G. H. Mead Espíritu, persona y sociedad



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XX

Sugerí antes cjue la ciencia se estancaría y perdería su carácter empírico

si no lográramos obtener refutaciones. Podemos ver ahora que,

por razones muy similares, la ciencia se estancaría y perdería su carácter

empírico, si no lográramos obtener verificaciones de nuevas

predicciones: esto es, si sólo creáramos teorías que satisfagan nuestros

dos primeros requisitos pero no el tercero. Pues supongamos que ideá-

-8 He llamado la atención sobre las "nuevas" predicciones de este tipo y sobre

su signifitarión filosófica en el cap. 3. Véase especialmente págs. 1.S8 y sig.

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ramos uiia sucesión ininterrumpida de teorías explicativas, cada una

de las cuales explicara todos los explicanda de su campo, incluyendo

los experimentos que refutaran a sus predecesoras, cada una de las

tíiales fuera también testable independientemente a través tie la predicción

de nuevos efectos, pero cada una de las cuales quedara refutada

inmediatamente al someter a test esas predicciones. Si esto ocurriera,

ellas satisfarían nuestros dos primeros requisitos, pero no

lograrían satisfacer el tercero.

Afirmo que, en tal caso, tendríamos la sensación de estar elaborando

una sucesión de teorías ad hoc, a pesar de su grado creciente de

testabilidad, y de que no nos estamos acercando en modo alguno a la

verdad. En verdad, tal impresión bien pudiera estar justificada: es

fácil que toda esa sucesión de teorías fuera ad hoc. Pues si se admite

que una teoría puede ser ad hoc si no es testable independientemente

por experimentos de nuevo tipo, sino que solamente explica todos los

fxplicanda, incluidos los experimentos que refutaron a sus predecesoras,

entonces es evidente que el mero hecho de que ima teoría sea

también testable independientemente no asegura de que no sea ad

hoc. Esto se hace manifiesto si consideramos que siempre es posible,

mediante una estratagema trivial, hacer a luia teoría ad hoc independientemente

testable, si no requerimos también que resista los tests

independientes en cuestión: sólo tenemos que conectarla (conjuntivamente)

de una u otra manera con cualquier predicción fantástica ad



hoc, testable pero todavía no testada, que se nos pueda ocurrir (o que

se le pueda ocurrir a cualquier novelista de ciencia-ficción).

Así, es necesario nuestro tercer requisito, al igual que el segundo,

para eliminar teorías triviales y ad hoc. ^^ Pero también se lo necesita

por rabones qvie parecen aún más serias.

Creo que tenemos plena razón para suponer, y aun para esperar,

que hasta nuestras mejores teorías serán superadas y reemplazadas |ior

otras mejores (aunque, al mismo tiempo, podamos sentir la necesidad

de estímulo en nuestra creencia de que estamos haciendo progresos) -

Sin embargo, esto no debe inducirnos, por cierto, a adoptar la actitud

de crear solamente teorías que puedan ser superadas.

Pues nuestro objetivo como científicos es descubrir la verdad acerca

de los problemas que abordamos, y debemos considerar nuestras teo-

^8 El Dr. Jerzy Giedymin (en el artículo «A Generalization of the Refutabilit)

Postulate", Stadia Lógica, 10, 1960, véase especialmente págs. 103 y sigs.) ha forniu

lado un principio metodológico general del empirismo según el cual nuestras diversas

reglas de métodos científicos no deben permitir lo que él llama una "estrategia

dictatorial'; es decir, deben excluir la posibilidad .de que ganemos siempre el

juego jugado de acuerdo con esas reglas: la Naturaleza debe poder derrotarnos, al

menos algunas veces. Si abandonamos nuestro tercer requisito, podemos ganar sicm

pre y no necesitamos tener en cuenta para nada a la Naturaleza, en lo que respecta

a la construcción de teorías "buenas": las especulaciones acerca de las respuestas que

la Naturaleza puede dar a nuestros interrogantes no desempeñarán ningún papel en

el n o d o de IM pcoblemaiy que estará siempre determinado totalmente por nuestro

incito pasado.

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rías como intentos serios de descubrir la verdad. Si no son verdaderas,

pueden ser, sin duda, pasos importantes hacia la verdad, instrumentos

para ulteriores descubrimientos. Pero esto no significa que podamos

contentarnos con considerarlas como nada más que escalones, nada



más que instrumentos; pues esto llevaría al abandono hasta de la idea

de que son instrumentos para descubrimientos teóricos; nos obligaría

a considerarlas como meros instrumentos para propósitos observacioiíales

o pragmáticos. Y sospecho que tal enfoque! no sería muy exitoso,

ni siquiera desde un punto de vista pragmático: si nos contentamos

con considerar a nuestras teorías como meros escalones, entonces la

mayoría de ellas ni siquiera serán buenos escalones. Así, no debemos

tender a elaborar teorías que sean meros instrumentos para la exploración

de hechos, sino que debemos tratar de encontrar genuinas teorías

explicativas: debemos hacer genuinas conjeturas acerca de la estructura

del mundo. En resumen, no debemos contentarnos con los dos

primeros requisitos.

El cumplimiento del tercer requisito, por supuesto, no está en nuestras

manos. Por grande que sea el ingenio que se aplique a ello, no

hay nada que pueda asegurar la construcción de una teoría exitosa.

También necesitamos suerte, y necesitamos un mundo cuya estructura

matemática no sea tan intrincada que haga imposible el progreso. Pues

si dejáramos de progresar, en el sentido de nuestro tercer requisito, si

sólo lográramos refutar nuestra teoría sin obtener algunas verificaciones

de predicciones nuevas, podríamos inclinarnos a creer que nuestro.s

problemas científicos se han hecho demasiado difíciles para nosotros

porque la estructura del mundo (si la tiene) está más allá de nuestros

poderes de comprensión. Aun en este caso podríamos seguir durante

un tiempo construyendo teorías, criticándolas y refutándolas: la

parte racional del método de la ciencia continuaría funcionando durante

algún tiempo. Pero creo que, especialmente para el funcionamiento

de su parte empírica, ambos tipos de éxito .son esenciales: éxito

en la refutación de nuestras teorías y éxito de algunas de nuestras teorías

para resistir al menos algunos de nuestros más decididos intentos

por refutarlas.



XXI

Podría objetarse que esto es solamente un buen consejo psicológico

acerca de la actitud que debe adoptar el científico —cuestión que, después

de todo, es un problema privado— y que una teoría del método

científico digna de tal nombre debe ser capaz de elaborar argumentos

lógicos o metodológicos en apoyo del tercer requisito. En lugar de

apelar a la actitud o la psicología del científico, nuestra teoría de la

ciencia hasta debe ser capaz de explicar su actitud y su psicología

mediante un análisis de la lógica de la situación en la cual se encuentra.

Esto plantea un problema para nuestra teoría del método.

Acepto el desafío y 'trataré de aducir tres razones: la primera deri-

299


vada de la idea de verdad; la segunda, de la idea de acercamiento a

Ja verdad (verosimilitud) ; y la tercera, de nuestra vieja idea de los

tests independientes y los tests cruciales.

(1) La primera razón por la cual es tan importante nuestro tercet

requisito es la siguiente. Sabemos que si tuviéramos una teoría independientemente

testable que fuera, además, verdadera, nos suministrana

prfdiicioiu'.s exitosas (y solamente las exitosas). Las predicciones

cxiiosas —aunque no sean, por supuesto, condiciones suficientes para

establecer la verdad de una teoría— son al menos condiciones necesarias

para estaljlecer la verdad de una teoría testable independientemente.

En este sentido —y sólo en este sentido— puede decirse que

iniestri) tcrcei- requisito es "necesario", si aceptamos seriamente la verdad

ionio itiea regidadora.

(2) La segunda razón es la siguiente. Si nuestro objetivo es reforzar

la verosimilitud de nuestras teorías o acercarnos más a la verdad, enlonces

debemos estar ansiosos no solamente por reducir el contenido

de falsedad de nuestras teorías, sino también por reforzar su contenido

de verdad.

Admitimos que es posible hacer esto en ciertos casos simplemente

de la vieja teoría ("salvando los fenómenos", en este caso las

refutaciones.) Pero hay otros casos ele progresos científicos que muesiran

cjue esta manera de aumentar el contenido de verdad no es la

única posible.

Los casos a los que aludo son casos en los que no hubo refutación.

Ni las teorías de Galileo ni las de Kepler fueron refutadas antes de

Newton: lo que Newton trató de hacer fue explicarlas a partir de

suposiciones más generales y, de este mcnlo," unificar dos campos de

investigación hasta ese momento inconexos. Lo mismo puede decirse

de muchas otras teorías: el sistema de Ptolomeo no fue refutado cuaníio

Copérnico creó el propio sistema. Y aunque antes de Einstein se

había realizado el desconcertante experimento de Michelson y Morley,

éste había sido explicado exitosamente por Lorentz y Fitzgerald.

Es en casos como los anteriores cuando los experimentos decisivos

adquieren una importancia decisiva. No tenemos ninguna razón para



más a la verdad— hasta no haber derivado de la nueva teoría nuevas



predicciones imposibles de derivar de la vieja teoría (las fases de Venus,

las perturbaciones, la ecuación de la masa-energía) y hasta no haber

hallado que estas nuevas predicciones se cumplen. Pues sólo este éxito

puede mostrar que la nueva teoría tiene consecuencias verdaderas (eslo

es, un contenido de verdad) allí donde las viejas teorías tenían consecuencias

falsas (esto es, un contenido de falsedad).

Si la nueva teoría hubiera sido refutada por cualquiera de esos experimentos

cruciales, no habríamos tenido razón alguna para abandonar

la vieja teoría en su favor, aun cuando la primera no fuera totalmente

satisfactoria. (Éste fue el destino de la teoría de Bohr-Kramers-Slater.)

300

En totlos esos casos importantes, necesitamos una nueva teoría para



descubrir los puntos en los que es deficiente la vieja. Sin duda, la

limación es diferente si ya se conoce la deficiencia de la vieja teoría

untes de inventarse la nueva; pero lógicamente, el caso presenta baslaine

semejanza con los otros casos como para considerar una nueva

teoría que conduce a nuevos experimentos cruciales (la ecuación de

la masa-energía de Einstein) superior a otra que sólo puede "salvar"

los fenómenos conocidos (Lorentz-Fitzgerald).

(3) La misma observación —acerca de la importancia de los tests

cruciales— puede hacerse sin apelar al objetivo de incrementar la verosimilitud

de una teoría, sino usando un viejo argumento mío: el de

la necesidad de dar independencia a los tests de nuestras explicaciones.

^" Esta necesidad es un resultado del desarrollo del conocimiento,

de la incorporación al conocimiento básico de lo que fue antes un

conocimiento nuevo y problemático, con la consiguiente pérdida de

poder explicativo de nuestras teorías. Tales son mis principales argumentos.

XXII

Podemos dividir en dos partes nuestro tercer requisito: primero, requerimos



de una buena teoría que tenga éxito en algunas de sus nuevas

predicciones; segundo, requerimos que no sea refutada demasiado

pronto, esto es, antes de tener éxitos notables. Ambos requisitos pueden

sonar un tanto extraños. El primero, porque la relación lógica

entre una teoría y cualquier elemento de juicio corroborador no puede

ser afectada, según parece, por la cuestión de si la teoría es temporalmente

previa al elemento de juicio. El segundo, porque si la teoría

está condenada a ser refutada, su valor intrínseco no puede depender

del aplazamiento de la refutación.

Nuestra explicación de esta dificultad un poco desconcertante es

muy simple: las nuevas predicciones exitosas que exigimos a la nueva

teoría son idénticas a los tests cruciales que debe aprobar con el fin de

adquirir suficiente interés como para ser considerada un avance con

respecto a su predecesora, y digna de ulterior examen experimental,

que puede conducir eventualmente a su refutación.

Pero la dificultad no puede ser resuelta con una metodología inductivista.

No es sorprendente, por ello, que inductivistas como John

Maynard Keynes hayan afirmado que el valor de las predicciones (en

el sentido de hechos derivados de la teoría pero no conocidos anteriormente)

es imaginario; y en verdad, si el valor de una teoría residiera

solamente en su relación con los datos que la sustentan, entonces carecería

de importancia, lógicamente, que los elementos de juicio precedieran

o siguieran en el tiempo a la invención de la teoría. Análogamente,

los grandes fundadores del método hipotético acostumbraban

••"' Véase especialmente mi articulo "The Aim of Science", Ratio, I, 1957.

301


a destacar la importancia de "salvar los fenómenos", es decir, de la exigencia

de que la teoría explicara la experiencia conocida. La importancia

atribuida a la nueva predicción exitosa —a los nuevos efectosparece

ser una idea tardía, por razones obvias; quizás £ue mencionada



por vez primera por algunos pragmatistas, aunque nisiKa se hizo explícitamente

la distinción entre la predicción de efectos conocidos y

la predicción de efectos nuevos. Pero me parece totalmente indispensable

como parte de una epistemología que concibe a la ciencia progresando

a través de teorías explicativas cada vez mejores, vale decir,

no meramente a través de instrumentos de exploración, sino a través

de explicaciones genuinas.

La objeción de Keynes (segiin la cual es un accidente histórico el

que ese sustento sea conocido antes de proponerse la teoría o sólo

después, con lo cual puede alcanzar el carácter de una predicción) pasa

por alto el hecho sumamente importante de que es a través de nuestras

teorías como aprendemos a observar, es decir, a plantear interrogantes

que conduzcan a observaciones y a interpretaciones de las mismas. Es

así como aumenta nuestro conocimiento observacional. Y los interrogantes

planteados son, por lo general, interrogantes cruciales que pueden

conducir a respuestas que permitan decidir entre teorías rivales.

Mi tesis es que el desarrollo de nuestro conocimiento, de nuestra manera

de elegir entre las teorías, frente a determinados problemas, es

lo que da carácter racional a la ciencia. Ahora bien, tanto la idea de

desarrollo del conocimiento como la de situación de problemas son, al

menos parcialmente, ideas históricas. Esto explica por qué otra idea

parcialmente histórica —la de genuina predicción de datos (que puede

referirse a hechos pasados) no conocidos al ser propuesta la teoríapuede

desempeñar un papel importante en este contexto, y por qué

puede adquirir importancia el elemento temporal, en apariencia no

atinente a la cuestión. ^^

Resumiré ahora brevemente nuestros resultados con respecto a la

epistemología de los dos grupos de filósofos a los que me he referido,

los verificacionistas y los refutacionistas.

Mientras que los verificacionistas o inductivistas tratan en vano de demostrar

que es posible justificar o, al menos, establecer como probables

'1 Los verificacionistas pueden pensar que la discusión precedente sobre lo que

he llamado el tercer requisito constituye un desarrollo totalmente innecesario de

algo que nadie pone en duda. Los refutacionistas pueden pensar de otro modo, y

estoy muy agradecido, personalmente al Dr. Agassi, por llamarme la atención sobre

el hecho de que nunca expliqué anteriormente con claridad la diferencia entre

lo que llamo aquí el segundo y el teicer requisito. Por ello, me indujo a formularlo

aquí con algún detalle. Debo mencionar, sin embargo, que discrepa conmigo en

lo referente al tercer requisito, «1 cual —segiin explicó— no puede aceptar porque

considera sólo como un residuo de modos verificacionistas de pensamiento. (Véase

también su artículo publicado en el Australasian Journal of Philosophy, S9, 1961,

donde expresa su desacuerdo en la pág. 90.) Admito que puede haber aquí un

matiz de verificacionismo; pero me parece que se trata de un caso en el cual debemos

aceptarlo, si no queremos caer en alguna forma de instrumentaUsmo que considere

las teorías como meros instrumentos de exploración.

302


(y de esta manera estimular, con su fracaso, la retirada al irracionalismo)

las creencias científicas, nosotros, los miembros del otro grupo,

ni siquiera deseamos una teoría altamente probable. Al identificar la

racionalidad con la actitud crítica, buscamos teorías que, por falibles

que sean, progresen más allá de sus predecesoras; lo cual significa que

puedan ser testadas más severamente y resistir algunos de los nuevos

tests. Y mientras que los verificacionistas trabajan en vano para descubrir

argumentos categóricos válidos en apoyo de sus creencias, nosotros,

por nuestra parte, estamos convencidos de que la racionalidad

de una teoría reside en el hecho de que la elegimos porque es mejoi

que sus predecesoras, porque la podemos someter a tests más severos,

porque hasta puede resistirlos —si somos afortunados— y porque, de

este modo, puede aproximamos más a la verdad.

APÉNDICE: UN ENUNCL\Dü NO EMPÍRICO PRESUMIBl.E.MENTE

F.VLSO PERO FORMALMENTE MUY PROBABLE

EN EL curso de este capítulo, he llamado la atención sobre el criterio

de progreso y de racionalidad basado en la comparación de grados de

testabilidad, o grados de contenido empírico, o del poder explicativo

de las teorías. Lo hice porque hasta ahora esos grados han sido muy

poco discutidos.

Siempre pensé que la comparación de esos grados conduce a un criterio

más importante y más realista que el criterio de refiitabilidad,

más simple, que propuse al mismo tiempo y que ha sido ampliamente

discutido. Pero este criterio más simple también es necesario. Para mostrar

la necesidad del criterio de refutabilidad o de testabilidad para

determinar el carácter empírico de las teorías científicas, discutiré a

título de ejemplo un enunciado simple, puramente existencial, formulado

en términos puramente empíricos. Espero que este ejemplo servirá

también para dar respuesta a la crítica, repetida a menudo, de que es

absurdo excluir de la ciencia empírica los enunciados puramente

existenciales y clasificarlos como metafísicos.

Mi ejemplo consiste en la siguiente teoría puramente existencial:

"Existe una sucesión finita de dísticos elegiacos latinos tal que, si

se la pronuncia de la manera adecuada y en un cierto tiempo y lugar,

se produce inmediatamente -la aparición del diablo, es decir, de un

ser semejante al hombre, con dos pequeños cuernos y pezuñas hendidas."

Evidentemente, esta teoría no es testable, pero es —en principio—

verificable. Aunque mi criterio de demarcación la excluye por considerarla

no empírica y no científica o, si gustáis, metafísica, no queda

excluida por el criterio de esos positivistas que consideran empíricos y

científicos a todos los enunciados bien formados y, especialmente, a

todos los verificables.

Algunos de mis amigos positivistas me han asegurado que consideran

empírico mi enunciado existencial acerca' del diablo. Es empírico

pero falso, han dicho. Y me indicaron que yo confundía los enunciados

empíricos falsos con los no empíricos.

303

Pero yo creo que la confusión, sí la hay, no es mía. También yo



creo que el mencionado enunciado existencial es falso, pero yo creo

que es un enunciado vielafísico falso. ¿Y por qué, pregunto, quién

piensa que es empírico debe considerarlo falso} Empíricamente, es irrefutable.

Ninguna observación del mundo puede demostrar su falsedad.

No puede haber fundamento empírico alguno para demostrar su falsedad.

Además, puede mostrarse fácilmente que es muy probable: como

todos los enunciados existenciales, se encuentra en un universo infinito

(ó suficientemente grande) casi lógicamente verdadero, para usar una

expresión de Carnap. Así, si lo consideramos empírico, no tenemos ninguna

razón para rechazarlo; por el contrario, tenemos toda clase de

razones para aceptarlo y creer en él, especialmente desde el punto de

vista de una teoría subjetiva de la creencia probable.

La teoría de la probabilidad nos dice aún más: puede probarse fácilmente

no sólo que los datos empíricos no pueden refutar nunca un

enunciado existencial casi lógicamente verdadero, sino que tampoco

pueden reducir nunca su probabilidad. ^* (Su probabilidad sólo puede

ser reducida por alguna información que sea al menos "casi lógicamente

falsa" y, por lo tanto no por un enunciado observacional que exprese

un dato.) Así, la probabilidad empírica o grado de confirmación empírica

(en el sentido de Carnap) de nuestro enunciado acerca del hechizo

para invocar al diablo debe ser siempre igual a la unidad, sean

cuales fueren los hechos.

Por supuesto, me resultaría bastante fácil modificar mi criterio de

demarcación para incluir entre los enunciados empíricos esos enunciados

puramente existenciales. Me bastaría con admitir entre los

enunciados empíricos no sólo los enunciados testables o refutables,

sino también los enunciados que, en principio, pueden ser "verificados"

empíricamente.

Pero creo que es mejor no modificar mi criterio original de refutabilidad.

Pues nuestro ejemplo muestra que, si no queremos vernos

obligados a aceptar el enunciado existencial acerca del hechizo para

invocar al diablo, debemos negarle carácter empírico (a pesar del hecho

de que se lo puede formalizar fácilmente en cualquier lenguaje

modelo suficiente para la expresión aun de las más primitivas afirmaciones

científicas). Al negarle carácter empírico a mi enunciado existencial,

es posible rechazarlo sobre bases distintas que las de los elementos

de juicio observacionales. (Para una discusión de estas bases

ver el capítulo 8, sección 2, y el capítulo 11, especialmente págs. 275-277

para una formalización de un argumento similar.)

Lo anterior muestra que es preferible, como he tratado durante mucho

tiempo de aclarar, no suponer acríticamente que los términos

32 Se trata de una consecuencia de] "principio de estabilidad" del cálculo de



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