En el proceso de envejecimiento de las personas con discapacidad



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Limitaciones en la actividad son dificultades que un individuo
puede tener en el desempeño/realización de actividades.

  • Restricciones en la participación son problemas que un individuo
    puede experimentar al involucrarse en situaciones vitales.

  • Al conjunto de estos tres fenómenos se le denomina discapacidad.

    1. EL ORIGEN DE LAS DEFICIENCIAS

    Los defectos congénitos y los accidentes de trabajo son las dos vías de


    aparición de las deficiencias, si no únicas, al menos principales, en los
    supuestos reseñados. Ambas coinciden en ser ajenas a la dimensión tempo-
    ral y al carácter evolutivo de la vida humana y del hombre. Los defectos
    emergentes en el nacimiento se generan antes o en el momento del mismo.
    Los accidentes laborales no tienen relación ni con el desarrollo ni con la
    involución que lleva consigo el curso de la edad. Pues bien, ambas causas
    de la deficiencia ajenas al tiempo humano parecen tener una importancia
    cuantitativa moderada, según la información procedente de las dos encuestas
    nacionales del Instituto Nacional de Estadística (INE) realizadas en 1986 y
    1999. Quede advertido que ambas registraron apreciaciones de los afectados
    y de sus familiares.

    La tabla 1 nos muestra que, frente a la escasa relevancia cuantitativa de


    los dos factores aerónos de las deficiencias antes indicadas, son muy altos
    los porcentajes correspondientes a dos complejos causales muy ligados a la
    edad: la enfermedad común y la senilidad.

    DISCAPACIDAD, EDAD Y SOCIEDAD 171



    Tabla 1. Deficiencias según origen. España, 1986

    La tabla 2 se refiere a las deficiencias que afectan a la población de 65


    años y más, que traigo a colación para ver si la mayor edad produce algún
    efecto notable en la distribución de frecuencias. También en esta banda de
    edad las débiles proporciones en las causas congénitas y del accidente de
    trabajo contrastan con las muy elevadas de la enfermedad común y de «otras
    causas», en las que pudiera estar camuflado el factor que en la encuesta de
    1986 se denominaba «senilidad».

    Tabla 2. Deficiencias en personas de 65 y más años, según las causas.

    España, 1999



    172 DEMETRIO CASADO PÉREZ

    2. CON LA EDAD SE AMPLÍA LA PREVALENCIA DE LAS
    DISCAPACIDADES

    La relevancia del factor tiempo humano en la estructura del fenómeno


    de la discapacidad se pone de relieve muy ostensiblemente por el incremen-
    to de la prevalencia del mismo en el sentido de la mayor edad. Esto es algo
    que se aprecia por observación común y, sobre todo, por las estadísticas
    epidemiológicas.

    La mayor parte de las causas conocidas de defectos congénitos al nacer


    son de carácter genético. La primera conciencia de la etiología genética de
    enfermedades y malformaciones se refería muy principalmente a ciertos
    defectos que aparecen en el recién nacido: síndrome de Down, defectos de
    cierre del tubo neural, fenilcetonuria, etc. Pero se va ampliando progresiva-
    mente la evidencia de que muchas enfermedades que emergen en el curso
    de la vida tienen también origen genético. Entre las que dan lugar a defi-
    ciencias importantes, cabe citar como ejemplos la retinosis pigmentaria, la
    enfermedad de Parkinson, las ataxias hereditarias o ciertas cardiopatías. En
    rigor, se va asentando la hipótesis de que, dejando aparte las enfermedades
    infecciosas y los daños por traumatismo, el grueso de la patología humana,
    incluyendo las enfermedades más relevantes desde un punto de vista epide-
    miológico (cáncer, enfermedades cardiovasculares), tiene origen o media-
    ción genética. El transcurso del tiempo acumula las posibilidades de que ese
    bloque nosológico se manifieste, de modo que los estratos de mayor edad
    tienen más riesgo de haber adquirido secuelas duraderas, es decir, deficien-
    cias generadas por las enfermedades de origen o condicionamiento genéti-
    cos, o por su defectuoso tratamiento.

    El curso del tiempo no es ocasión necesaria de que se acumulen las


    enfermedades no genéticas —salvo las crónicas— y los traumatismos, pero
    si da lugar a que se sumen las secuelas permanentes de unas y otros, vale
    decir, las deficiencias derivadas de aquellas causas o, nuevamente, de tra-
    tamientos inadecuados. El torero no tiene porqué sufrir más heridas en el
    año de su retirada, pero conservará en su cuerpo —y en su ánimo— la
    colección de eventuales secuelas de toda su carrera.

    Paso ahora a la presentación de información estadística por la que se


    estima el impacto de la edad en la prevalencia de la discapacidad, Conviene
    advertir que las dos encuestas nacionales de 1NE citadas se hicieron sobre
    muestras de hogares familiares, de modo que no cubrieron los estableci-
    mientos residenciales, de obvia importancia en relación con la discapacidad
    y la edad.

    DISCAPACIDAD, EDAD Y SOCIEDAD 173



    Tabla 3. Personas con alguna deficiencia generadora de discapacidad por
    grandes intervalos de edad. España, 1986

    Los datos de la encuesta de 1986 son tan elocuentes que sería ocioso


    comentarlos, salvo en lo que se refiere a la dificultad de apreciar la disca-
    pacidad en una parte de los menores de 6 años.

    Tabla 4. Personas con discapacidades por grandes intervalos de edad.

    España, 1999



    En la información de la tabla 4 llama la atención el descenso en casi


    6 puntos del porcentaje de personas con discapacidad de 1986 a 1999. Debe
    obedecer a un factor metodológico: en la última encuesta del INE se ha
    excluido de la tabla de discapacidades (INE, 2001 a, 141) las relativas a
    «subir escaleras» y «correr», que sí fueron consideradas en la primera en-
    cuesta (INE, 1987, 56): En cuanto a la asociación de la discapacidad con la
    mayor edad se confirma la pauta relativa de 1986. Los niños fueron objeto
    de una valoración singular (INE, 1999a, 20).

    174 DEMETRIO CASADO PÉREZ

    3. CON LA EDAD SE AGRAVAN CIERTAS DEFICIENCIAS

    La pretendida estabilidad de las deficiencias, su presunta invulnera-


    bilidad a la acción del tiempo humano, presenta muchas y graves excep-
    ciones por agravamiento intrínseco o por la emergencia de alteraciones
    asociadas.

    Los casos más obvios de agravamiento son las deficiencias derivadas


    o consistentes en enfermedades degenerativas. La esclerosis lateral amio-
    trófica tiene una prevalencia modesta: 1 por 10.000, según el Departamen-
    to de Asuntos Científicos de ADELA. Pero merece ser recordada por la
    intensidad de su evolución y por la gravedad de sus manifestaciones anato-
    mofisiológicas, así como por el impacto muy negativo y también progre-
    sivo de las mismas en las actividades y en la participación. Tanto es así
    que las propias asociaciones de afectados de la enfermedad y familiares,
    a la vez que gestionan tratamientos y apoyos de mantenimiento, promue-
    ven la prevención como respuesta insoslayable. La enfermedad de Alzhei-
    mer es otra enfermedad-deficiencia de carácter degenerativo, cuya relevan-
    cia estriba tanto en la gravedad de sus síntomas como en la incidencia que
    va alcanzando en las sociedades envejecidas: entre el 5 y el 7% de las
    personas mayores de 65 años, según la Fundación Alzheimer España, se
    ven afectados.

    Me parece que deben ser objeto de una consideración diferenciada las


    deficiencias que, sin derivar de enfermedades típicamente degenerativas,
    presentan una proporción importante de casos de agravamiento por efecto o
    en el curso de la edad, como por ejemplo el síndrome post-polio. Tras la
    afección poliomielítica, se consiguieron algunas mejoras por recuperación
    neurológica y funcional, tras la cual siguieron bastantes años de estabilidad
    de las discapacidades, para finalmente sufrir en muchos casos un agrava-
    miento, no solo de aquellas (Trieschmann, 1995,96):

    También me parece que constituye un fenómeno diferente la emergencia


    de enfermedades asociadas por nexos genéticos o funcionales a ciertas al-
    teraciones de la salud y sus discapacidades derivadas. Entre los afectados
    por el síndrome de Down se registran más casos de envejecimiento prema-
    turo y patológico que en la población general (Flórez, 2000): En ciertos
    casos de lesiones medulares altas el curso del tiempo da lugar a limitaciones
    de la actividad y restricciones de la participación adicionales por factores
    como el riesgo de escaras.

    4. LA VEJEZ SOCIAL ABSORBE PARTE DE LA DISCAPACIDAD

    Hasta ahora me he referido a las discapacidades perceptibles por la
    observación común y/o de las disciplinas naturales —en la versión ampliada
    que, a mi parecer, conviene al actual desarrollo científico-técnico: medicina,

    DISCAPACIDAD, EDAD Y SOCIEDAD 175

    psicología clínica, ergonomía, etc.—. He considerado, pues, las deficiencias,
    limitaciones en la actividad y restricciones en la participación tal como
    pueden ser detectadas por la epidemiología básica. Ahora voy a introducir
    la corrección derivada de la vejez social.

    La sociología se ha dotado del concepto de estatus, que consiste en un


    cuadro compartido de expectativas sobre los derechos y deberes, así como
    de los roles, inherentes a las posiciones sociales. Para la correspondiente a
    la tercera edad, según la clasificación romana, dice Cicerón en De Senec-
    tute: «En la vejez no hay fuerzas. No se le pidan fuerzas a la vejez. Por tanto
    no sólo por ley, también por las costumbres, nuestra edad está liberada de
    las cargas que no pueden ser sobrellevadas sin fuerzas. Así, no sólo no
    estamos obligados a lo que no podemos, sino ni siquiera a todo aquello que
    sí podemos» (2001, p. 167).

    En la sociedad romana, el estatus de senecio se alcanzaba a partir de los


    sesenta años. Santiago Ramón y Caja!, en vista del crecimiento de la vida
    media que él pudo observar en su tiempo, opina que «no parece temerario
    fijar en los setenta o setenta y cinco años el comienzo de la senectud»
    (1942, p.16): En nuestras sociedades, la edad de paso al estatus de «mayor»
    —como ahora gusta decir— más ampliamente aceptada son los 65 años. Su
    principal apoyo institucional es que se ha tomado también como referencia
    general para la jubilación.

    Dejando ahora de lado la discusión de este punto, quiero mencionar la


    apertura del tratamiento de los datos de la Encuesta del INE de 1999 al
    estatus en cuestión: «Respecto al grupo de mayores de 64 años se realiza
    una explotación completa de todas las variables que se analizan en la En-
    cuesta, igual que para el grupo central (de 6 a 64 años), pero en tablas
    independientes con el fin de que los datos sean homogéneos. En efecto, una
    discapacidad para realizar las operaciones propias del cuidado personal no
    puede ser igualmente interpretada en una persona de veinte años que en otra
    de noventa» (2001, 22).

    Si la edad avanzada eximiera, por consenso social, de la realización de


    alguna de las 36 actividades adoptadas como estándar de capacidad por el
    INE (2001 a, 141), habría que hacer las oportunas deducciones en las cifras
    absolutas y relativas de discapacidades del estato de 65 años y más de las
    tablas 3 y 4 en sus facetas de limitaciones en la actividad y restricciones en
    la participación. Quede esto, si interesa, para una investigación ad hoc y
    vuelvo sobre el asunto de la jubilación.

    En las sociedades capitalistas reformadas, se instituye la jubilación de


    los trabajadores como estatus jurídico que les exime de la obligación de
    trabajar al llegar a su vejez, a la vez que les procura una pensión sustitutoria
    del salario. La política tradicional de jubilaciones se planteó en términos
    demográficos impersonales. Quiero decir que tomó como referencia ciertas

    176 DEMETRIO CASADO PÉREZ

    edades cumplidas, desentendiéndose del balance de capacidad —incluyendo
    la motivación— de las personas afectadas. Esa deshumanización vino a
    incrementarse, de un lado, por la reducción de la edad de la jubilación
    obligatoria y, de otro, por el abuso de las jubilaciones anticipadas en función
    de crisis y ajustes económicos. Pese a todo eso, me parece que cabe enten-
    der la jubilación como un estatus cuyo sentido básico consiste en evitar
    al trabajador el riesgo de la invalidez o la incapacidad permanente para el
    trabajo por causa de la edad avanzada.

    El día 1 de julio y en la plaza de toros de Burgos, al entrar a matar


    a su primer toro, Antonio Chenel sufrió una crisis respiratoria aguda que
    le incapacitó para terminar la faena. Según información de la presa diaria,
    el percance se relaciona con la bronquitis crónica que padece Antoñete,
    y se menciona también su habito tabáquico. Coincidiendo con el juicio
    médico, el maestro anunció mediante portavoces que ahora va a retirarse
    definitivamente del toreo y del tabaco. Tal como se ha desarrollado el
    caso, parece que ha concluido en una incapacidad permanente al menos
    total, lo que es impropio a la edad del diestro: 69 años. Cuando Antoñete
    se retiró del toreo hace unos años, pudo muy bien alegar como causa la
    edad, pues había cumplido más de 60 años, lo que basta y sobra para
    jubilarse en su arte. De haber perseverado en esa decisión, habría evitado
    que se manifestara su limitación para el toreo. Digo esto para ejemplificar
    el sentido de la jubilación que he propuesto, sin juzgar en absoluto el
    proceder de Antoñete.

    REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS



    Cicerón, M. T. ([44 a. de C] 2001): De Senectute. Acerca de la vejez. Madrid:
    Editorial Triacastela.

    Flórez, J. (2000): «El envejecimiento de las personas con síndrome de Down»,
    Revista síndrome de Down. 1.7, 2000.

    INE (1987): Encuesta sobre discapacidades, deficiencias y rninusvalias. Madrid,


    2 tomos.

    • (2000): Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud. Avance
      de resultados. Datos básicos. Madrid.

    • (2001a): Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud 1999.
      Metodología. Madrid.

    • (2001b): Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud. Avan-
      ce de resultados. Madrid.

    • (2001): Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de
      la Salud, borrador final. Consultado en http://www.who.ch/icidh.

    DISCAPACIDAD, EDAD Y SOCIEDAD 177

    Ramón y Cajal, S. (1942): El mundo visto a los ochenta años. Madrid: Librería
    Beltrán.

    Trieschmann, R. B. (1995): Envejecer con discapacidad. Barcelona: Fundación Ins-
    titut Guttmann.

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