La Misión del Espiritismo



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Pregunta: La Umbanda, además de combatir la magia ne­gra, ¿qué otra finalidad importante tiene?

Ramatís: Mientras el Kardecismo restringe los fenómenos mediúmnicos en su manifestación física, la Umbanda asegura plena libertad de acción a los espíritus comunicantes por in­termedio de sus caballos, los que se hayan protegidos por la autoridad defensiva de los negros y mestizos, encargados de alejar a las entidades mal intencionadas. El terreiro, en reali­dad, quiere decir la "macumba" del negro y la "choza" para el salvaje, en donde pueden dar rienda suelta a sus alegrías, mantener sus tradiciones primitivas, creencias religiosas y ma­nifestaciones, afines a su idiosincrasia. Como es natural, un indio ha de sentirse mucho más cómodo, sentado en el mo­desto banquito de madera de un hogar pobre, que ocupando un finísimo sillón de un lujoso palacio.

Pregunta: ¿No os parece poco aconsejable, ese tipo de entrenamiento con los espíritus inferiores, como sucede con los trabajos efectuados en los terreiros, cuyo peligro tanto advirtió Kardec en sus obras doctrinarias?

Ramatís: Si los espíritus de los africanos, negros, mulatos e indios son primitivos e inferiores, ¿es una razón valedera para que evitemos cualquier relación espiritual con ellos? Sien­do así, ¿por qué no averiguamos nuestro grado de inferioridad respecto a la categoría sublime de los espíritus mentores, que no temen tomar contacto espiritual con nosotros?

Por nuestra parte, sabemos que Jesús no tuvo ningún te­mor para renacer en la tierra y convivir en medio de los terrí­colas inferiores, que devoraban vísceras sangrientas y bebían sangre en forma de chorizos, adoraban ídolos y los festejaban con sacrificios humanos, prostituían a las hijas del prójimo, robaban los bienes ajenos, traicionaban a sus amigos sinceros, masacraban a los más débiles, que promovían marchas guerre­ras y caminaban seguros hacia la muerte, cuya finalidad era defender pedazos de trapos en colores, o se erigían en jefes políticos explotando a los más tontos.

Evidentemente, que no debemos temer las relaciones in­feriores con el mundo oculto, y menos aún si nos creemos tener la misma cualidad espiritual, puesto que de acuerdo a la ley, de los "semejantes atraen a los semejantes", nosotros seremos debidamente correspondidos.

Pregunta: ¿Entonces, estamos equivocados cuando men­cionamos las prácticas que hemos visto en la Umbanda, y que a nosotros nos parecen ridículas, repulsivas y hasta supersti­ciosas?

Ramatís: La Umbanda es un terreno sumamente fértil donde la siembra libre permite germinar todo tipo de simiente. No hay dudas, que las primeras flores que se abrieron, conte­nían algunos insectos dañinos y los primeros frutos generados demostraban decaimiento a causa de la avidez vampírica de algunos parásitos. Sin embargo, el terreno es propicio y be­neficioso y robustecido por la avanzada intuición de la raza negra, la que sólo reclama buen trato, experimentaciones sanas y la separación del yuyo del trigo por parte de los labradores inteligentes y criteriosos. De ahí, entonces, que la naranja sal­vaje puede transformarse en fruto sazonado y la rosa silvestre en una bella flor civilizada. Todo depende de la paciencia, devoción, renuncia, generosidad y servicio heroico bajo la égida del Cristo.

Además, la Umbanda es un denominador kármico de re­ajuste espiritual o el camino de corrección para muchos blan­cos, que se encuentran endeudados desde hace siglos con los negros y salvajes.



Pregunta: ¿No podéis explicar mejor ese asunto?

Ramatís: El astral que rodea al Brasil está poblado de salvajes y negros, que desencarnaron bajo regímenes de explo­tación y sufrimientos desde los primeros tiempos de la forma­ción colonial; sus almas aun se hayan entontecidas en ese mundo espiritual. Por esa causa se mueven en sus respectivos planos, adjunto a la superficie de la tierra, promoviendo conflictos be­licosos y apegados a los cultos fetichistas y primitivos, y es tal su estado espiritual, que confunden la vida espiritual con la encarnada.

Al comienzo del año 1531, las carabelas de Martín Alfonso de Sousa traían esclavos para Bahía, oriundos de Mozambique, S. Tomé, Angola, Bangala, de la Costa de Mina, del Congo y otras regiones africanas. Conforme a las estadísticas oficiales, dos siglos después existía en Brasil, cerca de dos millones de esclavos. Aunque la inmigración de millones de africanos hacia Brasil y otros países, obedeció a los imperativos de la Ley Kármica de reajuste para innumerables entidades fracasadas en la civilización, debemos recordar lo que Jesús advirtió: "¡El escándalo es necesario, pero ay de aquel que lo provoque!"

En consecuencia, la culpa de esa carga espiritual primi­tiva, rebelde y desagradable, adherida al astral brasileño, le cabe a los blancos, que siendo señores de las haciendas, capi­tanes de navíos negreros, comerciantes de esclavos y salvajes indomables, fueron a cazar a los negros africanos en su mo­rada natural.

Después les dividieron las familias, los vendieron como si fueran ganado, les marcaron el sello del cautiverio y los explotaron como materia prima viva hasta la última gota de sudor, bajo el látigo correctivo. Muchos de esos blancos, com­prometidos por la esclavitud infamante en Brasil, hoy participan de los trabajos espiritistas, rosacruces, esotéricos, teosóficos y algunos son Umbandistas, pretendiendo aun expulsar a los ne­gros y salvajes, condenándolos por su lenguaje truncado, con­diciones primitivas e infantilismo espiritual.

Malgrado el haber cometido actos tan repudiables delante de la Ley Espiritual, creen que podrán liberarse holgadamente de sus víctimas del pasado, por el solo hecho de ignorarlas o evitarlas simplemente. Los blancos más presuntuosos, exigen que los salvajes, que otrora fueron castigados y masacrados en sus tierras, se limpien los pies en el felpudo de las "puertas civilizadas" y dejen sus arcos y flechas, como todas sus indu­mentarias primitivas. Aun más, dejen de pronunciar su len­guaje entrecortado y 'hablen derecho", totalmente liberados de sus creencias y supersticiones, propias de su naturaleza prima­ria, la cual fue violentada por el tráfico infamante de la es­clavitud.

Pero, como la Ley Espiritual no se condiciona a los ca­prichos humanos, y el Padre no pretende perder una sola de sus ovejas, la Umbanda significa el bendecido camino, para que muchos blancos compensen sus deudas del pasado, en un contacto afectivo y respetuoso con sus propias víctimas de antes. Cuantas veces se ve al señor dueño de la hacienda, al capitán del navio negrero, al capataz endurecido o comerciante de car­ne negra en el pasado, moviéndose en la actualidad por los terreiros con la pipa entre los labios y bebiendo cachaza, a la vez que transmite a los hijos de la Umbanda recomendacio­nes amorosas, seres éstos, que en otras encarnaciones explotaron vilmente su condición humana.

He ahí el motivo del por qué la Umbanda evoluciona y converge hacia una estructura de avanzada doctrina, capaz de satisfacer el sentimiento intuitivo y religioso de los brasileños, a pesar de las confusiones, disensiones, prácticas fetichistas y actividades mercenarias de ciertos adeptos inescrupulosos.


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