Masarykova univerzita



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ENUNCIADOS FRASEOLÓGICOS
Los enunciados fraseológicos15 forman la tercera esfera de la clasificación de las unidades fraseológicas propuesta por Corpas Pastor. Se habla de aquellas unidades que establecen enunciados completos en sí mismas.16 Constituyen actos de habla y presentan tanto fijación interna como la externa.
CLASIFICACIÓN DE ENUNCIADOS FRASEOLÓGICOS
Dicha autora divide los enunciados fraseológicos en dos grupos:


  • a) paremias,

  • b) fórmulas rutinarias.

Aunque la diferencia entre paremias y fórmulas rutinarias resulta clara y aunque los enunciados fraseológicos forman enunciados completos, hay ciertos casos17 en los que parece bastante problemático distinguir los enunciados fraseológicos de las locuciones, como en los casos: ¡Buenos días! o ¿Quién te ha dado vela en este entierro?




  1. Paremias

Las paremias son enunciados fraseológicos con autonomía textual y significado referencial. Los paremiólogos refiriéndose a este tipo de unidades manejan términos, como: refrán, dicho, frase o eslogan. La DRAE las define con una acepción:


  1. f. Refrán, proverbio, adagio, sentencia.

Las paremias engloban:



  • enunciados de valor específico,

  • citas,

  • refranes.

Enunciados de valor específico

Se trata de aquellas paremias que carecen del valor de verdad general, es decir, no cumplen uno de los criterios básicos18 pero aun así figuran como enunciados fraseológicos textuales. Dentro de este subtipo de las paremias se incluyen eslóganes (políticos) y consignas, como: No pasarán, Haz el amor, no la guerra.


Citas

La característica principal de las citas es su origen conocido.19 En la mayoría de los casos se trata de unidades extraídas de textos escritos (nacionales e internacionales) o fragmentos hablados (tanto por personajes reales como por los ficticios). Por ejemplo: La vida es sueño (P. Calderón de la Barca), Errar es humano, perdonar es divino (Pope, An Essay on Criticism), o Pienso, luego existo (Descartes, El Discurso del Método).


Refranes

Los refranes cumplen todos los cinco criterios de la escala de Arnaud y en contraste con las citas, su origen es desconocido. Aparte del término refrán, se les aplican denominaciones, como: proverbio, máximo, adagio, dicho, aforismo, apotegma o sentencia. Por ejemplo: Ya no hay Pirineos; A falta de pan, buenas son tortas; Algo tendrá el agua cuando la bendicen.




  1. Fórmulas rutinarias

Otro tipo de enunciados fraseológicos lo establecen las fórmulas rutinarias. Al contrario que las paremias, éstas llevan significado de tipo social o expresivo y están determinadas por situaciones y circunstancias concretas. Asimismo, cabe acotar que se trata de expresiones prefabricadas utilizadas en situaciones rutinarias y estereotipadas. Se diferencian dos grupos de fórmulas rutinarias:


  • fórmulas discursivas,

  • fórmulas socio-culturales.



Fórmulas discursivas

Se trata de fórmulas de apertura, por ejemplo: ¿Qué tal?, ¿Puedo ayudarle?, Vamos a ver o al contrario, de fórmulas de cierre, como: Gracias por todo, Ha sido un placer, Cuídate mucho. Este subtipo incluye también fórmulas de transición, como: Para que te enteres o Vamos, digo yo.


Fórmulas socio-culturales

Este término engloba fórmulas expresivas, como: Lo siento mucho, Ya lo creo, Con mucho gusto, Pues claro, ¡Vamos, anda!, luego fórmulas comisivas, como: Te vas a acordar o Se van a enterar, también fórmulas directivas, como: ¿En qué quedamos? o Usted dirá, fórmulas asertivas, como: Que venga Dios y lo vea, ¡No te digo más! y fórmulas rituales, como: ¿Qué te trae por aquí?, Hasta ahora. El último subtipo forman fórmulas misceláneas, por ejemplo: Más claro, agua.

ESPAÑOL DE AMÉRICA
Entre lingüistas, la lengua española hablada en el continente americano se acostumbra denominar el español de América o el español atlántico. Allí se asentó en las tierras hispanoamericanas y fue extendida por la colonización por razones históricas, geográficas y también culturales. Hispanoamérica entonces, a partir de la lengua española peninsular del siglo XVI, empezó a evolucionar con sus nuevas necesidades. Tomando en cuenta la total disparidad y el constante cambio ambiental, típico para las tierras recién descubiertas, se empezaron a notar diferencias entre el español peninsular y el español de América en los planos y subsistemas lingüísticos. A causa de ser el español de América una lengua viva, resultan más evidentes las diferencias en el campo léxico.

La denominación español de América abarca una gran variedad de matices muy distintos y es completamente inconveniente considerar que el español americano sea un bloque idiomático opuesto al español peninsular. Por ejemplo el español de Cuba es diferente al español de Argentina y éste a su vez del de México, Chile y otros países de America latina. La variedad lingüística del español de América se puede observar ya en los principios de la implantación del español en las tierras hispanoamericanas porque no todos los países de este territorio fueron poblados en la misma época histórica.

El poblamiento español empieza en los últimos años del siglo XV después de que Cristóbal Colón descubrió América en el año 1492. Los primeros colonizadores llegan veinte años después: se establece la ciudad de Panamá, comienza la conquista de México y se funda Cartagena. En Ecuador, Perú, Bolivia y Venezuela se establecen las primeras ciudades españolas en los años 1530-1550. Sin embargo, los países como Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile no son colonizados definitivamente hasta el siglo XVII. De allí resulta innegable que el español llevado para las Antillas sea el mismo que el que llevaron los conquistadores y colonizadores un siglo después. Y tampoco se puede hablar del español de América como de un sistema unitario.
Entendemos por español americano una entidad que se puede definir geográfica e históricamente. Es decir, es el conjunto de variedades dialectales del español habladas en América, que comparten una historia común, por tratarse de una lengua trasplantada a partir del proceso de conquista y colonización del territorio americano. Esto no implica desconocer el carácter complejo y variado de este proceso y sus repercusiones lingüísticas, dado que debemos diferenciar las regiones de poblamiento temprano (las Antillas, Panamá y México, por ejemplo) de otras de poblamiento más tardío (Río de la Plata en general y Uruguay en particular); las regiones de poblamiento directo a partir de España, de las de expansión americana, etc. (Fontanella de Weinberg, 1992, p.15, en Lobato, 1994, pp.555−556)
Todo el proceso de la evolución del español de América pasó por tres etapas claramente delimitadas. Primera etapa (siglos XVI-XVIII), segunda etapa (siglo XIX) y tercera etapa (siglo XX). Marías interpreta este proceso como una consecuencia natural: «Cuando una lengua es trasplantada de unas sociedades a otras, cuando es hablada por pueblos distintos, ese temple originario sufre modificaciones e inflexiones que puedan ser profundas y que se orientan en diversas direcciones» (Marías, 1965, p.20, en Buesa Oliver; Enguita Utrilla, 1992, p.13).

Alonso amplía la teoría de Marías y dice: «[...] Ninguna lengua viva y usada por los hombres permanece inalterada a través de los siglos, ni siquiera de los años. Esencial es al lenguaje para vivir el cambiar; el cambiar es constitutivo de su funcionamiento, como instrumento que es a la vez de comunicación social y de expresión individual» (Alonso, 1967, en Lobato, 1994, p.553).

Los elementos principales que influyeron en el español de América son: el español, las lenguas indígenas, las lenguas africanas y las lenguas europeas. La influencia del español es más que obvia, ya que los colonizadores eran de España y estaban en contacto diario con los indígenas que hablaban sus propios idiomas. Poco a poco, el español absorbió las lenguas indígenas minoritarias y convivía solamente junto a las más poderosas. Se trata del Imperio Azteca con su idioma náhuatl y del Imperio Inca con el quechua. La influencia de las lenguas africanas tiene origen en los inicios de la esclavitud cuando, a partir del siglo XVI, los africanos fueron trasladados a América. Y por último, hay que mencionar las migraciones de los europeos, que aumentaron desde el año 1830.

En la actualidad, la lengua española es una de las lenguas con mayor número de hablantes y con una amplia difusión geográfica.20 El español de América es lengua oficial en México (en donde existen 114.975.406 hablantes), Colombia (45.239.079), Argentina (42.192.494), Perú (29.549.517), Venezuela (28.047.938), Chile (17.067.369), Ecuador (15.223.680), Guatemala (14.099.032), Cuba (11.075.244), República Dominicana (10.088.598), Bolivia (10.290.003), Honduras (8.296.693), El Salvador (6.090.646), Paraguay (6.541.591), Nicaragua (5.727.707), Costa Rica (4.636.348), Uruguay (3.316.328), Panamá (3.510.045) y Guinea Ecuatorial (685.991).


La lengua española sigue siendo el sistema lingüístico de comunicación común a veinte naciones, no obstante las particulares diferencias −léxicas, fonéticas y, en menor grado, morfosintácticas− que esmaltan el uso en unas y otras. Diferencias que se producen entre todos esos países, sin permitirnos establecer dos grandes modalidades bien contrastadas −española y americana−, por cuanto que, además, existe mayor afinidad entre algunas modalidades americanas y españolas que entre ciertas modalidades hispanoamericanas entre sí (Lope Blanch, 1989, p.29).

ESPAÑOL DE MÉXICO
Español de México es una de las modalidades del español peninsular de la cual tenemos un conocimiento muy pobre, incompleto y defectuoso. Sin embargo, por su población, México se considera el primer país de lengua española, ya que cuenta con mayor número de hablantes de este idioma. Uno de tres hispanohablantes del mundo entero es mexicano. También, por el número y variedad de los problemas lingüísticos, ofrece un campo muy fértil para las investigaciones filológicas.

Su importancia y cierta diferencia del resto de los países hispanoamericanos se refleja ya en los primeros testimonios del español de América. Dos de las tres primeras noticias se refieren al español de México y son de tono poético de alabanza. La primera noticia del español de los mexicanos fue expresada por el andaluz doctor Juan de Cárdenas y proviene del año 1591.


[…] oiremos al Español nacido en Indias, hablar tan pulido cortesano y curioso, y con tantos preámbulos (de) delicadeza, y estilo retórico, no enseñado ni artificial, sino natural, que parece, ha sido criado toda su vida en corte y en compañía de gente muy hablada y discreta (Guitarte, 1984, p.265, en Quesada Pacheco, 2002, p.16).
La segunda noticia apareció en el año 1604 cuando el escritor español, Bernardo de Balbuena, publicó su poema Grandeza Mexicana en el cual habla del español de México.
Es ciudad de notable policía,

y donde se habla el español lenguaje

más puro y con mayor cortesía.

vestido de un bellísimo ropaje,

que le da propiedad, gracia y agudeza,

en casto, limpio, liso y grave traje (Rosenblat, 1984, p.265, en Quesada Pacheco,

2002, p.16).
Otro aspecto mediante el cual se manifiesta la diferencia del español de México es su incontenible tendencia evolutiva. A pesar de los casos en que, con relación a la norma castellana, se muestra conservador, el español de México siguió su propio camino. Ocurrieron cambios gramaticales, como por ejemplo el uso de las perífrasis del gerundio en el sentido terminativo: voy acabando ya, en vez de decir estoy a punto de acabar; o expresando el valor perfectivo: No lo he visto todavía, voy llegando ahorita, en vez de decir acabo de llegar. También ocurrieron cambios fonéticos, por ejemplo uno de los fenómenos fonéticos bastante distintivos y típicos para el estado de Jalisco es la fuerte nasalización de la -s final de palabra. Para nuestro trabajo tienen importancia los cambios léxicos y semánticos entonces más adelante nos concentraremos solamente en estos dos tipos.
LÉXICO DEL ESPAÑOL DE MÉXICO
Los cambios léxicos que sucedieron con el español peninsular llevado a México están muy estrechamente unidos con el peculiar sustrato indígena. Especialmente náhuatl y maya, dejaron sentir con mayor intensidad su influencia en el vocabulario mexicano y su extensión dependía del tiempo y del lugar. Así, cuanto más temprano fue conquistado un pueblo, tanto mayores fueron las posibilidades de incorporar palabras que se extendieran por el resto del país y todo el continente hispanoamericano.

Para dar una imagen de los indigenismos mexicanos y su reflexión y uso en el español de México contemporáneo, mencionaremos diferentes grupos de palabras indígenas cuyos significados son diferentes a las voces españolas. El español de México consta de muchos nahuatlismos privativos. Éstos, en varios casos coexisten con las voces españolas generales. Así, Lope Blanch (Lope Blanch, 1972, p.26) distingue casos, como por ejemplo: guajolote que alterna con pavo; cuate (amigo, camarada; y gemelo); escuincle y chamaco (niño); mecate (reata, cordel); tatemar y achichinar (chamuscar, tostar, quemar).

Aparte de estos nahuatlismos, existe un grupo de voces nahuas que expresan un matiz especial, distinto del de la voz española concurrente. A este grupo de palabras pertenece por ejemplo: molcajete (mortero de cocina, hecho de piedra); tiangis (mercado indígena, que se celebra al aire libre, por ejemplo, en las calles cerradas, muy común y corriente hasta hoy en día); tlapalería (un tipo especial de ferretería, parecido a las droguerías españolas); ocote (una variedad del pino, muy común en México) o huarache y calce (sandalia).

Para el español de México, también son muy comunes los indigenismos que sustituyen las palabras españolas correspondientes. En varios casos las eliminan completamente. Este grupo forman palabras, como: tecolote (búho), chapulín (saltamontes), atole (papilla), zacate (hierbajo y también estropajo), milpa (maizal), ejotes (judías verdes), jacal (choza) o papalote (cometa, volantín).

El último grupo de indigenismos que mencionaremos lo forman voces indígenas que designan realidades mexicanas muy peculiares. Lo que hace este grupo tan único es el hecho de que estas palabras no tienen su equivalente en el castellano. Y en la mayoría de los casos se refieren a la designación de las realidades relacionadas con fauna o flora. El reino vegetal representan palabras, como: ahuehuete, zapote, mezquite, tehuistle, huizache o tejocote. Todas estas voces indígenas designan árboles típicos de México. Entre los nombres de plantas, frutas y flores pertenecen voces, como: chimalacate, toloache, quelite, epazote, jícama, chayote, cempasúchil o ixtle). Los animales con nombres de origen indígena son: chachalaca, tlaconete, cenzontle, tuza o cacomistle.

Finalmente mencionaremos palabras con el uso casi diario. Se trata de realidades relacionadas con gastronomía y determinados objetos de la cultura mexicana, como: chilaquiles (tortillitas de maíz fritas, bañadas en salsa roja con queso), pozole (cierto tipo de sopa que se prepara cociendo por varias horas, en un caldo condimentado, maíz entero deshollejado y trozos de carne de puerco), totopos (trozos de tortilla fritos y crujientes), tamal (masa de harina de maíz cocida al vapor, rellena de carne o queso), mole (uno de los platillos más representativos del país hecho a base de diferentes chiles, chocolate y carne), pinole (harina de maíz tostada batida en agua hasta hacer unas gachas, se le suele añadir cacao, azúcar y canela), huacal (cesta o jaula formada de varillas de madera, adecuada para ser llevada en la espalda), cacastle (esqueleto de los vertebrados y en especial el del hombre), comal (utensilio de cocina tradicional en forma de sartén hecho de barro sin vidriar, sirve para preparar tortillas, tacos, topopos etc.), chiquihuite (canastas tejidas con palmito o tule), ayate (tela rala de ixtle, que se usa a modo de bolsa para cargar frutos u otros objetos), huipil (blusa o vestido adornado con motivos coloridos, comúnmente bordados, ropa típica de los indígenas) o metate (mortero de piedra tallada, se usa para romper y moler los granos).

La frecuencia de estas palabras hasta hoy en día subraya la importancia y el beneficio de las lenguas prehispánicas que siguen siendo un elemento muy importante en el español mexicano. Por último cabe mencionar que también la lengua española se ha enriquecido con algunos mexicanismos históricos, como: tomate, hule, chocolate, cacao, coyote y petaca.
ANGLICISMOS EN EL ESPAÑOL DE MÉXICO
Al lado de las voces indígenas, aparecen los anglicismos que desempeñan un papel muy importante en el español de México. Se trata de palabras de procedencia en los Estados Unidos de América. Algunas, como por ejemplo: estándar, snob, pedigree, filmar, béisbol, interviú, club, coctel, cheque, yip, líder, sandwich o hall aparecen no solamente en el español mexicano sino en el español de América en general y en el de España también.

Al contrario, cabe aclarar que también existen muchos anglicismos cuyo uso se extendió sobre todo por el territorio mexicano. El habla se dirige hacia las palabras que prevalecen en el español de México y en la mayoría de los casos son desconocidas en España. Se habla de palabras, como: carro21 que alterna con automóvil; overol (overalls); pluma fuente (fountain pen) que alterna con el estilográfico; tanque (tank) con el significado de depósito de gasolina, suéter (sweater), cloch (clutch) que significa embrague de un automóvil, réferi, lonchería (lunch) con el significado de la comida de medio día, clóset (armario empotrado), elevador (elevator) que alterna con el ascensor, emergencia (emergency) cuyo significado en el español peninsular es el servicio de urgencias o sleeping (sleeping bag) que sustituye la palabra castellana saco de dormir.

La influencia de los anglicismos es evidente también en el caso de los verbos españoles, como por ejemplo: checar22 (to check in) cuyo significado en España es verificar o reportarse (to report) en el sentido de informar, dar noticias, personarse. Uno de los anglicismos coloquiales con el uso muy común es el verbo cachar (to catch) en el sentido de ̒ me cachaste ̓ (me has pillado).

FRASEOLOGÍA DEL ESPAÑOL DE MÉXICO


Hablando del español como de un idioma extranjero hay que darse cuenta del hecho de ser este idioma lengua oficial en más de veinte países del mundo.23 Tanto como los países difieren entre sí en cuestiones políticas o económicas, asimismo cambia el español de un país a otro. Hay que destacar la importancia y la gran multiplicidad tanto léxica como fraseológica de cada una de las lenguas funcionales hispanas. Se habla de la fraseología española, ecuatoriana, argentina, chilena, peruana, o en nuestro caso, de la fraseología mexicana.

Es muy conocida la discusión sobre la unidad y la diversidad de la lengua española. Muchos autores, como M. L. Wagner, consideraban que «la relativa variedad léxica y fraseológica caracterizadora de cada una de las distintas hablas familiares de los diversos países hispanohablantes estaba refrenada por la acción niveladora de la lengua culta y escrita y a la vez ampliamente compensada por la básica unidad fonética y gramatical» (Morvay, 1986, p.317).24 Cada país se caracteriza por sus propias expresiones que no son meras variantes de modismos peninsulares. Según Zuluaga, «no se puede considerar como variantes en sentido estricto las comúnmente llamadas variantes regionales (o diatópicas) [...]» (Zuluaga Ospina, 1975, p.240).

Para apoyar la teoría con ejemplos prácticos, Morvay cita dos ejemplos de pseudovariantes: cara o cruz y hacer novillos y los compara con expresiones utilizadas en diferentes países del mundo hispano.25 El primer ejemplo, sobre las dos caras de la moneda: en España se dice cara cruz, en Ecuador sello o cruz, en Chile, Colombia, Panamá y Perú cara o sello, en Costa Rica cara o escudo, en Nicaragua cara o sol, en Cuba escudo o estrella y en México águila o sol. Cabe mencionar a un escritor mexicano, Octavio Paz, quién en su libro dice: «Hoy lucho a solas con una palabra. La que me pertenece, a la que pertenezco: ¿cara o cruz, águila o sol?» (Paz, 1980, p.7, en Morvay, 1986, p.319). Esta cita subraya el hecho de ser la expresión cara y cruz conocida en varios países hispanohablantes.

El segundo ejemplo, sobre los diversos modos de expresar ̒ faltar a la escuela ̓, también varía significantemente en cada uno de los países. En España se dice hacer novillos, aunque también existen expresiones hacer campana, fumarse la clase, saltarse la clase o hacer pellas. Para el español de Argentina y Uruguay es típica la expresión hacerse rabona. En Bolivia se dice chacharse, en Colombia hacer conejo, en Cuba hacerse el barco, hacerse la vaca, hacerse la pera o comerse la guásima. En Chile utilizan la expresión hacer la cimarra, en Ecuador hacerse la pava, en Panamá paviarse, en Perú hacerse la vaca o hacerse la pera (igualmente como en Cuba) y en México pintar un venado, hacer pinta o estar/irse de pinta.

Antes de centrarnos exclusivamente en la fraseología mexicana, cabe advertir que el español de México heredó y conservó muchas expresiones y formas del español peninsular. De allí viene la vitalidad y la frecuencia del uso de fraseologismos ya que los mexicanos son conocidos en el mundo de habla hispana por ser muy dicharacheros. Las unidades fraseológicas con el origen en la fraseología peninsular son, por ejemplo: con su pan se lo coma; al pan pan y al vino vino; a otro perro con ese hueso; a pie juntillas; a tontas y locas o estar en su trece. Para un mexicano, le es muy común utilizar gran variedad de refranes, como por ejemplo: quién mucho abarca poco aprieta o cría cuervos y te sacarán los ojos. Y podemos mencionar también los fraseologismos relacionados con mitología, historia o expresiones bíblicas, como: pasar las de Caín; el ojo del amo engorda el cuaco (el caballo); todo se perdió menos el honor; el huevo de Colón; atar perros con longaniza; lágrimas de cocodrilo o en martes ni te cases, ni te embarques.

Es válido acotar también el caso de ciertas variantes mexicanas de modismos peninsulares. Éstas han sufrido un cambio de uno de los elementos por un indigenismo, americanismo o mexicanismo. La sustitución sucedió en unidades fraseológicas, como: no tener donde caerse muerto – no tener petate en que caer muerto; engañarle como a un niño – engañarle como a un escuincle; los hijos al nacer traen un pan debajo el brazo – cada hijo/chamaco trae una torta debajo del brazo/trae su torta/viene con su torta; tener sangre de horchata – tener sangre de atole.

Los indigenismos representan un papel muy importante en el habla popular, en el argot juvenil, en el caló del hampa o en la fraseología coloquial. Es de importancia mencionar a Lope Blanch, uno de los lingüistas mexicanos más conocido, el cual en uno de sus libros dice que «la fuerza del sustrato […] está en franco retroceso y no deja sentir ya, prácticamente, su influencia» (Lope Blanch, 1972, p.27). Él mismo (Lope Blanch, 1979, pp. 40−43, en Morvay, 1986, p.321), en otra ocasión, destaca el valor y la vitalidad de algunos indigenismos en refranes, dichos o frases proverbiales.

A continuación, presentaremos algunas expresiones en las que aparecen elementos indígenas. El hecho de constar ciertas expresiones de un elemento indígena no significa que no sigan siendo vivas. Al contrario se utilizan hasta hoy en día, como por ejemplo: dar atole con el dedo (engañar, ponerse cuernos), estar como agua para chocolate (estar muy enojado o en estado de agresividad muy alto); ser ajonjolí de todos los moles (ser muy entrometido, metiche, que se encuentra en todos los lados; echarle/estar echando mucha crema/mucho cuitlacoche a sus tacos (exagerar); caerle a uno el chagüistle (sobrevenirle enfermedades y desgracias); de chile, de dulce y de manteca (personas o cosas de características muy diferentes, de todos los sabores y colores); andar/estar a medios chiles (estar medio borracho); no responder chipote con sangre, sea chico o sea grande (aviso de que una persona va pasar sin precaución por algún lugar); hacer de chivo los tamales a uno (engañar, ponerse cuernos); ser más mexicano que el pulque/el maguey/el nopal/la tuna (ser mexicano de pura cepa) o como las tamaleras: mal y vendiendo/comiendo el mismo tamal (respuesta evasiva a la pregunta ¿Cómo van los negocios?.

Cabe acotar también el uso de las expresiones con mexicanismos26, como por ejemplo el dicho andar como diablo en panteón (en México la palabra panteón significa cementerio). Y modismos con anglicismos, por ejemplo el sinónimo del modismo como el perro del hortelano – ni picha, ni cacha ni deja batear.

Por último, dedicaremos unas palabras al lenguaje juvenil mexicano del cual habla Moreno de Alba en una de sus reflexiones sobre qué es ser un malhablado (Moreno de Alba, 1999, pp.65−70). La particularidad del lenguaje juvenil mexicano se manifiesta con su gran potencial de creatividad. Entre los jóvenes son muy comunes frases, como: prender el ambiente con el significado de animar una reunión, una fiesta, un bar; sacar un chamuco y divertirse cuyo significado es simplemente abandonar un problema, complejo, sentido de culpa, depresión y divertirse. Cuando un joven mexicano dice que quiere decir que la gente se entusiasma, goza en profundidad: la gente se clava con el disco.

Muy mexicanas son las unidades fraseológicas en las cuales aparece la palabra onda cuyo significado es muy difícil de definir ya que tiene muchos sentidos y matices. La onda se utiliza en las frases, como: sacar a alguien de onda (descontrolarlo); ser alguien buena onda (tener buenas vibraciones, ser persona interesente y agradable); agarrar la onda (sintonizar con algo o alguien, entender algo, entenderse con alguien). Y al final añadiremos la frase pegarle a todo con el significado de hacer muchas cosas, multiemplearse y llevarla leve que significa no preocuparse demasiado.

Para concluir, cabe mencionar que dicho problema de la unidad y la diversidad de la lengua española causa mayores problemas sobre todo a los extranjeros que quieren aprender el español como segunda lengua. Los hispanohablantes, aunque no utilicen todas las formas de expresar la misma frase, dicho o refrán, son capaces de entender la mayoría de las expresiones típicas y habladas en diferentes países hispanos.



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