Ediciones tematica s. R. L. Buenos aires



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El Cono Sur

El Cono Sur
El Cono Sur es la gran región meridional del Continente Sud America-
no, constituído por la Argentina, la República del Uruguay, Brasil, Para-
guay, Bolivia, Perú y Chile. Siete Estados que representan el 70 % del espa-
cio continental, los que conforman, en virtud de factores históricos, geográ-
ficos, políticos y económicos, un concierto de intereses, que se expresan a
menudo en forma de controversias y en algunas ocasiones con plena con-
junción.

Esta extensa y potencialmente rica región, representa una unidad espa-


cial, excéntrica y marginada de los grandes centros de poder mundial.

Posee dos peculiaridades que le otorgan valores geohistóricos. Su parte septentrional representa el macizo continental y contiene el llamado


Centro geopolítico de América del Sur (Heartland). Su parte meridional, se
caracteriza por su carácter peninsular bioceánico y su natural proyección
antártica.

Alberga dos grandes cuencas (Amazonas y del Plata), la cordillera más


alta del continente, una riqueza potencial privilegiada por una variedad de

climas y suelos.

En este Subcontinente que abarca 14.943.569 km: con una población
aproximada de 150.000.000 de habitantes, se desarrolla una confrontación
de intereses que se agudizan, a medida que la situación mundial y de relativo
desarrollo regional se procesa.

En este orden de ideas se percibe nítidamente la expresión de dos gran-


des grupos de intereses a veces contradictorios, otras aliados, que pugnan
por el dominio de áreas, zonas y región.

Los primeros, de carácter político-económico, responden al interés de


las superpotencias, potencias menores y sus naturales aliados, las empresas
transnacionales.

Los segundos, accionan en función de los intereses nacionales de los países de la región.

Las fuerzas que mueven estos grupos y la colisión de los factores ac-
tuantes, producen un accionar permanente y creciente lucha, por la influen-
cia y dominio espacial.

Las grandes potencias y sus transnacionales pretenden imponer a


intereses nacionales la concepción de la nueva división del trabajo, que per-

sigue el desarrollo dependiente, sobre la base de la eficiencia relativa y la


mayor eficacia selectiva (Doctrina Nelson Rockefeller). De esta manera, el
dominio económico les proveerá el control político sobre las naciones, a la
vez que les asegura materias primas y mano de obra baratas, necesarias para
el abastecimiento de la población e industrias del hemisferio norte.

Los intereses regionales, responden a factores principalmente históri-


cos que se ha acentuado a medida que las naciones en vías de desarrollo se
han ido potencializando y la expansión natural de sus intereses ha entrado
en fricción con los vecinos. Pero esto último, responde sin equívocos, a con-
cepciones geopolíticas mantenidas a lo largo de los años por distintos go-
biernos y al margen de ideologías preexistentes, que enmarcan una real hi-
pótesis de conflicto regional.

Los intereses regionales, a veces aliados a intereses extraregionales, han


pretendido proyectar y/o consolidar su dominio o influencia, a determina-
das áreas o zonas.

Otras veces, los intereses nacionales conscientes del riesgo que corrían


sus pueblos, han aunado sus esfuerzos para oponerse a aquéllos.

En muchas ocasiones, la ofensa de los intereses por países de la región,


asume mayor riesgo que el de los intereses extraregionales.

Las contradicciones, que se suceden a menudo y que frecuentemente


provocan variada suerte de conflictos, producen un retardo y deterioro al
desarrollo y a las relaciones entre los Países.

En el marco de la región, existen dos estrategias que responden clara-


mente a dos concepciones geopolíticas históricas.

La primera, sustentada por Brasil, demostrada a través del tiempo, que


opera a lo largo y a lo ancho del Cono Sur buscando como fin el dominio de
la región (Gráfico 30).

Para estos fines, los objetivos están delineados en la salida al Pacífico,


control del centro del continente y el dominio de la Cuenca del Plata (Pro-
yección continental). El concepto de las "fronteras vivas" (penetración cul-
tural - demográfica - económica - financiera) y del desarrollo espacial fron-
terizo a los fines de la proyección estratégica y dominio táctico, le ha dado
al Brasil, hasta el momento, significativos logros.

La segunda concepción regional, se encuentra conducida por la República Argentina - Uruguay - Paraguay - Bolivia y Perú, y se caracteriza
P°r acciones de contención (defensa estratégica) y por algunos y a veces esporádicos actos tendientes a adquirir mayor influencia espacial (Ofensiva táctica).

En el primer caso la estrategia aplicada se ha iniciado, en su primera
etapa, con el desarrollo del interior del Brasil mientras operaban ofensivamente en las zonas fronterizas a efectos de ganar espacio o bien crear
influencias locales que servirían como base para intentar la segunda fase. Esta última acción ya se ha iniciado con el desarrollo acelerado de las áreas
de frontera prioritarias, que servirán como "áreas pivote" o "bases de ope-







raciones" para proyectar en determinadas direcciones una política agresiva
en procura de objetivos concretos.


Itaipú, demuestra una acción principal para crear las mejores condi-
ciones posibles apoyando y coadyuvando a otras acciones secundarias y
complementarias. Mientras esto sucede en la alta cuenca, en la zona del
Uruguay medio, se ha iniciado una acción subsidiaria a través de convenios
bilaterales con la República Oriental del Uruguay (desarrollo de la frontera
con Río Grande del Sur, Subproyecto Laguna Merín, etc.). La reciente con-
certación de tratados con la Argentina, especialmente el concerniente al Al-
to Uruguay, indica con claridad que Brasil, ha flexibilizado su estrategia
pero no ha cambiado sus objetivos.


En la medida en que la proyección, que se expresa principalmente en
forma económica-financiera-demográfica y cultural, no encuentra mayor
oposición, dado el vacío espacial existente, el avance hacía el oeste se opera
indefectiblemente.


Históricamente está demostrado que entre dos polos de evolución
equilibrada, no gana el que "crece más", dado que todo crecimiento en el
marco estructural de las mismas economías sería siempre relativo, sino que
gana aquél cuya expansión no se detiene, porque apela a la constante re-
estructuración de su economía y de sus espacios.


Los países crecen, cuando un polo interior lo hace a expensas de áreas y
polos menores que se hallan dentro y fuera de su territorio. Esta es la premi-
sa esencial de la verdadera historia de todos los desarrollos.


Es fácil deducir entonces que el polo Brasileño, creciendo a ritmo cons-
tante llegará a hacerlo cada vez más sobre las áreas o polos menores que en-
cuentre a su alcance o camino, hasta que otro más poderoso establezca el
límite real de su irradiación.


La República Argentina ha descuidado peligrosamente sus áreas fron-
terizas (internas y periféricas - políticas y territoriales); en consecuencia, le
resulta difícil y costoso proyectarse más allá de los límites, por cuanto no ha
integrado convenientemente su espacio nacional, no ha constituido ejes ni
polos de desarrollo, ni áreas pivote adecuadas y convenientes, para la dispu-
ta espacial con su poderoso vecino.


La República Argentina es el líder natural del Cono Sur y su rol no
Puede ser menguado por otro polo complementario o competitivo, si de-
sarrolla todos sus recursos y enraiza todas sus conexiones (físicas-culturales-
económicas-sociales, etc.).


No hacerlo insistiendo en el retraso del NOA y NEA, asi como de sus
vínculos con los países vecinos es, sencillamente entregar esa tarea a Brasil,
Porque el desarrollo de la civilización actual que se expresa estrictamente a
través de la integración económica y espacial con los países vecinos, no
Puede ni podrá detenerse.


Los países como Paraguay, Bolivia y Uruguay con una situación de
marcado subdesarrollo, son los blancos naturales de la proyección brasileña







y de la pretendida respuesta argentina (Fronteras Geopolíticas). Propias y
urgentes necesidades operan con un sentido de conveniencia, aceptando y
recibiendo las prestaciones de la mejor oferta. De este modo, los intereses
más fuertes comienzan a imponerse paulatinamente, mientras la acción se
procesa sin solución de continuidad.


Las realidades económicas sociales del Cono Sur expresan característi-
cas singulares. En primer lugar el sistema de sustentación de América Lati-
na es deficiente y heterogéneo, en cuanto existen grandes dispersiones pe-
riféricas, extensos vacíos y las cargas sociales poblacionales acusan una
marcada e injusta irregularidad.


Por otra parte el sistema de gobierno y control es híbrido y carece de
autoridad homogénea, por carecer ésta, de objetivos definidos social y
políticamente compartidos. La economía se procesa entre una "economía
de subsistencia" y una "economía de mercado".


Todo señala que el desequilibrio regional del Cono Sur, tiene su origen
en la estructura económica; el crecimiento posterior reforzó esas tendencias.


El Cono Sur representa así una región altamente conflictiva, de perma-
nente fricción y contradicciones de intereses mundiales y regionales, de muy
difícil compatibilización y estabilización.


Esta situación se agrava, en lo que respecta a la Argentina, por el des-
cuido y abandono de su integración espacial, en beneficio de otorgar favo-
res y privilegios espaciales, políticos y comerciales a Brasil, concretados en
el último tiempo. (Apertura del comercio - proyectos hidroeléctricos de par-
ticular interés brasileño - postergación de proyectos nacionales, etc.). Todo
ello indica un grave aferramiento estratégico en el NE, instrumentado sa-
gazmente por Brasilia, consentido y facilitado por Buenos Aires.


El Cono Sur está transitando por un largo proceso de
"Transitoriedad" que de a ratos, genera coyunturas críticas.


Desde el nacimiento de las Naciones, ha sufrido alteraciones y modifi-
caciones de toda índole, (Políticas, económicas sociales, territoriales, etc,).
Hay naciones que ganaron o perdieron espacio, peleando; otras, lo han
hecho en los gabinetes de las cancillerías o en los conciliábulos comerciales y
financieros de las clases dirigentes.


Todo indica que en el Cono Sur se generan campos de fuerza, en distin-
tos sentidos, aunque comienza a aflorar nuevamente una creciente concien-
cia de unidad, frente a los grandes riesgos mundiales. El exceso de domina-
ción ha traído naturalmente, un evolutivo pensamiento de autodefensa.


La Argentina y el Cono Sur
La integración del Cono Sur es la etapa insustituible para la Unidad Su-
damericana. Se presenta como el objetivo intermedio necesario para lograr
la fortaleza geopolítica y geoestratégica, que permite proyectar la empresa
de liberación en el marco continental. (Figura 31)


Los siete Estados que representan el 70 % del continente, participan
por igual de los dones de la conformación topográfica diseñada por las
grandes cuencas, las altas cumbres y mesetas, con los sistemas subsidiarios
tanto orográfico como hidrográficos, que se desarrollan, sirviendo a la
amplia región como vias de comunicación y factores de producción.


Existe un enfoque sobre la conformación del Cono Sur que contiene la
idea excluyente de Perú y Brasil. En este sentido, pensamos que escindir es-
tas dos repúblicas del marco natural, no sólo es un error geopolítico y geo-
estratégico, sino que además adolece de un desconocimiento histórico.


El Cono Sur es una unidad espacial clara, terminante, lo que ha queda-
do demostrado tanto con el estudio histórico, como con el análisis político-
geográfico, así como por la realidad del proceso.


Los países ubicados en el extremo sur del continente, constituyen un
núcleo regional con fuertes lazos geográficos-históricos que facilitan, per-
miten e impulsan la participación en actividades políticas, sociales, econó-
micas, culturales y militares, en el marco del proceso de integración. Si esta
región no ha demostrado aún su vitalidad comunitaria, ha sido por causas
de la inseminación política y cultural continental de los Estados y por la si-
tuación neocolonial de sus integrantes, de la cual aún no han podido
desprenderse. Sin embargo, bueno resulta aclarar que ni las diferencias re-
gionales ni las influencias externas, poseen tal fuerza que no sea posible su-
perarlas, en beneficio de la acción común.


La vecindad, así como la real complementariedad de las naciones in-
tegrantes, aseguran una base cierta de desarrollo y proyección de la región.
Asimismo, la unidad potenciará todas las posibilidades, ya sea en conjunto
o individualmente, que los Estados posean en el marco de las relaciones ex-
teriores. La unidad hará la fuerza.


Las siete repúblicas poseen muchos años de objetivos identificados,
que van desde el nacimiento mismo, formación, lucha independentista, has-
ta el actual proceso que resulta coincidente en varias de ellas.


Es conveniente recordar ciertos hechos que nos darán pautas familiares
para estos países. Así como de la primera fundación de Buenos Aires surge
la creación de Asunción, la segunda fundación de la primera es el resultado
de la existencia de la segunda. El primer gobernador criollo de Buenos Aires
fue Hernando Arias de Saavedra, nacido en Asunción del Paraguay.


Cuando en 1810 el gobierno de la Primera Junta inició su actividad
política, tuvo la inmediata visión de dirigirse al Alto Perú y al Paraguay co-
mo exigencia propia destinada a lograr la libertad de esas audiencias, depen-
dientes del antiguo Virreinato, a fin de fijar los límites naturales de la
empresa política que se iniciaba. La segregación del Paraguay recién es re-
conocida por las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1852, después de
la batalla de Caseros. La guerra de la Triple Alianza no hizo otra cosa que


demostrar que el Paraguay, para los argentinos, no era un pueblo extraño a los sentimientos e intereses del Plata. Sólo la clase dirigente tenía otro enfo-

que del problema. Esto ha quedado demostrado por la escisión de los argen-
tinos ante la guerra, los nefastos objetivos políticos con que se condujo la
misma, así como por el repudio a la sangrienta e inhumana exterminación
del pueblo paraguayo que cumplieron los aliados.


La región oriental de Bolivia singulariza una clara expresión argentinis-
ta desde los comienzos mismos de la partición. No debe olvidarse que los
pueblos del Alto Perú participaron en el Congreso de Tucumán y proclama-
ron junto a los diputados del Plata la independencia nacional. San Martín
había planeado la unión de los gauchos de Martín de Güemes con el Ejercito
Libertador, a través del Alto Perú, para operar con sus fuerzas a caballo del
Lago Titicaca. De esta manera deseaba que la acción militar contra el domi-
nio español fuera una acción mancomunada de rioplatenses, orientales, cu-
yanos, chilenos, altoperuanos y limeños; al mismo tiempo que anhelaba la
unión definitiva de estos pueblos. La muerte de Güemes frustró esta opera-
ción y las disensiones políticas internas de la Argentina impidieron cristali-
zar la idea sanmartiniana. La creación de Bolivia es un acto político del por-
teñismo dominante, a pesar de los deseos del pueblo altoperuano.


Chile y la Argentina están entroncadas, al igual que Paraguay, Uru-
guay y Bolivia, en los inicios de la organización española en el continente.
Inicialmente tanto Chile como Buenos Aires dependieron del Virreinato de
Lima. Posteriormente, al crearse el Virreinato del Río de la Plata, Chile se
constituyó en Capitanía General. La independencia de Chile es la obra co-
mún de San Martín y O'Higgins, los que se llamaban a sí mismos america-
nos. Las relaciones entre ambos países se enturbian a raíz de interpreta-
ciones encontradas de sus fronteras, que deviene precisamente de la unidad
geopolítica de la región. También Chile, como consecuencia de la Guerra
del Pacífico (1870), genera puntos de fricciones con Perú y Bolivia, que pro-
ducen desarmonía en el Cono Sur, para provecho de S.M. Británica.


A su vez, Paraguay y Bolivia se enfrentan en la Guerra del Chaco, oca-
sionando divergencias entre los pueblos hermanos.


La historia del Uruguay es común con la de la Argentina. Su héroe fun-
dador, José Gervasio de Artigas, es uno de los creadores del federalismo ar-
gentino y tanto Lavalleja como Oribe combatieron con los colores de la
Bandera Nacional. La independencia uruguaya es el fruto de la ingerencia
británica portuguesa, a través de Brasil, en el Río de la Plata, acompañada
con la consuetudinaria inhabilidad política y mentalidad colonizada de los
gobiernos liberales argentinos.


Es conveniente y necesario señalar que lo expresado se hace exclusiva-
mente en mérito a respetar la historia, pero qué lejos está el espíritu del
autor, pretender reverdecer hechos ya consumados o fomentar antinomias.
Sólo nos conduce el sentido realista alumbrado por la verdad histórica. Esta
ultima también demuestra que para la independencia del mundo hispano-
americano, se intercambiaron la sangre de todos sus pueblos y estos regaron
con su sacrificio y holacausto todo el marco geográfico del continente y en


especial del Cono Sur.

Brasil presenta un caso muy particular, que resulta de ser el represen-
tante del imperio lusitano en América y del proceso diferente que tuvo su vi-
da política. No es el análisis de este caso el objeto de este trabajo, sino el de
señalar que pese a las reales diferencias, existen necesidades de complemen-
tación. Se trata, entonces, a la luz de las exigencias históricas, de las conve-
niencias de los pueblos y de la inteligencia de los conductores, hacer prevale-
cer las necesidades actuales y futuras, sobre las divergencias del pasado.


La complementación con Brasil, no obstante, no puede hacerse sobre
la base de la división del trabajo y la "integración" propuesta por las tras-
nacionales y recientemente aceptado por el gobierno de Buenos Aires. Por
el contrario, debe revestir un carácter totalmente opuesto a fin de coadyu-
var a una estrategia de liberación continental. Para ello, la Argentina debe
ser potencia previamente, asegurando la integración de su espacio nacional
y afirmando su identidad cultural. Luego, podrá hablarse de complementa-
ción; en caso contrario, asistiremos a la satelización de nuestro país.


A partir de la segunda mitad del siglo pasado, los hechos provocados o
alentados por países extracontinentales, como lo fueron: la guerra del Para-
guay, la guerra del Pacífico, las diferencias de límites, etc., comienzan a cre-
ar y cimentar las ideas separatistas de aquellos que buscaban olvidar el pasa-
do común, que les había dado unidad, por una situación oportunista y
egoísta ante sus hermanos de sangre. Se produce el crecimiento de países co-
mo la Argentina y el Brasil y el estancamiento de otros. De esta manera, en
la primera parte del actual siglo se evidencian acentuados desniveles que cre-
an, a su vez, mayor distancia en las relaciones. Los cambios y dicotomías
políticas de los distintos gobiernos se suman también a las diferencias socio-
económicas. Simultáneamente se va produciendo un proceso de "transcul-
turación", en especial en la República Argentina, que crea un sentimiento
de superioridad respecto a los pueblos americanos, lo cual influyó prepon-
derantemente en la relación regional.


A mediados del siglo (hacia 1950) comienzan a despertarse ciertas ten-
dencias a la unidad, surgidas de la realidad exterior y el resurgimiento de
movimientos nacionales en algunos países. Para ese entonces, la Argentina,
Chile, Paraguay y Bolivia ensayaron algún tipo de medidas de integración
económico-comercial. Pero este esfuerzo no tuvo una cristalización positiva
debido al cambio de regímenes políticos de las partes y a la carencia de
programas de integración de los espacios nacionales.


En la segunda mitad de la década del 50 comienza a hablarse de la in-
tegración latinoamericana, pero con la dirección norteamericana, persi-
guiendo por supuesto, objetivos que respondían a los intereses del país del
norte. Se pretende así anular o bien neutralizar todo esfuerzo de unidad re-
gional. No obstante, los resultados negativos o por lo menos de insatisfac-
ción de este proyecto (ALALC), hace que ciertos países promuevan el lla-
mado "Grupo Andino"(1969), que vinculará a Chile (posteriormente se re-


tiró), Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Colombia. Se escinde así la uni-
dad geopolítica del Cono Sur.


Por su parte, la Argentina promueve la "Organización de la Cuenca
del Plata", que comprende a la Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uru-
guay. Este intento pretende crear un organismo artificial que conspira
contra la verdadera entidad geográfica-histórica: el Cono Sur. El sistema de
la Cuenca del Plata se aviene en un todo al ordenamiento propiciado por
EE.UU. de integraciones regionales, apoyado por las grandes corpora-
ciones transnacionales y organismos latinoamericanos que sirven a esta na-
ción. En este sentido, la estrategia política norteamericana propicia el
"de-
sarrollo económico dependiente"
sobre la base de la "eficiencia relativa" y
la
"mayor eficacia selectiva". Esta tesis sustentada por Nelson Rockefeller
en su conocido informe a Richard Nixon, aún está vigente.


La idea de la Cuenca del Plata disocia las nacionalidades, parcializa
territorios y se presta a una mayor dependencia de los factores externos,
tanto más, a raíz de que aún no se han desarrollado las propias potenciali-
dades nacionales en la región, a la vez que pretende desglosar a los otros
centros geopolíticos argentinos. Asimismo encubre la intención de estimular
una división internacional del trabajo a escala regional que beneficiaría
exclusivamente a intereses ajenos al área, agudizando, por otra parte, las
contradicciones de los países participantes. La integración que se lograría
sería dependiente de instituciones y organismos supranacionales, que plani-
ficarían y dirigirían los roles particulares de cada nación. Poco a poco se di-
sociaría la Gran Cuenca de la empobrecida cordillera andina. La teoría ge-
opolítica del Atlántico cobraría así mayor fuerza.


La idea de la Cuenca del Plata aislada, disociada del territorio nacional
y buscando crear una corporación supranacional, carece de sentido ge-
opolítico al servicio de la liberación. Sólo será lícita si se la interpreta y se la
estructura enmarcada en el contexto del Cono Sur,
respondiendo a una
política nacional para la autodeterminación. La consideración sectaria de la
Cuenca del Plata, desconectada de la totalidad de la entidad conceptual de
la Argentina y el Cono Sur, va en desmedro del espacio geohistórico y, en
consecuencia, atenta contra los intereses nacionales y regionales.


Debe quedar, entonces, claramente establecido en todo análisis o consi-
deración de carácter geopolítico, la no incurrencia en el aislamiento o recor-
tamiento de áreas que, tomadas sectariamente —como en el caso de la
Cuenca del Plata—, ocasiona un desmembramiento de la totalidad y atenta
contra la entidad conceptual del espacio geopolítico argentino.


Frente al intento Platense, se forma el URUPABOL, entre Uruguay,
Paraguay y Bolivia, de deficiente operatividad.


El Cono Sur es realidad geopolítica; su posibilidad de instrumentación
sólo requiere voluntad para hacerlo. Para ello hace falta poner de manifies-
to la naturalidad de las relaciones entre los países del Cono Sur y sus posibi-
lidades de desarrollo, en beneficio de cada uno de ellos y del conjunto.


Se hace necesario que se tome conciencia de esta realidad por medio de
la prensa, de la cátedra universitaria, de los programas políticos y de los
proyectos nacionales.


Hay que demostrar que las diferencias y rencillas regionales son pro-
ducto de la ceguera política y la falta de grandeza y que sólo benefician a in-
tereses extracontinentales, mientras empobrece a los propios pueblos. La in-
tensificación sana de las relaciones resulta así una necesidad ineludible, en
contraposición de una competencia desordenada que afecta a los intereses
nacionales y continentales.
Deben dejarse de lado los designios de competi-
ción, para llegar a un objetivo de complementación
. Todo esto habrá que
hacerlo a despecho de la voluntad de las grandes potencias, que seguramen-
te se opondrán al proyecto. Pero igualmente habrá que llevarlo a cabo, para
hacer saber los derechos de los pueblos, que de continuar divididos, jamás
los obtendrán. Si Estados Unidos se percata del sentido de la historia y anti-
cipada e inteligentemente, advierte la conveniencia de aceptar la alternativa
que el proceso le presenta, apoyará el proyecto que tratamos. En ello le va,
sin lugar a dudas, la solución de sus propios problemas de seguridad, políti-
cos y económicos.


Es necesario detenernos, aunque sea brevemente, en la observación del
mapamundi de proyección central equidistante, con centro en Buenos
Aires. El globo terráqueo se presenta con una gran masa continental en el
hemisferio norte y con un enorme espacio oceánico en la parte sur. (Gráfico
32).


El continente sudamericano, y en particular el Cono Sur, se presenta
como una gran isla; rodeada por el Atlántico al Este y el Pacífico al Oeste,
así como un natural trampolín geoestratégico hacia la Antártida. La si-
tuación periférica en que se encuentran los países de la región que tratamos
de los centros de grandes decisiones, así como de la masa de las comunica-
ciones, resulta significativa, tanto desde el punto de vista político-militar,
como económico-social.


Referido al primer problema, queda claro que todo conflicto entre las
superpotencias en forma directa, lógico es suponer no afecte preponderan-
temente al Cono Sur.


Esto en función de los objetivos que con prioridad deberán resolver
ambos oponentes y que evidentemente se encuentran en el hemisferio al cual
pertenecen los países referidos. Si a esto le agregamos que la confrontación
entre los dos colosos será como consecuencia de la prevalencia y/o defensa
de sus propios intereses, que no serán los nuestros —salvo que sigamos sien-
do colonias por la fuerza— surge claramente que el enfrentamiento debe ser
preocupación de las dos naciones imperialistas exclusivamente. No existe
ninguna conveniencia, y menos obligación, de asumir una defensa o bien
alinearse con uno u otro imperialismo. Esto a la luz de la actual situación,
porque podría suceder que uno de ellos, en este caso EE.UU. asuma su res-
ponsabilidad histórica y, a través de una estrategia política adecuada, facili-







te y ayude la liberación americana con grandeza y realismo. Si así fuera la
situación sin duda presentará no ya una obligación política, sino una necesi-
dad de supervivencia.

Si los dos imperios, en especial uno de ellos, se sirven, a través de la
"coexistencia pacífica" de todos nosotros para mantener su hegemonía y
privilegiar a sus pueblos en detrimento de los nuestros, no debemos acudir
como perros falderos a pretender morder los tobillos del contrario


Si ellos son lobos y nosotros la manada, esperaremos que entre los, lobos
diriman la supremacía. A no ser que uno de los lobos se sume a la manada.

Desde el punto de vista económico, la marginación de las grandes rutas
transoceánicas, sean éstas marítimas o aéreas, si bien provocan un relativo
aislamiento, éste resulta conveniente en la medida en que sepamos apro-
vecharlo para transformar en tiempo la región y unificarla para una
proyec-
ción común. El no ser una ruta de tránsito, sino más bien una estación ter-
minal, no debe llevarnos a desaprovechar las ventajas que ofrecen
los pun-
tos finales, cuando adquieren la dimensión de centros geopolíticos.

La situación geográfica del Cono Sur lo privilegia en tanto le permite
mantener una posición prescindente, autónoma, en todo conflicto que no
le
sea propio. La estrategia política a concebir debe estar, entonces, destinada
a consolidar la unión geopolítica y a proyectar la región con signos conti-
nentales. No debe abandonarse la estrategia regional, por una
función
apendicular propia de las naciones sin grandeza y sin significado histórico.

Por todo esto, la situación geográfica relativa del Cono Sur nos da una
posición excepcional para la paz, en la medida en que sepamos aprovecharla
para nuestros propios intereses. En este sentido no puede jamás disculparse
que se abandone una estrategia política nacional-regional por otra al servi-
cio de la dependencia.


En el marco del conflicto mundial, el Cono Sur no es un objetivo mili-
tar redituable, pues hay carencia de motivos estratégicos para que así fuese.
Es en cambio, zona de reserva y alimentación para exprimirla en beneficio
de la supervivencia imperial. Cuando presuntos ideólogos presentan
el
enfrentamiento entre oriente y occidente como un encuentro de civiliza-
ciones, expresan una falacia. El conflicto es de intereses. Por eso, nosotros
debemos resolver y defender los nuestros.

El Cono Sur es un mundo en sí, ubicado marginalmente de las grandes
zonas calientes. Una región que contiene grandes riquezas que
deberán ser
potencializadas cuanto antes, a fin de proteger las comunidades, desarrollar
un poder geopolítico y proyectar una empresa.


Geográfica, histórica y económicamente, es totalmente factible la for-
mación de un bloque de naciones del Cono Sur. Ello estará en función
de la
imaginación y valor de sus clases dirigentes.

Desde el punto de vista de la Argentina, el Cono Sur constituye una
empresa de alto contenido político y socio-económico, que deberá empren-
der sin pérdida de tiempo, en la seguridad de que es el camino correcto.


El mundo está construyendo una nueva economía, donde la población y el
espacio se interrelacionan muy íntimamente y donde el hombre tiene una pre-
sencia protagónica. La situación mundial indica que hay 1.700 millones de seres
que sufren hambre, que el problema ecológico se agrava en la medida en que
crece la población y se derrocha la producción, que la revolución tecnológica y
la economía de escala exigen ampliar y complementar los espacios, que las ape-
tencias crecientes de los poderes multinacionales predican un avasallamiento de
los pueblos en la medida en que éstos no se unan, que las naciones se agrupan
en defensa de sus patrimonios. Ante esta situación, es suicida rehuir los plazos,
y abjurar de una comunitaria vecindad.


La República Argentina debe propiciar y encarar firmemente la unidad
del Cono Sur, creando un centro de poder al servicio de la comunidad re-
gional, que permite unificarla para satisfacer justicieramente las necesida-
des de los pueblos, ordenar la integración sudamericana y proyectarse cons-
tructivamente en el plano internacional.


El subcontinente del Cono Sur goza de todos los privilegios que califican a
un gran país. Posee todos los elementos necesarios que le permite ampliamente
una autosuficiencia de singular relevancia, en el proceso que vive el mundo. La
enorme riqueza que guardan sus tierras, ríos y mares, serán, a no dudarlo, un
imán poderoso y apetecible para los grandes imperios mundiales, a fin de servir-
se a tiempo y convenientemente de sus recursos, así como también "coloni-
zarla" con una crecida inmigración, sostenida por un financiamiento y por una
política tendiente a lograr el control de la región.


El instituto Hermán Khan (EE.UU.) ha delineado, precisamente, una te-
oría tendiente a adueñarse de los grandes espacios "vacíos" sudamericanos. La
estrategia de Khan especifica el "relleno" simultáneamente de la cuenca del
Amazonas y la cabecera de la cuenca del Plata, en forma coordinada con las
zonas adyacentes, para luego unirla a través de hidrovías y carreteras, mante-
niendo el control de la producción y de los transportes interiores del continente.
De esta manera, pretenden dominar el espacio central del continente con una
sistemática "invasión" demográfica y financiera, creándose una situación geo-
estratégica privilegiada, un ente geoeconómico prevaleciente, que asegure per-
manentemente los abastecimientos a la metrópoli. El dominio económico les
proporcionará el liderazgo político, éste a su vez, les proveerá seguridad a
través de la superioridad militar, suplementada con la alineación de las fuerzas
armadas de los países regionales.


La interconexión de las cuencas sudamericanas (Orinoco-Amazonas-
Plata) es una idea que deviene desde 1941, muy bien explicitada y de-
sarrollada por el Doctor Gabriel del Mazo. Es proyecto, de compleja, difícil
y costosa ejecución, singulariza una vía de comunicación fluvial que uniría
al Caribe con el Atlántico Sur. La concepción tiene su origen en la Confe-
rencia Regional de los Países del Plata, siendo tratada y perfeccionada pos-
teriormente por distintos congresos y convenciones de ingeniería. La
concreción de las obras significaría un hito de grandes proporciones, en el







proceso de integración y desarrollo de Sudamérica, en la conquista de la in-
terioridad continental, en la potencialización de las regiones y de las na-
ciones, en el supuesto de que sean los propios Países soberanos quienes re-
solvieran el problema. (Gráfico 33)


A su vez, geopolíticos y estrategas norteamericanos están alimentando
la concreción del proyecto de referencia, de manera de asegurar el transpor-
te de materias primas por el interior del continente, soslayando el riesgo de
la navegación abierta por un eventualmente conflictivo Atlántico Sur. De
esta manera, cualquier conflicto mundial no afectaría las comunicaciones
con las áreas proveedoras, por cuanto el tráfico se orientará hacia la metró-
poli a partir de la desembocadura del Río Amazonas por la costa norte del
continente, para entrar de inmediato al Mar de las Antillas (lago interior
norteamericano).


Otro proyecto más audaz enfrenta la alternativa de conectar el Río Ori-
noco con el Río Negro, afluente del Amazonas. Esta alternativa ofrece la
ventaja del acceso directamente al Mar de las Antillas.


La teoría de Hermán Khan ya ha sido puesta en práctica, al parecer con
centro de gravedad en la cuenca amazónica, pero sin descuidar la Platina. La
complementación esencial del proyecto se asienta en el control político-
económico-militar de Bolivia-Paraguay, países de especial ubicación geográfica
y de peculiar desarrollo, lo que facilitaría los designios imperialistas.


Esta concepción podrá ser extensiva a la Cuenca del Plata y otras. Al
respecto es necesario advertir la orientación y fines de los proyectos conoci-
dos como Área de Capricornio y Bajo Uruguay.


La fundamental importancia geoeconómica del Cono Sur escapa a to-
da duda. Las cuantiosas riquezas de su geografía representan la gran reserva
del mundo. La complementación de sus variados recursos le confiere un
altísimo valor que, de lograrse la unidad geopolítica, difícilmente pueda ser
contrarrestado o neutralizado. La potencialidad se presenta en todos los
campos de la producción, minería, energía, agricultura, ganadería, foresta-
ción, industrialización, investigaciones, etc. No debe dejarse de citar el va-
lor humano que posee la región, población que, aunque de diferente confor-
mación, tiene una raíz y un destino común.
Esto es: o se liberan juntos o se-
rán
dominados juntos.

¿Por qué dejar, entonces, que otros vengan a usufructuar las riquezas?
Por que permitir que, a costa del subdesarrollo y subyugación de los pro-
Píos pueblos, otros países se enriquezcan y otras sociedades vivan bien,
mientras las autóctonas deban sacrificar su grandeza y bienestar? Los go-
bernantes y la "élite" de cada pueblo tienen la palabra y, por supuesto, la
responsabilidad.


La amplia región posee dos vías naturales de integración fundamental.
La primera, la Cuenca del Plata; la segunda, el sistema de los Andes. La pri-
mera irradia su fuerza unificadora, su carácter implementador y sus carac-
terísticas potenciales a cinco países (la Argentina, Bolivia, Paraguay, Brasil







y Uruguay). Por su conformación radial y su amplio recorrido es especial-
mente integrador y elemento esencial del desarrollo. Recolecta el centro ar-
gentino, el sur y el este boliviano, sus puntas norte pueden unirse a los im-
portantes afluentes de la Cuenca del Amazonas; recorre los planaltos brasi-
leños y las mesetas del Río Grande del Sur; desagua en el estuario del Plata,
después de unir a los países citados.


Posee una fuerza centrípeta y, simultáneamente, otra centrifugadora.
Conecta el corazón del continente con el océano, vía natural de relación
mundial.


El sistema de los Andes, tradicional línea integradora del continente,
contiene las riquezas minerales, energéticas y agronómicas esenciales
para la complementación totalizadora con el sistema hidrográfico. Permite,
además, la relación a través del Pacífico como una segunda puerta mundial.
El sistema montañoso unifica a cuatro países (Perú, Bolivia, la Argentina y
Chile). Sus estribaciones se imbrican en el sistema del Plata a través de sus
afluentes. De esta manera, los Andes quedan unidos a los planaltos.


Ambos grupos de países, tanto los de la costa Atlántica como los del
Pacífico, los planaltos y llanuras, como las mesetas y cumbres, se en-
cuentran unidos a través de la bisagra geográfica conformada por el eje
boliviano-paraguayo-argentino. Estos tres países funcionan en forma de eje
central, verdadera amalgama unificadora transicional e inevitable sustento
de la región. La situación geoestratégica del eje, le otorga una significación
condicionadora de la conformación, unidad y funcionamiento del Cono
Sur. De la unidad de estos tres países, fundamentalmente, depende la in-
tegridad de la región. Este eje geográfico es el "substratum" del conglome-
rado político. El Paraguay y Bolivia representan el extremo superior. La
Argentina es la base. (Gráfico 34).


A ello se deben las maniobras divisionistas que históricamente se han
repetido en distintas épocas para debilitarlo, segregado y desintegrarlo. Sin-
tomáticamente, cuando la Argentina ha intentado una apertura política de
liberación, el imperialismo de inmediato le ha producido el cerco geo-
estratégico a través de los regímenes de Bolivia y Paraguay principalmente.
Cuando Bolivia pretendía ensayar algún tipo de liberación con otros medios
y métodos, el imperialismo cambió bruscamente el gobierno de este país. Se
maniobró siempre para descabezar el ente geopolítico. No obstante,
mientras subsista la base, el embrión podrá formular la estructura total en
cualquier momento.


De la historia se infiere que, difícilmente, los intereses imperialistas
Permitirán la unidad del eje del Cono Sur, porque sería evidente signo del
inicio de la integración regional.


La unidad del Cono Sur pasa, preponderantemente, por la integración
geopolítica de Bolivia, Paraguay y la Argentina. El intento de unidad lati-
noamericana, decanta en su primera etapa en la integración geopolítica del
cono Sur.


La unidad resulta de un ideal, pero también se sucede como consecuen-
cia de una necesidad. El ideal anida en los pueblos, porque avizoran la uni-
dad como una necesidad insoslayable de supervivencia. Si los pueblos del
Cono Sur no se unifican en lo esencial, si no logran conformar una posición
geopolítica coherente, totalizadora, integradora y unificadora, continuarán
segregados, dominados, usufructuados y colonizados.


La unidad regional devendrá de las unidades nacionales enmarcadas en
los procesos de liberación. Los acuerdos, convenios y negociados regionales
bilaterales dentro del sistema existente, no significan unidad geopolítica, si-
no relaciones permitidas por el régimen capitalista por conveniencia o indi-
ferencia, porque no lastima sus intereses, o bien porque los ayuda.

La unidad se logrará a través de gobiernos identificados en el ideal de


autodeterminación, en la integridad socioeconómica, en la comunidad de
intereses, en la solidaridad militar.

La unidad sólo se concibe con una región que, sin fronteras ideológicas
ni económicas, se consolide con una cultura autóctona, se afiance
con un
desarrollo complementario y se asegure con sus ejércitos animados
por un
mismo espíritu, guiados por una orgánica, doctrina y logística idénticas, to-
do ello sostenido por una ciencia y tecnología comunitaria.
Una unidad que
sea la suma de las nacionalidades, el producto de la voluntad de los pueblos
como expresión de identidad, en busca de la autenticidad que sólo se alcan-
za con la liberación.

El Cono Sur representa la perspectiva de integración de espacios ge-
opolíticos, con la suficiente aptitud como para proyectarse como un gran
espacio geoestratégico. Estos espacios están comprendidos por los planaltos
brasileños, la cuenca del Plata, la cordillera andina y la gran
meseta
peruano-boliviana.

La región que tratamos, extensa y de características disímiles pero
complementaria, posee, en general, dos grandes centros de poder, comple-
mentados por otros de menor importancia, pero subsidiarios y relacionados
con aquellos. Estos dos grandes centros de poder están materializados
por
la zona de Río de Janeiro-San Pablo y Buenos Aires-Rosario. Las demás ca-
pitales y ciudades de cierta envergadura, sólo conforman centros secunda-
rios y de importancia localizada a sus respectivas áreas de influencia.


Asimismo, la región presenta dos grandes zonas de atracción y otras de
menor dimensión. La Cuenca del Amazonas y la Patagonia son dos espa-
cios vacíos que poseen grandes riquezas potenciales. Entre las menores se
especifica la zona minera boliviana, el norte de Chile y sur de Perú, la cuen-
ca petrolera boliviana y el Noroeste argentino, y el sur de Chile.

Las zonas de transición están dadas por Paraguay, Bolivia y Uruguay.
Una integración
puede realizarse por liderazgo y por coordinación. El liderazgo, por atenuado que sea, entraña una idea hegemónica. La coordinación significa equidad, respeto y complementación de intereses. Esta última deberá ser el "modus operandi" para lograr la unidad regional entre los

países del Cono Sur.

La integración por coordinación es viable en la medida en que lleve el
signo de cooperación, en especial en la complementación de las produc-
ciones primarias y de las industrias que no son competitivas.


Es necesaria la creación de un mercado interno con capacidad de absor-
ción mucho mayor que la de cada uno de sus componentes. A través de este
mercado podrá presentarse una aptitud de negociación hacia el exterior,
equivalente a la suma de los potenciales de los países participantes.


Se necesita nivelar la desigualdad existente entre los países miembros,
lo que puede ser realizado a través de una acción conjunta, coordinada,
complementaria, asentada en un planeamiento integral de la región.


Los desequilibrios de desarrollo deberán ser superados a través de nive-
les que se alcanzarán paulatinamente, pero sin pausas ni distorsiones, por
medio de medidas cooperativas inteligentemente aplicadas. Deberá desarrollarse una ciencia y una tecnología al servicio de la región y de sus
pueblos, que facilitará la actividad y totalizará la integridad.


El Cono Sur está intercomunicado por sistemas fluviales, ferroviarios,
carreteros, aéreos y marítimos. Una diagramación que surja de objetivos
políticos concretos, hará que las comunicaciones se perfeccionen y comple-
menten ajustadamente. La ocupación de los espacios que responda a una
política demográfica de contenido regional, complementada con una selec-
tiva y controlada inmigración, se hace imprescindible. Asimismo, la
complementación de la producción, tanto agropecuaria como industrial, la
implantación de industrias básicas interdependientes y complementarias,
permitirán consolidar el ente socioeconómico necesario de la región. No
podrá faltar, tampoco, el compromiso militar, componente que servirá para
asegurar y respaldar el necesario poder político de la unidad que deberá es-
tar plasmada en un ente jurídico regional. La integración jurídica determi-
nará las normas para regular los acuerdos y responsabilidades, fijando los
deberes y derechos recíprocos entre los integrantes del grupo.


Si los países del Cono Sur aspiran a hacer valer sus nacionalidades, a
defender sus intereses, a consolidar sus patrimonios, a esperanzar a sus
pueblos, deben indefectiblemente unir sus esfuerzos en la lucha por la auto-
determinación.


La República Argentina debe comprometer sus más caros sentimien-
tos, sus más convenientes aspiraciones, propugnando una política de
complementación e interrelación que aglutine, garantice y asegure la unidad
de intereses para el proceso de liberación regional.


El camino de la autodeterminación de los pueblos del Cono Sur, pasa
indefectiblemente por la unidad geopolítica.


La unidad del Cono Sur significa el objetivo intermedio, necesario, pa-
ra el logro de la unidad continental.

Por esta razón, la primera preocupación de la Argentina, referida a su
Política exterior, debe estar destinada a satisfacer las relaciones con sus her-


manos regionales. El imperialismo de turno, siempre consiguió desviar la
atención del primer problema internacional
de la nación, que jugó muchas
veces aliada a países distantes, sirviendo intereses ajenos a sus vecinos natu-
rales. Sin una clara política exterior, basada en una teoría geopolítica acer-
tada, no se podrán confeccionar planes adecuados. Sin planeamiento
correcto no será posible ninguna implementación
de integridad regional. El
Cono Sur es nuestra área
de interés inmediato, interés que debe ser acompa-
ñado por una política exterior concurrente.


Ahora bien, tres principios fundamentales condicionan y hasta deter-
minan la concertación del Cono Sur.


El primero es la lucha común con un objetivo por la autodeterminación
de los pueblos participantes. Esto hace necesaria la participación por el ide-
al enunciado, de las comunidades nacionales, requisito insoslayable para el
logro de la integridad regional.


El país que no fije claramente su meta histórico-política, no sólo no co-
adyuvará a la intención de sus vecinos, sino que podrá perturbar la "coexis-
tencia pacífica" de la región.


El segundo es la profunda conciencia de gobernantes y gobernados de
la necesidad imprescindible e histórica de la concertación del Cono Sur.


El tercero es la impostergable alianza histórica, basada en los pará-
metros expresados, de la Argentina y Brasil, requisito fundamental para
evitar una confrontación inútil, que sólo servirá a los intereses del impe-
rialismo mundial. Brasil y la Argentina deben de dejar de ser rivales al servi-
cio de monopolios extranjeros y de concepciones geopolíticas imperiales
extracontinentales.


Si Brasil pretende hegemonizar el Cono Sur, aislando a la República
Argentina, no sólo actuará contra la naturaleza histórica sino que, por esa
causa, engendrará el desconcierto y la ruina de los países hermanos. Lo mis-
mo ocurriría si la Argentina obrara de la misma manera.


Hoy es hora de sumar, de integrar para consolidar, de federarse para li-
berar, de apoyarse mutuamente, valerosa, comunitaria y solidariamente. Si
así no sucediera, la suerte de los pueblos de la región, correrá por los sende-
ros de la dependencia y de la invasión.


En este sentido, la República Oriental del Uruguay posee histórica y ge-
ográficamente un papel fundamental. De su política depende, en gran medi-
da, que Brasil y la Argentina centralicen la unidad o continúen disgregando
los esfuerzos. El rol protónico del Uruguay para unir a los países de la
Cuenca del Plata es significativo y peculiar. Tal vez, Paraguay y Bolivia po-
seen un valor semejante, pero podrá ser Uruguay un país determinante en
este sentido. Si los gobernantes uruguayos se percatan de la responsabilidad
histórica, cumplirán acertadamente con la función integradora que les de-
para el destino.


La conjunción política entre Chile y la Argentina permitirá un enfoque
unitario sobre los problemas estratégicos, geopolíticos y económicos de la


Antártida, el Pacífico y el Atlántico Sur. La península del Cono Sur, mate-
rializada por Chile y Argentina, penetra entre los océanos como inmensa
proa, beneficiándose con una situación geográfica privilegiada.


La unidad con Perú no sólo abundará en el sentido geohistórico, sino
que principalmente completará el espacio político y económico, facilitando
el equilibrio entre los componentes y la soldadura continental del sistema.


El regionalismo deberá gozar de una unidad asentada en las cuatro lati-
tudes, conformando un bloque monolítico en defensa de los intereses de los
países signatarios.


Los países que integran el Cono Sur constituyen un ente estrechamente
vinculado, entre otras, por razones culturales, históricas, religiosas; econó-
micamente complementados y territorialmente enlazados, constituyendo
una gran ínsula, con influencia tanto en el Atlántico Sur, en el Pacífico Sur,
como en el continente Antartico. Estos aspectos enunciados, por sí solos,
constituyen objetos de políticas concurrentes con vistas al logro de la in-
tegración regional.


Entre los factores adversos a la unidad regional, se deben computar los
intereses extracontinentales, en primer lugar y las apetencias regionales de
sus propios miembros, en segundo término. Para neutralizar al primero
habrá que superar al segundo.


Si para el año 1990, el Cono Sur no está en proceso de integración, la
suerte de Sudamérica para el 2.000 no será mejor que lo que presenta la ac-
tual situación.


Si los pueblos que habitan en el Cono Sur, desean liberarse de las ata-
duras coloniales y gravitar con presencia propia en el mundo internacional,
no tienen otra solución que unirse y constituir un sólido bloque de países in-
dependentistas. Esta unidad se facilitará extraordinariamente si Brasil y la
Argentina, llegaran a constituir el eje Brasilia-Buenos Aires. Estos dos
países poseen la suficiente capacidad para lograr el objetivo expresado, pero
también recae sobre ellos la mayor responsabilidad en el intento.


La unidad Argentina-Brasil se presenta asi como un requisito histórico in-
soslayable e irrenunciable para el bien de sus pueblos y de los hermanos latino-
americanos. No deben repetir el proceso europeo de Alemania y Francia.


Reafirmando sintéticamente lo expresado, el Cono Sur representa al
marco geohistórico natural de la Argentina, así como de los países herma-
nos que lo integran. La partición geoestratégica producida durante la etapa
independentista, determinó la segregación política de los pueblos, materiali-
zándose ello en la conocida disgregación americana.


El Cono Sur representa el gran espacio geopolítico conformado por la
unión de los espacios nacionales de la región. Contiene todos los elementos
y factores necesarios para lograr un ente, no sólo con una significativa auto-
nomía, sino también de una adecuada fuerza proyectiva continental y mun-
dial. De esta manera, la integración geopolítica del Cono Sur, a lograrse a
través de la composición e interrelación geoestratégica de sus partes, signifi-


ca el objetivo intermedio indispensable para la construcción de la integridad
sudamericana.


El Cono Sur está conformado como dijéramos, por las Repúblicas de
Perú, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay y la Argentina. En este
marco todas las naciones poseen una significación y cumplen un rol particular. Pero es el eje Bolivia-Paraguay-Argentina, donde los dos primeros son
la testa y la tercera es el eje, el que tiene un significado especial porque
representa el dominio del sur del continente y su proyección antartica, a 1a
vez, que juegan como bisagras unificadoras o disociadoras de la entidad. De
ahí que los grandes intereses hegemónicos imperiales hayan pretendido siempre desintegrar el eje mencionado (Guerra del Paraguay, Guerra de
Pacífico, Guerra del Chaco, Propuestas de Mario Travasso en su "Proyección continental del Brasil". Intento secesionista de Santa Cruz de la Sierra , en 1972, etc.).


El eje del problema de la integración regional reside preponderantemente en el grado y nivel de las relaciones entre la Argentina y Brasil. Si es tos dos países estrechan sus vínculos, unifican criterios, respetan sus mutuos
intereses y asumen conjuntamente la lucha por la liberación de sus pueblos
la integridad del Cono Sur será un hecho.


La prioridad de la política internacional argentina no puede ser otra
que aquella que indique la preocupación por sus vecinos y por sus intereses
inmediatos en el continente. Toda vez que la Nación Argentina olvidó o desconoció la necesidad de una política integradora en el Cono Sur, sirvió conciente o inconcientemente a intereses ajenos a su autodeterminación, permi-
tiendo la desintegración regional que soporta actualmente su espacio na-
cional.


La política integradora del Cono Sur debe partir, indefectiblemente, d
ciertas premisas insoslayables.


La primera debe responder a un claro sentimiento de autodetermina-
ción, lo que significa
recrear el espacio geopolítico Cono Sur con auténtico
carácter sudamericano.


La segunda condición es que ese espacio sólo podrá lograrse sobre 1a
base de
reestructuración de los espacios nacionales en función de sus pro-
pios intereses.


El tercer requisito debería tender a que la obra de integración se hiciera
a través de una política de coordinación de esos intereses, respetando abso-
lutamente las soberanías nacionales y abarcando los campos políticos, cul-
turales, económicos, sociales y militares, en un ente confederativo regional


La tendencia manifiesta del mundo, muestra la marcha hacia el conti-
nentalismo. La integración sudamericana deberá ser consecuencia de la evo-
lución natural de sus pueblos, en contraposición al designio imperial de
cualquiera de
sus miembros.

La segunda etapa de la unidad deberá consistir en la integridad regional
del Cono Sur
, partiendo de las entidades nacionales consolidadas y consus-

lanciadas con el proceso irreversible de la autodeterminación de los pueblos.

Cada país tiene una responsabilidad irrenunciable. Ninguno está exento de ejercerla y asumirla. Para la República Argentina, la historia pasa por la integración del Cono Sur.

Si así no fuere, la historia se detendrá en la dependencia.



Hay una integración para la liberación y hay una integración para la
dependencia.

La primera resulta de la libre voluntad y poder de los países miembros
y su fin es la creciente autodeterminación.

La segunda es el producto de la hegemonía imperial, que se ejercita di-
rectamente o bien en forma indirecta, a través de los organismos interna-
cionales, multinacionales y de los satélites privilegiados. (Asociaciones, cor-
poraciones, entidades internacionales, fundaciones, países, etc.).

A esta altura.de la historia ya nadie puede engañarse en la opción.


Sexta


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