Gonzalo fernández-gallardo jiménez


- LA REFORMA EN EL REINADO DE LOS REYES CATÓLICOS



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5.- LA REFORMA EN EL REINADO DE LOS REYES CATÓLICOS.



El reinado de los Reyes Católicos se caracterizó por una política unificadora y centralizadora que reforzaba la institución monárquica y las estructuras del Estado. La Iglesia española cooperó en la consolidación de esta línea política -hombres como el Cardenal Cisneros se entregaron en cuerpo y alma a ella- y, a la vez, sufrió una creciente intromisión del poder político en todo lo eclesial73. En esta estrecha relación entre la Iglesia y el Estado se sitúa la reforma. Joseph Pérez afirma: “La corona interviene en cuestiones que no son de su competencia, como la reforma de los conventos; por otra parte, los jerarcas de la Iglesia adoptan la costumbre de apoyarse en el brazo secular para imponer sus puntos de vista. La simbiosis entre el estado y la religión que es una de las características de la España de Felipe II comenzó bajo el reinado de Fernando e Isabel”74. A.W. Lovett mantiene que “los reyes católicos veían a la Iglesia no solamente como una institución esencial para su salvación y la de sus súbditos sino como un instrumento de gobierno que estaban decididos a controlar”75. J.N. Hillgarth sostiene que “Isabel y Fernando estaban decididos a controlar la religión en sus reinos. Su deseo de dirigir la reforma de la iglesia está vinculado con su insistencia en controlar los nombramientos eclesiásticos”76. Era un modo de proceder generalizad en la política europea: “Los príncipes territoriales, a su vez, no sólo apoyaron la reforma de la Iglesia, sino que la organizaron ellos mismos y en ocasiones la impusieron desde arriba mediante la introducción de una vida religiosa más estricta (llamada observancia). Defendieron su territorio frente a los influjos exteriores y se preocuparon ellos mismos, realizando visitas, de controlar y reformar la Iglesia. Todo ello impulsó el proceso de soberanías independientes”77. Así se veía ya en el siglo pasado: “Muchas veces se figura uno al Papado gozando de un poder casi ilimitado hasta la Reforma, pero la realidad es que los Estados se habían arrogado no pequeñas atribuciones en los negocios eclesiásticos durante el siglo XV y comienzos del XVI”78. No obstante, hay otros autores que todavía mantienen posturas más “angelicales”: “Isabel la Católica… esta mujer inteligente y muy religiosa…, después de haber acabado la reconquista y unificado España, se preocupó de renovarla espiritualmente a través de una reforma a fondo, que fue desde el episcopado hasta el último monasterio”79. Azcona es de los que quieren matizar: “En efecto, toda la masa de documentación manejada se opone a considerar la reforma de los religiosos como una maniobra política. Lo que no quiere decir que los reyes no hubieran pensado, lo mismo que hemos observado para la reforma del clero, que una Iglesia reformada podía convertirse en un poderoso puntal del estado nuevo”80. El caso es que, cuando se estudian casos concretos, aunque sea someramente, surgen preguntas como éstas: “¿Si se conecta con las ‘capas populares’, por qué es apoyada la reforma principalmente por los Reyes de la Corona de Castilla y claramente por algunos de los miembros de la nobleza, como se ha visto en el caso vasco? ¿Acaso coincide con sus propósitos centralizadores y de control tras la crisis social, política y religiosa de los años finales del siglo XIV y de comienzos del XV? ¿Por qué los primeros conventos observantes de la Comunidad Autónoma Vasca se van a localizar en zonas marginales donde buscan un mayor sosiego y tranquilidad? ¿Quizá los ‘claustrales’ reivindicaban una mayor autonomía de sus conventos en la orden frente a la uniformidad jerarquizada que se les pretendía imponer desde el movimiento de la ‘observancia’?… En todo caso la progresiva implantación en cada una de estas comunidades conventuales de la ‘reforma de la observancia’ sirvió al final a los intentos centralizadores y a una jerarquización más estricta dentro de estas órdenes”81.

En este contexto es muy significativo el que los Reyes Católicos, y de modo especial la reina, tuviesen predilección por los Franciscanos Observantes."Siendo princesa, ella tuvo necesidad de todos y se valió de ellos para hacer prevalecer su derecho. Los colectivos observantes y reformados le prestaron su ayuda y más tarde la reina se mostró reconocida. Nunca se suele profundizar en la relación 'observancia-isabelismo', con sus aspectos socio-políticos y socio-religiosos... Fueron los dos grupos de la Observancia de franciscanos y de dominicos quienes estuvieron más cerca de los reyes y de sus hijos... Siempre se suele preguntar si Isabel permaneció o estuvo ligada de alguna forma canónica a la familia franciscana..."82. El nuncio Francisco Desprats, escribiendo a Alejandro VI, el 15 de marzo de 1494, le comunicaba que siempre había visto en la Corte un mínimo de seis Observantes83. Es más, sus vicarios generales ultramontanos prestaron importantes servicios a los monarcas84. García Oro llega a decir que la "activa presencia de los observantes en la Corte y en las empresas de los Reyes nos da la clave para explicar el proceso que siguió la reforma de los franciscanos y la intervención de los Reyes en ella"85. Los Observantes, por lo menos algunos, se prestaron a la propaganda y a la exaltación de los reyes. Ínigo de Mendoza llegaría a comparar a Isabel con la Virgen María: "las dos mujeres han venido al mundo a reparar y restaurar lo que se había perdido, la una en la humanidad entera, la otra en el reino de Castilla"86. Los mismos Observantes, junto con los Jerónimos, en la época de Enrique IV, habían participado en la súplica al Papa para que concediese la que sería nueva inquisición, bien distinta de la medieval87.

Pero, aunque los Observantes contaban con el apoyo de las más altas instancias del poder, los intentos de hacer pasar a la Observancia los conventos de los Conventuales tropezaban con enormes problemas incluso jurídicos88, por lo que se adoptó en muchas ocasiones la política de hechos consumados –ocupación violenta-, como en el caso del convento de Atienza89; otras veces se prefería presionar a los frailes conventuales hasta que decidiesen pasar a la Observancia, como son los casos de Ávila90 y, el bien documentado, de Calatayud91. Hasta qué punto se usaron métodos violentos lo podemos intuir por el hecho de que la reina Isabel hizo constar en la cláusula 11ª del codicilo a su testamento sus excesos en este tema, y el mismo rey Fernando, en 1507, mandó a su embajador que obtuviese una bula papal de absolución por si se había excedido en los asuntos de la reforma92. De todos modos, este plan de caso por caso se les antojaba poco eficaz.

Los Reyes, "movidos, sin duda, por los Observantes"93, buscaron en Roma autorización para hacer Observantes a todos los franciscanos españoles. En toda esta lucha fue especialmente significativa la figura del observante Cardenal Cisneros94, sobre todo desde que en 1494 fue elegido Vicario provincial de Castilla, y en 1495 arzobispo de Toledo; fue entonces cuando "aprovechó de su extraordinario influjo en los Reyes para dar un empuje definitivo a la Reforma de la Orden"95. Marcel Bataillon, que fue un admirador de Cisneros, afirma: “La reforma de Cisneros consistió esencialmente en quitar a los conventuales sus monasterios, por las malas o por las buenas, e instalar en ellos a los observantes”96. Este famoso hispanista francés sigue la biografía de Cisneros de Alvar Gómez de Castro, que afirma: “Con la excusa de la inspección que ellos llamaban visita, el Provincial Jiménez trataba de que las casas de los frailes conventuales pasaran a poder de los observantes, a base de ruegos, recompensas y también con cualquier astucia y artimaña”97. Lo mismo afirma el capuchino catalán Basili de Rubí: “La reforma cisneriana, que consistì bàsicament a fer passar a l’observança tots els monestirs de conventuals…”98. Es sugerente la valoración de Hillgarth: “Su intolerancia respecto de las corporaciones independientes –cabildos, conventos, órdenes religiosas, cortes-, cuya proliferación fue uno de los principales logros de la Edad Media cristiana, fue muy marcada. Cisneros era tan capaz, cuando se le antojaba, de favorecer a un grupo secesionista de dominicanos (sic) seudomísticos, y de hacer trabajos de zapa a sus superiores reformados, como de destruir una reforma franciscana legítima con el pretexto de que no podía controlarla”99. Mucho antes, Wadding había dicho: los Observantes “pauca quaedam, eaque exigua Caenobia obtinebant. In horum itaque potestatem Conventualium domos Ximenius qua potuit arte, prece vel pretio traducebant”100.

El resultado de la operación reformadora efectuada durante el reinado de los Reyes Católicos fue espectacular. La Provincia de Castilla quedó muy mermada y herida de muerte. Las otras dos Provincias, Santiago y Aragón, también sufrieron los envites, aunque en mucha menor medida101 ; a Aragón le afectó muy poco.

En estos años se dieron, dentro de la Orden, acontecimientos verdaderamente decisivos: el intento de fundir "unidad y reforma" por parte del ministro general Gil Delfini -concretamente en la Provincia de Aragón-102, el fracasado Capítulo Generalísimo103 de 1506 y, de modo especial, el también capítulo generalísimo de 1517 y la bula “Ite Vos" del 29 de mayo de dicho año, que concedió la elección del Ministro General de la Orden a los Observantes y subordinó a éstos los Conventuales, "correspondiendo ahora a los conventuales el lugar que desde 1446 habían tenido los observantes. Fue en realidad un trastueque, un relevo de mandos. La Orden seguía unida, empero, en una sola cabeza"104. En la realidad no fue así: el mismo papa León X confirmó como Maestro general (así se debía llamar según la bula) al primer Ministro general elegido con este último título en Roma el 2 de junio de 1517; en 1532, el Ministro general, ya observante, denunció que el Maestro general de los conventuales no había pedido la confirmación de su nombramiento; y los mismos papas, desde Paulo IV en 1555, llamaron Ministros generales a los superiores Conventuales105. Tenemos, pues, que la bula "Ite vos", aunque en teoría no dividió la Orden, de hecho confirmó la separación de 1446, eso sí, dando la primacía jurídica a la Observancia -la bula les concedía el sello de la Orden-, que veía de este modo satisfechas sus ansias de capitanear el movimiento franciscano106. Así, jurídicamente, con toda la autoridad pontificia, el sello de la Orden –con todo su significado- pasó a la Observancia. Los Conventuales nunca pudieron encajar esta herida. Algo parecido ha sucedido en otras ocasiones dentro de la Orden. Por ejemplo, a los Observantes, cuando en 1583 se dividió la Provincia de Granada de la de Andalucía. Los de Granada se quejaron amargamente: “era muy duro que el Provincial hubiera de pleitear contra el General; pues aunque la justicia estaba de su parte ‘allí van leyes donde quieren reyes’”107.




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