Fisiología del Alma



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Pregunta: Creemos que la enfermedad puede también de­pender en mucho de la resistencia biológica de cada criatura, a pesar de la virulencia de los venenos psíquicos que proceden del periespíritu; ¿no es así?

Ramatís: Sin duda, varía tanto la resistencia biológica y hereditaria de cada ser, como su fuerza mental. Ya os hemos explicado que los individuos mental o espiritualmente vigorosos, superan con más eficiencia los efectos mórbidos de las enferme­dades que se hallen en desarrollo en sus organismos; son más resistentes al descenso de las toxinas psíquicas en su circulación.

Durante el proceso drenador, se mantienen en un nivel vibra­torio más elevado, resignadas y sin dejarse abatir subjetivamente, de lo que les resultan inmensos beneficios. No obstante, las criaturas más débiles espiritualmente, que de un ligero resfriado hacen un melodrama con visos de neumonía, cuya mente pesi­mista es campo favorable para las fuerzas negativas, agravan el evento de la molestia kármica con el aumento mórbido de su propio desánimo y rebeldía.



Pregunta: ¿Queréis decir que un individuo enfermo puede aliviar o reducir su contenido tóxico psíquico, si se mantiene en un estado de optimismo consciente?

Ramatís: El espíritu que sea capaz de elevarse a las fre­cuencias vibratorias altas, que acepta su sufrimiento como una oportunidad de rectificación espiritual y se ajusta a la bienaven­turanza de la resignación, eleva su "quantum" de luz interior y volatiliza gran parte de los venenos adheridos a su periespíritu. Los expulsa hacia el medio ambiente, en un proceso de sublima­ción psíquica, en vez de hacerlos circular por completo, por la carne mortificada. Además de la oportunidad de renovación espiritual, al no dar lugar a un aumento de nueva carga nociva, la actitud angelical de conformidad no perturba el descenso de las toxinas mórbidas y asea más prontamente el periespíritu.

Todos los agentes morbosos del mundo psíquico, tales como gérmenes, bacilos, virus, miasmas, elementales o tóxicos cruciantes, no resisten la fuerza desintegradora de la luz íntima que se proyecta del elevado espíritu. Es por esto que ciertas criaturas permanecen inmunizadas, aun cuando actúen en medio de las enfermedades epidémicas o contagiosas, pues habiendo eliminado gran parte del morbo que densificaba su periespíritu, pudieron liberar en su intimidad la cantidad de luz suficiente para evitar la proliferación de los agentes peligrosos.



Pregunta: Considerando que el dolor es un proceso valioso en la edificación del espíritu ¿deberíamos condenar todas nues­tras instituciones terapéuticas que intentan librar al hombre del sufrimiento, procurando extinguir el dolor tan indeseable? ¿Sería justo favorecer la proliferación de la enfermedad y de la lesión, sólo porque el dolor es de función purificadora?

Ramatís: Desde el momento en que el dolor y el sufrimiento son resultantes del desequilibrio del orden moral o del mal uso de los derechos espirituales, es obvio que sólo el reajuste espiritual podrá eliminarlos definitivamente de la Tierra. El dolor físico o moral, se manifiesta también como advertencia o como correctivo, con el objeto de mantener la vida y garantizar el funcionamiento normal del cuerpo humano, y lograr que el espíritu descontrolado no se aniquile por el exceso de sus des­manes. Como función de advertencia, el dolor es la brújula de seguridad biológica y psíquica; señala la frontera peligrosa que debe ser abandonada e invita al imprudente a reajustar su equi­librio perturbado y tomar el camino del deber.

A pesar de todas las providencias dolorosas que la Ley Divina estableció para evitar que el hombre se aparte del deber, hace milenios que la humanidad terrestre viene cultivando los hábitos más nocivos. No oponemos razón alguna y hallamos justo que las instituciones humanas luchen para vencer el dolor y el sufrimiento. Pero es evidente que apenas están luchando con­tra aquello que vosotros mismos sembrasteis en vuestros destinos, pues son dolores y enfermedades generadas por la negligencia humana, y no debidas al castigo de Dios.

El dolor y el sufrimiento, resultan del desequilibrio entre el alma y el sentido bienhechor y educativo del mundo y no de la imposición draconiana del Creador. Es a través del dolor pro­vocado por el propio hombre, que el alma es conducida al cum­plimiento de sus sublimes deberes en el seno de la vida cósmica; que el animal se despoja de su bagaje instintivo inferior para transformarse en ángel refulgente.

Es por tanto, aunque el dolor y el sufrimiento sean procesos de perfeccionamiento espiritual, no os aconsejamos deliberación radical alguna contra las instituciones terapéuticas del mundo, toda vez que la Ciencia Médica, como responsable que es de la curación y del alivio del cuerpo físico, es fruto de las más sabias y elevadas inspiraciones de lo Alto, puesto que cumple la misión de atender al hombre de acuerdo con sus necesidades biológi­cas de adaptación y de la relación con el medio en que vive y progresa.




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