora misma y a la expan­sión de todas las fuerzas productivas del planeta.

1 C. Marx, El Capital, Tomo I, FCE, México, 1972.

2 En esta exposición suponemos que la plusvalía es idéntica al beneficio del empresario, lo que es cierto con referencia a la producción total, que es la que únicamente interesa en los sucesivo. También prescindimos de la escisión de la plusvalía en sus elementos: beneficio del empresario, interés del capital, renta de la tierra, ya que de momento carece de importancia para el problema de la reproducción.

3 El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972.

4 Véase análisis del Tableau economique en el Journal de l’Agriculture, du commerce et des finances por Dupont, 1766, página 605 y siguientes de la edición hecha por Oncken de las obras de F. Quesnay. Quesnay hace notar expresamente que la circulación por él descrita tiene como supuesto dos condiciones: una circula­ción comercial sin obstáculos y un sistema tributario que sólo grave la renta: “Pero estos requisitos son condiciones sine quabus non; suponen que la libertad de comercio sostiene la venta de las producciones a un buen precio. Y suponen, por otra parte, que el cultivador no tiene que pagar directa o indirectamente otros gravámenes que pesen sobre la renta. Una parte de la cual, por ejemplo, las dos séptimas partes, debe constituir el ingreso del soberano.” (Edición citada, página 311)


5 Adam Smith, Naturaleza y causas de la riqueza de las naciones.

6 Acerca de Rodbertus, con su concepto específico de “El capital nacional”, véase más adelante en la Sección Segunda.

7 S. B. Say. Traité d’Economie Politique, libro II, capítulo V, 8ª edición. París, 1976, página 376.

8 Por lo demás, debe anotarse que Mirabeau en sus Explications al Tableau, menciona en un pasaje, expresamente, el capital fijo de la clase estéril: “los avances primitives de esta clase para establecimiento de manufacturas, instru­mentos, máquinas, molinos, forjas y otras fábricas… 2.000.000.000” (Tableau Eco­nomique avec ses explications, Mil sept cent soixante, página 82). Cierto que en su desconcertante esbozo del Tableau el propio Mirabeau no tiene en cuenta este capital fijo de la clase estéril.

9 Smith formula esto en términos generales: “The value which the workmen add to the materials, therefore resolves itself in this case into two parts; of which the one pays their wages, the other the profits of their employer upon the whole stock of materials and wages which he advanced” (Wealth of Nations, edición Mc. Culloch 1928, tomo 1, página 83). “El valor que los obreros agregan a los materiales se divide, por tanto, en este caso en dos partes, una de las cuales paga sus salarios y la otra los beneficios de su empresario sobre la totalidad del capital adelantado para materiales y salarios.” Y en el libro II, cap. III, refiriéndose especialmente al trabajo industrial: “… El trabajo de un obrero de fábrica añade al valor de las materias primas por él elaboradas el de su propio sustento y la ganancia de su empresario; en cambio el de un criado no aumenta el valor de nada. Aunque el obrero de fábrica percibe de su empresario por adelantado el salario, en realidad no causa a éste costo alguno, pues, por regla general, le de­vuelve una ganancia adicional por el valor acrecido del objeto elaborado.” (lugar citado, I, página 341)

10 “Los hombres dedicados al trabajo agrícola… reproducen, según esto, no sólo un valor igual a su propio consumo o al de los capitales que les dan ocupación junto a la ganancia capitalista como los obreros de fábrica, sino uno mucho mayor. Además del capital del arrendatario junto con toda su ganancia, repro­ducen también regularmente la renta para el propietario del suelo.” (lugar citado, I, página 377)

11 Ciertamente, Smith ya en el párrafo siguiente transforma el capital comple­tamente en salarios, en capital variable: “That part of the annual produce of the land labour of any country which replaces a capital, never is immediately em­ployed to maintain any but productive han It pays the wages of productive labour only. That which is inmediately destined for constituting a revenue, either as profit or as rent, may maintain indifferently either productive or un productive hands.” (Edición Mc. Culloch, tomo II, página 98)

12 Wealth of Nations, edición citada, I, página 292.

13 Wealth of Nations, edición citada I, página 292.

14 Wealth of Nations, edición citada, I, página 254.

15 El Capital, tomo II, FCE, México, 1972.

16 A. Smith, Wealth of Nations, edición citada, I, página 376.

17 R. Luxemburg, Die Neue Zeit, tomo II, página 184.

18 Prescindimos de que en Smith se interpone también en ocasiones la concep­ción inversa conforme a la cual el precio de las mercancías no se resuelve en v + p, sino que es el valor de las mercancías el que se compone de v + p. Este quid pro quo es más importante para la teoría smithiana del valor que respecto a lo que nos interesa aquí su fórmula.

19 En este pasaje como en los siguientes, para simplificar, hablamos siempre de producción anual, lo que en la mayoría de los casos sólo puede aplicarse a la agricultura. La producción industrial y la rotación del capital no necesitan coin­cidir con los cambios de años.


20 En una sociedad regulada conforme a un plan, basada en la propiedad común de los medios de producción, no es menester que la división del trabajo entre el trabajo espiritual y el material esté ligada a categorías particulares de la pobla­ción. Pero se manifestará constantemente en la existencia de un cierto número de personas que trabajan espiritualmente y necesitan ser sostenidas materialmente, pudiendo los individuos alternar en el ejercicio de estas diversas funciones.

21 “Cuando se habla del punto de vista social y, por tanto, se enfoca el producto total de la sociedad, que incluye tanto la reproducción del capital social como el consumo individual, no debe caerse en el método que Proudhon copia de la economía burguesa, viendo el problema como si una sociedad basada en el régimen capitalista de producción perdiese, al ser enfocada en bloque, como totalidad, este carácter económico, específico e histórico. Por el contrario, en este caso, nos enfrentamos con el capitalista global, Es como si el capital total de la sociedad fueses el capital de una gran sociedad por acciones formada por todos los capitalistas individuales. En esta sociedad anónima ocurre, como en tantas otras, que todo accionista sabe lo que mete en ella, pero no lo que ha de sacar. (Marx, Carlos; El Capital, tomo II, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, página 386)

22 El Capital, tomo II, FCE, México, 1972.

23 Marx, Carlos, Teorías sobre la plusvalía (en el caso de esta obra de Marx no hemos recurrido a la edición castellana [Teorías sobre la plusvalía, Tres Volúmenes, Fondo de Cultura Económica, México, 1980] ya que difiere sustancialmente de la primera edición manejada por Rosa Luxemburgo para su obra, edición realizada por Kautsky en los años 1905-1910, N d E).

24 Así. pues. en su séptima consideración al Tableau, dice Quesnay, después de haber polemizado con la teoría mercantilista del dinero que equipara éste a la riqueza: “La masa de dinero no puede aumentar en una nación sino en tanto que esta reproducción crece ella misma; de otro modo el acrecentamiento de la masa de dinero no podía hacerse más que en perjuicio de la reproducción anual de las riquezas. No es, pues, por la mayor o menor cantidad de dinero por lo que se debe juzgar la opulencia de los Estados: así se estima que un peculio igual a la renta de los propietarios de las tierras es mucho más que suficiente para una nación agrícola en que la circulación se haga regularmente y el comercio se ejerza con confianza y en plena libertad.” (Analyse du Tableau économique, Edi­ción Oncken, páginas 324-325)


25 Carlos Marx, El Capital, tomo II, sólo toma como punto de partida para este cambio el gasto de dinero de los capitalistas II. Como hace observar con acierto Engels en una nota, esto no modifica el resultado final de la circulación, pero como respuesta de la circulación social ello no es exacto; más acertada es la exposición que hace el mismo Marx más adelante.

26 Marx, Carlos; El Capital, tomo II, FCE, México, 1972, página 418.

27 Véase: El Capital, tomo II, FCE, México, 1972, página 418 (N d E).

28 Marx, Carlos; El Capital, tomo II, FCE, México, 1972, página 419.

29 Marx, Carlos; El Capital, tomo II, FCE, México, 1972, página 419.

30 No sólo el supuesto de la reproducción simple conforme al cual I (v + p) = II c, es incompatible con la producción capitalista, lo que por lo demás no excluye que tomando un ciclo industrial de 10-11 años, algún año ofrezca una reproducción total menor que la anterior, es decir, que no haya ni siquiera re­producción simple en comparación con el año precedente, sino que aun dentro del crecimiento anual natural de la población sólo podría darse reproducción simple en el caso que contribuyesen a consumir los 1.500 que representan la plusvalía total, un número correspondiente de servidores improductivos. Sería en cambio imposible en tal caso la acumulación del capital, esto es, la verdadera producción capitalista.



31 “Así, pues, al progresar la acumulación, cambia la proporcione entre el capital constante y el variable, si originariamente era de 1 : 1, ahora se convierte en 2 : 1, 3 : 1, 4 :1, 5: 1, 7 :1, etc., por donde, como el capital crece, en vez de invertirse en fuerza de trabajo ½ de su valor toal sólo se van invirtiendo, progresivamente, 1/3, ¼, 1/5, 1/6, 1/8, etc., invirtiéndose en cambio 2/3, ¾, 4/5, 5/6, 7/8, etc., en medios de producción. Y como la demanda de trabajo no depende del volumen del capital total, sino solamente del capital variable, disminuye progresivamente a medida que aumenta el capital total, en vez de crecer en proporción a éste, como antes suponíamos. Decrece en proporción a la magnitud del capital total y en progresión acelerada, conforme aumenta esta magnitud. Es cierto que al crecer el capital total crece también el capital variable, y por tanto la fuerza de trabajo absorbida por él, pero en una proporción constantemente decreciente. Los intervalos durante los cuales la acumulación se traduce en un simple aumento de la producción sobre la base técnica existente, van siendo cada vez más cortos. Ahora, para absorber un determinado número adicional de obreros y aun para conservar en sus puestos, dada la metamorfosis constante del capital primitivo, a los que ya trabajan, se requiere una acumulación cada vez más acelerada de capital total. Pero no es sólo esto. Además, esta misma acumulación y centralización creciente se trueca, a su vez, en fuente de nuevos cambios en cuanto a la composición del capital, impulsando nuevamente el descenso de capital variable para hacer que aumente el constante.” (Marx, Carlos, El Capital, tomo I, FCE, México, 1972, páginas 532-533)

32 “El curso característico de la industria moderna, la línea (interrumpida sólo por pequeñas oscilaciones) de un ciclo decenal de períodos de animación media, producción a todo vapor, crisis y estancamiento, descansa en la constante formación, absorción más o menos intensa y reanimación del ejército industrial de reserva o superpoblacion obrera. A su vez, las alternativas del ciclo industrial se encargan de reclutar la superpoblación, actuando como uno de sus agentes de reproducción más activos.” (Marx, Carlos, El Capital, tomo I, FCE, México, 1972, página 535)

33 Marx, Carlos, El Capital, tomo I, FCE, México, 1972, página 489.

34 Marx, Carlos, El Capital, tomo I, FCE, México, 1972, página 490.

35 El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972.

36 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 455.

37 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 455.

38 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 457.

39 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 332.

40 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 406.

41 Marx, Carlos, El Capital, Tomo I, FCE, México, 1972, página 489. Nota 2.

42 Marx, Carlos, El Capital, Tomo I, FCE, México, 1972, página 489.

    43 Prescindimos aquí de casos en los que una parte del producto, por ejemplo el carbón, en las minas de carbón, puede volver directamente, sin cambio, al proceso de producción. Son estos casos excepcionales en el conjunto de la producción capitalista. Véase Carlos Marx, Teorías sobre la plusvalía, tomo II, parte 2ª, página 255 y ss. [Rosa Luxemburg trabajaba con la edición de las Teorías hecha por Kautsky]

44 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 386.

45 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 435.

46 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, páginas 436-437.

47 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, páginas 438-439.

48 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, páginas 441-442-

49 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 442.

50 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 444.

51 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 444.

52 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 445.

53 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 446.

54 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 447 y 448.

55 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 449.

56 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 451.

57 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 451.

58 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 451.

59 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 452.

60 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 452.

61 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 453.

62 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 453.

63 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 453.

64 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 457-458.

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