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participación política, la humanización de los procedimientos



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participación política, la humanización de los procedimientos.

Las ideologías enfrentadas por el dominio mundial, esgrimen argumen-
tos que pueden ser considerados como legítimos, pero que en la práctica
re-
sultan totalmente distorsionados y falseados. Pero como toda ideología es
parcial, sectaria, casi podría decirse absoluta, su pugna carece de un fin su-
perior, ambas han fracasado, ambas luchan por el dominio total de la hu-
manidad para implementar un método deshumanizado. Como poseen un
carácter contagioso, dinamismo y acción, han logrado una mística y fervor
que producen una nebulosa mental, de forma, que hay muchos que sin dar-
se cuenta, viven atrapados por ellas. Ambas ideologías, usan la violencia,
que aplican en distintos campos en forma alternada o simultánea.


Tanto el Marxismo-leninismo, como el liberalismo capitalista, se sirven
de la seguridad, para garantizar la supervivencia de sus sistemas ante el opo-
nente.


Ambas ideologías, en el ámbito de su correspondencia, han tergiversa-
do el concepto de
seguridad en provecho propio, hasta el grado extremo.

Las doctrinas económicas (neoliberalismo) han manipulado arteramen-
te a la
Seguridad Nacional en forma tal que presentan al enemigo en la inte-
rioridad de las Naciones, yaciendo en la propia sociedad civil, a fin de ocul-
tar los siniestros designios de las organizaciones multinacionales y de los im-
perios colonialistas.

La minimización, cuando no el desprecio hacia lo político, enaltecien-


do los beneficios tecnocráticos; la transformación del ciudadano en consu-
midor; el concepto economicista prevaleciente sobre los valores sociales; la
exclusiva dirigencia por los autollamados "los mejores"; la inserción del ca-
pital financiero nacional en las organizaciones financieras mundiales; la su-
bordinación a los dictados de la nueva organización del trabajo; el intento
de la despolitización de las masas, la atomización de las instituciones so-
ciales, la privatización de las empresas pilares del Estado y el fomento y
adherencia a regímenes autoritarios, son algunos de los signos más públicos
y evidentes del espúreo maridaje entre las teorías económicas y de Seguridad
Nacional más recientes.


De esta manera se han formalizado alianzas entre los sectores políticos,
económicos, financieros y militares, donde el último componente, ha aportado
incautamente en muchas ocasiones, el factor indispensable para el desarrollo de


teorías contrarrevolucionarias y antinacionales de los primeros.

Cuando la preocupación prevaleciente de la Seguridad Nacional, mira
hacia adentro más que hacia afuera, significa que no se han realizado
los
análisis correctos para identificar al enemigo, que existe una peligrosa sectarización en las apreciaciones, o bien que las clases dirigentes cumplen roles de alineación y dependencia.

Cuando el enemigo foráneo está bien determinado, en tiempo y espa-
cio, prevalece la fortaleza y la Unidad Nacional.


Cuando la Unión Nacional está concretada cada sector de la sociedad
asume la responsabilidad que le compete en la Seguridad.


Cuando no existe la Unión Nacional cada sector o grupo pretende in-
terpretar y liderar la Seguridad según sus propios intereses.


Ningún país, región o pueblo, escapa a la confrontación ideológica.
Todo el globo terráqueo es campo de lucha.
Esta situación álgida y crítica
ha conducido a los gobiernos a otorgar un grado superlativo al concepto de
seguridad.


De esta manera, se ha estructurado un estado de posiciones que ha
hecho aparecer montado o yuxtapuesto con las ideologías tradicionales, un
estado ideológico de la seguridad.


Esto está claramente definido en el Documento de la III Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano "La Evangelización en el presen-
te y en el futuro de América Latina"-"Documento de Puebla".


"Ambas ideologías señaladas —liberalismo capitalista y marxismo—
se inspiran en humanismos cerrados a toda perspectiva trascendente. Una,
debido a su ateísmo práctico; la otra, por la profesión sistemática de un
ateísmo militante" (546).


"C) En los últimos años se afianza en nuestro continente la llamada
"Doctrina de Seguridad Nacional" que es de hecho, más una ideología que
una doctrina".


"Está vinculada a un determinado modelo económico político, de ca-
racterísticas elitista y verticalistas que suprime la participación amplia del
pueblo en las decisiones políticas. Pretende incluso justificarse en ciertos
países de América Latina como doctrina defensora de la civilización occi-
dental y cristiana. Desarrolla un sistema represivo, en concordancia con su
concepto de "guerra permanente". En algunos casos expresa una clara in-
tencionalidad de protagonismo geopolítico" (547).


La Doctrina de la Seguridad Nacional entendida como ideología absoluta no se
armonizará con una visión cristiana del hombre en cuanto res-
ponsable de la realización de un proyecto temporal ni del Estado, en cuanto
administrador del bien común. Impone en efecto, la tutela del pueblo por
élites de poder, militares y políticas, y conduce a una acentuada desigualdad
de participación en los resultados del desarrollo" (549).

Sin embargo, en el índice anterior, al Iglesia reconoce la necesidad de
una seguridad, que debe responder a principios que especifica:


"Una convivencia futura lo entendemos bien, necesita de un sistema de
seguridad, para imponer el respeto de un orden social justo que permita a
todos cumplir su misión en relación al bien común. Este, por tanto, exige
que las medidas de seguridad estén bajo control de un poder independiente,
capaz de juzgar sobre las violaciones de la ley y de garantizar medidas que
las corrijan" (5487)


El mismo documento citado, identifica a la seguridad con una visión
estatista del hombre.


"Menos conocida pero actuante en la organización de no pocos gobier-
nos latinoamericanos, la visión que podríamos llamar estatista del hombre
tiene su base en la teoría de la Seguridad Nacional. Pone al individuo al ser-
vicio ilimitado de la supuesta guerra total contra los conflictos culturales,
sociales, políticos y económicos y, mediante ellos, contra la amenaza del co-
munismo. Frente a este peligro permanente, real o posible, se limitan, como
en toda situación de emergencia, las libertades individuales y la voluntad del
estado se confunde con la voluntad de la nación. El desarrollo económico y
el potencial bélico se superponen a las necesidades de las masas abandona-
das. Aunque necesaria a toda organización política, la Seguridad Nacional,
vista bajo este ángulo se presenta como un absoluto sobre las personas; en
nombre de ella se institucionaliza la inseguridad de los individuos." (314).


Ningún Estado podrá omitir en sus estudios para la formulación políti-
ca, estas profundas reflexiones de la Iglesia, que llegan en una circunstancia
muy especial para el mundo, y en particular, para las naciones latinoameri-
canas, a las cuales están destinadas.


Todo indica que así como ya alumbra un replanteo global de las ideolo-
gías, en procura de superarlas y anularlas, sobre la base de una filosofía
su-
perior, también está llegando la hora del replanteo de la Seguridad Na-
cional, sobretodo en las naciones, que aún conservan claras posturas, en
procura de un cambio de estructuras y sistemas.


No sucederá en cambio, en aquellas, que a través del gobierno de turno
se aferra, a un "Statu quo" neocolonial y alineado con cualquiera de los
bandos en pugna.


Es indispensable entonces, el compromiso en la elaboración de proyec-
tos históricos que respondan a la propia cultura y a la necesidad de la si-
tuación.


De esta manera, la seguridad deberá servir como instrumento a una co-
munidad que pretenda desenvolverse dentro de principios filosóficos tras-
cendentes, en busca de una sociedad mejor. La seguridad será trascendente
y ética si responde a una filosofía superior; será legítima, si sirve a la auto-
determinación del pueblo que ha asumido esa filosofía.


La segundad se presenta como una constante histórica que condiciona
la existencia y la vida nacional, actuando directamente sobre la sociedad, en
consecuencia: la seguridad es inseparable de la dinámica de las
sociedades.

Por otra parte, en la medida en que se relaciona con la voluntad de la

sociedad de autopreservación así como proteger su desarrollo, la seguridad
adquiere la categoría de uno de los medios y fines fundamentales del estado
y su acepción,
pertenece al campo de la política nacional.

por ello en materia de seguridad, el objetivo fundamental de la política
interna de un estado, será la de preservar y proteger adecuadamente los In-
tereses Nacionales.


Toda política interna que no posea este objetivo o equivoque la estrate-
gia para lograrlo, llevará permanentemente la crisis en sus entrañas y el gra-
ve riesgo de la disgregación.


El mundo es disputado por las dos ideologías, cuyas centrales preten-
den permanentemente confundir, utilizar y destruir los movimientos na-
cionales. De esta manera, los pueblos, naciones y regiones son campos de
lucha y espacios en conflictos. Para una nación que pretenda tener una cre-
ciente independencia, la agresión viene de "afuera" ayudadas por los pe-
ones de "adentro".


Los pueblos que no toman conciencia de esta situación y juegan su
"mala suerte" a las ideologías foráneas, están condenados a la permanente
claudicación, porque carecen de capacidad filosófica, doctrinaria y política,
para oponerse a los designios del vasallaje.


Debemos tener claramente presente que la seguridad comienza en la
prevención de los
factores externos que pretenden condicionar y regir la vi-
da de la nación. Esta prioridad es ineludible e irrefutable. Por ello afirma-
mos que el primer requisito de la seguridad de un pueblo, deberá comenzar
por considerar la incidencia de los factores externos que afectan su cultura,
su política, su economía y su campo militar.


La segunda prioridad debe consistir en la consideración de los factores
internos,
sean aliados, concientes de los anteriores, o bien utilizados por ha-
ber sufrido un proceso de aculturación.


Así como la seguridad comienza en la conciencia que deviene de una
auténtica unidad e identidad nacional; el campo de la
defensa nacional se
genera en el conocimiento y en la acción de neutralización de los factores ex-
ternos, con la consiguiente identificación y aniquilamiento de los agentes in-
ternos.


Ambas acciones, (externa e interna) deben ser simultáneas, coordina-
das y persistentes. Es indispensable para ello, la determinación de los opo-
nentes, sus alianzas, objetivos, estrategias y tácticas. El error en esta apre-
ciación, condena históricamente a la nación, y la sujeta al vasallaje sea cual
fuere su signo.


Todo esto es válido, para una nación que pretenda una creciente auto-
determinación, basada en propios principios y que estando sustentada por
una filosofía superior supere a las ideologías preexistentes y de esta manera
respuesta adecuada a la aspiración del pueblo, a la justa apetencia huma-
na y singularice la realidad nacional.


La política que no encare y afronte estas realidades, adolecerá de gra-

ves desaciertos, que tarde o temprano acarreara agudas y criticas si-
tuaciones.


Aquel estado, que sepa interpretar real y cabalmente, la esencia del ser
nacional, instrumentará correlativamente, una adecuada seguridad para su
pueblo.


Ninguna nación, ha podido lograr estos atributos de un día para otro,
sino que fueron elaborados a lo largo del proceso histórico, acrisolando las
virtudes, desechando las imperfecciones y defectos, a la luz de una valiente,
sagaz y madura autocrítica.


La historia de las naciones indica un largo proceso de lucha, amarga,
siniestra, irregular, heroica, en busca de una creciente autodeterminación,
donde los pueblos son sujetos y muchas veces objetos del proceso. En esa
angustiosa lid, algunos permanecen en un estado superviviente de depen-
dencia, otros desaparecen; por último, existen los que prevalecen en su es-
fuerzo, logrando sus objetivos palmo a palmo.


El éxito, se encuentra cuando no se desfallece ni se claudica.

En cada fase de esta contienda interminable, aflora nítidamente, la im-
portancia fundamental del concepto de seguridad nacional y su consiguiente
instrumentación a través de la defensa nacional.


La lección de la historia enseña que las naciones deben encarar un cons-
tante desafío y un permanente accionar que afecta el campo de la Seguridad
Nacional. Los pueblos deben estar en permanente aptitud de defenderse a sí
mismos, por sí solos, sin la asistencia de "salvadores" "aliados" o "ami-
gos" que persiguen sofisticadas y aviesas intenciones. Deben comprender
que la seguridad de sus intereses vitales no se agota en lo territorial, aunque
este sea el índice más visible, sino que comprende también, a todos los cam-
pos del quehacer nacional. Deben asumir el verdadero significado, sabiendo
que nadie los va a defender graciosamente, ni nadie va a acudir a propor-
cionarles, lo que ellos mismos no son capaces de darse. Porque seguridad
nacional, es la capacidad de proporcionarse la propia seguridad. La
seguri-
dad, no se compra, ni se alquila, menos aún la regalan; se la conquista.


Se la conquista de muchas maneras, y se la concreta con el prestigio que
como nación se ha obtenido a través de la existencia, de los actos, hechos,
constancias y testimonios. Una nación que ha sido cercenada territoríalmente a través del tiempo y nunca a respondido con decisión soberana, es
un país no respetado y que seguramente continuará siendo objeto de atenta-
dos y despojos.


"A un pueblo a quien impunemente se le puede quitar una milla
cuadrada de territorio, se le podrían quitar otras hasta que nada le quedase
y dejase de existir como estado, ¡Destino ciertamente bien merecido! (Von
Ihering - La lucha por el Derecho).


Una nación que es penetrada culturalmente, que atomiza su educación,
que divide su sociedad, que entrega los resortes fundamentales de la econo-

mía, que debilita al Estado, que se debate en lo intrascendente soslayando lo

fundamental, que compartimenta el poder, que negocia los principios por
conveniencias coyunturales; podrá seguir comerciando lo que le dejan,
podrá seguir subsistiendo dentro de los parámetros que le fijen, pero sin du-
da alguna carecerá de prestigio, de autonomía y de propia decisión. Nunca
poseerá la suficiente capacidad sobre Seguridad Nacional, aunque cuente
con los más completos y científicos volúmenes y esté asistida por los más
conspicuos especialistas sobre la materia.


La nación que no aspira a la creciente autodeterminación, no necesita-
rá el replanteo del concepto de seguridad, ni medidas consecuentes
de de-
fensa nacional, por cuanto los factores externos se harán cargo de la proble-
mática e instrumentarán los medios inherentes, para resguardar sus propios
intereses. Esa nación sea cual fuere su nivel de desarrollo, no dejará de ser
nunca una colonia, al servicio de alguna potencia hegemónica. Pero esto
entraña a su vez otro peligro; cuando el imperialismo dominante, por inte-
reses que no vienen al caso analizar, la dejan librada a su propia suerte. En-
tonces, casi siempre se sucede el llamado fenómeno pendular y la nación cae
de un extremo al otro.


Es posible disipar el grado de autenticidad así como la voluntad de
autodeterminación de un estado, de acuerdo con la política de seguridad vi-
gente.


El índice de la penetración cultural y de la ingerencia (copamiento) eco-
nómico financiero que la hegemonía externa haya logrado, indican con cla-
ridad la conciencia y voluntad de un pueblo, así como dimensionar la filoso-
fía asumida frente a las ideologías oponentes.


Lo tratado sintéticamente, nos ha permitido asentar los principios y ba-
ses de la teoría de la seguridad, ubicar el concepto de la disciplina, rela-
cionarla con la problemática de la humanidad, dimensionarla según la si-
tuación de los pueblos, asumirla a la luz de un nuevo enfoque histórico.


La perspectiva que presenta el mundo, en permanente acelerada transformación; dividido en naciones desarrolladas y subdesarrolladas; en imperios y colonias; en una nueva división del trabajo; en conflictos de intereses;
en poderes supranacionales y multinacionales; clasifican el destino de los
pueblos que no asumen un destino trascendente.


En este marco, en las naciones se ha entablado desde el nacimiento mis-
mo, la larga lucha entre dependencia
y autodeterminación, entre lo nacional
y lo antinacional.


Esta realidad, ha llevado a la concientización paulatina de la pobla-
ron, que advierte y palpa la necesidad de una clarificación de conceptos y
acciones.


Se hace imprescindible, para la Nación Argentina, realizar el replanteo
conceptual de la Seguridad a la vez que establecer los modos más idóneos
para la Defensa Nacional. Esto exige idear una teoría que permita concebir
una doctrina, que desemboque a su vez, en una instrumentación concreta de
esencia nacional.


La República Argentina, a través de pensadores militares y civiles creó
en la década del 60 una doctrina de Seguridad Nacional fundada en el De-
sarrollo, la que a partir del año 1971, progresivamente no sólo ha sido rele-
gada, sino peligrosamente revertida.


El Ejército Argentino posee antecedentes históricos, de grandes pione-
ros que señalaron el concepto correcto de Seguridad Nacional
. Desde San
Martín hasta nuestros días, la materia se ha ido alimentando con ideas,
doctrina y hechos que reconocen nominativos. La creación en los años se-
senta del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) y el Consejo Na-
cional de Seguridad (CONASE) significan la institucionalización de una
doctrina que desde mucho tiempo atrás venía elaborándose en la dirigencia
castrense, ahora asumida con decisión también por lúcidos civiles que in-
terpretaron cabalmente a Pellegrini y López.

Es esencial que esta teoría de la Seguridad, responda al gran objetivo


de una Argentina comunitaria, participacionista, que haya asumido con
autenticidad la filosofía cristiana y que se proyecte decididamente a una cre-
ciente autodeterminación.

Una Argentina que rechace por igual, al capitalismo liberal y al marxis-


mo leninismo.

Aceptada esta hipótesis, es necesario enfocar la tarea, con objetividad,


sinceridad y gran madurez, a fin de ubicar la problemática en sus verdade-
ros términos históricos.

La ley sobre Defensa Nacional N° 16.970 en su Artículo N° 2, expresa:


"La Seguridad Nacional es la situación en la cual los intereses vitales de
la Nación se hallan a cubierto de interferencias y perturbaciones sustan-
ciales".

La misma ley en su Artículo N° 3, dice: "Defensa Nacional comprende


el conjunto de medidas que el estado adopta para lograr la Seguridad Na-
cional."

No nos detendremos en la ley, tampoco la cuestionaremos, sino que in-


tentaremos la superación de la misma, sobre la consideración de las hipóte-
sis planteadas.

Antaño, toda consideración referente a Seguridad o Defensa Nacional,


se relacionaba con la guerra y ésta con los militares. De modo que el concep-
to de seguridad y las medidas que se instrumentaban, normalmente
comprendían exclusivamente al campo militar.

Esta errónea interpretación asistió tanto a civiles como a militares que


desconocieron u olvidaron que: la guerra es un problema de la política. La
guerra, es un estado especial distinto a la "no guerra", conducido, dirigido
y asistido, por fenómenos, factores y elementos de la
política.

En el mundo en que vivimos, resulta muy difícil referirse a un "estado
de Paz". El concepto de "guerra" no se circunscribe solamente al campo
militar, sino que abarca todas las manifestaciones de la vida de los pueblos.
La vieja sentencia de Karl Von Clausewitz, "La guerra es la continuación
de

la política por otros medios" ha quedado superada por la acepción de la realidad en el que el mundo, vive en un constante y evolutivo conflicto, donde la "guerra" está siempre presente. De esta manera podemos afirmar que
los estados de "guerra" o "no guerra", forman parte de la política. En
otras palabras, es la política la que rige, ordena, conduce, interesa y afecta
al mundo, cualquiera sea la situación en que se encuentre.


La política rige la conducción en la guerra Psicológica, en la guerra
económica, en la guerra científica y tecnológica, en la guerra militar, o en
una situación de "no guerra" en cualquiera de esos campos.


Este punto de partida es fundamental, porque no puede separarse el
concepto de seguridad de la dinámica de las sociedades; no hay seguridad
sin una teoría del estado, sin una valoración sociológica y sin una participa-
ción de los que desean ser asegurados.

Sin Estado, la sociedad se escinde; sin sociedad el Estado no existe.



En cualquier situación en que se encuentra un Estado, la política rige
siempre la existencia, la creación o eliminación de espacios (territoriales o
de influencia) por lo cual, la seguridad atañe a los factores de la existencia
misma de la nación y a los de su proceso prospectivo. La seguridad
es inhe-
rente al hoy y mañana, al presente y al futuro.


La filosofía o la teoría política debe incluir al problema de la seguridad
como una de sus partes fundamentales, comprendiendo tanto la seguridad
externa como la seguridad interna.


La seguridad entonces, pertenece al tipo de problemas relacionado di-
rectamente con los fenómenos sociales.
Podemos decir que la seguridad, es
un problema social permanente, lo que significa reconocer que atañe direc-
tamente a la política.


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