LOS LÍDERES EUROPEOS APRUE-
BAN LA CONSTITUCIÓN.
La presidencia irlandesa logra un texto de consenso so
bre el reparto de poder en los 25, el más complejo y farrago-
so de la Historia de la UE.
“Yo no soy capaz de llevar esto a un referéndum” (Primer Ministro de Luxemburgo) “Le deseo suerte al que tenga que hacerlo”. Para España, la solución, que entrará en vigor en 2009, es positiva: se acerca mucho a lo que exigía José Luis Rodríguez Zapatero.
La base del sistema es la doble mayoría de Estados y población. Una decisión en el Consejo de la UE será válida cuando sea aprobada por una mayoría de Estados (55%) que represente al menos al 65% de la población.
¿Porqué 55% y 65%?
Para combinar intereses y opciones de bloqueo de unos y otros. Es solo el principio del enredo.
Con la combinación 55-65 sólo tres grandes reúnen una población adecua-
da, (más del 35%) para bloquear cualquier acuerdo.
Para evitarlo, una cláusula añadida: el mínimo de países para bloquear será de cuatro.
Segunda: Coalición mínima de 15 países para poder aprobar.
Tercera: Las abstenciones no serán tenidas en cuenta al contabilizar Estados y población.
Cuarta: Cuando la propuesta que analice el Consejo nmo provenga de la Comisión o del Ministro europeo de Exteriores, la mayoría cualificada será el 72% de los Estados que representen al menos el 65% de la población.
Quinta: Si una coalición de países que rechace un acuerdo suma más del 30% de la población de la UE, o está compuesta por del 40% de los Estados miembros, el Consejo hará todo lo que esté en su mano para conseguir un arreglo antes de votar.
Este apartado (cláusula Ioannina, se denomina) se introdujo para que Polonia aceptara la fórmula global.
Sexta: En reuniones del Consejo en la que no todos los Estados tienen dere
cho a voto (en los de Ministros de la zona euro, por ejemplo), las combina-
ciones 55-65 y 72-65 serán adaptadas y la minoría de bloqueo matemática por países tendrá que sumar una unidad.
Al margen de las complejida-
des, la fórmula supone para España mucho más poder que
el otorgado en el proyecto constitucional. Al elevar el porcentaje de población al 65%, España tendrás muchas más opciones de bloquear decisiones en áreas claves como la agricultura con sus socios tradicionales en ese terreno. Zapatero insistió en llegar al 66,6% (dos tercios de la población) pero tuvo que ceder ese 1,6% para no impe-
pedir el pacto final que, como siempre sucede en la UE, no es satisfactorio para nadie porque todos ceden algo. Como había exigido Zapatero, el número mínimo de países para bloque-
ar será de cuatro, una cláusula que aproxima el peso de España al de Francia, Italia y Reino Unido.
Sin esos tres juntos podían bloquear (dos de ellos con España, no), igual que cualqui-
er combinación de ellos con Alemania.
Es éste el país más beneficia-
do con el sistema de doble mayoría, porque, por vez pri-
mera en la historia de la UE que se creó sobre la paridad de poder entre Alemania y Francia, Berlín tendrá ahora más poder que París y que ningún otro gracias a su diferencia de población, el factor que da ahora más peso a los grandes.
En el Parlamento Europea, el pacto final abra claras opcio-
nes a España para recuperar entre cuatro y cinco escaños de los 14 que perdió en Niza. Habrá un total de 750 escaños en la Cámara con dos reglas de principio:
6 escaños al menos para los países más pequeños (uno más que en el proyecto) y 96 como máximo (Alemania tiene 99 y cede 3).
La compensación para los pequeños es doble con más opciones de bloqueo al aumen-
tar a 55% el porcentaje de Es-
tados y reciben la garantía de que habrá un Comisario por país hasta 2014.
19.6.04
EUROPA, CONSTITUÍDA.
La Unión Europea dio ayer un paso histórico al aprobar su primera Constitución. Bien es verdad que no se trata de una Constitución propiamente dicha, que la UE no es un Estado y que
aún falta la ratificación unánime de los 25 países firmantes, algo que ahora mismo ni siquiera parece probable. Con todo, la Cumbre de ayer se inscri-
be en la historia. Es la culminación, no ya de dos años y medio de negociacio-
nes, sino de una revolución que comenzó en 1950 con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Ni los más optimistas podían entonces imaginar que 54 años después Europa estaría unida, al menos entre estos 25 – que pronto serán 28 con Bulgaria, Rumanía y la última candidata Croa-
cia -, con una moneda común que se ha afianzado y habiendo relegado al cajón de la historia la guerra entre las grandes potencias europeas.
El nuevo reparto de votos en el Consejo era el tema más espinoso, pues tocaba al meollo del poder. La solución ha sido sensata y plenamente satisfactoria para España. La doble mayoría de Estados y ciudadanos re-
fleja la doble legitimidad de ésta Unión. Los porcentajes acordados (55% de Estados y 65% de población) son más que aceptables, especialmente acom-
pañados de la garantía de que cualqui-
er minoría de bloqueo deberá reunir al menos a cuatro Estados, lo que evita un peso franco-alemán excesivo o un directorio Londres-París-Berlín.
Resulta, sin embargo, preocupante el constante desplazamiento del poder institucional del Comisión Europa hacia el Consejo de Ministros. Con un Comisario por Estado, la Comisión es demasiado amplia e intergubernamen-
tal y puede acabar siendo meramente la intendencia del Consejo.
Es lamentable cómo se ha erosionado su poder de control del Pacto de Estabilidad que subyace a la unión monetaria.
Excesivamente larga, fragosa y compleja.
Esta Constitución no indica un
camino claro para Europa.
Pero proporciona un bagaje jurídico en el que todos los ciudadanos y todos los Esta-
dos, pequeños, medianos y grandes, deberían sentirse có-
modos. (Editorial de EL PAÍS).
27.0.04
Ante el proceso de aprobación de la Constitución.
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