Pregunta: A pesar de la diferencia de graduación espiritual entre los que forman la familia ¿no debería existir paz y comprensión entre todos, por fuerza del origen ancestral biológico?
Ramatís: Las lamparillas eléctricas, aunque son del mismo tamaño, pueden variar la capacidad de resistir la corriente de la usina, como así también proporcionar mayor o menor luz al ambiente. Normalmente, los miembros de la familia terrícola provienen del mismo linaje ancestral y biológico y se vinculan por los intereses que los torna afines en conjunto y se diferencian frontalmente en cuanto a la capacidad espiritual en el intercambio doméstico. Son seres modelados bajo la misma plastia carnal, pero varían en su contenido espiritual, pues además de las diferencias individuales de razón y sentimientos, prevalece personalmente la condición de amigos o enemigos, verdugos o víctimas, de vidas anteriores.
La familia en su convención carnal reúne a los espíritus adversarios imantados por el odio o a los amigos, que son atraídos por el amor establecido anteriormente. Unos vibran por la venganza, aún latente en lo íntimo de su psiquismo intolerante; otros, viven bajo los estímulos amorosos y fraternos de muy lejana amistad. En el desarrollo de la vida hogareña, desde las etapas de niños, jóvenes, hombres y ancianos, los espíritus encarnados experimentan sus deseos y ambiciones personales. Y la tempestad humana sólo es tolerada cuando alguien de la familia renuncia por el conocimiento superior, siendo el ejemplo de lo que puede la tolerancia fraterna. De ahí las escenas trágicas y comunes entre los miembros de una misma familia, cuyos hechos desairosos son más frecuentes en los hogares primarios, donde el odio y la frustración están grabados en la memoria periespiritual del pasado, y estallan con tal violencia y desamor, que se transforman en hechos desagradables.
Por eso, la familia humana significa la "tregua" entre luchas odiosas y espíritus adversos. El vínculo consanguíneo es un recurso capaz de contemporizar el entrechoque de los espíritus en falta y que se atenúa por fuerza de la sobrevivencia carnal, bajo el mismo ascendiente biológico. Evidentemente, que son raros los hogares terrícolas que manifiestan un ambiente agradable y provechoso, digno de almas educadas, corteses y de buena voluntad.
Es casi normal ver al jefe de la familia con su rostro lleno de amargura, trayendo al hogar sus problemas del trabajo; la esposa, se queja por no poder satisfacer sus ambiciones respecto a la moda vigente; acullá, los hijos prejuiciosos preocupan a sus padres, acusando a los profesores de tener parcialidad en el trato con los alumnos de su aula, las jóvenes traen aparejado el problema de no poder alcanzar el noviazgo formal, porque el pretendiente es un delincuente o marginado social. Los problemas abundan en el seno de la familia; por allí aparece el pariente que viene a plantear el caso de la deuda, garantizada por la firma del cuñado, o que sus hijos, apenas en edad escolar, ya se sienten atraídos por el ambiente social y desean vivir sofisticados y sienten antipatía por la vida casera y modesta del hogar. Que su esposa llora continuamente por no poder actualizar su "toilette" fuera de moda o por la falta de joyas. Los conflictos y las insatisfacciones domésticas aumentan bajo el reinado despótico de los nietos, especie de reyecitos sin corona, cuya ridícula dictadura en el ambiente de la familia es apoyada por el excesivo sentimentalismo de los abuelos.
En general, la mesa de los hogares es la arena en donde se debaten los neurálgicos problemas, por veces, tontos o trágicos de la familia. Nos recuerda a la pequeña plaza de guerra, en donde los adversarios espirituales del pasado plantean sus inconformidades e inconveniencias del mundo, en la sagrada hora de la alimentación. Se altera el metabolismo digestivo por los choques psicosomáticos de los miembros de la familia, que mastican porciones de alimentos bajo mutuas y airadas quejas. En consecuencia, proliferan las enfermedades encuadradas en la terminología médica de las úlceras, choques anafilácticos, perturbaciones hepáticas, deficiencias pancreáticas, vesículas afectadas, palpitaciones cardíacas, colitis y espasmos intestinales. Desgraciadamente, todo es muy común, porque el hogar terreno es el techo que ampara a verdugos y víctimas, amigos y enemigos del pasado, convocados bajo el mismo vestido carnal a fin de saldar las deudas de otrora.
Los miembros de la familia terrena ignoran su responsabilidad espiritual del pasado, por cuyo motivo sacrifican la función educativa y contemporizadora del hogar. Intolerantes, vengativos y faltos de piedad, discuten por las cosas más fútiles y pelean esposos y esposas, por la supremacía doméstica. Los jóvenes, convencidos de su sabiduría, jamás aceptan el consejo experimentado de los "viejos" y los conflictos se agudizan aún más, por el apoyo que prestan otros familiares con sus puntos de vista.
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