Dimension etica de la educacion cubana en la


CONOCIMIENTO CIENTIFICO -------------------- VALOR



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CONOCIMIENTO CIENTIFICO -------------------- VALOR


Busca la Verdad Objetiva Expresa el Bien

Significacón positiva

Función cognitiva, insttrumental Práctico reguladora


Pronóstico orientadora, pronóstico

Conceptos, reflejo fiel y demos Elementos atomísticos


trado de la realidad de la ideología, expre

san necesidades, intere

ses, concepciones y pun

tos de vista del sujeto
Mantiene las particularidades en la Se da una identidad en

relación S - O la relación S- O

En la que el sujeto se

autoconoce, identifica

sus necesidades, intere

ses y proyectos ideales

Antítesis dialéctica entre

_______________________________

SUJETO - OBJETO

ACTIVIDAD HUMANA


INTEGRADORA

PRACTICA - COGNOSCITIVA - VALORATIVA - COMUNICATIVA

Los Valores, como determinaciones espirituales e ideológicas son la expresión concentrada de las relaciones sociales (Rodríguez Z. 1984), son un determinado tipo de significación social positiva de los fenómenos para el sujeto (Fabelo J. 1989).


No obstante, el término de Valor es polisemántico y es empleado en diferentes acepciones, como formas de representaciones o imágenes de los objetos, fines, ideales o medios de la actividad a nivel de la conciencia cotidiana de los individuos, como parte de sus vivencias personales (valores morales, estéticos, religiosos, etc).En las Ciencias particulares se usan como conceptos específicos y en la Filosofía como una categoría teórico científica con un contenido cosmovisivo.

En el legado filosófico que Zaira Rodríguez dejara, insistió en la necesidad de abordar desde la Dialéctica Materialista el problema teórico - metodológico sobre los Valores como medios o procedimientos de la investigación científica, es decir el carácter teórico - científico del enfoque valorativo, por otra parte, tratar el Valor como objeto de la Ciencia, como un componente cognoscitivo - teórico, sobre todo en la Lógica y en las Ciencias Naturales, es evidente su preocupación ante la necesidad de penetrar en estas aristas del problema en la Axiología Marxista en la actualidad dado el impetuoso desarrollo de la Ciencia y la tecnología y sus impactos en la sociedad y medio ambiente, así como derivar este enfoque a los problemas actuales de la educación de las nuevas generaciones.



4. 1. 2 EL ENFOQUE AXIOLÓGICO Y LA EDUCACIÓN

La Axiología es una rama del saber filosófico que surge a finales del S.XIX y se desarrolla en los comienzos del S. XX, su fuente filosófica se encuentra en el neokantismo, como continuador de la línea iniciada por E. Kant, padre de la Filosofía clásica alemana del S. XIX, quien a diferencia de la Etica de las virtudes, con un carácter eminentemente normativo, creada por Aristóteles en la antigüedad, desarrolló el nivel teórico del conocimiento ético en su teoría del Deber ser, como imperativo categórico o Ley universal de la razón pura, que encuentra su realización en la moral como expresión de la razón práctica, escenario en el cual el hombre puede elegir y ser libre, por su inaccesibilidad cognoscitiva al mundo de las esencias y de la necesidad. La máxima humanista de la Etica kantiana es la de no utilizar al hombre como medio sino como fin, con lo cual se contrapuso a la Etica utilitarista y del interés bien entendido del iluminismo francés de los S. XVII y XVIII.


Fueron H. Rickert (1863 – 1936) y Windelband, quienes al frente de la escuela neokantiana de Friburgo, penetraron en el estudio de la metodología de las ciencias históricas e investigaciones filosóficas, considerando la existencia de dos métodos, el de la abstracción generalizadora de las ciencias naturales y el de la abstracción individualizadora de las ciencias históricas, el primero posibilita la construcción de conceptos y leyes universales, el segundo es el que permite establecer nexos entre los fenómenos singulares y los valores morales, considerados como esencias ideales que el hombre puede elegir libremente. En esta dirección Rickert desarrolló la Axiología ética con una gran influencia en la Sociología moderna.
La comprensión de los valores en la Axiología no marxista, tiene una fuente idealista ya sea subjetiva como el caso del neokantismo, el neopositivismo (que establece una relación excluyente entre ciencia y valor), el existencialismo, o el idealismo objetivo como el neotomismo o neohegelianismo, que conciben los valores como esencias ideales, sobrenaturales y autónomas, por lo que en general no conciben su esencia histórica y social. Estas posiciones han llevado a la existencia de dos tendencias en el estudio de los valores la subjetivista y la objetivista.
El enfoque metodológico de la dialéctica materialista, ha posibilitado penetrar en una comprensión más integral sobre la naturaleza histórico social y la dinámica de lo objetivo y subjetivo, de lo individual y social en los valores.
La concepción de la Actividad humana como modo de existencia de la realidad que mediatiza la relación del Hombre con el Mundo, la relación sujeto – objeto, donde se da la conversión recíproca de lo ideal en material, expresada en las formas concretas de la actividad práctica ( trabajo, transformaciones políticas, experimental), cognoscitiva, valorativa y comunicativa, en un proceso de infinitas transformaciones y de creación de la cultura humana en su sentido histórico, constituye la piedra angular de la comprensión de los valores, como expresión de las necesidades, los intereses y motivos de los seres humanos en su realización personal y social.
Es necesario señalar que antes de que la Axiología se definiera como una rama específica del saber filosófico en el S. XX, el problema relativo a las virtudes, las cualidades, los valores, el deber ser, se abordaban en los campos de la Etica y la Estética, los que forman parte de los sistemas filosóficos desarrollados a lo largo de la historia del pensamiento humano, lo que a su vez ha estado asociado a la concepción antropológica, es decir, sobre la naturaleza y esencia del hombre, su lugar y papel en el mundo, así como al problema de la educabilidad del hombre en el contexto social.
En este sentido la Filosofía históricamente, ha concretado su enfoque axiológico esencialmente en el campo de la Etica, lo que en cierto sentido ha estado presente en los estilos de pensamiento que han caracterizado a las diferentes épocas que ha vivido la humanidad desde la antigüedad hasta nuestros días y penetrado en los cuadros científicos que se han delimitado en la historia del desarrollo de las ciencias en el devenir del conocimiento humano.

Dentro de ello resulta significativo las influencias que la Filosofía y la Etica de la época han tenido con relación al desarrollo de la Psicología y de la Pedagogía, en lo relacionado con la problemática antropológica, gnoseológica y de la moral, para la comprensión de los enfoques en los estudios realizados sobre la personalidad y del desarrollo de la esfera moral de la personalidad, dentro de estos aspectos se destacan los problemas referidos a la relación de lo individual y social, lo biológico y lo social, lo interno y externo, la epistemología y por extensión su manifestación en la problemática de la moral.


No obstante en lo referido a la enseñanza aprendizaje, atendiendo a los componentes instructivos y educativos y a la integración de lo cognitivo con lo afectivo volitivo, lo ideológico y actitudinal, así como el problema de la relación ciencia – valor, no ha existido la integración suficiente de una concepción multidisciplinar, donde estos enfoques (filosófico, sociológico, ético, psicológico y pedagógico) puedan interactuar de una forma más fructífera.
En esta dirección el enfoque axiológico le aporta al proceso de enseãnza aprendizaje desarrollador, la concepción interdisciplinar de la relación de los conocimientos científicos, con la tecnología y los valores en su significado humano y para la vida como resultado de la cultura en su desarrollo histórico.
4. 1. 3 DOS PLANOS DE UN PROCESO
La Educación en valores y la formación de valores son términos íntimamente vinculados entre sí que señalan dos planos del proceso de formación de la personalidad, la primera con un enfoque sociológico, comprende la educación como un proceso a escala de toda la sociedad en el marco del sistema de influencias y de la interacción del individuo con la sociedad con el fin de su socialización como sujeto activo y transformador, en lo que los valores históricos culturales tienen un papel esencial.
La formación de valores, se refiere al enfoque pedagógico, cuyo proceso tiene como objeto la formación integral y armónica de la personalidad, en esta integralidad se tiene en cuenta el lugar y papel de los valores en dicho proceso formativo, al que por su complejidad se le debe prestar un tratamiento especial e intencional, con la precisión de los métodos, procedimientos, vías, medios, entre otros.
Cuando hablamos de formación de valores morales nos referimos a un proceso educativo en el que el contenido axiológico de deter­minados hechos, formas de ser, manifestación de sentimientos, actuaciones o actitudes humanas, con una significación social buena, y que provocan una reacción de aprobación y reconocimiento (vigencia), en el contexto de las relaciones interpersonales, trascienden a nivel de la conciencia individual del niño o el joven.
El contenido de estos hechos cobra una significación individual especial e importante (a nivel de la esfera psicológica, en la unidad de lo cognitivo y afectivo volitivo) que éste asume como algo necesario para encauzar su propia "forma de ser", sus senti­mientos, actitudes y actuaciones en la vida cotidiana, en las relaciones con sus familiares, con sus maestros, compañeros o amigos, entre otros, transformándose internamente en valores "aceptados y/o construidos ¨, que se incorporan personalmente en un proceso ideológico de individualización, y que se manifiestan por medio de las cualidades morales personales.
En la medida en que tales sentimientos y actitudes se practican y se vivencian una y otra vez en la vida cotidiana por el niño o joven, en las relaciones humanas con los demás y en las actitudes ante las exigencias de la vida y la realidad, se arraiga cada vez más profundamente la significación social buena y progresiva del contenido de estos valores, desarrollándose un proceso interno de construcción de su propia escala de valores personales en su conciencia, matizada por el sentido personal de tales significados y sus características individuales, se transforman en convicciones, las que ejercen importantes funciones orientadora, valorativa y normativa, entre otras, por medio de las cuales se realiza la regulación y autorregulación moral de la conducta.
El comportamiento de los individuos a partir de sus convicciones como expresión de su orientación valorativa hacia el bien, no solo es parte de la justificación o argumentación moral del acto de conducta, sino que genera un estado de realización o satisfacción espiritual, de tranquilidad consigo mismo, con su conciencia; cuando se produce un proceso inverso con la forma en que hemos actuado y tomamos conciencia de ello, nos asalta el remordimiento o el cargo de conciencia.
En este complejo proceso de individualización se forman las cualidades morales, a la vez que las escalas de valores individuales y las orientaciones valorativas principales, que indican la tendencia o trayectoria del comportamiento moral, la jerarquía de valores que marcan o distinguen la forma de ser del indivi­duo, en el transcurso de su vida, hacia qué valores se orienta en su actitud ante el mundo en que vive.
Sin embargo, este no es un proceso espontáneo ni inmutable, sino que en él inciden un conjunto de elementos y factores los que contribuyen a este proceso formativo, teniendo en cuenta sus influencias en los diferentes componentes del valor moral, tales como el componente cognoscitivo, afectivo - volitivo, ideológico y de las vivencias y experiencias morales en la conducta y la actividad. Dentro de estos elementos pueden señalarse el sistema de medios de influencias socia­les, los sujetos formadores, las vías y los métodos de formación de valores.
Dentro de los factores se encuentran las condiciones del contexto macrosocial y del micromedio en que se forma y se desenvuelve el individuo, su situación de clase, sus condiciones socioeconómica del seno familiar, sus condiciones de vida, las características de la comunidad en que vive, la comunicación y normas de convivencia familiar, el nivel cultural y hábitos de educación, entre otros. Además condiciona incluso el proceso de reajustes y cambios internos (en el orden jerárquico) de la escala de valores individuales, que se producen en determinados momentos trascendentales de la vida personal o social y que le imprimen un sello personalizado a las cualidades morales en su manifestación.
Dentro del sistema de medios de influencias sociales la familia y la escuela, ocupan el lugar cimero en la formación de valores y cualidades personales y en particular morales, en los niños y jóvenes.
Es en el seno familiar en el cual, desde que el niño nace, se trasmite la significación social que tienen los senti­mientos, las actuaciones, los hábitos y costumbres correctas (aceptados socialmente), e incorrectas (no aceptadas), se le enseña el sentido de lo que es bueno y lo que es malo, cómo comportarse en sus relaciones con los familiares y en la convi­vencia con los vecinos, el barrio, en los lugares públicos y social en general, es en ese contexto donde el niño o joven asimila el valor del respeto y consideraciones a tener en cuenta en sus actitudes y relaciones con las personas y con el mundo en el que vive; deberes estudiantiles, amor a la patria, relaciones con la naturaleza (cuidado del medio ambiente, de la flora y la fauna, animales afectivos), respeto a las reglas urbanísticas, observancia de la legalidad y leyes ciudadanas, entre otras. IMÁGENES DE NIÑOS INTERACTUANDO EN LA FAMILIA
No obstante, este proceso formativo en el seno familiar está permeado y matizado por las condiciones de vida en el hogar y los patrones educativos que porta la familia y que practica diariamente en sus hábitos, costumbres, formas afectivas de relacionarse y comu­nicarse entre sí y con el niño o joven en particular, sirviendo de modelo especialmente significativo en la formación psicoemo­cional y racional de la personalidad de los niños. Por lo que el modelo fami­liar puede estar orientado hacia la formación de cualidades morales positivas o puede ejercer influencias educativas negati­vas, según la concepción, preparación y formas específicas de encauzar este proceso. Cuando esto ocurre así la familia debe ser objeto de atención diferenciada por la escuela y el maestro.
Es esta característica la que acrecienta doblemente el lugar y papel que la escuela desempeña en tan complejo proceso formativo, por ser la institución que en la sociedad está encargada de la educación de las nuevas generaciones, como su contenido específi­co, para lo cual debe estar preparada de forma especial, orientando a la propia familia interactuando con ella de forma más estrecha. IMÁGENES DE INTERACCIÓN ENTRE MAESTROS Y FAMILIAS
Por lo que la escuela no cumple esta función de forma aislada, sino en estrecha relación con la familia y como centro aglutinador de la cultura de la comunidad en la que está enclavada, interactuan­do con las estructuras gubernamentales, instituciones sociales, culturales y organiza­ciones políticas.
De ésto se deriva que como sujetos fundamenta­les de la formación de valores y cualidades morales, se encuen­tran la familia y el maestro, aunque ocupando diferentes posi­ciones: la familia constituye la célula básica del organismo social en la que nacen y crecen los niños, su función educadora es indispensable y necesaria en la formación de los hijos, aunque en ocasiones no es suficien­te, por determinados conflictos que se generan en la convivencia familiar, por problemas de preparación cultural o condiciones desfavorables o precarias de vida., entre otros factores, por lo que pueden generarse influencias negativas en el seno familiar que no contribuyan a la educación de los hijos.
Los maestros, por la influencia orientadora y educativa que ejercen tanto sobre la familia, como sobre los factores de la comunidad, dirigiendo de forma consciente, planeada, con objeti­vos y fines definidos el proceso formativo, lo hacen transformar­se en un sujeto formador importante, modela, planifica, organiza, orienta y dirige las acciones educativas con determinados objetivos.
De ello se infiere la extraordinaria importancia que tiene el respaldo que las instituciones y organizaciones guberna­mentales y políticas, tienen que dar en cada territorio concreto a la obra de la educación, tanto en el orden material como en el apoyo y reconocimiento moral del indispensable trabajo de las escuelas, y la abnegada labor de los maestros en específico, y en particular el respaldo de la familia.
El maestro como sujeto que se prepara especialmente para dirigir y orientar este proceso formativo, tiene un papel decisivo a partir de las cualidades de las que debe ser portador en su individualidad, en el aspecto personal y profesional como un todo integral. En lo que la Profesionalidad Pedagógica, que integra todos los requerimientos necesarios para el buen desempeño de la labor educativa del maestro, se pone siempre a prueba en busca del perfeccionamiento constante de su labor y su propia persona,
Todos estos valores y cualidades del maestro como un sujeto profe­sional, político – científico   pedagógico, deben hacerlo portador de una ejemplaridad en su vida personal, que le imprima a su labor educativa un adecuado clima psicológico moral a sus relaciones y comunicación con los educandos, limpieza moral, entrega y cohe­rencia entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace, consecuentemente, con lo cual la personalidad del maestro se convierte en un poderoso instrumento en la formación de los valores y cualidades morales de sus estudiantes, que son a su vez, sujetos activos de su autoformación en este proceso.
Es importante reconocer que unido a la acción de los sujetos formadores propiamente dicho, existen otras personas que por su preparación profesional, por su función social y el grado de cercanía e interacción con el niño o joven, pueden ejercer tam­bién influencias educativas en un sentido positivo, cuando las influencias tienen un carácter negativo no puede hablarse de sujeto formador, sino más bien de agentes deformadores.
Este aspecto del problema, tiene una significación que va más allá de lo teórico conceptual del proceso educativo, sino que en su sentido práctico, significa que la formación de valores y cualidades morales se da, en las redes de un tejido social, en cuya interacción recíproca, el bien y el mal, lo bueno y lo malo, están siempre presentes en la órbita de la moral y de la vida cotidiana, tanto en el seno familiar, como en el propio centro escolar, por lo que el proceso formativo no se da de forma aisla­da, ni abstraído de este hecho objetivo, no es puro, ni sin contaminación.
Todo proceso de formación de valores pasa a su vez, por las vivencias y experiencias personales de los educandos como resultado de la práctica de acciones orientadas a hacer el bien o el mal, en las actuaciones concretas de la vida cotidiana, en este último caso no siempre el mal es resultado de la premeditación, sino del desconocimientos de causas, impulsos, poca reflexión, inmadurez, falta de experiencia, entre otros.
Cuando se produce la transgresión de una norma moral, la violación de un valor moral, que se capta en los llamados errores cometidos, en las faltas o en los defectos personales, con los consecuentes sinsa­bores, malos momentos, sentimientos de vergüenza, cargos de con­ciencia, entre otros mecanismos internos que inciden en el proce­so de formación y regulación moral de la personalidad del niño o joven, se lleva a cabo un proceso de confrontación interna que puede conducir a la reafirmación de un valor o a la asimilación de un antivalor, de ahí la importancia que tiene el tratamiento educativo de ciertas actitudes negativas en los niños y jóvenes.
Estos aspectos que también forman parte del propio proceso formativo, bajo el criterio humanista de que son susceptibles de subsanar o corregir en el individuo, son también necesarios para la reafirmación de la propia individualidad del educando, y sobre todo para autoconformación de la tendencia de su orientación hacia determinados valores, en su trayectoria fundamental de actitud y comportamiento, que él debe ser capaz de ir autodeterminando con seguridad e independencia, según la psicología de la edad y el grado de conciencia que va adquiriendo, en el gradual proceso de formación y maduración de su autoconciencia y personalidad como resultado del proceso educativo.
De esta concepción se infiere el hecho real que todo educador debe comprender y es que, aunque el trabajo educativo y formativo de las nuevas generacio­nes se orienta por un proyecto teórico o modelo idealizado, el deber ser, los sujetos que formamos, son seres humanos diferenciados entre sí por su individualidad concreta, donde lo perfecto sienpre tiene un carácter relativo e interactúa como aspiración y metas elevadas, en la dinámica entre el ser y el deber ser, en el incesante camino del perfeccionamiento humano, movimiento que caracteriza al proceso educativo y formativo desde las tempranas edades de la niñez hasta la adultez.
Al referirnos a las vías de la formación de valores y cualidades morales, todo maestro con cierta experiencia puede dominar que estas vías en la escuela cubana cuenta con la clase y un conjunto de actividades extraclases que se llevan a cabo, tales como: la preparación y realización de matutinos con diversidad de conteni­dos histórico patriótico o artístico - culturales etc., la reali­zación de actividades productivas y socialmente útiles, donde el trabajo agrícola tiene un espacio importante, las actividades de las organizaciones estudiantiles, la realización de círculos de interés, las reuniones de análisis de grupos, espa­cios dedicados a conversaciones y debates de temas sociopolíti­cos de interés especial o de actualidad nacional e internacio­nal, las reuniones de padres, las visitas a las casas, así como otras múltiples actividades de la escuela en su vínculo con la comunidad, que conforman la agitada vida escolar.
Existen las vías de los medios de difusión masiva que en nuestro país están al servicio de la educación y la cultura integral del pueblo, así como el empleo de recursos tecnológicos, que lejos de deshumanizar el proceso, posibilitan su optimización siempre que sean empleados con creatividad, de forma oportuna y la motivación requerida.
Es en el trabajo metodológico donde debe diseñarse todo el trabajo docente educativo, que tiene su elemento central en la clase, y su exten­sión, hacia todas las otras actividades extradocentes, donde la clase encuentra su complemento en todas las direcciones encaminadas a la formación de la cultura general, científica, tecnológica, laboral y la cultura de los sentimientos, con un contenido axiológico y una orientación humanista. Por esta razón, el trabajo educativo, que es esencialmente una actividad ideológica, tiene en cuenta lo político, vinculado a la moral, lo jurídico y lo estético, y penetra todo el proceso docente educativo en general e integra el contenido curricular de una forma armónica, lo que en la escuela cubana se concreta por medio del principio de integración del estudio con el trabajo.
Los métodos que contribuyen a la formación de los valores morales son inherentes al que hacer de las funciones socializadoras de la escuela y a todo el accionar profesional de los maestros, estos métodos inciden de forma simultánea en la actuación, en las vivencias y en las expe­riencias morales, así como en el elemento más interno del niño o joven, su conciencia, tanto en el plano racional, como en el emocional o esfera de los sentimientos.
Estos métodos ubican en el centro de su atención al ser humano, a partir de que el educando descubra y haga suyo determinadas exigencias histórico sociales de su contexto macro­social o de su micromedio más particular, donde incluye el seno familiar, la escuela y la comunidad, por medio de los cuales se abre una visión más general hacia el sentido de la nacionalidad, la nación, la patria, el mundo y el universo, y su lugar en relación con todo ello, contribuyendo a la formación de valores.
Dentro de estos métodos se encuentran:

  • La observación sistemática de actitudes y comportamiento

  • La comunicación persuasiva, dialógica, de explicación, comprensión, reflexión valorativa

  • La compulsión, con la exhortación a las acciones positivas, transformadoras inmediatas del mal en bien, de compromiso.

  • La valoración y autovaloración crítica acertada y oportuna

  • La estimulación ante las actitudes positivas y sanción moral ante lo mal hecho o errores cometidos

  • El ejemplo personal en la correspondencia de la palabra y la acción, como base del prestigio moral del educador.

Es importante que el encuentro con estas exigencias, expresadas como necesidades objetivas y subjetivas, despierten el interés y la motivación interna del educando, hacia el establecimiento de ciertas obligaciones y compromisos en su actuación, para consigo mismo, con las personas con las que se relaciona según el vínculo afectivo, y con relación a determinados fenómenos y acontecimien­tos de la naturaleza y vida social, que demandan una actitud y actuación de su parte como expresión del sentido del deber, la responsabilidad, la honestidad, la dignidad, el patriotismo, la solidaridad, entre otros.
El contenido de estos valores tiene que practicarse en las actividades y tareas que la escuela diseñe a través de acciones específicas, siempre a partir de una caracterización o diagnóstico integral de sus estudiantes y las estrategias educativas planteadas.
Esto explica el carácter activo de este proceso, en cuanto a que los valores morales se forman en el propio accionar, en la inte­racción, en la comunicación, en la multifacética actividad, en la que los niños y jóvenes se ven inmersos, tanto en el hogar, en la comunidad y en particular, en el mundo escolar que tiene que estar previsto, preparado, organizado y dirigido pedagógicamente hacia este fin.
En ello incide directamente el papel de los métodos y las didácticas de las diferentes asignaturas, las cuales deben propiciar el carácter activo del proceso docente educativo, em­pleando métodos y técnicas participativas, situaciones problémicas entre otras, donde la relación teoría práctica valores humanísticos, sea objeto de un riguroso tratamiento por parte del maestro, donde los educandos participan, hacen, sienten y cons­tatan, con inteligencia, sentimiento, seguridad, creatividad e independen­cia.
En este proceso de formación de valores, el tratamiento de la individualidad requiere especial atención, ya que estos valores solo se forman en el mundo interno de cada individuo, por lo que el maestro en su labor debe respetar la dignidad personal de sus estudiantes y en sus relaciones tratarlos con el mayor tacto pedagógico atendiendo a las características personales, y teniendo en cuenta las normas éticas de la relación maestro alumno y maestro familia, este último como ele­mento que no puede soslayarse en todo este proceso.
Esto signifi­ca trabajar con la espiritualidad de los niños y jóvenes asociados a los hechos, a los conocimientos, al mundo en que viven, a la verdad, la belleza, el bien o la malded, hacer brotar los nobles sentimientos, hacerles sentir estos sentimien­tos y crear los mecanismos para que los puedan expresar libremente y canalizar de diversas formas, oral, escrita, artistícamen­te, en sus relaciones u actuaciones, entre otras, que la escuela debe propiciar.
En correspondencia con la psicología de las edades y las caracte­rísticas individuales de los educandos, el maestro debe emplear los mecanismos de la autoconciencia a partir de la autovaloración y la valoración, a través de las cuales se confrontan los puntos de vistas, y se reafirman los propios, se contribuye a que los niños y jóvenes vayan adquiriendo seguridad en sí mismos y apren­dan a autoconocerse, conformando, reajustando y reafirmando los rasgos que van caracterizando su individualidad, en la medida en que se sienten satisfechos o no con su propia imagen, así como la confrontación permanente de su autovaloración con la valoración que de él tienen las demás personas. Estos son aspectos importantes de la autoestima y dignidad personal.
En esto incide la formación de determinadas aspiraciones personales tanto presentes y futuras, donde la orientación profesional tenga un lugar asociado a la intención de ser un individuo activo, útil y de bien que aporta a su bienestar personal, familiar y social. Este proceso incluye la autoproposición de metas para el logro de sus propósitos y para su perfeccionamiento, pues es muy importante que los niños y jóvenes en su proceso formativo puedan tener los elementos que llenen de contenido el sentido de sus vidas, en la búsqueda de la felicidad, a partir de sus propios esfuerzos y de la paz en la convivencia con los que le rodea.
La comprensión del maestro y la familia, para no coar­tar, imponer esquemas o patrones, limitar inquietudes y necesida­des personales, sin enfrentamientos desafiantes ante las discre­pancias, entre otros, son requerimientos de este proceso formati­vo, alejado de todo tipo de autoritarismo, paternalismo, relación de subordinación, la violencia física, verbal o gestual, u otras formas que limiten la participación, la plenitud al actuar o al expresarse, estimular y facilitar las posibilidades espirituales y de la sensibilidad humana en cada uno de los educandos, es parte del cultivo de la individualidad en la autoconformación de su escala de valores y cualidades morales personales, en correlación con el colectivo y los intereses sociales.
La apertura de espacios de reflexión, de diálogo y de debate, no solo sobre temas diversos de interés, sino sobre su propia vida personal, coadyuvan a este fin educativo, en el cual el uso de las reglas para el debate o trabajo en grupos, puede ser una vía que contribuya a la formación de la recep­tividad, la paciencia y la tolerancia necesaria en la comunicación y la convivencia social, en la aceptación mutua y en el respeto hacia las diferencias de individualidades, así como la libre expresión y defensa de los puntos de vistas de forma reflexiva y con sinceri­dad, todos estos elementos conforman las bases de la solidaridad humana.
En este complejo y contradictorio proceso formativo pueden distinguirse momentos o etapas tales como:

Formación de las nociones respecto a los significados positivos, marcadamente afectivos (en las edades tempranas, prescolar), la ampliación de estas nociones en signififados individuales, asociados a lo afectivo y el pensamiento abstracto, juicios de valor (escolares de primaria) en su relación con los significados sociales, tendencia a la autodeterminación (adolescentes de secundaria básica), asunción y construcción interna de los significados socialmente positivos en forma de escalas de valores y convicciones personales (en la juventud).


Rquerimientos metodológicos generales que deben tenerse en cuenta para diseñar las estrategias y acciones educatcativas para la formación de valores morales


  • Profesionalidad del maestro.

  • Condiciones del macro y el micro medio social.

  • Condiciones objetivas y subjetivas que sientan las premisas más generales, favorables o desfavorables para ello.

  • Seno familiar, condiciones socioeconómicas de vida, condiciones de clase, condiciones de la comunidad, entre otras.

  • Condiciones de la comunicación y su tono, en el marco de las relaciones interpersonales en que se desenvuelve el niño o joven, necesidad de confrontar sus puntos de vista, confrontación de su autoimagen con la valoración de los demás.

  • Formación de la autoconciencia, conocimiento de sí mismo, reafirmación del yo, en relación con el otro y los otros, ejercicio de la valoración y autovaloración.

  • Atención al mundo espiritual, esfera afectiva-volitiva, despliegue de los sentimientos, emociones, el tesón, la constancia, la voluntad.

  • Métodos de aprendizaje de participación activa, estímulo al talento, la creatividad e independencia.

  • Formación de aspiraciones, intereses, en forma de objetivos personales y sociales, donde la orientación profesional y vocacional tenga un espacio importante.

  • Formación activa, donde es imprescindible experimentar en el acto de conducta, en el comportamiento, las vivencias y experiencias acerca del cumplimirnto de una norma o valor ético, la satisfacción personal que produce, el reconocimiento social que puede provocar, así como también las consecuencias de la violación de una norma o valor moral, la crítica o sanción que provoca, el cargo de conciencia, la vergüenza que se siente, y sobre

todo el propósito de enmendar tal situación en su vida.

  • Formación de un pensamiento flexible, que refleje las contra dicciones objetivas de su entorno, que transformadas en conflictos o dilemas éticos, provoquen una reacción de compromiso con la realidad a partir de determinadas exigencias morales, del deber, la responsabilidad entre otras.

  • Estimular el sentido de autenticidad en su actuar, plenitud, libertad, a partir de la sinceridad, honestidad, sencillez.

  • Influencia sistémica de la relación familia - escuela - comunidad, en vínculo con otros elementos del sistema de influencias sociales como los medios de difusión masiva y tecnológicos.

4. 2- LOS MODELOS PSICOPEDAGOGICOS DE LA ENSEÑANZA Y EL APRENDIZAJE Y LOS VALORES MORALES.


El problema de la enseñanza aprendizaje, constituye en la actualidad del S.XXI un fenómeno que sigue centrando la atención de la Pedagogía, como ciencia rectora de la educación.
La vigencia y actualidad del problema de la enseñanza y el aprendizaje, radica en las insatisfacciones que aún en la actualidad refieren los maestros, la familia y la sociedad en su conjunto, sobre las insuficiencias que se manifiestan en la educación de las jóvenes generaciones.
Las vías de solución a estas contradicciones han recorrido un largo camino en la historia de la Educación y de la Pedagogía, ya que no resulta un problema nuevo, transitado por diferentes tendencias, corrientes y escuelas a lo largo de la humanidad, sin embargo, dado el papel de ciencia rectora que la Pedagogía asume dentro del sistema de las llamadas Ciencias de la Educación, Valera O. 1999, en la contemporaneidad, es necesario que en la búsqueda de respuestas a las exigencias actuales de lograr una educación integral, que contribuya al desarrollo y crecimiento humano, se realice una mayor integración de los aportes que la Axiología y la Etica hacen a la Pedagogía para profundizar en las complejas aristas que se integran en el proceso educativo de la Personalidad.

A lo largo de la historia de la Educación se han definido diferentes paradigmas psicopedagógicos del proceso educativo los que han abordado el problema de la educación moral desde diferentes perspectivas, en particular a partir de la concepción que sobre la moral y la educabilidad del individuo han tenido como sustento filosófico y antropológico de sus posiciones psicopedagógicas, dentr de estas se destacan:




  • El conductismo, que le atribuye un mayor peso a los factores externos del proceso educativo, en el cual la correlación directa entre un estímulo y su respuesta presupone la identificación del fenómeno psíquico con reacciones meramente biológicas. Lo cognitivo se concibe como un proceso de formación mecánica de reacciones condicionadas como cualquier organismo vivo (teoría pavloviana). El maestro debe verse como un ingeniero educacional o administrador de contingencias (Keller 1978) que maneje hábilmente los recursos tecnológicos conductuales (principios, procedimientos, programas conductuales), para lograr eficiencia en el aprendizaje teniendo en cuenta el principio del "reforzamiento positivo" de la conducta (Skirner 1970), de esta manera el aprendizaje es concebido como un fenómeno mecánico, donde el educando no es sujeto del aprendizaje, sino que recibe de forma pasiva las influencias del medio y los conocimientos que le transmite el maestro. Hace aportes en el plano técnico instrumental para el trabajo de laboratorios.

La base filosófica de este modelo es el pragmatismo y el positivismo lógico, las cuales aportan una comprensión del conocimiento centrada en el individuo y por ende del aprendizaje, se descontextualiza de los factores sociológicos y se acentúa la dicotomía entre ciencia y valor.





  • El cognitivismo, el alumno es visto por el maestro como un ente activo que aprende a aprender y a pensar por medio de un aprendizaje significativo propugnado por David Ausubel dentro de su teoría de la asimilación cognitiva. Este aprendizaje presupone el carácter significativo del conocimiento en su sentido lógico, en el cual los nuevos conocimientos se incorporan a la estructura cognitiva previa permitiendo una restructuración de los conocimientos sobre la base de los niveles de motivación preexistentes, los que pueden ser utilizados cuando sean necesarios.

Este modelo supera el anterior ya que se contrapone al aprendizaje mecánico, repetitivo y acumulativo, considerando que la estructura cognitiva está en constante cambio. Promueve el desarrollo de actitudes reflexivas, valorativas y toma de decisiones para la solución de problemas lógicos.


Esta teoría de la asimilación cognitiva y la del procesamiento de la información de R. Stembert, son la fuente la concepción del Aprendizaje Metacognitivo, entendido como un proceso de toma de conciencia de la estructura cognoscitiva que se posee y la adquisición de habilidades y procedimientos necesarios para definir, comprender, orientar y controlar las actividedes del conocimiento por el propio individuo.
Este aprendizaje, implica la adquisición de la capacidad de diseñar estrategias, algoritmos, secuencias y orientación heurística para el descubrimiento de nuevos conocimientos, en fin la autorregulación de la actividad cognoscitiva del individuo.
Aunque este modelo tiene una fuente filosófica neopositivista (positivismo lógico), subjetivista, que centra la actividad cognoscitiva en el individuo con una comprensión ahistórica y abstracta, absolutizando el componente lógico del conocimiento, hace un aporte en cuanto a tener en cuenta el aspecto motivacional en la actividad del aprendizaje significativo, lo cual es un elemento a considerar con relación al enfoque axiológico del aprendizaje.
- El Humanismo, el maestro debe centrar su atención en el alumno, al respeto a su individualidad y a tener en cuenta sus necesidades individuales. En ello el clima psicológico moral de la comunicación profesor - alumno es fundamental para el éxito del proceso enseñanza aprendizaje (Hamachek, 1987). Otras posiciones dentro de este paradigma es aquel que ubica al docente como un facilitador de las potencialidades de autorrealización de los alumnos, el autoaprendizaje, sin limitaciones ni restricciones pedagógicas (Roger, 1978).
Este modelo tiene su fuente en la Filosofía humanista de la modernidad, con raíces en el humanismo renacentista en su arista antropológica de carácter naturalista, el neokantismo, la Filosofía de la vida o existencialismo, en general con un fundamento idealista subjetivo, que destaca el papel del hombre como ente individual, activo, capaz de desplegar todas sus capacidades, lo cual es un importante aporte con relación a los precedentes, lo que posibilita la comprensión de una enseñanza aprendizaje, que va más a las peculiaridades del alumno en cuanto a sus posibilidades individuales internas.

- El constructivismo, el maestro debe fomentar el desarrollo y la autonomía de sus alumnos, teniendo en cuenta las operaciones del aprendizaje en etapas o estadios de desarrollo cognoscitivo. El maestro debe crear una atmósfera de confianza en los alumnos para su aprendizaje autoestructurado por medio de problemas y conflictos cognitivos, el maestro debe reducir su nivel de autoridad y de dependencia de los alumnos.


Aunque en estos modelos psicopedagógicos se vislumbran de forma clara dos tendencias: la tradicionalista o externalista y la humanista y desarrolladora, que prioriza las condiciones internas de los alumnos, no en todas se hace explícito el aspecto axiológico o ético ya sea en el plano profesional o de la actividad educativa, que caracteriza a la labor del maestro en el desempeño de su función y cómo tratar el problema del aprendizaje en la relación de lo cognitivo y de lo afectivo, desde una perspectiva axiológica, ideológica y actitudinal, quedando de forma encubierta el problema de la relación entre lo instructivo y educativo en el proceso pedagógico.
- El Enfoque Histórico Cultural, el maestro tiene en cuenta el aprendizaje interactivo, estimulando la Zona de Desarrollo Próximo en sus alumnos (Vigotski), que les permita crear un sistema de apoyo o andamiaje por el que los alumnos transitan de niveles inferiores a superiores del conocimiento posibilitando su independencia cognoscitiva y el papel indirecto del profesor. Esta concepción es la más fructífera en cuanto a los aportes para la comprensión de una educación desarrolladora, la misma tiene en cuenta la interacción de las condiciones internas del sujeto y las de su medio histórico cultural, interacción que posibilita la estimulación de las potencialidades de la ZDP, por los que asumen el papel de educadores y la acción de los factores del sistema de influencias educativas del contexto educativo.
En este sentido el desarrollo de la persona no se hace depender de forma absoluta de la maduración interna de las estructuras psicológicas de la personalidad en el plano de lo cognitivo, sino que la educación propicia ese proceso de desarrollo entendido en la unidad de lo intelectual y lo afectivo – volitivo y en su interacción con el medio social de una forma más integral y compleja.
Esta concepción se sustenta en una comprensión dialéctico materialista de la Personalidad y su desarrollo psicológico como expresión de su esencia social e históricamente condicionada, lo que le posibilitó sus aportes con un enfoque más dinámico e integrador del complejo proceso de la psiquis humana, los procesos del conocimiento y las posibilidades de la labor educativa del maestro, revelándose como el modelo más fructífero y de mayores posibilidades para profundizar en la concepción y comprensión de un proceso educativo desarrollador donde lo ético – axiológico encuentra un espacio importante en la concepción del desarrollo o crecimiento personal atendiendo a lo espiritual e ideológico, en la unidad de los conocimientos y los valores aprehendidos, incorporados, construídos o asumidos por los sujetos en el proceso formativo.


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