COLONIAS DEL ASTRAL
Migraciones
Pregunta: ¿La trasmigración de espíritus de una comunidad astral hacia otra, puede realizarse sin perjudicar a la unidad afectiva de las colonias a las cuales son transferidos?
Atanagildo: En otra oportunidad os hablé sobre los espíritus que debían reencarnarse en países diferentes a los que vivieron, debiendo anteriormente, realizar un estacionamiento preliminar en la colonia astral que rodea a la región geográfica en donde encarnarán. Por ejemplo, un espíritu que haya desencarnado en Europa y debe reencarnarse en Brasil, en la región controlada por nuestra metrópoli, permanecerá mucho tiempo en nuestro ambiente astral de adaptación, sino presenta el padrón vibratorio espiritual exigido. El sentido inverso se dará, para el espíritu del brasileño en que el futuro ha de reencarnar en Europa, el que tendrá que someterse al conveniente proceso que le preparan en la comunidad astral que dirige al país en donde deberá nacer, a fin de ajustar las energías psíquicas a su nuevo clima geográfico.
Esa saludable prevención ayuda al futuro reencarnante a conocer mejor sus ascendientes biológicos y lo predispone para el necesario ajuste periespiritual, que lo ayudará mejor en las costumbres y temperamento del nuevo pueblo que le servirá de compatriota físico. Es común que cada raza manifieste un condicionamiento psicológico y un temperamento especial, desarrollados en el pasado, aunque los espíritus que la compongan conserven en su organización psíquica, sus propias características individuales.
Notad que el alemán es de índole marcadamente científica, el francés es más inclinado al estudio especulativo de la filosofía, el italiano profundamente ligado al arte lírico y el hindú esencialmente contemplativo. Esas características, que son productos de las experimentaciones milenarias y del magnetismo peculiar de cada ambiente, cuando pueden ser estudiadas con anticipación por los futuros reencarnantes, reducen bastante las probables y futuras perturbaciones psíquicas, que en algunos espíritus se traducen en misantropía, desencanto, melancolía e indiferencia, en recuerdos inexplicables, tal las almas que se sienten totalmente extrañas en el medio que encarnan por primar vez.
Pregunta: ¿Podemos suponer que puedan ocurrir verdaderas inadaptaciones en esas encarnaciones migratorias de una raza hacia otra, hasta llegar a encuadrarse en el rol de las enfermedades psíquicas?
Atanagildo: Algunos complejos freudianos tienen su origen en esas "inadaptaciones" por parte de los espíritus que cambian hacia ambientes psíquicos opuestos a su índole v condicionamiento milenario. No será preciso recordaros lo diferente que es el clima geográfico y el medio psicológico en que vive el hindú místico, si lo comparáis con el existente en determinadas metrópolis occidentales, con el aire saturado por el combustible maloliente de los vehículos y de mil vicisitudes cotidianas más que torturan a los hombres tornándolos neurasténicos, afligidos y turbulentos. El alma introspectiva, habituada a la sencillez y a la tranquila filosofía de la Naturaleza, se siente profundamente aturdida al encarnarse en el seno de la vida tumultuosa y excesivamente mecanizada, que exige toda especie de fórmulas v regularizaciones drásticas, envuelta en un círculo de actividades en donde sólo predominan los intereses materiales y se descuida la gloria del espíritu inmortal.
Pregunta: A través de la experiencia humana, hemos verificado que la mayoría de los emigrantes que atraviesan el océano V vienen a residir en nuestro país, no sólo consigue adaptarse inmediatamente al medio brasileño, sino que al poco tiempo se integra a la comunidad antes ajena por completo. Por lo tanto, ¿hay más dificultad cuando se trata de migraciones espirituales?
Atanagildo: Conviene que no generalicéis todo lo que os voy exponiendo, pues la Ley y sus excepciones, existe esencialmente en el Todo, que es Dios. Es más fácil que os adaptéis a un medio inhóspito o extraño, cuando estéis encarnados, porque vuestros principales medios de subsistencia se reducen al pan, vestido y techo. Resta apenas solucionar el problema sentimental, porque la recordación de la patria puede dificultad el reajustamiento al nuevo ambiente. El grado de ese sentimiento nacionalista depende de vuestra naturaleza espiritual, más o menos exclusivista, pues el alma de trayectoria universalista se aúna a la fraternidad humana y muy pronto se asimila a las costumbres de las patrias extrañas.
La migración física de un país hacia otro, ofrece mejores probabilidades de adaptación a los encarnados, ya sea a causa de cierta semejanza entre las costumbres y objetivos humanos común a todos los pueblos, ya sea porque el emigrado se reúne con otras almas compatriotas, que aún cultivan determinadas tradiciones patrias de origen, que le alivian los recuerdos sobre su lejano país. Mientras tanto, cuando el espíritu se encarna y cambia de ambiente geográfico y de lenguaje carnal y al que deberá acostumbrarse, enfrenta el grave problema de adaptarse a un nuevo cuerpo físico, que puede ser de ascendientes y tradiciones biopsíquicas opuestos a sus costumbres e índole espiritual. Aunque conduzca consigo su bagaje psíquico y milenario, ha de tener que enfrentar un nuevo campo de fuerzas específicas con las que no está esencialmente identificado, asemejándose al pescado que encuentra serias dificultades cuando es retirado de un lago tranquilo y arrojado al río tumultuoso.
Pregunta: ¿Podríais darnos algún ejemplo para que podamos reflexionar mejor sobre esas diferencias de naturaleza reencarnatoria?
Atanagildo: Un espíritu que se ha cultivado a través de muchas existencias místicas, contemplativas, ha de encontrar dificultades de adaptación y ajuste a cualquier organismo que descienda de un linaje carnal turbulento y de un clima psíquico y dinámico, como es el de Occidente. El periespíritu que sobrevive después de cada encarnación es la sede del psiquismo, mientras que cada cuerpo físico es un aglutinamiento de moléculas sometidas a un principio director y el encarnante, tendrá que sobreponerse a la tendencia hereditaria y al psiquismo de los nuevos ancestrales a que se somete. Esa atmósfera psíquica, que proviene de la continuidad secular de todo linaje humano, presenta fuertes diferencias entre una y otra familia, así como hay una fuerte diferencia entre el ambiente psíquico de una iglesia con el de una taberna.
En mi opinión personal, el linaje carnal de cada familia exhala un "olor psíquico" particular, así como perdura el perfume en una sala, después que se ha retirado la esencia, o cuando se ha consumido el fuego de la hornalla y queda tibio el ambiente. Mi propia experiencia alcanzó significativa dificultad, cuando me desligué definitivamente de los peregrinajes reencarnatorios del Oriente para renacer en los organismos de carne Occidental.
En el primer caso, el clima oriental me predisponía el alma a la búsqueda de mi identidad eterna y espiritual, en un permanente influjo para mi sensibilidad intuitiva; en el segundo caso, la atmósfera occidental, sobrecargada de exagerado cientificismo objetivo y desconfianza por las cosas del espíritu, además del mórbido sectarismo de los núcleos religiosos conservadores, me imponían un campo magnético opresivo que me hacía retrotraer la expansividad natural del pasado.
Pregunta: ¿De dónde proviene el constante aumento de la población en la Tierra? ¿Los espíritus que reencarnan provienen de otros mundos?
Atanagildo: Alrededor de la Tierra, en el plano astral, existe elevado número de espíritus candidatos a la reencarnación y que llegarían a poblar satisfactoriamente, todo el globo terráqueo. A medida que se generan nuevos cuerpos, ellos también se irán ajustando a las providencias de su renacimiento. También en el Espacio sucede la migración de espíritus de una agrupación astral hacia otra y un incesante intercambio entre las comunidades desencarnadas de otros planetas.
Muchos espíritus que desencarnan en la Tierra emigran hacia otros mundos y nuevos contingentes de almas, provenientes de otros orbes, también se encaminan para su reencarnación en el globo terrestre. A fin de evitar la sobrecarga asfixiante y la saturación de espíritus rebeldes, que dificultan en los mundos la ascensión moral de los bien intencionados, tenemos entonces, la llamada faz del "juicio final", en que los planetas de inmadurez espiritual, como la Tierra, ciertas catástrofes reducen la carga de encarnados, haciendo emigrar a los perturbadores hacia los mundos inferiores, en donde tendrán que reiniciar el curso evolutivo, a través de nuevos sufrimientos disciplinadores.
COLONIAS DEL ASTRAL
Su Influencia sobre el Progreso
Pregunta: ¿Podéis darnos un ejemplo sobre el actual trabajo de vuestra metrópoli, que pueda modificar en el futuro, el padrón de nuestra vida material, ya que vivís ahí, con sistemas adelantados y lleváis a cabo realizaciones que mal se esbozan en la Tierra?
Atanagildo: Os aseguro que el ejemplo, ya lo tuvisteis en la esfera de la música y os será demostrado reiteradas veces, en el mundo astral podemos crear con bastante anterioridad, todo aquello, que más tarde, vuestro mundo "descubre" bajo el vehemente entusiasmo científico. Hace muy poco tiempo que la ciencia terrena reconoció en la música, un recurso, que puede aplicarse con éxito en la cura de ciertas enfermedades nerviosas y mentales, como también puede transformarse en un valioso estímulo para el trabajo. Sin embargo, desde el siglo XVIII esa terapia era empleada en las ciudades astrales situadas en las proximidades de la Tierra, utilizando melodías para activar las energías del periespíritu y también como recurso sedativo sobre los desencarnados víctimas de agitaciones psíquicas.
Sólo a mediados del siglo XX los científicos y educadores terrenos aceptaron "oficialmente" la influencia de la música en la terapia humana, introduciéndola lentamente en los establecimientos de trabajo, hospitales, instituciones educativas y correccionales, mientras que la metrópoli del Gran Corazón ya usaba, casi dos siglos antes, como auxilio común para la cura de los necesitados, en su comunidad astral. Y así, lo que ha sucedido en la esfera de la música, también sucede en otros sectores de la actividad espiritual, ya que se utilizan en el mundo invisible, con mucha anticipación a las conquistas científicas y artísticas, mal esbozadas en la Tierra.
Pregunta: ¿Cuando esas realizaciones anticipadas del mundo astral sean conocidas por la humanidad terrena, nosotros también las aprovecharemos con la misma inteligencia conque se aprovecha en el mundo astral?
Atanagildo: Infelizmente, todos los mensajes e inspiraciones de orden superior, transmitidas desde las comunidades hacia la superficie terrestre, sufren primero, el impacto del interés, de los sofismas o de la violencia, tan común al ciudadano terreno. La electricidad, la pólvora, el avión, la energía atómica, en fin, todos los descubrimientos e invenciones que "descienden" del Más Allá, para beneficio de la vida humana, han sido utilizados primeramente con fines destructivos o bajo un execrable espíritu mercantilista. Sólo después que los hombres se encuentran agotados, decepcionados y maltratados por el abuso de las realizaciones, que desde lo Alto les inspiraron para el uso pacífico, se encaminan hacia su aprovechamiento útil y con finalidad constructiva.
Así ocurrirá con la música, a pesar de los excelentes resultados que ella produce, con sus aplicaciones benefactoras. El ciudadano terreno, sediento de ganancias, ha de querer extraer el máximo de provecho personal con el descubrimiento de la "meloterapia", importándole poco los sacrificios o los perjuicios que sufran los seres menos favorecidos por la inteligencia.
Pregunta: ¿Nos podríais dar un ejemplo bastante objetivo, de ese espíritu interesado del hombre, con respecto a todo aquello que le inspiran desde el Espacio?
Atanagildo: Ajustándome a la esfera de la música, ejemplifico: Cuando aparecieren en la Tierra las noticias científicas, con respecto a la excelente influencia de la música para el progreso de la producción terrena, con excelso aprovechamiento en el reino animal, los hombres más audaces han de organizar tablas musicales de alto espíritu de utilidad comercial, por medio de las cuales, se podrá intensificar el rendimiento de la leche en la vaca, el crecimiento de la lana en los carneros o el aumento de la grasa en los porcinos. Sin duda, que andarán buscando afanosamente, los ritmos y melodías que mejor se ajusten a cada objetivo deseado. Os aseguro, que no tardarán mucho en servirse de los ritmos dinámicos, bien brasileños, para que las vacas produzcan una admirable manteca en base a la agitación de la leche; mientras que los gansos, serán criados bajo la incesante audición de la "Sinfonía Patética" de Tchaikovski, a fin de volverlos melancólicos e hipocondríacos, con el hígado irregularmente desarrollado, así se podrá lograr el famoso "Paté de foie gras" enlatado y obtenido gracias a esa música mórbida e introspectiva.
Con respecto a las demás explicaciones de sentido utilitario, no debéis tener dudas algunas, pues innumerables industriales, comerciantes y empresarios no disimulan el júbilo mercantilista, al afirmar, que el efecto de la música es notable, pues los hombres producen más, bajo la influencia de las melodías psicológicamente ajustadas a sus tareas. Así es que, muy pronto el genio humano habrá creado los siguientes y hábiles recursos inspirados en la "meloterapia": los carteros abreviarán la entrega de las correspondencias, gracias al incentivo de las festivas marchas militares que les apresurará el paso; las mujeres podrán tejer velozmente, bajo los ritmos sincopados; los campesinos han de superar la zafra tradicional, esparciendo las simientes de los cereales, controlados por los movimientos alegres de los valses europeos.
Después de tanta utilidad encontrada en la aplicación de la música para los intereses materiales, ¿qué le importará al hombre, el mensaje angélico de la melodía, que influye en la disposición afectiva del alma?
LAS RELACIONES ENTRE LOS VIVOS Y LOS MUERTOS
Pregunta: ¿Qué opinión tenéis sobre nuestra manera de encarar la muerte del cuerpo físico, y del intercambio que mantenemos con los desencarnados?
Atanagildo: En la Tierra aún son muy comunes los juicios extremistas con respecto al "fallecimiento" de la criatura humana, como hay una gran confusión sobre vuestro parecer en lo referente a la situación que se crean los desencarnados en la llamada travesía más allá de la tumba. Según enseñan los teólogos sentenciosos del Catolicismo Romano, el alma desencarnada debe tener un excelente sitio en el paraíso o de lo contrario ingresará en el purgatorio, para transformarse en un apetitoso asado, en el brasero satánico del Infierno. El protestantismo es aún más severo, al afirmar que no hay purgatorio, pues el alma o se va directamente al cielo o de lo contrario al infierno, en donde permanecerá por toda la eternidad. No faltan también, las corrientes espiritualistas demasiado complejas que extinguen nuestros aspectos humanos y desorientan a los estudiosos, cuando presentan al "plano astral" como un escenario poblado de autómatas, que viven entre sombras e imágenes raras.
Mientras tanto, aunque sean verídicas las situaciones aterradoras que muchos espíritus han de sufrir en las tinieblas de los abismos dantescos, aunque no eternamente; aquí, en el Más Allá, vivimos de un modo racional y rápidamente asimilable por los desencarnados. Pero, también es cierto, que sólo usufructuamos el resultado exacto de nuestras acciones alcanzadas en la intimidad de nuestra alma; gozamos de las alegrías y atractivos o pasamos por vicisitudes dolorosas, conforme a la buena o mala aplicación que en la Tierra habíamos dado a los dones de la vida espiritual. Por eso, aún somos criaturas que alentamos sueños o sufrimos decepciones, encontramos alegrías o cosechamos tristezas, de un modo profundamente humano y lejos de los extremismos o de las opiniones que comúnmente se formulan, sobre aquellos que "murieron". Además, entre los mismos espiritas —que tienen una idea más sensata a nuestro respecto— existen los que nos reciben compungidamente en sus sesiones, entre suspiros y temores, convencidos que bajamos de los "páramos celestiales" o como dicen, a los "pies de Dios", mientras que nos cubren de continuas "gracias".
Los más pesimistas, nos consideran terriblemente sensatos y severos, seguros de que sólo nos preocupamos en excomulgar el pecado de los hombres y deseamos toda suerte de castigos para la Tierra diabólica, a pesar de haber sido creada por Dios.
Pregunta: Tenemos la impresión que la muerte del cuerpo físico elimina en las almas, el gusto por las diversiones y el humorismo, tan comunes en la Tierra. ¿No es verdad?
Atanagildo: Creo que la convicción de la inmortalidad del espíritu y la seguridad para el futuro, es una bendecida oportunidad para la recuperación espiritual y hasta las almas más degradadas, podrían regocijarse delante de las mayores vicisitudes de la vida. Mientras tanto muchos espiritualistas y hasta espiritas convencidos de la inmortalidad del alma, viven en el mundo con la fisonomía ceñuda y aire solemne, esparciendo alrededor suyo injustificable y enfermizo pesimismo.
Esos seres nos imaginan como espíritus desposeídos de la gracia común y natural hacia la vida placentera, en la creencia, que por el hecho de haber perdido el esqueleto, nos hemos transformado en sabios o santos sentenciosos, cuyas dignas inclinaciones requieren un ambiente de seriedad. Mientras tanto, ¿qué somos nosotros los desencarnados? Apenas almas recién llegadas de la Tierra, que aún conservan los últimos reflejos de sus vidas atribuladas, entremezcladas de tristezas y alegrías, bajeza y sublimidad, locura y sensatez, irascibilidad y ternura, pecado y santidad, inteligencia e ignorancia.
Y no es raro, que el fenómeno se invierta, cuando hombres y mujeres que durante el día se divertían con los "dichos" maliciosos, anécdotas irreverentes, conceptos crueles y pensamientos equivocados y mordaces contra el prójimo, se reúnen por la noche, en "concentración especial", estableciendo el intercambio mediúmnico con nosotros. Bajo la implacable aguja del reloj, nos escuchan durante una hora, con los ojos cerrados, con profundo aire de sensatez y reverencia, con sus cabezas inclinadas, mientras que el pensamiento se eleva rápidamente, a fin de lograr un ambiente severo y respetuoso, con un puñado de vibraciones contradictorias... Los hombres ignoran, que de ningún modo podrán elevar su pensamiento a última hora, si lo tuvieran maniatado durante el día en las cosas triviales y en los objetivos avaros e innobles del mundo; del mismo modo, no saben que los rostros lúgubres y cerrados, durante algunos minutos de espasmódica concentración, no podrán compensar nunca la irreverencia con las leyes de Dios, practicadas durante el día.
Pregunta: ¿Cuáles son vuestras sensaciones como desencarnado, comparándolas con las emociones que teníais en el mundo físico?
Atanagildo: Queréis saber cómo me siento, en este momento, en relación con lo que sentía en el mundo que habitáis vosotros, ¿no es así? Bien, en este momento, en que el médium traduce mi pensamiento en forma de letras, no me considero un fantasma configurado de blanco, ni me apercibo de las tradicionales y pesadas cadenas, amarradas a mis pies, como las de los citados fantasmas londinenses, que aún tienen el pésimo hábito de arrastrar por los salones de los castillos medievales de Inglaterra. Me ausculto con atención y valor, me palpo, ¿y qué siento? Me siento más vivo, más sutilizado en mis pensamientos y completamente desahogado de mis aflicciones físicas.
Compruebo, que si me aplico el coeficiente de ternura, de alegría, de paz y de espontaneidad que poseía en la Tierra, me alejo del pésimo sistema de hipocresía humana y me despreocupo de la opinión pública a mi respecto. Os aseguro, que ese goce inefable, que a veces me arrebata el alma como en un "éxtasis" es parecido al tradicional "samadhi" de los místicos hindúes y es parte de aquel estado sublime que Jesús reveló a los hombres, cuando decía, que sólo veríamos el Reino de los Cielos después que nos transformásemos en criaturitas.
Por lo menos, en la esfera que yo me encuentro, el júbilo nos llega al alma y nos sentiríamos grandemente culpables delante de nuestra conciencia espiritual, si pretendiésemos esconder a los demás compañeros, la menor partícula de nuestros pensamientos e intenciones. Vivimos realmente en paz y exponemos sin titubeos todo lo que sentimos y pensamos, sin premeditación e intención oculta. Nuestro estado eufórico y desprovisto de simulaciones, nos recuerda a las criaturas instintivas, traviesas, pero sinceras y espontánea, que actúan como piensan.
Pregunta: Es evidente, que ese comportamiento distinto, que nos relatáis, es el producto del medio en que os encontráis, ¿no es verdad?
Atanagildo: ¡Oh! ¡No! Es el resultado exacto de aquello que realicé en mí mismo, a través de los milenios transcurridos, adiestrando a mi conciencia; soy el verdadero edificador de este júbilo y de esta paz que me domina en la intimidad, aunque debo reverenciar la magnanimidad de Dios, que tanto me dio la vida y el entendimiento. No os equivoquéis con respecto a la implacable transitoriedad de los ambientes que os rodean en la Tierra, como en el Más Allá, pues en verdad nuestra ventura o desgracia es el resultado de nuestras íntimas realizaciones, más que la ocasionada por los panoramas exteriores o por la influencia del medio.
Las "salvaciones" y las "gracias" a última hora, sin el mérito espiritual, sólo puede concebirse entre los religiosos aun inmaduros de espíritu, que se dejan gobernar por los sacerdotes o instructores que aún creen en los mismos absurdos.
Es evidente, que esos religiosos no pueden abandonar esa creencia insensata y que son portadores de conciencias infantiles, por cuyo motivo, creen piadosamente en las historietas sagradas, sin alcanzar a comprender que sus fundamentos no tienen lógica.
Pregunta: ¿Cuáles fueron los factores que más contribuyeron, para alcanzar esa liberación espiritual y ese júbilo que gozáis ahora en el Más Allá?
Atanagildo: En mi última encarnación, emprendí hercúleos esfuerzos para liberarme definitivamente de las fórmulas, vicios, prejuicios y convenciones, que no sólo oprimen y dramatizan la vida humana, sino, que encadenan al espíritu después de la desencarnación.
Cuando me desembaracé del cuerpo físico, fui atraído hacia el ambiente vibratorio en que vivo actualmente, en donde pasé a manifestar con plenitud natural, los sentimientos que ya cultivaba cuando era encarnado.
Atravesé la vida física atento y despierto, muy interesado en emprender la tarea de liberarme de la forma terrena y eliminar los placeres mediocres de las sensaciones provisorias de la carne. Es evidente, que para liberarnos de la esclavitud del mundo ilusorio de la materia, no basta que la criatura se aísle en un falso puritanismo o se transforme en un monje de cualquier ermita secular; en realidad, se puede vivir en la plenitud de la existencia humana y participar de todas las luchas y sufrimientos ajenos, viviendo entre los ambiciosos, los egoístas y avaros, pero sin igualarse a ellos. Es participar en la batalla, pero "no ser guerrero", como enseñan los aforismos orientales; es vivir tanto como viven los otros, pero sin competir, sin desear y sin esclavizarse en las seducciones de la forma.
Es tener vida espontánea, por amor a la obra; es hacer donación incesante de su propia luz, para dar lugar a la mayor cuota de Luz Eterna del Creador.
Pregunta: ¿Y cómo os sentís actualmente, cuando comparáis vuestro cuerpo actual, al cuerpo material que dejasteis en la tumba terrestre?
Atanagildo: Cuando estaba encarnado, poseía 65 kilos de carne, nervios y huesos transportados por las calles bulliciosas de la capital paulista, fardo ése, que constituía mi cuerpo físico, siempre lleno de exigencias y vulnerabilidades con el medio. Casi todos los días urgía higienizarlo y vestirlo, proveyéndole el alimento necesario, que siempre consumía con visible satisfacción animal, y deseando siempre alguna cosa mejor... Es preciso, a pesar de eso, ser agradecido con la materia, pues ella siempre se muestra benévola en cualquier circunstancia de la vida humana, trabajando para conseguir la pronta liquidación del peso kármico que traemos del pasado.
Mis pecaditos menores, que sobraban del pasado, os aseguro que los pagué kármicamente en el sillón del dentista, y los que restaban, los eliminé sudando por todos los poros en los días ecuatoriales o tiritando las mandíbulas bajo el frío de la garúa paulista. Durante el día, estaba obligado a entrar a mi cuerpo en toda especie de vehículos circulantes, a fin de llevarlo a la zona de trabajo, haciendo oídos sordos a las quejas de los conductores y cobradores irascibles; por la noche, traerlo de vuelta, para el necesario reposo en el lecho modesto del hogar suburbano.
Normalmente, era candidato al suicidio entre las calles del turbulento San Pablo, haciendo las más peligrosas acrobacias entre ómnibus, colectivos, automóviles y bicicletas, afanándome por alcanzar los lugares de protección, imitando a alguien que tuviese que atravesar la selva virgen bajo la persecución de cantidad de animales feroces.
Sin embargo, si queréis saber cómo vivo en la actualidad, bien lo sabréis en seguida. Basta que piense poderosamente en un punto dado de vuestro globo o en cualquier zona del astral que circunda la Tierra, para trasladarme hacia allí con la velocidad del pensamiento, como acostumbráis a decir ahí en la materia. Ese trayecto lo realizo mucho más rápido que lo invertido por el último avión a chorro que haya producido la ciencia de vuestro mundo, pues alcanzo el objetivo deseado en seguida, es decir, después de manifestada mi intención. Todo eso lo puedo realizar sin los sudores ocasionados por el calor terrestre y sin la agitación respiratoria del cuerpo físico y, por otro lado, estoy exceptuado de los desastres y peligros terribles que ocasionan los transportes terrenos.
Pregunta: Nos agrada mucho el modo franco y sencillo con que nos manifestáis cosas; eso nos ayuda a comprender mejor las relaciones existentes entre los "vivos" y "los muertos".
Atanagildo: Es indudable que la culpa por la deficiencia de las relaciones espirituales con nosotros es de los encarnados, pues de nuestra parte hemos hecho todo lo posible para eliminar los obstáculos tradicionales en el intercambio provechoso con nuestro lado. Ya tuve ocasión de deciros que no somos fantasmas que amedrentan a las criaturas, ni santos de miradas estáticas hacia las nubes, para no estremecerse aterrados al mirar el ambiente "impuro" del mundo material.
Es evidente que si Dios vive inmanente en todo aquello que creó, ha de palpitar en el ambiente "impuro" de la materia, salvo si existiera otro Dios, que yo no conozco. El desorden y la impureza no dejan de ser estacionamientos evolutivos que contribuyen a la formación de la conciencia individual del espíritu, aún inmaduro en sus facultades racionales. He ahí por qué encuentro mucho mejor evitar reverencias y pragmáticas en vuestras relaciones con el Más Allá de la tumba, eliminando la idea de castas siderales, para lograr ayudarnos mutuamente y alcanzar nuestra felicidad futura.
Hay un proverbio popular que dice: "Tanto aquí como allá, muchas cosas suceden", y bien que puede aplicarse a nuestra vida astral cuando ciertos fenómenos parecen invertirse y situarse dentro del prosaísmo de la vida humana. Cuando os sentís sobrecargados de fluidos malos por causa de los espíritus atrasados, mal llegáis a saber que aquí ocurre la misma cosa, pues algunos espíritus nos ruegan la caridad de un "pase" benefactor, a fin de poder eliminar los fluidos pesados que se les adhieren a la epidermis etérica, por haber ido a escuchar o entrometerse en ciertas conversaciones de los encargados...
Esa es la causa del por qué os digo con espontaneidad y franqueza las cosas, pues nuestros defectos y virtudes cultivados en el mundo también pueden merodear alrededor nuestro, aunque nos encontremos aureolados por las luces del entendimiento espiritual.
Pregunta: Suponemos que la creencia en la inmortalidad del alma y la familiaridad con las comunicaciones mediúmnicas con los espíritus desencarnados, han contribuido bastante a la mejoría de las relaciones entre los "vivos" y los "muertos". ¿No es así?
Atanagildo: Por lo que tengo observado en este lado, esas relaciones parecen ser bastante precarias y alejadas de la espontaneidad, comprensión y lógica tan deseada por los desencarnados sensatos. En la Tierra aún persiste el tabú de que el espíritu desencarnado es el fantasma de las histéricos o de los individuos verdaderamente sádicos, ardiendo en deseos de atormentar a la familia terrena. He oído reproches por parte de los bondadosos viejitos desencarnados, que se lamentaban porque al ser vistos o percibidos por sus hijos o nietos encarnados, tuvieron el mal gusto de colocarlos en boca de todo el mundo, diciendo que salían de sus casas para volver a sus sepulturas silenciosas.
A Claudionor, paulista y amigo mío, mucho costó conformarlo por lo que le sucedió dentro del que fue su hogar terreno, cuando pretendió visitarlo para matar la recordación de sus parientes terrenos. Su familia encarnada es católica y no cree en la supervivencia del alma, al "modo espirita", y donde el espíritu desencarnado continúa con sus modos e inclinaciones humanas. Ella sólo admite una cosa: o el visitante es santo, debiendo presentarse en divino éxtasis, nimbado de luces, con voz suave y rostro angelical, o puede ser el diablo que finge ser un pariente. Ardiendo en recuerdos Claudionor abrazó efusivamente a su hija menor, y ésta —que ignora su facultad, es un médium en potencia y de un futuro desarrollo—, ¡cuando fue tomada, por la gran emoción de ver al padre desencarnado instintivamente exudó algo de ectoplasma que alcanzó incontroladamente a un rico vaso de porcelana y se rompió estrepitosamente en el suelo, casi desintegrado! La esposa de Claudionor, de mirar instintivo, vio esto y exclamó que allí estaba el espíritu del marido, que venía a cometer tropelías, lo que puso a toda la familia en polvorosa, para espanto y angustia de mi querido amigo paulista!... Todavía se mantenía acongojado y lacrimoso por el acontecimiento, cuando entró apresuradamente en la casa el vicario local para sacarlo a fuerza de agua bendita y excomulgaciones intempestivas!...
He ahí el gran melodrama de la muerte; nuestros parientes gritan enloquecidos sobre nuestro cajón mortuorio y después huyen despavoridos cuando intentamos comprobarles que estamos vivos y que aún los amamos como siempre. Jesús tenía mucha razón, cuando se quejaba amargamente: "Vine hacia los míos y los míos no me recibieron".
Pregunta: Sucede que cuando nos comunicamos con ciertos espíritus sabios, de cierta elevación, tememos ser irrespetuosos y a su vez quedamos en dudas con respecto a su verdadera simpatía hacia nosotros.
Atanagildo: Es tiempo ya de enfrentar la realidad espiritual, cuya falta de conocimiento lamentamos desde este lado, después que dejamos el cuerpo carnal. Si somos oriundos de la misma Fuente Creadora y vamos en procura de la misma Verdad —así como recorremos el mismo camino y soñamos con la Ventura Eterna—, conviene que mutuamente nos informemos de la naturaleza del camino o de la existencia de algunos atajos provechosos, como así también razonar en conjunto sobre las recomendaciones y advertencias que nos hacen los amigos que siguen al frente de la caravana. Disponéis de muchas cortesías hacia nosotros y no somos más que peregrinos ligados por los mismos intereses, y es necesario que evitemos sembrar ortigas en el camino que nos hieran en la competición colectiva para alcanzar el mismo objetivo, que es de todos.
Aunque somos desencarnados, nuestra vida tiene algo de parecido con muchas cosas de la Tierra, pues aún no decantamos todo el lodo de nuestro periespíritu, ni podemos abandonar rápidamente el cortejo común de nuestras adquisiciones humanas. Siempre que nos mantengamos unidos por eslabones eternos del corazón, podremos dispensarnos de las convenciones provisorias, las que constituyen gruesos paredones que impiden el flujo natural de nuestra bondad y de amor latente en lo íntimo de nuestras almas.
Pregunta: A nuestro débil entender, creemos que la madurez espiritual trae aparejada la seriedad, la circunspección o las actitudes ponderadas y severas de los hombres de valor. ¿No es verdad?
Atanagildo: Tomad por ejemplo lo que sucede con vosotros mismos: ¿por ventura apreciáis más el ambiente pesado, las voces sentenciosas, constrictivas y la desconfianza de la etiqueta convencional del mundo, o preferís la alegría espontánea, la risa leal, sincera y sin intención alguna? En nuestras comunidades astrales, la risa y la alegría son señales de una vida sin remordimientos y alejada de todo prejuicio sentencioso del mundo pesimista.
Nos reímos a gusto y tenemos gratos momentos de humorismo acerca de nuestras existencias pasadas, tal como acostumbráis ahí en la Tierra cuando hacéis relatos sobre vuestros sustos y situaciones peligrosas. Muchos desencarnados, aunque sepan que viven en el mundo astral, no han perdido su airecito de vanidad y son bromeados fraternalmente por haber sido en la Tierra marqueses, ministros de Estado o emperadores, que precisarán volver a la superficie terrestre como limpiadores de calles, lavadores de platos o cuidadores de baños... ¡Podéis imaginar, entonces, cuál ha de ser la sorpresa de la mujer que pasó por vuestro mundo temiendo enfrentar la mirada infeliz de la mujer caída, y que al retornar al plano astral comprueba que su pasado también fue un rosario de vidas licenciosas!
Pregunta: ¿Podéis relatarnos otros casos que sean de vuestro conocimiento personal, que nos sirvan de lección y de utilidad espiritual?
Atanagildo: Está reservado para vosotros, oportunamente, una serie de comunicaciones y de cuentos de la "vida real", basados en hechos reales, que os darán excelentes motivos para reflexionar, ayudándoos también para solucionar algunos problemas de orden espiritual y terreno. No puedo extenderme en esta obra más allá del espacio marcado por los mentores y que, por otra parte, debo ceder el lugar al hermano Ramatís, que deberá completar la segunda parte de este trabajo, que es de apreciaciones más filosóficas. En estas comunicaciones fueron intercalados muchos dictados directos del hermano Ramatís, pues confieso que me ayudó pródigamente con su experiencia para poder desarrollar los temas sobre las preguntas que me formulasteis.
Pregunta: Sin desear interrumpir la secuencia natural de vuestros relatos y como todo nos sirve de aprendizaje espiritual, queremos preguntarnos: ¿Por qué motivo decís hermano Ramatís y no "Sri Swami Rama-tys", que sabemos es la costumbre con que se designa o se le distingue en la jerarquía a que pertenece?
Atanagildo: El tratamiento de "Sri" se relaciona más con el ambiente hindú, cuando se procura distinguir al "gurú" o sea al guía que es capaz de conducir al discípulo a la realización de su ideal espiritual; en cuanto al vocablo "swami", en realidad, está relacionado con la conocida "Orden de los Swamis"; son un tipo de monjes que hacen voto de pobreza, castidad y obediencia incondicional. En la India, cuando se desea atribuir un trato más respetuoso y afectivo al Swami, es muy común agregarle a ese nombre el sufijo "ji", de donde nace la designación "swamiji". En realidad, se trata de designaciones que tienen relación terrena, pues en el mundo de los espíritus, consciente de la realidad espiritual, como Ramatís, acostumbran a desinteresarse de esos conceptos después de la desencarnación.
Vuestras preocupaciones con tales tratamientos en el mundo astral ocurren por el gran valor que atribuís a las consagraciones humanas, pues nuestros nombres o títulos consagrados en Tierra, en el mundo de los espíritus son etiquetas sin importancia, dado que valemos por nuestro contenido moral e integridad espiritual. Nosotros nos despreocupamos por la significación de los títulos nobiliarios, referencias lisonjeras, deferencias académicas, distinciones jerárquicas militares, sociales o religiosas. ¿Cuál es entonces nuestro verdadero nombre espiritual? ¡En las "fichas kármicas", bajo el control del Arcángel que dio comienzo al despertar de nuestra conciencia individual, sólo somos un minúsculo número sideral!
Nos distinguimos por una vibración madre y original, que permanece inalterable y fundamenta la incesante transformación de nuestro carácter y conciencia en constante progreso. La decepción es muy grande aquí para los desencarnados que se aferran con uñas y dientes a las trincheras terrenas y humanas. ¡Delante de la realidad espiritual eterna que se vislumbra para nosotros, estamos obligados a subestimar los recuerdos y las ceremonias infantiles con que los hombres se regocijan en la Tierra cuando colocan pedazos de hierro pulido y cintas de colores en los pechos sobresalientes! Todas esas cosas, que nosotros cultivamos tan reverentemente en el mundo carnal, al recordarlas, nos despiertan el sentido del humor, pues nosotros aseguramos que mientras los hombres se reverencian y endiosan en el cuerpo perecible olvidan que el verdadero tributo es el entendimiento en la intimidad del espíritu eterno.
Pregunta: Esos atributos de gratitud y homenaje sirven de estímulo y logran mantener una ética elevada entre los hombres. ¿No lo creéis así?
Atanagildo: Ahí en la Tierra, para "los de ese lado de la pala" se levanta una estatua, se ofrece un ramillete de flores, se entrega una meritoria distinción o se organiza un ruidoso banquete, regado con champaña y whisky, carísimo y, a su vez, protocolar-mente se devoran los restos cadavéricos de los inocentes animales. Y esa reunión solemne, sujeta a reglas sociales, cuántas veces pierde su aplomo tradicional; es suficiente un pequeño descuido en la bebida tomada en alta rueda para que los comensales hidalgos terminen volviendo a sus hogares con la camisa arrugada y el frac manchado, mientras que la lapicera usada para firmar queda impregnada con el desagradable olor a vinagre y cebolla. Cuando no, el rigor exigido en el primer momento, tan tradicional en las reuniones de alta estirpe social, se rompe en forma humillante cuando el mayordomo, somnoliento, es obligado a violentar el protocolo y toma por el cuello del frac al elegante borracho, para arrojarlo a la calle.
Pregunta: Esas contradicciones sociales, ¿no serán causa de otros errores espirituales?
Atanagildo: Ellas provienen del excesivo artificialísimo en las relaciones de la criatura humana y se fundamenta en las contradicciones existentes en lo íntimo del espíritu artificializado, pues cuando el santo y el sabio son simples, tiernos y desapegados a los blasones o costumbres protocolares, el hombre común es ceremonioso, exigente y lleno de preconceptos inapropiados.
El ciudadano terreno, comúnmente, es una pobre víctima de sus propias contradicciones, ya sean sociales o espirituales, por ignorar profundamente la realidad de su inmortalidad. Inestable en sus emociones e inseguro en sus amistades, oscila entre dos extremos peligrosos; a veces se deja dominar por la emotividad dramática e irreflexiva, adornando estatuas, engalanando calles, plazas y edificios, a fin de recibir la visita de un gobernante o un diplomático vecino, para poner en evidencia su aprecio, meses más tarde nada le cuesta romper las relaciones, resultando que esos agrados se transforman en balas de cañón o bombas incendiarias.
En tiempo de guerra esas contradicciones se hacen más evidentes; en un país, un grupo de hombres exigentes, con uniformes engalanados, seleccionan rigurosamente a otros hombres para que sean absolutamente sanos, haciéndolos entrenar con bayonetas y armas modernas, para después lanzarlos contra otros hombres que también fueron seleccionados entre los más sanos v perfectos de su patria. Días más tarde, otros hombres, vistiendo guardapolvos blancos con olor a formol y munidos de instrumentos quirúrgicos, luchan desesperadamente para salvar a los sanos que se destrozaron en la primera refriega belicosa que tuvieron. En este caso, la contradicción v la ironía del mundo son chocantes, pues mientras el poder militar del mundo escoge exclusivamente a los hombres sanos para arrojarlos a los mataderos de las guerras fratricidas, la ciencia, en un esfuerzo heroico, moviliza a otros hombres para salvar de la muerte a los mismos individuos que eran perfectos.
¿De qué valen, pues, las condecoraciones, las insignias, la posición, el título académico o la petulancia sobresaliente de vuestro mundo? Nosotros preferimos quedarnos con el sencillo y suave reino pregonado por el amigo Nazareno, en donde la obtención de las condecoraciones valiosas y la selección de los soldados del amor depende del oro puro que hay en el corazón magnánimo.
Felizmente, la muerte del cuerpo se encarga de terminar definitivamente con las etiquetas y los protocolos del mundo material, porque arranca a sus portadores los títulos honoríficos y los privilegios efímeros, para sólo permitirles el último homenaje de las coronas de flores y las condecoraciones de cintas violetas, que forman el tributo social que aún pueden ofrecerle aquellos que se entretienen en las condecoraciones ceremoniosas y el acompañamiento pomposo sobre un montón de carne, que va camino de deteriorarse.
Pregunta: Creemos que el Espiritismo ha sido de bastante utilidad para aclarar ese acontecimiento, pues ha puesto en evidencia el tabú "sagrado" que tanto desfiguraba la realidad espiritual. ¿No es verdad?
Atanagildo: Sin duda que el Espiritismo ha roto muchos eslabones de la esclavitud religiosa, aclarando sensatamente a la humana terrena sobre los dogmas infantiles y supersticiones absurdas, que tanto han desfigurado a la figura heroica y espiritual de Jesús. Es preciso, además, que los espíritus se esfuercen continuamente para abandonar la preocupación enfermiza de querer "salvar" a la doctrina, si al mismo tiempo permanecen distantes de las prácticas cotidianas de sus postulados evangélicos. También hay que liberar a los "centros" de su herencia idólatra, debiendo entregarse a los trabajos de alto nivel, pero siempre huyendo a la peligrosa tentación de endiosar a los espíritus y fabricar a los "santos" sin coronas, para lo cual se dejan dominar muchos adeptos esclavos del "guiísmo" (o sea, la sumisión ante los espíritus atrasados que se titulan "guías"), olvidando que la experimentación individual es lección necesaria para la vida de todos los hombres.
La historia religiosa os cuenta los grandes fracasos acaecidos con respecto a la idea espiritual, transmitida desde lo Alto: que ha quedado sujeta a las interpretaciones contradictorias de los hombres. El Cristianismo sencillo de Jesús se transformó, por eso, en la organización fastuosa de hoy, de poco provecho para el hombre espíritu, pues crearon distintas jerarquías demasiado humanas entre sus trabajadores, hasta entonces ligados por la misma responsabilidad a la idea crística. Después se establecieron las ceremonias de adoración a los "santos", que no hicieron más que cumplir con sus deberes particulares y se libraron de las responsabilidades para su propia conciencia, asumidas en el pasado. Finalmente, se firmaron contratos interesados con los poderes públicos y acuerdos políticos con el mundo profano, los que de por sí bastan para matar cualquier tipo de idea de paz, dignidad y renuncia espiritual. Más tarde se crearon los rituales y liturgias para impresionar a los "fieles" y eleváronse templos que absorben las economías de la comunidad pública y religiosa, entronizándose al Jesús pobre, con las características de un rico millonario, en un recinto lujoso, tan diferente a la humilde casita en que naciera y de la modesta vivienda de Bethania, donde él acostumbraba a descansar de sus fatigas.
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