La Llave
Un hombre estaba junto a la puerta de la casa. No podía evitar, angustiado, que se le saltaran las lágrimas. Otro hombre pasó por allí y al vede tan desconsolado, le preguntó:
-¿Qué te ocurre, amigo mío?
-Que no puedo entrar en la casa porque no tengo la llave de la puerta.
Y el que por allí pasaba dijo:
-¡Oh, amigo! Al menos tú has encontrado una casa y una puerta, pero yo ni siquiera eso he hallado. Eres muy afortunado.
Comentario
Ésta es una de las antiguas narraciones espirituales que siempre me han impresionado más. Es de gran belleza y de colosal significado. Es en sí misma una enseñanza sublime. Cada vez que desfallecemos, deberíamos recordada. Hemos escuchado la enseñanza y disponemos de un gran número de métodos para autodesarrollarnos y mejoramos. ¿No es ésa la puerta? ¡Qué afortunados somos! Y además pertenecemos a ese diez por ciento de la humanidad que vive en mejores condiciones externas. Los creyentes deberían hincarse de rodillas todos los días al despertar y dar gracias al Divino. ¡Cuántas personas hay sin puerta y sin llave y, además, malviviendo en terribles condiciones! Éste es un cuento que debemos recordar cuando nos asaltan los ñoños estados de ánimo o cuando nos volvemos quejumbrosos y pusilánimes. Tenemos una puerta, ¿qué más queremos? A cada uno incumbe encontrar la llave o la ganzúa para abrirla.
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