La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Ramatís: Resulta sumamente doloroso para el hombre libe­rarse de sus condicionamientos viejos. Le sangra el corazón cuando necesita alejarse de todo aquello que le ha sido familiar, a fin de admitir los conceptos nuevos y desconocidos, o abandonar la direc­ción de los sacerdotes, líderes religiosos, como los templos, que le son simpáticos. El nuevo y extraño mensaje le resulta extraño y aparentemente inseguro, porque pertenece a otro movimiento espi­ritualista destructor de las viejas tradiciones. Es una decisión embarazosa para el católico repudiar el mundo divino, de apa­riencia tierna y misteriosa, para aceptar la doctrina espirita, que le coloca sobre sus hombros toda la responsabilidad de su destino, bueno o malo. Es necesario disponer de cierto espíritu heroico y algunas veces, hasta un poco irreverente para que el hombre deje lo que es conocido, por lo nuevo y aparentemente dudoso.6

El poeta sufre atrozmente en su excesivo sentimentalismo, cuando el científico le esclarece que el puente pintado de colores fascinantes, apenas es una "ilusión de óptica" producida por la refracción de los rayos luminosos del sol en el crepúsculo de la tierra. Se entristece al saber que la rosa es solamente la contextura de electrones y átomos, moviéndose en sus órbitas y produciendo colores y perfumes que tanto fascinan pero no pasan de un proceso puramente técnico o científico. Por eso en lo tocante a abandonar nuestras convicciones religiosas del pasado somos algo parecido a la mujer de Lot que, en su imprudencia, se volvió para ver el incendio de la ciudad, donde se quemaban las ilusiones y tradi­ciones.

Los misterios, milagros y gracias que alimentaron nuestra fe primaria y sustentaron nuestros sentimientos humanos se prenden a nuestra alma como los mariscos a las rocas.

Pregunta: ¿Nos podéis ejemplificar en forma un poco más concreta ese asunto?

Ramatís: El judío sufrió terriblemente cuando recibió a tra­vés de las enseñanzas de Jesús la oportunidad para despedirse de Jehová, el dios poderoso e implacable con los enemigos de la raza, para tributar su devoción a un nuevo Dios cristiano, pacífico y magnánimo hasta con los propios adversarios. Era un profundo golpe para la raza hebraica despreciar a Jehová, dios varonil y guerrero, símbolo de la virilidad belicosa del pueblo para admitir otro que se humillaba hasta el perdón incondicional. A pesar de la nueva expresión divina de bondad y amor, ello debilitaba a las tradiciones del pasado. Y hasta hoy, gran parte del pueblo judío todavía no adhirió a las enseñanzas de Jesús, que expresa un Dios inofensivo y tierno, prefiriendo a Moisés, el abogado de Jehová, feroz e intransigente.

De la misma forma sufren los católicos tradicionalistas que, debido al imperativo del progreso espiritual, necesitan abandonar la concepción divina de un Dios antropomorfo, el tradicional viejito de blancas barbas, que distribuye gracias a sus elegidos, pero reserva el infierno para los herejes. Hiere al alma la nueva con­cepción de un Dios impersonal, especie de inteligencia infinita, como lo propagan los espiritas, cuya expresión indefinida lo man­tiene alejado de los problemas humanos. Evidentemente, con el correr del tiempo los espiritas también sufrirán el dolor atroz de una nueva


6 Dice cierto párrafo de la extraordinaria obra Luz en el camino, de Mabel Collins, sobre la sangría espiritual, cuando abandonamos nuestra cre­encia familiar para aceptar otra doctrina: "Antes que los ojos puedan ver, deben ser incapaces de llorar. Antes que la voz pueda hablar en presencia de los maestros, debe perder la posibilidad de herir. Antes que el oído pueda escuchar, debe perder la sensibilidad. Antes que el alma pueda levan­tarse en presencia de los maestros, es necesario que los pies hayan sido lavados con la sangre del corazón".

concepción de Dios, más allá de ser una '' Inteligen­cia Infinita", por otra adecuada al progreso constante de la criatura humana. Ya se perfilan en la tierra, en las entrelineas de algunos instructores encarnados, enseñanzas que para los espi­ritas y otros espiritualistas pueden parecer heréticas.7

Los más avanzados pensadores del espiritualismo y de la religiosidad humana afirman que "Dios está en el hombre" y que el "hombre fue hecho a imagen de Dios", lo que es igual a que el "Padre y el Hijo son uno", pero, en verdad, dicen esas cosas como alguien que anuncia un nuevo tipo de jabón o refresco. Probablemente quedarían perplejos y atolondrados si conociesen las concepciones que otros hombres de mundos superiores hacen sobre la Divinidad.


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