Dimension etica de la educacion cubana en la


- LA REVOLUCION EN EL PODER



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2.3. 2 - LA REVOLUCION EN EL PODER
Con el triunfo de la rebelión el 1ro. de Enero de 1959, se inicia la verdadera Revolución que debía llevar a cabo todas las trans­formaciones sociales, que daban respuestas a los objetivos progra­máticos del 26 de Julio, con un carácter nacional, popular, agra­rio y antimperialista; y con la connotación de ser un programa social avanzado con raíces en el proyecto revolucionario de José Martí.
El proceso ininterrumpido de transformaciones en la base económi­ca, el conjunto de medidas de beneficio popular, los cambios dirigidos hacia los principales elementos superestructurales esta­tales y jurídicos, fueron los aspectos que desde sus inicios, delimitaron un proceso revolucionario sin precedentes y verídico, que en su radicalización vertiginosa adquirió un carácter socia­lista.
Ante ello, la reacción imperialista no se hizo esperar, adoptando desde el primer momento una posición francamente hostil, que se inicia con agresiones económicas, al negarse a comprar la cuota azucarera, que era el mercado principal de Cuba. Posterior­mente la ruptura de las relaciones diplomáticas, seguida de la imposición de un bloqueo económico que dura hasta hoy, aumentó gradualmente la escalada de agresiones de todo tipo, provocaciones, y una política anticubana, de aislamiento, de invasión militar, de intentos de asesinatos del líder de la Revolución, y apoyo a la contrarrevolución interna, con sabotajes y terrorismo, entre otros métodos sucios utilizados en contra de la Revolución Cubana, que se arreciaron a lo largo de estos treinta y cinco años de proceso de Revolución socialista.
En este complejo proceso de cambios y transformaciones, la moral degradante y caduca heredada desde la colonia y alimentada durante todos los años de la neocolonia, sufre un golpe contundente a partir de la eliminación de las lacras sociales del juego, la prostitución y el desempleo, que tanto lastraron la moral de la sociedad cubana. Nuevos contenidos llenaban los con­ceptos morales tradicionales, una moralidad era desechada en la práctica de las costumbres y normas, para asumir otra moralidad, que por la real participación de las masas en el proceso de trans­formaciones con la asimilación de altas responsabilidades, empre­sas y tareas sociales, fueron cristalizando gradualmente en la práctica y en las mentes de las personas y de las familias cuba­nas.
En este proceso influyó notablemente el cambio en la estruc­tura social de la sociedad a partir del carácter socialista de la base económica. Las relaciones sociales se establecían sobre la base de una sociedad de trabajadores, produciéndose una gene­ralización de los intereses sociales comunes. La clase burguesa abandonó el país, asentándose mayorita­riamente al sur de los Estados Unidos, en Miami, La Florida, bajo el amparo del imperialismo y secundándolo en sus posiciones anti­cubanas.
La moralidad de los primeros años de la Revolución, fue transicio­nal, de choques y desestabilización de las normas y costumbres de la vida cotidiana de las familias, pues en estos años el esfuerzo, sacrificio y entrega a las tareas sociales priorizadas como debe­res principales, requirió de una estancia a veces prolongadas de los padres de familia fuera de sus hogares, ocupados en el desem­peño de tareas y misiones, las mujeres comenzaron a tener un papel cada vez más importante en la vida social, aunque paralelamente tuvo que asumir mayores responsabilidades domésticas y la atención de los hijos, y aunque el machismo no estaba ni medianamente superado, comenzaba a ser impugnado.
Los jóvenes asumieron también tareas sociales a temprana edad, como fue la gigantesca Campaña de Alfabetización, la recogida de café en la región oriental del país, etc., rompiendo la larga tradición en relación con una cierta sobreprotección de los padres respecto a los hijos, a los que se consideraba sin responsabilidad hasta no arribar a la mayoría de edad, y por tanto sin decisión y criterio propio.

El altruísmo, el colectivismo y el compañerismo fueron cualidades morales cultivadas como expresión de una actitud revolucionaria, la cual se exigía como proceso de concientización de los indivi­duos a su comprometimiento con la obra transformadora que requería de su disposición para acometer y llevar adelante las diversas tareas, pero que también requería de la transformación del propio individuo.


El deber moral, en su correlación con la responsabilidad individual y colectiva tuvieron un lugar preponderante en la ética de la Revolución. El deber supremo es ante la Patria, el deber número uno es ante el trabajo, influyéndose notablemente en el cambio de concepción sobre el trabajo, en relación con las épocas anteriores, aceptando la modalidad del trabajo voluntario, productivo y so­cialmente útil, para incidir en el bienestar social, impulsando planes productivos para la satisfacción de necesidades sociales colectivas, sin esperar una remuneración por ello.
El pensamiento ético cubano se enriqueció con la proyección del pensamiento revolucionario y marxista de Ernesto Ché Guevara, que nacido en Argentina, se sintió cubano y latinoamericano, aportando un esclarecimiento teórico práctico de la moral socialista propia de las masas trabajadoras, dentro de ellas, la moral del proleta­riado.
El legado fundamental de su concepción filosófica y ética está plasmado en "El Socialismo y el Hombre en Cuba", en este texto el Ché esclarece de forma nítida los mecanismos internos y externos que posibilitan las rápidas o lentas transformaciones que van ocurriendo a nivel de la conciencia individual y social de las masas y la formación de los nuevos valores éticos.
“Hacemos todo lo posible por darle al trabajo una nueva categoría de deber social y unido al desarrollo de la técnica, por un lado, lo que dará condiciones para una mayor libertad, y al trabajo voluntario por otro, basados en la apreciación marxista de que el hombre realmente alcanza su plena condición humana cuando produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercan­cía.
Claro que todavía hay aspectos coactivos en el trabajo, aún cuando sea voluntario; el hombre no ha transformado toda la coerción que lo rodea, ese reflejo condicionado de naturaleza social y todavía produce, en muchos casos, bajo la presión del medio (compulsión moral, lo llama Fidel). Todavía le falta el lograr la completa recreación espiritual ante su propia obra, sin la presión directa del medio social, pero ligado a él por los nuevos hábitos (24).
En estos primeros años el valor de la solidaridad adquiere una gran significación, dado internamente por diversos factores, el pueblo era convocado al diálogo con los máximos dirigentes revo­lucionarios, en especial con su líder, para el análisis de los problemas cruciales e históricos que afrontaba el país, lo cual fue una práctica totalmente novedosa y única en el mundo. Esta experiencia contribuyó al sentido de participación directa en los aconteci­mientos como sujeto social, a una educación política y a su vez, a una educación moral en las masas, este fenómeno ayudaba a aglu­tinar e identificar lo común que nos hacía ser más "compañero" unos con otros, esta fue una palabra que rápidamente se impuso en la comunicación, en la convivencia social y que moralmente rompía la barrera de las desigualdades, discriminaciones e injusticias sociales, a los que secularmente había estado sometido el pueblo cubano. Las movilizaciones a la agricultura, a las zafras del pueblo, entre otras tareas, estrecharon el enlace gradual entre obreros y campesinos entre la ciudad y el campo.
Por otro lado la solidaridad tuvo una gran significación asumida por los países socialistas de China y en especial la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.), quienes ante las primeras medidas del gobierno norteame­ricano con el fin de impedir el triunfo y avance del proceso revolucionario cubano, acudieron en nuestro apoyo.

Todos estos valores éticos, que respondían a una eticidad nueva y optimista, al calor de la efervescencia revolucionaria y del desafío que significaba ante el prepotente imperialismo yanqui, tenían un elemento central, que enlazaba la continuidad histórica de las luchas revolucionarias de los cubanos en el decursar de los años desde el pasado siglo XIX, hasta la actualidad, ese es el concepto de Patria y el sentido del Patriotismo.


Esta concepción se abordaba en la confrontación con las masas, en su connotación ideológica, lo que permitió ampliar los niveles de profundización que adquiere el contenido moral de estos conceptos en la conciencia del pueblo.
En el transcurso de la historia, los momentos relevantes que describen una continuidad en el tratamiento del patriotismo en el pensamiento cubano revolucionario, se distinguen los aportes de Félix Varela, José Martí y Fidel Castro, como expresión del grado de radicalización del proceso revolucionario cubano, en diferentes épocas históricas.
"Y antes que ser parias en nuestra Patria, antes que vivir como vivíamos, trabajando para ellos, preferimos mil veces sucumbir con lo nuestro; morir con lo nuestro antes de que nos lo arrebaten, antes de dejárnoslo arrebatar.
Porque ahora la Patria significa algo para nosotros, ahora esta tierra significa algo para nosotros, es nuestra Patria, es nuestra Tierra. Pueblo y Nación se identifican plenamente, somos una sola cosa, nos hemos verdaderamente independizado, somos verdaderamnte dueños de nuestro presente y nuestro futuro. Y por eso preferimos la Revolución con sus promesas y peligros al pasado de opro­bios"...(25).
El contenido axiológico de La Patria es otro en la medida que es otra la realidad, es una Patria reivindicada, sin apéndices cons­titucionales, ni rasgos neocoloniales, es la elevación de la dignidad humana, de Cuba como una nación que por primera vez adquiere personalidad y cara propia, al poder hacer uso de la soberanía y la autodeterminación. Por lo que este paso significa­tivo en el progreso moral constituye un elemento importante en el proceso de reafirmación de la conciencia nacional, enriqueciendo el contenido de la identidad nacional y cultural de Cuba.
En esta medida la identificación en "una sola cosa" de Pueblo, Patria y Nación, significa además la coalición que se necesita para afrontar resuelta y firmemente nuestra defensa ante el enemi­go principal de la Revolución Cubana. Lo que renueva en un nivel cualitativamente superior el valor moral de la intransigencia e intolerancia ante todo tipo de dominación extranjera, cultivado a lo largo de la historia del pueblo cubano, enriquecido por el dominio de hechos históricos, experiencias y vivencias sufridas en carne propia o en otras partes del mundo, acumuladas en la memoria histórica de Cuba.
Por esta razón el hecho de abandonar el país para marcharse a los Estados Unidos en todos aquellos primeros años de Revolución, incluso hasta fechas muy recientes, adquirían una significación político moral negativa y de rechazo.
En primer lugar, porque los que iniciaron ese camino fueron los principales enemigos de Cuba: el tirano Batista (que huyó cobardemente en la medianoche del 1ro de Enero de 1959) seguido por sus secuaces, y posteriormente por la clase burguesa adinerada, terratenientes y latifundistas entre otros, que indiscutiblemente eran desafectos al proceso revolucio­nario y adoptaron una posición de desarraigo patrio y de negación de lo nacional.
Por ello, la relación que se establece es que lo patriótico y lo auténticamente nacional es lo antiimpe­rialista, la adopción de una posición contraria, de abandono o desarraigo del suelo patrio, es entreguismo y proimperialismo, no compromiso con la patria.
En estos primeros años la significación social de este fenómeno(26), no aceptaba matices de interpretación causales, el problema moral, como se planteaba era ser revolucionario o no ser, totalmente comprensible por las circunstancias históricas de la realidad social cubana en esos momentos.
El patriotismo representó diversas exigencias morales para los cubanos, dentro de ellas defendernos y prepararnos para la defen­sa, que se ubica como uno de los deberes primeros en el orden jerárquico de la nueva escala de valores sociales, retroalimentado en las tradiciones de luchas patrióticas del pueblo, así como la capacidad de resistencia, tanto en el momento del enfrentamiento bélico, como fue probado en la derrota de la invasión mercenario por Playa Girón, en la Lucha contra Bandidos, entre otros casos, como en la resis­tencia cotidiana ante las consecuencias de las agresiones y blo­queo económico imperialista, que han obstaculizado el desar­rollo económico y material del país, transitando por un camino de escaseces y privaciones materiales.
La economía heredada estaba deformada estructuralmente por la penetración económica, su estre­cho carácter monoproductor y fundamentalmente importador de bienes de consumo, dependiente de Estados Unidos, así como unas fuerzas productivas subdesarrolladas, nos daba la ubicación de ser un país del Tercer Mundo que liberado del Neocolonialismo se lanzaba a enrrumbar su economía de forma independiente, aunque los niveles alcanzados del desarrollo no han rebasado los límites de una distribución más o menos equitativa de lo que se dispone entre la población para la satisfacción de las necesidades elementales.
Unido a la capacidad de resistencia ha estado la voluntad de lucha, afrontando los retos y desafíos de la gigantesca obra emprendida, con todos sus riesgos y sacrificios, en la medida que

los objetivos del Proyecto Social pasan a ser patrimonio de la conciencia individual de los individuos partícipes de él y comprometidos de forma consciente con él. Esto no es un proceso nada homogéneo, en la maduración de esa conciencia existen dife­rentes niveles dentro de los que se distinguen una avanzada o vanguardia, los que seguirán los pasos de esta vanguardia, los medianamente más convencidos, los que se quedan detrás y los nota­blemente rezagados.


Este fenómeno tiene que ver con el hecho de que los avances en el plano ideológico a nivel de la conciencia de las masas y de cada individuo concreto, y en especial en el plano de la moral, no es un fenómeno espontáneo, en el cual la práctica histórico social es un elemento necesario, pero no suficiente, a ello hay que añadir un proceso orientado hacia el fin de cultivar las virtudes para que predominen sobre los males morales y los defectos, posibilitando que la conciencia pueda elevarse y superar las condiciones económico materiales de la realidad social.
El anhelo y proyección de todo el pensamiento de avanzada cubano desde el Siglo XIX, en la seudorrepública, y en el período de Revolu­ción Socialista, sobre la necesidad de dar una prioridad a la educación y formación de las jóvenes generaciones sobre la base de una amplia cultura y un sistema de valores ideológicos que se expresen en las convicciones, cualidades personales y actitudes, con un contenido ético humanista, revolucionario y progresivo, encuentra en las nuevas condiciones las posibilidades reales de su instrumentación. A esto responde toda la revolución educacional, cultural y de la salud que se lleva adelante de forma significati­va en el país.
Después de las dos primeras décadas de la Revolución Cubana, donde se lleva a cabo la integración de las principales organiza­ciones revolucionarias en un partido único, el Partido Comunista de Cuba (1965), así como un proceso de institucionalización del país (1976), incluyendo la creación de los principales elementos que integran la superestructura de la sociedad cubana, la moral se enriquece con el nivel de penetración y crecimiento del papel del factor moral, en las diferentes esferas de las relaciones sociales y de la actividad política, jurídica, productiva, de la defensa, la educación , la salud, entre otras.
Aparecen inquietudes y proyecciones sociales acerca de los problemas de la moral de las profesiones y la ética profesional, sobre todo en sectores tan masivos como la salud y la educación, se realizan estudios sobre estos elementos y se elabo­ran los códigos de la ética médica y la ética pedagógica entre otros.
En 1981 se realizó la formulación ideológica del ideal moral social del maestro cubano(27), su imagen a la luz del deber ser, en correspondencia con las exigencias de la sociedad de educar a las nuevas generaciones bajo la concepción del proyecto socialista de la revolución, ante lo cual la Ética Pedagógica prescribió elevados requerimientos morales a la personalidad y la labor de los maestros.
El problema del ideal del hombre que se pretende formar constituía un objeto de infinita preocupación y reflexión, ante ello la ideología de la Revolución acogió el aporte marxista leninista, de la formación de la personalidad comunista, sobre la base de los principios de la moral socialista.
En la contextualización histórica de ese ideal, la sociedad cubana adoptó su propio modelo, que como individuo, encarnó un conjunto de cualidades morales excepcionales, próximas al ideal propuesto, que le dieron la posibilidad de representar un símbolo inmortal, a pesar de su desaparición física, para el pueblo cubano y en especial para la juventud.
Ese paradigma de hombre demuestra la veracidad práctica de que la sociedad sí puede generar hombres virtuosos y ejemplares, como pueden encontrarse en la historia de casi todos los pueblos.
En estos tiempos, ese modelo futurista, responde a un ideal de hombre de un estadio social más avanzado que la realidad latinoamericana y cubana en que le tocó vivir, esa imagen del Hombre Nuevo se encarna en la figura de Ernesto "Che" Guevara. En 1987, en el XX Aniversario de su desaparición física, Fidel retoma esta idea ya esbozada:
“Si hace falta un paradigma, si hace falta un modelo, si hace falta un modelo a imitar para llegar a esos tan altos objetivos, son imprescindibles hombres como el Che, hombres y mujeres que lo imiten, que sean como él, que piensen como él, que actúen como él y se comporten como él en el cumplimiento del deber, (...) en su espíritu de trabajo; en su hábito de educar y enseñar con el ejemplo, en el espíritu de ser el primero en todo, el primer voluntario para las tareas más difíciles, las más duras, las más abnegadas; el individuo que se entrega en cuerpo y alma a los demás, el individuo verdaderamente solidario, el individuo que no abandona jamás a un compañero, el individuo austero; el individuo sin una sola mancha, sin una sola contradicción entre lo que hace y lo que dice, entre lo que practica y lo que proclama, el hombre de acción y pensamiento que simboliza el Che." (28)
Nuevas normas y valores morales se incorporan dentro de la con­cepción ético humanista generada por las transformaciones so­ciales, que regulan las relaciones interpersonales de los individuos en relación con la comprensión del papel de la mujer y su lugar como un sujeto activo del proceso histórico junto al hombre, en los frentes del trabajo y en la dirección de procesos en la sociedad, así como en el seno de la familia y en la pareja, cuya máxima proclama que deberes y derechos deben ser compartidos por ambas partes; el avance aunque gradual, es ostensible, la mujer se siente más plena y liberada de los criterios de dependencia, sobre todo económica con respecto al hombre, en lo que la autoestima y dignidad personal, incluye el significado de la justa valoración de sus capacidades y posibilidades.
Las costumbres y tradiciones de una cultura e idiosincracia ma­chista, que penetra la tendencia de una educación sexista en el hogar, son sacudidas por el impacto social de una educación masiva donde hembras y varones comparten de forma colectiva un sin número de tareas y actividades conjuntas, sin embargo, esto no es sufi­ciente. La sociedad aún mantiene mecanismos legales, adminis­trativos y mentales, que mantienen en la práctica cierto carácter discriminatorio con respecto a la mujer y encubridores del ma­chismo.
Otro indicador del progreso moral, se aprecia en la práctica de concepciones y posiciones antirracistas, íntimamente vinculadas con el valor de la dignidad humana, en las nuevas condiciones, con la eliminación de las bases políticas e institucionnales del racis­mo; se abre paso así a un proceso de transformaciones y de construcción de una sociedad diferente a la seudorrepública, que abre las posi­bilidades de participación y de oportunidades reales al pueblo y a las masas trabajadoras en general, que incluían no solo a hombres y a las mujeres, sino a los cubanos sin distinción del color de la piel.
El acceso a las escuelas, a la salud, a los establecimientos, a los lugares públicos, centros deportivos, recreativos y culturales, sin un impedimento de tipo racial, así como la participación conjunta en las diferentes tareas y responsabilidades laborales, administrativas, políticas, intelectuales, artística, constataron una nueva moral, que encierra el significado de una autoconcien­cia en el reconocimiento de nuestro mestizaje nacional y cultural, fundido en lo cubano, cuyas raíces más profundas e invisibles une a las "razas" ante cualquier tipo de diferencia física evidente.
En la práctica de las relaciones interpersonales se amplían los lazos de amistad, camaradería, colectivismo y solidaridad interra­cial, el mestizaje se sigue profundizando con el entrecruzamiento de las parejas, avanzando en el rompimiento de los prejuicios y costumbres racistas, fuertemente arraigadas en épocas precedentes.
El criterio de apreciación, valoración y reconocimiento de las personas dejó de estar asociado a elementos de tipo racista, sectario y estigmatizador de los individuos por el color de la piel, la política de la Revolución en este orden, contribuyó a impulsar la incorporación e integración de los cubanos negros dentro de la revolución educacional y cultural del país, superando y liberándose de forma gradual de las secuelas de los orígenes sociales, generalmente muy humildes, de malas condiciones de vida, de pertenencia a barrios marginales, con alto índice de desempleo y cuyas ocupaciones u oficios, mayoritariamente eran físicos o manuales, con bajo o casi ningún nivel de instruc­ción y cultural y donde también se daban las condiciones propicias que generaban actitudes morales negativas, antisociales y delictivas, propios de la Cuba de ayer.
La obra de la Revolución rescató la autoestima y consideración del negro, no por el color de la piel, sino por la actitud que como ser humano asume ante la vida, y por el establecimiento del respe­to y de los derechos que todo hombre tiene como individuo en la nueva realidad social que se construye, amparados por la nueva legalidad de carácter socialista y raíces humanista, martiana y marxista.
Con independencia a esta especificidad señalada dentro de la complejidad que encierra la evolución del fenómeno de las relaciones interraciales a lo largo de la historia de Cuba, y en las condiciones del proceso de la Revolución socialista, se hace evidente que los prejuicios racistas no han sido eliminados en las concepciones y la práctica de las relaciones sociales interpersonales e individuales aisladas, lo cual se constata en la supervivencia y reproducción de algunos estereotipos en cuanto a un cierto "miedo al negro" que se asocia con la desconfianza que expresan algunas personas de pensar en una posibilidad “siempre presente” de encerrar una potencialidad delic­tiva en su fuero interno, en la tendencia a mantener la composi­ción étnica de la familia en los casamientos, y en las posiciones más reaccionarias (aunque menos vistas), que consideran aún al negro como seres inferiores en cuanto a la inteligencia y el logro de maestría en ciertas esferas especializadas de la ciencia y el trabajo intelectual.
Estos estereotipos a nivel de la conciencia social se manifiestan en expresiones populares tales como que, algunos padres prohiben a sus hijos o les critican el tener rela­ciones con una pareja que no sea de su misma "raza" referido más bien al color de la piel, las personas de piel más clara suele decirse que "atrasan" cuando se unen a personas de piel oscura, y entre algunos de piel oscura surge el prejuicio de tratar de "adelantar" con el blanqueamiento de su color, entre otras expresiones cotidianas.
Un elemento que en ocasiones refuerza la supervivencia de tales prejuicios en el seno de la reali­dad cubana, es cierta presencia de algunos de criterios y modelos no auténti­camente cubanos, sino foráneos, en los medios de difusión masiva, donde aún se mantienen patrones que promueven valores cuyos gustos e ideales estéticos no reconocen plenamente el carácter mestizo de nuestra identidad cultural, y donde lo negro aún tiene un lugar secundario y relegado a las raíces históricas, el folklore y en el peor de los casos a un tratamiento humorístico contraproducente.
La transformación radical de esta situación es objeto de los programas especiales actuales de la Revolución, en particular el de los Trabajadores Sociales, lidereados por el Comandante en Jefe Fidel Castro, para el desarrollo de la cultura integral general del pueblo y de la profundización en la justicia social, con la ampliación de posibilidades de oportunidades reales para todos, abarcando a las familias en desventaja social.
El proceso del progreso moral, en el período de la revolución socialista, no excluye a su vez la herencia reaccionaria, regresi­va, que son indicadores de freno y obstáculos en el camino ten­diente hacia los valores humanos universales, el perfeccionamiento humano y de las virtudes morales.
Los propios mecanismos de compulsión moral social, vinculadas a la actividad laboral, a la participación política entre otras, pueden generar actitudes de acomodo externo de lo que se hace, en cuanto a lo que se pide o a lo que exigen los deberes morales de la sociedad, sobre todo cuando la participación mayoritaria de las masas es decisiva e imprescindible, lo que amplía el margen de error en este sentido; surgen así actitudes asumidas formalmente para que­dar bien o para crear una imagen pública, etc, lo que pueden encubrir intenciones y motivaciones conductuales diferentes y contrapuestas.
La doble moral, la simulación, y el oportunismo, van de la mano en estos casos, y en la realidad cubana de estos años han gravitado condiciones tanto objetivas como subjetivas que han permitido generar y reproducir fenómenos morales negativos, engendrados esencialmente por serios problemas en la dirección y control de la economía.

Posteriormente al proceso de hiperbolización de los estímulos morales en el proceso económico laboral, dado en los años setenta, sin tener en cuenta las regularidades y leyes objetivas que rigen la economía (errores de idealización), en tales condiciones de tránsito y en vías al desarrollo con un carácter socialista, ya en la década del ochenta, se absolutizaban los estímulos materiales y economicistas, que se aplicaron no adecuadamente, sin tener como respuesta un respaldo productivo que en realidad fueran indicado­res materiales del crecimiento económico y del aumento de la riqueza social, en bienes materiales, que satisficieran las necesi­dades de la población, desestimulando las actitudes de conciencia de los deberes, responsabilidad y disciplina laboral, entre los propios trabajadores.


Los efectos negativos de este fenómeno, dado en un relativo estancamiento económico y en una gradual inflación, entre otros, tuvieron un cierto "paliativo" con determinadas fór­mulas aplicadas tales como la apertura de la Plaza de la Catedral, donde los artesanos ofrecían objetos necesarios a la población (en este caso de la Capital), la creación del mercado libre campesino, que ofertaba productos del agro, no resueltos por el mercado estatal, así como el establecimiento de un mercado paralelo, que ofertaba los productos que entraban al país a través de los bene­ficios comerciales que Cuba logró obtener al integrarse al Consejo de Ayuda Mutua Económica (C.A.M.E.), perteneciente a los países del ex Campo Socialista.
Al calor de esta situación, se generaba el espíritu de lucro en las actitudes tendientes a obtener beneficios materiales y ganancia de dinero por vías fáciles, de la especulación u otras.
A lo anterior se unen las dificultades que tuvieron los órganos estatales, empresariales y del reciente sistema de gobierno, el Poder Popular, en cuanto a los métodos y estilos de trabajo, de dirección y control de los procesos sociales; este fenómeno que fue objeto de un riguroso y minucioso estudio y análisis crítico, en el seno del Partido Comunista de Cuba, el Gobierno y el Estado, en múltiples asambleas, así como en el III Congreso del Partido en 1986, condujo al reconocimiento franco y abierto de un proceso de errores y generación de tendencias negativas en la construcción del socialismo en Cuba; ante el cual se proyectó un conjunto de medidas para la rectificación de los errores.
En el propio análisis sobre la imagen del Hombre Nuevo, evocando el pensamiento y acción del Che, 1987, Fidel caracterizó el proce­so de rectificación de errores y tendencias negativas:
"¿Y qué estamos rectificando?

Estamos rectificando precisamente todas aquellas cosas   y son muchas   que se apartaron del espíritu revolucionario, de la crea­ción revolucionaria, de la virtud revolucionaria, del esfuerzo revolucionario, de la responsabilidad entre los hombres. Estamos rectificando todo tipo de chapucerías y de mediocridades que eran precisamente la negación de las ideas del Che, del pensamiento revolucionario del Che, del espíritu del Che y del ejemplo del Che." (29)


Los fenómenos morales negativos generados en este período, se hacen sentir en las actitudes y prácticas del burocratismo, esque­matismo y dogmatismo, que atentaban contra la iniciativa y la creatividad en las diferentes esferas de la actividad social y la producción, así como contra la auténtica participación democrática de los trabajadores en las decisiones y soluciones de los problemas.
El acomodamiento y la falta de ejemplaridad en dirigentes administrativos, políticos o institucionales; una desesti­mulación hacia el trabajo y la calidad de sus resultados, eleva­ción del espíritu individualista de enriquecimiento personal de algunos individuos por vías fáciles, deshonestas e ilegales, la ostentación, falta de cordialidad y camaradería dentro de los trabajadores de los servi­cios públicos, expresado en un mal trato a la población, fueron entre otros, síntomas de los males morales de esa etapa.
En este contexto se inserta la problemática ética asociada al sector educacional, en que ciertas instrumentaciones erróneas del trabajo, como el empleo de métodos y estilos autoritaristas, verticalistas, exceso de centralización, burocratismo y formalismo institucional entre otros, engendraron prácticas nocivas de una educación basada en el promocionismo, el facilismo, y pocos niveles de exigencias en cuanto al profesionalismo (peda­gógico y moral) de los maestros y la calidad de los resultados en la labor formativa de los educandos.
La asimilación de la finalidad de la educación, en la formación de una concepción científica del mundo en las nuevas generaciones, se tradujo en una práctica educacional que ponderaba lo instructivo y academicismo en detrimento de lo educativo, sobre la base de lo cuantitativo, como indicador de la calidad.

Todo lo mencionado, hizo decaer en cierta medida el prestigio y reconocimiento social de los maestros y el sector, provocando a su vez un cierto espíritu de insatisfacción y desestimulación en una parte de ellos.


Las autocríticas posiciones ante las dificultades presentadas, por el partido y gobierno cubano, condujeron a la aplicación de algunas de las medidas propuestas para la rectificación de errores y lucha contra las tendencias, apelando a la recuperación de la real participación de las masas en las soluciones de los problemas sociales territoriales y de la comunidad.
El esfuerzo central se encaminó a una estrategia por la realización de un programa agroalimentario y de la ciencia y la técnica.
Se dio apertura al diálogo y a los debates, en un clima franco y receptivo, la creación de los consejos populares a nivel de barrios, el rescate de la prioridad social del trabajo productivo y en la construcción de obras sociales, hospitales, postas médicas para el nuevo sistema del médico de la familia, la creación de nuevos círculos infantiles que permitan la mayor incorporación de las mujeres al trabajo.
La construcción de viviendas para los trabaja­dores o para los vecinos de las comunidades, la creación de con­tingentes constructivos para empresas mayores, el impulso del movimiento de innovadores y racionalizadores, la estimulación a los trabajadores del Ministerio del Azúcar especialmente a los cañe­ros, el estímulo al trabajo de los científicos, fueron entre otros, los pasos dados encaminados a dar un vuelco a la situación existente.
En cuanto a la Educación, puede tenerse en cuenta todo el trabajo del perfeccionamiento contínuo de los planes y programas de las diferentes enseñanzas, que ya se realizaban en los años ochenta, así como una estrategia de superación del personal docente para alcanzar el nivel universitario a través de la Licenciatura en Educación, que se estableció para todos los sub sistemas de enseñanza.
En otro nivel de profundización de las transformaciones en la educación, en los finales del ochenta e inicios de la década del noventa, se distinguen cuatro aspectos esenciales propuestos:


  • Correlación entre la cantidad y la calidad, atendiendo a los resultados del trabajo educacional y la masividad del sistema nacional de educación.

  • Dialéctica entre la centralización institucional y la descentralización en la autoridad, adecuación y contextualización territorial del trabajo del colectivo pedagógico en cada escuela del país.

  • Fundamento del trabajo del maestro, en un espíriru de autosuperación y dominio de los métodos científico pedagógicos, para afrontar la solución de los problemas de su realidad escolar.

  • Perfeccionamiento de la aplicación del principio de integración del estudio con el trabajo, y la formación de valores humanistas, para la preparación para la vida de los jóvenes.

En tales circunstancias, fue importante la transformación de los métodos y estilos del trabajo en la dirección de los procesos en las distintas esferas, con independencia a la centralización que la institucio­nalización había traído consigo, lo que coadyuvaría al rescate de una participación democrática, que haga al individuo ser auténtico, más pleno, más libre y despo­jado de los fenómenos de la doble moral, la apatía o inercia en su proyección en las diferentes esferas de la actividad social, pero en especial ante el trabajo, donde se acentuaron las condiciones que reproducían el carácter enajenado del trabajo y sus diferentes direcciones de manifestación en la sociedad, expresadas en las actitudes negativas de los individuos.


Entre los diversos factores subjetivos, incidieron negativamente el descuido ideológico y la baja atención al problema de la conciencia y la espiritualidad, reconociendo que la incensante penetración por diversas vías e influencia activa de la ideología pequeño burgue­sa, anticubana y de los valores de la sociedad de consumo, encon­traron un terreno propicio, para el renacimiento de un espíritu de lucro personal y de individualismo entre un grupo considerable de personas.
Como uno de los catalizadores pueden señalarse, la pre­sencia de los contactos en el país con la comunidad cubana radi­cada en el extranjero desde finales de los años setenta, y con posterioridad las constantes agresiones que los grupos reacciona­rios de la inmigración dirigen desde el exterior por vía radial hacia el territorio cubano, entre otras formas de diversionismo ideológico.
Durante todo este período de rectificación de errores desde 1986, el núcleo esencial del trabajo proyectado y los esfuerzos realiza­dos en esta dirección, tiene su fundamento en un contenido moral, que lleva adelante la exigencia de una profundización en la auto­conciencia de los hombres y mujeres ante los deberes y la responsabilidad, la necesidad de apelar al honor, a los principios y al mecanismo interno de la vergüenza; todo lo que apuntaba al papel primordial que la moral desempeñó en tales circunstancias, reve­lándose nítidamente el fenómeno de luchar por el crecimiento del factor subjetivo a partir de la elevación de la regulación moral, como elemento interno de la conciencia, movilizador y orientador hacia el logro de la estrategia política establecida en el país.

La concepción de la búsqueda de la semilla escondida en la labor educativa, así como la comprensión de que los hombres no solo actúan y son movidos por el palo y la zanahoria, como meros animales instintivos, eleva el sentimiento ético humanista de la fé y confianza en el ser humano, en sus potencialidades morales, como dominio de la voluntad bajo la esfera de los sentimientos y la razón, guiados por determinados objetivos y fines sociales que permiten su realización individual, y la satisfacción del deber cumplido ante el bienestar de todos, fue una tendencia que se levantó gradualmente, ante el proceso que se llevaba a cabo en la sociedad.


Con claridad se evidenció la relación necesaria que existe entre la economía y moral en el proyecto social cubano, cuya máxima formulaba la necesidad de "crear riquezas con conciencia" y no a la inversa, "conciencia con riquezas", lo que no niega el papel determinante que las condicio­nes materiales, específicamente económicas, ejercen sobre el fac­tor conciencia, sino de lo que se trata es del reconocimiento del carácter anticipador que lo subjetivo tiene en relación con lo objetivo, cuando hay comprensión de los problemas para buscar soluciones con inteligencia, creatividad y moral, lo que puede hacer crecerse ante determinadas condiciones adversas para su transformación.
Tampoco se trata de que el socia­lismo esté reñido en modo alguno con las riquezas sociales, sino de la comprensión de que en las condiciones de país del III Mundo, bloqueado económicamente por la potencia más poderosa del mundo, el único modo y vía en que pueden crearse las riquezas materiales que indiquen un determinado desarrollo econó­mico y social tiene como fuente el trabajo y el aporte consciente e inteligente de los individuos a este propósito.
En esta etapa de los ochenta, puede señalarse como otro indicador del progreso moral, el creciente espíritu de solidaridad internacional y de fortalecimiento del principio moral del Internacionalismo Proleta­rio, en correspondencia con una práctica consecuente a tenor de la política exterior del gobierno cubano, a la luz de las condiciones en la arena política internacional, donde la correlación de fuer­zas favorecían la necesidad de este tipo de relaciones entre los países del Movimiento de los No Alineados, respaldados por el apoyo moral solidario y en ocasiones material de los países del existente campo socialista.
La práctica del internacionalismo extendida a múltiples esferas de la actividad social abarcó a diferentes sectores de la población que hicieron suyos los valores del altruísmo y la solidaridad con otros países del mundo, dando una contribución al fondo común de la causa de los pueblos, en­grandeciendo la imagen de Cuba a partir del reconocimiento de las posiciones internacionales asumidas sobre la base de principios morales, siempre a favor de las causas justas y nobles, del respe­to a la no injerencia en asuntos internos, y del establecimiento de un orden económico diferente, de equidad, que posibilite las vías de desarrollo de los países subdesarrollados, empobrecidos y neocolonizados del planeta, así como la acción conjunta ante los problemas globales que afectan a la humanidad.
El prestigio moral ganado en la práctica de las relaciones interna­cionales del gobierno y pueblo revolucionario cubano, ha desperta­do la simpatía y elevado el número de amigos que a su vez se solidarizan con Cuba, lo cual es inaceptable para el Imperialismo Yanqui y los círculos de poder de los grupos reaccionarios de la emigración cubana, los que han hecho todo lo posible por falsear la verdadera imagen de la realidad cubana, manipulando la opinión internacional, a partir de campañas, acusaciones ante la Comisión Internacional de Derechos Humanos y tergiversacio­nes de todo tipo, empleadas a lo largo de los años de Revolución Socialista.
Todos los esfuerzos y el trabajo encaminados a enrrumbar por el camino correcto el proceso de construcción del proyecto socialista cubano, estuvo permeado por el sentido autocrítico de ser lo más auténticos, originales y creativos posibles, eliminando todo tipo de copia e introducción mecánica de modelos de los ex países socialistas de la Europa del Este, no afines con la realidad e idiosincracia del pueblo cubano, que marcó una de las tendencias negativas de este proceso, con ello el análisis triunfalista e idealizado de las condiciones de la realidad del proceso cubano, debían ser eliminadas para ganar en el realismo, objetividad y flexibilidad inherentes al método dialéctico materialista de com­prensión de la realidad social y el mundo.
Con la entrada en la década del final del siglo XX, se producen cambios históricos trascendentales en la arena internacional, el desmoronamiento del Campo Socialista y la desintegración de la U.R.S.S., dio un vuelco a la correlación de fuerzas en el mundo, ahora a favor de la reacción, en un mundo unipolar, con la globa­lización del capitalismo bajo los fundamentos ideológicos del neoliberalismo y la hegemonía del imperialismo yanqui como gendar­me.

Desde 1989 se vislumbraba la posibilidad real e inminente de este fenómeno, que para Cuba representaba una fuerte llamada de alerta en medio de las ya difíciles condiciones internas por las que atravesaba el país, en franco proceso de rectificación de errores y tendencias negativas. En tan temprana fecha, el máximo dirigente de la Revo­lución Cubana Fidel Castro, en una de sus acostumbradas interven­ciones ante el pueblo, en este caso en ocasión de conmemorarse un aniversario más de la patriótica efeméride del Asalto al Cuartel Moncada, el 26 de Julio, en la provincia de Camagüey; auguró que:


"Defenderemos el socialismo hasta las últimas consecuencias...

Si el Campo Socialista se desintegra, seguiremos defendiendo el Socialismo...


Si en la U.R.S.S. estallara una contienda civil..., si la U.R.S.S. dejara de existir, seguiremos defendiendo el Socialis­mo."(30).
Estas eran definiciones políticas sustentadas en posiciones de principios morales de fidelidad a la causa nacional y patriótica, de defensa a todo riesgo y a toda costa del proyecto socialista de la Revolución Cubana, que significa la defensa de la Patria, su independencia, su soberanía, la dignidad y el honor del pueblo cubano, convencidos de que la opción de la reversibilidad del proceso revolucionario cubano representaría un callejón sin salida, sin respuestas a los problemas económicos internos del país y del desarrollo.
En tal sentido, la ideología burguesa del neoliberalismo y la economía de mercado, no podrían resolver los actuales problemas, ni los del desarrollo, en la condición de Cuba, como país del III Mundo, como no fuera sobre la base de la eliminación de las con­quistas sociales populares de la Revolución y de un despiadado abandono del individuo, acorralado, aislado, y abandonado a su propia suerte.
Sería un retorno al pasado en las peores circunstancias del pre­sente, que después de haber vivenciado y concientizado formas totalmente diferentes en las condiciones de vida del ser humano, que según el nivel alcanzado en la sociedad cubana, si bien puede catalogarse de modestos, sencillos e incluso limitados, represen­tan un enorme salto cualitativo, en cuanto a la seguridad y bie­nestar social que dicho sistema proporciona a la población en general, sin ningún tipo de prebenda a las masas trabajadoras y al pueblo en general. La posición ideológica y política ente tal disyuntiva es la de ¡Socialismo o muerte!.
Cuba se adentraba en una encrucijada, que representa los tiempos más difíciles atravesados a lo largo de toda su historia y de los más de cien años de luchas, donde el envalentonamiento y la prepo­tencia yanqui, ante las anotadas victorias sobre el campo socia­lista y la desenfrenada prueba de fuerzas en el conflicto bélico del Medio Oriente, nos ubicaban en el blanco directo por excelen­cia, de su amenazador punto de mira.
La estrategia del Partido y Gobierno Cubano, debía ser cambiada de inmediato, la política de rectificación y los lineamientos para el desarrollo trazados en el III Congreso, eran prácticamente congela­dos a tenor de las nuevas condiciones, la previsión mesurada e inteligente, estaba encaminada a preparar a la población ideoló­gica y psicológicamente para afrontar los nuevos retos y desafíos que la historia le impone a las actuales generaciones de cubanos, que aunque coetáneas, no son generaciones homogéneas, teniendo cada una sus inquietudes y particularidades distintivas.
El programa elaborado en tales circunstancias debía preparar las condiciones materiales para la búsqueda de respuestas y vías alternativas a las grandes dificultades y graves problemas que se desencadenarían, como resultado del doble bloqueo que las actuales condiciones internacionales, representaban para Cuba, este progra­ma sólo garantiza su triunfo a partir de una participación cons­ciente, responsable y resuelta de las fuerzas reales activas del país, comprometidas verdaderamente en el proceso revolucionario hasta sus últimas consecuencias; lo que supone un fortalecimiento de ciertos valores morales en torno a la voluntad política que se necesita desplegar, así como la resistencia y la lucha sin desmayos.
Este fortalecimiento también incluye el poner a prueba el grado de madurez alcanzado por la conciencia moral de los individuos, la firmeza de las convicciones, de los principios morales que se promulgaron y se formaron en las condiciones del proceso revolucionario, así como la producción de las fuerzas y energías suficientes, para mantener los niveles de resistencia que se necesitan sin quebrar en el camino, esto presupone una decanta­ción del proceso, un momento de depuración y definiciones, es el conflicto moral de mantener el ser revolucionario, patriota y digno o el dejar de serlo, que como en otros momentos anteriores de la historia de Cuba, se ubica en el centro del problema, pero que salvando las distancias espacio-temporales y las diferencias ahora el potencial humano y subjetivo esta enriquecido:
"Contamos   expresa Fidel   en primer lugar, con un pueblo que posee una cultura política incomparablemente superior.
Recuerdo precisamente que en aquellos días de Girón, se llevaba a cabo la Campaña de Alfabetización; era el Año de la Educación, y había más de 100,000 jóvenes que llevaban adelante la campaña.
Hoy, por cada uno de aquellos 100,000 jóvenes, hay en nuestro país tres maestros y profesores graduados y trabajando, tres por cada uno de los alfabetizadores, como resultado del desarrollo de nuestra educación, como fruto de los avances culturales de nuesto país, como expresión del pueblo que tenemos hoy, con cientos de miles de graduados universitarios, con más de un millón de estu­diantes de nivel medio, con millones de personas entre niños, adolescentes y adultos que van a las aulas. Un pueblo que ha tenido la escuela histórica de 30 años de Revolución; un partido con no menos de 600,000 militantes y aspirantes, y una cifra aproximadamente igual de miembros en la Unión de Jóvenes Comunis­tas; unas fuerzas armadas que han desarrollado su experiencia, su organización y su capacidad de combate, decenas y decenas de veces más que las que poseían en aquel entonces; cientos y cientos de miles de reservistas, millones de combatientes organizados, entre­nados y armados a lo largo y ancho del país en todas partes, pantanos y montañas, campos y ciudades.
Contamos con las organizaciones de masas, contamos con el Estado socialista organizado, contamos con el Ministerio del Interior renovado y fortalecido; contamos con infinitas fuerzas con que no contábamos entonces. Pero contamos, sobre todo, con la unidad de nuestro pueblo; contamos con la unidad estrecha, sólida e indes­tructible de todos los revolucionarios, y la unidad estrecha, sólida e indestructible de nuestro partido con el pueblo.(31)
El programa del período especial concebido para la resistencia y sobrevivencia del pueblo, así como salvaguardar las conquistas del socialismo, incluye el objetivo de aún en tales condiciones propi­ciar el desarrollo sobre la base de un despegue y reanimación de la economía cubana.
Hacia 1991 con la entrada del país en la primera fase de este período, ya se habían puesto en práctica diversas alternativas contempladas en el programa, tales como: el programa agroalimentario, el plan de desarrollo del turismo, el programa de la biotecnología y de la industria farmaceútica, plan de ahorro de los recursos materiales y energéticos, así como, la creación de fuentes de energía alternativas, plan de estímulo y fomento de la actividad creadora, de incentivos e iniciativas de las masas a través de la revitalización de la actividad de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores, las Briga­das Técnicas de Trabajo Juveniles y el Foro de Ciencia y Técnica, entre otros.
En torno a este amplio programa era imprescindible garantizar la unidad y la movilización consciente de las masas; tarea harto difícil para el trabajo político ideológico de un fuerte contenido moral, en el contexto de la agudización de las contradicciones socioeconómicas y de franco enfrentamiento en la lucha ideológica en el país.
Ante la desaparición del modelo social socialista, con la reversibilidad del socialismo real, se produce el efecto de la ausencia o espacio vacío de un ideal social, que como aspiración de la humanidad se contraponga y supere al secular régimen capitalista de explotación, formulado en el pronóstico de las leyes objetivas del desarrollo de la historia de la humanidad y de las luchas de clases, en la teoría e ideología científica de la concepción del mundo del Marxismo Leninismo.
Esto trajo consigo que los desconocedores y enemigos del método dialéctico materialista para el análisis y comprensión de la realidad, con las contradic­ciones y complejidades del desarrollo, cuestionaran la validez de dicha teoría y desde luego de tal ideal social, declarando las diversas escuelas y corrientes filosóficas no marxistas, la crisis del Marxismo, de su teoría y su práctica en la construcción del socialismo y del ideal comunista, social y humano.
La desvirtuada concepción de este problema no dejó de tener sus influencias ideológicas en el factor subjetivo interno de la sociedad cubana, y apareció en algunos una cierta incertidumbre sobre la perdurabilidad del proceso revolucionario socialista en las cam­biantes condiciones actuales, unido a un sentimiento de frustra­ción y decepción ante lo que evindentemente se presentaba como una traición a los principios de fidelidad a la causa del socialismo y de defensa de los cardinales intereses del movimiento revolucionario internacio­nal, así como el cuestionamiento sobre el modelo del proyecto social socialista cubano, y la incertidumbre ante el problema del ideal de personalidad comunista y la formación de las nuevas generaciones.
Este fenómeno se proyectó de forma mal intencionada y eufórica por los enemigos internos de la Revolución, que pensaron les había llegado su oportunidad, y en los grupos contrarrevolucionarios de los emigrados cubanos, los cuales hicieron rápidos proyectos de repartición de sus "supuestas propiedades" sobre Cuba, y de la toma de las riendas del dominio y el poder del "nuevo gobierno", que ante la inminente caída de la Revolución cubana, estaría encabezado por los candidatos representantes de la fundación cubano americana radicada en Miami.
Sin embargo este fenómeno también gravitó en las mentes y sentimientos de algunos individuos que se mostraron confundidos e incluso algunos vacilantes, ante las gran­des contradicciones que se manifestaron en la realidad social nacional e internacional, abarcando también el sector juvenil.
En la arena ideológica se debatían el pesimismo, y el optimismo, el hipercriticismo francotirador, demoledor de la obra revoluciona­ria, y la actitud de combate en la crítica mesurada, racional y de propuestas de acciones para resolver problemas concretos, eran las manifestaciones de la lucha ideológica en tal contexto.
Esto recuerda análogamente los momentos de finales del siglo XIX e inicios del XX, ante la Revolución de las Ciencias Naturales, la repercusión polémica que tuvo en el campo filosófico, que Lenin enfrentó y plasmó en la obra Materialismo y Empiriocriticismo (en la Rusia de 1907), donde demuestra que la mal llamada "Crisis de la Física" era en realidad "la crisis de los físicos" que no contaban con el método de la dialéctica materialista para inter­pretar los nuevos descubrimientos de las Ciencias Naturales y los cambios de conceptos.
El pro­blema de la unidad nacional es un problema central, en torno al cual debían resolverse en las nuevas condiciones la cuestión de los métodos y estilos de trabajo que mantuvieron la organicidad del sistema social cubano, la atención a los intereses y problemas del individuo, con una orientación más personificada, en la dirección política y participación democrática de las masas, el trabajo en la comunidad para la solución de los problemas concretos encabezados por los conse­jos populares.
Las definiciones sobre la no estigmatización de los individuos por su culto o credo religioso, la posibilidad incluso, de formar parte de la militancia del Partido Comunista y la Unión de Jóvenes Comunistas según su actitud ante la vida, el trabajo y el proceso revolucionario, fue un paso significativo en el logro de la profundización de la autenticidad del individuo en su actua­ción en la sociedad, sin necesidad de asumir una doble moral y siendo más pleno en su integración a las exigencias y deberes que reclaman la sociedad, así como en el logro de una unidad menos formal y más profunda entre todos los cubanos, defensores de la Revolución y portadores de los valores morales humanos universales que lo fundamenta.
La comprensión fresca y renovada de este problema arroja luz sobre la necesidad de lograr la unidad en la diversidad, alcanzando una comuni­cación y un trato sobre la base del entendimiento y comprensión mutua de forma racional y respetuosa, en aras de defender y preservar los objetivos económicos, sociales y culturales, con una orientación ideológica, político moral, humanista, martiana y marxista de carácter socialista.
La agudizacion de las contradicciones económico - sociales en el transcurso del período especial, han reper­cutido en el impacto que ha recibido la moral en su tendencia progresiva, es innegable un proceso de devaluación de los valores esprituales, en particular los valores morales, los que han sufrido una degradación ostensible con la proliferación de actitudes y cualidades morales negativas en la conducta y accionar de los individuos.
La indisciplina social, la desestimulación de la actitud ante el trabajo y la pérdida de la significación y valor del trabajo para muchos individuos, la búsqueda de dinero o de una vida suntuosa por vía fáciles o ilegales, la aparición de una nueva modalidad de la prostitución en el fenómeno de las "jineteras", la falta de ejemplaridad y establecimiento de compro­misos onerosos por ciertos administradores y funcionarios estata­les entre otros, dicen de una crisis de valores, de la pérdida de la significación social positiva de ciertos valores inculcados y formados por la Revolución, ahora desacreditados por una realidad diferente, que imponen nuevas reglas objetivas, sobre todo en el campo de la economía.
La aplicación de medidas que implican modificaciones en la base económica cubana, con la introducción de empresas mixtas, firmas y corporaciones extranjeras, el restablecimiento del trabajo por cuenta propia, la creación de las Unidades Básicas de Producción Agrícola, como un tipo de propiedad sobre la tierra, diferente a la estatal y a las cooperativas, la despenalización del dólar, entre otras, constituyen la objetivación de los esfuerzos para salva­guardar las conquistas esenciales del socialismo cubano, y del proyecto social en su conjunto, en la medida en que puedan obte­nerse los beneficios y resultados del funcionamiento de todas las direcciones impulsadas para el desarrollo económico del país.
No obstante, estas medidas constituyen un reto al carácter socialista del proyecto social cubano, por el impacto desfavorable que ejercen en la vida espiritual y moral de la sociedad.
A raíz de esta situación puede distinguirse la agudización de los conflictos morales más reiterados a que se enfrentan los individuos, que brotan de las contradicciones de la realidad social, dentro de los que se encuentran:


  • El conflicto entre la ética del ser (mantener las posiciones de dignidad, honestidad e integridad personal) y la ética del tener (desmembramiento o desdoblamiento de la integridad moral del individuo por obtener a cualquier costo, beneficios mate­riales personales); el contenido de este conflicto ético expre­sa una de las contradicciones principales y esenciales, asocia­da a la situación económica, así como al enfrentamiento ideoló­gico entre las posiciones socialistas y burguesas, patrióticas o entreguistas.

Derivado de este conflicto existen otros con diferencias de matices:




  • Entre la motivación o estimulación hacia el trabajo por amor, vocación, realización y necesidad social y la motivación por la búsqueda del bienestar y ventajas materiales que le pueda reportar.




  • Entre la búsqueda del sustento por la vía del esfuerzo perso­nal, la entrega, el sacrificio en el trabajo con resultados socialmente útil o la búsqueda por otras vías, fáciles, deshonestas, cor­ruptas, ilegales, etc.




  • Entre la obtención de recursos para la satisfacción de las necesidades elementales familiares y personales, por la vía de la distribución económica establecida, y/o a su vez, por la obtención por las ofertas del mercado negro de fuente dudosa.




  • Entre la posición de resistir manteniéndose en el país enfren­tando las difíciles condiciones materiales y de sobrevivencia o tomar el camino del abandono y desarraigo patrio mediante la emigración al extranjero.

En el enfrentamiento de lo progresivo y lo regresivo en el campo de la moral y sus valores, se evidencian en las manifestaciones ideológicas y conductuales de los individuos, unos valores que se reafirman y otros que se han degradado, entre ellos se encuentran los siguientes:




  • El valor de la dignidad humana, se ve reafirmado en la dimensión de la dignidad nacional, a partir de las actitudes decorosas, honestas y patrióticas, que tienden a mantener la unidad nacional, en torno a la voluntad política de defensa de las conquistas de la obra de la revolución, mientras que en la dimensión de la dignidad personal, existen degradaciones en actitudes individuales deshonestas, corruptas y de diversas formas de prostitución.




  • El valor del deber moral social ante el trabajo, ha sufrido un fuerte impacto degradante, de desetimulación de la actitud laboriosa, y de entrega y realización material y espiritual a través del trabajo, afectándose la honradez, en la medida en que algunos buscan el sustento por otras vías o en actitudes parásitas.



  • El espíritu crítico y autocrítico, ante las actitudes y acciones negativas, y que tratan de justificarse por las condiciones objetivas desfavorables generadas en el período especial, por evadir el enfrentamiento a los problemas y su solución.




  • La solidaridad, se ve afectada en su contenido de las relaciones entre los individuos más próximos, descuido de la atención humana al compañero, concentración en los problemas propios, egoismo e individualismo ante la solución de problemas materiales personales y familiares, lo que afecta a su vez al valor del colectivismo, el altruísmo y los hábitos de educación formal.




  • El valor del antirracismo, sufre el impacto de los criterios discriminatorios y prácticas con prejuicios raciales, que se generan en el país, a partir de la existencia de la mixtificación de la economía, con la coexistencia de la economía capitalista, inversiones extranjeras, fomento del turismo internacional, entre otros elementos foráneos, que se rigen por patrones discriminatorios y racistas, y que son factores que refuerzan en las actuales coyunturas este aspecto, en la medida en que se evidencian diferencias sociales en las condiciones de vida de los individuos, que por diversas vías pueden tener acceso al dóllar, y los que no, así como por los medios propagandísticos y publicitarios que reafirman ciertos criterios estéticos norteamericanos o europeizantes con matices racistas, que rigen en el mundo capitalista de hoy.




  • La intransigencia e intolerancia ante todo tipo de dominación extranjera, es un valor moral, que se reafirma en el nuevo contexto histórico, con otras peculiaridades de su contenido, que aunque mantiene la no aceptación de ceder ante las presiones del gobierno norteamericano, y de la derecha reaccionaria de la emigración cubano - americana, y sortea todas las agresiones, campañas, manipulaciones con fenómenos tan delicados, como el de la emigración y salidas definitivas del país hacia los Estados Unidos, han tenido el efecto contraproducente de fortalecer este valor de no ceder a la imposición del dominio extranjero, que significaría la pérdida de la patria, la nación, todas las conquistas sociales y la dignidad de los cubanos, así como el derecho a luchar por un futuro mejor.




  • En el vínculo existente entre el contenido de los valores morales, asociado a los antes mencionados, está el valor de la capacidad de resistencia, generada ante las difíciles condiciones de la sociedad cubana, en que se estimula la creatividad, la iniciativa y la participación popular en la voluntad política y económica de salir adelante, y que genera actos de abnegación, hazañas y heroicidades, entre los individuos conscientes y comprometidos con el proyecto social cubano.




  • La justicia social es un valor que en su contenido objetivo actual se reafirma a partir del rechazo que se genera ante el surgimiento de evidentes desigualdades sociales, por la situación de la coexistencia de diferentes formas de propiedad económica en el país. Esto tiene un impacto sobre todo, en las generaciones nacidas con la revolución, que no tienen vivencias precedentes de esta situación, este interesante elemento es necesario tenerlo en cuenta, para la comprensión de lo que significaría, la pérdida de un sistema social que responda a los intereses del pueblo y al carácter socialista de la sociedad, para garantizar una obra de garantías, seguridad y justicia social para las amplias masas.

El reconocimiento de manifestaciones de degradación de valores, que proliferaron de forma evidente en la sociedad, identificada por algunos como crisis de valores no nos conduce a la absolutización de este fenómeno en su sentido fatalista, sino a la comprensión y profundi­zación en las contradicciones y causales que en este contexto histórico concreto la producen, así como el análisis y estudio de las fuerzas internas que se mueven en ella y que generan las tendencias tanto regresiva, como progresiva que se enfrentan entre sí, anunciando cambios inevita­bles que pueden representar el triunfo de lo regresivo o de lo progresivo, tal y como .fue objeto de análisis en la convocatoria de la Audiencia Pública de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en abril de 1995, donde participaron, profesionales de las Ciencias Sociales, investigadores, políticos, profesores, entre otros.


El concepto de crisis social expresa una agudización de las con­tradiciones socioeconómicas y políticas que generan momentos co­yunturales difíciles para la sociedad y el individuo, en cuyo seno está el enfren­tamiento socioclasista de los intereses en pugna.

La agudización extrema de las crisis sociales pueden conducir a estallidos socia­les revolucionarios cuando las masas o grupos sociales tratan de subvertir el orden de un dominio explotador y de injusticias sociales, o contrarrevolucionario cuando determinados sectores o grupos sociales tratan de hacer reversible un orden de dominio con una base democrática de participación y beneficio popular con un carácter revolucionario, según las condiciones que indican la radi­calidad del proceso y el momento histórico en que se produce.


En el caso de la realidad cubana en este contexto se evidenció una crisis en la economía, con un impacto en la vida espiritual y en la esfera de los valores ideológicos, que no tiene el carácter de crisis social, ni síntomas de agudización extrema.
Una intensificación del trabajo político ideológico, encaminado a la profundización en el conoci­miento de las causales externas e internas por parte del pueblo, en apretada fila con el Partido y Gobierno, sobre la coyuntura actual que vive el país, la creación y toma de conciencia acerca del camino a seguir, los medios y vías a emplear para dar una respuesta certera a las dificultades que atraviesa el país, han sido entre otros, los pasos de la estrategia, para resistir, sobrevivir y salvaguardar los objetivos del socialismo cubano.
En tales circunstancias, se profundizó la conciencia de la necesidad de trabajar intensamente en la formación de valores y cualidades morales en los niños y jóvenes, tener clari­dad acerca de la imagen del joven a formar, capaz de afrontar el presente con sus cambios dinámicos y contradicciones de una forma inteligente , optimista y protagónica, con una cultura general, científica, téc­nica y laboral, sustentado en una riqueza espiritual interna, dada por un conjunto de valores con un contenido moral y una orienta­ción humanista, que tiendan a preservar lo más fecundo de la cubanía y la conciencia nacional y dar continuidad a la obra social socialista de la revolución cubana.


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