El funcionario REAL
Después de entrar en los servicios de Muhammad II, empezó a trabajar como el «kātib» o sea escritor real. Era uno de los funcionarios de la cancillería que se ocupaban del correo real. También componía poemas panegíricos, que se presentaban en las fiestas oficiales. Con el tiempo, después de la muerte de Ibn al-Hakīm, se convirtió en el arráez de «Dīwān al-Inšā», y aún más tarde, durante el reinado de Yūsuf I (alrededor del año 1341) también en el visir. El puesto de «Dū l-Wizāratayn» fue ofrecido primero al Abū-l-Nuaym Ridwān que recientemente había salió de la cárcel. Éste no lo aceptó y el sultán entonces pasó la función al Ibn al-Yayyāb. El «Dīwān al-Inšā´» junto a la «Wizāra» (visirato) formaron dos instituciones administrativas generales del emirato.
En la época de Muhammad I todavía se les llamaba «wuzarā» a los gobernadores de algunas ciudades, siguiendo la tradición oriental. Sin embargo, el hijo y sucesor de este soberano cambió el significado primordial de la palabra y sus visires así obtuvieron funciones más específicas. Desde entonces el término «wazīr» designa al primer dignatario de la administración nazarí.28 Es menester añadir que el visirato era la suprema magistratura gubernamental y que el visir consultaba los asuntos importantes con el propio sultán, salvo durante los reinados de Muhammad IV, Yūsuf I y Muhammad V, cuando el ministro Abū-l-Nuaym Ridwān alardeaba el título de «hāŷib», como honra suprema. Con este hecho se recuperó la antigua nomenclatura del califato cordobés y el «hāŷib» actuaba como intermediario entre el califa y los visires. No hay que extrañarse entonces, que los funcionarios con tantos poderes (en una corte donde la conspiración y la muerte violenta era algo muy frecuente), también vivían en constante peligro por su propia vida. Y hay que subrayar que no todos tuvieron la suerte de vivir la vida tan tranquila y feliz como Ibn al-Yayyāb. Éste, a pesar de un puesto tan alto, vio fallecer cinco soberanos y el mismo murió, durante la peste negra, de muerte natural.
¿Y que le permitió llevar la vida tranquila durante muchos años? ¿Su profunda religiosidad o acaso poca ambición? Eso no se sabe con certeza, pero lo más importante es que su actividad política no influyó gravemente en su creación poética. Ésta no disminuyó ni a pesar de su avanzada edad, puesto que era verdaderamente aficionado a la literatura y encontró satisfacción y felicidad dedicándose a ella.
A pesar de no ser una persona muy conflictiva, en cuanto a la política, existe por lo menos un caso, en que probablemente desempeñó algún papel. Fue durante el reinado de Nasr (1309 - 1314) cuando se formó un grupo de conspiradores entre los cuales podría estar también Ibn al-Yayyāb. Estos se unieron para derrocar al monarca y reponer en el trono a su hermano Muhammad III. Aprovechando el inesperado ataque de apoplejía del rey, los conspiradores se dirigieron al Almuñécar, donde vivía en el exilio el ciego Muhammad y lo trasladaron a Granada.
Nasr, recuperándose poco a poco de su enfermedad lo recibió en su palacio, donde lo alojó. Cuando Muhammad fue inesperadamente encontrado ahogado en una alberga, los conjurados disgustados por la situación política se dirigieron al Ismaīl, quien en 1314, tras una guerra civil que duró dos años, se sentó en el trono. Los miembros de la «jāssa» granadina se pusieron verdaderamente contentos por la elección del nuevo rey, ya que el nuevo monarca siguió la política de «Yihád». Con Ismaīl I llegó al poder una nueva dinastía, mucho más rigurosa en el campo moral y religiosa que la anterior. Ibn al-Yayyāb, como era su costumbre, celebra su advenimiento con una casida «sultāniyya» (en español todavía no editada).
La nueva etapa del reino nazarí es sobretodo una época de constantes luchas. Excepto de la reconquista continua también la rivalidad en la corte y con ella el fenómeno llamado «la muerte roja».
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