El grano de arroz
Si había un discípulo que realmente era un holgazán recalcitrante, ése era él. Se limitaba a escuchar las enseñanzas espirituales de su mentor, pero nunca las llevaba a la práctica. Era sumamente perezoso. Una cosa era escuchar, pero otra, era practicar. Prefería dejarse arrastrar por la pereza, aunque él mismo se percataba de que cada día estaba más distante de la armonía y de la paz interior. Entonces decidió ir a hablar con el maestro al respecto.
-Eres muy buen mentor -dijo con un toque de ironía e incredulidad-, pero el caso es que no avanzo gran cosa en la senda hacia la perfecta serenidad.
-Yo te daré el remedio -repuso el maestro-, mas antes quiero que entierres este grano de arroz que te doy y cuando germine y brote, te explicaré el porqué de tu demora.
El discípulo plantó el grano de arroz. Transcurrió el tiempo. A una estación seguía la otra y así sucesivamente, pero el grano de arroz no brotaba y el discípulo había comenzado a desesperarse. Desolado, acudió a hablar con su maestro y le dijo:
-No lo puedo entender. Ha pasado mucho tiempo y el grano de arroz no brota.
-¿Y no sabes por qué? -preguntó el mentor.
-Pues no.
-Simplemente, porque se trataba de un grano cocido. No puede brotar, como tú no puedes avanzar hacia la paz interior si no haces ningún esfuerzo ni sigues ninguna práctica.
Comentario
Es frecuente sentir el esfuerzo como algo provocativo o coercitivo. En la denominada «era cibernética», se llega a suponer que siempre hay alguien que puede hacer el esfuerzo por nosotros. Pero nadie puede conocerse, mejorarse y liberarse por nosotros. No hay dinero que pueda pagado, al menos hoy por hoy. Sin embargo, se desplaza la responsabilidad del bienestar a otras personas: al terapeuta, al mentor, al gurú, al sacerdote o al brujo. El caso es no responsabilizarse del propio mejoramiento humano. Hay un adagio que reza: «De tener que quedarte en una cárcel, más vale la propia que la de otro». A veces se crean dependencias mórbidas de supuestos maestros que lo único que hacen es exigir obediencia ciega y abyecta al discípulo y debilitado emocionalmente. Un diezmo demasiado alto a pagar por no querer asumir la propia responsabilidad y el esfuerzo necesario para conocerse a uno mismo. Un esfuerzo correcto y sabiamente aplicado; no un esfuerzo desmedido y compulsivo.
El esfuerzo es necesario para cualquier ejercitación; la disciplina es inevitable hasta para cultivar una planta. Esfuerzo y disciplina deben asumirse libre y conscientemente. El esfuerzo es energía canalizada hacia un logro que exige una ejercitación. Aprendemos a caminar y a hablar; luego aprenderemos a conocemos. Sin esfuerzo no hay avance interior; sin esfuerzo nadie puede poner en marcha todos sus recursos internos y mejorar su mente y sus emociones. Cierto es que cuanto más firme sea la motivación, más fácilmente devendrá el esfuerzo y más se prosperará en la disciplina llevada a cabo. También se debe hacer un esfuerzo para ir ganando el sosiego interno: hay muchas actitudes y enfoques que cambiar, rasgos mentales y psíquicos que modificar, conductas que desmantelar y otras que estimular. Se requiere un esfuerzo notable para mutar los modelos de conducta mental que engendran desdicha.
Con su carácter eminentemente pragmático, Buda hacía referencia a cuatro esfuerzos, que resultan muy importantes para cambiar las psiquis, purificar la mente y seguir la senda del noble arte de vivir. Estos cuatro esfuerzos conducen al equilibrio de la mente y el sosiego del espíritu. Se conocen como el esfuerzo por impedir, el esfuerzo por alejar, el esfuerzo por cultivar y el esfuerzo por fomentar. Son de una extraordinaria eficacia y deben aplicarse con tesón y asiduidad, para así cambiar los hábitos negativos de la mente y promover los positivos.
El esfuerzo por impedir consiste en esforzamos por impedir que se produzcan en la mente estados insanos y perniciosos (odio, avidez, rencor, celos, envidia y tantos otros) que no se habían originado previamente, para lo cual es preciso desplegar energía e inquebrantable firmeza.
El esfuerzo por alejar es el que se desarrolla para ahuyentar los estados insanos y perniciosos ya surgidos, poniendo especial empeño en desalojados de la mente.
El esfuerzo por cultivar es el que se despliega para generar en la mente estados provechosos y beneficiosos que antes no habían brotado en la misma, tales como generosidad, amor, compasión, benevolencia, sosiego, contento, ecuanimidad y otros, muchos de ellos importantísimos factores de liberación mental y autorrealización.
El esfuerzo por fomentar es el que se lleva a cabo para afirmar e intensificar los estados sanos y beneficiosos que ya están en la mente, desarrollándolos tanto como se pueda.
Urge un cambio de mentalidad en el ser humano pero nadie puede realizado por otro y nadie puede obtenerlo sin esfuerzo y disciplina. El método, cualquiera que sea, es realmente imprescindible. Jesús exhorta al esfuerzo para rectificar y cambiar actitudes y procederes. Sólo a través del esfuerzo se va consiguiendo el denominado «esfuerzo sin esfuerzo» o «esfuerzo natural», del mismo modo, como nos dicen los sabios chinos, que por «lo intencionado se llega a lo inintencionado». En el Yoga-Vasistha se declara: «Siempre que alguien haga algo, de no ir acompañado de la práctica, no tendrá éxito».
Y en este punto podemos volver a preguntamos: ¿Puede uno ejercitarse para conseguir paz interior? ¿Se puede conquistar la serenidad a través del esfuerzo bien aplicado? Efectivamente, es una disciplina, y con el esfuerzo sabiamente aplicado iremos logrando:
-Obtener la visión correcta, que nos permitirá conceder importancia y prioridad a lo que la tiene y no a lo vano, trivial o insustancial.
-Modificar los modelos de conducta mental que producen desdicha y desasosiego.
-Mejorar las relaciones con nosotros mismos y con los demás, evitando conflictos dolorosos y desgarradores.
-Seguir un método o disciplina para el mejoramiento interior.
-Ir superando las emociones insanas y fomentando las laudables y provechosas.
-Aprender a enfocar la mente en la realidad presente, liberándola de las cadenas del pasado y del futuro.
-Dominar o por lo menos aprender a frenar el pensamiento neurótico y que tanta angustia es capaz de provocar.
-Purificar el subconsciente y reorganizar la psiquis en un estadio de armonía.
Siempre es conveniente relacionamos con personas bondadosas y amables, entrar en contacto tanto como podamos con la naturaleza, cultivar lecturas que nos inspiren e inviten al sosiego interior y practicar asiduamente la meditación para poder descubrir nuestra dimensión interior y sustraemos a las influencias nocivas del entorno.
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