Pregunta: ¿Podéis manifestarnos cuál es la diferencia más pronunciada entre Espiritismo y Budismo?
Ramatís: Es muy grande la diferencia respecto a la comprensión y temperamento que existe entre Oriente y Occidente. Los orientales, principalmente los hindúes, son meditativos y buscan aprender la realidad inmortal en el silencio del alma, mientras que los occidentales tratan de buscar el conocimiento a través de las formas o manifestaciones fenoménicas del mundo.1
La vida inquieta y tumultuosa de Occidente proporciona a la persona entendimientos de las cosas espirituales a través de la vida cotidiana, desatinada, mientras que los Orientales se dedican intensamente a la meditación en la pasible naturaleza y con mucho fervor a las cosas íntimas del espíritu. La figura tradicional del Maestro caminando poéticamente en las calurosas veredas de la India, no se ajusta al torbellino arrasador de Occidente. La vida occidental es ruidosa, saturada de ruidos como son las bocinas de los autos, gritos, pregones, pitadas y barullos ensordecedores; los niños atraviesan las calles corriendo y saltando entre los vehículos, los adultos caminan a los empujones y nerviosos, porque pierden su valioso tiempo. Las constantes exigencias del mundo exterior, arrasando los sentidos humanos, imposibilitan a la persona para concretarse interiormente y lograr movilizar sus fuerzas interiores y espirituales.
El Maestro Oriental resalta por sus vestiduras blancas y largas, por su turbante inmaculado y por su mirar sereno, impasible delante de los acontecimientos más tormentosos, como avanzados del mundo material. Sus gestos son apacibles y sus palabras llenas de sabiduría. Mientras tanto, el Maestro occidental atraviesa las calles apresurado, perdiéndose en medio de las multitudes azoradas para cumplir con las tareas más prosaicas.
Ninguno lo conoce como jefe de algún grupo religioso o instructor de alguna escuela iniciática, pero aparece en el momento propicio, como un simple ciudadano que sabe dar soluciones apropiadas en el plano de la espiritualidad, reajustar temperamentos atormentados y orientar con sabiduría al prójimo. El también se encuentra sujeto a los rígidos horarios, afectado al transporte común, tiene responsabilidad por el sustento de su familia y parientes y está subordinado a todas las leyes fiscales del mundo. Entonces, regresa a su hogar cansado, inquieto y también nervioso, puesto que debe tratar de resolver los problemas domésticos en común y amenizar los conflictos de la familia humana.
Cuando atendió sus obligaciones de afuera y dentro de su hogar, lo domina el cansancio y le sobra muy poco tiempo para la peculiar meditación de los orientales. Invierte algunos minutos u horas estudiando los principios del mundo espiritual, como así también, sobre la conducta humana de sus hermanos. Existe en sí, el ferviente deseo, casi espontáneo, de servir al prójimo, tratando de ayudarlo en sus dolores y problemas porque vibra en su alma la misma ansiedad variando únicamente el ambiente donde Dios lo colocó para cumplir con sus deberes espirituales.
Pregunta: Entonces, ¿el hombre de Occidente es menos favorecido por las enseñanzas, con relación a los beneficios que reciben los orientales?
Ramatís: Apenas queremos decir, que la turbulencia de la vida occidental exige una doctrina o religión que sea acorde a esas actividades.
1 "El occidental considera el Universo por el lado de afuera, por sus manifestaciones externas, concretas, palpables, visibles; el oriental nace con la intuición interior y considera el aspecto externo, como el efecto de una Causa invisible, más no la Realidad. Por eso, en Oliente no hay ateos ni materialistas; su conciencia habitual vive en otra dimensión, pues la realidad invisible, es para él, el objeto de la intuición espiritual y le da plena confianza. Para el oriental, lo visible es derivado de lo invisible; para el occidental, lo invisible es efecto de lo visible. Para el oriental, los occidentales son cazadores de sombras, es decir, maya, ilusión. El oriental vive muy ajeno a las cosas de la vida terrena; el occidental vive sustraído por las cosas terrestres; realiza mucho más cosas a su alrededor, de lo que debiera hacer para su interior." (Trechos extraídos de la obra: "Espíritu de la Filosofía Oriental", de Huberto Ronden.)
El pueblo occidental necesita enseñanzas sintéticas y de carácter popular, que le sirvan a todas horas del día a fin de ir asimilando y progresando, sin tener que abandonar sus onerosas obligaciones en medio de la sociedad, del trabajo, del estudio, el deporte y aun en la diversión.
En consecuencia, el Espiritismo resulta ser la doctrina más indicada para el siglo XX, que puede atender las necesidades del hombre, enseñándole la inmortalidad del espíritu, los preceptos de la Reencarnación y la Ley del Karma, en forma directa y fácil, sin exigir grandes esfuerzos. Además, tanto el Budismo como el Espiritismo, intentan liberar al hombre de sus cadenas carnales, solamente se diferencian en la modalidad y aplicación de sus enseñanzas.
Buda se servía de comparaciones para enseñar su doctrina, recordándonos mucho a la naturaleza poética de Jesús y sus parábolas. El Espiritismo, mientras tanto, es electo a la mente occidental, manifiesta sus enseñanzas directamente, exceptuado del sentido poético o del simbolismo que requieren demoradas meditaciones. Es una doctrina de esclarecimientos imperativos y apropiados a la época actual, dado que el tiempo no sobra para encarar extensas contemplaciones, propias de la escolástica oriental. El espíritu se ajusta correctamente a las necesidades del hombre siempre apurado, activo y obligado con la vida moderna, pero no deja escapar la oportunidad de servir a su prójimo y meditar, también, sobre la vida espiritual.
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