Dimension etica de la educacion cubana en la


- CUBA EN CONDICIONES DE NEOCOLONIA YANQUI 1898 - 1959



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2. 3. 1 - CUBA EN CONDICIONES DE NEOCOLONIA YANQUI 1898 - 1959.
La ocupación militar norteamericana, el licenciamiento del ejército mambí y la desunión de las fuerzas revolucionarias, en torno a las discrepancias entre el General en Jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez y la Asamblea del Cerro, fueron factores que coadyuvaron al establecimiento del gobierno interventor yanqui, ante el cual las auténticas fuerzas independentistas cubanas y sus intereses, quedaron desactivadas y sin representación, durante los años 1898 y 1902, en que queda fundada una República mediatizada.
El régimen neocolonial establecido en Cuba por el gobierno norteamericano, marcó profundamente el carácter estructural del subdesarrollo del país, afianzado por los mecanismos de injerencia y penetración, económica, política, cultural y militar, lo que condujo a la existencia de un control de la política interior y exterior cubana, a través de gobiernos entreguistas y pro imperialistas, así como a un fuerte proceso de penetración y deformación de la economía nacional.
El contradictorio proceso del progreso moral, en el devenir his­tórico cubano, se abre paso en los primeros años de la seudorrepú­blica, hasta 1920, en un período, reconocido por Raúl Roa, como de verdadera "dispersión de la conciencia nacional", a partir de la incertidumbre, frustración y pesimismo que en una gran parte del pueblo, significó la imposición de una Constitución de la Repúbli­ca, con enmienda, cuyo dilema contrapuso a los cubanos en un grupo minoritario que defendían intransigentemente la no acepta­ción de tan humillante apéndice, posiciones encabezadas por los patriotas Juan Gualberto Gómez y Salvador Cisneros Betancourt.
Otro grupo que iba ganando cada vez más adeptos en el convenci­miento penoso de que la aceptación de la enmienda era el único camino posible de poner "fin" a la ocupación militar yanqui, dentro del cual podían encontrarse casos de honestos patriotas, como fue el caso del relevante independentista Manuel Sanguily.
Estas condiciones fueron propicias para el resurgimiento de las posiciones contrarrevolucionarias, caracterizada por Cintio Vitier en su ensayo citado como: ..."el grupo de solapados partidarios de la nueva situación de dependencia colonial que se avecinaba, por intereses económicos de clase, odio a la causa independentista, complejo de inferioridad o estupidez incurable... el anexionismo aliado del fracasado pero sobreviviente autonomismo, resurgía de sus cenizas, propiciado por el escepticismo fundamental de la generación positivista de entre guerras."(12)
Durante las dos primeras décadas de la Cuba neocolonial, la moral expresó las contradicciones de la época, en la manifestación de una tendencia progresiva e integradora, que se concretaba en las posiciones e intereses que en cierta medida se expresaron por las fuerzas revolucionarias independentistas más radicales, representadas por Juan Gualberto Gómez, Cisneros Betancourt y Bartolomé Masó, y que nucleaban a sectores de la tendencia nacionalista de la burguesía dependiente, dentro de ellos los hacendados azucareros y ganaderos de Las Villas, Camagüey y Oriente con ciertas aspiraciones, grupos de profesionales, pequeños comerciantes cubanos, pequeños propietarios, entre otros, de la clase media, y de la clase oprimida, tales como obreros, campesinos, masas negras, etcétera.
La tendencia regresiva y desintegradora, se manifestó en la actividad e intereses del grupo oligárquico antinacionalista y plattista, de posición conservadora, que se erigió como clase dominante en los gobiernos de la época.
Dentro de ellos se encontraban el grupo antinacional de la burguesía dependiente criolla, la mayoría de los norteamericanos residentes en Cuba, y representantes del capital financiero yanqui, el sector comercial y azucarero español, y amplias masas de Pinar de Río, La Habana y Matanzas que dependían de los beneficios que estas fuerzas de poder le proporcionaban.
Avalado por una acelerada penetración económica en el país, una educación deficitaria y con una fuerte influencia norteamericana, transcurrieron los sucesivos presidentes de turnos que representa­ban una política sin personalidad ni cara propia, y que delinearon una escalada de arribismo, demagogia, corrupción, entreguismo y profundiza­ción de la discriminación racial, a partir del ascenso de una burguesía, a costa de las masas trabajadoras, hundidas en la miseria y el desamparo social.
Dentro de ello, un elemento de regreso moral, fue la entronización de un racismo acérrimo que tuvo como colofón la represión sangrienta contra el movimiento de los Inde­pendentistas de color en 1912, donde el ejército asesinó un eleva­do número de negros y mulatos cubanos.
Como es propio del fenómeno de la moral, esta situación, no deja de tener su contrapartida; la tendencia progresiva persiste en dar pasos a veces imperceptibles dentro de una situación histórica difícil como esta; el creciente malestar en los estados de ánimos de las clases más humildes, unido a la agudización de las contradicciones económicas y políticas, condicionará el estallido social y la acción de la moral en la orientación hacia actitudes cívicas y partióticas de las fuerzas nacionalistas y revolucionarias del país.
Otro enfoque metodológico en el análisis de los primeros años de la República Neocolonial, válido en sus aportes para profundizar en la caracterización de la moral de la época, es el estudio psico social del cubano, realizado por el historiador Jorge Iba­rra, el cual recurre al uso instrumental de las manifestaciones artístico culturales, como termómetro indicador del alma de la sociedad, o como espejo del espíritu, en cuanto a los sentimien­tos, estados de ánimos y emociones del cubano, en la travesía de estos años.
En la obra artístico literaria de la época está recogida de una determinada forma estilística no solo la realidad e inquietudes sociales que son un objeto obligado de reflexión del cubano, sino las propias inquietudes, necesidades, y aspiraciones de los pro­pios autores, imprimiéndole las huellas de su subjetividad inter­na, vivencias, conflictos, estados de ánimos y espiritualidad.
Coincidente con el criterio de Fernández Retamar, el historiador Jorge Ibarra, reconoce como un fenómeno nada casual, sino como la manifestación de una regularidad en el devenir histórico de la realidad cubana "que fueron heraldos de su época Heredia en 1820, Céspedes en 1868, Martí en 1895 y Martínez Villena en 1920" como una convergencia entre "el poeta y el vidente, entre el poeta y el hombre de acción y el hombre de acción precursor"(13), en la explicación psicológica de este fenómeno este autor dice:
"No es la poesía, por lo tanto, lo que da lugar a una superior percepción histórica, o a una posición cimera en la vanguardia, sino en el sentir más hondamente las emociones soterradas del pueblo. Tanto la vocación poética, la superior percepción histó­rica, como la acción política precursora de vanguardia, provienen consecuentemente de una raíz idéntica: una vida emotiva individual plenamente integrada con los grandes sentimientos colectivos. Esta comunidad emocional constituye el estímulo fundamental para la superior percepción del devenir histórico".(14)
A este componente psicológico se une el contenido axiológico que penetra la esfera de lo emocional espiritual del individuo, y que una de sus manifestaciones está en la moral y en la expresión de los sentimientos humanos, donde la profunda sensibilidad estética se combina con una elevada sensibilidad moral ante todo lo que concierne al hombre, trayendo consigo la correlación entre lo bello y lo bueno, como es en este caso concreto vinculado al drama histórico social del cubano y de la patria, lo cual se integra de manera armónica en la correlación del contenido y la forma, dentro de la creación artística de la época.
Estos elementos nos permiten comprender en qué medida la desesta­bilización socioeconómica y política, las condiciones del fracaso de grandes ideales morales, por los cuales se ha invertido ingen­tes esfuerzos, sacrificios y vidas humanas, así como la imposición de un poder y política foránea, sobre la determinación de los destinos de un pueblo, que ponen una vez más en duda el reconoci­miento de la personalidad de la nación cubana, repercuten en la recaída que en los primeros diez años de la República tiene la poesía cubana como expresión a su vez de la traumática depresión o degradación que sufren las fuerzas morales progresistas de la sociedad.
Podemos referirnos a otro momento de crisis de valores, como reflejo de las difíciles condiciones histórico coyunturales, que representara el fin de la guerra indpendentista y el inicio de un nuevo peldaño histórico social al que arribara Cuba, como repúbli­ca neocolonial.
La caracterización más general que en el caso de la poesía cubana hacia 1910, hace Cintio Vitier, es que la mísma fue un reflejo fiel de la realidad social de la época, expresando los conflictos emocionales y la frustración que sintieran aquellas generaciones de cubanos.
Dentro de las diversas causas analizadas, Vitier tiene en cuenta no solo los hechos históricos objetivos, sino también los aspectos subjetivos que éstos generan e impactan a la moral, y que afectan sensible­mente en la dispersión de la conciencia nacional, entre ellos, la desinte­gración de los ideales ético humanistas del proyecto político  social martiano, que traen consigo la ausencia de un ideal histórico definido, capaz de aglutinar acciones y voluntades, la carencia de simbolismo patriótico, que se reflejó también en la tendencia desmoralizante de esos años, aflorando el espíritu incrédulo y burlón de la idiosincracia del cubano, lo que en su conjunto marca una huella en el fenómeno poético de la época.
Vitier, reconoce la excepción que significara Julián del Casal, y posterior a esta década, Ibarra, señala que José Manuel Poveda fue el poeta por excelencia de la frustración republicana, en el análisis de "La elegía del retorno", el historiador descubre que en Poveda, "la ausencia de una conciencia nacional hace impo­sible la existencia de una conciencia individual”, aunque aporta a su vez, el significado ético del problema nacional ante la contradic­ción de mantener y defender nuestra existencia como cubanos o renunciar a tan inalienable y auténtico sentimiento y derecho, fenómeno que abona las raíces históricas del diferendo histórico Estados Unidos – Cuba.
Pero al leer el texto del poema no encontramos solo frustración, también se encuentra un sentimiento de resisten­cia en su fuero interno de los hechos consumados que imponen los acontecimientos, en un aparente temperamento pasivo de resigna­ción, hay una queja, una denuncia, una inpugnación de tal reali­dad, una inconformidad, que aboga por un espíritu de rebeldía y de intransigencia como en el otrora momento de la dicotomía Zanjón   Baraguá; lo que nos permite afirmar que como en toda situación de crisis de valores y de lo espiritual, la agitación de las pasiones más internas buscan asirse a determinados valores humanos univer­sales, necesarios a salvaguardar, y la búsqueda de ideales orien­tadores del camino es también una vía alternativa de salida de tales momentos.
En la elegía de Poveda, hay también un conflicto moral: "Ayer mismo sufrí los males de la Patria, pero tenía confianza en mi palabra, en mi pluma, en el esfuerzo de la juventud. Hoy no; hoy me siento como si no existiera, y el dolor de Patria que sufro es el de no existir". Ante esta contradicción de ser cubanos o dejar de ser, hay una duda, un cuestionamiento, "!Será bastante, sin embargo, que yo sea irreductible portador de la rebelión; que en mis versos aprendan los hombres secretos de libertad; que en mis estrofas circulen las consignas, las comunicaciones y las clarinadas, para el gran esfuerzo libertador! (...) Pero una voz nueva me gritó en lo interno:
¡No, no! ¡La hora no es para canciones que no serían escucha­das!". (15)
El poeta reconoce, qué condiciones son las que imponen dicha sordera, y en qué medida la Patria se encuentra atada de pies y manos para la acción que se requiere, no obstante el momento de debilitamiento que tanto sufre, se resiste a una aceptación resig­nada y pasiva, considerando que tal vez mañana serán escuchadas por oidos de cubanos sensibles y receptivos.(16)
Ante el reconocimiento de esta paradoja que plantea el problema de la identidad nacional y cultural en medio de tales vicisitudes, el poeta encuentra en los ideales una fuerza oculta, orientadora y movilizadora que en tales circunstancias puede utilizar y lo pueden ayudar a abrirse paso entre el laberinto oscuro por el que transita él, la Nación y la Patria:

"Y qué mejor ocupación para un poeta de ideales, mientras no existamos, que componer versos simbólicos, o errar sin rumbo en la noche, ideando prosas de incertidumbre ? Quién sabe mañana la fuerza que tendrán estas mismas palabras indecisas?".(17)


En tales condiciones, se hacía necesario una acción movilizadora hacia una actitud diferente, que marcara el paso de la tendencia progresiva de la moral, por lo que salvando las distancias y diferencias históricas en los primeros años del nacimiento de la seudorrepública, se hizo sentir gravemente el peso de la ausencia de un Baraguá como reclamo y reivindicación de la dignidad y honor de la conciencia nacional y la Patria, a lo cual también se refi­rió Poveda en su poesía.
"La intervención extraña, frustrando el sacrificio, frustró la Patria. "Entre nosotros" hay distancias, y "sobre nosotros" in­fluencias. Se frustró el sacrificio, y solo han triunfado los autonomistas. La paz de San Juan equivale a la paz del Zanjón. Con la diferencia de que en Baraguá no ha protestado nadie esta vez."(18)
Baraguá como un simbólico indicador de la tendencia progresiva de la moral, encontró su continuidad hacia la década de los años 20, reconocido en la historia de Cuba, como el "despertar de la con­ciencia Nacional", iniciado justamente al calor de la "Protesta de los Trece”, protagonizada por Rubén Martinez Villena, contra la agudización de la corrupción administrativa de los sucesivos go­biernos de turno y la profundización de la penetración yanqui. En estos años los intelectuales revolucionarios, unidos al movimiento estudiantil y obrero, son las fuerzas motrices del auge revolucio­nario, son figuras representativas del movimiento revolucionario, Julio Antonio Mella, Alfredo López, Juan Marinello, Raúl Roa, Antonio Guiteras Holmes, entre otros.
En esta etapa de efervescencia y luchas revolucionarias, hay un rescate de valores morales, tales como el deber moral ante el reclamo de la Patria y la dignidad nacional mancilladas, en la misma medida en que crecía en ampliación y profundización el sentimiento de intransigencia e intolerancia a la penetración yanqui, movilizando a las masas a las acciones práctico transfor­madoras en el orden político moral de la sociedad.
La agudización paulatina de las contradicciones de los intereses entre las masas trabajadoras explotadas y humildes, en relación con la parasitaria clase burguesa, adinerada y entreguista, dieron fortaleza a la organización del movimiento revolucionario y a la toma de una conciencia de clases; en tales circunstancias el Ideario Martiano recobra todo su significado y fuerza axiológica ético humanista, del proyecto social enarbolado en el pasado siglo aún sin reali­zar, retomado por la generación del veinte.
Esta generación asimi­la también la influencia ideológica de la Revolución Socialista Rusa de 1917, lo que permite que los seguidores de los ideales comunistas se vinculen a la III Internacional de Lenin, enrique­ciendo de forma sui géneris el proceso gradual de conformación de una ideología profundamente martiana que se integraba con los elementos de carácter clasista que aportaba la concepción Marxis­ta Leninista del mundo, lo que permitió a líderes como Julio Antonio Mella, tener una comprensión de la realidad cubana y actuar consecuentemente con ella.
Mella encabezó el movimiento de la Reforma Universitaria y la creación de la Federación Estudiantil Universitaria, así como la Universidad Popular José Martí, tratando siempre de unir en la acción revolucionaria el movimiento estudiantil con el movimiento obrero; en 1925 Mella funda la Liga Antimperialista y el Partido Comunista, donde participa el veterano compañero de José Martí, Carlos Baliño. En este año también se crea la Confederación Nacio­nal Obrera de Cuba.  Todo este proceso representó una autoafirma­ción de la identidad nacional, de fortalecimiento del patriotismo y del ideal nacional.
En el ámbito de la moral cotidiana, las profundas diferencias socioeconómicas de las clases, imponían una moral costumbrista, donde rígidos patrones regulaban de forma dogmática la moral de las familias, existían una serie de prejuicios sociales con res­pecto al sexo y las relaciones de las parejas.
La sociedad engendraba y reproducía el predominio del machismo, así como la discriminación racial. En las relaciones familiares existía un culto a la autoridad de los padres en el trato afectuo­so y de respeto, la máxima autoridad le correspondía a la figura paterna. Se cultivaba en las familias humildes y trabajadoras la honradez, sencillez y la solidaridad.
El arribo a la dictadura del general Gerardo Machado, profundizó las diferencias sociales y la agudización de los intereses de clases, bajo la terrible influencia de la crisis económica del capitalismo de 1929   1933, que provocó un aumento considerable del desempleo, el desamparo y la inseguridad social, generándose las condiciones del estallido revolucionario de los años 30. La caída de Machado tras la huelga general de agosto del 33, repre­sentó un triunfo escamoteado a las masas populares, a partir del proceso de mediación que llevó a cabo el gobierno de Estados Unidos a través del agente designado Summer Welles.
La celeridad en los sucesivos movimientos políticos gubernamen­tales, manejados según los intereses imperialistas, trajo consigo una inestabilidad que incluyó el período de gobierno de los Cien Días, presidido por Ramón Grau San Martín miembro del Directorio Estudiantil Universitario (D.E.U.), y con la presencia de Antonio Guiteras como secretario de goberna­ción, el cual respondiendo a sus posiciones revolucionarias, tomó un conjunto de medidas a favor de las masas populares.
Estas medidas no contaron con el apoyo del entreguista gobierno y de la vigilancia permanente a que fue sometido por el ex sargento del ejército Fulgencio Batista, quien tras una astuta estratagema arribista, se autotituló coronel del ejército durante el golpe militar del 4 de septiembre de 1933.
La represión militar a las masas trabajadoras arreció y las acciones contrarrevolucionarias fueron alentadas internamente por el agente yanqui, quien a su vez planeara el golpe contrarrevolucionario de Batista, que dió al traste con el gobierno de los Cien Días, y con ello el fracaso del movimiento revolucionario nacionalista.
Como dijera Raúl Roa "La Revolución del treinta se fué a bolina" pero qué repercusión trae este contradictorio fenómeno en el complejo proceso del progreso moral, fue todo reversibilidad abso­luta?. Indiscutiblemente las fuerzas morales regresivas encuen­tran condiciones favorables para aflorar en la vida ideológica y espiritual de la sociedad, sin embargo, simultáneamente se culti­vaba en el ámbito sociocultural del pueblo, los sentimentos necesarios para no dejar escapar los valores espirituales, donde el componente moral, seguía siendo un importante elemento integrador dentro de todas las aristas ideológicas que se manifestaban en la orientación hacia los valores humanos universales, asociados en el contexto histórico cubano al ideal de independencia nacional y soberanía, así como a la realización de la dignidad humana, con la solución de los grandes problemas económicos y sociales que agobiaban al pueblo, a los trabajadores, vejados una y otra vez.
Es este un momento de búsqueda y reencuentro con los valores ético humanis­tas, que aportaron la ilustración del siglo XIX cubano, aunque mirando hacia el porvenir, de ahí la necesidad de la búsqueda de un ideal auténticamente cubano, latinoamericano, que llenara el vacío generado por las frustraciones y reveses sufridos en las grandes acciones revolucionarias, estas posiciones progresistas patentizaron la autoafirmación de una moralidad progresiva que no se da por vencida en la capacidad de resistencia del pueblo, en la medida en que se retroalimenta y se prepara para darse a la acción práctico transformadora y a la lucha, esto es también autoafirma­ción de nuestra identidad nacional y cultural.
Cintio Vitier, nos aporta una valoración ética y una caracteriza­ción de este fenómeno:
“Desde el punto de vista de la moral pública, la etapa posterior a la caída de Machado no se diferencia esencialmente de la anterior... En realidad era eso lo que se institucionalizaba; la ausencia de finalidad, el círculo vicioso, el fracaso de la revo­lución. El saqueo de la hacienda pública se multiplicaba de año en año, de gobierno en gobierno, al igual que el juego y la prosti­tución... El país estaba hueco, solo su alma, oculta, vivía. No por cierto, en la política desprestigiada hasta la médula. Vivía en el sufri­miento callado de la familia pobre y media, en su capacidad de resistencia y de ilusión, en la inapreciable risa popular, en la música inevitable, en la lámpara del estudioso, en la poesía. La cultura se replegaba a posiciones de investigación y crítica, de recuento histórico, de rescate de esencias. Una distinta eticidad, asediada por la farsa y el vacío, se hacia fuerte en el silen­cio".(19)
En este empeño se destaca la labor de creación intelectual, entre otros, de figuras como: Juan Marinello, Nicolás Guillén (reconocido como el poeta nacional), Raúl Roa, Fernando Ortiz, Ramiro Guerra, y Medardo Vitier, entre otros, dentro de la creación poética se agrupan, según la caracterización de Vitier en la obra citada, las generaciones de Poveda, Botti y Acosta, la de Brull, Ballagas y Floret y la de los poetas de la Revista Orígenes, donde se encuentra la obra de José Lezama Lima.
Dentro de las grandes inquietudes que indagaban y daban respuestas en sus estudios o en la poesía, estaban, el conocimiento profundo de nuestro propio proceso de identidad nacional, las raíces más hondas de los rasgos psicosociales de la idiosincracia del cubano, la asimilación e influencias de la cultura universal en lo nacio­nal, y una constante preocupación por los valores culturales y ético humanistas del siglo XIX, con el desarrollo de múltiples estudios de las personalidades iluministas e ilustradas, así como la aparición de estudios biográficos sobre todo de José Martí.
En la problemática pedagógica, el problema de la formación de valores y cualidades morales, así como la necesidad de ampliar las escue­las y perfeccionar el sistema de enseñanza con un carácter cien­tífico y una base cultural amplia, era el objeto central de los educadores que conformaban la línea revolucionaria que defendían los valores patrióticos y nacionales, fomentando el sentimiento antimperialista en los difíciles años de la República Neocolonial.
"La escuela pública cubana y sus mejores maestros fueron durante la etapa republicana, como una célula dentro del cuerpo social, que no llegó a contaminarse con el cáncer pútrido de la politique­ría. Ella conservó las mejores tradiciones de las luchas liberta­doras del pasado. Muchos veteranos maestros transmitieron el a­liento mambí a los niños de la nueva generación. Contra los textos que trataron de imponer los yanquis exaltando sus valores y su modo de vida, nuestra escuela pública y nuestros viejos maestros nos enseñaron las gestas de Agramonte, de Céspedes, de Maceo, de Martí, de Máximo Gómez... Nosotros jurábamos la bandera todos los viernes, con el corazón estremecido: !nuestra bandera! Y aprendi­mos los versos de Byrne.
Nuestra escuela pública, laica y gratuita, con todas sus debili­dades, fue la verdadera formadora de las generaciones que se sucedieron hasta llegar al glorioso 1ro. de Enero de 1959." (20)
La situación de la realidad cubana a partir de 1934, se caracteri­zó por un empeoramiento de las contradicciones sociales a causa de una crisis permanente de la economía del país, acentuándose el status de dependencia con relación al mercado norteamericano y la penetración económica caló aún más hondo.

La polarización de las condiciones de vida entre la clase burguesa, con la dilapidación, ostentación y lujo, en contraposición a las de una pobla­ción desamparada a su propia suerte, abatida por la miseria, el desempleo, la vivienda en barrios marginales, en cuarterías, ciu­dadelas, una educación abandonada y una salud pública deficitaria, situación esta que en las zonas rurales adquiere un panorama tétrico por el crecimiento del latifundio, hacen que los intereses socio­clasistas entren en una contradicción cada vez más irreconcilia­ble.


La lucha de las fuerzas revolucionarias se mantuvo latente, dando pasos importantes bajo la etapa de cierta apertura democrática del gobierno cubano, en el contexto de la II Guerra Mundial y el auge internacional de la lucha antifascista. Dentro de los logros del movimiento popular se destaca la creación de la Confederación de Trabajadores de Cuba (C.T.C.), y el papel decisivo de la participación de los comunis­tas en la Constitución de 1940.
Con la profundización de la cor­rupción administrativa, el robo abierto de los fondos del presu­puesto nacional, la institucionalización del gangsterismo entre otros desmanes, durante los gobiernos del autenticismo (Partido Revolucionario Cubano auténtico), se produce un auge de la lucha de las masas populares contra la oligarquía dominante y la pene­tración imperialista, que fue fuertemente reprimida bajo los de­signios yanqui de la política de guerra fría de la posguerra.
Es importante tener en cuenta que con el despliegue de la lucha revolucionaria durante todo este período, la moral constituye un sólido fundamento que enarbolan, como estandarte, los líderes revo­lucionarios de la época, que asumieron la responsabilidad y el deber moral que les impusieron las exigencias y necesidades histó­ricas de las masas trabajadoras y humildes, así como de la nación corroída en sus propias entrañas.
Los debates y el texto de la Carta Magna Cubana en la Asamblea Constituyente de 1940, estuvo matizado por un sentido humanista, cuyo contenido moral, sustentó el carácter progresista, democrático, patriótico y antimperia­lista de su proyección, aportado esencialmente por el grupo que representaban al Partido Unión Revolucionaria Comunista (P.U.R.C.-fusión del Partido Comunista de Cuba con el de Unión Revolucionaria), los que a pesar de encontrarse en minoría respecto a los representan­tes de los partidos burgueses, hicieron sentir la fuerza moral de sus propuestas.
La exposición del programa del P.U.R.C., realizada por Juan Marinello, miembro del Partido Comu­nista, es ilustrativo del contenido progresista ético humanista de su proyección.
“La democracia repudia toda distinción injusta, y los hombres se mantienen en Cuba divididos por el color de la piel y la mujer es inferior al hombre. De aquí han de salir la equiparación real del hombre con la mujer y una igualdad racial que no venga solo de la declaración hermosa sino de la sanción aseguradora de su cumplimiento.
No se concibe la democracia dentro de una economía endeudada al extranjero poderoso. De aquí hemos de salir habiendo dispuesto los caminos de nuestra liberación   con la economía en manos cubanas   ...
Fieles al pueblo, unidos firmemente al hombre de taller y cañaveral, nosotros encaramos la responsabilidad de dar nuestro esfuerzo al logro de una Cuba dueña de sí, de una República que, al conquistar las más justas convivencias que el instante fran­quee, esté trabajando por el mundo nuevo que quieren los hombres de nuestro partido, por el mundo en que no se levante sobre cria­tura humana el poder legítimo de otra, por el mundo en que la libertad íntegra sea la única forma de vida."(21)
Las demandas de este programa hacen evidente que en ese período de la República neocolonial no pudo ser cumplido el propio proyecto formulado por el Partido Revolucionario Cubano, fundado y presidido por José Martí en el pasado siglo XIX, con el objetivo de organizar y dirigir la lucha por la independencia y soberanía nacional, así como para la fundación de una república con todos y para el bien de todos, en la cual la ley de leyes que rige el bien primero y supremo fuera el culto a la dignidad plena del hombre. En esta medida, existe una coincidencia entre los valores humanos universales que aportara la ideología comunista de la concepción Marxista Leninista del mundo, con la ideología profundamente revo­lucionaria elaborada y difundida por José Martí como expresión de la interpretación cabal de las condiciones de la realidad cubana y la búsqueda certera de las vías y de un camino propio para dar respuesta y cambiar de raíz tales condiciones.
De esta forma, durante todos los años de la seudorrepública, donde la aprobación de la Constitución de 1940 no significó ningún cambio en las condiciones imperantes de la realidad social, denun­ciadas en sus sesiones, el proyecto revolucionario cubano, mante­nía las históricas raíces martianas de luchar por la plena inde­pendencia de Cuba, la emancipación social y la dignidad del hom­bre.
La fuerza movilizadora de la moral, en su tendencia creciente al calor de las luchas de clases, como fundamento y guía de los ideales revolucionarios que llevaban adelante las masas populares, tuvo una forma particular de manifestación, a partir de 1948 con la fundación del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), dirigido por Eduardo Chibás.
La consigna representativa de la lucha de este partido era: !Vergüenza contra Dinero!, por lo que la escoba era un símbolo, de la necesidad de barrer y acabar con la desmoraliza­ción de los gobiernos corruptos, la injerencia yanqui, la economía dependiente, monoproductora y en bancarota, la malversación y negocios sucios, entre otros tantos males que afectaban a la nación cubana y que sufría el pueblo en condiciones infrahumanas de vida.
Este partido tuvo un gran arraigo popular, por el contenido mora­lizador de su lucha, tocando la sensibilidad tan lacerada del pueblo cubano, así como por su programa que respondía a las necesidades más urgentes de las masas con un carácter democrático burgués avanzado.
La muerte de su dirigente Eduardo Chibás, causó un impacto estre­mecedor en las conciencias de sus seguidores, pues después de su acostumbrada alocución radial, en la cual reconociera que a pesar de no poder presentar las pruebas físicas de la denuncia al go­bierno sobre la permanente práctica del robo del tesoro nacional, su convicción moral lo hacía mantener tales acusaciones, por esa razón su alerta ante los cubanos honestos y honrados, amantes de la justicia, requería de un llamado que los hiciera tomar concien­cia de la gravedad de los hechos de la realidad cubana, ante los que debían reaccionar.
Sus últimas palabras en este empeño fueron:
“¡Compañeros de la Ortodoxia adelante! ¡Por la independencia económica, la libertad política y la justicia social! ¡A barrer a los ladrones del Go­bierno! ¡Pueblo de Cuba, levántate y anda! ¡Pueblo cubano despier­ta! ¡Este es mi último aldabonazo!.(22) Ante los micrófonos, Chibás se quita la vida con un disparo, estaba decidido a estreme­cer las conciencias de los cubanos.
Fue indiscutible la incidencia que tuvo este Partido en el enarde­cimiento y fortalecimiento de la conciencia nacional y patriótica de los cubanos, especialmente en las jóvenes generaciones de la época, de donde surgió la sección juvenil del P.P.C. (O), cuyo esfuerzo principal estuvo encaminado al estudio del proceso histórico cubano, con ciertas influencias de la metodología marxista para la comprensión de la realidad social, llegando a la conclusión de que el camino del socialismo, era la única posibilidad de poder acabar con la situación imperan­te en la Cuba neocolonial de mitad de siglo.
Ante las grandes posibilidades de que en las elecciones constitu­cionales de 1952, las fuerzas populares arribaran al poder por esa vía, dado el respaldo que mantenía el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), a pesar de la muerte de su líder, constituyendo una seria amenaza a los intereses de la burguesía nacional y del gobierno Norteamericano, es fraguado y ejecutado el Golpe de Estado del 10 de Marzo de 1952, por el general del ejército Ful­gencio Batista, implantándose un régimen cuyo nivel de represión hacia las fuerzas populares y revolucionarias lo ubicó como una cruel dictadura sangrienta.
Una vez más, la frustración se apodera del sentimiento y el clima psicológico moral, de la conciencia de los cubanos; pero ahora la "ley del imposible" encontrará su antítesis y reversibilidad en la acción de la generación del centenario del natalicio del apóstol José Martí (1853), que daría la respuesta merecida a la agravación permanente de la crisis socioeconómica, política y moral del país cuyos límites de penosa resistencia habían sido fuertemente que­brantados con un golpe de estado que en vísperas de las eleccio­nes, implantara un gobierno inconstitucional, como una bofetada al honor y dignidad de la nación.
Muchos de estos jóvenes, procedían de la Juventud Ortodoxa, dentro de ellos se destaca la acción del líder revolucionario Fidel Castro. Estos jóvenes de una profunda forma­ción martiana, y algunos de ellos estudiosos e influenciados por la doctrina marxista, decidieron reivindicar la memoria del Após­tol.
El asalto al Cuartel Moncada del 26 de Julio de 1953, fue la respuesta directa al Golpe de Estado del 10 de Marzo, como indica­dor del único camino posible para la subversión del statu quo de la realidad cubana: la lucha armada para el logro de la verdadera Liberación Nacional.
A su vez, este acto fue la respuesta de los jóvenes al último aldabonazo que diera E. Chibás, y ofreció la carga que pidió Rubén Martínez Villena, en su Mensaje Lírico Civil de 1923 en la Protes­ta de los Trece, por la bochornosa compra venta del Convento de Santa Clara, y cuyas estrofas fueron un llamado al despertar de la conciencia nacional, al sentimiento patriótico, de honor y de vergüenza, y a la acción transformadora.
"Hace falta una carga para matar bribones

para acabar la obra de las revoluciones

para vengar los muertos que padecen de ultraje

para limpiar la costra tenaz del coloniaje;

para poder un día con prestigio y razón,

extirpar el apéndice de la Constitución,

para no hacer inútil, en humillante suerte,

el esfuerzo y el hambre y la herida y la muerte;

para que la República se mantenga de sí,

para cumplir el sueño de mármol de Martí,

para guardar la tierra gloriosa de despojos,

para salvar el templo del Amor y la Fé,

para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos,

la patria que los padres les legaron de pié"....(23)


La formulación programática de lo que fue el movimiento 26 de Julio, en el alegato histórico de autodefensa de Fidel Castro, conocido como "La Historia me Absolverá", se efectúa en las condiciones en que el acusado, deviene acusador del anticonstitucional gobierno tiránico de Batista, y de todos los males y calamidades de la realidad cubana en la seudorrepública.

La fuerza y el conte­nido moral de este programa, da continuidad a la línea progresiva y revolucionaria de las luchas del pueblo cubano, desde el pasado siglo XIX, donde se encuentran las raíces nacionales y martianas más profundas de este nuevo proyecto de lucha, pasando por las experiencias de la Revolución del 30 y enriquecido con nuevos elementos asociados a la ideología marxista - leninista.


Estos elementos del factor subjetivo, son instrumentos ideológicos que permitirán viabilizar la lucha para llevar adelante los cambios necesarios y rebasar los límites cualitativos hacia una eticidad nueva, que rompiera el proceso cíclico de frustraciones, incertidumbre, de "el imposible" al decir de Cintio Vitier, el entreguismo, la corrupción administrativa, la prostitución, el juego, la insalubridad, la incultura, el desamparo social, la discriminación racial y todo tipo de injusticias sociales.
Esta continuidad en la moral, como se ha podido evidenciar a lo largo de nuestra historia, se presenta como una regularidad, ha sido un contenido esencial del proyecto revolucionario cubano y de sus objetivos, a través de las consecutivas luchas; a su vez, este fenómeno de carácter político y moral, se ha desarrollado a tenor del propio proceso de conformación y autoafirmación de la identidad nacional y cultural cubana, lo que dice del carácter complejo y contradictorio del progreso moral manifestado en ello.
El fracaso del asalto al cuartel Moncada, significó, no obstante, una premisa importante en la toma de conciencia, no solo de la insatisfacción que el pueblo sentía ante la situación económica y política que vivía el país, sino que reveló la posibilidad real de una acción transformadora, revolucionaria y progresiva, liberadora y de justicia social.
En el progreso moral de la sociedad cubana, la línea progresiva principal se ha orientado fundamentalmente hacia los valores morales del bien moral social, es decir, de la dignidad humana (nacional y personal como cubanos), la intransigencia e intolerancia ante la dominación extranjera (colonial o neocolonial), y de la solidaridad humana como un elemento aglutinador de las masas en torno a los objetivos supremos.
La vigencia de estos valores es válida en la medida en que el deber moral social ante los imperativos de la época, en particular de la Patria y el Patriotismo, adquiere una significación moral de primer orden en el proceso histórico cubano.
La nueva moralidad, que requería el heroico esfuerzo transformador de las condiciones de la República neocolonial cubana, se fue fra­guando a fuego lento, a través de todo el proceso de preparación y organización clandestina de esta lucha, pero fundamentalmente en el escenario de las contiendas y batallas libradas, por el ejército rebelde, apoyados por los campesinos, el pueblo de la sierra y la ciudad, y donde se destacaron el pensamiento y la acción de muchos héroes reconocidos y también anónimos, que sobrevivieron o dieron sus vidas por los ideales de independencia, soberanía, y justicia social.
Esta masiva gesta requería una vez más, de la unidad de todos los cubanos honestos convencidos de la justeza moral de la lucha, con independencia de raza, sexo, credo, filosofía e incluso procedencia clasista, solo se necesitaba la definición de una disposición y condición: abrazar la Revolución y sus principios trazados no solo en el programa, sino en la estra­tegia de la lucha.
Una moral de ejemplaridad en la conducta, altruísmo, solidaridad, fidelidad a la causa, honor y disciplina militar, entre otros valores, sustituyó la desventaja material del ejército rebelde, en el plano económico y militar, frente al cuerpo armado de la tiranía batistiana, por una gran fuerza y superioridad moral, que contribuyó decisivamente al triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959.

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