Aunque limitaré mi examen al desarrollo del conocimiento científico,
mis observaciones son también aplicables sin mucho cambio, creo, al
desarrollo del conocimiento precientífico, es decir, a la manera general
como los hombres, y hasta los animales, adquieren nuevo conocimiento
fáctico acerca del mundo. El método de aprendizaje por el ensayo y
el error - d e aprender de nuestros errores— parece ser fundamentalmente
el mismo, lo practiquen los animales inferiores o los superiores,
los chimpancés o los hombres de ciencia. No estoy interesado solamente
en Ja teoría del conocimiento científico, sino más bien en la teoría del
conocimiento en general. Pero creo que el estudio del desarrollo del
conocimiento científico es la manera más fructífera de estudiar el desarrollo
del con
del conocimiento científico es el desarrollo del conocimiento humano
común en sentido amplio (como he señalado en el prefacio de
1958 a mi Lógica de In Irwestigación Científica).
Pero, ¿hay algún peligro de que nuestra necesidad de progreso quede
insatisfecha y de que el desarrollo del conocimiento científico se interrumpa?
En particular, ¿hay algún peligro de que el avance de la
ciencia llegue a un punto final porque la ciencia haya completado su
tarea? Creo que no, debido a la infinita magnitud de nuestra ignorancia.
Entre los peligros reales que pueden acechar al progreso de la
ciencia no se cuenta la posibilidad de que sea comj)letada, sino situaciones
como la falta de imaginación (que a veces es una consecuencia
tie la falta de interés real) o una fe equivocada en la formación y la
precisión (problema que discutiremos más adelante, en la sección v)
o el autoritarismo en cualquiera de sus numerosas formas.
Dado que he usado varias veces la palabra "progreso", al llegar a
este punto deseo asegurarme de que no seré tomado equivocadamente
por un creyente en alguna ley histórica del progreso. En realidad, ya
antes he descargado varios goI{>es contra la creencia en una ley de)
progreso i, y sostengo que ni siquiera la ciencia está sujeta a la acción
i Véase especialmente mi Poverty of Hislnrici^m (2» ed., 1960) y el cap. 16
de este volumen.
265
de nada que se asemeje a tal ley. La liistoria de la ciencia, como la de
todas las ideas humanas, es una historia de sueños irresponsables, de
obstinación y de errores. Pero la ciencia es ima de las pocas actividades
liumanas — quizás la ijnicaí— en la cual los errores son criticados sistemáticamente
y muy a menudo, con el tiempo, corregidos. Es por
esto por lo que poilemos decir que, en la ciencia, a menudo aprendemos
de nuestros errores y ¡)or lo que podemos hablar, con claridad y
sensatez, de reali/ar progresos en ella. En la mayoría de los otros campos
de la actividad humana hay cambio, pero raramente progreso (a
menos que adoptemos una concepción muy estrecha de nuestros posibles
objetivos en la vida), pues casi toda ganancia es compensada, o
más cjvie ;compensada, por alguna pérdida. Y en la mayoría de los campos
ni siquiera sabemos cómo evaluar el cambio.
Dentro de la ciencia, en cambio, tenemos un criterio di? progrese^:
inclusive antes de someter una teoría a un test empírico podemos
decir si, en caso de (jue resista ciertos tests específicos, será o no ini
avance con resjjecto a otras teorías con las que estamos lamiliari/ados.
Esta es lui jjrimera tesis.
Para decirlo de una manera im j)Oco ditcrente, sostengo que sabemos
cómo tendría cpie ser una buena teoría científica y —aun antes de .ser
testada— qué tipo de teoría sería aún mejor, siempre que resista ciertos
tests cruciales. Y es ese concxrimiento (metacientífico) el que permite
hablar de progreso en la ciencia y de elección racional entre teorías.
Asi, mi primera tesis es que ]>fKÍemos saber con respecto a una teoría,
y aún antes de haber sido testada, que, si resiste ciertos tests, será mejor
que otra. Esta primera tesis implica que jioseemos lui criterio para
establecer el polenrial carácter satisfactorio relativo, o el carácter potencial
progresista, de una teoría, ciiterio (jue puede ser aplicado aun
antes de que sepamos si, al resistir algunos tests decisivos, esa teoría
será o no satisfactoria de liecho.
Este criterio de satisfactoriedad potencial relativa (que formulé hace
algún tiempo^ y que, digamos de paso, nos permite graduar las
teorías de acuerdo con su grado de satisfactoriedad |X)tenc¡al relativa) es
sumamente simple e intuitivo. Considera ]>referible la teoría que nos
dice más; o sea, la teoría que contiene mayor cantidad de información
o contenido empíricos; que es lógicamente más fuerte; que tiene mayor
poder explicativo y predictivo; y que, por ende, puede ser testada
2 Véase la discusión sob:e grados de tcstabilidad, contenido empírico, corroborabílidad
y coirohoracióii de mi I. Se. I)., especialmente secciones .ti a 4fi, 82 a 85.
nuevo apéndice IX y también la discusión sobre los grados de poder explicativo
que se oMicuentra en este apéndice, especialmente la comparación entre la
teoría de Einstein y la de Newton (en la nota 7 de la pág. 401, ed. inglesa) . En
lo que sigue, me referiré a la testabilidad, etc., como al "criterio de progreso"
sin entrar en ias distinciones más detalladas de mi libro citado.
266
más severamente comparando los hechos predichos con las observaciones.
En resumen, preferimos una teoría interesante, audaz e informativa
en alto grado a una teoría trivial.
Puede mostrarse que todas esas propiedades que, al parecer, deseamos
en una teoría equivalen a una sola cosa: al mayor grado de contenido
empírico o de testabilidad.
III
Mi estudio del contenido de una teoría (o de un enunciado cualquiera)
se basó en la idea simple y obvia de que el contenido informativo
de la conjunción, ab, de dos enunciados cualesquiera a y b,
será siempre mayor, o al menos igual, que el de cualquiera de sus
componentes.
Sea a el enunciado "el viernes lloverá", b el enunciado "el sábado
hará buen tiempo" y ab el enunciado "el viernes lloverá y el sábado
hará buen tiempo": es obvio, entonces, que el contenido informativo
de este último enunciadp, la conjunción ab, será mayor que el de su
componente a y que el de su componente b. También es obvio que la
probabilidad de ab (o, lo que equivale a lo mismo, la probabilidad de
que ab sea verdadera) será menor que la de cualquiera de sus componentes.
Si escribimos Ct (a) para significar "el contenido del enunciado a",
y Ct (ab) para significar "el contenido de la conjunción a y b", tenemos
(1) Ct (a) ^ Ct (ab) ^ Ct (b)
Esta expresión se contrapone a la ley correspondiente del cálculo de
probabilidades,
(2) p(a) ^ p ( a b ) ^ p (b)
donde los signos de desigualdad de (1) están invertidos. Estas dos leyes
juntas expresan que si aumenta el contenidoi, disminuye la probabilidad,
y viceversa; en otras palabras, que el contenido aumenta
con el aumento de la improbabilidad. (Este análisis concuerda plenamente,
por supuesto, con la idea general de que el contenido lógico de
un enunciado es la clase de todos los enunciados lógicamente implicados
por él. Podemos decir también que un enunciado a es lógicamente
más fuerte que un enunciado b, si su contenido es mayor que el de
b, vale decir, si tiene más implicaciones que b.)
Ese hecho trivial tiene las siguientes consecuencias ineludibles: si desarrollo
del conocimiento significa que operamos con teorías de contenido
creciente, ello debe significar también que operamos con teorías
de probabilidad decreciente (en el sentido del cálculo de probabilidades)
. Así, si nuestro objetivo es el avance o desarrollo del conocimiento,
entonces no puede ser también nuestro objetivo lograr una elevada
probabilidad (en el sentido del cálculo de probabilidad): esos dos
objetivos son incompatibles.
Llegué a ese resultado trivial, aunque fundamental, hace treinta
años, y lo he estado predicando desde entonces. Sin embargo, el pre-
267
juicio de que una alta probabilidad es algo sumamente deseable se
encuentra tan profundamente arraigado que muchos todavía consideran
"paradójico" ese resultado trivial. ^ A pesar de este resultado
simple, la ¡dea de que un alto grado de probabilidad (en el sentido
dei cálculo de probabilidades) es algo sumamente deseable parece tan
obvia a mucha gente que no están dispuestos a considerarla críticamente.
Por eso el Dr. Bruce Brooke-Wavell me ha sugerido que deje
de hablar de "probabilidad" en este contexto y base mis argumentos
en un "cálculo de contenidos" y de "contenido relativo"; en otras palabras,
que no debo decir que la ciencia tiende a la improbabilidad,
sino decir simplemente que tiende a un máximo de contenido. He
reflexionado mucho sobre esta sugestión, pero no creo que sea conveniente:
para aclarar realmente la cuestión parece inevitable un choque
frontal con el prejuicio probabilístico ampliamente aceptado y profundamente
arraigado. Aunque yo basara mí teoría en el cálculo de
contenidos, o de fuerza lógica, lo cual sería bastante fácil, ai'in seria
necesario explicar que el cálculo de probabilidades, en su aplicación
("lógica") a proposiciones o enunciados, no es más que un cálculo
de la debilidad lógica o la jaita de contenido de estos enunciados (sea
de la debilidad lógica absoluta o de la debilidad lógica relativa).
Quizás podría evitarse nn choque frontal si la gente no estuviera tan
•nclinada, en general, a suponer acríticamente que el alto grado de
probabilidad clebe ser un objetivo de la ciencia y que, por lo tanto,
la teoría de la inducción debe explicarnos cómo alcanzar un alto grado
de probabilidad para nuestras teorías (y se hace necesario, entonces,
señalar que hay algo más —una "semejanza con la verdad ' [truthlikencss]
o "verosimilitud"-- con un cálculo totalmente diferente del
cálculo de probabilidades y con el cual parece haber sido confundido.)
Para evitar estos resultados simples se han concebido teorías más o
menos complicadas de todo tipo. Creo haber demostrado que ninguna
de ellas tiene éxito. Pero lo más importante es que son totalmente
innecesarias. Simplemente es menester reconocer que la propiedad que
apreciamos en las teorías y a la cual quizás podríamos llamar "verosimilitud"
o "semejanza con la verdad" (ver sección xi^, más adelante)
no es una probabilidad en el sentido del cálculo de probabilidades,
del cual (2) es un teorema ineludible.
Debe observarse que el problema que tenemos ante nosotros no es
un mero problema verbal. No mé interesa a qué llamáis "probabilidad"
ni me interesa si usáis algún otro nombre para designar esos grados
para los cuales es válido el Uamdo "cálculo de probabilidades". Personalmente,
creo que es más conveniente reservar el término "probabilidad"
para todo lo que pueda satisfacer a las conocidas reglas
» Véase, por ejemplo, ] . C. Harsanyi, "Popper's Improbability Criterion for the
Choice of Scientific Hypotheses", Philosophy, 3.5, 1960, págs. 332 y sigs. Dicho sea de
paso, no propongo ningún criterio para la elección de hipótesis científicas: toda
elección es una conjetura riesgosa. Además, la elección del teórico es la hipótesi»
más digna de ulterior discusión critica (más que de aceptación).
268
de este cálculo (que han formulado Laplace, Keynes, Jeffreys y muchos
otros, y para el cual he ideado diversos sistemas axiomáticos formales).
Si (y sólo si) aceptamos esta terminología, entonces no puede haber
duda alguna de que la probabilidad absoluta de un enunciado a es
simplemente el grado de su debilidad lógica, o falta de contenido informativo,
y que la probabilidad relativa de un enunciado a, dado
otro enunciado b, es simplemente el grado de debilidad relativa, o
falta relativa de nuevo contenido informativo, del enunciado a, suponiendo
que ya poseemos la información b.
Así, si aspiramos a un alto contenido informativo en la ciencia —si
el desarrollo del conocimiento significa que sabemos más, que sabemos
a y f», y no solamente a, y que el contenido de nuestras teorías aumenta
de este modo—, entonces tenemos que admitir que también aspiramos
a una baja probabilidad, en el sentido del cálculo de probabilidades.
Y puesto que una baja probabilidad significa una alta probabilidad
de ser refutado, se desprende de esto que un alto grado de refutabilidad,
o testabilidad, es uno de los objetivos de la ciencia; en verdad,
se trata precisamente del mismo objetivo q\ie el del elevado contenido
informativo.
El criterio de la satisfactoriedaid ix>tencial es, pues, la testabilidad
o improbabilidad: sólo es digna de ser testada una teoría altamente
testable o improbable, y es realmente (y no sólo potencialmente)
satisfactoria si resiste los tests severos, en particular esos tests que
podemos señalar como cruciales para la teoría aun antes de que se los
lleve a cabo.
En muchos casos es posible comparar objetivamente la severidad de
los tests. Hasta es posible, si hallamos que vaJe la pena, definir una
medida de la severidad de los tests. (Ver los Apéndices a este volumen.)
Mediante el mismo métcxlo podemos definir el poder explicativo y el
grado de corroboración de ima teoría. ••
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