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Parte LA NACION ARGENTINA



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Parte

LA NACION ARGENTINA

En la historia Universal no aparece
ningún caso que indique que una Nación


haya integrado su territorio,
internacionalizando su espacio a través
de proyectos y obras binacionales.


El Diagnóstico General

La Situación General
La situación geoestratégica presenta a la Nación Argentina un cuadro
de agresiones continuadas y sostenidas en distintas épocas por elementos
tradicionales, validos por procedimientos siempre renovados (Gráfico 35).

La persistente acción, si bien no ha creado una desestabilización total,


ha signado a la Argentina en un grado de dependencia, del cual no ha podi-
do desprenderse, pese a los esfuerzos y a la conciencia de su pueblo.

Resulta difícil predecir qué sectores o áreas nacionales podrán afrontar


airosamente y con seguridad, el inevitable juicio histórico que sobrevendrá.

La radicalización, sectarización y atomización, han sido el común de-


nominador de la vida política nacional.

Sólo en breves lapsos se puede computar un enfoque global y una con-


ducción totalizadora, en busca de una vertebración homogénea, justa y
trascendente.

La carencia de un Proyecto Nacional sobre la base de una concep-


tuación geopolítica, implementada en el tiempo y en el espacio, se advierte
como un fenómeno aparentemente inexplicable y frustrante.

La pertinaz idea de un modelo retrógrado, basado en épocas pretéritas,


acomodado a un mundo que quedó atrás, amasado por concepciones aliena-
das y sostenido por prácticas disolventes, han llevado a la Patria a una si-
tuación neocolonial de impulsos renovados.

Es necesario responder positivamente a los cambios, reconociendo no


sólo la inevitabilidad de los mismos, sino también la legitimidad histórica y
moral que los preside.

El movimiento nacional, hace tiempo, posee una clara teoría y una rica


práctica que indican una experiencia que debe ser aprovechada. Las lec-
ciones indicativas de la historia argentina, deben ser asimiladas de una vez
por todas, de lo contrario, no nos recibiremos jamás de Nación.

Mucho han hecho las generaciones pasadas, pero mucho más nos falta


por hacer. Nada más ni nada menos, que consolidar la Nación, dentro de un
mundo en perpetuo cambio y acecho.

Es necesario revertir aceleradamente las tendencias negativas, se hace


imprescindible concebir y pragmatizar una gran política que tenga un solo
objetivo: la vertebración nacional.

El juego de los distintos factores en los diferentes campos y áreas, ha





creado una descompensación, un desajuste, que se advierte fundamental-


mente en lo político, económico y social. Las erráticas concepciones des-
compaginaron el espacio, la población, la producción, la educación, el Es-
tado, las instituciones sociales y políticas, agredieron la cultura y sectoriza-
ron el pueblo.

La acción disociada y disociadora de los factores, la omisión de una


política de unidad, la carencia de un plan integrador, de una concepción ge-
opolítica vertebradora del espacio, ha erosionado la situación argentina,
más allá de un estado aceptable y comprensible. Esta situación, se agrava y
agudiza en relación al factor internacional al tiempo que conjuga las
ecuaciones del porvenir.

La República Argentina es una Nación de bajísimo coeficiente de-


mográfico, cuya población fue impulsada a residir en ciudades de gran di-
mensión, que de por sí generan costos sociales improductivos y constituyen,
por esta causa, procesos de descapitalización históricos.

"En el mundo hay tres naciones que corren peligro en su integridad


territorial: Canadá, Australia y la Argentina"..."Hay un millón de habi-
tantes en toda la Patagonia y ello se agrava por su reducido nivel de creci-
miento vegetativo y su desarrollo casi ínfimo"..."El sur de la Patagonia es
un atractivo para otras naciones por sus notables fuentes energéticas y can-
tidades inmensas de tierras libres que pueden ser sometidas a cultivos inten-
sivos. Además de lo que significa la industria minera, que es casi desconoci-
da e inexplotada en esa zona, sin hablar del litoral marítimo y su inmensa ri-
queza pesquera". (Soberanía y Población en la Patagonia Austral - Monse-
ñor Miguel Ángel Alemán - Clarín - 17/10/80).

El país tinca su poder de compra externa en la explotación agrope-


cuaria, pero no moderniza la tecnología aplicada a la misma, ni facilita su
acceso con fines de aprovechamiento intensivo.

Aún no se ha explotado el tremendo potencial hidráulico, energético y


minero y no se intercomunican convenientemente los espacios, facilitando
así el mantenimiento de una estructura macrocefálica e insular, con dramá-
ticos vacíos interiores, en el peor de los casos fronterizos.

En buena medida, nuestro retraso relativo depende de la infraexplota-


ción interior.

La existencia de tres subregiones diferenciadas (3 países en 1) conspira


contra la integración. El primero de éstos es la Pampa húmeda; el segundo
el resto del país marginado; el tercero, los enormes vacíos.

La existencia de estos "tres países en uno" motiva que sea necesario in-


terpretar las estadísticas, con verdadero espíritu nacional o al menos, tener
la honestidad de aceptarlos.

En los últimos 30 años el error acerca de nuestra situación real se ha ali-


mentado con distorsiones de la prédica de economistas extranjeros funda-
dores de ideas y doctrinas universales, destinadas a satisfacer intereses sec-
toriales, que no se avienen con la Argentina como Nación y particularidad.

El rasgo más saliente de la estructura económica argentina, es la caren-


cia de una integración sectorial y espacial del aparato productivo debido a la
preeminencia del subdesarrollo que genera entre otras cosas la dependencia.

Esto está determinado por los sucesivos estrangulamientos de los facto-


res dinámicos, llevados a cabo por los intereses que se oponen al país. Esta
es la causa principal que impide el paso a la producción industrial pesada,
sin la cual todo desarrollo se torna dudoso y precario.

La vulnerabilidad señalada, en la estructura económica argentina, con-


duce a las reiteraciones de préstamos externos que descapitalizan, al no apli-
carse al desarrollo de este rubro, o al ser drenados éstos por las pocas
empresas extranjeras que se sitúan en este sector (desde dentro o fuera del
País).

A su vez, la continua descapitalización conduce:

a. Imposibilidad de importar suficientes materias primas concurrentes al
sector mencionado.

b. Imposibilidad de importar las máquinas y equipos que se requieren.

c. Inexistencia de fuerza motriz suficiente, porque la descapitalización im-
pide invertir en infraestructuras, tecnificación agraria, etc.

d. Inexistencia de un planeamiento y coordinación del transporte que ga-


rantice economicidad y complementación.

Una solución viable sería replantear la estructura sectorial y espacial


para una mejor redistribución geográfica del mercado interno, a la vez que
explorar y explotar nuevos mercados externos.

Sin embargo, son una limitación constante a estas pretensiones, el dre-


naje de divisas, los déficits de la balanza de pagos, el proceso inflacionario,
etc. En general se deben a la insuficiencia de las exportaciones y a los re-
querimientos de la importación.

En síntesis lo precedente se sitúa críticamente en:

a. Capitalización insuficiente del agro.

b. Necesidad de industrialización, y sus correlatos; sustitución de importa-


ciones críticas, desarrollo del autoabastecimiento energético, creación de
industrias de base.

El conjunto de los criterios coinciden en señalar que el paso a la evolu-


ción e integración total de la economía, incluye dos grandes líneas, que son:

1 La completa tecnificación agropecuaria como primera orientación de la


industria. Esto conduce a:

a. El aumento de la productividad y ocupación de la mano de obra.

b. El aumento de los ingresos en áreas rurales, lo cual crea o amplía el
mercado interno para las industrias nacionales.

2. La tecnificación coincidente con el desarrollo de las industrias básicas,


que permite:

a. Sustitución de los consumos inmediatos.

b. Materias primas esenciales de la siderurgia y metalurgia.

c. Elementos de base (máquinas) de la siderurgia y metalurgia.

Las frustraciones sucesivas de las estructuras económicas y sociales de
la Argentina devienen de un estadio transculturizado y de una ideología im-
puesta, ajena a la nacionalidad, y se basan sin duda en la imposibilidad de
los sucesivos gobiernos para relacionar adecuadamente estos aspectos con
respecto al desarrollo del mercado interno y las líneas de exportación. A raíz
de ello, el crecimiento desmesurado de la urbanización y del sector servicios,
cuyos insumos infraestructurales y energéticos constituyen una gravosa car-
ga social, que distorsiona el desarrollo productivo del País.

El conjunto de los criterios coinciden en señalar que el paso a la evolu-


ción e integración total de la Economía, incluye dos grandes líneas:

1. Completa tecnificación agropecuaria como primera orientación de la in-


dustria. Esto conduce al:

  • aumento de la productividad y ocupación de la mano de obra que la
    tecnificación desplaza,

  • aumento de los ingresos en áreas rurales, lo cual amplía o crea mercado
    interno.

2. Tecnificación coincidente con el desarrollo de las industrias básicas que
conduce a:

  • Sustitución de los consumos inmediatos (Patentes-Royalties).

  • Materias primas esenciales de la siderurgia y metalurgia.

  • Elementos de base (máquinas de la siderurgia y metalurgia).


La Realidad Política
Ciertamente, no debe existir un tema más complejo y comprometido
que tratar la historia de la Nación Argentina, objetivando sus valores, su
triunfos y frustraciones, para desentrañar las causas profundas, peligrosas y
dolorosas que tiñen los procesos, en la larga lucha por la vertebración na-
cional.

Se hace necesario consultar a historiadores, pensadores e imbuirse de


una madurez objetiva, de una profunda conciencia para obtener conclu-
siones explicativas y demostrativas, que permitan pensar en las pautas supe-
radoras y constructoras, a fin de enmendar los errores, vicios y antinomias.
Sólo la autocrítica sin preconceptos, sin ataduras ideológicas, sectoriales o
partidistas, permitirá develar sin temores la realidad histórica.

El largo y duro proceso de formación nacional, indica una perpetua di-


cotomía entre la línea liberal y la línea hispanocatólica. Estas se han corpo-
rizado en el espacio argentino, a través de formas y hechos concretos (cultu-
rales - políticos - económicos - etc.). La vieja polémica es histórica como
contemporánea.

Las concreciones y expresiones de distinta naturaleza a lo largo del


tiempo, han decantado en una fórmula tan vieja como el nacimiento de la
Patria, que se viene repitiendo a través de sucesivas generaciones en dos
concepciones políticas, que preconizan dos modelos diferentes.

Ambas ideas adhieren, en la superficie, a la libertad, justicia y sobe-


ranía, pero difieren en la prioridad, valoración y procedimientos para la
efectivización de esos principios; así como en el destino final de la Nación.

Los distintos relevos que se han producido en las clases gobernantes,


no han acertado en la estrategia correcta para lograr la vertebración na-
cional, ni han coincidido en una doctrina unificadora. Tampoco han tenido
éxito en plasmar una metodología para la tolerancia y convivencia, a partir
de pautas o parámetros de diálogo y coincidencia en los grandes objetivos
nacionales, la estrategia para lograrlos y el modelo de País que deseamos o
podemos realizar.

Una de las líneas ha adherido siempre a modelos importados, la otra,


ha pretendido adoptar un modelo propio, asentado en la realidad y en la
participación de todos los sectores.

El problema planteado aún sin solución, es evidentemente peligroso,


frustrante y pertenece al campo de la política.

La repetición de desaciertos no ha permitido revertir, ni neutralizar las


antinómicas posturas. Esto ha ocasionado una crisis moral, síntoma de una
situación política social que sólo podrá superarse con una política creativa,
novedosa, original, auténticamente nacional. Esta política deberá conjugar
a las distintas fuerzas y factores de la Nación, a fin de acertar con una cohe-
rencia social que tiene un significado fundamental de acuerdo al tipo de
población, al espacio y al destino histórico. La organización política de la
sociedad permitirá a ésta, la elaboración de las propias normas para la supe-
ración. Esto significa que mientras se limite, condicione o neutralice al fac-
tor político social, no podrá encontrarse el rumbo de la unidad nacional.

Este es, como enunciamos, un problema político, y los políticos


(dirigentes-políticos-gremiales-empresariales-universitarios- eclesiás-
ticos-militares-rurales, etc.) serán los encargados y responsables de inten-
tarlo y lograrlo de una vez por todas. Ninguna Nación puede oponerse im-
punemente al sentido de la historia.

Los factores más críticos y significativos de la fórmula del poder a nivel


nacional, están dados por la política y la estrategia que conceptualiza los va-
lores e intereses nacionales dentro del difícil y conflictivo ambiente interna-
cional. La voluntad nacional para lograr grandes resoluciones sólo puede
alcanzarse con la movilización de la ciudadanía en apoyo de problemas ati-
nentes a la soberanía en su totalidad. La voluntad nacional es la base sobre
la cual, la estrategia formulada puede alcanzar el éxito.

La política y la estrategia nacional convocan a la ciudadanía y aportan


un nivel sólido de respuesta a los genuinos intereses de la población. Sólo la
voluntad del pueblo podrá tornar eficiente el planeamiento político y
estratégico. El consentimiento de los gobernados, dará la firmeza de la vo-
luntad política del gobierno. Sin ella, toda programación carecerá de futuro.

El principal componente de la voluntad de una Nación será la integra-

ción nacional, lograda por la relevancia política y estratégica a través de un
señero liderazgo.

Ninguna nación alcanzó objetivos trascendentes o ponderables, sin que


hayan existido en su historia, caudillos nacionales. Sin liderazgo se entroni-
za la atomización; sin liderazgo se sucede la mediocridad; sin liderazgo se
produce el estancamiento y la involución histórica.

Mientras esto no suceda, la geopolítica, que es el tema de nuestra obra,


no gozará de una sólida y estable concepción totalizadora y vertebradora
del espacio nacional y su consecuente proyección. Esta disciplina conti-
nuará heredando las concepciones antinómicas de la política de turno y esta
alternancia dilatará las soluciones, desarticulando el territorio, desapro-
vechando la optimización espacial y postergando la vertebración de la Na-
ción.

La suma de los hechos demuestra que a lo largo de la historia prevale-


ció la clase dirigente que miraba hacia afuera, que descuidó, minimizó o su-
balternizó el interior, que pensó en función de impulsos externos, conde-
nando a la Nación a las opciones impuestas desde afuera, condicionando o
atentando contra los intereses nacionales y el bien común.

La función histórica de una clase dirigente, es sin duda alguna, el saber


interpretar inteligente y espiritualmente a los dirigidos, para dar cabal res-
puesta a sus sentimientos, necesidades y anhelos. La sabiduría de una diri-
gencia, se encuentra en el punto de coordinación
y creación de una Unidad
Nacional que concrete
y potencialice la Nación. La Nación se hace sin exclu-
siones, o se desvanece dolorosamente ante la impotencia y la incapacidad de
sus gobernantes y gobernados.

La República Argentina aún no ha plasmado una doctrina de Estado


propia. A ello se debe la inestabilidad política, el permanente costo econó-
mico social, la continua desvalorización de la cultura.

La Patria contiene una verdad que le es propia, y otra que le es injerta-


da. Ambas son incompatibles. La primera representa lo nacional, la segun-
da lo antinacional.
Los Parámetros del Cambio
La libertad, que ha encendido y movido al ser humano desde que ad-
quirió conciencia de su sentido trascendente, asume diferentes valoraciones
y no puede aplicarse en nuestro tiempo aislada y separadamente de la soli-
daridad y la justicia. La libertad de unos que suprime la de otros se convier-
te en peor enemigo cuando éstos no tienen a quién recurrir en defensa de sus
derechos. Para que la libertad adquiera proyección debe conjugarse con la
solidaridad. Para que la libertad se haga efectiva cada sector necesita seguri-
dad y justicia. Los empresarios deben contar con suficiente libertad de mo-
vimientos para llevar adelante las explotaciones activas a su cargo, sin exa-
geradas interferencias. Los intelectuales deben contar con estímulos para su

acción. Los trabajadores deben estar en condiciones de unirse, porque el


trabajador aislado frente a la unidad económica de la empresa carece de de-
fensa. La unión de los trabajadores en asociaciones destinadas a represen-
tarlos y defenderlos representa el único recurso para permanecer liberados
de las injusticias sociales. Quebrar la unidad de los trabajadores equivale a
destrozar la unidad económica de la empresa.

Las instituciones deben actualizarse sobre la base de un derecho que no


será ni privatista ni colectivista, sino simplemente "social". Cabe señalar
que un cambio estructural de semejante importancia exige comprensión por
parte de las clases dirigentes.

El país reclama un reencuentro depurado de lastres, que interprete la


esencia del pueblo y sea crisol moderador de las tensiones sociales. De esta
manera los sectores marginales del retroceso, los propiciadores de solu-
ciones a contrapelo de la historia, que se mueven con exagerado apego a sus
intereses y practican la técnica del resentimiento para reclutar adeptos, con-
tinuarán negando una realidad que persisten en desconocer. Seguirán bus-
cando como lo hicieron antes, la salida imposible, a la medida de sus intere-
ses, como si fueran dueños y señores del país, a costa de un final que no
podrán dominar y que les deparará, inevitablemente, su propia destrucción.

La Argentina necesita un cambio, planificado con justicia e imparcialidad,


con la colaboración de todos los sectores sociales,
que permita la defensa de
nuestra nacionalidad que sólo podrá mantenerse con recursos creativos a los
que debe recurrir un país, que no tiene razones para envejecer prematuramente.
Ha llegado el momento de reconocer que la libertad unida a la solidaridad y la
justicia, requieren frente al vasallaje y la anarquía, el imperio del orden y la
autoridad política, basada en premisas éticas y morales.

Para el logro de la unidad, es imprescindible e ineludible la participa-


ción de una política que contemple la revitalización de los valores cultura-
les, la aplicación del bien común y la identidad de una filosofía nacional.

Toda situación es reversible, su evaluación está referida sólo al costo de


la reversión.

Cuanto más aguda, crítica y dramática sea la situación a revertir, ma-


yor costo demandará la reversión.
Naturaleza de la Crisis argentina
La crisis argentina es fácilmente detectable, clara y concreta.

En el proceso nacional han tenido y tienen cabida todos los intereses


ajenos y parcialidades ideológicas mundiales. En la lucha, siempre han pre-
valecido los factores antinacionales.

La sociedad política se encuentra en pleno proceso de identificación, de


elaboración del ser, de sistematización y depuración de sus objetivos na-
cionales. La naturaleza del problema es profundamente existencial.

La Argentina sufre un largo y agónico proceso histórico de carencia de



identidad nacional.

La incapacidad para lograr la Unidad Nacional es la mayor contradic-
ción y el más peligroso riesgo que pueda sufrir en la gran batalla como enti-
dad soberana, en medio de un mundo codicioso, perturbado e insaciable.


Las dirigencias han carecido de imaginación, de creatividad, de capaci-
dad y de humildad para elaborar políticas y estrategias previsoras, que anti-
ciparan el devenir y sirvieran para aunar a los nacionales. Salvo raras excep-
ciones, han carecido de sentido histórico.


La Argentina no tiene problemas críticos, no posee problemas sociales,
no adolece de enfrentamientos religiosos. Tiene una población laboriosa,
intelectuales y científicos creadores, un sentido moral y ético de lo político y
de lo social, una reverencia casi mística a sus símbolos nacionales y a sus
Instituciones Armadas. Sin embargo, sus dirigencias no han podido o no
han sabido, proponer y realizar el equilibrio vertebrador.


Los argentinos debemos tomar conciencia de una vez por todas, que
nos unimos sobre la base de la esencia nacional, o bien, seremos dominados
y partidos.


Geopolítica y Proyecto Nacional

Geopolítica Argentina
La República está inmersa en sus propias contradicciones, que subsis-
ten dentro del contexto de la América invertebrada. Por ello no puede
hablarse de la doctrina geopolítica sin establecer la interdependencia que
ésta posee con el Proyecto Nacional. Ambos son temas atinentes a la
problemática actual, vigentes, acuciantes y dramáticamente necesarios.

Todo Proyecto Nacional deberá contener los componentes geopolíticos
correspondientes. Asimismo, una doctrina geopolítica que esté desprendida
o ausente de un Proyecto Nacional, carecerá de realidad programática y se
tornará inaplicable.

El Proyecto Nacional es la resolución que comprende el tratado global


de los problemas. No es asunto de esta obra; no obstante debemos referir-
nos a él, aunque sea muy someramente, porque el Proyecto es el punto de
partida fundamental cuya aplicación dará vida a la Nación.

El Proyecto Nacional debe presentar un modelo histórico proyectivo,


superior, que pueda desarrollarse por sobre el anterior, superándolo, a fin
de consolidar un nuevo orden.

Este Proyecto deberá buscar el fortalecimiento del ser nacional, la


cohesión y homogeneidad política, social y económica, para, posteriormen-
te, lograr la integración del Cono Sur y continental, realizado por los latino-
americanos, en su espacio, con sus recursos, con sus propios esfuerzos y
sacrificios. Deberá salvar el defecto institucional que afecta al país y replan-
tear correctamente el encuadre constitucional y legal. Deberá contener una
nueva teoría del Estado.

Un modelo de Proyecto Nacional que contemple estos aspectos será


correcto y válido para la liberación. Sólo con una tesis de desarrollo na-
cional, puede tener validez una doctrina geopolítica para la autodetermina-
ción. Si no fuera así, el modelo sería una copia reformista del actual, es de-
cir, de un proyecto dependiente.

El Proyecto Nacional, entonces, debe partir de principios básicos obte-


nidos de un análisis objetivo, que permitan determinar las incógnitas cier-
tas, los supuestos correctos y los factores fundamentales.

A través de la historia se ha generado un conflicto entre "tradición y


progreso", entre "autoridad y libertad", entre "persona y sociedad", entre
"individuo y comunidad", que es preciso resolver en un nivel nuevo y de

acuerdo a un enfoque que contemple todos los términos del problema. El
racionalismo y el autonomismo han conducido a la doctrina marxista, hija
directa del racionalismo liberal. Este
es, a su vez, heredero de las posiciones
del Renacimiento y de la Reforma.


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