24.¿Quiénes fueron los asesinos de Katyn?
Por G. E Hudson
Lo que suele llamarse la matanza del Bosque de Katyn fue denunciado primero por los alemanes en abril de 1943. En una colina sembrada de abetos que mira hacia el Río Dniéper, cerca de Smolensk, Rusia, soldados nazis descubrieron, hacinados en fosas colectivas, los cadáveres de millares de oficiales polacos.
Acusados los rusos de haber cometido la matanza después de invadir a Polonia en 1939, los nazis enviaron grupos de médicos no alemanes a Katyn, con el objeto de que confirmaran su descubrimiento, y llevaron prisioneros aliados para que vieran los cadáveres.
Inmediatamente los rusos a su vez acusaron a los nazis, diciendo que cuando los ejércitos rojos se retiraron de Smolensk en julio de 1941, tuvieron que dejar a los oficiales polacos prisioneros, y que los nazis fusilaron a los polacos e inventaron el cuento de Katyn con fines de propaganda.
Durante el período postbélico de cordialidad soviético-occidental se aceptó la versión rusa. Pero unos cuantos legisladores norteamericanos exigieron una nueva investigación del caso. El Congreso designó entonces una comisión investigadora para examinar todas las pruebas existentes.
LA matanza de Katyn es única entre las más notables atrocidades que registra la historia, por el hecho de que ha habido dudas durante mucho tiempo con respecto a los verdaderos autores. Hay ya, sin embargo, suficientes pruebas para establecer una conclusión.
La matanza de Katyn fue para Polonia un desastre nacional. Cerca de una tercera parte del Cuerpo de Oficiales del ejército polaco de la anteguerra, incluyendo a regulares y reservistas, había desaparecido en Rusia. Los polacos no podían menos que preocuparse profundamente por conocer la suerte que pudieran haber corrido sus oficiales; así que iniciaron una amplia investigación. Los resultados de ella han sido revelados al mundo en tres libros escritos en los últimos años por polacos directamente afectados.24
La historia de Katyn comienza con la captura de una gran parte del ejército polaco en septiembre de 1939 por las fuerzas soviéticas que invadieron a Polonia desde el Este, diecisiete días después que los alemanes invadieron por el Oeste. Casi todos los oficiales prisioneros, alrededor de 9.000, y un número de suboficiales, gendarmes y guardias de frontera, que componían una suma total de 15.000 hombres, fueron llevados a tres campos en Kozielsk, Starobielsk y Ostashkov. Allí se les sometió a un prolongado interrogatorio, tendente a averiguar sus opiniones y actividades políticas anteriores. En abril de 1940, alrededor de 400 a quienes se consideró como amigos se les despachó a un campo en Pavlishchev Bor. A los demás se les dio un destino desconocido.
En octubre de 1940 las tropas alemanas entraron en Rumania, y el gobierno soviético, por primera vez, comprendió que Hitler podría intentar, pese al pacto nazi-soviético, la ocupación de Ucrania. Tres semanas después un oficial polaco pro soviético —el teniente coronel Berling— y dos más fueron intimados a presentarse ante los jefes de la NKVD, Beria y Merkulov, en Moscú. Se les preguntó si querrían ayudar a organizar algunas unidades militares polacas para una posible utilización contra Alemania. Berling aceptó y propuso que los oficiales polacos desaparecidos fueran incorporados al plan. A lo que Beria replicó: “No; esos no. Cometimos un grave error con ellos”. Esta observación misteriosa, que fue repetida por Berling, fue objeto de mucha especulación entre los otros prisioneros polacos.
Cuando Hitler invadió Rusia, la U. R. S. S. convino en decretar una “amnistía” para los prisioneros polacos y en autorizar al gobierno polaco de Londres para que reclutara un ejército entre ellos. De todos los lugares de la Unión Soviética acudieron pronto los polacos a inscribirse. Pero entre ellos no aparecían sino muy pocos de los antiguos oficiales. Los funcionarios soviéticos afirmaban que todos los prisioneros polacos habían sido puestos en libertad, pero que ignoraban el paradero de determinados individuos.
Cuando, transcurridos algunos meses, ninguno de los polacos que habían estado en Kozielsk, Starobielsk u Ostoshkov (a excepción de los 400 llevados a Pavlishchev Bor) apareció en los centros de reclutamiento, las autoridades militares polacas comenzaron a inquietarse. Por los conductos secretos de la resistencia supieron que las familias de los oficiales desaparecidos no habían recibido correspondencia de ellos desde mayo de 1940.
En diciembre de 1941 el primer ministro polaco, general Sikorski, presentó el caso directamente ante Stalin. La única explicación que de él obtuvo fue que tal vez los prisioneros hubiesen escapado a Manchuria, lo que indicaba que habían sido enviados a Siberia. Año y medio de averiguaciones, incluyendo representaciones hechas por los embajadores de Inglaterra y de los Estados Unidos en Moscú, no arrojaron el menor indicio de la suerte corrida por los oficiales. Los dirigentes polacos llegaron a la conclusión de que los funcionarios soviéticos mentían y de que los prisioneros ya no existían.
Cuando en abril de 1943 se hizo el descubrimiento de los cadáveres en el Bosque de Katyn, los alemanes declararon que esos oficiales polacos habían sido víctimas de una matanza a manos de los rusos y pidieron una investigación por parte de la Cruz Roja Internacional. El gobierno soviético no sólo se opuso a la investigación sino que rompió relaciones diplomáticas con el gobierno polaco por no haber éste rechazado inmediatamente los cargos alemanes. Al mismo tiempo el gobierno soviético puso a circular una nueva versión acerca de la suerte corrida por los oficiales polacos: que habían sido capturados por los alemanes en el curso de su invasión en julio de 1941.
Si esta versión fuera la verdadera los dirigentes soviéticos habrían estado en conocimiento del suceso durante todo el tiempo en que se les estuvo pidiendo información sobre los prisioneros. ¿Por qué no dijeron que los prisioneros polacos habían caído en poder de los alemanes junto con centenares de millares de soldados rusos? Si los rusos fueran inocentes, no habría razón para no haber admitido eso. Pero si eran culpables, tenían una razón de peso para no contar el cuento. Mientras los rusos decían que ignoraban dónde estaban los oficiales polacos, nadie podía probar que estuviesen muertos. Ahora, sin embargo, se habían descubierto los cadáveres.
Al ocupar de nuevo la región de Katyn en septiembre de 1943 los rusos designaron una “Comisión Especial para investigar y descubrir lo relativo al fusilamiento de oficiales polacos por los agresores fascistas alemanes en el Bosque de Katyn”. Esta comisión quedó compuesta en su totalidad por ciudadanos soviéticos. En su informe declara que los alemanes, habiendo fusilado a los prisioneros polacos en el otoño de 1941, decidieron achacarle el crimen a los rusos, y que en consecuencia, en marzo de 1943 (un mes antes de anunciar el descubrimiento de las sepulturas) exhumaron los cadáveres, les quitaron cuidadosamente los documentos que tuvieran fechas posteriores a abril de 1940, y los volvieron a enterrar.
Antes de retirarse de Katyn los alemanes permitieron a la Cruz Roja Polaca desenterrar y examinar los cadáveres. La Cruz Roja no hizo declaración pública alguna, por lo que no podría acusársela de estar apoyando la propaganda alemana contra los rusos. Pero un informe completo de sus indagaciones fue enviado secretamente al gobierno polaco con sede en Londres. Las pruebas encontradas en los cadáveres consistían en 3.300 cartas y tarjetas postales, ninguna de las cuales tenía fechas o sellos posteriores a abril de 1940; un número de diarios que finalizaban, en su totalidad, en abril o en la primera semana de mayo de 1940 (uno de ellos describía en su última anotación un viaje bajo escolta de la NKVD al Bosque de Katyn); centenares de periódicos o fragmentos en los cuales podían distinguirse las fechas, correspondientes todas a marzo o abril de 1940.
El informe de la comisión soviética da a entender, no que la Cruz Roja Polaca mintiera en el asunto, sino que fue engañada por los alemanes al retirar éstos la documentación fechada después de abril de 1940.
Este es el punto decisivo de toda la historia. Joseph Manckiewicz, que visitó Katyn acompañando a la Cruz Roja, no encuentra dificultad en refutar la explicación soviética. En primer lugar —escribe— no es solamente cuestión de retirar papeles, sino también de sustituir otros; de volver a escribir y falsificar detalles en los diarios y especialmente de producir o reproducir el número requerido de periódicos rusos de la primavera de 1940. Pero aún habiéndose llevado a cabo tan complicada falsificación, el proceso de volver a su sitio las cosas resultaba imposible técnicamente.
“Puesto que todo estaba empapado y pegado con un líquido cadavérico repugnante y gomoso —explica Manckiewicz—, fue imposible desabotonar los bolsillos o sacar las botas. Hubo que cortar todo aquello con cuchillos para extraer los objetos personales... Ninguna técnica habría podido permitir registrar aquellos bolsillos, sustituir unos objetos por otros, y luego abotonar los uniformes y apretujar de nuevos los cadáveres en una masa, capa sobre capa...”
A todas luces habría sido imposible ocultar las huellas de una falsificación. Con toda seguridad los alemanes habrían sido descubiertos si hubieran presentado una obra tal a los peritos imparciales de la Cruz Roja Internacional. Debemos concluir, por lo tanto, que la exhumación y reenterramiento de marzo de 1943 de que trata la versión rusa nunca tuvieron lugar, y que las fechas de los documentos que acompañaban a los cadáveres determinan la fecha de la matanza.
Y si sabemos cuándo se realizó el hecho, sabemos también quién lo realizó.
De “Commentary”.
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