Indeciso
Un discípulo era extraordinariamente indeciso. El maestro se había dando cuenta de ello. La indecisión se había tornado un impedimento grave en la evolución interior del joven. El mentor le mandó a buscar y le convocó en su celda. Cuando el discípulo entró en ella, el maestro estaba sentado en un taburete, al lado del cual había otro vacío. El discípulo comenzó a dudar a propósito de si debía o no sentarse. Entonces el mentor, fingiendo estar enfurecido, le gritó:
-Siéntate o quédate de pie, pero no vaciles.
El discípulo comprendió. Un estado de serenidad que hasta entonces le fuera desconocido inundó su mente.
Comentario
La reflexión es saludable y oportuna si es madura; cuanto más libre de deseos y aversiones se halle, estará menos contaminada, y mejor amiga será. De la reflexión surge la comprensión y a través de la comprensión clara llega el momento de tomar determinaciones, porque la vida misma es toda una opción y en la opción siempre se esconde la semilla del riesgo. Como dice un antiguo texto hindú, «cada vez que colocas la planta del pie en el suelo, mil caminos se abren». Así es la vida: un gran abanico de posibilidades, donde la opción, a veces, genera ansiedad porque hay que tomar la responsabilidad de la misma, no puede estar exenta del riesgo de la equivocación.
Pero la prudencia no puede tornarse apocamiento ni indecisión crónica, porque deja de ser una cualidad auxiliadora para convertirse en obstáculo. Después de sopesar la situación, hay que decidir. Uno puede equivocarse y también está el derecho al error; la equivocación constituye una enseñanza vital de primer orden. Pero incluso ante los propios fallos y errores hay que desplegar la ecuanimidad, porque «posee el poder sobrenatural de transformar todo en ambrosía». Así, seamos ecuánimes incluso ante la propia falta de ecuanimidad y sepamos que a veces la vacilación nos roba nuestras mejores energías y recursos, nos paraliza y nos puede llegar a desgarrar.
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