a
\
ñ
(") (I) (III)
La función de una teoría puede ser descripta de la siguiente manera:
a, b son fenómenos; A, B son las realidades correspondientes que están
detrás de esas apariencias; y a, P son las descripciones o representaciones
simbólicas de esas realidades. E son las propiedades esenciales
de /4 y J?, y E es la teoría que describe E. Ahora bien, a partir de
s y a podemos deducir p; esto significa que podemos explicar con
ayuda de nuestra teoría por qué a lleva a fo, Q es la causa de ésta.
A partir de este esquema puede obtenerse una representación del
instrumentalismo simplemente omitiendo I), es decir, el universo
de las realidades que están detrás de las diversas apariencias; a, entonces,
describe directamiente a, y p describe directamente b; y e no
describe nada, es simplemente un instrumento que nos ayuda a dedu-
142
cir p a partir de a. (Podemos expresar esto diciendo —como hizo
Schlick, siguiendo a Wittgenstein— que una ley universal o una teoría
no es un enunciado propiamente dicho, sino más bien "una regla,
o un conjunto de instrucciones, para la derivación de enunciados singulares
a partir de otros enunciados singulares". ^)
Tal es la concepción instrumentalista. Con el propósito de comprenderla
mejor, podemos tomar nuevamente como ejemplo la dinámica
newtoniana. a y b pueden ser consideradas dos posiciones de
dos manchas de luz (o dos posiciones del planeta Marte); a y § son
las fórmulas correspondientes del formalismo; y s es la teoría reforzada
mediante una descripción general del sistema solar (o mediante un
"modelo" del sistema solar). En el mundo (en el universo II) no hay
nada que corresponda a e: por ejemplo, simplemente no hay fuerzas
de atracción. Las fuerzas newtonianas no son entidades que determinen
la aceleración de los cuerpos; no son nada más que herramientas
matemáticas cuya función es permitirnos deducir p a partir de a.
Sin duda, tenemos aquí una atrayente simplificación, una aplicación
radical de la navaja de Occam. Pero, s,i bien esta simplicidad ha
convertido a muchos al instrumentalismo (por ejemplo, a Mach), no
es en modo alguno el argumento más fuerte en su favor.
El argumento más poderoso de Berkeley en favor del instrumentalismo
se basaba en su filosofía nominalista del lenguaje. De acuerdo
con esta filosofía, la expresión "fuerza de atracción" es una expresión
carente de significado, ya que nunca se han observado fuerzas de
atracción. Lo que puede observarse son movimientos, no sus presuntas
"causas" ocultas. Esto basta, según la concepción que tiene Berkeley
del lenguaje, para mostrar que la teoría de Newton no puede tener
ningún contenido informativo o descriptivo.
El anterior argumento de Berkeley puede ser criticado, quizás, por
la teoría del significado intolerablemente estrecha que supone. Pues,
si se la aplicara consecuentemente, equivale a la tesis de que todas
las palabras disposicionales carecen de sentido. No solo carecerían de
sentido las "fuerzas de atracción" newtonianas, sino también palabras
y expresiones disposicionales comunes tales como "rompible" (a diferencia
de "roto") o "capaz de conducir electricidad" (a diferencia de
"conducir electricidad"). Estos no son nombres de algo observable, por
lo cual tendrían que ser tratados como las fuerzas newtonianas. Pero
sería embarazoso clasificar a todas estas expresiones como carentes de
significado, y desde el punto de vista del instrumentalismo es totalmente
innecesario hacerlo: todo lo que se necesita es un análisis del
significado de los términos y enunciados disposicionales. Este análisis
23 Véase un análisis y una critica de esta concepción en L. Se. D., especialmente
la nota 7 de la sección 4, y Open Society,' nota 51 del capítulo 11. Se encontrará
la idea de' que los enunciados universales pueden funcionar de esta manera en la
Lógica de Mili, Libro II, cap. Ill, 3: "Toda inferencia procede de particulares a
particulares." Ver también G. Ryle, The Concept of Mind (1949), cap. V, págs.
121 y sigs., para una formulación más cuidadosa y crítica de la misma idea.
143
revelará que tienen significado. Pero desde el punto de vista del instrumentalismo
no tienen un significado descriptivo (como los términos
y enunciados no disposicionales). Su función no es la de inlormai
acerca de sucesos, acontecimientos o "incidentes" del mundo, o describir
hechos; más bien, su significado se agota en el permiso o la licenci»
que nos dan para hacer inferencias o para razonar partiendo de ciertascuestiones
de hecho para llegar a otras cuestiones de hecho. Los enunciados
no disposicionales, que describen hechos observables ("esta pierna
está rota"), tienen un valor en efectivo, por decirlo así; en cambio,
los enunciados disposicionales, entre ellos las leyes de la ciencia, no
son como dinero en efectivo, sino más bien como "instrumentos" legales
que nos dan derecho a cobrar en efectivo.
Basta avanzar un paso más en la misma dirección, según parece,
para llegar a un argumento instrumentalista que es sumamente difícil,
si no imposible, de criticar; en este argumento, toda la cuestión aquí
planteada —si la ciencia es descriptiva o instrumental— aparece expuesta
como un seudo problema. ^
El paso en cuestión consiste, simplemente, no sólo en reconocer un^
significado —instrumental— a los términos disposicionales, sino también
una especie de significado descriptivo. Las palabras disposicionales
tales como "rompible", puede decirse, describen algo, ciertamente;
pues decir de una cosa que es rompible es describirla como
algo que puede romperse. Pero decir que es rompible o soluble e*
describirla de una manera diferente, y por un método diferente, que
decir que está rota o disuelta; de no ser así no usaríamos el sufijo*
"ible". La diferenda es esta: al usar palabras disposicionales, describimos
lo que puedo ocurrirle a una cosa (en ciertas circunstancias).
Por consiguiente, las descripciones disposicionales son descripciones,
pero tienen a pesar de esto una función puramente instrumental.
En este caso, el conocimiento es poder (el poder de prever). Cuando^
Galileo dijo de la Tierra: "Y sin embargo, se mueve", pronunció, sin
duda, xm enunciado descriptivo. Pero la función o el significado de
este enunciado resulta ser, sin embargo, puramente instrumental: se
agota en la ayuda que presta a deducir ciertos enunciados no disposicionales.
Así, el intento de demostrar que las teorías tienen un significado'
descriptivo además de su significado instrumental, de acuerdo con:
esta argumentación es equivocado; y todo el problema —la discusión
entre Galileo y la Iglesia— resulta ser un seudo problema.
En apoyo de la opinión de que Galileo padeció por un seudo problema
se ha afirmado que a la luz de un sistema físico lógicamente
2* Hasta ahora no he encontrado en la bibliografía del tema esta forma particular
del argumento instrumentalista. Pero si recordamos el paralelismo entre
problemas concernientes al significado de una expresión y problemas concernientes
a la verdad de un enunciado (véase, por ejemplo, el cuadro de la Introducción,
sección Xll), veremos que este argumento se acerca mucho a la definición que
da William James de "verdad" como "utilidad".
144
más avanzado el problema de Galileo queda en la nada. Oímos decir
a menudo que el principio general de Einstein pone absolutamente
en claro que carece de sentido hablar de movimiento absoluto, aun
en el caso de la rotación, pues podemos elegir libremente cualquiei
sistema que nos pla/ca como punto de referencia (relativo) en reposo.
De este modo, el ¡-roblema de Galileo desaparece. Además, desaj)arect
precisamente por Lis rabones dadas antes. El conocimiento astronómico
no puede ser más que el conocimiento de la conducta de las estrellas.
Por ende, no puede consistir en otra cosa que en el poder de describir
y predecir observaciones; y puesto que estas deben ser independientes
de nuestra libre elección de un sistema de coordenadas, vemos ahora
más claramente por qué el problema de Galileo no puede ser real.
En esta sección no criiiiart'; el instrumentalismo ni responderé a
sus argumentos, excepto al último, el argumento tomado de la relatividad
general. Este argumento se basa en un error. Desde el punto
de vista de la relatividad general, tiene pleno sentido —y hasta un
sentido absoluto— decir que la Tierra rota: rota precisamente en el
sentido en que rota la rueda de una bicicleta. Es decir, rota con respecto
a cualquier sistema inercial local que se elija. En verdad, la
relatividad describe el sistema solar de tal manera cjue, a partir de
esta descripción, se puede deducir que cualquier observador situado
en cualquier cuerpo físico en movimiento libre suficientemente alejado
(como la Luna u otro planeta o una estrella exterior al sistema)
vería rotar la Tierra y podría deducir de su observación, que para
sus habitantes hay un movimiento diurno aparente del Sol. Pero es
evidente que es éste, precisamente, el sentido de las palabras "se mueve"
que estaba en discusión; pues parte de la discusión era si el sistema
solar es o no un sistema como el de Júpiter y sus lunas, sólo que más
grande, y si su aspecto sería o no como el de este sistema, si se lo
contemplara desde afuera. En todas estas cuestiones Einstein apoya a
Galileo sin ninguna ambigüedad.
No debe interpretarse mi argumentación como una admisión de que
es posible reducir todo el problema a un problema de observaciones
o de observaciones posibles. Indudablemente, tanto Galileo como Einstein
intentan, entre otras cosas, deducir lo que vería un observador, o un
observador posible. Pero no consiste en esto el problema principal
de ellos. Ambos investigan sistemas físicos y sus movimientos. Es sólo
el filósofo instrumentalista quien afirma que lo que ellos analizaban,
o "querían realmente" analizar, no eran sistemas físicos sino solamente
los resultados de observaciones posibles; y que sus llamados "sistemas
físicos", que les parecía ser su objeto de estudio, sólo eran en realidad
instrumentos para predecir observaciones.
145
5. CRITICA DE LA CONCEPCIÓN 1NS7 RUMENTALISTA
El argumento de Berkeley, como hemos visto, depende de la adopción
de una cierta filosofía del lenguaje, quizás convincente en primera
instancia, pero no necesariamente verdadera. Además, depende del
problema 'Ifl si'unificado "•", notorio por su vaguedad y que no ofrece
esperanzas de solución. La situación se hace aún más desesperanzada
si consideramos algunos desarrollos más recientes de los argumentos
de Berkeley, esbozados en la sección anterior. Por lo tanto, trataré
de lograr una clara decisión acerca da nuestro problema mediante un
enfoque diferente, a través de un análisis de la ciencia y no de un
análisis del lenguaje.
La crítica que propongo contra la concepción instrumentalista de las
teorías científicas puede resumirse de la siguiente manera. Es posible
formular el instrumentalismo como una tesis según la cual las teorías
científicas —las teorías de las llamadas ciencias "puras"— no son más
que reglas para el cálculo (o reglas de inferencia); del mismo carácter,
fundamentalmente, que las reglas para el cálculo de las llamadas ciencias
"aplicadas". (Hasta se lo podría formular diciendo que es la tesis
según la cual el nombre de ciencia "pura" es equivocado, ya que tod:i
ciencia es "aplicada".)
Ahora bien, mi respuesta al instrumentalismo consiste en mostrar
que hay profundas diferencias entre las teorías "puras" y las reglas
para el cálculo tecnológicas; y que el instrumentalismo puede ofrecer
una descripción perfecta de estas reglas, pero es totalmente incapaz
de explicar la diferencia entre ellas y las teorías. Con esto, el instrumentalismo
se derrumba.
El análisis de las muchas diferencias funcionales entre las reglas para
el cálculo (para la navegación, por ejemplo) y las teorías científicas
(como la de Newton) es una tarea muy interesante, pero aquí bastará
con ofrecer una breve lista de resultados. Las relaciones lógicas que
puede haber entre teorías y reglas para el cálculo no son simétricas;
y son diferentes de las que pueden existir entre diversas teorías, y
también de las que puede haber entre diversas reglas para el cálcuk».
La manera de ensayar las reglas para el cálculo es diferente de la
manera de testar teorías; y Ja habilidad que requiere la aplicación
de reglas para el cálculo es muy diferente de la que se necesita para
su examen (teórico) y para la determinación (teórica) de los límites
de su aplicabilidad. Estas sólo son unas pocas sugerencias, pera pueden
bastar para indicar el sentido y la fuerza del argumento.
Pasaré ahora a explicar uno de esos puntos un poco más detalladamente,
porque da origen a un argumento un tanto similar al que he
25 Para este problema véanse mis dos libros mencionados en la nota 23 y los
caps. 1, II, 13 y 14 de este volumen.
146
usado contra el esencialismo. Lo que deseo examinar es el hecho de
que las teorías se someten a prueba mediante intentos por refutarlas
(intentos de los que aprendemos mucho), mientras que no hay nada
que corresponda estrictamente a esto en el caso de las reglas de computación
o de cálculo tecnológicas.
No sólo se somete a prueba una teoría aplicándola, o ensayándola,
sino aplicándola a muchos casos especiales, casos en los que da resultados
diferentes de los que habríamos esperado sin la teoría o a la luz
de otras teorías. En otras palabras, tratamos de elegir para nuestros
tests aquellos casos cruciales en los que cabría esperar que la teoría
fracase si no es verdadera. Tales casos son "cruciales" en el sentido
de Bacon; indican las encrucijadas entre dos (o más) teorías. Pues
afirmar que sin la teoría en cuestión habríamos esperado un resultado
diferente implica que nuestra expectativa era el resultado de alguna
otra teoría (quizás anterior), por oscura que pueda ser la conciencia
que tengamos de este hecho. Pero, mientras que Bacon creía que un
experimento crucial puede establecer o verificar una teoría, nosotros
tendremos que decir que a lo sumo puede refutarla. ^ Es un intento
por refutarla; y si no logra refutar la teoría en cuestión —si, en cambio,
la teoría tiene éxito en su inesperada predicción— decimos entonces
que está corroborada por el experimento (está tanto más corroborada
" cuanto menos esperado o menos probable es el resultado del
experimento).
Contra la concepción que aquí exponemos alguien podría sentirse
tentado a objetar (siguiendo a Duhem ^ que, en cada test, no está
implicada solamente la teoría que se está investigando, sino también"
todo el sistema de nuestras teorías y suposiciones —de hecho, más o
menos todo nuestro conocimiento—, de modo que nunca podemos estar
seguros acerca de cuál de esas suposiciones es la refutada. Pero esta
crítica pasa por alto el hecho de que si tomamos cada una de las dos
teorías (entre las cuales debe decidir el experimento crucial) junto
con todo ese conocimiento de fondo, como en verdad debemos hacer,
entonces decidimos entre dos sistemas que difieren solamente en las
dos teorías que están en discusión. Además, pasa por alto el hecho
de que no afirmamos la refutación de la teoría como tal, sino de
la teoría junto con ese conocimiento de fondo, partes del cual, si es
posible planear otros experimentos cruciales, pueden ser rechazadas
algún día como responsables del fracaso. (Así, hasta podemos caracterizar
una teoría en investigación como la parte de un vasto sistema
a« Duhem, en su famosa crítica de los experimentos cruciales (en su Aim and
Structure Of Physical Theory) logra demostrar que los experimentos cruciales
nunca permiten comprobar una teoría. Pero no logra demostrar que tampoco permiten
refutóla.
2T El grado de corroboración, por lo tanto, aumentará con la improbabilidad
(o el contenido) de los casos corroborados. Véase mi artículo "Degree of Confirmation",
Brit. Jour. Phil. Sci. 5, pág. 143 y sigs.; ahora figura entre los nuevos apéndices
de mi L. Sc< D. y en el cap. 10 de este volumen (incluyendo losi Ap'indices).
28 Véase nota 26.
147
para el cual tenemos en vista una alternativa, aunque sea vagamente,
y para la cual tratamos de programar tests cruciales.)
Ahora bien, en el caso de los instrumentos o reglas para el cálculo
nt) existe nada que sea suficientemente similar a tales tests. Un instrumento
puede destruirse, sin duda, o puede pasar de moda. Pero carece
de sentido afirmar que sometemos un instrumento a los más severos
tests que podamos diseñar con el fin de rechazarlo si no los resiste:
todo planeador, por ejemplo, puede ser "sometido a prueba hasta la
destrucción", pero no se emprende este severo test para rechazar todo
planeador cuando se lo destruye, sino para obtencí información acerca
de él (esto es, para someter a prueba una teoría acerca del mismo),
de modo que se lo pueda usar dentro de los limites de su aplicabilidad
(o seguridad). Para propósitos instrumentales de aplicación práctica
puede continuar usándose una teoría aún después de su refutación,
dentro de los límites de su aplicabilidad: un astrónomo que crea que
la teoría de Newton es falsa no vacilará en aplicar su formalismo dentro
de los límites de su aplicabilidad.
A veces podemos sufrir la decepción de hallar que el dominio de
aplicabilidad de un instrumento es menor que el que esperábamos al
principio; pero esto no nos hace descartar el instrumento como instrumento,
sea una teoría o cualquier otra cosa. Por otro lado, un desengaño
de este tipo significa que hemos obtenido nueva información
a través de la refutación de una teoría, la teoría según la cual el instrumento
era aplicable en un dominio mayor.
Como hemos visto, los instrumentos, y las teorías en tanto sean instrumentos,
no pueden ser refutados. La interpretación instrumentalista,
por lo tanto, será incapaz de ofrecer una explicación de tests
reales, que sean intentos de refutación, y no irá más allá de la afirmación
de que teorías diferentes tienen diferentes dominios de aplicación-
Vero entonces, no puede explicar el progreso científico. En lugar de
afirmar (como yo lo haría) que la teoría de Newton fue refutada por
experimentos cruciales que no lograron refutar la de Einstein y que.
por consiguiente, la teoría de Einstein es mejor que la Newton, el
instrumentalista consecuente tendrá que afirmar, como hace, Heisenberg,
con referencia a este "nuevo" punto de vista: "Se desprende de
esto que ya no podemos decir: la mecánica de Newton es falsa... Más
bien, usamos ahora la siguiente formulación: la mecánica clásica...
es 'correcta' exactamente allí donde puedan aplicarse sus conceptos." ^
Puesto que aquí "correcta" significa "aplicable", esta afirmación
equivale a decir: "la mecánica clásica es aplicable allí donde sus conceptos
pueden ser aplicados", lo cual no es decir mucho. Pero sea esto
29 Véase W. Heisenberg, en Dialéctica, 2, 1948, pág. 333 y sig. El propio instrúraentalismo
de Heisenberg está lejos de ser consistente, y se le puedch acreditar
muchas observaciones antiinstrumentalistas. Pero el artículo aquí citado puede
ser descripto como un intento radical por demostrar que su teoría cuántica
conduce necesariamente a una filosofía instrumentalista y, junto con ésta, al resultado
de que nunca será posible unificar la teoría física ni, siquiera, hacerla
consistente.
148
romo fuere, lo importante es que al despreciar la refutación y reforzar
la aplicación, el instrumentalismo demuestra ser una filosofía tan
oscurantista como el esencialismo. Pues sólo buscando refutaciones puede
la ciencia aprender y avanzar. Sólo examinando cómo pasan los
tests sus diversas teorías puede distinguir entre teorías mejores y peores,
y hallar de este modo un criterio de progreso. (Ver capítulo 10,
más adelante.)
Un mero instrumento de predicción, entonces, no puede ser refutado.
Lo que a primera vista puede parecer su refutación resulta no
ser más que un aditamento que nos previene acerca de su limitada
aplicabilidad. Esta es la razón por la cual la concepción instrumentalista
puede ser utilizada ad hoc para salvar una teoría física amenazada
por las contradicciones, como hizo Bohr (si es correcta mi
interpretación, expuesta en la sección 2, de su principio de complementaridad).
Si las teorías son meros instrumentos de predicción, no
necesitamos descartar ninguna teoría particular, aunque creamos que
no existe ninguna interpretación física coherente de su formalismo.
Para resumir, podemos decir que el instrumentalismo es incapaz de
dar cuenta de la importancia para la ciencia pura de poner severamente
a prueba aun las más remotas implicaciones de sus teorías, ya que
es incapaz de explicar el interés del científico puro por la verdad y la
falsedad. En contraste con la actitud altamente crítica que es requisito
del científico puro, la actitud del instrumentalismo (como la de la
ciencia aplicada) es de complacencia ante el éxito de las aplicaciones.
Así, bien puede ser el responsable por el reciente estancamiento de
la teoría cuántica. (Esto fue escrito antes de la refutación de la paridad.)
6. LA TERCERA CONCEPCIÓN: CONJETURAS, VERDAO Y REALIDAD
Ni Bacon ni Berkeley creían que la Tierra rotara, pero hoy en día
todo el mundo lo cree, inclusive los físicos. El instrumentalismo fue
adoptado por Bohr y Heisenberg sólo como salida para las dificultades
especiales que surgieron en la teoría cuántica. Este motivo no es
suficiente. Siempre es difícil interpretar las últimas teorías, que a
veces desconciertan hasta a sus propios creadores, como sucedió con
Newton. Maxwell, en un principio, se inclinó hacia una interpretación
esencialista de su teoría, una teoría que, por último, contribuyó
más que ninguna otra a la decadencia del esencialismo. Y Einstein se
inclinó, en un comienzo, hacia una interpretación instrumentalista de
la relatividad, al dar una especie de análisis operacional del concepto
de simultaneidad que contribuyó más que ninguna otra cosa al presente
auge del instrumentalismo; pero más tarde se arrepintió. *•
30 Nota agregada en las pruebas. Cuando este artículo fue a la imprenta Alberto
Einstein aún estaba vivo y yo tenia la intención de enviarle un ejemplar
tan pronto como estuviera impreso. Mi observación se refiere a una conversación
que tuvimos sobre este tema en 1950.
149
Confío en que los físicos pronto comprendan que el principio de
complementaridad es ad hoc y (lo cual es más importante) que su
única función es evitar la crítica e impedir la discusión de las interpretaciones
físicas; pues la crítica y la discusión son absolutamente
necesarias para reformar cualquier teoría. Entonces, ya no seguirán
creyendo que la estructura de la teoría física contemporánea les impone
el instrumentalismo.
Pero el instrumentalismo, como he tratado de explicar, no es más
aceptable que el esencialismo, ni hay necesidad alguna de aceptar uno
de ellos, pues es posible adoptar una tercera concepción, ^i
Esta "tercera concepción" no es muy desconcertante o siquiera sorprendente,
según creo. Conserva la doctrina galileana de que el científico
aspira a una verdadera descripción del mundo o de algunos de
sus aspectos, y a una explicación verdadera de los hechos observables:
y combina esa doctrina con la concepción no galileana de que, si bien
ése sigue siendo el objetivo del científico, éste nunca puede saber con
certeza si sus hallazgos son verdaderos, aunque a veces pueda demostrar
con razonable certeza que una teoría es falsa. ^
Podemos formular brevemente esta "tercera concepción" de las teorías
científicas diciendo que éstas son genuinas conjeturas, suposiciones
acerca del mundo, de alto contenido informativo y que, si bien no son
verificables (es decir, si bien no es posible demostrar que son verdaderas)
, pueden ser sometidas a severos tests críticos. Son intentos serios
por descubrir la verdad. A este respecto, las hipótesis científicas son
exactamente iguales a la famosa conjetura de Goldbach de la teoría
de números. Goldbach pensaba que quizás fuera verdadera, y bien puede
serlo de hecho, aunque no sepamos, y quizás no lleguemos a saberlo
nunca, si lo es o no.
Me limitaré a mencionar solamente unos pocos aspectos de mi "tercera
concepción", a saber, sólo aquellos aspectos que la distinguen del
esencialismo y el instrumentalismo. La compararé primero con el esencialismo.
El esencialismo considera nuestro mundo ordinario como una mera
apariencia, detrás de la cual cree descubrir el mundo real. Esta concepción
debe ser descartada una vez que tomamos conciencia del hecho
de que el mundo de cada vma de nuestras teorías puede ser explicado,
a su vez, por otros mundos descriptos por otras teorías, teorías de un
nivel superior de abstracción, universalidad y testabilidad. La doctrina
de una realidad esencial o última se derrumba junto con la doctrina
de la explicación última.
Puesto que, de acuerdo con nuestra tercera concepción, las nuevas
teorías científicas son, al igual que las viejas, genuinas conjeturas, son
también genuinos intentos por describir esos otros mundos. Así, nos
vemos conducidos a considerar a todos esos mundos, incluyendo nues-
31 Cf. sección V del cap. 6.
32 Cf. la discusión de este punto en la secfión 5 y en L.Sc.D. (passim); véase
también el cap. I y los fragmentos de Jenófanes citados al final del cap. 5.
150
tro mundo ordinario, como igualmente reales; o mejor, quizás, como
aspectos o capas igualmente reales del mundo real. (Si al mirar a través
de un microscopio cambiamos su aumento, podemos ver diversos
aspectos o capas, completamente diferentes, de la misma rosa, y todos
igualmente reales.) Es equivocado, pues, decir que mi piano, tal como
yo lo conozco, es real, mientras que sus supuestas moléculas y átomos
son meras "construcciones lógicas" (o cualquier otra cosa que pretenda
expresar su irrealidad); así como es equivocado decir que la teoría
atómica prueba que el piano de mi mundo cotidiano es sólo una apariencia,
doctrina que es claramente insatisfactoria una vez que comprendemos
que los átomos, a su vez, quizás puedan ser explicados como
perturbaciones, o estructuras de perturbaciones, en un campo cuantificado
de fuerzas (o quizás de probabilidades). Todas estas conjeturas
están en un mismo plano con respecto a sus pretensiones de describir
la realidad, aunque algunas de ellas sean más conjeturales que otras.
Entonces, no llamaremos reales, por ejemplo, solamente a las llamadas
"cualidades primarias" de un cuerpo (como su forma geométrica), y
las opondremos como hacen los esencialistas a sus "cualidades secundarias"
irreales y meramente aparentes (como el color). Pues la extensión
y hasta la forma de un cuerpo se han convertido en objetos
de explicación en términos de teorías de un nivel superior; de teorías
que describen una capa de la realidad ulterior y más profunda —la
de las fuerzas y los campos de fuerza— relacionadas con las cualidades
primarias de la misma manera en que los esencialistas creían que éstas
estaban relacionadas con las secundarias; y las cualidades secundarias,
como los colores, son tan reales como las primarias, aunque sea
menester distinguir nuestras experiencias de color de las propiedades
de color de las cosas físicas, exactamente como nuestras experiencias
de formas geométricas tienen que ser distinguidas de las propiedades
geométricas de las cosas físicas. Desde nuestro punto de vista ambos
tipos de cualidades son igualmente reales; y lo mismo las fuerzas y
los campos de fuerzas, a pesar de su indudable carácter hipotético o
conjetural.
Aunque en un sentido de la palabra "real" todos esos niveles di%ersos
son igualmente reales, hay otro sentido más estrecho en el que
podemos decir que los niveles superiores y más conjeturales son los
más reales, a pesar del hecho de que sean más conjeturales. Son más
reales (más estables, más permanentes) según nuestras teorías, en el
mismo sentido en el que una mesa, un árbol o una estrella son más
reales que cualquiera de sus aspectos.
Pero, ¿no es justamente este carácter conjetural o hipotético de
nuestras teorías la razón por la cual no atribuimos realidad a los mundos
que describen? ¿No deberíamos (aunque hallemos demasiado estrecho
el "ser es ser percibido" de Berkeley) llamar "reales" solamente
a esos estados de cosas dcscriptos por enunciados verdaderos, y no por
conjeturas que pueden resultar falsas? Con estos interrogantes pasamos
a la discusión de la doctrina instrumentalista, la cual, con su aíirma-
151
ción de que las teorías son meros instrumentos, pretende negar la afirmación
de que ellas describen un mundo real.
Acepto la tesis (implícita en la teoría clásica de la verdad, o teoría
de la correspondencia^) de que sólo debemos llamar "real" a un estado
de cosas si (y sólo si) el enunciado que lo describe es verdadero.
Pero sería uní grave error concluir de esto que la incerteza de una teoría,
es decir, su carácter hipotético o conjetural, disminuye de algún modo
su aspiración implícita a describir algo real. Pues todo enunciado s
es equivalente a otro enunciado que afirme que s es verdadero, y en
cuanto al hecho de que Í sea una conjetura, debemos recordar ante
todo que una conjetura puede ser verdadera y, por lo tanto, describir
un estado de cosas real. En segundo lugar, si es falso, entonces contradice
a un estado de cosas real (descripto por su negación, que será
verdadera). Además, si ponemos a prueba nuestra conjetura y logramos
refutarla, vemos muy claramente que había una realidad, algo
con lo cual podía entrar en conflicto.
Nuestras refutaciones, por ende, nos indican los puntos en los que
hemos tocado la realidad, por decir así. Y nuestra teoría tiltima y mejor
es siempre un intento de incorporar todas las refutaciones anteriores
y de explicarlas de la manera más simple; lo cual significa (como
he tratado de mostrar en La lógica de la investigación científica, secciones
31 a 46) de la manera más testable.
Por supuesto que si no sabemos cómo poner a prueba una teoría
podemos tener dudas acerca de si hay o no algo del tipo (o nivel)
descripto por ella; y si sabemos categóricamente que no se la puede
someter a prueba, entonces aumentarán nuestras dudas; podemos sospechar
que es un mero mito, o un cuento de hadas. Pero si una teoría
es testable, ello implica que no pueden producirse los sucesos de un
cierto tipo; y, por consiguiente, afirma algo acerca de la realidad. (Por
esta razón, exigimos que cuanto más conjetural sea una teoría, tanto
mayor sea su grado de testabilidad.) Las conjeturas o suposiciones tes-;
tables son, así, conjeturas o suposiciones acerca de la realidad; de su
carácter incierto o conjetural sólo se desprende que nuesiio conocías
Véase la obra de A. Tarski sobre el concepto de verdad (Der Wahrheitsl'^
S^iff) c'c-, Studia Philosophica, 1935, texto correspondiente a la nota L: "verdadero
= de acuerdo con la realidad". Véase la traducción inglesa en Logic, Semantics,
Metamatliematics, 1956, pig. 153, de .\. Tarski; la traducción dice "en
correspondencia" donde yo traduzco "de acuerdo".) He agregado las siguientes
observaciones (y el penúltimo párrafo anterior al correspondiente a esta nota)
con la intención de responder a una amistosa crítica que me formuló privadamente
el Profesor Alexander Koyré, a quien estoy muy agradecido.
No creo que, si aceptamos la sugerencia de que "de acuerdo con la realidad"
y "verdadero" son equivalentes, corramos serio peligro de marchar por el camino
del idealismo. No me propongo definir "real" con ayuda de esta equivalencia (y
aunque lo hiciera, no hay razón alguna para creer que una definición determina
necesariamente el status ontológico del término definido). Lo que la equivalencia
debe ayudarnos a comprender es que él carácter hipotético de un enunciado —es
decir, nuestra incertidumbre con respecto a su verdad—, implica que estamos ha
cicndo conjeturas concernientes a la realidad.
152
miento concerniente a la realidad que describen es incierto o conjetural.
Y, aunque sólo puede conocerse con certeza aquello que es ciertamente
real, es un error pensar que sólo es real aquello de lo que se
sabe con certeza que es real. No somos omniscientes y, sin duda, mucho
de lo que es real es desconocido para todos nosotros. Así, es el viejo
error berkeliano el que aún subyane bajo el intrumentalismo (en la
forma "ser es ser conocido";.
Las teorías son nuestras propias invenciones, nuestras propias ideas;
no nos son impuestas desde afuera, sino que son nuestros instrumentos
de pensamiento forjados por nosotros mismos: esto lo han visto muy
claramente los idealistas. Pero algunas de esas teorías nuestras pueden
chocar con la realidad; y cuando esto sucede, sabemos que hay una
realidad; que hay algo que nos recuerda el hecho de que nuestras
ideas pueden ser equivocadas. Y es por esto por lo cual el realista tiene
razón.
Por consiguiente, coincido con el esencialismo en su opinión de que
la ciencia es capaz de efectuar descubrimientos reales y hasta en su
opinión de que al descubrir nuevos mundos nuestro intelecto triunfa
sobre nuestra experiencia sensorial. Pero no caigo en el error de Parménides,
el de negar a la realidad todo lo que es colorido, variado,
individual, indeterminado e indescriptible en nuestro mundo.
Puesto que creo que la ciencia puede efectuar verdaderos descubrimientos
me alineo con Galileo en contra del instrumentalismo. Admito
que nuestros descubrimientos son conjeturales. Pero esto es cierto hasta
de las exploraciones geográficas. Las conjeturas de Colón con respecto
a lo que había descubierto eran equivocadas; y Peary sólo pudo
conjeturar —sobre la base de las teorías— que había llegado al Polo.
Pero estos elementos conjeturales no hacen sus descubrimientos menos
reales o menos importantes.
Hay una importante distinción que podemos hacer entre dos tipos
de predicción científica, y que el instrumentalismo no puede efectuar;
distinción conectada con el problema de la investigación científica.
Me refiero a la distinción entre la predicción de sucesos de un tipo conocido,
tales como eclipses o tormentas de truenos, y la predicción de
nuevos tipos de sucesos (lo que Jos físicos llaman "nuevosi efectos"),
como las predicciones que condujeron al descubrimiento ^de ondas inalámbrica:
s, a la energía de punto cero o a la construcción artificial
de nuevos elementos que no se encuentran en la naturaleza.
Me parece claro que el instrumentalismo sólo puede explicar el
primer tipo de predicción: si las teorías son instrumentos para la predicción,
entonces debemos suponer que su propósito debe estar determinado
de antemano, como ocurre con otros instrumentos. Las predicciones
del segundo tipo sólo pueden ser cabalmente comprendidas
como descubrimientos.
Creo que nuestros descubrimientos están guiados por la teoría, tanto
en los casos mencionados como en la mayoría de los otros casos, y no
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a la inversa, es decir, las teorías no son el resultado de descubrimientos
"debidos a la observación"; pues la misma observación está guiada
por la teoría. Hasta descubrimientos geográficos (Colón, Franklin, los
dos Nordenskjold, Nansen, Wegener y la expedición Kon-Tiki de Heyerdahl)
son a menudo el resultado del intento de poner a prueba
una teoría. Hay, pues, una función de las teorías que el instrumentalismo
no puede explicar sin abandonar sus dogmas principales; la
de no contentarse con las predicciones ofrecidas, sino crear nuevas situaciones
para nuevos tipos de tests.
Pero quizá el contraste más interesante entre la "tercera concepción"
y el -instrumentalismo surge en conexión con la negación de
éste de la función descriptiva de las palabras abstractas y las palabras^
disposicionales. Esta doctrina, dicho sea de paso, revela un rasgo esencialista
dentro del instrumentalismo; la creencia de que los sucesos,
acontecimientos o "incidentes" (que son directamente obser\ables) deben
ser, en cierto sentido, más reales que las disposiciones (que no son
observables de manera directa). La actitud de la "tercera concepción",
en este punto, es diferente. Sostengo que la mayoría de las observaciones
son más o menos indirectas y que cabe dudar de que la distinción
entre sucesos directamente observables y todo lo que sólo es observable
indirectamente conduzca a alguna parte. Creo que es un enor
reprochar a las fuerzas newtonianas (las "causas de la aceleración") su
carácter de ocultas y tratar de descartarlas (como se ha sugerido) en
favor de las aceleraciones. Pues las aceleraciones no pueden ser observadas
más directamente que las fuerzas, y son Inn duposicionalcs corno
éstas: el enunciado según el cual la velocidad de un cuerpo está acelerada
nos dice que la velocidad del cuerpo en el segundo siguiente a
partir de ahora será mayor que su velocidad presente.
En mi opinión todos los universales son disposicionales. Si "rompible"
es disposicional, también lo es "roto"; pensemos, por ejemplo, de
qué manera decide un médico si un hueso está roto o no. Tampoco
diríamos que un vaso está "roto" si sus trozos se fundieran en el momento
de juntarlos: el criterio para determinar la rotura es una determinada
conducta en ciertas condiciones. Análogamente, "rojo" es di-.
posicional: una cosa es roja si refleja un cierto tipo de luz, si "parece
roja" en ciertas situaciones. Pero aún "parecer rojo" es disposicional.
Describe la disposición de una cosa a hacer que los espectadores estén
de acuerdo en que parece roja.
Sin duda, hay grados de carácter disposicional: "capaz de conducir
electricidad" es disposicional en un grado mayor que "conducir electricidad
ahora", que es con todo, sumamente disposicional. Estos grados
corresponden bastante cercanamente a los del carácter conjetural
o hipotético de las teorías. Pero no tiene objeto negar realidad a las
tlisposiciones, aunque neguemos realidad a todos los universales y a
todos los estados de cosas, incluso a los acontecimientos, y nos limitemos
a usar la palabra "real" con ese sentido que, desde el punto de
vista del uso común, es el más estrecho y el más seguro: llamar "reales"
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solamente a los cuerpos físicos, y sólo aquellos que no son demasiado
pequeños ni demasiado grandes ni demasiado distantes para ser vistos
y manipulados fácilmente. Pues debemos comprender que aun entonces
(como csdibí hace veinte años^):
"toda descripción usa... universales; todo enunciado tiene el carácter
de una teoría, una hipótesis. El enunciado 'aquí hay un vaso de agua' no puede
ser verificado (completamente) por ninguna experiencia sensorial, porque
los universales que aparecen en él no pueden ser correlacionados con ninguna
experiencia sensorial (una "experiencia inmediata" sólo una vez está "dada
inmediatamente": es única); Con la palabra 'vaso', por ejemplo, denotamos
cuerpos físicos que manifiestan una cierta conducta regular; y lo mismo es
válido para la palabra 'agua'."
No creo que sea eficaz un lenguaje sin universales; y el uso de éstos
nos obliga a afirmar y, por ende, a conjeturar (por lo menos) la realidad
de las disposiciones, aunque no la de las disposiciones últimas
e inexplicables, esto es, de las esencias. Podemos expresar todo esto
afirmando que la distinción habitual entre "términos observacionales"
(o "térmitios no teóricos") y términos teóricos es errada, puesto que
todos los términos son teóricos en algún grado, aunque algunos son
más teóricos que otros; así como decíamos que todas las teorías son conjeturales,
aunque algunas son más conjeturales que otras.
Pero si estamos comprometidos o, al menos, dispuestos, a conjeturar
Ja realidad de las fuerzas y de los campos de fuerzas, Entonces no hay
razón alguna por la cual no podamos conjeturar que im dado tiene
una propensión (o disposición) definida a caer sobre uno u otro de
sus lados; que esta propensión puede ser modificada, cargándolo; que
las propensiones de este tipo pueden cambiar continuamente; y que
podemos actuar con campos de propensiones, o de entidades que determinan
propensiones. Una interpretacióni de la probabilidad según estas
ideas nos permitiría dar una nueva interpretación física a la teoría
cuántica, intepretación que diferiría de ia interpretación puramente
estadística de Born, a la par que coincidiría con ésta en la afirmación
de que los enunciados de probabilidades sólo pueden ser sometidos a
prueba estadísticamente. ^ Y esta interpretación podría suministrar,
quizás, una pequeña ayuda en los esfuerzos por resolver esas graves y
acuciantes dificultades de la teoría cuántica que parecen actualmente
poner en peligro la tradición galileana.
34 Vtnse T fe. í j . final de la sección 25; ver también el nuevo apéndice " X,
(1) a (4) , y cap. 1 de este volumen; también, cap. 11, sección V, texto correspondiente
a las ñolas ,58-íJ2.
35 En lo concerniente a la teoría disposicional de la probabilidad, véanse mis
artículos publicados en Obsenations and Interpretations, rec. S. Kómer, 1957, págs.
G5 y sigs. y el B. J. P. S. 10, 1959, págs. 25 y sigs.
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HACIA UNA TEORÍA RACIONAL
DE LA TRADICIÓN
EN EL título de esta charla, debe colocarse el énfasis en la palabra
"hacia": no pretendo presentar nada que se parezca a una teoría elaborada.
Quiero explicar e ilustrar el tipo de cuestiones que tendría
que responder una teoría de la tradición, y ofrecer un esbozo de algunas
ideas que pueden ser útiles para construirlas. A manera de introducción
relatare cómo llegué a interesarme en el tema y por qué creo
que éste es importante; también tengo la intención de referirme a algunas
actitudes posibles frente a él.
Soy un racionalista de un tipo especial. No estoy muy seguro de que
mi racionalismo sea aceptable para ustedes, pero esto se verá luego.
Me interesa mucho el método científico. Después de estudiar durante
algún tiempo los métodos de las ciencias naturales, pensé que sería
interesante estudiar también los métodos de las ciencias sociales. Fue
entonces cuando me enfrenté por primera vez con el problema de la
tradición. Los antirracionalistas del campo de la política, la teoría
social, etc. sugieren habitualmente que este problema no puede ser
abordado por ningún género de teoría racional. Su actitud consiste en
aceptar la tradición como algo dado. Hay que tomarla como es, no se
la puede racionalizar; desempeña un papel importante en la sociedad
y sólo cabe comprender su significación y aceptarla. La figura más
importante asociada a esta concepción antirracionalista es la de Edmund
Burke. Como sabéis, luchó contra las ideas de la Revolución
Francesa, y su arma más efectiva fue su análisis de la importancia de
ese poder irracional al que llamamos "tradición". Menciono a Burke
porque creo que los racionalistas nunca le han respondido adecuadamente;
por el contrario, los racionalistas tendieron a ignorar su crítica
y a perseverar en su actitud antitradicionalista sin recoger el desafío.
Transcripción de una conferencia pronunciada en la Tercera Reunión
Anual de la Rationalist Press Association el 26 de Julio de 1948, tn el Magdalen
College, Oxford. (El Presidente era el Profesor A. E. Heath.) Publicada por vei primera
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