IX
Al igual que muchos otros filósofos, a veces me inclino a clasificar a
éstos en dos grupos principales: aquellos de los que discrepo y aquellos
que están de acuerdo conmigo. Los llamo también los filósofos
del conocimiento (o de la creencia) verificacionistas o justificiicionis
las, y los filósofos críticos refutabilistas o falibilistas del conocimienio
(o de las conjeturas). Mencionaré de paso un tercer grupo del
cual también discrepo. Se lo podría llamar el grupo de los justificacionistas
desengañados: los irracionalistas y escépticos.
Los miembros del primer grupo —los verificacionistas o justificacionistas—
sostienen, en ténninos muy generales, que todo lo que no
puede ser ajxjyado por razones positivas es indigno de ser creído, y
liasia de ser tomado seriamente en consideración.
Por otro lado, los miembros del segundo grupo —los refutacionistas
o falibilistas— dicen, en términos muy generales, que lo que (en el
presente) no es posible, en principio, derribar por la crítica es (en
el presente) indigno de ser considerado seriamente; mientras que lo
que es posible, en principio, refutar y, sin embargo, resiste todos nuestros
esfuerzos críticos por hacerlo, quizás sea falso, pero de todos modos
no es indigno de ser considerado seriamente y hasta de ser creído,
aunque solo sea tentativamente.
Los verificacionistas, lo admito, defienden con velieuieiicia la tradición
más importante del racionalismo: la lucha de la razón contra
la superstición y contra la autoridad arbitraria. Pues wstienen que
sólo debemos aceptar una creencia si es posible juslilicarla mediante
elementos de juicio positivos; es decir si es posible mostrar que es
verdadera o, al menos, altamente probable. En otras palabras, sostienen
que sólo debemos aceptar una creencia si es posible verijicarla, o
lonfirmarla probabilísticamente.
Los refutacionistas (el grupo de falibilistas al cual pcrtene/co) creen
—como creen también la mayoría de los irracionalistas— que han descubierto
argumentos lógicos que muestran la imposibilidad de llevar
a cabo el programa del primer grupo: nunca podemos dar razones
279
positivas que justifiquen la creencia de que es verdadera una teoría.
Pero, a diferencia de los irracionalistas, los refutacionistas creemos
también que hemos descubierto una manera de realizar el viejo ideal
de diferenciar la ciencia racional de las diversas foriTKis de superstición,
a pesar del fracaso del programa inductivista o jnstificacionista
original. Sostenemos que es posible realizar este ideal muy simplemente,
reconociendo que la racionalidad de la ciencia no reside en
su hábito de apelar a datos empíricos en apoyo de sus dogmas -pues
eso lo hacen también los astrólogos— sino exclusivamente en el encoque
critico, en una actitud que supone, por supuesto, el uso critico,
entre otros argumentos, de datos empíricos (especialmente en las refutaciones)
. Para nosotros, por consiguiente, la ciencia no tiene nada
que ver con la búsqueda de la certeza, de la probabilidad o de la
confiabilidad. No nos interesa establecer que las teorías lientíficas son
seguras, ciertas o probables. Conscientes de nuestra falibilidad, sólo
nos interesa criticarlas y testarlas, con la esperan/a
qué estamos equivocados, de aprender de nuestros errores y, si tenemos
suerte, tie lograr teorías mejores.
Considerando las concepciones acerca de la función positiva o negativa
de la argumentación en la ciencia, los justificacionistas también
pueden ser llamados los "positivistas" y los miembros del segundo
grupo —al cual pertenezco— ¡os críticos o los "negativistas". Se
trata de meros ajxídos, por svipuesto, pero puedeit stigerir, con todo,
algunas de las razones por las cuales algunas personas creen que sólo
los positivistas o verificacionistas están seriamente interesados en la
verdad y en la búsqueda de la verdad, mientras que nosotros, los
críticos o negativistas, adoptamos una actitud petulante frente a la
búsqueda de la verdad, somos adictos a una crítica estéril y destructiva
y nos gusta proponer ideas que son manifiestamente paradójicas.
Esa imagen ecjuivocada de nuestras concepciones parece ser, en gran
medida, el resultado de la adopción de un jirograma justificacionista
y del erróneo enfoque .subjetivista de la verdad que ya he descripto.
Pues el hecho cierto es que también nosotros consideramos como
tarea de la ciencia la búsqueda de la verdad y que, al menos desde
la obra de Tarski, ya no tememos decirlo. En realidad, sólo con respecto
a este objetivo, el descubrimiento de la verdad, podemos decir
que, aunque seamos falibles, tenemos la esperanza de aprender de
nuestros errores. Sólo la idea de la verdad nos permite hablar con
sensatez de errores y de critica racional, y hace jxxsible la discusión
racional, vale decir, la discusión crítica en busca de errores, con el
serio propósito de eliminar ¡a mayor cantidad de éstos que podamos,
para acercarnos más a la verdad. Así, la ¡dea misma de error —y de
falibilidad- supone la idea de una verdad objetiva como patrón al
que podemos no lograr ajustamos. (Es éste el sentido en el cual la
idea de verdad es una idea reguladora.)
Aceptamos, pues, la idea de que la ciencia es la búsqueda de la
280
verdad, esto es, de teorías verdaderas (aunque nunca lleguemos a
ellas, como señaló Jenófanes, o aunque nunca sepamos que son verdaderas
en caso de que lleguemos a ellas). Pero también insistimos
en que la verdad no es el único objetivo de la ciencia. Queremos más
que la mera verdad: lo que buscamos es una verdad interesante, verdad
a la cual es difícil llegar. Y en las ciencias naturales (a diferencia
de las matemáticas) lo que buscamos es una verdad con un alto
grado de poder explicativo, en un sentido que implica que es una
verdad l(')gicamente improbable.
Pues es evidente, ante todo, cjue no queremos solamente la verdad:
fiuerernos más verdades y verdades nuevas. No nos contentamos con
dos más dos es igual a cuatro", aunque esto sea verdadero: cuando
nos enfrentamos con un problema difícil de la topología o de la física,
no nos sirve de nada recitar la tabla de multiplicar. La mera verdad
no basta, lo que buscaniíos son respuestas a nuestros problemas. Esto
fia sido bien expresado por el |)oeta y humorista alemán Busch, en
(in pequeño verso jjara jardín de infantes, quiero decir, im verso para
el jardín de infantes epistemológico: "
Dos y tíos son cuatro, es verdad,
pero esto es
1.0 que busco es una clave
para cuestiones (juc no son lan sencillas.
•Sólo si se trata de una respuesta a un problema —a un problema
dilítil y, fértil, a un problema de cierta profundidad— adquiere im-
|)or(an(ia para Ja ciencia una verdad o una conjetura acerca de la
veitiad. Esto es cierto tanto para la niatemática pura como para las
i iencias naturales. Y en éstas, disponemos de algo así como una medida
lógita de la profiinditiad o importancia del problema en el auinenio
de la improbabilidatl l(')gica o el poder explicativo de la nueva
resjniesta ofrecida, en comparación con la mejor teoría o la mejor
(onjeuira jwopuesta anteriormente en ese campo. Esta medida lógica
es, esencialmente, lo mismo que he descripto antes como el crilerio
lc')gi(o de la satisfactoriedad potencial y del progreso.
La descripción que he hecho de esta situación podría inducir a ali^
imos a afirmar (|ue, después de tcxlo, la verdad no desempeña un
papel muy importante entre los negaiivistas, ni siquiera como principio
regulailoi. Es indudable, dirán, que los negativistas (como yo) prefieren
lui intento por resolver un problema interesante mediante una
lonjetina audaz, aunque pronto se descubra que es jaba, a cualquier
recitado de una sucesión de afirmaciones verdaderas pero carentes de
16 De \V. Busch. Sciiein uiid Scin (publiCiiilo por primera vez, postumamente,
en igoO; pág. 28 (le la edición Insel, 1952). Ese verso atrajo mi atención a causa de
un ensayo sobre Busch como filósofo que escribió mi difunto amigo Julius Kraft
como lontribiición al volumen Eiziehung iind Politik (ensayos en honor de Mmna
Speíhi, 1960); véase pág. 262. Mi traducción quizás le da im carácter de verso in
fanlil mayor que el pretendido por el mismo Busch.
281
interés. Asi, no parece que los negativistas, a fin de cuentas, hagan
mucho uso de la idea de verdad. Nuestras ideas acerca del progreso
científico y de los intentos por resolver problemas no parecen vinculadas
muy estrechamente con ella.
Creo que esa sería una impresión equivocada de la actitud de nuestro
grupo. Llamadnos negativistas o como gustéis: pero debéis comprender
que nosotros estamos tan interesados en la verdad como cualquiera,
por ejemplo, tanto como los miembros de una corte de justicia.
Cuando el juez le dice a un testigo que debe decir "la verdad,
toda la verdad, y nada más que la verdad", lo que busca es toda la
verdad pertinente a la cuestión que el testigo pueda ofrecer. Un testigo
que se vaya por las ramas es insatisfactorio como testigo, aunque
sus afirmaciones sean verdades trilladas, y por ende, parte de "toda
la verdad". Es obvio que lo que el juez —o cualquier otra personaquiere,
cuando pide "toda la verdad", es toda la información verdadera
interesante y atinente a la cuestión que pueda obtener; y muchos
testigos absolutamente sinceros callan una información importante
simplemente porque desconocen su relación con el caso.
Por consiguiente, cuando destacamos —con Busch— que no nos interesa
la mera verdad sino la verdad interesante y atinente a nuestros
problemas, sostengo que no hacemos más que dar énfasis a un punto
en el que todo el mundo está de acuerdo. Y si nos interesan las conjeturas
audaces, aunque pronto se descubra que son falsas, este interés
se debe a nuestra convicción metodológica de que sólo con ayuda de
tales conjeturas audaces podemos descubrir verdades interesantes y
atinentes a nuestros problemas.
Hay una cuestión aquí que, sugiero, es tarea particular del lógico
analizar. El "interés", o la "atinencia" en el sentido que aquí damos
a estos términos, puede ser analizado objetivamente; tal interés esrelativo
a nuestros problemas y depende del poder explicativo —y,
por ende, del contenido o improbabilidad— de la información. Las
medidas a las que aludimos antes (y que hemos desarrollado en los
Apéndices a este volumen) son precisamente las medidas que toman
en cuenta el contenido relativo de la información, su contenido relativo
a una hipótesis o a un problema.
Admito gustosamente, por ello, que los refutacionistas como yo preferimos
un intento por resolver un problema interesante mediante
una conjetura audaz, aunque (y especialmente) pronto se descubra que
es falsa, a cualquier recitado de una sucesión de verdades trilladas
ajenas a la cuestión. Preferimos esto porque creemos que es ésta la
manera de aprender de nuestros errores; y que al descubrir t|ue nuestra
conjetura es falsa, habremos aprendido mucho acerca de la verdad
y nos habremos acercado más a ésta.
Sostengo, pues, que ambas ideas —la idea de verdad, en el sentido
de correspondencia con los hechos, y la idea de contenido (que puede
ser medido con la misma medida que la testabilidad) — desempeñan
papeles igualmente importantes en nuestras consideraciones y que am-
282
has pueden contribuir mucho a aclarar la ¡dea de progreso en la
ciencia.
Al contemplar el progreso del conocimiento científico, muchos se
han visto inducidos a afinnar que, aunque no sepamos cuan lejos o
cuan cerca estamos de la verdad, tenemos la posibilidad de acercarnos
cada vez más a la verdad y a menudo lo hacemos. Yo mismo he hecho
afirmaciones semejantes en el pasado, aunque siempre con ocultos
remordimientos. No se trata de que yo crea que debamos ser excesivamente
exigentes con resjiecto a lo que decimos: en la medida en
que hablemos lo más claramente que podamos, pero no pretendamos
que nuestras afirmaciones sean más claras de lo que son, y en la
medida en que no tratemos de derivar consecuencias aparentemente
exactas a partir de premisas dudosas o vagas, no hay ningún peligro
on la vaguedad ocasional o en expresar de vez en cuando nuestras
-sensaciones y nuestras impresiones intuitivas generales acerca de las
cada ve/ más a la verdad o que era una manera de aproximarse a
Ja vcKlad, sentía que, en realidad, debía escribir "Verdad" con una
"V" mayúscula, para dejar bien en claro de que se trataba de una
nocii)n vaga y metafísica en alto grado, a diferencia de la "verdad"
de Tarski que podemos escribir —con conciencia limpia— de la manera
ordinaria, es decir, con minúscula. "
Sólo liace muy poco que me puse a reflexionar acerca de si la
idea de verdad aquí implicada era, en realidad, tan peligrosamente
vaga y metafísica, a fin de cuentas. Hallé casi inmediatamente que
no lo es, y que la aplicación a ella de la idea fundamental de l'arski
no })resenta ninguna dificultad particular.
Pues no hay razc'm alguna por la cual no debamos decir que una
teoría corresponde a los hechos mejor que otra. Estos pasos iniciales
simples aclaran tcxlo: no hay, realmente, ninguna barrera entre lo
que parecía ser a primera vista la Verdad con una "V" mayúscula y
la verdad en el sentido de Tarski.
Pero; ¿podemos hablar de una correspondencia mejor} ¿Hay grados
de verdad? ¿No es peligrosamente engañoso hablar como si la verdad
de Tarski estuviera ubicada en alguna parte, en una especie de espacio
métrico o, al menos, topológico, ele modo que podamos decir
—sensatamente— de dos teorías —una primera teoría tj y una teoría
posterior t^ ha superado a í, o que ha progresado más allá
de íy, al aproximarse más a la verdad que t,?
No creo que esta manera de hablar sea engañosa. Por el contrario,
creo simplemente que no podemos prescindir .de esta ¡dea de una
if (^uine expresa recelos similares cuando <:ritica a Peirce por utilizar la ¡dea de
Kcercamieiito a la verdad. Véase W. V. Quine, Word and Object, Nueva York, 1960,
pág. 23 [existe ed. castellana. Palabra y objeto, Barcelona, Labor, 1968].
283
mejor o peor aproximación a la verdad. Pues no hay duda alguna
de que podernos decir, y a menudo decimos, de una teoría t¡ que corresponde
mejor a los hechos o que, en la medida de nuestro conotimiento,
parece corresponder mejor a los hechos, que otra teoría t¡.
Daré una lista un poco asistemática de seis tipos de casos en los
< nales podemos decir de una teoría /, que ha sido superada por otra
/.,, en el sentido de que esta última —en la medida de nuestro cono-
otro sentido.
(1) tj hace afirmacioíies más precisas que t¡, y estas afirmaciones
más precisas soportan la prueba de tests más precisos.
(2) /» toma en cuenta y explica más hechos que t, (que incluirá,
por ejemplo, el caso anterior de que, a igualdad de otros elementos,
las afirmaciones de t¡ son más precisas).
(3) /., describe, o explica, los hechos con mayor detalle que tj.
(4) /j ha resistido tests en los que t¡ ha fracasado.
(5) t^ ha sugerido nuevos tests experimentales, en los que no se
había pensado antes de que t¡ fuera concebida (y no sugeridos por t¡,
quizás ni siquiera aplicables a t,); y ti ha resistido la prueba de esos
tests.
(6) t¡ ha unificado o conectado diversos problemas hasta ese momento
desvinculados entre sí.
Si reflexionamos acerca de esta lista, veremos que los conienidos de las
teorías íj y t¡ desempeñan en ellas un importante papel. (Se recordará
que el contenido lógico de un enunciado o una teoría a es la clase
de todos los enunciados que se desprenden lógicamente de a, mientras
que he definido el contenido empírico de a como la clase de todos
los enunciados básicos que contradicen a a.) i** En nuestra lista de
seis casos, el contenido empírico de la teoría t^ es mayor que el de íj-
Lo anterior nos sugiere la posibilidad de combinar las ideas de verdad
y de contenido y fundirlas en una sola: la idea del grado de mejor
(o peor) correspondencia con la verdad o de mayor (o menor)
semejanza o similitud con la verdad; o, para usar un término ya
mencionado antes (en contraposición con la probabilidad), la idea de
(grados de) verosimilitud.
Cabe destacar que la idea de que todo enunciado o teoría no sólo
es verdadero o falso, sino que, independientemente de su valor de
verdad, tiene un grado determinado de verosimilitud, no da origen
a ninguna lógica polivalente; es decir, a un sistema lógico con más
de dos valores de verdad, verdadero y falso; aunque algunas de las
cosas que buscan los defensores de la lógica polivalente parecen susw
Esta definición se justifica lógicamente por el teorema de que, en la medida ct>
que concieine a la "parte empírica" del contenido lógico, la comparación de contf
nidos empíricos y contenidos lógicos siempre da los mismos resultados; y se jus
tífica intuitivamente por la consideración de que un enunciado a dice tanto mas
acerca dt1 mundo de la experiencia cuanto más experiencias posibles excluye (i>
prohibe) . Acerca de los enunciados básicos ver también los Ajiéndices de esl<
volumen.
284
ceptibles de ser alcanzadas por la teoría de la verosimilitud (y las
teorías relacionadas con ésta a las cjue se alude en la sección 3 ele los
Apéndices de este volumen) .
XI
Una vez cjue vi el problema, no me llevó mucfio tiempo llegar a
este punto. Pero, cosa bastante extraña, me llevó mucho tiempo llegar
a él y pasar a una definición de la verosimilitud muy simple, en
términos de verdad y contenido. (Podemos usar el contenido lógico
o el contenido empírico, y obtener así dos ideas de la verosimilitud
estrechamente relacionadas, las cuales, sin embargo, se funden en una
sola si sólo consideramos teorías empíricas, o aspectos empíricos de
las teorías.)
Examinemos el contenido de un enunciado a; vale decir, la clase
de todas las consecuencias lógicas de a. Si a es verdadero, esa clase
sólo consla de cnuniiados verdaderos, porque la verdad se transmite
siempre de una premisa a todas sus conclusiones. Pero si a es falso,
entonces su coiuenido constará siempre de conclusiones verdaderas
\ (onclusiones falsas. (Ejemplo: "Los domingos siempre llueve" es
falso, pero la conclusión de que el domingo pasado llovió puede ser
\erdadera.) Así, sea un enunciado verdadero o falso, puede haber más
verdad o menos verdad en lo que dice, según que su contenido conste
de un niíuicro may(jr o menor tic enunciados verdaderos.
Llamemos a la clase de las con,secuencias kígicas de a el "contenido
de verdad" de a (durante largo tiempo se ha usado intuitivamente un
lérmino alemán, "Wahrheitsgehalt", que recuerda la frase "hay algo
de verdad en lo cjue usted dice" y del cual puede decirse que es una
traducción "contenido de verdad", ["truthcontent", en inglés]; y llamemos
a la clase de las consecuencias falsas de a (pero «ólo a ellas)
el "contenido de faLsedad" de a. (Hablando estrictamente, el "contenido
de falsedad" no es un "contenido", porque no contiene ninguna
de las conclusiones verdaderas de los enunciados falsos que son sus
elementos, pero es posible —ver los Apéndices— definir su medida con
ayuda de dos contenidos.) Estos términos son precisamente tan objetivos
como los mismos términos "verdadero", "falso" y "contenido".
Ahora potlemos decir:
Suponiendo que sean comparables los contenidos de iierdad y los
contenidos de falsedad de dos teorías t, •>> tj, podernos decir que t^ es
más semejante a la verdad o corresponde mejor a los hechos que t,
SI y sólo si
(a) el contenido de verdad, pero no el contenido de falsedad, de
tj es mayor que el de t];
(b.) el contenido de falsedad de t,, pero no su contenido de verdad,
es mayor que el de t2.
Si operamos ahora con la suposición (cjuizás ficticia) de que el contenido
y el contenido de verdad de una teoría a son en principio me-
28.5
dibles, entonces podemos ir un poco más allá de esta definición,y definir
también Vs (a), es decir la medida de la verosimilitud o la semejanza
con la verdad de a. La definición más simple será:
V^(a)=Cty(a) — Ch{a)
donde Cty(a) es una medida del contenido de a, y Ctf{a) es una
medida del contenido de falsedad de a. En la sección 3 de los Apéndices
a este volumen se encontrará una definición un poco más complicada,
pero preferible en algunos aspectos.
Es obvio que Vs(a) satisface nuestras dos exigencias, según las cuales
Vs(a) debe aumentar
(a) si Cty aumenta, pero no Ctg(a), y
(b) si Ctf{a) disminuye, pero no Cty(a).
En los Apéndices se encontrarán otras consideraciones de naturaleza
un poco más técnica, así como las definiciones de 01^(0) y, especialmente,
de Ct^a) y Vs(a). Aquí sólo examinaré tres puntos que no
tienen carácter técnico.
XII
El primer punto es el siguiente. Nuestra idea de aproximación a la
verdad, o de verosimilitud, tiene el mismo carácter objetivo y el mismo
carácter ideal o regulador que la idea de verdad objetiva o absoluta.
No es una idea epistemológica o epistémica en mayor medida que la
verdad o el contenido. (En la terminología de Tarski, es obviamente
una idea "semántica", como la verdad o la consecuencia lógica, y por
lo tanto, el contenido.) Por consiguiente, tenemos que distinguir nuevamente
entre el interrogante: "¿Qué quiere usted decir cuando afirma
que la teoría t^ tiene un grado mayor de verosimilitud que la teoría ti?",
"¿Cómo sabe usted que la teoría ío tiene un grado mayor de verosimilitud
que la teoría ti?"
Hasta ahora sólo hemos respondido al primero de esos interrogantes.
La respuesta al segundo interrogante depende de ella, y es exactamente
análoga a la siguiente cuestión (absoluta y no comparativa)
acerca de la verdad: "Yo no lo sé, sólo hago conjeturas. Pero puedo
examinar criticamente mis conjeturas, y si resisten la crítica severa,
este hecho puede ser considerado como una buena razón crítica en
favor de ella."
El segundo punto es el siguiente. La verosimilitud se define de tal
manera que la verosimilitud máxima sólo sería alcanzada por una
teoría que no sólo fuera verdadera, sino también verdadera con una
amplitud total: que correspondiera a todos los hechos, por decir así,
y por supuesto, sólo a los hechos reales. Por supuesto que se trata de
un ideal mucho más remoto e inalcanzable que el de una mera correspondencia
con algunos hechos (como el caso de "la nieve comúnmente
es blanca").
286
Pero lo anterior sólo es válido para el grado máximo de verosimilitud,
y no para la comparación de teorías con respecto a su grado de
verosimilitud. Este uso comparativo de la idea es su propósito principal;
y la idea de un grado mayor o menor de verosimilitud parece
menos remota, más aplicable y, por lo tanto, quizás más importante
para el análisis de los métodos científicos que la idea, misma de verdad
absoluta, aunque ésta sea en sí misma de mucho mayor importancia.
Esto me lleva al tercer punto. Permítaseme aclarar, ante todo, que
yo no sugiero que la introducción explícita de la idea de verosimilitud
origine cambios en la teoría del método. Por el contrario, creo que
mi teoría de la testabilidad o corroboración mediante tests empíricos
t's el coiiii)lciiient() metodológico adecuado de esta nueva idea metak')-
ijiía. La única mejora consiste en la clarificación del problema. Así,
iie dicho ;i menudo que preferimos la teoría íj^ que ha pasado ciertos
tests seveíos, a la teoría í,. que ha fracasado en esos tests, jwrque una
noria lalsa es ciertamente jjeor (|ue otra que, de acuerdo ton nuestro
(onoíimicnto. puede ser \ercladera
Podemos agregar ;i lo anierioi Í.\UC. aun (uando /., haya sido reíiilitíla
a su \ c / , podemos seguir alirniando que es mejor que
.niiKjue ambas lia\an lesiiiíailo lalsas. el hecho de tjiie /.. ha\a resistido
lesis <|ut /, no resistió jjuecle ser un Ijucii índice de (]ue el contenido de
l.dscdad (le /, su|jcia el de t.^, mientras (jue su contenido de verdad
no ts su])erior al de ésta. Así, podemos continuar [ircfirieiulo t.,, aun
después de su refutation, porque tenemos ra/ones para |>ensar que
esta en mayor conformidad con los hechos (jue íj. Todos los casos en
los (jiie aceptamos /._, debido a experimentos que son cruciales para
ojjtar entre t.¿ y /j parecen ser de esta especie, en particular tcxlos los
con ayuda de t.j, casos en los que ésta condujera a resultados
diferentes de los de /,. Así, la teoría de Newton permitió predecir
algunas desviaciones de las leyes de Kepler. Su éxito en este ámbito
[>erniitió establecer el hecho de que no fracasaba en los casos que
lelutaban a Kepler: al menos el contenido de falsedad de la teoría
de Keplcr, conteniílo que ahora se conoce bien, no formaba parte de
la de Xewton, a la par que era bien claro que el contenido de verdad
no había disminuido, ya que la teoría de Kepler se deducía de la de
Newton como "primera aproximación".
Análogamente, puede mostrarse que una teoría t.¿ que es más pre-
(isa que í, —siempre que su contenido de falsedad no sea mayor que
el de f,— tiene un grado mayor de verosimilitud que íj. Lo mismo es
\;i)ido para las consecuencias numéricas de t¿ que, aunque sean falsas,
se acercan más a los valores numéricos verdaderos que las de íi.
Finalmente, la idea de verosimilitud es más importante en los casos
de ios cuales sabemos que debemos trabajar con teorías que son, en
fl mc}or de los casos, aproximaciones, es decir, teorías de las cuales
sabemos que no pueden ser verdaderas. fEsto cx:urre a menudo en las
287
(íeníias sociales.) Aun en estos casos, podemos seguir hablando de
mejores o peores aproximaciones a la verdad (por lo cual no necesitamos
interpretar estos casos con espíritu instrumentalista'i.
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