Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Podríais aclararnos, todavía, sobre las palabras de Jesús, cuando afirmó que el hombre no se pierde por lo que entra por su boca y sí por lo que sale de ella?

Ramatís: El Maestro fue bien explícito en su advertencia, pues afirmó que no os haríais inmundos por lo que entrase por vuestra boca y sí por lo que saliese de ella, no os prometió gracias o merecimientos superiores si continuabais comiendo carne. Ninguna tradición cristiana os muestra al Dulce Nazareno trinchando vísceras animales. Jesús os recordó y se refirió sola­mente, a que "no perderías", pero no aludió a lo que dejaríais de "ganar" si no os purificabais en la alimentación. La inmensa bondad y comprensión del Maestro no lo llevarían a emitir con­ceptos todavía inmaduros para aquellos hombres rudos y carní­voros, de su tiempo. Su misión principal consistía en hacer resaltar el supremo valor del espíritu sobre la materia, como la necesidad de la purificación interior, por encima de cualquier preocupación por la alimentación. Su mensaje era de gran im­portancia para los fariseos y fanáticos de la época, que practica­ban ignominias espirituales mientras se esclavizaban a fatigantes reglas de alimentación.

Es necesario no olvidar el "espíritu" de la palabra dictada por Jesús, pues el hombre no se pierde por lo que entra por la boca y sí por lo que sale de ella, no por ello ensalzáis la inges­tión del alcohol que embrutece, o el formicida que mata, los cuales también entran por la boca. Si tomáis la advertencia del Maestro al pie de la letra, llegaréis también a la conclusión que podréis comer a vuestro hermano, como lo hacen los antropó­fagos, ya que lo que entra por la boca —según el principio evangélico invocado— no pone a nadie en situación de perder. No obstante ese malicioso sofisma, del cual hacéis responsable a Jesús, en modo alguno os justifica ante El, de la culpa de ser caníbales, ya que vivís en un mundo civilizado.

Jesús al pronunciar las palabras que citáis, se estaba refi­riendo a la crítica hecha a sus discípulos por no haberse lavado las manos antes de comer el pan; y con aquellas palabras, quiso decir que es preferible dejar de lavarse las manos, a dejar de lavar el corazón sucio; pero en modo alguno se deba comer todo cuanto pueda entrar por la boca, pues eso sería un absurdo que no podría salir de los labios del Nazareno.

No hay pureza integral psicofísica, cuando se ingieren despojos sangriento o basuras vivas de urea y albúmina cultivadas en el caldo repulsivo de los chiqueros, ni hay limpieza en el corazón cuando se desprecian frutos, legumbres y hortalizas en abundancia, para alimentar las pavorosas industrias de la muerte, que sangran y descuartizan la carne de seres dignos también de piedad y de protección.

Allan Kardec es bastante claro a ese respecto, cuando in­serta en su obra "El Libro de los Espíritus", capítulo VI, la respuesta Nº 734 en la que la entidad espiritual preceptúa ca­tegóricamente: "El derecho ilimitado de destrucción se halla re­gulado por la necesidad que tiene el hombre de proveer su sustento y seguridad. El abuso jamás constituyó derecho."

No hay duda sobre el espíritu de esa respuesta: el hombre es culpable si mata al animal, ya que no le asiste ese derecho desde el momento en que no le falta la fruta o la legumbre para su sustento; ni necesita de la muerte del hermano inferior para su seguridad biológica o psicológica.

El vegetarianismo, verdaderamente, aunque aconsejemos que debe sustituir gradualmente la alimentación carnívora para no debilitar en principio a aquellos que están condicionados en demasía a la nutrición carnívora, debe ser la alimentación de los espiritistas que sean conscientes de la realidad reencarnatoria y de la marcha ascensional a la que también los animales están obligados.

Pregunta: ¿No sería contraproducente la alimentación ve­getariana en los países de clima frío, donde se necesita abundan­cia de proteínas y calorías?



Ramatís: Sin duda, conviene que en los climas fríos o du­rante las estaciones invernales, la alimentación vegetariana sea lo más racional posible, a base de alimentos oleaginosos y grasos, entre ellos la mantequilla, el queso, la crema de leche, yemas de huevos, nueces, castañas, almendras, piñones, avellanas, agua­cates, aceitunas, aceites de soya, de oliva o de cacahuetes, masa de coco o de otras simientes oleaginosas, con el fin de obtener las calorías necesarias para el equilibrio del organismo carnal. Pero en los climas calientes, se impone la alimentación vegeta­riana como una necesidad terapéutica, pues de ese modo se depura el organismo y se reduce la toxicidad proveniente de la ingestión de las carnes grasas.

Pregunta: ¿Qué podéis decirnos sobre la existencia de ve­getarianos delgados y gruesos, a semejanza de lo que sucede con los carnívoros?

Ramatís: Realmente, existen personas de ambos tipos, tanto entre los vegetarianos como entre los carnívoros. Pero la verdades que la salud nada tiene que ver con la gordura o delgadez del individuo, ya que la obesidad tanto puede ser por la inges­tión de alimentos con exceso de hidratos de carbono, como originada por un tipo de linaje ancestral biológico; así como pro­venir del disturbio de las glándulas de secreción interna, princi­palmente de la tiroides, de la hipófisis o de sus anexos, que retardan el metabolismo responsable del equilibrio de las grasas en el organismo.


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