En el proceso de envejecimiento de las personas con discapacidad


Capítulo V ASPECTOS ÉTICOS Y JURÍDICOS



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Capítulo V
ASPECTOS ÉTICOS Y JURÍDICOS

ENVEJECIMIENTO Y BIOÉTICA: ALGUNAS
CONSIDERACIONES

Marcelo Palacios Alonso

Médico. Fundador de la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI),

Presidente del Comité Científico

E-Mail: bioética©sibi.org

1. INTRODUCCIÓN

La población mundial ha crecido de 1.000 millones de personas en el
año 1850 a 3.000 millones en el año 1960, a 5.600 millones en 1993, a
6.000 millones en diciembre de 1999, y ha experimentado un incremento del
42 por ciento tan sólo en los dos últimos decenios, a razón de 87 a 90
millones de habitantes cada año. El 43 por ciento de la población reside en
las ciudades y el 57 por ciento en las zonas rurales, que sufren un despo-
blamiento creciente. Para el año 2001, el 55 al 60 por ciento de la población
mundial se concentrará en las grandes urbes.

Nacen 138 millones de niños al año y mueren 51 millones de personas


en el mismo tiempo, con lo que el crecimiento vegetativo de la población
mundial, como se dijo, es de unos 90 millones cada año.

En el ritmo de crecimiento de la población humana han influido muchos


factores: las enfermedades epidémicas (peste, sífilis, rabia) o comunes, la
elevada mortalidad infantil y de adultos, las hambrunas, las carencias sani-
tarias, la disponibilidad o no de suficientes alimentos, las guerras, etc. Hay
que destacar tres aumentos importantes de la población mundial: entre los
años 4.000 y 5.000 a. de C, en pleno Neolítico, la población aumenta 10
veces; del siglo XVIII al inicio del siglo XX, casi se triplicó, y en la segun-
da mitad del siglo XX se volvió a duplicar, ya con cifras de varios miles de
millones.

La esperanza de vida al nacer ha mejorado desde mediados del siglo XX


en casi todos los países del mundo: en los desarrollados ha pasado de 66,5
a 74,5 años de media y en los subdesarrollados de 40,9 a 62,2 años. La
mayor longevidad está vinculada al estado de bienestar y a la calidad de

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vida (vivienda, alimentación, cuidados médicos, educación, estabilidad po-
lítica, paz social, etc.): Algunos ejemplos: en Japón, 79 años; en la Unión
Europea, 77 años (en Europa Central y Oriental y en Rusia 70,3 años; la
esperanza de vida de los españoles, 76-78 años, se cuenta entre las tres más
altas del mundo); en los Estados Unidos, 75,5 años; en Australia, 73 años;
y es unos 4 a 8 años más alta en las mujeres que en los hombres. En otros
países: América Central México, 69,8 años; Corea, 69 años; China, 68,5
años; Indonesia, 60,3 años; Sur de Asia, 60,2 años; Africa del Norte, 55
años; Africa subsahariana, 51 años, etc. En cuanto a las variaciones regio-
nales es de 57 años en el Sur de Asia y de 52 años en Africa, con 38 en
Sierra Leona, 43 años en Guinea-Bisau o Afganistan, 46 años en Somalia
y El Chad y 55 años en Nigeria, la India y Ahití. En los países subdesarro-
llados 20 de cada 100 personas no llegarán a la edad de 50 años, y se
alcanza la de 70 años sólo en 26 países; las expectativas de vida de la mujer
son menores que las de los hombres.

La natalidad descendió en todo el mundo, era de unos 5 hijos por mujer


a mediados del siglo pasado, de 3,8 desde 1975 a 3,7 en 1987, y a partir de
1990 bajó hasta una media de 3,1 hijos. Desde 1950 la media por mujer en
edad fértil (de los 15 a los 49 años de edad) pasó de 2,8 a 1,7 hijos en los
países desarrollados y de 6,1 a 3,5 hijos en los países subdesarrollados. A
pesar de esa desaceleración no está prevista una contención del crecimiento
de la población, porque la natalidad sigue siendo muy alta en los países más
pobres o en vías de desarrollo (en realidad el crecimiento demográfico ha
experimentado un incremento del 12 por ciento desde 1980).

Se ha señalado ya que el crecimiento demográfico seguido últimamente


es de 87 a 90 millones de personas cada año, lo que supone una tasa de
crecimiento de 1,7 por ciento del total (con medias aproximadas del 0,6 en
el Primer Mundo, de 1,6 en China y del 2 por ciento en el Tercer Mundo):
Si se continúa a este ritmo —como parece que ocurrirá en los próximos 30
a 50 años— en diez años el incremento de la población mundial equivaldrá
al censo de China y seremos alrededor de 1.200 millones más. Ello significa
que si la población mundial aumentó 3,5 veces desde el comienzo de siglo
y se dobló en los últimos 50 años, en los próximos 150 años la población
actual se duplicará y llegará a ser 8 veces mayor que la del año 1900.

En cuanto a las pirámides de población:



  • En los países ricos hay tantas personas de más de 55 años como
    niños menores de 15 años, pero en el siglo que viene los superarán.

  • Hasta el año 2025 el número de mayores de 60 años aumentará hasta,
    un 50% (en España el 45%), y alcanzado dicho año representarán en
    los países europeos ricos el 27 por ciento de la población (en España
    el 25,6 por ciento).

ENVEJECIMIENTO Y BIOÉTICA: ALGUNAS CONSIDERACIONES 201

— Las personas mayores de 65 años eran unos 15 millones en el año


1900, aproximadamente el 1 por ciento de la Humanidad, y son ahora
unos 355 millones, cerca del 6,3 por ciento de la población mundial,
cifra que aumentó en cada uno de los últimos años en 9,5 a 9,7
millones.

En los países ricos hay un movimiento vegetativo negativo, pues la tasa


de crecimiento neto anual del número de personas mayores de 65 años es
de unos 800.000, el doble que el crecimiento del resto y 1,6 veces más que
los nacimientos. En África, Asia y Centroamérica suponen el 3 al 5 por
ciento de la población, mientras que en la Unión Europea representan el 15
por ciento (son ahora 76,3 millones) y llegado el año 2025 serán 113 mi-
llones (lo que representará el 19,5 por ciento de la población en España y
el Reino Unido; el 20,5 por ciento en Alemania; el 22 por ciento en Italia,
el 22,4 por ciento en Francia); y siguiendo con porcentajes, el 18,5 por
ciento en Estados Unidos, y el 24, 3 por ciento en Japón, por poner algunos
ejemplos.

En consecuencia, las previsiones indican que para una población mun-


dial de 11.000 millones de personas en el año 2.050, el 20 por ciento (2.200
millones) serán mayores de 65 años.

A causa del envejecimiento de su población, en los países ricos aumen-


tará el número de pasivos o personas que reciben una pensión o jubilación,
y descenderá el número de activos o personas que trabajan y con cuyo
empleo sostienen en gran medida las rentas y prestaciones sociales (pensio-
nes, asistencia sanitaria, etc.) de los pasivos. Concretamente, en la Unión
Europea disminuirá la población activa (20-59 años) en aproximadamente el
6 por ciento (en España el 4,4%).

El crecimiento demográfico se acompañará de una acusada descompen-


sación entre las zonas rurales y las ciudades, en la distribución regional y
en los porcentajes grupales de las pirámides de edades.

La población de las zonas rurales continuará reduciéndose. Unos 30


millones de personas dejan cada año los campos, las aldeas, los pueblos y
villares y se trasladan a las ciudades de sus países o de otros. Si en el año
1950 la población rural suponía un 83 por ciento de la población mundial
y en 1975 un 75 por ciento, para finales del el año 2000 rondará el 50 por
ciento y seguirá disminuyendo posteriormente.

Ya para comienzos del siglo XXI se prevé un urbanocentripetismo im-


presionante, con formación de megalopolis y aumento del número de ciuda-
des medias y grandes. Las mayores concentraciones tendrán lugar en ciuda-
des como México y Sâo Paulo (Brasil), con 26 a 30 millones de habitantes;
en Tokio (Japón), con 25 millones; en Calcuta y Bombay (India), con alre-
dedor de 24 millones; en Shanghai (China) y Nueva York (Estados Unidos),

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con cerca de 17 millones; en Pekín (China), Los Angeles (Estados Unidos),
El Cairo (Egipto) y Yakarta (Indonesia), con 15 millones; en Nueva Delhi
(India), Buenos Aires (Argentina), Lagos (Nigeria), Tianyín (China) y Seúl
(Corea del Sur), con unos 12,7 a 13,2 millones; en Río de Janeiro (Brasil)
y Dhaka (Bangla Desh), con 12,5 millones y en Manila (Filipinas) y Karachi
(Paquistán), con unos 11,8 millones.

En Francia, España, Alemania y Suecia las poblaciones urbanas crecerán


un 0,7 por ciento; París tendrá unos 9,1 millones de habitantes; Berlín, 6,9
millones; Madrid, 5,25 millones; Barcelona, 5,15 millones; Uppsala, 1,85
millones; Estocolmo, 1,7 millones y Colonia, 1 millón, por citar algún ejem-
plo. En los países subdesarrollados habrá casi 300 ciudades —cerca del
triple que en la actualidad— de más de un millón de habitantes y en el
Mediterráneo unas 200 ciudades —el doble que ahora— tendrán más de
100.000 habitantes.

Todo esto, sin duda, tendrá sus efectos sobre las personas mayores.

Se ha definido la vejez como un «estado intermedio entre la salud y la
enfermedad», y, según la OMS la salud es el «estado de bienestar físico,
psíquico y social».

Son oportunos algunos matices previos:



  • La vejez no equivale a la ancianidad.

  • La vejez se refiere al estado psicofísico del proceso de envejecimien-
    to en un momento dado. Peyorativamente se le asocia a deterioro o
    estado ruinoso: «trasto viejo», «ya está muy viejo».

Aunque más adelante me referiré a las teorías sobre el envejecimiento,
sea relacionadas con los genes, con la oxidación celular o con el entorno o
ambiente, adelantaré lo siguiente:

  1. Desde el punto de vista celular (orgánico, por lo tanto) el envejeci-
    miento biológico (que normalmente se inicia en edades tempranas,
    hacia los 30 años) no se corresponde inexorablemente con la edad,
    siendo el caso extremo de esta afirmación el envejecimiento prema-
    turo o progeria.

  2. La capacidad psíquica no se correlaciona necesariamente con el
    envejecimiento físico; más aún, las personas mayores pueden desa-
    rrollar su actividad mental con tanta o más lucidez que los más
    jóvenes.

  3. Admitido el estado de decadencia psicofísica patológica que puede
    conllevar la edad avanzada, el envejecimiento no debe presentarse
    como estereotipo de decrepitud, sino como un proceso progresivo

ENVEJECIMIENTO Y BIOÉTICA: ALGUNAS CONSIDERACIONES 203

de culminación vital del que extraer todas sus posibilidades per-


sonales, humanas y sociales. En tal sentido, esa experiencia acu-
mulada debe entenderse como un patrimonio, cuya trascendencia,
como aportación cultural, dependerá en muchos casos de la socie-
dad misma.

  • Por su parte, la ancianidad implica etimológicamente «antigüedad»,
    «longevidad», sin que ello suponga «a priori» que lo antiguo no sea
    valioso y útil.

  • El ya acuñado concepto tercera edad, que generalmente se asocia con
    la jubilación, está desfasado en relación a las actuales pirámides de
    población. Si se cuenta a partir de los 65 años y la duración de vida
    llega actualmente a los 80 años y en un futuro próximo superará los
    cien años (o más, si la tecnología genética se aplica de modo gene-
    ral), nos encontraremos con que abarca más tiempo que las épocas de
    la niñez (¿primera edad?), de la juventud (¿segunda edad?) y adulta
    (sin calificar, cuando habría de corresponderse con la tercera edad):
    Por otra parte, ¿qué es la tercera edad en países donde la población
    vive menos de 65 años? (En los países subdesarrollados 20 de cada
    100 personas no llegarán a la edad de 50 años; África, por ejemplo
    tiene una media de expectativa de vida de 52 años): Por esa causa,
    ¿no hay tercera edad en tales países?

Finalmente, la vejez también es un concepto equívoco, pues a menudo
se asocia: a) con retiro de la actividad social, y b) con la decadencia psico-
física, siendo, por el contrario que con el aval de la experiencia vivida a
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