2.- LOS CEREBROS DE LA “REFORMA”
Recientemente se ha escrito que el personaje más representativo de este momento en la corte de Felipe II era Diego de Espinosa245, presidente del Consejo de Castilla desde 1565; por su alto cargo en la administración del Estado, fue destacada su influencia en la reforma de las órdenes religiosas. Pero podemos saber con bastante exactitud quiénes fueron sus artífices: “Venidos que fueron los dichos provinciales (se refiere a los franciscanos observantes de las provincias de Santiago y San Miguel) se juntaron con el Presidente de Castilla y el obispo de Cuenca, Menchaca, Velasco y el Padre Pacheco, y entre todos se resolvió que se hiziese el despacho siguiente, y assí lo approvo y firmo su Magestad, y primeramente porque los Provinciales tenían necesidad de la autoridad de su general, escribió su Megestad sobre ello la carta que sigue… A fr. Francisco de Guzmán, Comisario general de la Orden de san Francisco”. El despacho lleva fecha 9 de marzo de 1567246.
Podemos observar, pues, quiénes están detrás de esta supresión, quiénes aconsejan y animan en la Corte. No deja de ser sensiblemente notorio que dentro del grupo se encuentren tres franciscanos observantes del más alto rango: Francisco Pacheco, confesor de la reina y predicador real; Bernardo de Fresneda, obispo de Cuenca y confesor de Felipe II; y Alonso Gutiérrez, ministro provincial de la Provincia observante de Santiago247. De Luis Zapata, provincial de la Provincia observante de San Miguel, no conocemos su actuación previa a la supresión248. Y de Francisco de Guzmán, Comisario general de la Orden, tampoco conocemos sus iniciativas, pero era “un hombre cercano a Fresneda”249. Como tendremos ocasión de ir comprobando, en la cabeza de este grupo se hallaba precisamente Bernardo de Fresneda: “era él quien trazaba los proyectos de reforma de las órdenes religiosas, imponiendo sus ideas al Rey Prudente e instigándole a pedir, en nombre propio, la aprobación apostólica y las facultades necesarias para la ejecución”250.
a.- FRANCISCO PACHECO.
Francisco Pacheco fue el primer Ministro Provincial de la Provincia Observante de san Miguel, segregada de la de Santiago en 1548251. Fue el confesor de la reina Isabel de Valois desde 1561 hasta la muerte de la reina en 1568. Era gran amigo de Fresneda, siendo éste quien le promocionó a un cargo tan relevante e influyente252.
La actuación de Pacheco la conocemos suficientemente por unos "Advertimientos del padre fray Francisco Pacheco sobre la Reforma de los frayles y monjas claustrales"253. Se trata de dos documentos: el primero es una comunicación a la corte de lo tratado con el Papa: "lo demás que advertí a su Santidad diré aquí lo que se me acordare de lo que en scrito di a su Santidad"; el segundo es el comentario a una carta del rey. Todo ello para conseguir un breve pontificio y dar pasos firmes hacia la supresión de los Franciscanos Conventuales.
Comienza recordando cómo hasta la época de León X (1513-1521), los claustrales tenían el sello de la Orden y los superiores observantes eran vicarios254. Todo ello para concluir que este Papa concedió dos bulas, a tener ahora en cuenta: "una bulla muy solleme que se llama de la union... y otra en la que el papa da la manera como se an de reformar los conventos de los claustrales". Pacheco se las había entregado a Fresneda para que fuesen expresamente derogadas.
Proponía que no se tomasen todos los conventos claustrales, porque eso obligaría a repartir a los Franciscanos Conventuales entre los conventos observantes, dado que en ese caso podrían "hazer muchos daños... convertiran a los observantes en claustrales". No le parecía bien que quienes hubiesen sido provinciales conservasen los privilegios, porque eso sería una forma de introducirlos en la observancia. Y, pensando que "ay entre ellos muchos que antes seran soldados o turcos que observantes", opinaba que quienes no quisieran pasar a la observancia fueran recluidos en algunos conventos con la prohibición de recibir novicios, siguiendo así lo que se hizo en la época de los Reyes Católicos.
Pacheco tenía clara la forma concreta de tomar los conventos:
a- Tenían que tomarlos todos en un mismo día, para que los Franciscanos Conventuales no puediesen llevarse ni bienes ni escrituras.
b- Una vez llegados al convento, los reformadores debían llamar al guardián para que juntase a los frailes, diciéndoles que iban a "comunicar algun negocio o cosas del concilio".
c- Una vez reunidos se les notificaría el Breve, y se les persuadiría para que lo acatasen.
d- Mientras tanto, los "criados" del obispo custodiarían las puertas de iglesia y convento.
e- Estarían preparados diez o doce frailes observantes, quienes mientras el obispo hablase a los Franciscanos Conventuales, entrarían en los conventos, y al que el provincial designase, el obispo le entregaría todas las llaves.
f- Para evitar escándalos, se sacaría a algunos o a todos los frailes del convento. El corregidor les proveería de lo necesario.
Contrasta este estilo duro y contundente con el fino y respetuoso que proponía para los conventos de monjas, donde "sera menester mucha mas paciencia", prometiendo no quitar a la abadesa ni demás cargos. Bastaría con poner algunas normas nuevas o estatutos. Sólo en caso necesario se llevaría a monjas de otros monasterios. Y , más contrasta todavía con su idea de que, ante ciertas intervenciones en otras órdenes religiosas, había que informarse sobre su situación real y que extinguir una orden “es cosa digna de Concilio”.
Las capellanías habría que entregarlas al convento de Santa Clara de la ciudad, obligando a que encargasen las misas a los observantes y diesen el estipendio común. El resto de la hacienda, los bienes sin cargas, debían ser administrados por un "sindico" que nombrasen las autoridades civiles y ser destinados para reparar los conventos de San Francisco. Lo que sobrase pasaría más tarde al monasterio de Santa Clara.
Éste es el sentido que parece tener la intervenión de Francisco Pacheco en la supresión, pues le veremos más adelante actuando directamente en el paso de los conventos de Extremadura a su Provincia de San Miguel.
b.- ALONSO GUTIÉRREZ.
Alonso Gutiérrez era el Ministro Provincial de la Provincia franciscana Observante de Santiago. Antes del 2 de marzo de 1567, se había determinado en Madrid que lo primero era tomar los conventos "para la observancia", asegurando así los bienes, y luego "paso a paso se podrá hacer la reformación"255. El Provincial observante de Santiago sugiere unos trámites concretos.
a- Fijar el 13 de abril, segundo domingo de Pascua, como fecha para tomar todos los conventos.
b- Enviar a cada obispo un despacho y copia de los Breves (el de frailes y el de monjas), según el número de conventos de su diócesis. Lo mismo a las autoridades civiles. Y siempre "tantas patentes firmadas y selladas de los provinciales como fuesen los monasterios", con el objetivo de que los obispos supieran que los provinciales habían de poner nuevos superiores observantes, que tenían que obligar a los Franciscanos Conventuales a entregar los inventarios de los bienes del convento, las memorias de las capellanías, las escrituras, los cálices, cruces y ornamentos, dejando sólo lo "necesario para el culto divino y sustentacion suya". Los obispos deberían también hacer una lista con los frailes que quisieran pasar a la Observancia y los que no.
c- Hacer lo posible para que quienes no pasasen a la Observancia no pudiesen apelar al papa, al ministro general, o al provincial; a este último, además de tenerle fuera de la provincia, se le prohibiría, "con censura de parte del Arzobispo de Santiago", escribir en contra de la reforma.
d- Los neo-observantes no podrían tener cargos.
e- Los novicios conventuales serían despedidos.
f- La hacienda y rentas de los primeros años se debía gastar en reparar los conventos que pasasen a la Observancia, y "vease sy de aquellos bienes se an de proveer las expensas que se hiziesen en la prosequcion de la reformacion".
g- Los obispos debían saber que si los provinciales conventuales alegaban alguna bula, todas estarían derogadas.
h- Al provincial de Santiago, se le debía dar todo lo necesario para "comenzar, continuar y acabar la dicha reformacion", porque, incluidos los alcantarinos, tenía casi treinta casas. También necesitaba 20 ó 30 "traslados de los breves autorizados y una provision real con la cual pueda requerir a los obispos y justicia" lo que han de hacer. Además se debía conseguir una autorización del comisario general observante para poder repartir a los frailes ex-conventuales por diversas provincias observantes y facultad para "sacar algunos frailes observantes de otras provincias" para hacer la reforma.
Su parecer lo llevó a Madrid y fue visto por la Junta de Reforma el domingo 2 de marzo de 1567256.
c.- BERNARDO DE FRESNEDA.
La influencia de este hombre en la Corte está fuera de toda duda. Su puesto, confesor del rey, le permitía ejercer un poder no fácil de conmensurar257.
No conocemos su "plan" tan detalladamente como en los casos anteriores258, pero su mano y presencia ya la hemos notado. Conocemos, eso sí, su "parescer del confesor" desde 1561, su ofrecimiento entre los posibles ejecutores de la reforma, el estancamiento de las peticiones a Roma cuando él estaba ausente de Madrid. Un grupo de cardenales había dicho :"el obispo de Cuenca hazía tanto contra estos frailes que en su instancia V.M. mandaba estas cartas". Pero además, en los "Annales Minorum"del franciscano recoleto Lucas Wadding, donde no cabe sospechar ninguna veleidad partidista a favor de los Franciscanos Conventuales, encontramos paladinamente a Fr. Bernardo como verdadero cerebro y guía de la supresión259. No deja de ser curioso que a dos provincias de frailes les llame "reliquias".
Pasando a los hechos concretos, Fresneda avaló la autenticidad de la publicación impresa de los breves "Maxime cuperemus" y "Cum gravisimis", con fecha 7 de febrero de 1567. Pacheco le había entregado las bulas que era necesario derogar, lo que parece un indicio más de su poder. En octubre de 1567 recibió el nombramiento para llevar a cabo el paso de los conventos de Navarra, que pertenecían a la Provincia de Aragón, a la de Burgos y Cantabria260.
Si su actuación fue tan decisiva, conviene aproximarnos algo más a su vida, a sus motivaciones y a sus aspiraciones, pues nos ayudarán a clarificar más aún los hechos que nos ocupan.
Bernardo de Fresneda nació en Fresneda (Burgos), el 20 de agosto de 1509, y murió en Santo Domingo de la Calzada (Logroño) el 22 de diciembre de 1577. Ingresó en el convento franciscano observante de San Bernardino de la Sierra (Burgos) y estudió en el colegio de San Pedro y San Pablo de Alcalá de Henares, donde llegó a ser guardián.
Fresneda fue el principal promotor de la división de la Provincia Observante de Burgos -Burgos y Cantabria-, parece que con la pretensión de medrar con más facilidad, porque los cargos eran ocupados preferentemente por frailes vascos y cántabros261. El Capítulo general de los observantes, celebrado en Salamanca en 1553, le nombró definidor general. Carlos V le concedió ser confesor de su hijo, después de confesarse con él ocasionalmente. Otros testimonios mantienen que fue por ayuda y favor de Ruy Gómez, príncipe de Eboli. En 1554 acompañó al entonces príncipe Felipe en su viaje a Inglaterra. Fue nombrado obispo de Cuenca en 1562; y poco después, comisario general de cruzada y del subsidio de galeras262. Intervino, con peso, en los casos más importantes seguidos por la Inquisición263. Gozó de cierta fama de mecenas y su nombre está unido también al real sitio de El Escorial, donde en 1571 bendijo monasterio e iglesia. Fue nombrado obispo de Córdoba en 1572 y preconizado arzobispo de Zaragoza en 1577, aunque no llegó a tomar posesión de dicho cargo al sobrevenirle la muerte. Pero ya en 1567 había designado la capilla mayor del convento de Santa María de los Ángeles de Santo Domingo de la Calzada como lugar de su sepultura, beneficiando a dicho convento con donaciones y obteniendo permiso en 1574 para fundar un colegio mayor y una universidad; en su testamento legó para ello 40.000 ducados de oro, aparte de otras donaciones: "El colegio mayor se malogró por oposición de las universidades de Salamanca y Valladolid y sobre todo por los pleitos a que dío lugar la herencia del arzobispo"264.
Como se ha dicho, por estos y otros datos, Fresneda fue un émulo de Cisneros, de lo que alardeaba265. Durante toda su vida estuvo marcado por el impacto que dejaron en él sus estudios en la Universidad de Alcalá y su fundador, pues siempre consideró “que el ideal del ilustre cardenal coincidía plenamente con sus aspiraciones dentro de la orden franciscana, hasta el punto de querer fundar una nueva universidad a imitación de la de Alcalá y culminar la reforma de la Orden iniciada por Cisneros”266. Desde ahí observaremos su actuación en la reforma de las órdenes religiosas, y sobre todo en la supresión que nos ocupa267.
Los embajadores venecianos tuvieron una pésima imagen de este "altanero" prelado reformador268.
La nefasta opinión de estos embajadores está confirmada por las críticas que le hizo Diego de Estella (1524-1578), místico, predicador y escritor afamado, y hermano de hábito. Éste denunció al obispo de Cuenca ante la Santa Sede, principalmente, por dos cuestiones: "una que tenghi troppo famiglia et paggi, et che viva con troppo fasto et pompa. L'altra cha aveva troppo offitii alle mani che convengano più a laici che a vescovi, massime religiosi et del'habito suo"269 .
En Roma dieron crédito a Estella, hombre de espíritu profético, inmortalizado en la multitud de ediciones de su "Tratado de la vanidad del mundo", y las autoridades de la Orden Observante parece que también, porque "atendiendo a su sinceridad, sumisión y méritos del penitenciado, le reintegraría pronto a sus anteriores derechos y prerrogativas"270.
Hay aún más. El fraile navarro pensaba que un hombre como Fresneda no era el más indicado para llevar a cabo la reforma de los Franciscanos Conventuales "por carecer de autoridad y prestigio entre sus hermanos de hábito"271. Sobre la reforma de los religiosos, Estella pensaba que no era conveniente acusar a todos los frailes por lo que hicieran algunos, o que se pensase sólo en las propias órdenes, o que personas extrañas a los monasterios o a las órdenes ejecutasen las reformas272. Pero, el mismo Fresneda, eso sí desde otra posición y en otro tiempo, decía que no “es posible que todo lo de una Religión sea malo, ni todos sean malos, y por esto se vee que quien dize tantos males y ningún bien de una Religión, no tiene sanas entrañas”273.
Está claro que Fresneda tenía otro talante. La Orden del Carmen le sentía como ejecutor de la reforma propia274, de hecho refrendó también con su firma el breve "In prioribus"275, y el mismo general, al informar sobre su visita a España, afirma que "per favorire quei frati tanto ribali, quali non si potevan ridurre alla vita riformata, molti signori, persuasi da detti frati, informorno il Consiglio Reale che il generale non haveva ben riformato. All'hora il Consiglio col vescovo di Concha fecero officio appresso sua Maestà, che si havesse ad ottenere un breve apostolico", y que " il vescovo di Conca ha cercato che li provinciali rengnassero li provincialati nelle sue mani: domandisi li promostratensi"276.
También, al indagar en el proceso del arzobispo de Toledo, Bartolomé de Carranza, José Ignacio Tellechea Idígoras277, su más prestigioso, profundo y minucioso investigador, ha puesto de relieve cómo era Fresneda y qué intereses le movían. Fresneda fue uno de los más atroces perseguidores de Carranza278. Su enemistad hacia el arzobispo toledano era un hecho público y notorio para sus contemporáneos. Sobre su interior se ha escrito en términos muy negativos279. Tellechea ha descubierto su oscuro perfil humano en un sinfín de documentos y testimonios que analiza con verdadera imparcialidad y sagacidad.
El confesor de Felipe II aparece como un hombre celoso, envidioso, vanidoso, ambicioso de poder, hasta el extremo de llegar a ser objeto de burlas por sus continuas idas y venidas al lado del rey. Esta hilaridad de la gente para con él no era demasiado precio por mantener la posición que había alcanzado, pues le convertía en una de los hombres más influyentes del momento280. No obstante, émulo de Cisneros, no pudo soportar que Carranza fuera promovido al arzobispado del que fuera cabeza el cardenal de España; se convirtió así en el "mayor enemigo" de Carranza281.
Muchos historiadores han hablado de dos grupos de poder en la Corte de Felipe II. Los hechos a los que nos estamos acercando tuvieron lugar mientras ejercía más claramente su influencia el grupo llamado "ebolista", al que perteneció Bernardo de Fresneda282. Con la muerte del cardenal Diego de Espinosa (1572), que había sido “el auténtico impulsor de las ideas contrarreformistas”283, cambian los tiempos para Fresneda, que es alejado de Madrid, del poder, al nombrarle obispo de Córdoba justo ese mismo año. No parece una mera coincidencia, como tampoco el que desde Córdoba escribiese a la Corte acusando a los obispos de Valencia y Sevilla y al nuncio de tener relación con algunos alumbrados284.
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