Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Todos los fumadores inveterados, después de desencarnar, sufren en el Más Allá los efectos perniciosos del vicio cultivado en la Tierra?

Ramatís: Después de la desencarnación, es la ley de corres­pondencia vibratoria la que realmente regula el sufrimiento o el placer de cada criatura, de conformidad con su esclavitud o liberación de los vicios de la carne. Por tanto, si el sufrimiento causado por la imposibilidad de fumar, entre las almas desencar­nadas, varía de acuerdo con el grado de su esclavitud al vicio del tabaco. Las personas que fuman accidentalmente o por deporte, es decir, que solamente de vez en cuando toman un cigarro, no contribuyen para la creación del deseo astral que más tarde las podría acicatear con vehemencia en el Más Allá. Pero conviene que sepáis que no obstante la bondad, el amor, la pureza, la renuncia y la honestidad proporcionen a las almas desencarnadas una situación de paz y entendimiento espiritual, ¡la nostalgia y los estigmas de los vicios adquiridos en la Tierra, continuarán acicateando su espíritu aunque sean dignas de ad­miración en el mundo! De ahí la conveniencia de abandonar el vicio del tabaco antes de la desencarnación, pues el vicio terres­tre es un asunto individual, cuya solución requiere la decisión interior del propio espíritu, y no depende del cambio a otro plano de vida.

Existe un error por parte de muchos reencarnacionistas, así como también de muchos espiritistas, al juzgar que las sensa­ciones de la materia, tales como el hambre, la sed, el deseo de ingerir bebidas alcohólicas o de fumar, desaparecen con el cuerpo físico al dejar la tierra. Hay adoctrinadores que insisten junto a las entidades desgraciadas y viciadas que se comunican en sus trabajos mediúmnicos, para que dejen de pensar en el tabaco, en el alcohol, en la sed o en el hambre, por ser todo eso sola­mente ilusión traída de la vida carnal ya extinguida. Esas per­sonas, ignoran que el "deseo" reside en el cuerpo astral y no en el cuerpo carnal, por cuyo motivo los infelices que parten de la Tierra siendo esclavizados por las pasiones perniciosas y por los vicios peligrosos, aunque dejen de pensar en los mismos, son perseguidos por el deseo vicioso y violento, porque partie­ron al Espacio sobrecargados de residuos tóxicos que acicatean acerbadamente su cuerpo astral. Solamente después que logran drenarlos hacia afuera de su vestidura periespiritual, es que podrán librarse de los deseos desordenados.

En verdad, los vicios no deben ser encarados como "peca­dos" ofensivos a Dios, pero sí como grandes obstáculos e impe­dimentos terribles que, a continuación de la desencarnación, se transforman en una barrera indeseable que mantiene al espíritu desencarnado bajo el comando de las sensaciones inferiores.

Cuando a través de los médiums combatimos el uso del al­cohol, del tabaco, de la ingestión de la carne y otras costumbres que causan embarazo al alma en su vida espiritual, no lo hacemos en la condición de nuevos misioneros o de profetas que exco­mulgan pecados y pecadores. Actuamos más por espíritu de solidaridad fraterna, compungidos ante la visión de los cuadros dolorosos que todos los días presenciamos en el lado de acá, vividos por aquellos que parten de la Tierra profundamente viciados en el tabaco, el alcohol, la carne y otras prácticas perjudiciales. En realidad, el fumador que no intenta vencer su vicio cuando todavía se encuentra encarnado, se arriesga a revivirlo aún más cuando esté desencarnado.

Toda vez que el objetivo fundamental de la evolución del espíritu es la liberación de todas las pasiones, males o deseos propios de los mundos físicos, el alma debe ejercitarse para lograr su más pronta felicidad espiritual y desunión definitiva de los vicios que pueden prenderla cada vez más a los ciclos tristes de las reencarnaciones rectificadoras. El cigarro, aunque os parezca un vicio sin importancia, es exigente señor que aun después de la desencarnación, obliga al espíritu a rendirle el homenaje del deseo vehementemente insatisfecho.


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