Antecedentes
La discapacidad visual se ha convertido en las últimas décadas en un área de preocupación para los centros asistenciales. Según el último informe del Programa de Prevención de Ceguera de la OMS, de los 1.800 millones de niños menores de 15 años distribuidos en el mundo, 1,5 millón son ciegos. Este informe también señala que la mayor parte de estos niños habitan en países en vías de desarrollo. En el caso particular de América Latina, el índice de prevalencia de la ceguera infantil es de 0,6.
Centros de atención de niños discapacitados visuales advierten que esta población está creciendo no sólo en número sino en complejidad. Ejemplo de ello es el reporte preliminar del Virginia Data Base Study, basado en 1.067 niños discapacitados visuales que muestra que el 62% presenta otro tipo de impedimento escolar. Otro estudio llevado a cabo en Columbia Británica, muestra que de 576 niños con ceguera ocular congénita, es decir excluidos los casos de ceguera cortical, presentaban en un 64% impedimentos asociados: 23% retardo mental, 18% parálisis cerebral, 13,1% epilepsias, 8,2% deficiencia auditiva, 14% enfermedad cardíaca.
El Programa de Disminuidos Visuales que se lleva a cabo en el Hospital de Pediatría J.P. Garrahan, reporta la presencia de patología asociada en un 50% de los 250 niños ingresados en su protocolo, de los cuales el 40% es neurológica. También se observó que el 50% de esta población presentó patología del aparato visual responsable de la discapacidad visual que era prevenible o tenía buen pronóstico de ser detectada y tratada en los primeros meses de vida como la ROP, cataratas congénitas, etc.
Muchos de los pacientes logran sobrevivir gracias a la sofisticada tecnología con que cuentan las terapias intensivas neonatales en centros de alta complejidad, pero algunos lo hacen con secuelas cuyo grado varía desde un leve déficit funcional hasta la incapacidad de expresión múltiple en donde la deficiencia mental leve se asocia con trastornos motores y sensoriales que provocan una limitación considerable en la autonomía.
El enfoque científico de esta población incluye en la actualidad todas las variables concurrentes, considerándose que la discapacidad visual no es un fenómeno aislado, sino que deben estar presentes y en íntima relación, aspectos tales como la organización psicológica, el desarrollo de la inteligencia y sus diferentes funciones, sus necesidades como ser social, los modelos pedagógicos que requiere tanto en su inserción escolar como en el aprendizaje de habilidades para el desempeño cotidiano.
Equipos interdisciplinarios intervienen en el diagnóstico y la elaboración de estrategias apropiadas de intervención temprana que prevengan el desarrollo de otros déficits que funcionen como co-morbilidad.
Para una mayor comprensión del déficit visual consideramos la clasificación de Leonhardt en cuatro grupos diferenciados:
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