3.- LAS REFORMAS EN ESPAÑA (1390-1474).
En la práctica totalidad de las órdenes religiosas, tanto monásticas como mendicantes, surge en esta época de finales del siglo XIV y principios de XV un movimiento de "observancia" que estuvo "fuertemente marcado por las fuerzas espirituales que desataba el ocaso del medievo religioso, a través de la crisis, la decadencia, las divisiones internas y el desconcierto fomentados por el Cisma de Occidente y por la mundanidad de la corte papal de Aviñón"25. Todos estos movimientos se distinguieron por un ferviente deseo de reavivar el espíritu religioso26. Surgieron unas veces desde la autoridad, y otras desde la base de las Ordenes, tanto en Francia e Italia como en España.
Dentro de la Orden Franciscana encontramos brotes reformadores en todas las latitudes27. Pero esta multitud de brotes que buscan la prístina "observancia" de la Regla -dentro de los cuales habría que ubicar, como predecesores, a los ya mencionados "espirituales" del siglo XIII- no es lo mismo que la "Regular Observancia" como rama de la Orden. Ahora bien, ¿cuándo surge en España esta rama franciscana de la "Regular Observancia", que en 1517 obtendría la primacía jurídica de la Orden? Por el momento resulta imposible responder con exactitud a esta pregunta, porque no es temerario sostener que esta parte de la historia franciscana referida a las reformas de los siglos XIV-XVI ha sido escrita apologéticamente por cronistas Observantes. Además, es un hecho incuestionable que la lucha entre Conventualidad y Observancia tuvo, particularmente en España, un claro triunfador, y que la historia de la Orden siempre se ha escrito desde los vencedores. Los mismos historiadores de las reformas franciscanas españolas, Lejarza y Uribe, al hablar de Lope de Salazar y Salinas, enjuician así a los cronistas de la Orden: "por pagar tributo a los gustos de los siglos en que escribieron, se preocuparon muy poco en aclarar los numerosos puntos oscuros de su historia, legándonos un maremagnum de confusionismo en torno a muchos importantes pormenores de su vida. Y así son muy poco de fiar cuando no fundamentan sus afirmaciones con datos fehacientes, por lo mismo que anteponen, con frecuencia, el amor particularista de sus respectivas Provincias a la veracidad histórica de los hechos"28. Pero mismo sucede respecto de Italia, donde se ha hablado de “gli oscuri inizi dell’osservanza”29, y de Francia, donde se ha dicho: “Dans l´histoire de l´Église, l’Observance a été entourée de ce préjugé favorable dont on crédite généralement tous les réformateurs d’ordre…Qui oserait, en effet, soutenir la cause de Conventuels dégénérés, pliant sous le poids de leurs “abus”, quand se présentent devant eux, parés de leur vertu, les redresseurs de torts?”30. García Oro, por su parte, dice: "A la Claustra le tocó perder y a la Observancia ganar. Suerte dispar reflejada también por la historiografía religiosa, que, salvo raros ejemplos, es apologética y da razón a los vencedores"; y continúa: "El historiador de hoy está mejor asesorado para valorar a ambos grupos y dar a cada cual su parte. Tiene que situarse a prudencial distancia de los alegatos de las partes. Sobre todo ha de empeñarse en comprender a la parte débil y condenada que es el conventualismo"31. No es, pues, extraño que, ante esta idea de que, en sí, lo “observante” es positivo y lo “conventual” es negativo, casi siempre hayan resultado incómodas las que, por otra parte, se llaman "juiciosas observaciones del P. Laín y Rojas sobre los posibles males que acarreó a la Conventualidad de Castilla y Andalucía el pernicioso Cisma de Occidente y demás concausas que se citan al respecto"32. Laín Rojas quizá sea el único cronista Observante de siglos pasados que juzga con claridad de forma positiva a los Conventuales. Fue un “historiador ‘hijo de la Ilustración’", y no como los anteriores "hijos de la Contrarreforma"33. Afirmaba: "Con verdad puedo decir que mis noticias históricas me obligan a leer con enojo los escritos de muchos historiadores que infaman injustamente a nuestros predecesores (nótese que él es observante) del siglo cuartodécimo, dignos de mejor suerte; y aseguro que no puedo leer sin enfado algunas crónicas que asignan por motivo de varias reformas nacidas a fines del siglo quintodécimo los relajaciones que suponen hubo en la Orden más de un siglo antes..."34.
La visión de Laín Rojas parece ecuánime. Es decir, cuando surgen las reformas no todo era negativo en el seno de la Orden. Es más, las reformas brotan dentro de la misma Orden como algo que le pertenece. Normalmente sucedía que algunos frailes deseaban vivir retirados y en condiciones más pobres, en eremitorios. El gobierno de la Orden (Conventuales) concedía sin problemas, a veces alentando, el permiso. Los eremitorios eran una casa más de la Orden, aunque con un estilo peculiar de vida. Así consta, por ejemplo, en la bula "Vestre devotionis integritas" del 10 de abril de 1392, concedida por Bonifacio IX a Diego Arias y compañeros de la Provincia de Santiago, entre los que figura el protagonista de la reforma en dicha Provincia, Gonzalo Mariño: “Dilectis filiis Didaco Ariae, Gondisalvo Marino ac Petro Didaci ord. fratr. Min. professoribus. Vestrae devotionis integritas promeretur, tu petitionibus vestris, in iis praesertim, quae animarum vestrarum salutem et quietem animi concernere dignoscuntur, quantum cum Deo possumus, favorabiliter annuamus. Vestris itaque in hac parte supplicationibus inclinati, vobis, qui ut asseritis vitam solitariam ducere et locum in aliqua eremo infra provinciam s. Iacobi in Compostella secundum morem dicti ordinis recipere ac inibi perpetuo Domino famulari desideratis, recipiendi locum huiusmodi, si vobis pia largitione fidelium vel alias legitime concedatur, ac in ipso cellam seu domum construendi et aedificandi cum oratorio, campanili, campana, refectorio et aliis necessariis officinis, in loco tamen ad id congruo et honesto, ac habitandi ibidem (fel. rec. Bonifatii papae VIII et quibuslibet aliis apostolicis ac ipsius ordinis statutis et consuetudinibus contrariis nequaquam obstantibus) plenam et liberam, auctoritate apostolica, tenore praesentium facultatem elargimur: iure tamen parochialis ecclesiae et cuiuslibet alterius in omnibus semper salvo. Volumus autem, quod superioribus dicti ordinis nihilominus subditi sub consueta obedientia existatis. Nulli ergo etc. Datum Romae apud s. Petrum IV idus aprilis anno tertio”35.
Pero se da también el caso de algunos religiosos que, como Luis de Saja, en la misma Provincia de Santiago, pretendían reformar los conventos ya existentes. Parece que éstos son los que comenzaron a sentirse rama Observante, embriones de las Vicarías Observantes que adquirieron carta de ciudadanía en el Concilio de Constanza (1414-1418). "Lo cierto es que en el seno de la Provincia de Santiago destacaban por aquel entonces (bien entrado el siglo XV) tres organismos autónomos, el primero de los cuales estaba formado por los antiguos eremitorios de Fr. Gonzalo Mariño, incrementados por los de Ribadavia, Redondela?, Valderrago, Hoyo y Castañar; el segundo, por los conventos reformados y gobernados por Fr. Luis de Saja, y el tercero, por los que aún no habían sido sometidos a ninguna reforma ni a la Observancia, con la particularidad de que los del segundo grupo eran proyección de una Custodia extraña con la cual se habían identificado espiritualmente pero conservando el Ministro Provincial su alto mando y dirección" 36.
La convivencia entre estos diversos grupos no fue pacífica, porque los afanes expansionistas de la Observancia fueron pertinaces, no sólo en relación a los Conventuales que vivían en los conventos, sino también en cuanto a los frailes que vivían en los eremitorios37. Estos últimos valoraban como algo intocable el mantenerse unidos al tronco de la Orden: era cuestión de conciencia, pues el capítulo VIII de la Regla no dejaba lugar a dudas sobre la necesidad de obedecer directamente al Ministro General. No obstante, algunas situaciones concretas, como el Cisma de Occidente, causaron desconcierto entre los frailes y propiciaron el que algunos pensaran más en sus intereses que en la fidelidad al carisma38.
También en las provincias de Aragón39 y Castilla40 se daban enfrentamientos entre los Observantes y los frailes de los eremitorios41.
La Regular Observancia intentó capitalizar estos intentos de reforma. Lo mismo sucedió en la Provincia de Castilla con la llamada reforma villacreciana. Pedro de Villacreces (+ 1422), maestro en Teología, fundó los eremitorios de La Salceda, La Aguilera y El Abrojo. Pero "su constante anhelo y única preocupación había sido reformar la Orden sin dividirla"42. Le vino el choque por su diversidad con los Observantes, quienes aparecen con claros síntomas de ser acaparadores y uniformistas. Éste fue uno de los más grandes problemas que tuvo que soportar Villacreces y sus seguidores: "la batería y la tenaz contradicción que venía experimentando desde el comienzo de su reforma por parte de los Observantes, que por entonces comenzaron a levantar cabeza... pero sus émulos andaban tan empeñados en echar por tierra todo el edificio de su Reforma, que no cejaron hasta obtener una bula de Benedicto XIII? autorizándoles para que el eremitorio de La Aguilera pasase a depender del convento de Santo Domingo de Silos a la muerte de Villacreces o antes si éste accedía a su agregación. Fue éste el resultado inmediato de una campaña sistemática y funesta iniciada años atrás..."43. Para defenderse de estos ataques se dirigió al Concilio de Constanza, con el fin de conseguir que Martín V confirmase su modo de vida, cosa que consiguió. Curiosamente, los cronistas Observantes, a pesar de estos gravísimos problemas con sus antecesores, le han considerado como el primer Observante. Basten las palabras del epitafio que colocaron en su sepultura: "Observantiae in Hispania primus instaurator"44 . La realidad es que murió en el convento de Peñafiel (Valladolid), que era de los Conventuales.
Pedro de Santoyo (+1431) ha sido tenido como otro de los grandes reformadores franciscanos. Hacia 1402 ingresó en el convento de San Francisco de Castrojeriz (conventual), de donde pasó al de Valladolid45. Los cronistas Observantes se empeñan en mostrar a Pedro de Santoyo como un gran reformador de los Claustrales, el "monstruo de la Claustra", en palabras del P. Sobremonte46. Después de analizar detenidamente el tema, especialmente referido a San Francisco de Valladolid, Lejarza y Uribe concluyen: "el convento de Valladolid no se reformó hasta 1433 y, por lo tanto, que su reforma no se debió a Santoyo... no fue reformador de ningún otro convento de la Claustra"47. Santoyo y sus seguidores tuvieron problemas con los Observantes hasta que pasaron bajo su jurisdicción48, porque "la Observancia hizo su aparición en la historia franciscana de España con manifiestas tendencias disgregatorias e intenciones de predominio sobre las demás reformas ya existentes"49.
Situaciones similares vivieron Lope de Salazar y Salinas 50 y san Pedro Regalado51, que también sufrió las consecuencias de los afanes de la Observancia por capitalizar todos los movimientos de reforma, aunque él "no fue ni fundador ni reformador, porque ni fundó ni reformó nada"52.
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