La Misión del Espiritismo



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Pregunta: ¿No es suficiente el Evangelio, como un Código Moral y superior para la humanidad terrícola? ¿Es necesario que el Espiritismo lo divulgue por medio de sus actividades doctrinarias?

Ramatís: La doctrina espirita, por su elevado valor moral de función liberadora, es el intérprete de un mensaje de mayor valor, como lo es el Evangelio. Sin cultos externos, sin jerarquías sacerdotales y como doctrina universalista, es lógico, que le cabe difundir entre sus adeptos las enseñanzas del Maestro Jesús, exceptuadas de las deformaciones propias de los hombres, que acostumbran a regular las actividades religiosas conforme a sus intereses personales.

Pregunta: Sin embargo, existen los espiritas que se dedican exclusivamente al esclarecimiento científico de la doctrina ante la emotividad de la pregonación religiosa. Critican la divulga­ción de un Evangelio excesivamente lloroso, pero improductivo. ¿Cuál es vuestra opinión?

Ramatís: En realidad, hay exceso de melodrama y exhorta­ción lacrimosa de parte de ciertos evangelizadores espiritas, sin provecho alguno para alcanzar la transformación espiritual po­sitiva del hombre. Evangelizar, en verdad, no es exponer los conceptos de las parábolas a través de los suspiros, palabras entrecortadas y expresiones compungidas, cosa ésta que era más apropiada a las antiguas tragedias griegas.

Existen adoctrinadores espiritas que se dejan arrastrar por sus propias emociones, deslumbrados por el efecto "pirotécnico" de su oratoria al público. Aquí en el Espacio, muchos sermonistas y pregonadores famosos, de las más variadas sectas reli­giosas viven en estado de penuria, pues confundieron su exal­tación personal con la simplicidad elocuente del Evangelio. Des­de lo alto de los pulpitos, de las tribunas, de los estrados de las instituciones religiosas o espiritualistas, fascinaron, conmovieron, impresionaron e hipnotizaron al público por su elocuencia, me­morización de una fabulosa erudicción sobre conocimiento del texto del Evangelio de Jesús.

Sin dudas, que exaltaron en forma altilocuente la grandio­sidad, el poder y la fuerza del Evangelio, en verdaderos desafíos a las críticas de los adversarios obstinados. Terminaban sus prédicas y sermones bajo la apoteosis de las multitudes, y el público se sentía como pigmeo delante de esos gigantes de la palabra pródiga de metáforas, enriquecida por los floreos lite­rarios de un mundo transitorio, cuya elocuencia verbal exaltaba y enaltecía las sencillas y tranquilas palestras del Maestro Jesús.

Oradores poco comunes, pasaron por la tierra como meteoros deslumbrantes, portando en su cola el acervo de las palabras y frases rebuscadas. Mientras tanto, todavía estaban apegados a la personalidad humana y bastante preocupada por el juzga­miento del público y el respeto a su talento y arte de la ora­toria. Muchas veces sacrificaron la claridad y la sencillez de los textos evangélicos, asfixiándolo bajo el torrente de adjetivos brillantes. Las ontologías del mundo aún divulgan en páginas seductoras el cántico de la oratoria de esos famosos oradores, destacándoles la erudicción y el poder hipnótico de la palabra. En realidad, hay mucha verba atrayente, pero nada dicen del contenido liberador del Evangelio. Las enseñanzas del amoroso Jesús, les sirvieron de trampolín para afirmarse en las glorias humanas.

Indudablemente, que hay razones para que algunos espiri­tas científicos deploren el compungimiento lagrimoso de ciertos evangelizadores, que verdaderamente se preocupan únicamente por la forma religiosa de la doctrina. Conforme conceptuó el propio Kardec, el "Espiritismo será científico o no sobrevivirá". En consecuencia, es una verdadera tontería intentar reproducir aquello que Jesús dijo de modo muy natural y sencillo, sobre­cargando con adornos improductivos, que por demás, evidencia el toque y el rebusque de las cosas del mundo transitorio en que vive el hombre; así también, por más vistoso que fuera el cofre, no logra aumentar el valor de las joyas preciosas que guarda.

No es necesario agregar para el público, nada que no sea la fiel interpretación del mensaje liberador que Jesús expuso al máximo con extrema sencillez, en su admirable Evangelio. El Evangelio, como método de vida sublime y regla del mundo angélico, es de un valor tan superior, que la más amplia eru­dicción y elocuencia humana jamás podría acrecentarle ningún valor adicional.

Ninguno se evangeliza prematuramente por el toque sobresaliente de los extraordinarios oradores, aunque sus palabras sean poéticas y seductoras. Es más convincente la moral y los sanos ejemplos personales del orador, que propaga el Evangelio, que su rebuscada elocuencia y erudicción sobre el público. Un gesto de irritación o sarcasmo, las palabras de las críticas anti-fraternas, pueden crear la desconfianza sobre el orador más famoso. Sin embargo, la benevolencia, la exhortación amiga y las palabras sencillas, el respeto y el buen juzgamiento, atraen e- inspiran confianza en el peor orador del mundo.

Auto evangelización no se pregona a los gritos, con modales teatralizados y altilocuencia de las explosiones emotivas. Los recursos de la erudicción del mundo, que más pueden agregar a los conceptos indestructibles y fáciles de comprender, como el "Amaos los unos a los otros, como os amo", o "Haced a los otros lo quisierais que os hagan". Ninguno puede agregar o quitar una coma en esas sentencias de liberación espiritual, pues Jesús, su autor, el más sabio de los hombres, enseñaba sin hacer grandes gestos o cualquier otra expresión que pudiera identificarlo con el hacer superficial del mundo.



Pregunta: Nosotros hemos escuchado a un famoso orador de la religión oficial, que en su vehemencia arremetía contra Allan Kardec, porque cometió censurable sacrilegio al introducir al Evangelio de Jesús a la doctrina espirita. ¿Qué opináis al respecto?

Ramatís: Allan Kardec, realmente fue quien aseguró defi­nitivamente, que "el Espiritismo contiene la misma moral enun­ciada por el Maestro Jesús". Eso implica una enorme respon­sabilidad para el codificador y sus adeptos espiritas, porque no es la doctrina espirita la que estatuyó una moral superior, puesto que desde el comienzo se había sometido incondicional-mente a los preceptos morales y evangélicos del Maestro Jesús. En consecuencia, Kardec subordinó la investigación y el saber del espirita a la moral orientadora del Cristo Jesús. Notable­mente inspirado, Kardec comprendió que no bastaría el cono­cimiento y la cultura del mundo para conseguir la metamorfosis del espíritu humano, pero sí, dependería fundamentalmente de su iluminación moral.

Cuando elaboró el "Evangelio según el Espiritismo", era su intención esclarecer a los espiritas, respecto a la sustancia moral del Evangelio de Jesús, desechando las interpretaciones compungidas o de exagerado misticismo. Kardec expuso las ense­ñanzas del Divino Maestro como un "Código Moral" para vivirlo fuera de las discusiones e interpretaciones personales, basadas en la frialdad de la letra. Estaba por arriba de los sofismas, de la dialéctica discutible, de la cronología de los acontecimientos y de los aspectos psicológicos de razas o credos, él se preocupaba fundamentalmente con la fuerza positiva y moral, que las en­señanzas de Jesús deberían ejercer en los hombres. En vez de adoptar el Evangelio como un repositorio de fe o mística, de uso exclusivo para lo religioso, prefirió orientar al hombre en la vida profana.

El codificador, no cometió ninguna falta al conjugar el Evan­gelio como una disciplina moral para los espiritas, pues no enmendó ningún precepto bajo su interpretación personal, tam­poco discutió la configuración ni las bases de las fórmulas evan­gélicas. Extrajo el espíritu de las enseñanzas cristianas para ofrecerlo límpidamente al entendimiento de los hombres de buena voluntad. Espíritu sensato y humilde, Allan Kardec pre­firió el yugo suave del Evangelio de Jesús para consolidar el "Código de la Moral Espirita", en vez de componer un acervo de máximas o preceptos morales, brillantes y seleccionados por su elevado nivel intelectual, pero que no tendría la fuerza re­dentora y consagrada por el sacrificio mesiánico del Maestro en la cruz. El Evangelio era el intermediario de lo Alto, indis­cutible y estatuido para el bien de la humanidad. Criticar el espíritu del Evangelio, sería la estigmatización de la inmoral. Aun más, el codificador rechazó los recursos que le brin­daba la fuente religiosa y moral del espiritualismo de Oriente e incorporó al Espiritismo la esencia del Cristianismo, divulgado por los apóstoles y consolidado por la sangre de los mártires cristianos.

Aunque el Espiritismo asiente sus bases en la revelación expuesta por las filosofías de Oriente, Allan Kardec abandonó la ética de los Vedas, el convincente contenido moral de Buda, las reglas disciplinadas de Krisnha, los severos preceptos de Zoroastro y Confucio, prefiriendo las sencillas enseñanzas vividas por Jesús y perfectamente electa a la simplicidad y claridad de la doctrina espirita.




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