Ramatís: Los movimientos u organizaciones religiosas que, a través de sus férreos dogmas, preservan ritos y cultos familiares para sus adeptos afines, sin duda alguna fueron inspirados por el sentimiento divino y peculiar de la generalidad. Debido a la falta de escrituras, los preceptos, votos, compromisos y reglas divinas, antiguamente eran transmitidos de generación en generación por medio del vehículo de la palabra. Por eso, la idea religiosa nació con la misma humanidad, porque todo hombre es un espíritu, cual lámpara viva que hace fluir de sí misma la luz de Dios hacia el mundo exterior.
Siempre hubo una esencia divina manifestada intuitivamente, una predisposición del hombre para vaticinar sobre su destino. De ahí las personas acreditadas en ese sentido y que fueron muy respetadas, como los oráculos, las pitonisas y los videntes del pasado, y que hoy serían clasificados dentro de la mediumnidad moderna. Los que tenían esa facultad, impulsados por el sentimiento de afinidad y autoprotección, más tarde formaron castas de profetas y sacerdotes, y existieron en cualquier latitud geográfica del globo. De allí evolucionó un sentido religioso o vocacional, porque esos seres siempre se basaron en la idea de Dios, como un Ente Misterioso y Sobrenatural, que tanto atemorizaba al salvaje como al civilizado.
Esas organizaciones e instituciones religiosas se identificaban como portadoras de una sola unidad y adoración íntima de la divinidad, en base a que el Creador era tomado como el mayor exponente de las sublimes virtudes del hombre, elevadas a la potencia angélica. Los hombres siempre intentaron caracterizar a Dios bajo todas las formas, ritos y ceremoniales, además de las fórmulas e imágenes antropomórficas. Entonces, no importa la diferencia que existe entre los credos, sectas, organizaciones, conjuntos o instituciones religiosas del mundo, porque ninguno puede demostrar la autenticidad o la Realidad Divina.
De allí proviene la necesidad de los nacimientos periódicos de misioneros e instructores espirituales, que trataron de perfeccionar o elevar en los diversos pueblos y razas del mundo una idea más apta respecto a Dios: Antulio, Moisés, Hermes, Fo-Hi, Confucio, Orfeo, Mahoma, Rama, Zoroastro, Krishna, Pitágoras, Apolonio, Sócrates, Buda, Max Heindel, Blavastsky, Gandhi, Maharshi, Kardec, Krishnamurti y, finalmente, el Cristo Jesús, se manifestaron en el tiempo psicológico apropiado para exponer preceptos más evolucionados sobre la Realidad Espiritual del Creador.
Pregunta: ¿Cuál sería la forma más fiel de manifestar nuestro sentimiento religioso?
Ramatís: ¿Cuál es la suprema meta, determinada por Dios, que debe alcanzar el espíritu en su ascenso espiritual? Sin lugar a dudas, es la Felicidad; gozo inefable, plenitud de sueños, ideas y emociones concretadas en realizaciones venturosas. Pero el camino deberá ser recorrido por el candidato sin causar perjuicios al prójimo hasta alcanzar su Bien. Es la única fórmula capaz de conducir al hombre hacia la ventura sideral sin perturbar la paz de nadie, puesto que el Amor es la sustancia vital de Dios y el alimento propicio para el Alma.
En consecuencia, el hombre demuestra su autenticidad religiosa, cuando proyecta su naturaleza divina y amorosa. El vocablo "religión", originario del verbo latino "religare", se entiende comúnmente como el acto de religarse la criatura con su Creador, que también resulta apropiado el vocablo Amor, pues el hombre sólo puede religarse a Dios por sus actos sublimes y amorosos en bien del prójimo. El culto religioso, ya sea realizado y expuesto por ritos primitivos o por ceremoniales lujosos, con las imágenes y santos modernos, bajo el suave olor del incienso y las flores, siempre ha de ser una forma demostrativa de que el hombre ama a Dios, porque el Amor es la esencia de la Divinidad.
Únicamente el hombre bueno, justo y amoroso, comprende el extraño misterio de olvidarse de sí mismo y entregarse incondicionalmente al bien ajeno, si quiere ser feliz. El hombre común todavía esclavo de la animalidad, entiende la felicidad por el goce de los bienes, que llega a la saturación personal. Por eso, el hombre demuestra auténticamente su sentimiento religioso cuando ama al prójimo sin necesidad de frecuentar ninguna iglesia o templo de su efectividad puesto que lo ama como a sí mismo.
Si Dios es Amor y su amor se irradia mediante sus hijos, la criatura sólo puede religarse con El, a través de un constante amor al prójimo.
Cuando el hombre se sobrepasa por su amor al prójimo, amplía su conciencia y abarca mayor área de Dios, porque el amor del individuo dirigido hacia otro es como la luz que aumenta de potencial debido a la capacidad de la lámpara.
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