E la vida y sacramentos de la reina del cielo, y lo que el altísimo obro en esta pura criatura desde su inmaculada con­cepción hasta que en sus virgíneas entrañas tomo carne huma­na el verbo, y los favores que la hizo en estos primeros quin­ce



Yüklə 5,96 Mb.
səhifə166/267
tarix03.01.2022
ölçüsü5,96 Mb.
#36108
1   ...   162   163   164   165   166   167   168   169   ...   267
Respuesta y doctrina de la Reina del cielo.
355. Hija mía, a tu admiración respondo con benevolencia. Ver­dad es que tuve gracia y uso perfecto de razón desde el primer instante de mi concepción, como tantas veces te he mostrado, y pasé por las pensiones de la infancia como otros niños y me criaron con el orden común de todos. Sentí hambre, sed, sueño y penalida­des en mi cuerpo, y como hija de Adán estuve sujeta a estos acci­dentes; porque era justo imitase yo a mi Hijo Santísimo, que admitió estos defectos y penas, para que así mereciese, y con Su Majestad fuese ejemplo a los demás mortales que le habían de imitar. Como la Divina gracia me gobernaba, usaba de la comida y sueño en peso y medida, recibiendo menos que otros y sólo aquello que era pre­ciso para el aumento y conservación de la vida y salud; porque el desorden en estas cosas no sólo es contra la virtud, pero contra la misma naturaleza, que se altera y estraga con ellas. Por mi tempe­ramento y medida, sentía más el hambre y sed que otros niños y era más peligrosa en mí esta falta de alimento; pero si no me le daban a tiempo, o si en ello excedían, tenía paciencia, hasta que oportunamente con alguna decente demostración lo pedía. Y sentía menos la falta de sueño, por la libertad que a solas me quedaba para la vista y conversación con los Ángeles de los misterios divinos.
356. El estar en paños oprimida y atada, no me causaba tanta pena, pero mucha alegría, por la luz que tenía de que el Verbo Hu­manado había de padecer muerte torpísima y había de ser ligado con oprobios. Y cuando estaba sola me ponía en forma de cruz en aquella edad, orando a imitación suya, porque sabía había de morir mi amado en ella, aunque ignoraba entonces que el crucificado había de ser mi Hijo. En todas las incomodidades que padecí después que nací al mundo estuve conforme y alegre, porque nunca se apartó de mi interior una consideración que quiero tengas tú inviolable y perpetua; esto es, que peses en tu corazón y mente las verdades rectísimas que yo miraba, para que sin engaño hagas juicio de todas las cosas, dando a cada una el valor y peso que se le debe. En este error y ceguedad están de ordinario comprendidos los hijos de Adán, y no quiero yo que tú, hija mía, lo estés.
357. Luego que nací al mundo y vi la luz que me alumbraba, sentí los efectos de los elementos, los influjos de los planetas y astros, la tierra que me recibía, el alimento que me sustentaba y todas las otras causas de la vida. Di gracias al Autor de todo, reco­nociendo sus obras por beneficio que me hacía y no por deuda que me debía. Y por esto cuando me faltaba después alguna cosa de las que necesitaba, sin turbación, antes con alegría, confesaba que se hacía conmigo lo que era razón, porque todo se me daba de gracia sin merecerlo y sería justicia el privarme de ello. Pues dime, alma, si yo decía esto, confesando una verdad que la razón humana no puede ignorar ni negar, ¿dónde tienen los mortales el seso o qué juicio hacen, cuando faltándoles alguna cosa de las que mal desean, y acaso no les conviene, se entristecen y enfurecen unos contra otros, y aun se irritan con el mismo Dios, como si recibieran de él algún agravio? Pregúntense a sí mismos ¿qué tesoros, qué riquezas poseían antes que recibieran la vida? ¿qué servicios hicieron al Criador para que se las diese? Y si la nada no pudo granjear más que nada, ni merecer el ser que de nada le dieron, ¿qué obligación hay de sustentarle de justicia, lo que le dieron de gracia? El haberle criado Dios no fue beneficio que Su Majestad se hizo a sí mismo, sino antes fue tan grande para la criatura, cuanto es el ser y el fin que tiene; y si en el ser recibió la deuda que nunca puede pagar, diga ¿qué derecho alega ahora para que, habiéndole dado el ser sin merecerlo, le den la conservación después de haberla tantas veces desmerecido? ¿Dónde tiene la escritura de seguridad y abono para que nada le falte?
358. Y si el primer movimiento y operación fue recibo y deuda con que más se empeñó, ¿cómo pide con impaciencia el segundo? Y si con todo esto la suma bondad del Criador le acude graciosa­mente con lo necesario, ¿por qué se turba cuando le falta lo super-fluo? ¡Oh hija mía, qué desorden tan execrable y qué ceguedad tan odiosa es ésta de los mortales! Lo que les da el Señor de gracia, no agradecen ni pagan con reconocimiento, y por lo que les niega de justicia, y a veces de grande misericordia, se inquietan y enso­berbecen, y lo procuran por injustos e ilícitos medios, y se despeñan tras el mismo daño que huye de ellos. Por sólo el primer pecado que comete el hombre, perdiendo a Dios pierde juntamente la amistad de todas las criaturas; y si el mismo Señor no las detuviera, se con­virtieran todas a vengar su injuria y negaran al hombre las opera­ciones y obsequio con que le dan sustento y vida: el cielo le pri­vara de su luz e influencias, el fuego de su calor, el aire le negara la respiración y todas las otras cosas en su modo hicieran lo mismo, porque de justicia debían hacerlo. Pues cuando la tierra negare sus frutos, y los elementos su templanza y correspondencia, y las otras criaturas se armaren (Sab., 5, 18) para vengar los desacatos hechos contra el Criador, humíllese el hombre desagradecido y vil y no atesore la ira del Señor (Rom., 2, 5) para el día cierto de la cuenta, donde se le hará este cargo tan formidable.
359. Y tú, amiga mía, huye de tan pesada ingratitud, y reconoce humilde que de gracia recibiste el ser y vida y de gracia te la con­serva el Autor de ella; y sin méritos tuyos recibes graciosamente todos los otros beneficios, y que recibiendo muchos y pagando menos, cada día te haces menos digna, y crece contigo la liberali­dad del Altísimo y tu deuda. Esta consideración quiero que sea en ti continua, para que te despierte y mueva a muchos actos de virtud. Y si te faltaren las criaturas irracionales, quiero te alegres en el Señor, y que des a Su Majestad gracias y a ellas bendiciones por­que obedecen al Criador. Si las racionales te persiguieren, ámales de todo corazón y estímalas como instrumentos de la justicia Divina, para que en alguna parte se dé por satisfecha de lo que tú le debes. Y con los trabajos, adversidades y tribulaciones te abraza y con­suela, que a más de merecerlos por las culpas que has cometido, son el adorno de tu alma y joyas de tu Esposo muy ricas.
360. Esta será la respuesta de tu duda; y sobre ella quiero darte la doctrina que te he ofrecido en todos los capítulos. Advierte, pues, alma, a la puntualidad que tuvo mi Santa Madre Ana en cumplir el precepto de la ley del Señor, a cuya grandeza este cuidado fue muy acepto; y tú debes imitarla en él, guardando inviolablemente todos y cada uno de los mandatos de tu regla y constituciones; que Dios remunera liberalmente esta fidelidad y de la negligencia en ella se da por deservido. Sin pecado fui yo concebida y no era necesario ir al sacerdote para que me purificase el Señor, ni tampoco mi madre le tenía, porque era muy santa, pero obedecimos con humil­dad a la ley y por ello merecimos grandes aumentos de virtudes y gracia. El despreciar las leyes justas y bien ordenadas y el dis­pensar a cada paso en ellas tiene perdido el culto y temor de Dios y confuso y destruido el gobierno humano. Guárdate de dispensar fácilmente ni para ti ni para otras en las obligaciones de tu reli­gión. Y cuando la enfermedad o alguna causa justa lo permitiere, sea con medida y consejo de tu confesor, justificando el hecho con Dios y con los hombres, aprobándolo la obediencia. Si te hallares cansada o postradas las fuerzas, no luego remitas el rigor, que Dios te las dará según tu fe; y por ocupaciones nunca dispenses; sirva y aguarde lo que es menos a lo que es más y las criaturas al Cria­dor; y por el oficio de Prelada tendrás menos disculpa, pues en la observancia de las leyes debes ser la primera por el ejemplo; y para ti jamás ha de haber causa humana, aunque alguna dispenses con tus hermanas y subditas. Y advierte, carísima, que de ti quiero lo mejor y más perfecto y para esto es necesario este rigor, que la observancia de los preceptos es deuda a Dios y a los hombres. Y nadie piense que basta cumplir con el Señor, si se queda en pie la deuda con los prójimos, a quien debe el buen ejemplo y no darle materia de verdadero escándalo.—Reina y Señora de todo lo criado, yo quisiera alcanzar la pureza y virtud de los espíritus soberanos, para que esta parte inferior que agrava el alma (Sab., 9, 15) fuera presta en cumplir esta celestial doctrina; grave soy y pesada para mí misma (Job 7, 20), pero, con vuestra intercesión y el favor de la gracia del Altísimo, procuraré, Señora, obedecer a vuestra voluntad, y suya santísima con prontitud, y afecto del corazón; no me falte vuestra intercesión y amparo y la enseñanza de vuestra Santa y altísima doctrina.
CAPITULO 23

Yüklə 5,96 Mb.

Dostları ilə paylaş:
1   ...   162   163   164   165   166   167   168   169   ...   267




Verilənlər bazası müəlliflik hüququ ilə müdafiə olunur ©muhaz.org 2025
rəhbərliyinə müraciət

gir | qeydiyyatdan keç
    Ana səhifə


yükləyin