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Álvaro Cuadra / Agencia Latinoamericana de Información

info@alainet.org


La reciente operación llevada a cabo por el gobierno estadunidense en las cercanías de Islamabad para capturar a Osama Bin Laden resulta ser un hecho paradigmático sobre el estatuto de la noticia en los medios internacionales. El desplazamiento de una estructura comunicacional “Broadcast”, centralizada, a la modalidad “Podcast”, tejido reticular planetario, es característica de esta era de Hiperindustria Cultural. Una vez producida la operación de los comandos Seal y anunciada la muerte de Bin Laden comienzan a surgir por la red una serie de “hipótesis alternativas” a la “versión oficial”. El efecto se multiplica en la medida que las autoridades de Washington se niegan a entregar fotografías del extinto líder de Al Qaeda.

Es claro que una operación de estas características se inscribe en el opaco mundo de los servicios de inteligencia y de los comandos especializados. Esto quiere decir que cualquiera sea la verdad de los hechos, es virtualmente imposible aproximarnos ni remotamente a lo cierto. Cada imagen, cada palabra, cada información “filtrada” a los medios corresponde a una jugada calculada de antemano, un juego de mentiras verdaderas y verdades mentirosas que se escenifica en los medios de comunicación del mundo entero. En pocas palabras, en toda guerra lo primero que muere es la verdad y la muerte de Bin Laden es solo un capítulo más de una guerra que comenzó apenas terminada la Guerra fría.

Un hecho noticioso del que se poseen escasos antecedentes –como es el caso– da origen a una serie de noticias, próximas o alejadas, de la versión oficial. Esto origina una serie de hipótesis que recaen sobre el hecho mismo. No olvidemos que dado el avance tecnológico actual, el “documento” ya no es garantía referencial: Todo es susceptible de ser falsificado. La pavorosa conclusión es que todo hecho noticioso puede ser objeto de un “montaje”. Por lo tanto, podemos barajar a lo menos tres grandes hipótesis en torno a la operación que culminó con la muerte de Bin Laden:

Versión oficial. Osama Bin Laden fue considerado aliado de Estados Unidos mientras la ex Unión Soviética ocupaba Afganistán. Más tarde, este “amigo” prosiguió su lucha junto al gobierno de los talibanes contra sus antiguos aliados, convirtiéndose en un peligroso “terrorista”. Tras la caída de las Torres Gemelas su nombre recorrió el mundo y el gobierno norteamericano lo declaró enemigo número uno, poniéndole precio a su cabeza, vivo o muerto. Tras una década de búsqueda, las agencias de inteligencia dieron con su paradero y lo ultimaron. Luego tiraron su cuerpo al mar. No se quiere publicar fotografías del cadáver para no convertirlas en un trofeo mediático al servicio de la contra propaganda.

Hipótesis conspirativa blanda. Si bien Osama Bin Laden era considerado un peligroso enemigo de los intereses estadunidenses, las agencias especializadas –que lo vigilaban desde agosto pasado– lo querían vivo. La razón es evidente, en su calidad de líder, Bin Laden era una fuente de información insustituible para la desarticulación de su red mundial. Así, entonces, nada tiene de raro que no se quiera publicar fotos de su cuerpo, aunque se insista en su muerte. Su futuro, en un algún lugar desconocido, no es otro que el de estar muerto para el mundo, aunque sus días transcurran en un infinito interrogatorio, sometido a drogas duras, técnicas psiquiátricas y otras.

Hipótesis conspirativa dura. La hipótesis más radical sostiene que Osama Bin Laden es y ha sido siempre un hombre de Washington y que el mismo 11-S fue un montaje del gobierno Bush para justificar invasiones en el Golfo Pérsico y la expansión de gastos militares frente a una población sumida en el terror. De este modo, la política internacional de Estados Unidos reclama su legitimidad en una bien planificada “performance” que marca su historia hasta el presente.

Más allá de las hipótesis que circulan por la red en sus más diversas variantes, lo interesante es destacar que en el mundo Podcast, “la noticia” ha dejado de ser un discurso estable, un verosímil afincado en la referencia. Más bien estamos ante una desestabilización global del sistema informativo mundial en que cada “noticia” da origen a discursos alternativos que la desmienten o, por lo menos, la relativizan. De suerte que, cuando el “documento” pierde su espesor informativo-referencial surge un mundo en que lo único posible es el imperio de las mentiras verdaderas.

Bin Laden y la reelección de Obama


Salvador González Briceño

maniobrasdelpoder@gmail.com


Al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, mientras hacía el anuncio a los medios de comunicación se le veía satisfecho. Al fin tenía entre manos una buena noticia que darle a sus electores y al mundo, algo que desde hace algunos meses no puede. Se trata de la confirmación de la muerte del líder de la organización terrorista Al Qaeda más buscado por los servicios de inteligencia gringos, Osama bin Laden, señalado como el principal orquestador de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York aquel fatídico 11 de septiembre de 2001, ¡hace 10 años!

Golpe de suerte –chiripa, o no–, el caso es que la caza de Bin Laden vino a otorgarle un poco de aire a su desinflada campaña electoral por la continuidad presidencial para un periodo de cuatro años más, que no despega y tampoco mira el campo libre, porque ni tiene mucho que ofrecer desde que ha perdido terreno frente a la derecha del Tea Party –Partido del Té–, y su representación republicana que opera como bajo el esquema de gobierno del clan de los Bush.

Obama gobierna sin resultados propios, ni en materia de economía ni de política local e internacional (las rebatingas internas, por ejemplo, lo obligaron a mostrar su acta de nacimiento por presiones del posible contrincante Donald Trump); con un fuerte déficit público –hace semanas se andaba quedando sin presupuesto–, una economía deprimida, una política social en entredicho, tres guerras en marcha contra sendos países –en Irak, Afganistán y ahora en Libia– y un equipo diplomático en total descrédito por el papel de espionaje que juega, conforme a las revelaciones del portal Wikileaks de Julian Assange.

Animado dijo: “Estados Unidos realizó una operación en la que fue abatido Osama bin Laden…, un pequeño grupo de estadunidenses condujo el operativo con coraje y extraordinaria capacidad. Ningún estadunidense fue herido y se tuvo la precaución de evitar víctimas civiles”. Y agregó en seguida: “Luego de un tiroteo ultimaron a Osama bin Laden, y tomaron su cuerpo en custodia (…), se ha hecho justicia”. Porque Bin Laden fue señalado como el responsable de los atentados del 11/S y las tres mil víctimas a la caída de las Torres. Por lo mismo, Obama celebró junto al presidente pakistaní, Asif Alí Zardari, el “día bueno e histórico para nuestras naciones. El logro más importante hasta la fecha” contra la red terrorista, en una “guerra que no es contra el Islam”. Pero siguió bajo los lineamientos del Pentágono establecidos por los halcones de Bush Jr.

Dentro de poco, con este anuncio de la muerte del líder de la organización Al Qaeda ocurrida en Abbottabad –a 60 kilómetros al norte de Islamabad–, el presidente estadunidense esperará elevar sus preferencias entre el electorado, sin mayores promesas porque tampoco las tiene o si las hace no tendría esperanzas de convertirlas en logros para una administración que está resultando más bien a todas luces gris.

Pero el pasado se impone. Y Obama, como todos los políticos del mundo, esperan que la memoria histórica popular sea hecha añicos en todo momento para que juzgue la noticia como se le brinda de botepronto, así sea por la cadena CNN. Porque más allá de haberse convertido en “el enemigo público número uno” tras el 11/S, no se olvida que durante la Guerra fría Osama fue un colaborador estrecho de la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, tras la invasión soviética a Afganistán en 1979 como organizador del mantenimiento logístico de los mujaidines afganos, que tanto elogiaran los políticos gringos y hasta explotara Hollywood con la película de Sylvester Stallone, en Rambo III.

La CIA le pagó a Bin Laden por esos servicios. El nexo: Osama era cuñado de Khalid Bin Mafhouz, el entonces director del BCCI, banco de la CIA. Sin embargo, tras la primera invasión de EU a Irak, en 1991, Laden declaró la yijad (guerra santa) a Estados Unidos por ocupar territorio saudí para dirigir desde ahí la guerra contra Saddam Hussein. El derribo de tres helicópteros de EU en Somalia con saldo de 18 muertos, en octubre de 1993 fue un atentado achacado a Al Qaeda. En 1998, contra las embajadas de EU en Kenia y Tanzania. Igual que el 11/S en 2001 y otros más: 11/3/2004 en Madrid, 7/7/2005 en el metro y autobús de Londres.

Más allá de la suspicacia del autoatentado del 11/S en Nueva York, los hechos hablan por sí. 1) El ataque a las Torres Gemelas ocurrió cuando Bush Jr. tenía el nivel más bajo de aprobación porque se había declarado ganador con las elecciones de Florida, un estado gobernado por su hermano Jeb. 2) La tesis de la privatización de las Torres también campea, porque habían sido públicas. 3) Apoderarse del oro que estaba en los sótanos del WTC. 4) Desaparecer los archivos de la General Accounting Office (GAO) sobre los Bush. Y, 5) ¿También para tapar el hoyo que significó Enron?, cuando la Torre 7 se cae unas horas (5:30 PM) después sin impacto alguno, salvo dos pequeños incendios. El 11/S resultó, al parecer, un tiro de muchas bandas.

Una cola de tamaña conspiración orquestada por los llamados neocon, parece que está alcanzando ahora a Barack Obama, se lo proponga o no. De ahí su satisfacción por la caza de Bin Laden, un cadáver que se apresuraron a lanzar al mar desde la plataforma de un portaaviones, por el temor a represalias.

Pero con todo y no todo el mundo se mastique las mentiras de EU, y más allá de que Bin Laden haya sido calificado como enemigo público número uno tras los atentados del 11/S, el caso es que en el ejercicio de la política internacional que coloca por delante los intereses estratégicos –mejor conocidos como de “seguridad nacional”–, EU hace y deshace con “amigos” que luego convierte en “enemigos” por así convenir a sus políticas en el mundo.

Pero Bin Laden no es un muerto más. Por el número de seguidores que consiguió, es verídico el temor de que vuelvan los ataques o atentados contra intereses de EU en el mundo. Pero al parecer eso no le importará a Obama. Porque él quiere conseguir la reelección en 2012 a toda costa. Así sea justificando las guerras como los republicanos o los Bush. No tiene más cartas que las de la guerra que le heredaron los dos gobiernos anteriores. Por eso ordenó el operativo contra el líder de Al Qaeda hace ocho meses.

Presunto cadáver


Raúl Moreno Wonchee

wonchee_r@yahoo.com.mx


Difícil de creer. “Bin Laden ha muerto, dice Obama” tituló con elegante escepticismo The New York Times luego de que el interfecto fue echado al mar no sin antes haberlo sometido a pruebas de identidad atestiguadas por un confiable grupo de agentes de la CIA y oficiales del Pentágono para que nadie en su sano juicio se atreva a cuestionar que el muerto que mató Obama era Osama.

Más vale creerlo que averiguarlo, decían las señoras de mi pueblo para dejar en claro que le tenían tomada la medida al marido embustero. Y si el cuento no fuera tal sino una versión fidedigna de los hechos, Osama no cayó en un enfrentamiento como lo aseguró Obama –quien supuestamente dirigió las acciones desde la Casa Blanca– sino como lo revelaron los jefes del operativo, éste tenía el propósito de matar a Osama a quien encontraron desarmado, capturaron y asesinaron a sangre fría, de lo que podría decirse que más que un crimen fue una estupidez, pues procedía sacarle la sopa y juzgarlo para hacer ejemplar justicia y no cometer una venganza bajuna. Quizá Obama lo quería vivo pero eso era inaceptable para aquellos que desde las cúpulas del poder eran socios de Osama desde hace más de tres décadas y con él planearon y ejecutaron el 11-S donde más que atentados terroristas, hubo una criminal provocación para justificar las guerras en Asia y todo lo demás. ¿Murió Osama? Murió Obama, al menos aquél cuyas promesas de paz, legalidad y respeto lo llevaron a la Casa Blanca. Presunto cadáver, buscará la reelección con el beneplácito de los halcones.




Intervenciones militares, el mismo perro
Marta Gómez Ferrals / Prensa Latina

difusion@cl.prensa-latina.cu


Algunas potencias se arrogan hoy el derecho de realizar intervenciones militares en otras naciones en nombre de una supuesta defensa de los derechos humanos.

No hay tal altruismo, ni tampoco novedad alguna, afirman expertos y ciudadanos conscientes del mundo. Se trata de una modalidad del histórico afán de conquista y colonización de los poderosos.

Guerras de dominación e intervenciones militares signan la evolución de las civilizaciones y culturas desde tiempos remotos, según consta en documentos y crónicas.

Más próximos a nuestra hora, durante el siglo XIX varias potencias coloniales e imperiales europeas mataron el tiempo, entre otras cosas, realizando aventuras interventoras fuera de sus mares.

Francia ocupó Siria en 1860 "para salvar la vida de unos 6 mil cristianos maronitas", masacrados por los drusos.

La entonces llamada Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia realizaron ocupaciones similares en Grecia, Bosnia, Macedonia y Bulgaria, respectivamente, también en el siglo XIX.

Estados Unidos llegó a Cuba, Puerto Rico y Filipinas a fines del citado siglo con las banderas de la guerra e intervención, en la primera en 1898. Nunca quiso irse definitivamente, consecuente con la doctrina de sus próceres, e instauró la modalidad neocolonial, de triste desempeño.

Ya en el siglo XX la misma potencia intervino a sangre y fuego en Honduras, Nicaragua, Panamá, Haití y República Dominicana, bajo diferentes pretextos, que no lograron ocultar sus intenciones injerencistas y de subordinación. Tales intervenciones en Centroamérica y el Caribe empezaron a ocurrir desde principios de esa centuria.

Volvieron con fuerza a la zona a partir de los 60, mediante la invasión mercenaria a Bahía de Cochinos, Cuba (1961), con el fin de derrocar a la Revolución.

Así, los marines hollaron además República Dominicana (1965), invadieron Panamá y declararon una guerra ilegal a Nicaragua en la década de los 80.

El intervencionismo de Estados Unidos en América Latina ha ido más allá de las ocupaciones militares y ha calado hondo en esferas muy amplias de distintas sociedades.

De acuerdo con el estudioso estadunidense Noam Chomsky, Estados Unidos encarna como nadie el ejemplo de nación que irrumpe en el mundo con violencia, rechazando las leyes internacionales y actuando unilateralmente. Nada de esto ha cambiado, sostiene el académico. Según él, los gobernantes de esta nación han respaldado siempre la comisión de atrocidades y crímenes en cualquier lugar del mundo, cada vez que convenga a sus intereses.

Interviene "en defensa de la democracia y los derechos humanos", cuando los dictadores o gobernantes no son de su confianza o la han perdido. Nada ha cambiado, afirma el famoso académico.

El espíritu de la guerra es el mismo espíritu del intervencionismo, parecen reiterarnos también los sucesos desde el pasado.


"Intervenciones humanitarias"
Es evidente que las potencias de Occidente están intentando dar nuevos afeites y hasta algunos cambios técnicos a su habitual modus operandi imperial y colonizador.

Especialistas señalan la década de los 90 del pasado siglo como una etapa en que cobró auge el intervencionismo militar en el mundo, luego de la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética.

La diplomacia de las cañoneras empezó a invocar con mayor frecuencia la defensa de los derechos humanos y la democracia en una época en la cual sus mentores habían declarado el repliegue de las ideologías e incluso el fin de la historia.

Empezó a oírse el asunto de las intervenciones humanitarias, eso sí, siempre llevadas a cabo por las tradicionales grandes potencias capitalistas en países pobres, "inseguros e ingobernables".

Como de costumbre, afirman expertos, utilizaron prolijamente sus poderosos medios de comunicación y potenciaron la órbita de acciones diplomáticas, encaminadas a socavar las leyes internacionales.

También aguzaron las presiones y el manejo de organismos de la ONU, en especial su Consejo de Seguridad, donde han llevado voz cantante.

Hay que reconocer que el término de "intervenciones humanitarias" fue duramente criticado por la comunidad internacional y sufrió un grave descrédito a partir de la injerencia violenta de la OTAN en países africanos como Liberia, Ruanda y Somalia, en los 90.

También, la brutal agresión de la OTAN a Kosovo, en 1999, aumentó la condena mundial contra esta práctica, que lejos de resolver problemas, los agudizaba, como se vio en ese escenario.

De modo que los habituales conquistadores del mundo debían ponerse a tono con las nuevas circunstancias y actualizarse.

Con tales ajetreos al menos consiguieron que en 2005 se aprobara el informe Necesidad de proteger, elaborado por una comisión liderada por Canadá para tratar el tema.

Con ello la ONU aplicó reformas jurídicas, que muchos consideran violatorias de artículos esenciales de la carta fundacional aprobada en San Francisco.

Se acordó, sucintamente, que cada Estado tenía la obligación de proteger a su ciudadanía de la violencia e irrespeto de los derechos humanos, y si no podía o no quería hacerlo, la llamada comunidad internacional tenía el derecho de actuar.

Quedaba muy claro, según analistas, que la actuación de la comunidad internacional debía responder a circunstancias extraordinarias y contar con la autorización del Consejo de Seguridad, luego del agotamiento de otras vías.

Estos cambios, aunque aparentaban seguir dando la razón a la contención, la mesura y la legalidad, ampliaron la brecha del intervencionismo militar, ahora sin el molesto apellido de humanitario.

Sin embargo, no ha dejado de oírse en sordina, sobre las motivaciones generosas y humanistas de los bombarderos y sus aliados.

Según la lógica de esta propaganda, ellos ya no son los mismos –eso es historia pasada– y ya no les interesa para nada controlar el petróleo y otros recursos naturales de otras naciones.

Una característica del nuevo matiz del intervencionismo al estilo de Estados Unidos y la OTAN, es que cada vez actúan en mayor concierto, con la cooperación de varias naciones a la vez, aunque las agresiones siguen respondiendo a un mando único.

El caso de la agresión que ahora mismo está sufriendo el pueblo libio es un ejemplo. Bombardeos, asesinatos, conspiraciones, ataques selectivos y a civiles, se cometen a la vista de todos, mientras se nos dice que se cumple con un mandato de la ONU.

Cada vez se alzan más voces que condenan las extralimitaciones y desafueros cometidos contra el pueblo libio, no contemplados en las acciones previstas en la Resolución 1973 sobre la zona de exclusión aérea.

Un estudio divulgado en 2005 señala que durante la Guerra fría (1946-1989) de los 68 conflictos civiles registrados en el mundo, 41 fueron objeto de intervenciones, 35 de ellos de forma unilateral y nueve multilateral. A partir de esa época, de los 37 casos reportados hasta 2005, se realizaron 26 intervenciones, con mayoría de las efectuadas mediante colaboración internacional.

La moral de los que hoy invocan razones humanitarias para llevar a cabo sus agresiones es frágil y descalificada por su horrible historial, opina Chomsky.

En recientes declaraciones, el autorizado estudioso ha lanzado una inquietante pregunta: Si están tan preocupados por los derechos humanos ¿por qué no han creado una zona de exclusión aérea en Gaza para proteger a la población palestina tantas veces masacrada por Israel?


Bloque geopolítico del Pacífico


Rodolfo Sánchez Mena

sanchezmena@yahoo.com


Se ha constituido el bloque geopolítico del Pacífico, BGP, integrado por los países sudamericanos, Perú, Chile y Colombia; los centroamericanos, Honduras, Costa Rica, Panamá y Guatemala, así como México, por América del Norte, con propósitos de seguridad y libre comercio.

El bloque geopolítico del Pacífico, obviamente, es una inspiración de seguridad nacional del Departamento de Estado y el Pentágono. El diseño geopolítico del BGP, comprende desde Alaska hasta Chile. El objetivo es cercar geopolíticamente a los países integrantes de Unasur, para impedir que sigan avanzando como un área emergente de poder mundial. Y, fundamentalmente, frenar el acceso del BRICS a los recursos estratégicos latinoamericanos.

Argentina, integrante de Unasur, al ser parte de la comunidad de la Cuenca del Pacífico, rompe la estrategia del diseño geopolítico de aislar a Brasil del Pacífico, al tener Unasur su acceso asegurado.

Estados Unidos reporta alta vulnerabilidad, dependencia, de la importación de energéticos, minerales estratégicos, para la industria aeronáutica, las telecomunicaciones y fabricación de transporte moderno, así como la apertura a los productos de fabricación norteamericana y sus servicios, como un medio para recuperar el empleo y salir de la recesión.

El cambio en el modelo de producción de Unasur, ha transformado el sentido del intercambio desigual de materias primas, commodities, para abordarlos desde la perspectiva civilizatoria de la ciencia y tecnología para el desarrollo humano de la región y sus socios estratégicos.

El principal obstáculo al saqueo de los recursos suramericanos, es el modo de producción de Unasur que tiene por objetivo una nueva civilización, basada en principios de igualdad, democracia y solidaridad, y en un estilo alternativo de vida, con nuevos hábitos de consumo en el planeta.

El propósito concreto del proyecto norteamericano de integración del bloque geopolítico del Pacifico, es frenar y romper los ejes de articulación política de la nueva economía suramericana, con las economías más dinámicas, impulsada con el liderazgo de Brasil, Argentina y Venezuela. Así mismo se trata de expulsar a los socios estratégicos de Unasur, las economías más dinámicas capitalistas, China, Rusia, India, a que dejen de invertir y asociarse en proyectos de alimentos, energéticos y materias primas fundamentales.

De manera especial, desarticular las alianzas en materia de política internacional, en temas de interés global para la seguridad mundial, como fue la iniciativa, sorpresiva, de Brasil que incorporó a Turquía en apoyo a la política nuclear de Irán. Y ahora lo están haciendo, contra la intervención militar norteamericana y de la OTAN en los países árabes para apoderarse del petróleo-gas y sus rutas de acceso al mercado europeo.

La estrategia norteamericana de seguridad nacional ha logrado sumar el proyecto de guerra contra las drogas y los migrantes de Centroamérica, que comprende el Plan Colombia y el Plan Mérida, a la nueva modalidad del BGP.

El proyecto civilizatorio del nuevo modo de producción de Unasur y soluciones legislativas como las de Evo en Bolivia y Correa en Ecuador, han impactado en el ánimo de los movimientos campesinos-indígenas en defensa de la cultura y los recursos ancestrales.

La intervención militar de las fuerzas armadas peruanas en apoyo de decretos legislativos del presidente Alan García, que permiten la mercantilización de territorios indígenas y campesinos, para explotación de petróleo, gas y minerales, desembocó en la disolución de una protesta popular pacífica protagonizada por los indígenas amazónicos.

La propuesta de una mesa de negociación con el gobierno, tuvo como respuesta la instauración del estado de emergencia y la intervención de las fuerzas armadas para el desalojo de indígenas que bloqueaban las rutas de acceso a la región de Bagua, el 5 de junio de 2009. Resultado, la muerte de 10 civiles y 24 policías. Investigaciones posteriores, un proceso abierto contra 16 oficiales y dos generales, mostraron el uso arbitrario de la fuerza contra los indígenas que sólo usaron en su defensa lanzas, piedras y palos.

La participación de Perú es considerada clave en la estrategia norteamericana de seguridad nacional, como lo ilustra la intensidad de las operaciones militares norteamericanas en suelo peruano. Está en marcha el proyecto de reincorporar al jefe de inteligencia peruana de Fujimori, Montesinos, y echar a andar la nueva etapa maoísta de Sendero Luminoso.

El incentivo de la permanencia militar norteamericana es la apropiación de la Amazonia peruana para explorar y explotar petróleo-gas, minerales y recursos naturales. Conforme avanzan las inversiones y las utilidades, se duplica la fuerza militar, mas de 40 mil. Realizan ejercicios militares en mar, suelo y ríos; capacitación y entrenamiento antisubversivo e inteligencia con las fuerzas armadas y policiales del Perú, así como reconocimiento de terreno en zonas de alto conflicto social.

Los desplazamientos militares en regiones estratégicas de control de la cuenca amazónica y sus principales ríos afluentes; los principales puertos peruanos Callao, Salaverry, Paita, Chimbote e Ilo, desde donde se embarca el petróleo, gas y minerales que el país exporta. Y en las regiones de alto conflicto social y de protesta, el Valle del rio Apurímac y Ene. La VI Flota de Estados Unidos usa los puertos peruanos como centro operativo en la costa del Pacífico de América del Sur, donde abastece navíos y descansan sus tropas.

El gobierno neoliberal de Alan García en Perú, lejos de encontrar medidas para atenuar el choque de la crisis financiera ha profundizado la ortodoxia del libre mercado, ha ocasionado severas protestas y la demanda de un cambio de gobierno.

Los candidatos pronorteamericanos para suceder a Alan García, han fracasado en la primera vuelta. Sólo queda Keiko Fujimori, para tratar de contener a Ollanta Humala, el candidato popular. De ganar éste, Perú daría un viraje a la estrategia norteamericana y se integraría a Unasur, dejando al derechista gobierno de Chile aislado y obligado a mantenerse dentro de Unasur.

En la misma perspectiva se ubica México, en el último año del gobierno derechista de Calderón, que seguramente al ser relevado por el PRI, no compartirá ser parte del proyecto de agresión militar norteamericano contra los países miembros de Unasur, como se presta, el gobierno de Calderón.


El poder objetivo de Chávez


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